miércoles, 28 de junio de 2023

¿Acaso no es ya hora de una VI Instrucción para la Reforma? (3/9) Traducir la tradición: giro pastoral del Concilio Vaticano II

Vincular la traducción de los textos litúrgicos a la letra del texto latino significa negar la cuestión litúrgica y no comprender el Concilio Vaticano II: por eso me parece que es necesario hoy una VI Instrucción para la actuación de la Reforma litúrgica. Tanto más después de que la exhortación apostólica Evangelii gaudium del papa Francisco ha devuelto vigor y lucidez a la perspectiva conciliar. [En la imagen: una celebración litúrgica en la Basílica Nuestra Señora de Luján de Cuyo, de la Arquidiócesis de Mendoza, Argentina].

El problema central de la V Instrucción, Liturgiam authenticam
   
----------En resumidas cuentas, ¿qué es lo que aconteció con el Concilio Vaticano II? O para decirlo mejor: ¿ha acontecido algo con el Concilio Vaticano II? Podríamos decir que el XXI Concilio Ecuménico es como un gran acto de traducción, que pretende traducir la tradición a un diferente contexto, a una nueva cultura, para nuevas prioridades. Este es el desafío por el cual explícitamente el Concilio Vaticano II ha querido dejar actuar. Y lo ha hecho cambiando los criterios con los que la tradición se legitima a sí misma.
----------En el corazón o núcleo central del giro pastoral conciliar encontramos ese principio, enunciado tan abiertamente por san Juan XXIII (y reafirmado en muchas ocasiones y con diferentes términos por san Paulo VI) de la relación entre la sustancia de la antigua e inmutable doctrina del depositum fidei y la formulación de su revestimiento o cobertura. La labor sobre el lenguaje aparece, en la conciencia inicial del Concilio Vaticano II, como absolutamente determinante. Incluso las reinterpretaciones más recientes del acontecimiento conciliar, por ejemplo en los libros del padre Gilles Routhier o del recientemente fallecido padre John W. O’Malley, subrayan su naturaleza de "acontecimiento de estilo" y de "acontecimiento lingüístico".
----------Lo que ha determinado el giro pastoral, en el campo litúrgico, es, al mismo tiempo, un triple nivel de nueva atención, que podríamos describir brevemente y provisoriamente de la siguiente manera: 1. una nueva noción de acción ritual (en resumidas cuentas: no "ritus servandus", sino "ritus celebrandus"); 2. un nuevo paradigma de participación (la actuosa participatio como común participación en todos los lenguajes del rito); 3. la necesidad de un procedimiento de reforma de los ritos, a la luz (y en vista) de las dos primeras adquisiciones, para hacerlos concretamente posibles y practicables.
----------Todas las cuestiones que han sido abiertas acerca de las traducciones deben ser ubicadas en este amplio espectro de instancias, sin las cuales no podemos hoy recuperar su profundidad y su complejidad.
----------Digámoslo en otras palabras: la cuestión del lenguaje, desde un cierto punto de vista, parece ser el lugar inicial y prioritario para permitir el avance de todos y de cada uno de los tres niveles de la actualización o aggiornamento de la liturgia. En realidad, si se malinterpreta, o se entiende de modo unilateral o superficial, la adquisición de las lenguas vernáculas se corre el riesgo de apagar la tensión que es interna a la actualización propugnada por el Concilio Vaticano II. La posibilidad de traducir a las lenguas modernas nunca debe resolver la relación con el lenguaje ritual, reduciéndolo al mero comprender. Este es uno de los escollos o insidias o trampas que amenaza todo el debate, tanto el de ayer como el de hoy.
   
Diferentes criterios para salvaguardar la riqueza de la tradición ritual
   
----------Intentaré a continuación aislar tres niveles diferentes de la cuestión. A cada uno de ellos corresponde una diferente definición de liturgia, un diferente paradigma participativo y un más o menos necesario proceso de reforma litúrgica. Por tanto, tendremos que juzgar la cuestión de la traducción en vista de una cuestión sobre la tradición, es decir, tradición eclesial en sentido lato y tradición litúrgica en sentido estricto. La pregunta que nos planteamos viene de san Jerónimo y puede ser formulada de la siguiente manera: ¿cómo se puede ser fiel a la tradición de la antigua doctrina mediante una traducción? ¿Qué implica la obra del traducir? Pues bien, en las respuestas que daré a estas preguntas identificaré tres modelos.
----------1. El nivel de la fidelidad de la formulación o revestimiento (tarea de traducción de verbal a verbal): una lectura proposicional de la doctrina o traditio.
----------El primer caso de la fidelidad es, en su esencia, una reproposición de una tradición que no puede cambiar en nada, ni siquiera en su expresión. Existe, de alguna manera, la certeza (que, como ya he dicho, bordea y muchas veces sobrepasa la ilusión) de que las lenguas modernas, las lenguas vernáculas, pueden y deben ser, simplemente, el calco de la lengua latina, de la cual se presupone su normatividad a nivel litúrgico. Como ya he dicho: existe la pretensión de bloquear las lenguas modernas mediante el glosario del Catecismo de la Iglesia Católica. Lo que es doctrinal, asumido por los esquemas catequísticos, pretendería ser normativo para la redacción de traducciones de los textos litúrgicos.
----------Si se considera el modo con el cual Liturgiam authenticam propone la necesidad por la cual, en la traducción, "el género literario y retórico de los diversos textos de la liturgia romana debe ser conservado", resulta muy curioso que aquello que es típico de una modalidad expresivo-experiencial de un ámbito lingüístico (por ejemplo el ámbito latino-romano) sea asumido casi como un modelo expresivo que se debería imponer a las demás expresiones lingüísticas. Como he dicho antes, esta pretensión revela una comprensión instrumental y, a la vez, monumental de la lengua. En el fondo, lo que cuenta en esta primera forma de enfoque o abordaje (que en definitiva encontramos expresada con esta crudeza sólo recién a partir de 2001) es la correspondencia formal, verbal y sintáctica, que debe ser perseguida con la mayor fuerza posible.
----------Por cuanto respecta a eso, repite las dos observaciones que hice en la nota anterior, dada su importancia. Primera: no hay duda de que el riesgo de "traducciones demasiado libres" pudo haber marcado la producción de textos posteriores a Comme le prévoit y que fuera necesario reclamar a cada una de las Conferencias Episcopales una mayor atención. Segunda: por otra parte, una respuesta que pretenda restablecer orden en la liturgia romana reconduciendo la pluralidad de las lenguas a simples instrumentos para la comunicación de las res dichas y pensadas en latín, ello me parece, francamente, un remedio peor que la enfermedad, ya que conduce a una total parálisis de la tradición ritual.
----------El diagnóstico, por más exasperado y casi apocalíptico que sea, puede tener su relevancia y ser de algún modo pertinente. Pero la terapia propuesto por Liturgiam authenticam está, en gran medida, privada tanto de fundamento teórico, como de verdadera practicabilidad. El resultado es que los textos producidos según este criterio tranquilizador o reasegurador resultan de hecho inutilizables en las lenguas vivas. Y que las lenguas vivas, precisamente por eso, reivindiquen a su vez, a causa de este enfoque, una autonomía todavía mayor. Lo cual, por otra parte, está incluido en la valoración originaria de la mediación lingüística de la fe, que no puede ser secuestrada por una única tradición lingüística, por más antigua y autorizada que sea.
----------Por otra parte, y es necesario recordarlo, está cada vez más extendida, inevitablemente, una producción de liturgia latina no en latín. Ello no es un error al cual remediar, no es un defecto de procedimiento, sino que es el fruto de la vida en su inagotabilidad, que se sirve de la palabra bíblica para traducirla en forma de plegaria, de invocación, de alabanza, de bendición, de acción de gracias, siempre nuevas, porque se estructuran originariamente en el pensamiento de las lenguas vernáculas. En otras palabras, las lenguas vernáculas no son simples instrumentos, sino formas de pensamiento. En este punto, la instrucción Liturgiam authenticam es completamente incompetente, casi ciega, o cegada por la lógica apologética.
----------2. El nivel de la fidelidad de la sustancia de la tradición (traducción de verbal-conceptual a verbal-conceptual): una lectura experiencial de la doctrina o traditio.
----------Una lectura diferente de la fidelidad, que corresponde sólo en parte a la propuesta ofrecida por el documento Comme le prévoit, no se limita a considerar la relación entre palabra y palabra, sino que dirige su atención a una relación de relaciones: una palabra tiene su significado en un contexto lingüístico, como otra palabra tiene el mismo significado en otro contexto lingüístico. Esta, podríamos decir, ha sido la gran apertura de libertad que el post-concilio ha sabido y ha querido respirar. Son las correspondencias dinámicas que integran y sustituyen las correspondencias estáticas, literales, formales.
----------La consideración que hace Comme le prévoit de las diferentes perspectivas sobre las cuales calibrar la traducción (lo que está escrito, quién lo escribe, para quién está escrito y de qué modo está escrito) ayuda a considerar la relación estructural entre sustancia y revestimiento según una mayor riqueza. Aún cuando (y hay que reconocerlo abiertamente) no impide en absoluto una reducción subjetivista del lenguaje, diametralmente opuesta, pero igualmente arriesgada, en comparación con su versión objetivista.
----------Podríamos decirlo de esta manera: tanto la lectura clásica (objetivista) como la lectura erróneamente atribuida al inmediato post-concilio (y que puede ser llamada subjetivista) no alcanzan a valorizar plenamente el papel que desarrolla la lengua para el acceso del sujeto a la tradición doctrinal y vital.
----------En efecto, si contraponemos una lectura proposicional de la doctrina (que corresponde a la absolutización de la traducción literal) con una lectura experiencial de la doctrina (que corresponde a la absolutización del significado interior) acabamos por perder, en realidad, el sentido del contexto ritual que da forma y autoridad a la experiencia canónica del texto escriturístico y del ordo ritual.
----------Una doble ilusión amenaza la contraposición entre lecturas objetivistas y lecturas subjetivistas. Es la ilusión de poder afrontar la cuestión sin reconstruir el contexto ritual de referencia y de poder tratar y comprender el significado en la breve relación entre palabra y concepto.
----------Para ello es necesario percibir un tercer nivel, más profundo y más elemental de la cuestión, que está de algún modo presente en las intenciones de Comme le prévoit, pero que está explícitamente excluido del enfoque (rígidamente objetivista) propuesto por la instrucción Liturgiam authenticam.
----------3. El nivel de la integralidad de la experiencia a mediar (traducción de verbal-no verbal a verbal-no verbal): una lectura cultural y lingüística de la doctrina o traditio.
----------¿Qué es entonces lo que ha acontecido con el Concilio Vaticano II? Que el primer modelo de "garantizar la continuidad de la tradición" viene efectivamente e irreversiblemente superado. Y es superado precisamente en el acto mismo a través del cual, en el rito, se admite la posibilidad cierta de una "linguae vernaculae usurpatio" (véase Sacrosanctum Concilium n.36), o sea, de un "uso de las lenguas vernáculas". Ese primer modelo ha sido sustituido por un tercer modelo que es, desde su origen, una mezcla entre el segundo y el tercer nivel de fidelidad a la tradición, que hemos visto antes. Asume la novedad del sujeto moderno, pero sin las ilusiones de un giro liberal, aunque con la conciencia de una solución post-liberal, en la que el objetivo preliberal y subjetivo liberal están mediados por el intersubjetivo post-liberal.
----------El espacio abierto por el Concilio Vaticano II es, en sustancia, la superación del modelo de traducción propuesto (por primera vez, de manera tan ingenua), ¡sólo por Liturgiam authenticam! Casi podríamos decir que el espacio de la traducción se ha abierto en el momento en el cual el giro pastoral ha podido concebir que la sustancia de la doctrina podía asumir una formulación diferente de su revestimiento. Este es el espacio de la traducción, en el cual la Iglesia católica se ha lanzado con un empeño y una valentía, no inmune a posibles excesos, pero con toda la perspicacia y la sagacidad necesarias.
----------La anulación de este espacio abierto por el Concilio Vaticano II ha nacido del miedo. En otras palabras, cuando en la Iglesia nos hemos dado cuenta no sólo de los riesgos que se habían corrido, sino también de los errores efectivamente cometidos, se ha podido llegar a pensar que la continuidad de la tradición podía ser garantizada reproponiendo el modelo doctrinal clásico, proposicional, en una doble forma, también eficaz en el rito: 1. o bien mediante el rito latino pre-conciliar, por tanto renunciando a traducir (al menos las palabras, pero también las secuencias, los ministerios, las modalidades de participación, los cantos, las vestimentas, etc.), 2. o bien mediante el rito conciliar, pero estructuralmente reducido a su forma latina, transliterada a las lenguas vernáculas, sin ninguna verdadera traducción. Vale decir, negando el espacio interpretativo de la traducción, se niega la necesidad del giro pastoral del Concilio Vaticano II.
   
Superar Liturgiam authenticam para seguir en las huellas del Concilio Vaticano II
   
----------Debemos preguntarnos, entonces: ¿siguiendo qué dirección podemos evitar este desenlace o resultado paradojal, por el cual, para obstaculizar una deriva liberal y disruptiva o disgregante nos hemos sentido obligados a negar la sabia apertura conciliar, contradiciendo el principio mismo que justifica el Vaticano II, es decir, la diferencia entre formulación y sustancia de la doctrina?
----------Hoy tenemos necesidad de un modelo inter-subjetivo de traducción-tradición. Tal modelo, me parece, consta de tres niveles de nueva percepción, que ya encontramos atestiguados en el Concilio Vaticano II, que han dado buena prueba de sí mismos en más de un caso inmediatamente después del Concilio, pero que a lo largo del tiempo han sido como ofuscados, oscurecidos y perdidos por el camino.
----------Estos tres principios constituyen, de hecho, la confirmación más autorizada para poder establecer correctamente una fidelidad a la tradición también mediante traducción. Ilusionarse de que el traducir pueda ser un acto técnico que prescinde de la competente interpretación de esta triple novedad es una perspectiva tan ingenua como nostálgica, que ya no puede tener ninguna justificación. Los tres niveles sobre los cuales se pone a prueba una teoría de la traducción son los siguientes, y constituyen, como es lógico y no por casualidad, los puntos clave del texto de la Sacrosanctum Concilium.
----------Podríamos decir que una teoría de la traducción como la de Liturgiam authenticam está derivada (además de la reacción a los abusos) de un olvido del texto de la Sacrosanctum Concilium. La instrucción Liturgiam authenticam, a diferencia de Comme le prévoit, asume una autenticidad litúrgica independientemente del giro pastoral del Concilio Vaticano II. Para Liturgiam authenticam la autenticidad litúrgica radica en la tradición independientemente del traducir, ex auctoritate y de por sí.
----------Mientras que, por el contrario, el texto olvidado, es decir, el texto de Sacrosanctum Concilium, en sus directivas específicas, impone la imposibilidad de proponer esta solución simplista al problema de la traducción. Y lo hace indicando tres nuevos elementos, a saber:
----------1. Una diferente definición de liturgia, que en cuanto actio sacra no es nunca reducible a un ritus servandus; la naturaleza simbólico ritual de la liturgia, sobre cuya comprensión estos sesenta años, gracias a la Reforma litúrgica, han despertado nuestro interés, nos ha permitido llevar a cabo una reflexión sobre el lenguaje que puede orientar diferentemente las prioridades y las interrelaciones entre los diferentes lenguajes.
----------2. Un diferente paradigma participativo, que supere las formas individualistas y ceremonialistas-exteriores de delegación al sacerdote de un acto al cual es suficiente simplemente con asistir, para recuperar en cambio una comprensión multimedial de la acción ritual, saliendo de modalidades demasiado intelectualistas y funcionalistas de "asistencia inteligente".
----------3. Un necesario proceso de Reforma litúrgica, para permitir a los textos rituales y a las secuencias celebratorias no obstaculizar, sino de hecho favorecer, tanto la nueva experiencia del rito cristiano como las formas de participación en él. De este proceso forma parte ese "vertere" que no se deja determinar simplemente como una técnica de transposición, que prescinda de la necesaria interpretación.
----------La cuestión del traducir (lo recuerdo una vez más) ha surgido en lo interno de este gran acto de repensamiento de la tradición. Ella es una parte constitutiva del acto reformador. Si se propone una teoría del traducir que niega el giro pastoral, que asume una tradición que no tiene necesidad de un nuevo revestimiento o cobertura para acceder a su propia sustancia, sino que tiene inmediatamente relación con la sustancia, en una lengua que ha sido inmunizada de una vez y para siempre de toda la historia, es evidente que todos los otros elementos que califican a tal giro pastoral están involucrados y comprometidos.
----------Ee trata en realidad de una estratagema muy simple, pero, digámoslo claro, demasiado fácil y rápido de desenmascarar: ella consiste en endurecer o hacer rígida la relación con el traducir para impedir que cada uno de los tres niveles arriba mencionados venga seriamente sometido no al arbitrio de los individuos, sino al necesario giro pastoral de un acontecimiento como el Concilio Vaticano II, que en su cualidad de acontecimiento lingüístico tiene su característica acaso más decisiva.
----------Para decirlo en otros términos, vincular la traducción a la letra del texto latino significa negar la cuestión litúrgica y no comprender el Concilio Vaticano II: por eso me parece que es necesario hoy una VI y nueva Instrucción para la actuación de la Reforma litúrgica. Tanto más después de que la exhortación apostólica Evangelii gaudium del papa Francisco ha devuelto vigor y lucidez a la perspectiva conciliar.

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