sábado, 17 de junio de 2023

¿Pero qué "paz litúrgica"? (3/5)

Mientras estuvo en vigencia el motu proprio Summorum pontificum, no fueron años de "paz litúrgica", sino de guerra. Curiosamente eran también los años del centenario de la primera guerra mundial; y esto implica una singular coincidencia: luego de aquel conflicto bélico, el Movimiento Litúrgico, que había intentado dar sus primeros pasos a principios del siglo XX, encontró la fuerza y ​​la determinación para incidir a fondo sobre la cultura eclesial europea y mundial. A la época de aquella que se dió en llamar por vez primera "guerra mundial" corresponde también la época del inicio de un redescubrimiento mundial de la liturgia. El padre Pius Parsch fue la gran figura que aportó mucho para el gran giro epocal que debía producirse en la liturgia.

Pius Parsch en 1915 empezó a entenderlo todo…
   
----------En un reciente artículo en este blog, donde procuré mostrar en detalle algunos de los aspectos anti-judíos de los textos litúrgicos anteriores a la Reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, hice una breve referencia (en cierto modo crítica) al padre Píus Parsch; y en recientes publicaciones, enfocadas al análisis de desafortunadas expresiones del cardenal Robert Sarah en años recientes (en la época en que era Prefecto del Culto), he hecho referencia a equivocadas maneras de entender la "paz litúrgica", que hoy es reclamada por sectores pasadistas. En el presente brevísimo artículo me referiré al mencionado padre Parsch y a la "paz litúrgica" de un modo más abarcativo, y espero que más comprensible para los lectores. 
----------Durante los años en que tuvo vigencia Summorum pontificum, nos encontrábamos en tiempos que no eran por cierto de "paz litúrgica", sino de guerra. Curiosamente eran también los años del centenario de la Primera Guerra Mundial. Entre las muchas cosas significativas vinculadas a la Gran Guerra, vale la pena señalar una singular coincidencia. Precisamente a continuación de aquel conflicto bélico, el Movimiento Litúrgico, que había intentado dar sus primeros pasos a principios del siglo XX, encontró la fuerza y ​​la determinación para incidir a fondo sobre la cultura eclesial europea y mundial. A aquella que se dió en llamar por vez primera "guerra mundial" corresponde el inicio de un redescubrimiento mundial de la liturgia.
----------Ha sido Cipriano Vagaggini [1909-1999] quien recordó la importancia de la "gran guerra" para comprender los inicios del Movimiento Litúrgico. Pero ha sido sobre todo Pius Parsch [1884-1954] quien nos dejó un testimonio inolvidable de todo aquello, cuando nos relató a todos cómo su vocación a ser eficaz agente del redescubrimiento de la liturgia había nacido precisamente en las trincheras de la primera guerra mundial, donde se encontraba como oficial médico, y donde estaba constreñido, dramáticamente, a disparar, como católico austríaco, contra los católicos italianos. Esta amarguísima experiencia le permitió al padre Parsch reconsiderar la tradición espiritual cristiana. Por eso, cuando volvió del frente, trabajó para producir un gran punto de inflexión, un gran giro epocal: fundó la revista "Biblia y liturgia" e inició una actividad de repensamiento de la liturgia, que se materializó en su obra maestra, el libro "Volksliturgie", o sea: "Liturgia del pueblo", vertido al español bajo el título: "La renovación de la parroquia por medio de la Liturgia".
----------Ahora bien, ¿cuál ha sido la gran intuición que caracterizó la profecía de Pius Parsch entre los años 1920s y 1950s? Podemos reconocerla, muy fácilmente, en la superación de una visión clerical de la liturgia: la liturgia no es para los sacerdotes, sino para los bautizados. De aquí, de modo esencial, surgió naturalmente la gran idea de la "participación activa", que gracias al padre Parsch ha entrado luego en el ADN europeo, difundiéndose desde Klosterneuburg por toda la Iglesia universal hasta el Concilio Vaticano II. La liturgia, redescubierta como "lenguaje común a todos los bautizados", podía sólo entonces retornar a dar forma a todos los cristianos católicos, junto con el redescubrimiento de la Palabra bíblica.
----------Para salir de la lógica de la "guerra", para acceder a una verdadera "paz", la liturgia como acción de Cristo y de la Iglesia, de Dios y de su pueblo, debía volver a ser lenguaje popular y acción accesible a todos. La Reforma litúrgica surgió, necesariamente, de esta aguda intuición.
----------Es evidente que esta historia del Movimiento litúrgico, que comenzó hace más de un siglo, sigue siendo también hoy muy instructiva para discernir la función de la liturgia en nuestro contexto eclesial y cultural. Si hoy quisiéramos hablar de "paz litúrgica" para restaurar las formas de separación, de marginación y de discriminación clerical contra las cuales Parsch comenzó a luchar hace cien años, caeríamos en un error irremediable: la "paz litúrgica" debe estar basada en la más amplia condivisión de la participación activa. En las últimas décadas hemos escuchado, a autoridades eclesiales, a Prefectos y a Monseñores, deplorar que "los laicos se acercaran a los altares", que "los presbíteros descendieran del presbiterio para el signo de la paz", que las asambleas pretendieran pensarse como "celebrantes", y cosas por el estilo...
----------La liturgia no está hecha para la "clase clerical", para un "cuerpo separado", para una "casta jerárquica", sino que es lenguaje destinado a todos los bautizados, que de ella tienen constitutivamente necesidad. De esto tiene necesidad no una exigencia democrática moderna, no una simplista instancia de "actualización" o "aggiornamento", sino el cuerpo de Cristo mismo, como verdad de la Iglesia.
----------La mística litúrgica cristiana o espiritualidad litúrgica cristiana, no pasa a través de una separación, una división, sino a través de una comunión, una integración, en el único cuerpo de Cristo.
----------El intento de "hacer paz" en liturgia simplemente permitiendo a cada uno celebrar según su propio apego notálgico (como sucedía desde julio de 2007 a julio de 2021) es un modo contradictorio y peligroso de recibir la herencia del Movimiento Litúrgico. Es un camino simplista -y frecuentemente hipócrita- con el cual no asumimos la tarea de continuar en la obra de Reforma litúrgica, sino que le tenemos miedo, y nos consolamos contemplando el sueño de una "reforma de la reforma". No es eso de lo que tiene necesidad la Iglesia. La Reforma litúrgica exige, hoy, un trabajo de iniciación y de formación, que debería estar orientado hacia la creación de verdaderas "comunidades celebrantes". Los que tienen miedo de la asamblea celebrante se sitúan objetivamente fuera de la tradición del Movimiento Litúrgico y del Concilio Vaticano II. Cualquiera que hable de "paz litúrgica" de manera simplista, sólo plantea los peligros de la guerra, aumenta de modo irresponsable las formas de conflicto y disminuye dramáticamente la comunión eclesial.
----------¿Quién podría querer dilapidar de ese modo la obra profética del padre Parsch y de todo el Movimiento Litúrgico, que ha tomado forma en la constitución conciliar Sacrosanctum Concilium y luego en el cuidadoso proceso de Reforma litúrgica, del cual estamos sólo al inicio? ¿Quién querrá llamar "paz litúrgica" a una guerra contra la Reforma? Hagamos oídos sordos a quien hable de ese modo, aunque vista la púrpura cardenalicia.
   
El cardenal Sarah nunca se refirió al núcleo de las críticas
   
----------Hablando de Cardenales y de sus supuestas intervenciones "en pro" de la paz litúrgica, deseo agregar ahora algunas consideraciones acerca de las referencias que he hecho en notas recientes a expresiones del cardenal Robert Sarah en marzo y junio de 2015. Ante todo, deseo aclarar que aquellas declaraciones del Prefecto del Dicasterio del Culto no pasaron desapercibidas en la comunidad teológica y litúrgica académica, y Sarah debió atenerse a las críticas que le fueron formuladas. Por supuesto, Sarah también respondió a las críticas, pero, lamentablemente, eludiendo discutir el nudo esencial de la cuestión.  
----------Vale decir, en sus intentos de defensa, el cardenal Sarah se preocupó por ocultar cuidadosamente el motivo de las críticas que recibía, a saber, la teoría de la libertad de usar el vetus ordo o el novus ordo según apego personal del individual sacerdote y la negación de la participación activa como lógica fundamental que justifica la Reforma litúrgica. Está claro que si estas cuestiones se ocultan, y Sarah no permitía discutirlas en 2015, entonces no permitía a nadie entender lo que estaba en juego en el debate.
----------Lo que el cardenal Sarah hacía con sus dos intervenciones, de marzo y de junio de 2015, era reconstruir la Reforma Litúrgica de manera unilateral e injusta. El entonces Prefecto del Culto sostenía explícitamente una teoría teológicamente y jurídicamente equivocada, de la cual se derivaban consecuencias nocivas para la vida de la Iglesia, en las diversas comunidades e individuos que la componen. El de Sarah era un error de apreciación y de juicio, que alteraba la reconstrucción interpretativa de la historia del Movimiento Litúrgico y de la Reforma Litúrgica, y el diagnóstico sobre la situación actual, con la llamada "guerra litúrgica", agravada precisamente por las interpretaciones de las que Sarah se hacía portavoz cualificado.
----------Respecto al tono de la crítica con la que se analizan declaraciones como las de Sarah en 2015, no encuentro mejor defensa que recordar lo que alguna vez dijo el papa Francisco, con su modo popular de decir las cosas: "Si dices una mala palabra sobre mi madre, tienes que esperarte un puñetazo".
----------Para un teólogo, sobre todo para un teólogo que en concreto está tratando sobre la liturgia, y para cualquier teólogo que, como corresponde, cree en lo que estudia y en lo que enseña, no es tolerable oír hablar acerca de la Reforma Litúrgica y de la participación activa en las formas en que el cardenal Robert Sarah se expresaba en 2015. En tales casos, el eventual tono indignado es directamente proporcional a la pasión con la cual se quiere respetar un recorrido eclesial y un proyecto de renovación de la tradición litúrgica. Escuchar que alguien diga que "lo viejo y lo nuevo son equivalentes", o que "la participación activa se reduce a la mera pasividad interior", solamente puede ser tolerado si quien lo dice es un hombre de la calle, pero no un Prefecto del Dicasterio del Culto. En tales casos lo menos que puede decirse es que se trata de "analfabetismo conciliar", si seguimos respetando la diferencia entre ignorancia e insipiencia.
----------Es curioso que en 2015 frente a la acusación de "analfabeto conciliar", Sarah se haya defendido diciendo: "si soy analfabeto, estoy en buena compañía, dado que mi interpretación de Sacrosanctum Concilium coincide con la de muchos otros autores, no de escaso relieve, y algunos de ellos importantísimos. Más importante aún, mi interpretación lee el Concilio a la luz del Magisterio postconciliar".
----------Sin embargo, ¿cómo hacía el cardenal Sarah para hablar sobre la Sacrosanctum Concilium, en 2015, y después del 2015, como prefecto del Culto, sin mencionar nunca el punto central de ese documento? Él afirmaba que "muchos" ya habían dicho lo que él decía. Pero, ¿cuáles eran sus fuentes? ¿Alcuin Reid? ¿Nicola Bux? ¿Vittorio Messori? ¿Son estas los "auctoritates" de las que se puede valer un Prefecto del Culto? ¿Acaso nunca había leído a Vagaggini, Marsili, Parsch, Mazza, Bradshaw, Angenendt, Kloeckener, que interpretan la historia del Movimiento Litúrgico y de la Reforma Litúrgica con fidelidad a sus intenciones y motivos históricos? ¿Por qué Sarah tal vez debía confiar en autores secundarios, sin ninguna autoridad académica o pastoral, y no tomar en serio a las verdaderas autoridades? Sarah, en aquella polémica, no proporcionó ninguna aclaración al respecto, sino que su respuesta generó todavía una mayor preocupación.
----------Las dos grandes cuestiones en juego en aquella polémica del 2015 eran absolutamente centrales, frente a las cuales las declaraciones del Cardenal eran objetivamente peligrosas. Volvamos a resumirlas:
----------1. La primera cuestión en juego es pretender buscar la "paz litúrgica" incrementando la contradicción entre vetus ordo y novus ordo. Desde 2007 se había entrado en el "túnel" abierto por uno de los actos más desafortunados del pontificado del papa Benedicto XVI, que introdujo un peligrosísimo paralelismo entre formas contradictorias del mismo rito romano. Era un proyecto que había nacido como proyecto de paz, pero que de inmediato se convirtió en dinamita institucional. Sólo podía tener sentido en ambientes cerrados, clericales. Pero incluso en ellos (por ejemplo, en un seminario o comunidad religiosa) tenía el efecto de crear división en la formación, en la espiritualidad, en la pastoral y en la eclesiología de los futuros presbíteros o religiosos. ¡Ni siquiera estoy hablando de los hipócritas inventos jurídicos creados para montar un "grupo vetus ordo" en las parroquias de tres diócesis distintas por pedido de tres feligreses pertenecientes cada uno a cada una de esas diócesis! Si uno no se da cuenta de estas dinámicas mistificadoras, tan distorsionadas como garantizadas desde arriba, es bueno que un teólogo lo diga abiertamente y sin pelos en la lengua.
----------2. La segunda cuestión en juego es la desconfianza hacia la "asamblea celebrante" y la traición a todo el plan de Reforma impulsado por Sacrosanctum Concilium. Desconfiar de la "asamblea celebrante" tiene como necesaria premisa la incomprensión del corazón de Sacrosanctum Concilium y de la Reforma Litúrgica. El cardenal Sarah no podía desconocer en 2015 que algunos periodistas y sacerdotes que se hacian pasar por teólogos se habían atrevido a argumentar que Sacrosanctum Concilium no quería reformar "la misa", sino sólo "las misas festivas, con concurso de pueblo". Lo cierto es que Sarah parecía haber escuchado estas lecturas distorsionadas e insostenibles de la tradición ritual reciente, descuidando el valor central de una Iglesia que redescubre "ritus et preces" como lenguaje común a todos los bautizados. Por otra parte, algunos años antes de la llegada de Sarah al Dicasterio del Culto, se había escuchado decir a uno de sus predecesores que "los laicos debían mantenerse alejados de los altares". Con este enfoque no se puede comprender a la constitución Sacrosanctum Concilium y no se puede leer adecuadamente la tradición ritual que efectivamente ha inaugurado ese documento. Sacrosanctum Concilium es un texto que nos hace comprender, todavía hoy, tras sesenta años, que es necesario ante todo recuperar los usos antes que combatir los abusos. Y acerca de esto, en las declaraciones y escritos de Sarah, me parece que no hay palabras claras.
----------Lo cierto es que el cardenal Sarah no dió ni en 2015 ni después ninguna respuesta al foco de las críticas. Intentó responder, y lo hizo extensamente, pero respecto al foco de la cuestión, sólo expresó: "mi interpretación de Sacrosanctum Concilium coincide con la de muchos otros autores". Francamente esta no es una respuesta sino cuantitativa, que debe ser cuestionada como respuesta, porque en realidad, esos "muchos" son poquísimos y marginales. La interpretación auténtica de la constitución conciliar Sacrosanctum Concilium no es la de quienes pretenden poner esa Constitución a la par de la encíclica Mediator Dei, como hacía Sarah en sus declaraciones. Además, es curioso que Sarah, defendiéndose de manera positivista, objetara que nunca había mencionado a la Mediator Dei. Cierto. ¡No necesitaba citar la encíclica Mediator Dei, porque precisamente Sarah solo citaba aquellos pasajes de Sacrosanctum Concilium que ya se pueden leer en Mediator Dei! Es como leer el Evangelio resaltando solo todas las citas del Antiguo Testamento.
----------¿Cómo se puede captar la novedad litúrgica del Vaticano II si nunca se la menciona directamente? Incluso Sarah hace una operación aún más peligrosa. No cita los elementos de verdadera novedad y le insinúa al lector la duda de que las verdaderas novedades no sean legítimas: de lo contrario, ¿cómo podría sostener que la "paz litúrgica" solo puede surgir haciendo irrelevante la Reforma y que la "asamblea celebrante" debe ser "un concepto para usar con cautela"? ¿Acaso Sarah también cree que la diferencia entre la gracia y la ley pueda ser una diferencia peligrosa? ¿Que la gran novedad cristiana, por la cual la "asamblea celebrante", como "cuerpo de Cristo", deviene parte del mismo misterio celebrado, pueda ser considerada un pensamiento peligroso? ¿Que esta no sea teología, sino sociología u olvido del primado de Dios?
----------En conclusión, una de las funciones del teólogo es la de la crítica respetuosa y respeto crítico. En este caso, cuando uno se encuentra con documentos, declaraciones o artículos de un Prefecto del Culto, que malinterpretan la verdad de la historia de los últimos cien años, y que amenazan la buena marcha del camino de Reforma de la liturgia y de la Iglesia, iniciado hace ya un siglo, indudablemente el teólogo tiene el deber de reaccionar incluso duramente. Frente a contenidos engañosos de alguien cuyo oficio debe ser el de colaborador de la Sede Apostólica, la reacción no puede ser sino dura.
----------El teólogo se convierte en teólogo y vive como teólogo, no para felicitar a los poderes fácticos, sino para salvaguardar el sentido más precioso de la tradición, sea esta la gran Tradición Apostólica o la tradición ritual que, en su propio ámbito, también es grande y respetable. Cuando el teólogo se comporta así, respetuoso de la diversidad de las funciones eclesiales, está actuando por la verdad y por la justicia.

11 comentarios:

  1. La historia de la liturgia nos relata que el padre Pius Parsch estaba muy preocupado por la enseñanza de la encíclica Mediator Dei. Se sintió directamente desafiado y obligado a dar una respuesta. Parsch creía que tenía que hablar en nombre del movimiento litúrgico popular de todos los países en los que se había extendido la Iglesia, porque conocía "su espíritu", decía él. Llegó a publicar incluso una declaración y le sugirió al papa Pío XII que nombrara a los liturgistas más eminentes de todos los países y a los representantes de los centros litúrgicos en una comisión, que le presentaría documentos y propuestas para las reformas litúrgicas. Lamentablemente, Pío XII y los Papas posteriores le hicieron caso a Parsch, y la constitución Sacrosanctum Concilium vino a satisfascer todas sus propuestas, protestantizando la Misa tradicional.

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    1. Estimado Rubén,
      ciertamente, la preocupación de Parsch acerca de la Mediator Dei estaba justificada. Pío XII había dado muestras de alentar el Movimiento Litúrgico pero, desgraciadamente, en su gran encíclica sobre la liturgia en 1947 sintió la tentación de no despegarse de una visión clericalista del rito romano, y consintió a ella, retornando a los ideas de los laicos "asistentes" a Misa, y a la idea de que la celebración se podía acompañar con actos piadosos, y otros puntos hoy no admisibles. Algo lamentable en un gran pontífice, que en otros aspectos de su pontificado mostró tanta sabiduría y espíritu de profecía.
      El padre Parsch ha sido una de las grandes columnas que mantuvieron en su justa vía de desarrollo el Movimiento litúrgico que pudo llegar a la gran intuición (litúrgica en el fondo) del papa san Juan XXIII, del Concilio Vaticano II.
      Afortunadamente, luego Pío XII pudo reconocer la sabiduría de Parsch como la de otros liturgistas, y el gran Papa pudo iniciar en los años 1950s parciales reformas litúrgicas, que precedieron a la más completa impulsada por el papa Juan y el papa san Paulo VI en el Concilio Vaticano II.
      Ahora bien, no puedo menos que decirle que sus expresiones hacia el actual Rito romano, no responden a las que deben ser las de un hijo fiel de la Iglesia. Su afirmación de que los santos Papas Juan XXIII y Paulo VI hayan "protestantizado" el rito romano, es sospechosa de herejía, pues sabemos muy bien que la Cena luterana o protestante en general se aleja de la Eucaristía católica debido a errores doctrinales que un católico no puede aceptar. Esto no quiere decir que los católicos seamos tan cerrados de mente como para no reconocer que también en la Cena luterana existen textos y ritos valiosos y que incluso responden a textos y ritos más antiguos que el Misal tardo-moderno tridentino, que los católicos podemos y debemos aceptar e integrar a nuestra Misa.

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  2. Padre Filemón de la Trinidad:
    Vengo leyendo su serie de notas sobre la paz litúrgica. Y no puedo estar de acuerdo con usted en varios puntos.
    Ante todo, le hago saber que soy un católico tradicionalista, argentino, de 65 años, licenciado en teología, y asisto a la Misa tradicional. Creo que con el papa Benedicto XVI y su MP Summorum Pontificum se habia conseguido una relativa paz litúrgica, aunque considero que aquella medida no había sido suficiente para solucionar el problema, como de hecho se demostró luego. Lamentablemente el papa Benedicto no tuvo la suficiente decisión y coraje como para llevar adelante la "Reforma de la Reforma" que él pretendía, y que iba a consistir en una actualización del Misal de san Pío V aceptando algunas inclusiones del nuevo Misal de Pablo VI.
    Lamentablemente no alcanzó a realizar sus propósitos, y ahora asistimos, así lo parece, a la decisión de eliminar por completo la Misa tradicional.
    Aclaro que no soy de aquellos que consideran que la Misa de Pablo VI sea inválida. Creo que es temerario afirmar eso, pero a la vez creo que la Misa católica en 1969 recibió una notable transformación, que tiende a asemejarla a una celebración protestante. Esto se demuestra fácilmente comparando línea a línea entre el rito romano revisado por San Pío V (mantenido hasta el siglo XX sin variantes significativas en el Misal de 1962 de Juan XXIII) y el Novus Ordo Missæ de Paulo VI de 1969).
    A diferencia de la Misa tradicional, el Nuevo Orden de la Misa de Paulo VI: 1) Ha puesto en un plano de igualdad la presencia de Cristo en la Palabra y en su pueblo, con la presencia sacramental, afectando el dogma de la Presencia real de Cristo en la Eucaristía. 2) El centro gravitacional en la estructura de la misa ya no se ubica en el sacrificio sino en el banquete conmemorativo. 3) Tiende a borrar la distinción esencial entre el sacerdote y los fieles, reduciendo a aquél a un mero presidente de la Asamblea litúrgica. 4) La finalidad de acción de gracias y alabanza es casi exclusiva, buscando eliminar los fines de expiación e impetración.
    Considero, por lo tanto, que las consecuencias de la Reforma litúrgica han sido gravísimas y que se ha dañado la relación que debe ser inseparable entre la lex orandi y la lex credendi.
    Por todas estas razones, no puedo estar de acuerdo con los puntos principales de sus artículos, y considero que la devoción que los católicos tradicionalistas tenemos hacia la Misa tradicional no es cuestión de nostalgia por el pasado o de sensibilidades, sino de fe y de teología: la Misa tradicional responde a nuestra fe, mientras que la Misa nueva, como lo ha puesto claramente de manifiesto el cardenal Roche recientemente, responde a una teología diferente en la Iglesia.

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    1. Lo que usted expresa es exactamente (literalmente) lo que expresa en su libro Pablo Marini: "El drama litúrgico: Estudio comparativo entre el Misal Romano revisado por San Pío V y el Novus Ordo Missæ de Paulo VI".
      ¿Es el mismo que escribe el comentario?

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    2. Estimado Pablo M.,
      antes que nada, recuerde que en cuestiones de pastoral litúrgica y disciplina litúrgica no siempre podemos estar de acuerdo en todo, pues se trata de cuestiones opinables, al menos a nivel de consenso o disenso teórico, lo cual no quita que se trate muchas veces de cuestiones vinculantes, en las que un católico, si bien puede mantener un respetuoso disenso teórico, debe sin embargo mantener una fidelidad y obediencia al Papa, Vicario de Cristo, incluso en sus decisiones pastorales, al menos a través del obispo de su diócesis.
      Por lo tanto, es en este plano en el que me dispongo a dialogar con usted, vale decir, suponiendo que usted es católico, y, por lo tanto, es ante todo obediente a su obispo diocesano y, a través de él, obediente al Papa (más allá de un eventual disenso teórico).
      Sin embargo, las afirmaciones que usted hace en su comentario me hacen sospechar si no me estoy equivocando respecto a su "catolicismo".
      Trataré de responder, brevemente, punto por punto, a sus afirmaciones.
      Primero. Es un error el modo como usted usa el término "Misa tradicional". Debo suponer que se refiere a una Misa celebrada con el Misal de 1962. Sin embargo, siempre la Misa católica es "tradicional", es decir, mantiene la tradición litúrgica, en este caso, del rito romano, tanto con un ordo del siglo X, como con un ordo del siglo XVI, como con el Misal de 1962, o como con el Misal de 1969 o 1994. Dicho esto, me sorprende que usted pueda "asistir" a una Misa con el rito romano de 1962, además dadas las actuales restricciones. Pero debo suponer que lo hace conforme a un permiso especial de su Obispo diocesano.
      Segundo. Ya he explicado que, en mi opinión, entre 2007-2021, a consecuencia de una instrumentalización del MP Summorum pontificum y a una falta de inclinación natural al gobierno de la Iglesia por parte de Benedicto XVI, la llamada "guerra litúrgica" con las minorías pasadistas se había agravado. Providencialmente, se ha dado con Traditionis custodes un primer paso para revertir la tendencia (al menos se ha dado un primer paso canónico).
      Tercero. La expresión "reforma de la reforma" fue una expresión usada por Ratzinger antes de llegar a Papa. Durante su pontificado nunca jamás volvió a usar esa expresión. Este hecho es un signo sugestivo de lo que implica el carisma petrino a nivel doctrinal, y la particular gracia de estado del Papa en su oficio de gobierno. Lamentablemente, fueron los "colaboradores" del papa Benedicto en el dicasterio del Culto y en la comisión Ecclesia Dei, quienes retomaron el discurso de la "reforma de la reforma" alentando un paralelismo litúrgico entre VO y NO que resulta ininteligible a nivel teológico y canónino, y resulta impracticable a nivel pastoral.
      Cuarto. Usted afirma que no es como aquellos que "consideran que la Misa de Pablo VI sea inválida". Sin embargo, el resto de su reflexión convalida ese mismo parecer, con lo cual lo convierte a usted (seguramente sin que usted se de cuenta) en la vía de la sospecha de herejía y, por cierto, en clara deriva cismática.
      Quinto. No es verdad que "la Misa de Paulo VI haya puesto en un plano de igualdad la presencia de Cristo en la Palabra y en su pueblo, con la presencia sacramental, afectando el dogma de la Presencia real de Cristo en la Eucaristía. Esta es un latiguillo lefebvriano que no se sostiene. Nuestro Señor Jesucristo está presente en su Iglesia de modos diversos y claramente identificables. El Concilio Vaticano II lo expresa claramente, y el magisterio pontificio del post-concilio, frente a las afirmaciones neo-modernistas negadoras de la presencia real en la Eucaristía, repetidamente lo ha subrayado, reafirmando también la presencia de Cristo en su Palabra y en la asamblea convocada en torno al altar del sacrificio, que es a la vez banquete prefigurativo del banquete celestial.

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    3. Sexto. Por lo dicho antes, en el actual rito romano se mantiene (como no podía ser de otro modo) la doctrina de la Misa como renovación incruenta del sacrificio del Señor en la Cruz. Este aspecto era notoriamente acentuado en el Misal de la época de san Pío V, por afan extremadamente polémico-apologético frente a la Cena luterana y protestante en general. En cambio, el nuevo rito romano, manteniendo la afirmación de ese aspecto sacrificial, lo complementa con un aspecto que el Misal tardo-moderno había puesto en sombras: el dogma de la Misa como banquete pregustativo y anticipativo del banquete celestial.
      Séptimo. De ningún modo el actual rito romano de la Misa "tiende a borrar la distinción esencial entre el sacerdote y los fieles". Por el contrario, el corazón de la constitución Sacrosanctum Concilium, la "actuosa participatio", que es el leit-motiv del Movimiento litúrgico iniciado con renovado brío desde las primeras décadas del siglo pasado, implica el esfuerzo por hacer vivir a toda la asamblea el Misterio de la Misa "per ritus et preces", lo cual conlleva resaltar el carácter sacerdotal que pertenece a todo bautizado, y que, como el Concilio mismo lo ha destacado, este sacerdocio común es esencialmente distinto del sacerdocio ministerial de quien "preside" (efectivamente, "in persona Christi") la asamblea reunida en su nombre.
      Octavo. Las finalidades de la Misa son las mismas de siempre: acción de gracias, alabanza, expiación e impetración. Como he dicho anteriormente: en el Misal de san Pío V existía una extrema acentuación del fin expiatorio de la Misa, ocultando los restantes, precisamente por su carácter marcadamente apologético frente al luteranismo.
      Noveno: Debe distinguirse la "lex orandi" divina (instituida por Cristo, por tanto inmutable), y la "lex orandi" eclesial (instituída por la Iglesia en sus autoridades legítimas, por tanto ley contingente y mutable). La lex credendi brota sustancialmente de la lex orandi divina, mientras que la mutable lex orandi eclesial es el instrumento para que los fieles vivan esa fe. Al respecto, se entiende que existe en esta polémica una discusión doctrinal de fondo. La doctrina de la Iglesia, como no podía ser de otro modo, ha avanzado desde el siglo XVI al siglo XXI, y es inevitable que para un lefebvriano que ha quedado obstinadamente apegado a los desarrollos doctrinales de la Iglesia en el siglo XVI resulte indigerible un rito romano del siglo XXI, que sin negar la verdad doctrinal católica de siempre, ha desarrollado nuevas explicitaciones que se han puesto de manifiesto en las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II y del magisterio post-conciliar, que, obviamente, también deben ser puestas de manifiesto en el nuevo rito, para nutrición de la fe y vida cristiana de la asamblea.
      Décimo. Efectivamente, como ha dicho el cardenal Roche, la teología de la Iglesia cambia, progresa a través del tiempo. ¿De qué modo? Progresa la intelección de la misma fe inmutable, que se vuelve mejor comprendida y vivida. Más aún, esa teología puede hacerse doctrina (como así ha sido en las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II y del magisterio post-conciliar). Precisamente esas nuevas doctrinas que el papa Benedicto XVI les recordaba en 2009 a los líderes lefebvrianos que debían aceptar si deseaban abandonar su condición cismática.
      Por último, aprovecho para indicar al Anónimo lector que comentó antes, que personalmente no conozco al tal Pablo Marini ni al libro mencionado.

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  3. Estaba muy claro, por sus declaraciones del 2015, que para el cardenal Robert Sarah era lo mismo celebrar con el novus ordo o con el vetus ordo.

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    1. Ross:
      creo que usted se está equivocando. Más bien esas declaraciones del cardenal Sarah mostraban que para él, vetus ordo y novus ordo no estaban en el mismo nivel, sino que el novus estaba por debajo del vetus.

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    2. Ross y Anónimo...

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    3. A Micho, y también a todos los amables lectores:
      les informo que en mi blog siempre tendré la última palabra. Así debe ser, como es inevitable, pues es mi blog. Si alguien insulta e incluso quiere tener la última palabra, no tiene alternativa. Inicia tu propio blog y no tendrás que responderle a nadie sobre lo que haces.

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    4. Estimado Ross,
      francamente, me parece evidente que, por sus declaraciones del 2015, para el cardenal Robert Sarah no era lo mismo celebrar con el novus ordo o con el vetus ordo. En realidad, como lo explico en mis artículos referidos al tema, su interpretación de SC es retrógrada, vale decir, interpreta SC según Mediator Dei, cuando debería ser al revés. En mi modo de ver, el cardenal Sarah fue uno más en la lista de funcionarios romanos (como Castrillón Hoyos, Cañizares, o Pozzo, etc.) que prohijaron la teoría del paralelismo litúrgico, absolutamente incomprensible teológicamente y jurídicamente, e inviable pastoralmente.

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