En la fiesta del Corpus Christi, de lo que fundamentalmente se trata es que cada domingo es el día del Señor, que se enriquece con las dos mesas: la mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía. La Iglesia es reunida por su Señor para recibir aquello en lo que debe convertirse: es decir, el Cuerpo de Cristo. La fiesta del Corpus Domini pone en el centro esta experiencia fundamental del cristiano: ser parte del cuerpo del Señor. [En la imagen: fragmento de "Corpus Christi", óleo sobre lienzo de 1887, obra de Arcadio Mas y Fondevila, conservado y expuesto por el Museo del Prado, Madrid, España].
Aquel Corpus Christi del diácono permanente
----------En las vísperas de una nueva fiesta del Corpus Christi, se acumulan en mi mente los recuerdos, las ideas, las intuiciones, las relaciones entre pensamientos, míos y ajenos, que quisiera poder presentar armónica y comprensiblemente en este artículo. Lo intentaré, y no se me ocurre mejor exordio que copiar una larga carta que me escribió en un email un querido laico, amigo, católico cultísimo y devoto, tras la fiesta del Corpus Christi del año pasado. Elimino de la carta algunas frases y expresiones que podrían delatar identidades y lugares, que sería indiscreto revelar. A continuación, en letra cursiva, el texto de mi amigo:
----------"... el hecho es que llegó la fiesta del Corpus, y te encontrás con una sorpresa en la parroquia: comienza la Misa del sábado tarde-noche y en el presbiterio no aparece el párroco, sino un sustituto, vestido inequívocamente de Diácono. No es para mí un momento agradable, debido a experiencias anteriores. Entonces trato de calmarme, balbuceo un rezo mientras siento que mi esposa me mira preocupada y con mi mano le hago un gesto para su tranquilidad: todo está bien, no cometeré ningún desatino.
----------Pienso, pienso, y termino, también aquí, en plena Misa ya iniciada, recurriendo a un concepto más amplio de 'ministerio ordenado' para asegurar para la Iglesia una indispensable continuidad en el culto y en la palabra. Pero el hecho es que mientras considero esta novedad del ministerio del diaconado en todo su significado, y te la encontrás, otra vez, en tu propia casa, quiero decir, en tu parroqua… el sueño se hace añicos... El hecho es que el diácono, después de realizar los gestos de apertura de la 'celebración', abre la boca y se revela. Primero explica quién es: y lo hace de la manera menos adecuada, formal, burocrática, aséptica. Pero minutos después, desgraciadamente, tras proclamar el Evangelio, comienza su homilía.... Y vuelvo a inquietarme, y mi mujer a mirarme, y de nuevo a tratar de calmarme...
----------El diácono, a quien nadie conocía en la parroquia, comienza su homilía... Homilía no sobre el Corpus Christi, no sobre la gran fiesta y su significado eclesial, no sobre los textos bíblicos y sobre su poder. No, nada de todo esto: sólo palabras reservadas para 'Jesús Eucaristía', para la falta de respeto hacia el Sagrario y hacia la Eucaristía, y luego pasa a referirse a los milagros eucarísticos y a la 'sangre' y a la 'carne' que los análisis científicos, según nuestro Diácono, han demostrado que pertenecen a un 'corazón'...
----------Te lo podés imaginar Filemón, un verdadero desastre, un discurso engañoso, culpabilizante, presuntuoso y falso. Una inútil apologética, fuera de contexto y fuera de tiempo: el Diácono habla de Corpus Christi como si se debiera refutar una ideología o defender no sé qué valor... mezclando perspectivas retrógradas con edulcoradas actualizaciones 'personalistas', hasta terminar afirmando: '¿Donde encuentras un amigo que esté dispuesto a recibirte y a escucharte siempre, las 24 horas de los 365 días del año?'..."
----------No me ha parecido adecuado transcribir todo el mensaje de mi amigo, que parecía haber grabado en su memoria taquigráficamente todos los detalles de la homilía de aquel Diácono. Basta con lo copiado. Y me pregunto: ¿cómo es posible que pueda tomar la palabra, en una comunidad para él desconocida, un "ministro" que demuestra estar totalmente desprovisto de un mínimo de seria formación? ¿Cómo se hace para ensartar durante 20 minutos una serie de disparates y de lugares comunes tan desarmadores, que difícilmente serían tolerados en un programa de TV (incluso de los más mediocres, esos con "paneles de mediáticos" de la actualidad), pero que son disparates del todo inaceptables si se proclaman desde el ambón, con una ignorancia sólo igual a la presunción con la que han sido pronunciados? Y, si sobre un tema tan decisivo como la Eucaristía, se cometen errores tan graves, ¿qué pasará cuando se hable de todo lo demás?
----------Verdaderamente, se trata de un caso paradojal: en esta forma nueva de un antiguo ministerio revivificado desde el tiempo del Concilio Vaticano II, han sido repropuestos, a una asamblea que no logra salir de su desconcierto, todos los peores lugares comunes o clichés de la "apologética eucarística" del siglo XIX. Incluso el tono con el cual, en la "distribución de la comunión" (me cuenta también mi amigo) viene pronunciado "cuerpo de Cristo" parece formar parte de esta interpretación retrógrada de sentimientos y de actitudes en defensa de la pobre eucaristía deshonrada (antes por protestantes y judíos... ¿y hoy?).
----------No hay duda ninguna: se trata de un típico y clásico modelo de Iglesia auto-referencial, que traduce la presencia de Nuestro Señor en las categorías pequeño-burguesas del moralismo y del sentimentalismo, sin ninguna dimensión eclesial y sin verdadera experiencia humana.
----------Si ese Diácono de los lamentos de mi amigo, hubiera tocado alguna vez, aunque fuera solo ligeramente, un texto serio sobre la Eucaristía, habría podido ver en qué consideración tomaba santo Tomás de Aquino los milagros eucarísticos y cuán finamente razonaba en torno a ellos.
----------Dejémoslo claro: el diaconado permanente es un gran redescubrimiento del Concilio Vaticano II, que sin embargo puede ser usado y vivido para negar su profecía y su visión de futuro. Este es un "lujo" que las Iglesias locales no pueden permitirse, sin poner en juego su credibilidad y su testimonio.
El Corpus Christi y la Eucaristía como milagro de comunión
----------De modo que, al recordar, un poco risueñamente, y otro poco gravemente, aquella carta de mi amigo con sus sufrimientos en la fiesta del Corpus del año pasado, y antes de seguir adelante con todo lo que quiero expresar en este artículo, voy a plantear enseguida la tesis que aquí quiero defender.
----------De lo que fundamentalmente se trata es que cada domingo es el día del Señor, que se enriquece con la mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía. La Iglesia es reunida por su Señor para recibir aquello en lo que debe convertirse: es decir, el Cuerpo de Cristo. La fiesta del Corpus Christi pone en el centro esta experiencia fundamental del cristiano: ser parte del cuerpo del Señor.
----------La misma historia de la liturgia del Corpus Christi nos lo enseña. La fiesta del Corpus Domini ha asumido, a lo largo de los siglos, un doble énfasis: 1) por un lado, se habia traducido en la "presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo" bajo las especies del pan y del vino y en las formas de la adoración o de la maravilla ante esta presencia. La historia de los "milagros eucarísticos" es precisamente un entrelazamiento del acto de adoración y maravilla o asombro ante la presencia; pero 2) por otro lado, la fiesta ha asumido la forma de una identidad de la Iglesia como cuerpo del Señor, que hace vivir sus signos y sus maravillas, en su entrega visible como comunidad humana, guiada y enseñada por su Señor.
----------El gran milagro que realiza la Eucaristía no está, en efecto, a nivel de los signos. Ciertamente, que el pan y el vino consagrados son realmente, verdaderamente y sustancialmente cuerpo y sangre de Cristo. Éste es un punto adquirido y solemne de la tradición dogmática católica. Pero el milagro decisivo está un paso más allá. Es decir, está en el hecho de que cuerpo de Cristo deviene nombre de la Iglesia, identidad de comunión, práctica de recíproca escucha (sinodalidad), forma de vida en el mundo.
----------Esto siempre ha determinado, en la tradición litúrgica del Corpus Christi, una extroversión de la Iglesia. Precisamente en su punto más íntimo (que es la relación con el Cuerpo sacramental de Cristo) la Iglesia se descubre radicalmente "en salida". Y sale efectivamente: atraviesa las calles, se hace próxima a los detalles menos solemnes y menos sacros de la vida, pisotea las calles de la ciudad, atraviesa sus encrucijadas, sale de sí misma, para encontrarse a sí misma más profundamente y reconocerse como "Corpus Christi".
No se trata de restaurar ningún pasado sino de redescubrir el sentido
----------La fiesta del Corpus Christi es fiesta de comunión. Vale tener en cuenta que en el acto institutivo de la fiesta, en la bula Transiturus de hoc mundo, en 1264, el papa Urbano IV dice explícitamente que ese día todos comulgan (dice el papa Urbano: "os ordenamos también que exhortéis a vuestros fieles con recomendaciones saludables... para que... se preparen de forma que puedan participar, con la ayuda de Dios, en este precioso sacramento y puedan recibirlo con reverencia y obtener así, con su auxilio, un aumento de gracia"). Y lo piensa como remedio para la dispersión del Jueves Santo (dice el Papa: "pues en el Jueves Santo, día en que Cristo lo instituyó, la Iglesia universal, ocupada en la confesión de los fieles, en la bendición del crisma, en el cumplimiento del mandato del lavatorio de los pies y en otras muchas sagradas ceremonias, no puede atender de lleno a la celebración de este gran sacramento").
----------Es muy instructivo que este contenido originario, a lo largo de los siglos, se haya transformado en un primado de la adoración sobre la comunión. Se ha dado así un primado de la estasis sobre la dinámica, que sin embargo no está ni en los hilos originarios de la fiesta, ni en la relectura de la experiencia eucarística promovida. por la Reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. La fiesta del Corpus Christi ha nacido, pues, para que todos comulgaran. Y nosotros la hemos transformado en un momento de adoración y no somos capaces ya de descubrir cómo la comunión sea, de por sí, plenitud de adoración y de acción de gracias.
----------Por otra parte, lamentablemente este año 2023 en la Iglesia en Argentina coinciden los días previos a la fiesta del Corpus con la Colecta Anual de Caritas, por lo que, es muy de lamentar lo que ha ocurrido en la arquidiócesis de Mendoza, que en no pocas parroquias se ha enfatizado tanto el evento de Caritas que hasta se ha olvidado avisar a los fieles para que se preparen a la gran fiesta del Corpus Domini. Ciertamente, nadie duda que la obra de Caritas en la Iglesia es precisamente una manifestación de la Iglesia que deviene Cuerpo de Cristo, en comunión y en salida al mundo; pero que esto sea una verdad no quita la otra verdad, y era muy sencillo evitar las yuxtaposiciones innecesarias y contraproducentes.
----------Pero volviendo a la historia de la fiesta del Corpus Domini, hay que reconocer que los deseos e intenciones del papa Urbano IV, si bien pudieron tener algún eco a nivel del clero (más bien del clero regular que del clero secular, y más bien del alto clero que del bajo clero), las resonancias de los auspicios del Papa no llegaron o, si llegaron, no perduraron por mucho tiempo en el pueblo, ni siquiera en los pueblos más cristianos y devotos, como se dice que fue el de la Francia del siglo XIII, por más que haya quienes sigan difundiendo la leyenda de un Medioevo cristiano que parece estar muy lejos de lo que fue en realidad.
----------Al fin de cuentas, si el cristianísimo siglo XIII en Occidente fue lo que algunos dicen que fue, ¿por qué razón entonces, a la vuelta de la esquina, en los siglos XIV y XV, la Iglesia estaba en tales condiciones que sus vértices y sus masas de creyentes exigían de tal modo una Reforma de costumbres que su necesidad fue advertida tanto por Lutero como por Roma, lo cual originó las dos Reformas, la luterana y la romana, ambas proponiéndose, con luces y con sombras, la recristianización de una Europa que en cierto modo y medida se había vuelto a paganizar? ¿Acaso no sería más bien que las semillas del resurgir del paganismo en el seno del pueblo cristiano estaban ya presentes en las masas de fieles cristianos del siglo XIII, pese a la innegable pureza, belleza y verdad de la teología de un santo Tomás de Aquino y de las catedrales?
----------Para mis lectores no será nada nuevo el que ahora vuelva a afirmar que en la época anterior a la Reforma (o mejor dicho, a las dos Reformas, la luterana y la romana) el occidental medio se hallaba cristianizado sólo superficialmente. En tales condiciones, ambas Reformas deben ser consideradas como dos procesos que, si bien eran aparentemente opuestos, sin embargo sus objetivos convergían finalmente en un mismo intento de cristianización de las masas y espiritualización del sentimiento religioso.
----------A fin de apuntalar esta afirmación, señalo a continuación algunos datos que pueden darnos una somera idea del nivel precristiano existente en la mentalidad y el comportamiento de los europeos (particularmente de los "cristianos" franceses de otras épocas), respecto a la fiesta del Corpus Domini y de la fe en la Eucaristía. Por supuesto, aquí me referiré solamente al Corpus y a la devoción eucarística, pero esta investigación histórica ha sido ya hecha en todos los aspectos de la fe y la vida cristiana de los siglos XIII a XVI y siguientes. Por supuesto, el lector ya puede estar suponiendo que tal nivel precristiano es mucho más fácil de detectar entre las masas populares, sobre todo entre los campesinos, que entre los individuos cultos.
----------Pues bien, digamos ante todo que, en el curso de los siglos XIV y XV se había asistido al desarrollo del culto al Santísimo Sacramento, pero las grandiosas procesiones del Corpus Domini que tenían lugar por todas partes en aquellas épocas, y las magníficas custodias que han podido llegar hasta nosotros correspondientes a los últimos años de la época gótica, no deberían conducirnos a engaño.
----------Para ser absolutamente francos, la enorme cantidad de testimonios recolectados por las más serias investigaciones de los historiadores preocupados por llegar a las manifestaciones de la fe del Medioevo no sólo a nivel de la alta intelectualidad, del alto clero o del clero regular, sino también, y sobre todo, por los testimonios referentes a la fe del bajo clero, del clero secular y, muy principalmente, de la gran masa de los componentes de la vida medieval, nos atestiguan que el pueblo, por falta de instrucción religiosa, veneraba ante todo en la eucatistía a un objeto milagroso y a un elemento -si se me permite el término- sensacional como afirma Jacques Toussaert (Le sentiment religieux en Flandre à la fin du Moyen Age, París 1963, p.201).
----------Por otra parte, dicha veneración popular hacia la Sagrada Hostia, no estaba forzosamente acompañada por una práctica regular de la comunión, ni tan siquiera de la comunión pascual. Toussaert recoge de su muy seria investigación histórica sobre el Flandes anterior a la Reforma protestante la impresión de que el abstencionismo respecto a los deberes pascuales estaba mucho más extendido de lo que nos permitían imaginar nuestros conocimientos hasta la fecha (Ibíd. especialmente pp.160-195). Pero incluso en aquellos lugares en que se observaba generalmente la comunión obligatoria en Pascua, nos preguntamos: ¿cuál era la frecuentación del sacramento durante las restantes fiestas del año?
----------Algunas cifras correspondientes a los primeros años del siglo XVII son sumamente esclarecedoras. En efecto, el párroco de Lagny (actualmente comuna francesa de Lagny-sur-Marne, en la región de Isla de Francia, departamento de Sena y Marne, en el distrito de Torcy) anotó, durante el período comprendido entre los años 1604 y 1626, el número de comuniones que había distribuido en su parroquia durante las fiestas más importantes. Esta contabilización arroja, en 1618, 297 comuniones en Pascua, 140 en Navidad, 43 en Todos los Santos, 23 en Pentecostés, y 20 el día de la Asunción. Las cifras son prácticamente idénticas en los demás años; y de la parroquia de Colombes, por entonces mucho más importante que la anterior (hoy Colombes, también en la región de Isla de Francia, pertenece al departamento de Altos del Sena, en el distrito de Nanterre), se obtienen indicaciones concordantes. Por ejemplo, de los 1195 fieles que cumplieron con sus deberes pascuales en 1626, sólo la cuarta parte comulgó los días de la Asunción y de Todos los Santos, mientras que en Pentecostés comulgó alrededor de la décima parte de los parroquianos.
----------Es absolutamente cierto que la Reforma católica impulsada por el Concilio de Trento [1545-1563] se esforzó para que en todas partes la Comunión pascual (al menos ella) se convirtiera en algo efectivo, recordando que debía practicarse en la parroquia ordinaria de cada fiel (a fin de facilitar la vigilancia). Por otra parte, la fijación por escrito en la puerta del templo parroquial del nombre de los refractarios, las amenazas de excomunión y la negación de sepultura eclesiástica a los recalcitrantes, constituyeron una presión social de tal tipo que el número de incumplidores de los deberes pascuales no parece haber sobrepasado 1% de la población católica de la diócesis de La Rochelle (hoy ciudad francesa, del departamento de Charente Marítimo) en 1648, y 0,92% de la del archidiaconado (rural) de París en 1672. Sí, efectivamente, seguramente lo estará pensando el lector: se los llevaba a comulgar a punta de fusil con bayoneta.
----------Sin embargo, y por eso mismo, es sumamente probable que los parroquianos refractarios fueran más numerosos, especialmente en las ciudades, donde la vigilancia era mucho más difícil. No hay duda alguna de que, para apreciar la vitalidad religiosa de las poblaciones, las comuniones fuera de la época pascual son las que nos dan un dato de trabajo investigativo realmente útil. Es un hecho comprobado que tales comuniones se multiplicaron, entrañando paralelamente un aumento de la frecuencia en la práctica de la confesión.
----------Jean Jollain, que fue párroco de Ivry (París) de 1669 a 1686, se quejaba desde los primeros tiempos de su apostolado en esta localidad de que con la ayuda de sus dos vicarios no podía "alcanzar a celebrar el oficio de los días solemnes y a confesar de 400 a 500 habitantes que tienen la costumbre de practicar sus devociones en las fiestas señaladas, tales como las anuales, las de la Virgen y el Patrono, estando formada dicha parroquia por casi 800 comulgantes y 400 que no comulgan (aún)" (citado por Jean Delumeau, El catolicismo de Lutero a Voltaire, Editorial Labor, Barcelona 1973, pp.239-241, a quien sigo en esta reseña de datos).
----------La acción conjunta de los Jesuitas, de las nuevas congregaciones de religiosas (Visitadoras, Ursulinas, etc.), de ciertas cofradías de laicos (en particular las del Santísimo Sacramento y del Rosario) y de las misiones, al contrapesar las reticencias jansenistas, provocaron cierto cambio en el comportamiento de los fieles en relación a los sacramentos de la comunión y de la confesión.
----------En Lille (ciudad del norte de Francia, actualmente capital de la región de Alta Francia, y localizada muy cerca de la frontera con Bélgica), en 1687, los Jesuitas distribuían en determinados días festivos más de 3000 hostias (dato citado por Alain Lottin, Vie et mentalité d'un Lillois sous Louis XIV, Emile Raoust, Lille 1968, p.231). Las constituciones de la Orden de la Visitación preveían que las hermanas comulgaran los domingos y fiestas de guardar, así como los jueves. A comienzos del siglo XVIII, en la diócesis de La Rochelle (pero seguramente sucedía lo mismo en otros lugares del reino), la obligación de confesar y comulgar mensualmente formaba parte de los estatutos de las nuevas cofradías.
----------A propósito de la cofradía del Santísimo Sacramento, un sacerdote de Mauges (actualmente comuna situada en el departamento de Maine y Loira), escribía en 1715: "Sólo he admitido en esta cofradía a los hombres, a fin de que se acercaran con más frecuencia a los sacramentos, y he tenido el consuelo de ver que han respondido a nuestras intenciones, incluso más allá de lo que yo hubiera osado esperar".
----------Fue precisamente para reforzar la devoción a la Sacratísima Eucaristía que Adrian Bourdoise, el padre Bourgoing, Jean Jacques Olier, y todos los misioneros franceses del siglo XVII (de varias órdenes e institutos, filipenses, lazaristas, eudistas, etc.) extendieron paulatinamente la ceremonia de la primera comunión solemne que, sin embargo, no se convirtió en costumbre usual hasta los alrededores de 1750.
Le agradezco al padre Filemón las ideas que aquí ofrece, y me permito ampliar un poco la reflexión sobre la celebración vivida en la parroquia de su amigo, pues por gracia de Dios soy desde hace algunos años Diácono permanente y vengo reflexionando mucho, personalmente y con mi familia, sobre mi lugar en la Iglesia.
ResponderEliminarEn lo que se narra en el artículo, el Diácono permanente que presidía aquella celebración, además de ignorar el abc de una buena homilía, me parece verdaderamente "víctima de su novedad".
Un ministerio como el del Diaconado que, a pesar de todas las buenas intenciones y más allá del episodio narrado, creo que sigue expuesto al peligro de ser pensado "en lugar" del presbítero, es decir, visible, sensato y justificado en su ausencia, y ocupando "su puesto", es decir, el de la presidencia litúrgica, en la cual la homilía ocupa "un puesto" privilegiado que, en la narración ofrecida aquí, lamentablemente se convierte en una revelación no del Misterio, sino de ellos mismos, los diáconocos individuales. Una homilía que en vez de relacionar el Evangelio con la concreción de la vida de la asamblea (¿y qué había ese domingo más concreto que un Cuerpo que había con-vocado a otros cuerpos?), parece casi una "avanzada", es decir, un dispositivo de seguridad (policial, paramilitar o militar) que garantiza la defensa contra un potencial enemigo; estrategia inapropiada y de derrota segura en el ámbito eclesial.
Por el contrario, creo que el nuestro, debe ser un servicio que sí, a veces adquiere las características de una "buena batalla", un combate, pero caracterizado por una "lucha permanente" contra el ídolo de la semejanza con el ministerio del presbítero, y toda posible distorsión o deformación del mismo, pensando el Diaconado permanente como un ministerio "com-puesto", es decir, un ministerio que encauza una pluralidad de figuras, de tareas y de competencias, que sólo en su nunca completa integración pueden contribuir a darle forma y sentido; un ministerio que tenga la valentía de escapar a la tentación de pensarse a sí mismo "de una vez y para siempre", o peor aún "como era antes, antiguamente", sino que sepa traducirse en modalidades de ejercicio adecuados a las personalidades individuales de las personas, en este tiempo histórico, en respuesta a las necesidades de una Iglesia particular.
Sin embargo, si sigo viendo al Diácono permanente casi exclusivamente en la Misa y no sobre todo en el acto de "hacer lugar a los demás" en esa celebración, ¿cómo podría "liberarlo" de su indebida reducción, proponerlo y pensarlo de otra manera diferente? Y al mismo tiempo, cómo desarrollar una competencia litúrgica propia del Diácono permanente, que no se limite, por ejemplo, a la correcta incensación del Obispo durante la fiesta del santo patrono, sino que, por ejemplo, pueda redescubrir el uso del Bendicional, y ¿por qué no, las herramientas para construir una homilía apasionada? Y entonces, ¿por qué no esperar del Diácono permanente (casi) sólo el servicio litúrgico, y no en cambio un servicio más transversal a todo lo que es cotidiano, entre semana, "humano"?
Creo que la celebración de la Eucaristía lleva a cumplimiento (completa) nuestro ministerio, y es su fuente: "nuestro puesto", por ende, está ahí, ¡pero está sobre todo, en otro lugar!
Estimado M.P.C.,
Eliminartienes toda la razón, al formular las preguntas.
Está en juego el sentido mismo de una recuperación que debería transformar a la Iglesia, en lugar de deprimirla o hacerla retroceder.
Estoy convencido de que sólo un proyecto de conjunto sobre el diaconado (que se ha llevado a cabo durante años con estudios y empeños de primer nivel) podrá garantizar que en el futuro escenas como las que me ha narrado mi amigo, y que copié en este artículo, se vuelvan, si no imposibles, al menos de mucho más difícil ocurrencia.
Para tratar de expresarlo de modo sintético, si es que te he comprendido bien: si la "primera línea" se transforma en "retaguardia", entonces algo muy grande debe ser objeto de conversión pastoral.