martes, 23 de agosto de 2022

Periodismo católico

Este sábado 27 de agosto el Santo Padre celebrará un Consistorio para la creación de nuevos Cardenales, y el lunes y el martes 29 y 30 de agosto habrá una reunión de todos los Cardenales para reflexionar sobre la nueva Constitución apostólica Praedicate evangelium. Son días en que un sedicente periodismo "católico" suele hacer de las suyas. [En la imagen: detalle de "Caxton´s imprenta", de Daniel Maclise].

----------En la vida es importante saber emprender la carrera justa, la adecuada, conforme a las propias capacidades, sobre la base de sanos criterios de discernimiento, sin ambiciones y sin demoras. Sucede en cambio que hay quien, por diversos motivos, emprende un camino que no es el suyo, confundiendo su auténtico camino con otro, que es el que ha elegido, pero que hubiera hecho mejor en no elegir, porque así, aunque puede tener algún éxito, en realidad se hace daño a sí mismo y a los otros.
----------Ciertamente, algunos -acaso con títulos- se ven constreñidos a cumplir ocupaciones inferiores por no encontrar trabajo, y esta clase de personas son excusables, si es que no son más bien propiamente compadecibles. Pero sucede que cumplen bien con su deber, y ello también por el hecho de que quien sabe hacer lo más, sabe hacer también lo menos. Un titulado en abogacía puede trabajar de taxista o de cobrador de seguros sociales, como es hoy frecuente y ejemplos así abundan en nuestro país. Un graduado en medicina puede trabajar como cartero. Pero un cartero no puede curar una neumonía o una cirrosis hepática. Aquellos que, en cambio, son de reprobar y que hacen mayor daño, son los ambiciosos y los presuntuosos, los cuales pretenden saber hacer o pensar más allá de sus reales capacidades, frecuentemente muy limitadas. Pero desgraciadamente sucede que quienes aspiran a hacerse jueces o guías de los demás, usan, como criterio para evaluarse a sí mismos y a los otros, no la sabiduría, sino la envidia y la presunción.
----------Los ejemplos que se podrían dar son muchísimos y pueden referirse a todo género de elección, de vocación, de profesión, de oficio, de carrera. Quiero aquí detenerme en un fenómeno que está muy extendido en la actualidad, del que también he hablado en este blog en otras ocasiones: la pretensión de ciertos periodistas de discutir o de sentenciar categóricamente, sin apelación y sin la debida preparación y competencia y por tanto sin el debido criterio de juicio, sobre teología, sobre cuestiones de fe, sobre ministerios y tareas eclesiales -por ejemplo la del Papa- o de asuntos de la Iglesia.
----------Ciertamente no está mal que grandes órganos de prensa presten tanta atención al Papa, a la Iglesia, a temas de doctrina y de moral, a la cuestión de los modernistas y de los pasadistas, a nombres de teólogos o Cardenales famosos, a la suerte del cristianismo en relación con otras religiones, o a la relación del Concilio Vaticano II con el Magisterio precedente. Pero la cuestión es con cuánta preparación, objetividad y competencia y con cuánta exactitud de informaciones extraídas de cuáles fuentes ellos forman sus juicios, dan sus opiniones, conocen, reportan e interpretan los hechos.
----------¿En qué medida, por ejemplo, sobre todo aquellos periodistas o publicistas que se autodenominan católicos o son así considerados, conocen la verdadera naturaleza de la Iglesia tal como la Iglesia católica la entiende y la enseña? ¿En qué medida saben distinguir, en las actividades o en el pensamiento del Papa, al Maestro de la fe del guía pastoral de la Iglesia y del doctor privado, según esos principios y criterios que he expuesto varias veces en este sitio a través de mis escritos? ¿Qué tan bien saben distinguir la doctrina de la fe de las diversas y contradictorias opiniones de los teólogos? ¿Qué tan bien pueden distinguir lo que es auténticamente católico de lo que no lo es? ¿En qué medida saben distinguir lo que es teología en el sentido científico de lo que es sólo un discurso religioso más o menos literario o mitológico?
----------Muy difundido, por ejemplo, está el hablar de los acontecimientos, de las iniciativas, de las obras o de las empresas de la Iglesia, sobre todo de lo que sucede dentro del perímetro de los muros del Vaticano, creyendo decir la última palabra al considerar a la Iglesia desde un punto de vista puramente terreno o solo sociológico, e ignorando su esencia y sus finalidades sobrenaturales, como se puede hablar de una empresa multinacional o como si se tratara de una simple asociación filantrópica o humanitaria, tipo Amnesty International o Green Peace, o un partido político inmerso en los negocios de este mundo. Sobre todo en días como éstos, por ejemplo en vísperas de un nuevo Consistorio de cardenales, particularmente como en el caso presente, con un Papa anciano y enfermo, los hoy llamados "vaticanistas" no escatiman medios para convencernos de que son solo ellos quienes nos proporcionan la "clave", la última palabra de lo que sucede.
----------Es urgente aclarar de una vez por todas cuál debe ser la relación del periodista católico con el teólogo al tratar los asuntos de la fe y de la Iglesia de modo conveniente a fin de comunicarse con el mayor número posible de personas. Ante todo, es necesario que el propio periodista sea teólogo, dada la materia que tiene que tratar, aunque no en términos científicos, pero comprensibles para el gran público.
----------Por lo tanto, lo primero que debe hacer el periodista católico es comprender exactamente de qué se trata, recurrir cuidadosamente a fuentes seguras y confiables, obrar un discernimiento a la luz del Magisterio de la Iglesia, dar a la luz del Magisterio y bajo esa guía una evaluación objetiva, inteligente, desapasionada e imparcial de los acontecimientos, exponer en términos simples y populares las doctrinas, las novedades, las discusiones, las líneas de conducta, las actividades pastorales y los problemas relacionados con ellas, sin excluir, naturalmente, una crítica constructiva y prudente, distinguiendo siempre lo opinable de lo cierto, de modo de desarrollar una obra informativa y formativa al mismo tiempo, una acción educativa y un estímulo cultural, que puedan ayudar a los lectores católicos a vivir mejor su fe y su pertenencia eclesial, de forma constructiva, con espíritu de colaboración, sano optimismo, bien defendidos de la insidia del error, en el ejercicio de las virtudes civiles y cristianas, deseosos de perfección evangélica.
----------Si existen periodistas que improvisándose teólogos van más allá de su competencia e invaden a veces con arrogancia y vano desparpajo el campo del teólogo, esto puede suceder también porque desgraciadamente existen teólogos que no tienen suficiente estima por la elevación de su disciplina, sino que la reducen o la resuelven al nivel de simple pastoral, por lo demás con tintes sociopolíticos, a veces extremadamente parciales y subjetivos, hasta el punto de despojar al discurso teológico de su independencia, libertad y universalidad, y transformarlo, humillarlo y encajarlo como en un lecho de Procusto, casi en los límites de una tesis o programa y plataforma de partido. No es que de una teología no pueda nacer un partido político. Baste mirar la obra de grandes hombres como Ozanam, Acquaderni, Don Sturzo, Mounier, De Gasperi o Aldo Moro. Sin embargo, ellos primeramente, en la nobleza de sus ideas, rechazaban reducir el principio teológico trascendente e inmutable a la contingencia de una simple opinión política, por muy fundada que esté en ella.
----------No es que, por otra parte, no sea lícito y normal, por supuesto, para el teólogo expresar opiniones, preferencias o hipótesis personales o elegir una corriente o tendencia o escuela teológica en lugar de otra o un maestro en lugar de otro. Y por otra parte, es evidente que la teología moral, para tener eficacia práctica, debe traducirse en teología pastoral y la propia teología dogmática o especulativa sólo puede ser eficazmente enseñada si el docente tiene en cuenta la pastoral de la enseñanza de esa disciplina.
----------Sólo la teología especulativa es fin para sí misma y debe ser buscada por sí misma como supremo goce del espíritu. Es bien sabido que la teología moral y la teología pastoral están ordenadas a la teología especulativa. El bien práctico a realizar está ordenado al Bien divino a amar y contemplar. Quien no tiene intereses especulativos puede hacerse el fanfarrón poseyendo poder y riquezas, gozando de prestigio y afirmándose sobre los demás; pero en realidad es un infeliz. También puede ganar el mundo, diría nuestro Señor Jesucristo, pero pierde su alma hecha para Dios y no para afirmarse a sí misma.
----------La felicidad del hombre no está en el buscar un "Dios para mí", un Dios que salva el yo humano a la manera de Lutero, un Dios funcional y subordinado al hombre. En esto Lutero fue víctima inconsciente de ese antropocentrismo egocéntrico renacentista, que él también en estado consciente rechazaba. Por el contrario, la felicidad del hombre está ante todo en buscar a "Dios en sí", a Dios por Dios, como decía santa Catalina de Siena. El replegamiento luterano del hombre sobre sí mismo bajo pretexto de la necesidad de salvación y de humildad en el dejar obrar a Dios, es propiamente un egocentrismo más sutil pero no menos real que ese rechazado por Lutero consistente en el jactarse de las propias obras delante de Dios.
----------Sin embargo, es erróneo, como ha pretendido hacer Karl Rahner, con el pretexto de que la indagación teológica y la enseñanza de la teología requieren una praxis, reducir toda la teología a teología pastoral, suprimiendo la característica propia, la trascendencia y la autonomía de la teología especulativa, que la distinguen claramente de la teología pastoral. Una visión similar subyace a la concepción rahneriana del conocimiento, el cual es al mismo tiempo praxis, según el módulo idealista fichtiano, de origen cartesiano, según el cual el espíritu produce o sitúa ("setzt") el ser mismo que conoce, identificándose el ser con la idea inmanente al pensamiento y producida por el pensamiento.
----------En realidad, si la teología moral debe tener una salida o resolución en la praxis, ya que es lógico que sea necesario poner en práctica el bien previamente conocido por la teoría, también es necesario recordar el primado de la teoresis sobre la praxis, o bien de la especulación sobre la acción en relación al fin último del hombre, que es la contemplación de la suprema Verdad. Por lo cual, si es cierto que necesitamos saber aquello que debemos hacer para ponerlo en práctica y se debe, como se suele decir, "pasar de las palabras a los hechos", es también cierto que la acción humana está finalizada en último análisis, en la divina contemplación. En este sentido, la teología especulativa es irreducible a la pastoral. Una vida humana ocupada y orientada sólo al hacer, carece de su anhelo fundamental y supremo, que es el interés por el fin último y la conquista del supremo Bien, que es precisamente la visión de Dios.
----------De una teología politizada y secularizada como la modernista o la liberacionista, no es de extrañar que salga un periodismo que trata la teología como si fuera un chisme de pasillo o una maniobra de partido o una trama reaccionaria o un movimiento revolucionario o una coalición de arribistas o una expresión de poder o un desfile de modas o el desfogue de un resentimiento o una publicidad disparada por el loco de turno: parece, en estos casos desgraciados, que lo importante no sea, como en cambio debe ser, iluminar, hacer conocer, plantear cuestiones e ideas a investigar, informar sobre nuevas conquistas, reafirmar valores tradicionales, ayudar a comprender el Magisterio, profundizar, suscitar debates, animar, consolar, confortar, educar el sentido crítico, abrir el corazón a la esperanza, hacer amar a la Iglesia y a la verdad de fe, alimentar la caridad y la virtud, favorecer el diálogo y la concordia, resolver los contrastes.
----------Sin duda, alguien me dirá: ¡pero esto le compete al obispo, no al periodista! ¿No estamos esperando y reclamando demasiado de un pobre reportero? Ciertamente; pero yo no estoy diciendo que todo esto debiera ser harina de su costal o debiera brotar de su mente como Minerva de la cabeza de Júpiter. Bastaría que el periodista católico se mantuviera sistemáticamente en contacto con buenos ambientes de la jerarquía, en contacto con teólogos o con la misma Santa Sede, sin recoger calumnias, maledicencias, bajas insinuaciones, revelación de secretos, acusaciones no verificadas, chismes, malicias, murmuraciones, que lamentablemente también pueden provenir de prelados y Cardenales. El periodista que se precie de su nombre de católico debería tener la prudencia y el olfato para sacar de las sanas fuentes el agua saludable, que brota para la vida eterna, dejando de lado las ciénagas, los pantanos, las arenas movedizas, el fango, las fuentes envenenadas, aun a costa de renunciar eventualmente a alguna buena compensación o a algún favor.
----------Un grave vicio frecuente en el mundo del periodismo, efecto y al mismo tiempo estímulo de una generalizada desconfianza en la verdad, es el hecho de reconducir cuestiones de doctrina y de moral no a las categorías de lo verdadero y de lo falso, en las cuales no se cree y que son relativizadas, por lo cual no se busca esclarecer dónde está la verdad y dónde está el error, a la luz de la razón o de la ciencia o de la historia o de la Sagrada Escritura, de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia. Por el contrario, todo parece ser resumido a dos categorías extraídas de la política: "progresistas" y "conservadores", donde el caso más frecuente es que lo que se supone "progreso" es aprobado, admirado, glorificado, exaltado y magnificado con elogios y estima, propuesto como modelo a imitar; mientras que lo que se supone es el "conservar" parece ser objeto de desprecio, de repugnancia, de condena, de desaprobación, de escarnio y de rechazo.
----------Es evidente que tales apelativos, "progresistas" y "conservadores", sustituyen respectivamente las nociones de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal. Pero esto quiere decir navegar continuamente en lo incierto, en la duda, en el equívoco, en la ambigüedad, en la niebla, en lo opinable, en lo subjetivo, en las apariencias, en el "se dice", en lo relativo, en lo discutible, en lo arbitrario, en lo turbio, en lo precario, en lo efímero, en lo mutable, sin llegar nunca al fondo de nada. No hay duda de que lo opinable, el parecer, el videtur, la apariencia, el fenómeno, lo relativo, lo mutable, tienen una dignidad. Ya nos lo ha enseñado Platón. Pero el mismo gran sabio también nos ha enseñado la suprema dignidad de lo verdadero, de lo eterno y de lo inmutable, valores que han sido plenamente asumidos por la concepción cristiana del conocimiento, como aparece con evidencia, por ejemplo, en el realismo de un santo Tomás de Aquino.
----------La persistente rabia modernista y evolucionista contra el conservar es una gran estupidez (como es también una reverenda estupidez la obstinada rabia pasadista contra el progresar, aunque de ella ahora no estoy hablando). Probablemente son precisamente esos mismos modernistas los que conservan con esmero su capital bancario, los ricos muebles de la casa o las fotos de los nobles antepasados. ¿Y entonces? ¿Por qué no debería ser encomiable y un deber conservar el depositum fidei?
----------¿Con qué necedad se acusa al cardenal Raymond Leonard Burke de ser "conservador" por el simple hecho de querer conservar las verdades de fe? Por citar uno de los tantos ejemplos de una cierta teología periodística revuelta e improvisada. Los apelativos de "progresista" y "conservador" son de por sí del todo inocentes y normales, ya que en la Iglesia cualquiera, dentro de los límites de la ortodoxia y de la disciplina eclesiástica, es libre de preferir una tendencia conservadora o una progresista. Pero la deslealtad, por no decir la perfidia, de los modernistas, consiste en dar a un "conservador" un sentido despreciativo, mientras que reservan para sí mismos pomposamente el título honorífico de "progresistas".
----------Es necesario, por tanto, que los periodistas teólogos se doten a sí mismos de una regulación, precisamente a fin de poder desarrollar mejor su preciosísima profesión, que es una verdadera misión. Por tanto, sería bueno que el periodista que trata de teología en la prensa católica y no-católica, que trata de cosas de la Iglesia, de doctrinas de fe y de moral, del ministerio del Papa, de la Santa Sede, de los Cardenales y de los Obispos, de las obras de los teólogos y escritores eclesiásticos, de las relaciones de la Iglesia con la política y con las otras religiones, de Sínodos y de Concilios, de sacramentos o de liturgia, de hagiografía y de historia de la Iglesia y derecho canónico, estuvieran en posesión de algún título académico en teología, tal vez diocesano, y por tanto sujetos a la autorización y al control de la autoridad eclesiástica. 
----------De tal modo los periodistas teólogos, ya no francotiradores, que en la actualidad pueden inventar cada día una nueva, sino profundamente conscientes de su grave responsabilidad, verdaderamente libres bajo el impulso del Espíritu Santo, podrán desarrollar mejor su utilísimo servicio al pueblo de Dios y a todos los hombres de buena voluntad, como verdaderos miembros de la Iglesia, en colaboración con la jerarquía y el Santo Padre, con los buenos teólogos y con todos los fieles comprometidos en la nueva obra de evangelización proclamada por el Sumo Pontífice. En esta batalla por el Reino es necesario terminar de una buena vez con la armata Brancaleone, y decidirse finalmente a estar unidos y concordes bajo la guía del Vicario de Cristo para la expansión del Reino de Dios y el triunfo de Cristo sobre las potencias del mal.

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