viernes, 26 de agosto de 2022

Giacomo Biffi y sus problemas con la idea de la "esencia del mal"

Diversas publicaciones recientemente han hecho mención destacada del recordado cardenal Giacomo Biffi. También aquí lo recordamos con aprecio, pero aprovechamos la ocasión para hacer algunas aclaraciones sobre ciertas perplejidades que nos producen algunas expresiones suyas en su autobiografía.

----------En estos últimos meses en que ante los bien conocidos achaques de salud de un anciano Romano Pontífice, los "vaticanistas" no paran de hacer su usualmente amateur prospectiva, se ha venido recordando repetidamente y en diferentes ámbitos, la figura del cardenal Giacomo Biffi [1928-2015], sobre todo, citando sus llamativas intervenciones durante las reuniones que precedieron al cónclave del 2005.
----------Supongo que el cardenal Giacomo Biffi no necesita de mayores presentaciones para la mayoría de los lectores. Habiendo sido arzobispo de Bolonia desde 1984 a 2003, fue elevado a cardenal por el papa san Juan Pablo II en 1985. Destacado teólogo y publicista, fue llamado a predicar los ejercicios cuaresmales en el Vaticano, tanto por san Juan Pablo como por el papa Benedicto XVI
----------Biffi ha sido autor prolífico, y el católico culto de las últimas décadas seguro conoce algunos de sus libros, editados también en lengua española, como por ejemplo: "El Quinto Evangelio", "La multiforme sabiduría de Dios", "La esposa que va de boca en boca", "La bella, la bestia y el caballero", "El quinto evangelio", "Jesús de Nazaret", "Contra Maese Cereza", "Aproximación al cristocentrismo", etc. Pero en el presente artículo quisiera llamar la atención sobre algunas expresiones del Cardenal boloñés en su autobiografía "Memorie e digressioni di un italiano cardinale" (Cantagalli, Siena, 2010, edición ampliada de 688 páginas).
----------Desconozco si esta obra ha sido vertida al español. Sin desconocer los méritos del difunto Cardenal en muchas de sus obras, las que aquí quisiera señalar son algunas de mis tranquilas perplejidades al leer el citado libro, porque lo que ante todo no me convence en absoluto, es la concepción de Biffi acerca de la realidad que él considera presupuesta a la idea del mal.
----------En la página 524 del citado libro he leído algunos de sus pensamientos sobre la esencia del mal, que no me satisficieron del todo. De hecho, Biffi parte de la metafísica de Vladimir Soloviev [1853-1900], quien veía la realidad como "unitotalidad", que Biffi define como la "forma de la verdad del ser", según lo cual el mal sería aquello que "se separa" de este todo: "el mal es por lo tanto esencialmente división y separación, porque es decadencia de la unitotalidad".
----------El riesgo, en este tipo de visión, es el de concebir el mal como una decadencia o alejamiento de la totalidad, de modo que el remedio se resuelva en un retorno de todo a la totalidad, que se recupera a sí misma, y así resulta que ​​tendremos la famosa "apocatástasis" de Orígenes, condenada por Iglesia. Si en cambio, como veremos enseguida exponiendo la sana filosofía, el mal es una privación ontológica causada por el querer o la voluntad de la creatura, entonces estamos disponibles a aceptar la visión cristiana, para la cual el remedio al mal no es un simple retorno, sino una recreación ofrecida por Dios al pecador, la cual oferta, sin embargo, hecha a todos, en algunos encuentra una resistencia absoluta e irrevocable.
----------Por eso el remedio divino al mal no alcanza a todas las creaturas, sino sólo a aquellas que lo aceptan. En efecto, en la visión cristiana no todas las creaturas retornan al Uno-Todo, es decir, a Dios, no porque Dios no pueda hacerlas retornar, sino porque ellas no quieren. De hecho, en la visual cristiana, Dios permite que en la cuestión del mal entre en juego el libre arbitrio de la creatura, capaz de elegir el mal, es decir, de privarse del bien divino en modo definitivo e irreparable.
----------La visión origenista, en cambio, similar a la de Plotino, visión del todo que sale del Uno y retorna al Uno, del todo que sale del Todo y retorna al Todo, es grandiosa y fascinante, pero se desvía del dato de la fe, que prevé la pena eterna para los condenados. Al interpretar la Palabra de Dios, no se debe partir de una idea, por más bella y sublime que sea, y querer hacer entrar a la fuerza a la Palabra de Dios dentro de esa idea; sino que, por el contrario, es nuestra idea la que debe, en la medida de lo posible, reflejar la Palabra de Dios. Esta es la verdadera teología; lo otro es gnosticismo. Por lo demás, como también tenemos en otras religiones, no faltan motivos de conveniencia para admitir en la otra vida un premio o un castigo eternos.
----------En verdad, el concebir el mal como propiedad de un ente que se aísla o se separa del todo o del conjunto al cual pertenece (como se expresa el cardenal Biffi), no me plantea dificultad. No hay duda de que es malo, por ejemplo, separarse de la Iglesia; es malo que el órgano de un viviente sea separado del organismo; es malo extrapolar una frase del contexto que asegura su real significado, etc. Pero en realidad el mal es algo mucho más profundo, que pertenece, como veremos, a las raíces del ser.
----------Mitigar o atenuar la idea y la presencia del mal y concebir un universo en el cual el mal desaparezca por completo puede parecer una solución reconfortante e incluso más digna para la infinita bondad de Dios; pero en realidad tal bondad emerge precisamente cuando miramos el mal a la cara sin esconder en nada su profunda esencia. Dios se muestra más poderoso si tenemos una idea correcta de la raíz última del mal.
----------Lo que en primer lugar no me convence es la concepción de la realidad presupuesta a la idea del mal del cardenal Biffi. La observación que hago, ante todo, es que sólo Dios es a la vez uno y todos. La unitotalidad no es, como dice Biffi, la "forma de la verdad del ser" ut tale, sino del ser divino. Sólo Dios es absolutamente uno en su infinita simplicidad y en su inconfundible identidad. Y toda perfección Él la comprende virtualmente en su infinita esencia, como la causa contiene en sí misma virtualmente todos sus posibles efectos. En este sentido se puede decir que Dios sea "todo" (Sir 43,27).
----------Además, existe el riesgo del panteísmo: si la realidad es la unitotalidad y la unitotalidad es Dios, entonces la realidad es Dios. Por otra parte, no puede haber nada fuera de la unitotalidad; si no, no sería totalidad. Pero entonces, si el mal es "separación" y está fuera de esta totalidad, el mal es nada. O bien será necesario admitir que para poder estar en la realidad, es decir, en la totalidad, el mal, aunque separación, deberá estar sin embargo en el interior de esta totalidad. Pero si esta totalidad es Dios, entonces el mal está en Dios. En suma, de esta visión de Soloviev, hecha propia por Biffi, surgen muchos inconvenientes.
----------El mal es un no-ser. Sin embargo, existe. Y por tanto sin duda debe de algún modo encontrarse en la realidad, es decir en la totalidad del ser, no ciertamente en la totalidad entendida en sentido divino, ya que en Dios no existe el mal, sino en la totalidad pluralista, en sentido trascendental, o sea en la totalidad de las cosas, donde efectivamente existe el mal. Pero si no se hace esta distinción, se acaba por caer en el panteísmo. Y entonces el problema se vuelve dramático e insoluble: o se niega la existencia del mal, dado que Dios es bueno; o si se quiere admitir la existencia del mal, se está obligado a ponerlo en Dios. Por lo demás, si la unitotalidad es, como debe ser, Dios, el mal no puede ser una "decadencia" de Dios, una disminución o caída o rebajamiento de la divinidad. El mal no viene de Dios, sino de la criatura. El mal es una decadencia por la o de la criatura de su estado de normalidad, así como Adán ha decaído de su estado de inocencia.
----------Ciertamente la criatura racional, al momento de pecar, se separa de Dios: pero el mal que comete no es una "decadencia" de la divinidad, ya que la criatura, aun siendo pecadora, no es un abajamiento o decadencia de la divinidad, sino un ente producido por Dios de la nada, en sí bueno y que se vuelve malo no "decayendo de Dios", sino por su propia mala voluntad. La criatura ciertamente se distancia de Dios y se opone a Él, pero no en el sentido de perder una originaria divinidad desde la cual caería o decaería. Dios, al crear una creatura, aunque esa creatura pueda pecar, no decae en absoluto ni ella decae o cae de Él, sino que sigue siendo siempre Él, distinto, en su infinita perfección y bondad.
----------La totalidad como realidad, por el contrario, complexivamente considerada, es el conjunto de Dios y de las criaturas. Ciertamente, la realidad es la totalidad de todo lo que existe: existe Dios y existen las creaturas. Pero la realidad no es la totalidad unívoca de un uno, de un solo ente, como sería la totalidad de un entero, así como podríamos decir: toda la manzana o todo el individuo.
----------La realidad no es tampoco la totalidad divina, absolutamente indivisible. Es en cambio, la totalidad de un conjunto de entes: Dios y lo creado. Es erróneo también llamar "entero" al conjunto de las cosas, como hace Gustavo Bontadini [1903-1990], porque esto todavía vuelve a dar la idea de un único ente, del cual los entes serían sólo partes. La realidad complexiva no es una única sustancia, como creía Spinoza, un entero divino, del cual los entes sean partes o modos, sino que es un conjunto de sustancias, cada una de las cuales es distinta de las demás y es un entero divisible, conectado con los otros para formar un único conjunto unificado bajo el gobierno de la suprema Entidad divina indivisible.
----------La realidad en el complexo, como un todo, es la totalidad de un conjunto de todos, es un todo de todos, cada uno de los cuales es un todo diferente de los demás. Diferente es la totalidad divina de la totalidad de la criatura. Respecto a la criatura o a las criaturas, se habla de totalidad en un sentido múltiple, diversificado, analógico. Por lo tanto, una cosa es el todo metafísico o trascendental y otra cosa es el todo ontológico o sustancial. Este último puede ser un todo creado o el todo divino. El todo metafísico resulta del conjunto de los entes: Dios y lo creado, que a su vez es un conjunto de todos, es decir, de sustancias.
----------La totalidad de los entes comprende a Dios y lo creado. Por lo tanto, Dios es pensado dialécticamente como si fuera una parte de este todo, aunque Él ontológicamente sea todo y por encima de todo, una totalidad mucho más perfecta que la totalidad de todos los entes creados puestos juntos. Cada ente creado sustancial es una parte de lo creado, aunque también cada ente creado sustancial sea limitadamente un todo. Su ser es un ser por participación, dependiente del Ser por esencia que es Dios.
----------Sobre la base de estas consideraciones, que interpretan la visión metafísico-teológica de Biffi, es posible ahora examinar cómo ve él la esencia del mal. Biffi no considera el aspecto ontológico, el mal como privatio boni debiti, la ὑστέρησις de Aristóteles (histéresis, "retraso"), sino que lo limita a un desorden o una desorganización entre entes en sí completos y buenos. Es un poco como puede suceder en una colección de obras de arte, de la cual un ladrón roba una. Se trata siempre de una obra de arte, que sin embargo ya no está en su lugar.
----------De este modo, según Biffi, el mal es el acto de la parte que se separa del todo y entra en conflicto con el todo. Es una parte que rompe la unidad. Ahora bien, no me parece que este discurso de Biffi, en sí ciertamente válido, capte verdaderamente en su raíz la esencia del mal. En efecto, el aspecto radical del mal no concierne tanto al orden o a la composición de las partes en el todo, sino principalmente a la falta de integridad o de perfección del ente mismo. El mal tiene que ver con la corrupción del sujeto, y en el fondo, en el límite, o en el extremo, para la Biblia, tiene que ver con la muerte del sujeto mismo.
----------El mal no es sólo una cuestión de desarmonía o de separación o división o de contraste frente a una totalidad o a un conjunto, sino que ante todo concierne al plano del ser, y de hecho del no-ser. El mal es una carencia de ser antes de ser una separación de la parte del todo. El mal afecta la sustancia del ente antes de referirse a su posición respecto a los otros entes. El mal tiene que ver con la existencia. Es una carencia de ser en un sujeto que en sí sigue siendo bueno. No es un simple no-ser, sino que es el no-ser de algo que debería existir y no existe. La carencia puede ser en el espíritu: en el intelecto y en la voluntad. Tenemos entonces el mal de culpa, el pecado. O puede ser padecida por el sujeto. Y tenemos entonces el mal de pena. Si esta pena es justa, entonces tenemos un bien; si es injusta, esto supone una culpa en el juez, por lo cual esta pena, es decir, este mal, debe ser quitado. En todo caso, el mal es una privación del ser.
----------Por eso en la Sagrada Escritura el mal está conectado con la muerte. El mal es el odio por la vida y la supresión de la vida. Nuestro Señor Jesucristo llama al demonio, de cuyo pecado tiene origen el mal, "homicida desde el principio". El mal de culpa es una injusticia, pero no por ello escapa al control de la justicia divina. El castigo es un mal, pero es un mal justo, porque es bueno que el malvado sea punido. La eternidad de la pena infernal se resuelve, por tanto, en ella termina por ser un bien eterno.
----------Santo Tomás de Aquino sostiene que los justos en el paraíso del cielo se regocijarán al ver el castigo de los condenados. Por eso es razonable y justo que los familiares de una víctima del terrorismo, por ejemplo, se regocijen al ver condenado a cadena perpetua al asesino. No debemos hacernos justicia por nosotros mismos, porque, como repetidamente enseña la Biblia, solamente a Dios le compete la venganza (cf. por ejemplo Rom 12,19). En cuanto al condenado, no tiene de qué lamentarse, ya que el mal por el cual está afligido se lo ha procurado él mismo con sus propias manos. Ningún malvado, por consiguiente, si no se arrepiente, espere poder salirse con la suya aprovechándose de la bondad de Dios.
----------Aunque distinguiendo netamente entre bien y mal, de modo de condenar toda doblez, el cristianismo admite un mal que es bien: el justo castigo. Es malo que el malvado no sea punido. Incluso la cruz es un mal que es bueno; un mal salvífico. Evitar la cruz es malo. Soportar la cruz es bueno. He aquí que, por tanto, en la visión cristiana, el mal es vencido al final de los tiempos en el sentido de que cesa su actividad contra el bien. Y, sin embargo, permanecen los castigos eternos para manifestar la divina justicia. Por tanto, la "recapitulación de todas las cosas en Cristo", de la cual habla el apóstol san Pablo (Ef 1,10), no debe ser entendida en el sentido origenista de una recomposición de la unitotalidad rota, de modo que el mal sea totalmente abolido. Esto no corresponde al dato revelado, que prevé la recompensa de los buenos y el castigo de los malos. Desaparece por lo tanto el mal de culpa, pero no el mal de pena.
----------La unitotalidad, que en realidad es atributo divino y no el carácter de lo real, no viene en absoluto rota o quebrada por el mal y, por tanto, no tiene necesidad de ser recompuesta. La unitotalidad no decae o cae de sí misma, sino que permanece siempre intacta e inviolable. En Dios el mal está totalmente ausente. En cambio, el plan divino de la salvación no prevé la eliminación de la culpa en todos los hombres, sino en los predestinados solamente. Incluso la voluntad de los réprobos, por lo tanto, obstinada e irreversiblemente rebelde a Dios, concurre al orden del universo mostrando cómo Dios también puede sacar el bien del mal.
----------La recapitulación querida por el Padre y cumplida por Cristo significa, por tanto, que el Padre ha sometido a Cristo todas las cosas (cf v.22), de modo que "toda rodilla se doble delante de Cristo en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra" (Flp 2,10). Sin embargo, Cristo es el Salvador del mundo no en el sentido de que todos se salven, sino en el sentido de que Él ha ofrecido a todos la posibilidad de la salvación, de la cual sin embargo algunos se sustraen por su propia culpa, mereciendo la justa pena.
----------Por su expresa declaración, Cristo tiene por tanto la función de Juez escatológico, que "separa las ovejas de los cabritos". Esta recapitulación, pues, no debe ser entendida en el sentido origenista como convergencia final de todas las cosas hacia Cristo, de modo que el mal desaparezca por completo. Sino que tal convergencia representa en cambio el Señorío de Cristo sobre el cielo y el infierno.
----------La idea de un Cristo recapitulador que recompone la unidad en modo tal que nada queda afuera en oposición a esta unidad (los condenados), puede tener su propio encanto, su atractivo y su fascinacion, pero no es idea cristiana en absoluto; es una idea gnóstica, contraria al Evangelio y a la enseñanza de la Iglesia. Dado que esta "unitotalidad" supone un trasfondo panteísta, se comprende que a ella repugne admitir el mal en Dios. Pero en una concepción metafísica pluralista y no monista, no plantea dificultad admitir junto y bajo Dios, libre del mal, el libre albedrío de la criatura pecadora.
----------En la visión cristiana el acontecimiento del mal implica en ciertos casos (la condenación) una separación definitiva del pecador del Todo, es decir, de Dios, aunque esta separación, permitida por Dios, no implique en Dios ningún defecto o culpa, sino que la responsabilidad del acto recae completamente sobre el pecador. Esto quiere decir que la visión cristiana de la totalidad deja un espacio para el mal no en Dios obviamente, sino en lo creado, precisamente para testimoniar el dominio de Dios sobre el mal, ese Dios, que habiendo creado incluso a quien se condena, continúa amándolo con su providencia.
----------El hecho de que algunos no se salven (como es atestiguado claramente por la divina Revelación) no es el signo de que existiera alguna imperfección en la obra de la salvación. En efecto, Cristo pone en nuestras manos los medios para salvarnos; pero no podemos efectivamente salvarnos si no colaboramos con la gracia salvífica. Lo cual quiere decir que el mal cometido por el condenado no es reparado, sino que permanece sólo para testimoniar la justicia punitiva divina, la cual, incluso en esta situación extrema, no es separada, como observa santo Tomás de Aquino, de la misericordia.
----------Todo hombre rinde gloria a nuestro Señor Jesucristo, incluso aquellos que están "bajo tierra", es decir, en el infierno. La privación del bien debido, por tanto, permanece eternamente en la voluntad de los condenados, marcada por la sanción de la divina justicia. La obra de la salvación no se limita a reordenar lo que estaba desordenado, a reunificar lo que estaba dividido, a reconciliar lo que estaba en contraste, sino que implica una verdadera y propia obra creadora: devolver el ser a lo que estaba privado de él: tal es el perdón de los pecados, el rescate de los pobres, el consuelo de los afligidos, la misericordia para los míseros, la liberación de los cautivos, la resurrección de los muertos. Sin embargo, incluso en los casos donde el pecado no es perdonado, se manifiesta el bien de la divina justicia.
----------En conclusión, es imposible comprender la esencia profunda del mal y, por tanto, del poder de Dios en el eliminarlo, sin una metafísica de la creación. La victoria sobre el mal es una nueva creación. El ver el mal sólo ligado a una desarmonía no nos da suficientemente la idea del mal tal como nos es aclarada esta idea por la Revelación. Y no nos da una idea suficiente del poder salvífico divino. Mucho menos puede ser concebido el mal como un decaer o caer desde la o de la divinidad o un hecho interno a la divinidad o un momento dialéctico del devenir divino. Y por tanto la salvación no es tampoco una reconstitución de la divinidad.
----------En la visión cristiana, el hecho de que Dios se encarne no quiere decir que Dios se ensucie en los sucesos del mal: Dios, siendo purísimo e inocentísimo, lo conoce mejor que nosotros y lo aborrece más que nosotros. Por eso nos ha dado a su Hijo que nos libera del mal, pero que es también Juez de los vivos y de los muertos. En la visión cristiana, la noción de mal supone por un lado la del no-ser y por tanto por una parte la privatio y por otra parte la de la nada, de la cual Dios saca el ser. Si en algunos hombres permanece eternamente la privatio, esto no desmiente en absoluto la infinita misericordia, el poder y la bondad de Dios, sino que representa un signo del poder de Dios sobre el infierno y la muerte.

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