sábado, 6 de agosto de 2022

Los embriones humanos: ¿cómo son salvados por Cristo?

¿Cómo salva nuestro Señor Jesucristo a los embriones? ¿Existe un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo? ¿Qué nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica? ¿Qué decir de la antigua doctrina del "limbo"? ¿Puede seguir enseñándose hoy la doctrina del limbo? ¿Qué expresan los teólogos católicos acerca de esta cuestión? ¿Sigue vigente la obligación de que el neonato sea bautizado con prontitud?

----------Como sabemos por el Catecismo de la Iglesia Católica, "la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven, y la ternura de Jesús hacia los niños, que le ha hecho decir: 'Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis' (Mc 10,14), nos permite confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo" (n.1261).
----------Esta doctrina del Catecismo abandona evidentemente la antigua doctrina del así llamado "limbo", la cual tuvo durante muchos siglos el permiso de circulación dentro de la teología católica, pero sin haber sido nunca proclamada como verdad de fe y sin haber sido nunca jamás enseñada por el Magisterio de la Iglesia. Se trataba de una conclusión teológica, que servía para comprender cuál podía ser el destino de los niños que morían sin el sacramento del Bautismo. En efecto, recordando el hecho que nuestro Señor Jesucristo dice explícitamente que quien no cree y no es bautizado no se puede salvar, en otros tiempos, anteriores al progreso al que actualmente el Magisterio ha llegado en la explicitación de la fe, no se veía cómo estos pequeños, que además se suponía estar manchados por la culpa original, podrían ir al paraíso del cielo.
----------Por otra parte, no se tenía corazón para verlos eternamente atormentados por las llamas del infierno, sin ninguna culpa personal. Así las cosas, siguiendo los argumentos de santo Tomás de Aquino, se había llegado a una solución compromisoria, y se decía que los niños muertos sin bautizar no podían gozar de la beatitud sobrenatural de la visión beatífica en el cielo, pero al menos gozaban de una felicidad natural contemplando a Dios con la sola razón en ese lugar extraterreno, que precisamente era llamado "limbo".
----------Pero esta doctrina, que nunca pasó de ser una teoría teológica, al progresar la comprensión teológica de los horizontes de la divina misericordia, progreso producido por impulso de las doctrinas del Concilio Vaticano II, mostraba siempre cada vez más su insuficiencia y su vínculo con una concepción discriminatoria, sobre todo consecuentemente a una profundización del conocimiento de la voluntad divina de salvar a todos los hombres, voluntad salvífica también ella puesta muy en luz por el último Concilio.
----------Sucedió así que el 19 de abril de 2007, la Comisión Teológica Internacional, abordando de frente con intención resolutiva la plurisecular cuestión, publicó un documentadísimo dictamen, con el título "La esperanza de la salvación para los niños que mueren sin el Bautismo", posteriormente acogido por el Papa, en el cual, con todas las cautelas necesarias, se excluía el limbo del patrimonio de las verdades de fe y de la dogmática católica con mayor claridad de cuanto ya lo había hecho el Catecismo. Y esto, obviamente, no porque el limbo se oponga a la fe, sino simplemente porque, manteniéndose en sí mismo el limbo como una teoría respetable, no entra en el patrimonio de la fe tal como hoy ese patrimonio es mejor conocido a la luz del Concilio Vaticano II.
----------Naturalmente, ahora el teólogo tiene la carga de probar cómo estos niños se salvan, mientras que antes parecía más fácil demostrar que no se salvan, aun si se llegaba a conclusiones embarazosas, que siempre han terminado por crear malestar y desagrado para las almas más evangélicas. La cuestión de la salvación de los niños muertos sin bautizar se ha agudizado en estos últimos decenios y se ha extendido al destino de los embriones, consecuentemente al muy difundido y tristísimo fenómeno del aborto.
----------Ahora bien, la carga o encargo que ahora ha quedado como responsabilidad del teólogo consiste en el resolver el antiguo problema de un modo verdaderamente satisfactorio, a la luz del mejor conocimiento de la misericordia divina adquirido hoy después del Concilio Vaticano II. La cuestión, en efecto, estaba planteada o enfocada en estos términos: si para ser salvos es necesario estar bautizados, es decir, liberados de la culpa original, ¿cómo pueden salvarse estos niños que mueren sin haber sido liberados de esta culpa? Y además: ¿cómo hacen para tener la fe salvífica, si ni siquiera son capaces de razonar?
----------Pues bien, es necesario comprender que la acción de Cristo Salvador es más amplia de cuanto hasta ahora se pensaba: ella alcanza y salva también a los embriones, liberándolos de la culpa original y abriendo para ellos las puertas del paraíso del cielo. Los embriones, sin embargo, a diferencia de los sujetos capaces de ejercer el libre albedrío, están dispensados de la facultad de elegir o a favor de Dios o en contra de Dios, como en cambio está en la posibilidad de quien se encuentra en la edad de la razón.
----------En efecto, el embrión humano es ya persona humana, es decir, es ya un sujeto viviente dotado de alma espiritual, aun cuando, naturalmente, no habiéndose todavía formado las estructuras y las actividades neurológicas, que permiten el ejercicio del pensamiento, del lenguaje, de la voluntad y de la relación interhumana, el sujeto no puede aún dar los signos que manifiestan su ser persona.
----------La persona adulta, en efecto, desde el punto de vista de la composición celular, es una aglomeración unitaria, organizada, diversificada y ordenada de miles de millones de células. La persona adulta, desde el punto de vista biológico, no es otra cosa que el resultado, por otra parte en continua evolución, de la complejísima multiplicación y diferenciación celular, que se produce por división celular, durante todo el curso de la vida del individuo, a partir de la primera célula, resultado de la unión entre los dos gametos paterno y materno, o sea el cigoto, que contiene ya el ADN, es decir, la cédula o carta de identidad biológica del individuo.
----------Es el mismo e idéntico individuo que, proveniente del estadio inicial monocelular, se convierte en la edad adulta en un compuesto de miles de millones de células, originadas a partir de aquella única primera célula. Sin embargo, este individuo debe tener un alma. ¿Pero de qué tipo? El individuo lo demuestra una vez llegado a la edad de la razón. De hecho, él muestra por medio de adecuados signos que tiene un alma racional. Y por tanto, si lo prueba ahora, debe haberla tenido desde el inicio, es decir, debe haber sido persona desde el inicio. Por lo tanto, no obstante los enormes cambios que han tenido lugar a lo largo de los años, aquel determinado individuo muestra ser siempre el mismo e idéntico: esa determinada persona.
----------Por lo tanto, la supresión de un embrión es un homicidio. Persona, por lo tanto, no significa el manifestarse o relacionarse como persona; sino que significa sustancia compuesta de espíritu y cuerpo, se manifieste o no se manifieste como persona. La persona no es una relación, sino una sustancia espiritual, que puede o no puede relacionarse. El embrión, que no puede relacionarse con nadie, es en cualquier caso una persona. Si decimos que la Persona divina es una Relación subsistente, esto lo decimos sólo para caracterizar precisamente aquello que diferencia esencialmente a la Persona divina de la persona humana.
----------Es necesario decir, entonces, que, según el Catecismo, el alma del embrión, iluminada por la fe, y purificada por Cristo, elige infaliblemente, movida por la gracia (es esa "premoción física", de la cual he hablado ya en este blog), acoger la gracia, que le da la fuerza para elegir por Dios. La madre, por consiguiente, no porta en su seno un hijo manchado por el pecado y esclavo del demonio, sino un hijo de Dios ya purificado y redimido por Cristo, por lo cual, si esta madre es creyente y piadosa, se enorgullece de que su seno sea templo de la Santísima Trinidad, habitante, así como en su alma, también en el alma de su hijo, en estado de gracia ya en el estado embrional, ciertamente desde el momento de su concepción, concebido ciertamente en el pecado original, pero luego inmediatamente liberado por la redención de Cristo.
----------Pero incluso si desgraciadamente, como hoy tristísimamente sucede, la madre hubiera abortado, aun en este caso, mientras el niño ha habitado en su seno, lo ha impregnado con la gracia, y, una vez que el alma del niño ha subido al cielo, ella intercede por la salvación de la madre, la cual, si se arrepiente, puede obtener la salvación y el perdón divino a través de las plegarias del hijo.
----------Parangonar estas almas bienaventuradas con los santos ángeles no es, por consiguiente, la piadosa imagen de una fe ingenua, sino que es acto del más sólido razonamiento teológico, porque efectivamente la razón obliga a pensar que la mente de los embriones, ya en el seno del madre, para poder tener la fe necesaria para la salvación, reciben directamente de Dios en su mente, como los ángeles en gracia, las especies infusas de las verdades salvíficas, para que así su voluntad pueda amarlas y gustarlas en la caridad.
----------Está claro que el intelecto y la voluntad de los embriones en el seno materno no pueden ejercitarse sobre la base de una madurez cerebral, que no existe todavía, madurez cerebral tal como viene alcanzada normalmente por el desarrollo orgánico del sujeto llegado a la edad de la razón. Pero el intelecto y la voluntad del alma espiritual, en esto similar al ángel, no tiene de por sí necesidad, para ejercitarse, de la base neurológica, porque el acto del espíritu es causado o producido por una potencia o energía inmensamente superior a aquella potencia de la materia, que hace de sujeto al cerebro.
----------El espíritu, por consiguiente, tanto del ángel como del hombre, emite estos actos inmateriales y supra-materiales con sus solas fuerzas, completamente suficientes para la necesidad, sin que sea necesario ni posible ningún concurso causal por parte de la materia, porque la energía material -en este caso las fuerzas neurológicas- no son en absoluto y de ninguna manera suficientes para causar un efecto, el espiritual, que trasciende inmensamente las fuerzas de la eventual causa.
----------El cerebro, por lo tanto, no es la causa eficiente o productiva del pensamiento o del acto de querer, sino que es sólo su condición material de posibilidad, aunque indispensable, en el sujeto constituido por alma y cuerpo; así como la luz eléctrica no es lo que causa mi acto de ver las palabras que están escritas en el libro que estoy leyendo, sino que la luz eléctrica es esa condición material, que me permite y me facilita ver. Pero es claro que el acto del ver no es causado por la luz, sino por mi ojo.
----------Ahora bien, se debe pensar que el alma del embrión, privada de la base neurológica ordinariamente necesaria para el cumplimiento de los actos del intelecto y de la voluntad, no por ello está privada de su fuerza espiritual intelectiva y volitiva, porque la base neurológica no añade nada de esencial al acto del espíritu, sino que en todo caso es el espíritu el que mueve y perfecciona la materia.
----------En este punto, nada impide a Dios hacer funcionar igualmente, de modo extraordinario, pero solo intuitivo para el intelecto y tensional para la voluntad, el espíritu del embrión, iluminando el intelecto y moviendo la voluntad, como hace con los ángeles. Obviamente, el embrión no puede cumplir o realizar, como nosotros en esta vida, una serie de actos deductivos o deliberativos, como para hacer proceder el libre albedrío en el tiempo. El espíritu del embrión en el seno materno permanece inmóvil y fijo, si así podemos expresarnos, en un perenne éxtasis. Pero se puede pensar que repose sereno, elevado por la gracia y dispuesto a entrar en el mundo si la madre da a luz o en el paraíso del cielo en caso de aborto.
----------Está claro, de todos modos, como enseña el Catecismo, que el neonato debe ser bautizado con prontitud, aunque nazca ya purificado del pecado original. Es verdad que Dios puede salvar incluso sin el Bautismo. Pero aquel que sabe que es necesario, debe hacer todo lo posible para que el Bautismo sea administrado. Ciertamente no es ya necesaria aquella apremiante preocupación que era habitual en otros tiempos, ante el temor de que, si el niño moría, sería conducido al limbo y no al paraíso del cielo. Sin embargo, la gracia bautismal, incluso si interviene cuando Dios ya ha actuado, no es ciertamente superflua, tanto porque el mandato divino de bautizar permanece de todos modos siempre válido, como porque es una característica de los sacramentos actuar en concierto con acciones divinas equivalentes extrasacramentales.

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