domingo, 7 de agosto de 2022

¿La piedad reemplazada por la impiedad?

¿Cómo juzgar lo sucedido días atrás con la extravagante Misa celebrada por el padre Mattia Bernasconi en la playa de Crotone? ¿Cuáles serían las causas o motivaciones a partir de las cuales se pueden producir hechos de este tipo? ¿Qué actitud debería tomar el Obispo que se enfrentara a un hecho similar en su diócesis?

----------Ha suscitado esta semana gran revuelo la noticia de la Misa celebrada por el padre Mattia Bernasconi en las aguas de la playa de Crotone, en Calabria. El hecho ha motivado una intervención de desaprobación por parte de la Curia de Crotone que fue oportuna, pero a mi juicio demasiado floja, blanda, insípida, a tal punto que no deja transparentar la situación de profundo malestar espiritual que hace de trasfondo a fenómenos de este tipo, malestar que hoy está golpeando dramáticamente, con impresionantes laceraciones intestinas, el corazón mismo de la vida eclesial católica, en el ejercicio de la liturgia y del culto divino.
----------Todos están al corriente de la dolorosísima división que desde hace sesenta años contrapone a los seguidores del vetus ordo Missae a los fieles que son frecuentes participantes del novus ordo Missae según las directivas infinitamente repetidas por los Papas posteriores al Concilio Vaticano II. ¿Acaso puede jamás ser posible que precisamente en el corazón mismo de la piedad católica, la liturgia, "fons et culmen totius vitae christianae" como dice el propio Concilio, debamos asistir a este tormento, al cual todavía no se llega a encontrar remedio, tanta es la obstinación y la presunción por parte de los pasadistas (o "indietristi", como los llama el papa Francisco) y por otra parte de los modernistas falsificadores del novus ordo?
----------El padre Mattia Bernasconi, por su parte, ha publicado un comunicado en el cual profesa sus buenas intenciones y motiva su decisión con la necesidad de encontrar un remedio al gran calor; pero uno se pregunta qué remedio ha sido permanecer bajo el sol abrasador de Crotone por toda la duración de la Misa y más allá. Ha sido buena la idea de pedir perdón a los fieles, pero es difícil alejar la fuerte sospecha de que objetivamente, aparte de la buena fe del padre Mattia, él haya querido hacerse el original y haya carecido de aquella prudencia que habría debido hacerle prever las reacciones de los fieles a su gesto.
----------Celebrar o escuchar Misa no es un deber tal que pueda justificar la puesta en acto o la implementación de iniciativas o circunstancias tan insólitas o extrañas o extravagantes como para hacer aparecer la Misa a la manera de un espectáculo bizarro privado de la compostura, seriedad, sacralidad y dignidad que son las características propias de un acto litúrgico o de culto divino. ¿No se puede encontrar un lugar decente para celebrar la Misa? ¡Se renuncia a la Misa! ¡Mejor ninguna Misa que burlarse de la Misa!
----------Hay que decir que para que puedan ser justificadas aquellas formas de celebración de la Misa que se aparten profundamente de las normas del ceremonial o que impidan la observancia de las rúbricas, salvando por supuesto lo esencial, se necesitan motivaciones extremadamente graves, a la altura de la responsabilidad de apartarse tan profundamente de la observancia de las normas litúrgicas.
----------Así, por ejemplo, se narran las circunstancias excepcionales en las cuales el beato Giuseppe Girotti [1905-1945] celebró Misa en el campo de exterminio de Auschwitz, o el padre Carlo Gnocchi [1902-1956] entre prisioneros en Rusia, o el padre Jirí María Vesely [1908-2004] en una prisión nazi. Pero aquí estamos frente al heroísmo. ¿Qué heroísmo encontramos en el gesto del padre Mattia Bernasconi? ¿Qué heroica empresa ha sido la de celebrar tal Misa, admitiendo que la liturgia fuera válida?
----------¿O acaso no tenemos más bien la impresión de una bravuconada, tanto más reprobable en cuanto que es puesta en ridículo aquella preciosísima Sangre con la cual nuestro Señor Jesucristo ha lavado los pecados de la humanidad? ¿Ha comprendido la impropiedad o inconveniencia del gesto el juez de Crotone Giuseppe Capoccia y no lo ha comprendido quien más que nadie debería estar en grado de juzgar acerca de la dignidad de la celebración de la Misa, y me refiero al padre Mattia Bernasconi?
----------Desde la época de Martín Lutero, la Misa en el seno de la Iglesia ha estado bajo los ataques de la impiedad proveniente de la herejía. La Misa, como es bien sabido, desde hace cinco siglos ha comenzado a ser objeto de desprecio e incomprensión como acto mágico y de superstición por parte de una secta herética surgida desde el interior mismo de la Iglesia católica. Lutero, sin embargo, después de haber juzgado que la Misa no es la actualización del sacrificio de Cristo, sino un acto idolátrico de presunción humana, coherentemente ha dejado de decir Misa. Pero hoy hay sacerdotes, teólogos y liturgistas que tienen sobre la Misa las mismas ideas que Lutero. ¿Con qué coherencia continúan diciendo Misa?
----------Desde la época de Lutero, la Misa, con el advenimiento del Iluminismo del siglo XVIII, ha comenzado a ser objeto de irrisión y de desprecio incluso por parte de un mundo racionalista declaradamente contrario a la fe cristiana. Pero en las raíces de este fenómeno, aún más al monte, aguas arriba del rechazo de la fe cristiana, que permanecía todavía en Lutero, podemos notar la extinción de la idea de religión como virtud.
----------Se puede decir, por otra parte, que los primeros signos de esta desestima por la religión en sí misma, prescindiendo de que sea cristiana o no cristiana, ya se pueden notar en Lutero cuando él rechaza la Misa como sacrificio. Ahora bien, la ofrenda del sacrificio es la característica de todas las religiones desde la antigüedad, ya se trate de religiones paganas o se trate del pueblo de Israel de bíblica memoria.
----------Lutero y más aún el Iluminismo del siglo XVIII conciben una ética donde la virtud de religión, en su propio significado de culto divino o de ofrecimiento a Dios del sacrificio expiatorio, ya no tiene ninguna cabida, porque precisamente la religión es vista como signo de sujeción a un Dios cruel o arbitrario o como acción servil, acción autolesiva o como descarga de conciencia mezquinamente aduladora e interesada (para comprobarlo basta repasar a Kant, en su obra La religión en los límites de la sola razón).
----------Pienso que en el modo de celebrar la Misa, aparte de aquellas iniciativas personales del celebrante que utilizan los espacios permitidos por las rúbricas, que ciertamente son admisibles, se pueden también aceptar o comprender gestos que denotan distracciones, olvidos, errores o prisas o faltas de fervor o excesivas prolijidades o inútiles dilaciones, siempre en el respeto de las normas esenciales de la celebración.
----------Está claro que una celebración puede muy bien ser válida y fructuosa también en ausencia, siempre por justificados o comprensibles motivos, de elementos, convenientes por supuesto, pero accidentales, como por ejemplo el lugar, o ciertos objetos litúrgicos, o las vestiduras sagradas, o la habitual forma de la oblata, o la presencia del Misal. Podrían citarse más ejemplos del mismo género.
----------Pero es igualmente claro que en estas ausencias existe un límite infranqueable de decencia, legitimidad, conveniencia o sacralidad, por debajo del cual se convierte en hipocresía la pretensión de salvar la sustancia renunciando a la forma, porque aquí viene perdida tanto la forma como la sustancia.
----------En efecto, los accidentes contingentes o convencionales de una sustancia (que aquí, en este caso específico, es una acción litúrgica) pueden faltar sin que falte la sustancia. Pero si su ausencia supera un cierto límite, ¿no puede acaso surgir el temor de que la acción litúrgica, si no es propiamente inválida, se convierta en ilícita, inconveniente e incluso escandalosa y contraproducente?
----------¿Y cuál es este límite? Es un mínimo de elementos convencionales oficiales y tradicionales, por debajo de los cuales ya no es posible hablar de celebración eucarística válida o al menos lícita, y la celebración se transforma en un espectáculo profano o una burla de la Misa o una payasada.
----------Pienso, por tanto, que la degradación o deformación del modo de celebrar puede descender hasta un umbral de tolerabilidad, por debajo del cual puede surgir la impresión o la sospecha de que el celebrante no celebre por convicción sino por exhibicionismo, no crea en aquello que hace sino que finge creer, no tenga el debido respeto por la Misa sino que se burla de ella, transforme lo sagrado en profano y, de hecho, caiga en el sacrilegio, la impresión de que la pietas es reemplazada por la impietas, de modo de ofender el común sentido religioso y el mismo derecho a la libertad religiosa, para caer así en el vilipendio a la religión, según los extremos que han sido reconocidos por el poder judicial en conformidad con los dictados del código penal italiano (sospecha que motivó la intervención del juez de Crotone).
----------Pero en este punto en mi opinión el juicio del Obispo, mucho más importante, debería acompañar al del magistrado actuante, y darle el debido fundamento teológico, que no se puede pretender del magistrado, es decir, el Obispo debería preguntarse si acaso una escenificación como la del padre Mattia Bernasconi o casos similares que se puedan producir, y que quizás van cada vez más en aumento, no sea debida al hecho de que el sacerdote no tenga un recto y auténtico concepto de la Misa o haya sido inválidamente ordenado en base, por ejemplo, al concepto rahneriano herético del sacerdocio.
----------En base a esto, el Obispo que eventualmente se enfrente a un hecho como el mencionado, debería tomar las oportunas medidas y procedimientos, por ejemplo, suspendiendo a divinis temporalmente al sacerdote y ordenándole participar en un apropiado curso de actualización litúrgica. Al mismo tiempo, considero que debería proponer a los sacerdotes y fieles ejemplos de celebraciones como aquellas hechas por bien conocidos Santos sacerdotes, como por ejemplo san Pio da Pietrelcina o san Juan Maria Vianney.

8 comentarios:

  1. Estimado padre, del Obispo usted escribe con razón: "Al mismo tiempo, considero que debería proponer a los sacerdotes y fieles ejemplos de celebraciones como aquellas hechas por bien conocidos Santos sacerdotes, como por ejemplo san Pio da Pietrelcina o san Juan Maria Vianney".
    Pero estos que sugiere serían ejemplos de Vetus Ordo, celebraciones hoy completamente olvidadas a pesar de que Benedicto XVI reconociera su riqueza y deseara una recuperación encaminada a una correcta renovación litúrgica, hipotetizando una "reforma de la reforma".
    Es sabido que ya en sus tiempos de Cardenal, Ratzinger había madurado la convicción de que se debiera aprovechar lo mejor que ofrecía el rito latino en uso durante siglos para devolver profundidad al rito celebrado en las lenguas nacionales, y esto también para corregir los usos arbitrarios y los abusos.
    Pero, como es bien sabido, el celebrar como San Pío de Pietralcina o como San Juan María Vianney hoy se considera una locura y mucho más escandaloso que celebrar en medio del mar, y por tanto asistimos al abandono definitivo de la liturgia latina, de la lengua y de la cultura latina, y en cambio tenemos las consecuencias litúrgicas que nos merecemos.

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    1. Estimado José,
      los ejemplos que he citado no son tanto para hacer referencia al Vetus Ordo, sino a la manera de celebrar la Misa y a la toma de conciencia y devoción con las cuales celebraban la Misa aquellos santos que he mencionado.
      En efecto, debemos recordar que, más allá del Vetus Ordo y del Novus Ordo, la Misa es siempre la Misa. Esto es lo que cuenta. La actual polarización Vetus Ordo-Novus Ordo no es signo de eclesialidad ni de respeto por la liturgia, sino que denota un espíritu faccioso, que choca profundamente con esa unidad de los corazones, que es el fruto más hermoso de la liturgia.
      Agregaría que, así como se pueden aducir ejemplos del Vetus Ordo, se deberían aducir igualmente, y aún en mayor número, ejemplos del Novus Ordo. Entre ellos quiero citar, de modo general y a modo de agradecido recuerdo, a todos mis superiores de Seminario y a los sacerdotes de la Parroquia en la que nació mi vocación sacerdotal, hace ya de esto muchas décadas atrás: todos ellos (absolutamente todos) celebraban de manera ejemplar en el Novus Ordo.

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    2. Hay modelos propuestos que celebraron el Novus Ordo: el Beato Enrique Angelelli, que hasta celebró Misa con la bandera de Montoneros.

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    3. Estimado Anónimo,
      no conozco suficientemente al Beato Angelelli y solo tengo un vago recuerdo de la organización Montoneros.
      En todo caso, la Iglesia no puede equivocarse en las beatificaciones y en las canonizaciones, porque no es pensable que pueda proponer un modelo de conducta contrario al Evangelio.
      En cuanto al episodio específico, que usted me menciona, la Misa es siempre la Misa, sobre todo si ha sido celebraba por un Beato.
      El hecho de que hubiera estado cerca la bandera de esta asociación, no significa que el celebrante apoyara su acción. Es más bien de suponer que haya orado por ella, para que se comportara honestamente.

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  2. Estoy perfectamente de acuerdo con el padre Filemón cuando dice:
    "La actual polarización Vetus Ordo-Novus Ordo no es signo de eclesialidad ni de respeto por la liturgia, sino que denota un espíritu faccioso, que choca profundamente con esa unidad de los corazones, que es el fruto más hermoso de la liturgia".
    Lo que el padre Filemón llama "espíritu faccioso" yo lo llamaría "espíritu cismático", que según entiendo, son expresiones sinóminas si se refieren a la unidad en la Iglesia.
    En tal sentido, y siguiendo también la línea de lo que en varias ocasiones ha expresado en su blog, existen hoy en la Iglesia cismas formales y cismas virtuales. Los cismas formales son bien conocidos: los ortodoxos orientales, los luteranos y protestantes en general, y los lefebvrianos. Hacia ellos y con ellos la Iglesia católica debe desarrollar la obra del ecumenismo.
    El cisma virtual más conocido es el de los neo-modernistas, que desde hace sesenta años vienen malinterpretando las doctrinas del Concilio Vaticano II, pero actuando dentro de la Iglesia, sin alejarse formalmente de ella, queriendo transformar su esencia desde dentro (como si esto fuera posible).
    Quisiera aquí llamar la atención sobre otro cisma virtual del cual poco se habla: el de los pasadistas, también llamados filo-lefebvrianos, quienes sin separarse formalmente de los dogmas de la Iglesia y de la obediencia al Papa, como lo hacen los lefebvrianos, actúan dentro de la Iglesia, más o menos enmascarados, considerándose católicos. ¿Nombres? Hay muchos y, por supuesto, no es simpático nombrarlos, pero cito algunos para que se me entienda: Roberto de Mattei, Aldo María Valli, mons. Vigano, mons. Schneider, y tantos más, que tienen en común un rechazo más o menos amplio de las doctrinas del Concilio Vaticano II, del Novus Ordo Missae y de la obediencia al Papa (en diverso grado para cada uno de ellos.
    Por poner sólo un ejemplo, véase el reciente artículo de De Mattei sobre el mismo tema del artículo del padre Filemón: https://www.corrispondenzaromana.it/la-messa-sul-materassino-o-il-rito-romano-antico/ Alli De Mattei escribe: "¿Podría ser que la desacralizadora liturgia postconciliar fuera abrogada por un nuevo pontífice que definiera la Misa de San Pío V o Tridentina como única expresión del Rito Romano de la Iglesia? Esto es lo que desean decenas de millares de católicos que en todo el mundo acuden cada vez más en tropel a la Misa Tradicional". Según mi opinión, escribir algo como esto denota ser virtualmente cismático.
    Gracias.
    Ignacio del Hoyo (Burgos, España).

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    1. Estimado Ignacio,
      la irreverente liturgia postconciliar no es en modo alguno efecto de la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II, sino efecto de una colosal maniobra de mistificación de la misma reforma, mistificación llevada a cabo por los modernistas durante sesenta años, una especie de tsunami que los Papas del postconcilio no han llegado a detener.
      Haciendo referencia a las palabras de De Mattei por Ud. citadas, yo pienso que lo que podemos esperar entonces del próximo Papa es que retome el discurso de Benedicto XVI, quien distinguía una verdadera reforma litúrgica de una falsa reforma litúrgica, la primera en continuidad con la liturgia precedente; la segunda en una posición de ruptura.
      Ahora bien, el papa Francisco, sobre este punto, me parece que hace un discurso demasiado simple. Él dice que existen fieles a favor del Concilio y fieles en contra del Concilio. Esto es cierto, pero Benedicto no se detenía en esta observación y hacía una ulterior distinción, que es muy importante a fin de aclarar las cosas y restaurar la paz en la Iglesia.
      ¿Cuál era esa distinción? Era aquella distinción entre quienes sinceramente aceptan el Concilio y los que fingen aceptarlo para instrumentalizarlo en beneficio de sus propias ideas. Ahora bien, la actitud de estos es equivalente a la de quienes rechazan el Concilio y por lo tanto en ese sentido volvemos a entrar en la oposición denunciada por el papa Francisco.

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  3. Estimado padre Filemón:
    le agradezco su respuesta, y me esfuerzo por comprenderla. Me permito hacer sobre lo que usted dice un ulterior comentario, y algunas nuevas preguntas.
    En primer lugar le solicitaría de su generosidad, me indicara (si usted lo recuerda) en qué discurso o documento, el papa Benedicto ha mencionado a aquellos que fingen aceptar el Concilio pero en realidad lo instrumentalizan en beneficio de sus propias ideas.
    Entiendo que el papa Benedicto no ha usado nunca el término "modernistas" para referirse a ellos, y tampoco lo ha hecho el papa Francisco, aunque ambos han usado otras expresiones más o menos equivalentes (relativistas, subjetivistas, gnósticos, etc.). Recuerdo en concreto aquel discurso de clausura del Sínodo del 2014, donde el papa Francisco habló claramente contra progresistas y contra tradicionalistas, usando también otros adjetivos. Y, en concreto en referencia a la liturgia, en su reciente carta apostólica Desiderio desideravi ha mencionado una vez más los abusos que se comenten en la celebración del Novus Ordo.
    Ahora bien, tratando de comprender su respuesta a mi comentario anterior, entiendo que lo que usted quiere decir es que el papa Francisco (o el Papa que lo continuara) debería retomar aquella distinción del papa Benedicto, entre los que aceptan sinceramente el Concilio y los que fingen aceptarlo. Por consiguiente, trasladado esto al ámbito de la Liturgia, quiere decir que el Papa debería oponerse a aquellos que, al celebrar hoy abusivamente el Novus Ordo, se están oponiendo en la práctica a la auténtica reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II y los Papas del postconcilio, que ellos fingen aceptar.
    En consecuencia, trato de comprender ahora, en esta linea, su última expresión: "Ahora bien, la actitud de estos es equivalente a la de quienes rechazan el Concilio y por lo tanto en ese sentido volvemos a entrar en la oposición denunciada por el papa Francisco".
    Por consiguiente, lo que yo saco como conclusión es que usted quisiera decir que, en la práctica, lo que debería hacer el Papa es tomar con aquellos que en nombre del Concilio abusan del Novus Ordo, una actitud similar con la que ha tomado el papa Francisco (en Traditionis custodes) con aquellos que abusan del Vetus Ordo para rechazar el Concilio, usando al Vetus Ordo como estandarte de rechazo al Concilio, a los Papas del postconcilio, y al Novus Ordo.
    En conclusión, y ya en el ámbito de las decisiones pastorales y de los modos personales del Papa Francisco, creo que caemos al final en la crítica de siempre al papa Francisco: su tendencia a ser riguroso con los pasadistas y benévolo con los modernistas. Por tanto: debería tener una actitud pastoral y disciplinar más equilibrada, pareja para ambos, o parejamente benévolo, o bien parejamente riguroso.
    Gracias.
    Ignacio del Hoyo (Burgos, España)

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    1. Estimado Ignacio,
      no estoy en grado de citar las palabras precisas de Benedicto XVI, sin embargo el sentido de ellas es éste: él contrapone una exégesis del Concilio Vaticano II según el criterio del progreso en la continuidad, que es el criterio correcto, a una exégesis según el criterio del progreso en la discontinuidad, que es el criterio erróneo, propio de los modernistas (que es también la interpretación que del Concilio hacen los pasadistas).
      Esta tesis del papa Benedicto se me ha quedado de tal manera grabada en mi mente y me ha parecido de tal manera fecunda en consideraciones que desde 2011 he venido explicando en clases, conferencias, artículos y en cuanta ocasión he tenido, sus implicaciones y sus consecuencias.
      Mi argumentación es muy similar a la que hizo hace algunos años atrás el arzobispo Agostino Marchetto, docto historiador del medioevo: "con Benedicto XVI, no hablamos del Concilio como de una ruptura en la discontinuidad, sino de una reforma, renovación en la continuidad del único sujeto Iglesia. El Papa emérito, pues, no es el primer Pontífice en dar la dirección de la correcta hermenéutica conciliar: en efecto, ya Paulo VI, durante el mismo Concilio, había dado esta dirección y, así, también san Juan Pablo II siempre se ha puesto en esta línea. Por lo tanto, existe una importante y constante continuidad también en la enseñanza, en el magisterio de los Papas acerca de tal cuestión. Benedicto XVI, sin embargo, a lo largo de todo su Pontificado, ha insistido sobre este punto".

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