domingo, 28 de agosto de 2022

La terapia de Joseph Ratzinger para sanar el cisma lefebvriano

Un magistral documento de docencia pastoral ecuménica del cardenal Joseph Ratzinger de hace más de tres décadas, puede ser considerado la actualísima receta para la terapia sanadora del cisma, tanto modernista como pasadista, que hoy sufre la Iglesia. [En la imagen: los Obispos de Chile, en la ciudad de Santiago, junto al cardenal Joseph Ratzinger, durante su visita al país trasandino en el invierno de 1988].

----------Días atrás tuve el inesperado placer de rencontrarme con una perla de las enseñanzas del cardenal Joseph Ratzinger, perteneciente a sus tiempos como Prefecto, al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ocurrió que repasando un muy lúcido artículo del profesor Carmelo Palumbo [1930-2004] en un librito suyo que él me envió para mi cumpleaños a fines de 1988 (junto a una amable e inmerecida dedicatoria), la divina Providencia hizo que diera con la oportuna pista para el felíz hallazgo.
----------El libro al que me refiero se trata de Cuestiones de Teología, Ética y Filosofía (editorial CIES, Buenos Aires 1988), y el mencionado artículo corresponde a su primer capítulo, titulado Mons. Marcel Lefebvre y la Tradición. A decir verdad, es un viejo artículo de Palumbo del año 1977, pero que él había vuelto a publicar por su actualidad, pues hacía pocos meses se había producido el cisma lefebvriano, con las rebeldes consagraciones del 30 de junio de 1988. Aquel artículo de Palumbo sigue siendo, en líneas generales y substancialmente, actualísimo; pero no es mi intención referirme a él en la presente ocasión.
----------He narrado la personal anécdota sólo porque me permitió recordar un documento que Palumbo cita en la página 17 de su librito: la alocución del cardenal Joseph Ratzinger al Episcopado Chileno, del 13 de julio de 1988, en su visita al país trasandino, en el invierno sudamericano de aquel año. Mi primera lectura de aquel texto magistral fue en la edición española de L'Osservatore Romano, del 7 de agosto de 1988, pp.2-3. Pero luego de treinta y cinco años, aquella lectura se había borrado completamente de mi memoria.
----------Tras el felíz redescubrimiento, tengo ahora el placer de volver a publicar este discurso extremadamente equilibrado y de ejemplar prudencia, que hace ya más de tres décadas pronunciara el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a tan sólo dos semanas del lamentable cisma causado por monseñor Lefebvre. Se trata de un discurso que delinea en manera magistral una situación de la Iglesia de entonces, que después de tantos años permanece sustancialmente inalterada, por no decir empeorada.
----------El problema tratado por Ratzinger es el del choque entre lefebvrianos y modernistas, con particular referencia a la Liturgia y a la auténtica interpretación del Concilio Vaticano II. Las palabras de Ratzinger son ejemplares por su capacidad de captar lo positivo en los dos partidos, pasadistas y modernistas, mientras que con gran franqueza y perspicacia denuncia los errores. Esta actitud suya es de gran utilidad, para la solución del citado conflicto, que viene desarrollándose desde hace sesenta años, por la capacidad que tiene Ratzinger de reconocer lo positivo incluso en los adversarios y en los cismáticos, por no decir en los herejes.
----------Es muy probable que a muchos le haya sucedido lo mismo que a mí, que aquel discurso de Ratzinger lamentablemente había sido olvidado. Considero que el núcleo fundamental del discurso del cardenal Joseph Ratzinger podría ser considerado como la más eficaz receta para acabar con el cisma de Lefebvre, vale decir, la terapia adecuada para sanar el cisma lefebvriano. A esos fines, Ratzinger indica tres puntos fundamentales, sumamente relevantes. Se trata de un discurso sumamente significativo y útil para abordar la actual situación de la Iglesia, a fin de poder dar solución a los conflictos actuales existentes en su seno y, por lo tanto, en vista de obtener en la Iglesia esa paz y esa armonía, que son tan preciosas no sólo para los católicos, sino también a los efectos de la credibilidad de su testimonio al mundo.
   
Alocución del Cardenal Joseph Ratzinger a los Obispos de Chile
Miércoles 13 de Julio de 1988, en la Casa de Retiros de Caritas, Santiago de Chile
   
----------¡Estimados y queridos hermanos! En primer lugar, querría agradecer de corazón su invitación tan amable para visitar vuestro país y también por ofrecerme esta ocasión de encuentro y diálogo fraterno. No me hago la ilusión de que se pueda conocer un país en una estadía de pocos días; sin embargo, es muy importante para mí la oportunidad de poder ver los lugares donde ustedes trabajan, y tener en alguna medida la experiencia de un ambiente de vida en la Iglesia en esta tierra.
----------El fin de mis palabras es encarecer el diálogo que queremos tener mutuamente. De modo general, suelo aprovechar la ocasión que me brindan estos encuentros, para exponer brevemente alguna de las cuestiones de mayor importancia del trabajo en la Congregación de la Fe. Sin embargo el cisma, que parece abrirse con las ordenaciones de obispos del 30 de junio, me lleva a apartarme, por esta vez, de esa costumbre. Hoy, querría simplemente comentar algunas cosas sobre el caso que concierne a monseñor Lefebvre.
----------Más que detenerse en lo ocurrido, me parece que puede tener mayor trascendencia valorar las enseñanzas que puede sacar la Iglesia, para hoy y para el día de mañana, del conjunto de los acontecimientos. Para ello, querría anticipar, en primer lugar, algunas observaciones sobre la actitud de la Santa Sede, en los coloquios con monseñor Lefebvre, y continuar después con una reflexión sobre las causas generales que originan esta situación y que, por encima del caso particular, nos atañen a todos.
   
I. La actitud de la Santa Sede en los coloquios con Lefebvre
   
----------En los últimos meses, hemos invertido una buena cantidad de trabajo en el problema de Lefebvre, con el empeño sincero de crear para su movimiento un espacio vital adecuado en el interior de la Iglesia. Se ha criticado a la Santa Sede por esto desde muchas partes. Se ha dicho que había cedido a la presión del cisma; que no había defendido con la fuerza debida al Concilio Vaticano II; que, mientras actuaba con gran dureza con los movimientos progresistas, mostraba demasiada comprensión con la rebelión restauradora. El desarrollo ulterior de los acontecimientos ha refutado suficientemente estas aseveraciones.
----------El mito de la dureza del Vaticano, cara a las digresiones progresistas, ha resultado una elucubración vacía. Hasta la fecha, se han emitido fundamentalmente amonestaciones, y en ningún caso penas canónicas en el sentido propio. El hecho de que Lefebvre haya denunciado al final el acuerdo firmado, muestra que la Santa Sede, a pesar de haber hecho concesiones verdaderamente amplias, no le ha otorgado la licencia global que deseaba. En la parte fundamental de los acuerdos, Lefebvre había reconocido que debía aceptar el Vaticano II y las afirmaciones del Magisterio postconciliar, con la autoridad propia de cada documento. Es una contradicción que sean precisamente aquellos que no han dejado pasar por alto ninguna ocasión para vocear en todo el mundo su desobediencia al Papa y a las declaraciones magisteriales de los últimos 20 años, los que juzgan esta postura demasiado tibia y piden que se exija una obediencia omnímoda hacia el Vaticano II.
----------También se pretendía que el Vaticano había concedido a Lefebvre un derecho al disenso, que se niega persistentemente a los componentes de la tendencia progresista. En realidad, lo único que se afirmaba en el convenio -siguiendo a Lumen Gentium n.25- era el simple hecho de que no todos los documentos del Concilio tienen el mismo rango. En el acuerdo se preveía también explícitamente que debía evitarse la polémica pública, y se solicitaba una actitud positiva de respeto a las medidas y declaraciones oficiales.
----------Se concedía asimismo que la fraternidad de Lefebvre pudiera presentar a la Santa Sede -quedando intacto el derecho de decisión de ésta- sus dificultades en cuestiones de interpretación y de reformas en el ámbito jurídico y litúrgico. Todo esto ciertamente muestra suficientemente que Roma ha unido, en este difícil diálogo, la generosidad en todo lo negociable, con la firmeza en lo esencial. Es muy reveladora la explicación que el mismo mons. Lefebvre ha dado de la retractación de su asentimiento. Declaró que ahora había comprendido que el acuerdo suscrito apuntaba solamente a integrar su fundación en la "Iglesia del Concilio". La Iglesia Católica, en comunión con el Papa es, para él, la "Iglesia del Concilio" que se ha desprendido de su propio pasado. Parece que ya no logra ver que se trata sencillamente de la Iglesia Católica con la totalidad de la Tradición, a la que también pertenece el Concilio Vaticano II.
       
II. Reflexiones sobre las causas más profundas del caso Lefebvre
   
----------El problema planteado por Lefebvre, sin embargo, no se termina con la ruptura del 30 de junio. Sería demasiado cómodo dejarse llevar por una especie de triunfalismo, y pensar que este problema ha dejado de serlo desde el momento en que el movimiento de Lefebvre se ha separado netamente de la Iglesia. Un cristiano nunca puede ni debe alegrarse de una desunión. Aunque con toda seguridad la culpa no pueda achacarse a la Santa Sede, es nuestra obligación preguntarnos qué errores hemos cometido, qué errores estamos cometiendo. Las pautas con que se valora el pasado, desde la aparición del decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II, deben, como es lógico, tener valor también para el presente.
----------Uno de los descubrimientos fundamentales de la teología del ecumenismo, es que los cismas se pueden producir únicamente cuando, en la Iglesia, ya no se viven y aman algunas verdades y algunos valores de la fe cristiana. La verdad marginada se independiza, queda arrancada de la totalidad de la estructura eclesial, y alrededor de ella se forma entonces el nuevo movimiento. Nos debe hacer reflexionar el hecho de que no pocos hombres, más allá del círculo más restringido de los miembros de la confraternidad de Lefebvre, están viendo en este hombre una especie de guía o, por lo menos, un aleccionador útil. No es suficiente remitirse a motivos políticos, o a la nostalgia y otras razones secundarias de tipo cultural. Esas causas no serían suficientes para atraer también, y de modo especial, jóvenes, de muy diversos países, y bajo condiciones políticas o culturales, completamente diferentes.
----------Ciertamente, la visión estrecha, unilateral, se nota en todas partes; sin embargo, el fenómeno en su conjunto no sería pensable si no estuvieran también en juego elementos positivos, que generalmente no encuentran suficiente espacio vital en la Iglesia de hoy. Por todo ello, deberíamos considerar esta situación primordialmente como una ocasión de examen de conciencia. Debemos dejarnos preguntar en serio sobre las deficiencias en nuestra pastoral, que son denunciadas por todos estos acontecimientos. De este modo podremos ofrecer un lugar a los que están buscando y preguntando dentro de la Iglesia, y así lograremos convertir el cisma en superfluo, desde el mismo interior de la Iglesia. Querría nombrar tres aspectos que, según mi opinión, tienen un papel importante a este respecto.
   
a) Lo santo y lo profano
   
----------Hay muchas razones que pueden haber motivado que muchas personas busquen un refugio en la vieja liturgia. Una primera e importante es que allí encuentran custodiada la dignidad de lo sagrado. Con posterioridad al Concilio, muchos elevaron intencionadamente a nivel de programa la «desacralización», explicando que el Nuevo Testamento había abolido el culto del Templo: la cortina del Templo desgarrada en el momento de la muerte de cruz de Cristo significaría -según ellos- el final de lo sacro. La muerte de Jesús fuera de las murallas, es decir, en el ámbito público, es ahora el culto verdadero. El culto, si es que existe, se da en la no-sacralidad de la vida cotidiana, en el amor vivido. Empujados por esos razonamientos, se arrinconaron las vestimentas sagradas; se libró a las iglesias, en la mayor medida posible, del esplendor que recuerda lo sacro; y se redujo la liturgia, en cuanto cabía, al lenguaje y gestos de la vida ordinaria, por medio de saludos, signos comunes de amistad y cosas parecidas.
----------Sin embargo, con tales teorías y una tal praxis se desconocía completamente la conexión real entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; se había olvidado que este mundo todavía no es el Reino de Dios y que "el Santo de Dios" (Jn 6,69) sigue estando en contradicción con el mundo; que necesitamos de la purificación para acercarnos a Él; que lo profano, también después de la muerte y resurrección de Jesús, no ha llegado a ser lo santo. El Resucitado se ha aparecido sólo a aquellos cuyo corazón se ha dejado abrir para Él, para el Santo: no se ha manifestado a todo el mundo. De este mundo se ha abierto el nuevo espacio del culto, al que ahora estamos remitidos todos; a ese culto que consiste en acercarse a la comunidad del Resucitado, a cuyos pies se postraron las mujeres y le adoraron (Mt 28,9).
----------No quiero en este momento desarrollar más este punto, sino sólo sacar directamente la conclusión: debemos recuperar la dimensión de lo sagrado en la liturgia. La liturgia no es festival, no es una reunión placentera. No tiene importancia, ni de lejos, que el párroco consiga llevar a cabo ideas sugestivas o elucubraciones imaginativas. La liturgia es el hacerse presente del Dios tres veces santo entre nosotros, es la zarza ardiente, y es la Alianza de Dios con el hombre en Jesucristo, el Muerto y Resucitado. La grandeza de la liturgia no se funda en que ofrezca un entretenimiento interesante, sino en que llega a tocarnos el Totalmente-Otro, a quien no podríamos hacer venir. Viene porque quiere. Dicho de otro modo, lo esencial en la liturgia es el misterio, que se realiza en el rito común de la Iglesia; todo lo demás la rebaja. Los hombres lo experimentan vivamente, y se sienten engañados cuando el misterio se convierte en diversión, cuando el actor principal en la liturgia ya no es el Dios vivo, sino el sacerdote o el animador litúrgico.
   
b) La no-arbitrariedad de la fe y de su continuidad
   
----------Defender el Concilio Vaticano II, en contra de Monseñor Lefebvre, como válido y vinculante en la Iglesia, es y va a seguir siendo una necesidad. Sin embargo, existe una actitud de miras estrechas que aísla el Vaticano II y que ha provocado la oposición. Muchas exposiciones dan la impresión de que, después del Vaticano II, todo haya cambiado y lo anterior ya no puede tener validez, o, en el mejor de los casos, sólo la tendrá a la luz del Vaticano II. El Concilio Vaticano Segundo no se trata como parte de la totalidad de la Tradición viva de la Iglesia, sino directamente como el fin de la Tradición y como un recomenzar enteramente de cero. La verdad es que el mismo Concilio no ha definido ningún dogma y ha querido de modo consciente expresarse en un rango más modesto, mera#mente como Concilio pastoral; sin embargo, muchos lo interpretan como si fuera casi el superdogma que quita importancia a todo lo demás.
----------Esta impresión se refuerza especialmente por hechos que ocurren en la vida corriente. Lo que antes era considerado lo más santo -la forma transmitida por la liturgia-, de repente aparece como lo más prohibido y lo único que con seguridad debe rechazarse. No se tolera la crítica a las medidas del tiempo postcon#ciliar; pero donde están en juego las antiguas reglas, o las grandes verdades de la fe -por ejemplo, la virginidad corporal de María, la resurrección corporal de Jesús, la inmortalidad del alma, etc.-, o bien no se reacciona en absoluto, o bien se hace sólo de forma extremadamente atenuada. Yo mismo he podido ver, cuando era profesor, cómo el mismo Obispo que antes del Concilio había rechazado a un profesor irreprochable por su modo de hablar un poco tosco, no se veía capaz, después del Concilio, de rechazar a otro profesor que negaba abiertamente algunas verdades fundamentales de la fe. Todo esto lleva a muchas personas a preguntarse si la Iglesia de hoy es realmente todavía la misma de ayer, o si no será que se la han cambiado por otra sin avisarles. La única manera para hacer creíble el Vaticano II es presentarlo claramente como lo que es: una parte de la entera y única Tradición de la Iglesia y de su fe.
   
c) La unicidad de la verdad
   
----------Dejando ahora aparte la cuestión litúrgica, los puntos centrales del conflicto son, actualmente, el ataque contra el decreto sobre la libertad religiosa y contra el pretendido espíritu de Asís. En ellos Lefebvre traza las fronteras entre su posición y la de la Iglesia Católica de hoy. No es necesario añadir expresamente que no se pueden aceptar sus afirmaciones en este terreno. Pero no vamos a ocuparnos aquí de sus errores, sino que queremos preguntarnos dónde está la falta de claridad en nosotros mismos. Para Lefebvre, se trata de la lucha contra el liberalismo ideológico, contra la relativización de la verdad.
----------Evidentemente, no estamos de acuerdo con él en que el texto del Concilio sobre la libertad religiosa o la oración de Asís, según las intenciones queridas por el Papa, son relativizaciones. Sin embargo, es verdad que, en el movimiento espiritual del tiempo postconciliar, se daba muchas veces un olvido, incluso una supresión de la cuestión de la verdad; quizás apuntamos aquí al problema crucial de la teología y la pastoral de hoy. La "verdad" apareció de pronto como una pretensión demasiado alta, un "triunfalismo" que ya no podía permitirse. Este proceso se verifica de modo claro en la crisis en la que han caído el ideal y la praxis misionera. Si no apuntamos a la verdad al anunciar nuestra fe, y si esa verdad ya no es esencial para la salvación del hombre, entonces las misiones pierden su sentido.
----------En efecto, se deducía y se deduce la conclusión que, en el futuro, se debe buscar sólo que los cristianos sean buenos cristianos, los musulmanes buenos musulmanes, los hindúes buenos hindúes, etc. Pero, ¿cómo se puede saber cuándo alguien es "buen" cristiano o "buen" musulmán? La idea de que todas las religiosas son, hablando con propiedad, solamente símbolos de lo incomprensible en último término, gana terreno rápidamente también en la teología y ya entra profundamente en la praxis litúrgica. Allí donde se produce ese fenómeno, la fe como tal queda abandonada, pues consiste precisamente en que yo me confío a la verdad en tanto que reconocida. Así, ciertamente, tenemos todas las motivaciones para volver al buen sentido también en esto. Si conseguimos mostrar y vivir de nuevo la totalidad de lo católico en estos puntos, entonces podemos esperar que el cisma de Lefebvre no será de larga duración.

28 comentarios:

  1. Documento maravilloso, altamente revelador, que muestra en 1988 la lucidez de quien siete años más tarde llegaría al Solio Pontificio.
    Particularmente estoy impactado por dos puntos que hoy los actuales ambientes lefebvrianos, y filo-lefebvrianos que ven con buenos ojos a la FSSPX, parecen no tener presentes:
    Primero: la neta claridad con la cual Ratzinger califica de cisma, el hecho producido por Lefebvre.
    Segundo (y en consecuencia): las relaciones de la Iglesia con las comunidades lefebvrianas se ubican de allí en más y hasta el presente, en el ámbito del ecumenismo.
    En tal sentido, la lucidez, la claridad y la utilidad de las directivas ecuménicas ofrecidas por Ratzinger para enfrentar el cisma virtual de los progresistas (modernistas) y el formal de los lefebvrianos, son admirables, y actualísimas.
    Gracias, padre Filemón, por recordarnos este enorme documento pastoral.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Ernesto,
      me gustaría centrarme en un punto de tu comentario.
      Una cosa destacable en el discurso de Ratzinger, y en general sobre aquello que ha sido tanto su actividad como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe como su actividad como Papa, es que Ratzinger de alguna manera ha asimilado la acción de la Santa Sede en relación a los lefebvrianos a la acción que es la praxis del ecumenismo.
      En otras palabras, Ratzinger tenía clara conciencia de que, en cuanto cismáticos, los lefebvrianos eran hermanos separados, por lo cual la cosa conveniente a hacer, como se hace en el campo ecuménico, era y es la de poner en luz y resaltar los aspectos de la Iglesia que ellos tienen todavía en común con la Iglesia Católica, aunque reconociendo los errores de los lefebvrianos.
      Por cuanto respecta al problema modernista, Ratzinger no deja de señalar la gravedad del mismo, al resaltar el hecho de que los modernistas son falsos intérpretes del Concilio Vaticano II.

      Eliminar
  2. Sí, pero el verdadero drama ha sido que los modernistas tenían entonces la mitad de las cátedras y de las direcciones de los seminarios (ya medio vacíos), y hoy la casi totalidad de las mismas. La bomba estallará en un año; en octubre de 2023 comenzará el sínodo que, digámoslo franca y sinceramente, será, de hecho, el concilio Vaticano III esperado por la "mafia de San Gallo".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado don Benja,
      es necesario distinguir con precisión un Sínodo mundial de obispos de un Concilio Ecuménico. La doctrina de la Iglesia es producida por un Concilio, no por un Sínodo.
      Por otra parte, un Concilio puede tener una parte pastoral, que es la aplicación de las doctrinas conciliares. En cambio el Sínodo supone como dadas (ya establecidas) la doctrina y la pastoral oficial de la Iglesia y se ocupa de problemas contingentes, que el Sínodo resuelve a la luz de la doctrina de la Iglesia.
      El problema del modernismo ciertamente permanece siendo grave, pero podemos estar ciertos y seguros de que de algún modo, y quizás pronto, será resuelto, desde el momento que el modernismo socava los fundamentos de la Iglesia y, como sabemos, las fuerzas del infierno no pueden prevalecer sobre la Iglesia.

      Eliminar
  3. Dulcinea mendocina28 de agosto de 2022, 16:13

    Hoy más que ayer, el estado físico y espiritual de la Iglesia Católica Romana (clero y fieles) me parece estar en zonas vastamente comatosas, confusionarias, ignorantes o analfabetas doctrinalmente y/o desviadas, atraídas por multicolores banderas y banderines que apestan a masónica postura, o más bien son de la masonería.
    ¡Creo en Dios Omnipotente, en Su Divina Justicia, Dios! Regresa y destruye estos templos mentirosos erigidos dentro de Tu Santa Iglesia, ya es hora. ¡Obremos para este fin, es deber de todo apóstol! Somos apóstoles, tenemos deberes, hasta el martirio.
    Invoquemos a Dios, oremos a Dios, arrojemos a la basura todos los fetiches e idolillos que satanás ha metido dentro de la liturgia moderna. Arrodillémonos, volvamos a Cristo, a la Confesión y a la Sagrada Eucaristía. ¡De rodillas cristianos! ¡O será el infierno!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimada Dulcinea mendocina,
      el cuadro que usted hace de la situación actual de la Iglesia es excesivamente pesimista. Es necesario reconocer también aquellos que han sido los frutos positivos del Concilio Vaticano II y de la Liturgia reformada en base a las indicaciones del Concilio (no por supuesto los abusos litúrgicos que han traicionado la liturgia reformada).
      Es obvio que debemos ser apóstoles, pero para ser creíbles es necesario que nosotros primero demos el ejemplo de una perfecta comunión con la Iglesia, en modo particular en el campo litúrgico, según las indicaciones del Romano Pontífice, hoy el papa Francisco.
      Las herejías efectivamente existen; existen los cismas y las apostasías; se extiende la corrupción moral. ¿Qué es lo que debemos hacer? Seamos nosotros mismos los primeros en dar el ejemplo y sigamos confiando en el poder del Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a la plenitud de la verdad.

      Eliminar
  4. Gracias, padre Filemón, por recordarnos este sabio discurso de Benedicto XVI en sus tiempos de cardenal prefecto de la Fe.
    Yo lo tenía por completo olvidado.
    Una cosa, en primer lugar, me llama poderosamente la atención. Tratándose de una muy rara visita, por no decir rarísima visita, de un cardenal prefecto de la Fe a un país tan distante de Roma, y suponiéndose que en la única alocución que tiene con el episcopado de ese país en pleno, Ratzinger podría haber aprovechado la ocasión para hablar de tantos temas que hacen a su competencia y a las necesidades de los Obispos de Chile, sin embargo: ¡habla sólo de esta cuestión: la grieta producida en la Iglesia por modernistas y lefebvrianos!
    Aún más me llama la atención este tema elegido por Ratzinger, si consideramos su delicada prudencia.
    No dejo de sorprenderme.
    Gracias, nuevamente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado J.M.C.,
      en primer lugar, me alegro de que usted haya apreciado este importante discurso del card. Ratzinger.
      El por qué haya pronunciado este discurso precisamente en Chile, yo no sabría decirle; pero por otra parte, me parece que saberlo no tiene particular importancia. Se precisaría consultar a algún buen biógrafo del card. Ratzinger.
      Ahora bien, ese no es mi campo, porque soy un simple teólogo.
      Lo importante es, como he dicho en mi introducción, aplicar este discurso a la situación de hoy, la cual, en relación con el contraste entre pasadistas y modernistas, lamentablemente es una situación que no ha mejorado, sino que parece incluso una situación empeorada.

      Eliminar
  5. Dulcinea mendocina29 de agosto de 2022, 9:37

    ¿Podría darme algún ejemplo de buenos frutos conciliares? Necesito ser instruída en este tema, disculpe mi ignorancia, gracias. También me permito señalar: las iglesias cerradas o accesibles pero casi vacías: si la bondad del árbol se ve desde los frutos...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimada Dulcinea,
      ejemplos de los buenos frutos del Concilio son los siguientes:
      1) Una liturgia eucarística que conlleva una mayor participación por parte del pueblo, una mayor acentuación del aspecto pascual, una mayor riqueza de lecturas bíblicas, los ministerios femeninos, la orientación ecuménica, la inculturación de la liturgia, el uso de la lengua vernácula, el sacerdocio común de los fieles.
      2) La promoción del laicado y de la familia, la valorización de la vida política y de la cultura, la promoción de la investigación teológica, la confrontación con el mundo moderno, la presencia de la mujer en la vida pública y cultural, la refutación del ateísmo.
      3) La naturaleza de la Iglesia como Pueblo de Dios, la teología de los carismas, el valor de la Revelación y de la Tradición, la llamada universal a la santidad, la Santísima Virgen María como modelo de la Iglesia, la promoción de la escatología.
      4) El documento sobre la libertad religiosa, la promoción del ecumenismo y el diálogo interreligioso.
      5) La promoción de las misiones y de la evangelización, el uso de los instrumentos de la comunicación social.

      Eliminar
    2. 1. Cada vez va menos gente a Misa. No sé si participan más, por responder "Y con tu espíritu" en lengua, vernácula. Pero va menos gente a Misa. Es un dato.
      2. Promoción de la familia? Se promocionó el divorcio.
      3. No son frutos. Al máximo serían propuestas.
      4. El documento no es fruto del CVII, el parte del CVII. Sobre lo otro: sin palabras.
      5. Disminuyeron enormemente. Otro dato.

      Eliminar
    3. Estimado Anónimo,
      1) La caída de los fieles en la asistencia a Misa no depende de la reforma litúrgica, sino del influjo modernista.
      2) La familia, según la concepción que es fruto del Concilio, es mejor que la familia de antes, porque valoriza más el rol de la mujer e implica un método educativo más basado sobre la persuasión que sobre la disciplina. La difusión del divorcio ciertamente no es debida al Concilio, sino a la difusión del hedonismo liberal.
      3) Los elementos que he enumerado [naturaleza de la Iglesia como Pueblo de Dios, la teología de los carismas, el valor de la Revelación y de la Tradición, la llamada universal a la santidad, la Santísima Virgen María como modelo de la Iglesia, la promoción de la escatología] no son simples propuestas, sino que son datos de hecho. Sin embargo, también en este campo se ha hecho sentir un populismo que enfatiza en modo exagerado la función del pueblo de Dios; se ha extendido un carismatismo indisciplinado. Por cuanto respecta al culto mariano, no hay duda de que el éxito de Medjugorje es debido al potenciamiento del culto mariano promovido por el Concilio.
      4) Sobre los puntos mencionados [el documento sobre la libertad religiosa, la promoción del ecumenismo y el diálogo interreligioso] ha habido un progreso. Es cierto, sin embargo, que los modernistas han echado a perder este progreso difundiendo el indiferentismo, el sincretismo, el relativismo y provocando una protestantización de ciertos católicos, sin obtener la conversión de los protestantes.
      5) Respecto a los puntos mencionados [promoción de las misiones y de la evangelización, el uso de los instrumentos de la comunicación social] el Concilio ha mejorado el método de la evangelización, introduciendo el principio de la inculturación y de la gradualidad. La estasis de la evangelización es un efecto del relativismo modernista.
      Usted no ve los frutos, porque confunde las propuestas del Concilio con las mistificaciones modernistas. Por otra parte, si existe una solución a los problemas y a los dramas de la humanidad de hoy, esa es precisamente la solución que propone el Concilio que el Espíritu Santo ha dado a su Iglesia en nuestro tiempo.
      Por consiguiente, si estamos llenos de problemas, es debido al hecho de que el Concilio Vaticano II no ha sido aplicado o ha sido falsificado.

      Eliminar
  6. Dulcinea mendocina29 de agosto de 2022, 17:29

    Filemón: Entre los "frutos" del Concilio ha olvidado la promoción del uso del detergente para lavarropas para todos los católicos. Sí, veo que Ud. sigue siendo el mismo padre Filemón de siempre, pero no me convence, sigo sin creerle. No tendría que haber intentado taparme la boca con esta respuesta tan anormal como insulsa, y por lo tanto fácilmente refutable, respuesta que por momentos también es claramente falsa y hecha para escapar del callejón sin salida en que lo he metido. Se necesitaría demasiado espacio y tiempo para desenredar semejante enredo: el lector comprenderá por sí mismo. Dios en el primer puesto, siempre y en cualquier lugar, no en el lavarropas, claro está. ¡Qué desastre!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimada Dulcinea,
      al hablar de los frutos del Concilio, no he pretendido decir que estos frutos hayan sido ampliamente difundidos en la Iglesia. He hecho simplemente referencia a la bondad de estos frutos en sí mismos, en cuanto efectos de la recta interpretación del Concilio Vaticano II.
      Por cuanto respecta a la cantidad de los efectos del Concilio, lo único que le puedo conceder es que esa cantidad es muy escasa, debido al hecho de que la actuación o implementación de la reforma conciliar ha sido boicoteada por los lefebvrianos y falsificada por los modernistas.
      Pero no me venga a decir que las doctrinas y líneas pastorales del Concilio son equivocadas o incluso heréticas o modernistas o cosas por el estilo, porque en eso usted estaría equivocada y por lo tanto ya no sería creíble cuando denuncia los males presentes de la Iglesia, porque, a fin de que la crítica de estos males sea creíble, es necesario que el crítico disponga de válidos criterios de juicio, cosa que me parece que usted no posee, porque, si le he entendido bien, usted pretende cuestionar las doctrinas del Concilio Vaticano II.
      Por otra parte, tenga usted presente que, como nos vienen diciendo los Papas del postconcilio hasta el papa Francisco, las grandes reformas de los Concilios requieren mucho tiempo para poder ser realizadas en plenitud y vencer las resistencias tanto conservadoras como aquellas resistencias subversivas o falsificadoras.
      La exigüidad de los resultados obtenidos no debe, por tanto, hacernos cerrar los ojos a la bondad intrínseca de estos resultados, que consisten en la propuesta de una evangelización más eficaz en relación con las necesidades y con los valores del mundo moderno, a la vez que son condenados los errores más graves de nuestro tiempo.
      También le recuerdo que antes de cosechar los frutos, es necesario cultivar las semillas y las plantas y llevarlas a la madurez. Además, la Iglesia está llamada a evangelizar todos los aspectos y las dimensiones del hombre y de la sociedad, las culturas y las civilizaciones de todo el mundo, por lo cual es necesario prestar atención y tener cuidado al juzgar los resultados desde un punto de vista demasiado limitado.
      Por lo demás, la propia complejidad de la reforma conciliar debe hacer comprensible el hecho de que algunos o muchos aspectos de esta reforma aún no hayan sido actuados o implementados.
      Si usted, en lugar de limitarse a mirar algunas de nuestras iglesias, también mirara las manifestaciones de auténtica piedad católica, creo que usted juzgaría de manera diferente.

      Eliminar
  7. Estimado padre Filemón,
    los criterios indicados por el cardenal Ratzinger para poder "curar lo más rápido posible", como él dice, con el cisma de monseñor Lefebvre, parecen actualísimos, utilísimos y sobre todo, muy certeros.
    Me pregunto, entonces, ¿se advierte a lo largo de los nueve años del reinado del papa Francisco que, de algún modo, mínimo por lo menos, hayan sido puestos en práctica tales criterios por el actual Pontífice?
    Me parece difícil advertir en el papa Francisco, un esfuerzo por reconocer los aspectos positivos de los cismáticos lefebvrianos, como paso previo y esencial en la obra ecuménica que la Iglesia católica debe hacer hacia estos cismáticos.
    Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Cristero Argentino,
      le diré que, comentando el discurso del card. Ratzinger, yo he pensado efectivamente en el papa Francisco.
      En mi opinión, el Santo Padre debería tener en cuenta estas ideas para una obra de pacificación entre lefebvrianos y modernistas, ideas que le vienen no sólo de este discurso de Ratzinger, sino también de toda su actividad como Prefecto de la CDF y sobre todo de su actividad como papa Benedicto XVI.
      De hecho, los observadores más atentos han notado desde hace algún tiempo que el papa Francisco dedica una gran atención y usa una gran cordialidad con muchas formaciones religiosas, que actúan fuera de los confines visibles de la Iglesia y que objetivamente deberían poder ser acercadas a la Iglesia por una sabia labor evangelizadora, que acompañara la apreciación de sus valores con la caritativa y prudente corrección de sus errores mediante el uso de argumentos persuasivos y el testimonio de una sincera caridad.
      Sin embargo, desde que en el interior de la Iglesia persiste la grave situación de conflictualidad que se arrastra desde hace sesenta años, uno se pregunta con qué credibilidad nuestros misioneros se presentan ante los evangelizandos para predicar la unión fraterna.

      Eliminar
  8. Sergio Villaflores30 de agosto de 2022, 7:41

    Padre Filemón, quisiera subrayar en el discurso del cardenal Ratzinger en Chile en 1988, el enfoque teológico-pastoral en el cual el entonces Prefecto de la Fe, encuadra el problema del lefebvrismo.
    Está claro que ya en 1988, tras las consagraciones rebeldes, lo considera un cisma. Y por lo tanto, enmarca el problema de las relaciones con mons. Lefebvre y con sus seguidores, en el ámbito de las tareas ecuménicas. Este enfoque creo que debe ser subrayado y aclarado de entrada (por más que luego, siendo papa Benedicto XVI, Ratzinger haya conducido el "diálogo ecuménico" en el ámbito de la Congregación para la Doctrina de la Fe).
    De modo que, quiero subrayar la importancia que tiene el hecho de que, como dice un anterior lector: 1) califique de cisma al lefebvriano, y 2) encuadre las relaciones con los lefebvrianos en el marco de la pastoral ecuménica.
    No sé usted, pero yo he notado que inmediatamente después de emanado el motu proprio Traditionis Custodes, la primera y principal reacción de las comunidades lefebvrianas ha sido la de atacar la renovada calificación de "cisma" hacia los lefebvrianos hecha por el Papa Francisco. Han negado esa calificación, han vuelto a repetir sus argumentos sofísticos acerca de que no son cismáticos, e incluso se repitieron en sus páginas oficiales los artículos de siempre, negando que ellos sean cismáticos, cuando esto es una evidencia.
    Lo que ha ocurrido, y de esto estoy convencido, es que, sobre todo a partir de ese "diálogo teológico" iniciado por Benedicto XVI a través de la CDF y de la comisión Ecclesia Dei, los líderes lefebvrianos han manejado este tema con mucha astucia, transmitiendo a sus seguidores la idea y la sensación de que ellos sean una orden o una congregación, o un modo de ser distinto, pero también "católico", dentro de las diversas maneras de pertenecer a la Iglesia.
    De algún modo es la misma errónea concepción de algunos protestantes, y de ciertos falsos ecumenistas católicos, de entender el ecumenismo y, en última instancia, la esencia de la Iglesia.
    Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Sergio,
      comprendo el malestar de los lefebvrianos al ser considerados cismáticos, pero, por otra parte, el hecho de no aceptar las doctrinas del Concilio es un signo de falta de comunión con la Iglesia. En efecto, también el papa Benedicto XVI, hablando con ellos, les recordó que no están en plena comunión con la Iglesia por el hecho de no aceptar las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II. El concepto de "no estar en plena comunión" con la Iglesia es equivalente al de "cisma", y las palabras usadas por Benedicto son las más benévolas para los oídos tanto de los lefebvrianos como de cualesquiera cismáticos.
      Ahora bien, el hecho de que los lefebvrianos no acepten las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II, tiene por lógica consecuencia la imposibilidad de considerarlos plenamente católicos, porque el católico es aquel que está en plena comunión con la Iglesia, y también la imposibilidad de poder ser reconocidos como un verdadero instituto religioso, porque esto exige también la plena comunión con la Iglesia.

      Eliminar
    2. El problema que menciona Sergio Villaflores es un enorme problema para el diálogo ecuménico con los lefebvrianos. Porque con todos los demás cismáticos (ya se trate de ortodoxos orientales, o protestantes en sus distintas denominaciones) todos ellos se consideran "cismáticos", aunque no se llamen a sí mismos con ese nombre, pero ellos se consideran no formar parte de la Iglesia Católica, se consideran fuera de la Iglesia Romana.
      Por el contrario, los lefebvrianos no se consideran fuera de la Iglesia Romana, no se consideran cismáticos (incluso, tal como lo dice el propio Ratzinger en su discurso en Chile, Lefebvre se consideraba haber rescatado a la verdadera Iglesia, lejos de la Iglesia "conciliar").
      He aquí el problema de la labor ecuménica hacia ellos.
      Son ellos los que se consideran haciendo "ecumenismo" ante la "iglesia conciliar", para que la Roma conciliar retorne a la "Roma eterna".
      El problema con ellos no es de poca monta. El único consuelo es que son una minoría, aunque ruidosa.

      Eliminar
    3. Estimado Berengario,
      la actitud de los lefebvrianos es evidentemente contradictoria, por el hecho de que por una parte quieren considerarse católicos y se consideran aún más católicos que el Papa, mientras que por otra parte, objetivamente, no sé con cuanta conciencia, porque a causa de su rechazo de las doctrinas del Concilio, no pueden considerarse plenamente católicos.
      Ciertamente, el caso de los protestantes es muy diferente, porque a ellos no les importa en absoluto considerarse católicos, aun cuando ellos también se consideren más fieles al Evangelio que la Iglesia católica.
      En todo caso, me parece muy oportuna y adecuada la idea de Ratzinger de tratar el problema lefebvriano sobre el modelo de la actividad ecuménica, porque en ambos casos Roma se empeña en hacer todo lo posible por convocar a sí a estos hermanos separados.

      Eliminar
  9. Dulcinea mendocina30 de agosto de 2022, 17:57

    satanás intenta destruir también a la Santa Iglesia (también !!!) a través de una liturgia moderna mal concebida (Bugnini & company) y mal interpretada, hoy disgregada
    y desviada en la forma, en función anti-Sustancia (donde los protagonistas y actores son el pueblo asistente y el celebrante mismos, autorreferenciales y proclives a la fiesta y a la charlatanería más que al respeto por el Sacrificio y la adoración Eucarística) teatro idéntico al de la propaganda política (casualmente a veces dentro de la Casa del Señor, desde el micrófono, se expresan también los alcaldes sanitaristas pandémicos y farmacéuticos, los actores, los militares y los paramilitares, gendarmes, scouts, filántropos y para-masones etc.) especialmente en ocasión de algún funeral "importante", siempre con los infaltables aplausos; no es mi juicio, yo no juzgo, yo lo VEO a mi querido interlocutor, cumpliento las funciones del buen inconsciente p. "Filemón",
    que en cambio no me lee.
    ¿Que no he estudiado teología? Cierto, pero conozco la ley y la doctrina de Dios, ¿le basta con eso? "Tomo nota de una situación" pero luego no condeno, como pretende luego entender Ud.: de eso se encargará Dios. Pero ¿cuántas almas se están perdiendo DEFINITIVAMENTE mientras esperamos esos frutos? Por el contrario, a mí déjeme con mi Fe; que Dios lo bendiga.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimada Dulcinea,
      usted tiene que hacer una distinción entre la reforma litúrgica promovida por el Concilio y su deformación promovida por los modernistas.
      No es difícil reconocer la objetividad de todos esos abusos de los cuales usted me hace una lista. Me encuentra perfectamente de acuerdo con usted en el denunciar y condenar esos abusos, porque se ve que usted se funda en el mismo criterio de evaluación que uso yo, es decir, una recta concepción de la Santa Misa.
      Siendo así las cosas, lo fundamental que hay que hacer es la recta aplicación de la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II. Lo que me desagrada y lamento, y que la pone a usted en contradicción con lo que usted misma denuncia, es el hecho, según me lo da usted a entender, de que usted, querida hija, rechaza la reforma litúrgica como tal y quizás el Novus Ordo. ¿Tengo razón en esto o estoy equivocado?
      Si así fuera, usted se ubica del lado equivocado, porque pierde su credibilidad, en cuanto que, antes de criticar los abusos, debería primero declarar su plena adhesión al Novus Ordo. Sólo en estas condiciones, dando el buen ejemplo, usted estaría cualificada y se haría creíble para criticar los errores de los modernistas, a menos que usted considere como modernistas a los que ponen en práctica la reforma del Concilio.
      En efecto, sólo quienes ponen en práctica las reformas del Vaticano II están cualificados para desaprobar los abusos, no sólo de los modernistas, sino también de los pasadistas.

      Eliminar
  10. la S.Misa en la liturgia Vetus no la ha inventado el card. Bugnini la noche anterior, ni siquiera el primer masón que pasó por el vaticano porque ya estaba recién fallecido; no lo digo, lo replico. Usted, amable interlocutor del blog, comprenderá, y muy bien, espero, el malestar de los fieles que son obligados a seguir el novus ordo Missae (no hablo de la Eucaristía) ese teatrillo tan encantador, Eucaristía excluida, repito.
    Alternativamente para asistir a la celebración litúrgica de siempre tengo que conducir muchos kilómetros con lo que cuesta el combustible: así que a veces pienso: ¿qué habrá tan atractivo para mí, mujer ignorante (y no para otros ignorantes) en la Misa de siempre, por la que pago tantos kilómetros de combustible? ¿Me dirás que necesito ser reeducada? Digame, padre Filemón, espero un consejo amable y claro de su parte (no un apresurado e irritado "vete a la China").
    Finalmente, lo que más me importa, luego nos despedimos: ¿Cuáles serían las razones irrefutables por las cuales la liturgia que estaba en uso desde décadas y desde siglos la Misa de siempre, tuvo que ser cancelada? Todavía no lo he entendido, de hecho no creo que nunca lo comprenda..., espere un minuto..., téngame paciencia, gracias, tal vez entendí ahora: desmontaje, deconstrucción. Y lo están consiguiendo, ¡qué desastre! Cristo todavía en la Cruz. Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimada Dulcinea,
      fue el papa san Paulo VI quien comenzó a explicar los motivos que han llevado a la Iglesia a sustituir con el Novus Ordo el Vetus Ordo, y desde entonces los Papas no han dejado de explicar estos motivos, entre ellos, y no es el que menos lo ha hecho, el actual Pontífice, recientemente con la Carta apostólica Desiderio Desideravi.
      En pocas palabras, estas razones se pueden resumir en el hecho de que el Vetus Ordo, aunque posee muchos aspectos valiosos, desde el punto de vista pastoral ya no responde a las nuevas instancias o exigencias litúrgicas, que han sido formuladas por el Concilio, y ya no responde al modo con el cual los católicos de hoy expresan su religiosidad y su sentido de lo sagrado.
      Siendo así las cosas, es un deber que usted asista a la Misa Novus Ordo, sobre todo los domingos y los días festivos.
      Por cuanto respecta al Vetus Ordo, no está prohibido en absoluto frecuentarlo. Pero, por otra parte, usted debería comprender que ya son tan pocos los fieles que lo siguen, que los lugares de acceso son forzadamente raros, escasos y de difícil acceso. No obstante, si usted tiene esa posibilidad, sin duda es encomiable que lo frecuente.

      Eliminar
  11. Estimado director del blog, me habré explicado mal: le pregunté: ¿cuáles fueron en la época del CVII, SEGÚN USTED, los principales motivos, muy SINTETICAMENTE DESCRITOS (dado también el espacio limitado), por los cuales la liturgia de Pío V, confirmada, válida a lo largo de los siglos, fue en cambio radiada, suprimida, reducida a artículo de museo.
    Usted me remite a edictos, cartas de intención, consideraciones, estatutos, proclamas, discursos, cartas, nebulosas, ambiguas y dispersivas de la clerocracia politicante; me agrega una deducción ilógica sobre el mecanismo causa y efecto acerca de la utilización cuantitativa de la nueva liturgia, del tipo: dado que la gran mayoría de los gatos hoy comen comida enlatada, significa que es correcto así porque es una comida enlatada. En estos días hemos sido testigos del lamentable hecho que ha tenido como protagonista a monseñor Paglia, un suceso muy triste, pero también usted me está entristeciendo de manera parecida: ¿cuándo va a parar todo esto y quién los hará parar?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Dulcinea,
      ya le he explicado cuáles han sido los motivos de la reforma litúrgica. Le he explicado que ella ha dado buenos frutos y ha tenido buenos efectos por parte de quienes han sabido interpretarla rectamente. Le he dicho que los abusos litúrgicos no dependen de la aplicación de la reforma, sino de su falsa interpretación por parte de los modernistas. Le he dicho que el Santo Padre no ha abolido en absoluto el Vetus Ordo, sino que ha reglamentado su celebración.
      Por favor, le ruego no retornar siempre al principio, como si no hubiera respondido a sus preguntas, porque si usted se muestra insatisfecha, como si yo no hubiera respondido, me viene la sospecha que lo que usted quiere es buscar polémica.
      Por lo demás, para comprender la vida de la Iglesia es necesario tener una apertura a sus aspectos positivos y no detenerse sólo en los negativos. Esta es una exigencia de la caridad y de la justicia.
      Creo que nadie la ha acusado de juzgar dura y severamente a sus hermanos en la fe; y le recuerdo que el que no tiene misericordia no recibirá misericordia.

      Eliminar
  12. Ya hace mucho tiempo que le estoy estudiando a fondo, utilizando todos los trucos, ahora se ha agregado un elemento importante para entenderle (Dios no tiene nada que ver con ello) muchas gracias y saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimada Dulcinea,
      me gustaría decirte dos cosas: con la expresión "le estoy estudiando a fondo", ¿a quién te refieres? ¿Podrías darme una descripción?
      En segundo lugar, te hago presente que para estudiar a las personas no se deben utilizar trucos, sino que se necesitan criterios adecuados a la delicadeza del tema, tema que pone en juego la dignidad de las personas.
      En particular, es necesario valerse de un criterio de juicio que haga referencia a cómo Dios mismo entiende la dignidad de la persona y los deberes de su comportamiento.
      También es importante habituarse a distinguir aquello que una persona hace o piensa objetivamente o exteriormente, de aquello que puede intentar pensar o hacer en su conciencia.
      Tú tienes la pretensión de saber y poder juzgar, pero lamentablemente no te das cuenta de que no conoces la realidad. Yo, por mi parte, escribo lo más claro y argumentativamente que puedo, a veces extensamente, pero esto lo hago así para poder explicarme mejor, y para que me puedan comprender la mayor cantidad de lectores, y las más variadas categorías de lectores. Por lo demás, ofrezco mi dirección de correo electrónico para aquellos que quisieran hacer consultas guardando una mayor reserva, cuando los lectores no quieren que se hagan públicos los diálogos.
      Por tanto, te invito a profundizar en la realidad, incluso simplemente con un correo electrónico.
      No es con un tono resentido ni duro ni sarcástico el modocomo se pueden resolver tus dudas.

      Eliminar

En ciertas horas del días se permitirán comentarios sin moderación. Los comentarios no cónsonos con el blog serán removidos. Igualmente los que falten a las normas del respeto personal.