La razón práctica kantiana por su parte también carece de humildad. Más bien, advierte en sí misma la voz del deber y el imperativo categórico, advierte el absolutismo de la ley moral y la dignidad de la persona y de la conciencia. Sin embargo, este estímulo interior ella no lo recibe de una relación interpersonal con un Dios objetivamente y realmente existente, trascendente con respecto a la razón, sino de un "Dios" como "ideal de la razón", "idea reguladora -como dice Kant- de la unidad sistemática. de la razón", por lo tanto un Dios inmanente a la razón, que al fin de cuentas ya no comprende cómo se distingue de la razón misma. Por consiguiente en la ética kantiana al final no tenemos en absoluto más humildad que el orgullo, el orgullo de una razón que no se regula sobre Dios, sino sólo sobre sí misma, "obedece a sí misma", como decía Rousseau.
----------Kant no comprende que la verdadera dignidad de la razón práctica es en cambio obedecer a aquel Dios que la razón especulativa ha descubierto como creador del hombre y siendo creador es también legislador, por lo cual la ley moral es el ordenamiento de la Razón divina, es realmente y no sólo metafóricamente mandato divino para el bien y la felicidad del hombre. Kant, a quien también le gusta citar con frecuencia lemas latinos, se ha olvidado del antiguo dicho: "Servire Deo regnare est".
----------La conciencia del deber, dice Kant, requiere la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y la esperanza en un mundo eternamente feliz más allá de la muerte. Si, por tanto, nos dice Kant, la razón especulativa no puede saber que Dios existe, lo sabe la razón práctica. Salvo que este discurso no se mantiene en pie, ya que en verdad lo que conoce la razón práctica no es otra cosa que lo que le es proporcionado por la razón especulativa con la simple adición de que el saber práctico está ordenado a la acción o presenta su objeto bajo el aspecto del bien o del fin. Aquel Dios que en la praxis aparece como bien y como fin es aquel mismo Dios que la especulación propone como verdadero y como real. Nihil volitum nisi cognitum.
----------Entonces, Kant viene a enredarse en un irresoluble dilema: o admitir a Dios, pero entonces supone el absurdo de un saber práctico no fundado sobre el teórico, por lo cual Dios aparece como producto de la razón práctica ("ideal de la razón") y aquí se preanuncia a Hegel; o bien es verdadera su tesis de que la razón especulativa no alcanza a Dios, pero entonces su convicción de que Dios existe basada sobre la moral pierde su fundamento. Y aparece la sombra del ateísmo y se preanuncia a Marx.
----------En Kant, el yo se agiganta, se magnifica, mientras Dios languidece. En nombre de una falsa humildad, en realidad Kant tiende a sustituir por la razón humana a la razón divina, el hombre no depende ya de Dios sino sólo de sí mismo. Bien lejos de superar el orgullo, Kant lo estimula sustituyendo por el egocentrismo (l’Ich denke) al teocentrismo del ipsum Esse tomista, verdadero fundamento de la humildad y, en consecuencia, verdadero fundamento de la humana grandeza.
----------Coherente es en Kant la exigencia de exaltar la grandeza y la autonomía teórico-moral de la razón humana, mientras quiere subrayar sus límites. Pero pone límites donde, para usar la expresión del papa Benedicto XVI, debería "ampliar la razón", es decir, donde la razón ofrece pruebas de su grandeza -elevarse a Dios-, y sobrevalora la grandeza de la razón cuando la concibe no fundada sobre Dios sino fundada sobre sí misma. A la paralizante timidez kantiana en orden al conocimiento de la cosa en sí corresponde una ilimitada audacia en la confianza que la razón tiene en sí misma de ser cartesianamente a priori el principio de la verdad y de la certeza.
----------Kant considera que descender a compromisos con las exigencias del deber conlleva una falta de respeto del hombre hacia sí mismo, pero no se pregunta si esto conlleva también algo mucho peor: la falta de respeto del hombre hacia Dios. El Dios kantiano no es un Dios al cual la razón rinde culto, sino que es un Dios funcional a las necesidades de la razón. No un homo servus Dei sino un Deus servus hominis.
----------En el fondo, la ética kantiana se puede entender también como un retorno y resurgimiento del soteriologismo luterano: lo que me interesa no es la contemplación divina, sino mi salvación, con el agravante de que al menos Lutero permanece dentro del horizonte del realismo bíblico, mientras que Kant, heredero del idealismo cartesiano, hace perder a Dios su ser trascendente y reduciendo a Dios a un "ideal de la razón", inicia aquella reducción del ser al pensamiento, que tendrá su total cumplimiento en el idealismo panteísta hegeliano hasta Giovanni Gentile y a sus actuales acomplejados epígonos del postmodernismo.
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