Finalizaremos con esta nota la serie que hemos venido desarrollando acerca de la práctica de la virtud de la castidad en matrimonios ancianos o de personas mayores. Y lo primero que debemos decir en esta última nota es que es necesario actualizarse.
----------Creación en el Edén del hombre y de la mujer, caída, Redención y resurrección: cuatro datos de fe, que, tomados en serio, transfiguran profundamente una visión de la castidad como aquella aristotélica, evidentemente circunscripta a un horizonte meramente terreno, que era el único que Aristóteles podía saber, por sabia y siempre actual que fuera su concepción, todavía aprobada por la Iglesia a través del comentario hecho por santo Tomás de Aquino (cf. In X libros Ethicorum Aristotelis ad Nichomacum expositio, Edizioni Marietti, Torino 1964). Y, sin embargo, presupone una concepción totalmente por debajo de la concepción de la relación hombre-mujer, que resulta de la Revelación y que ha sido aclarada por la enseñanza de san Juan Pablo II.
----------Y si, por consiguiente, hoy aparece clara la insuficiencia de la teoría aristotélica, todavía más alejada del cristianismo aparece la visión platónica, ya que, si en Aristóteles la continencia sirve para un dominio razonable de la pasión, en cambio, en el platonismo la abstinencia sexual, aunque se admita con palabras la resurrección del cuerpo, en la práctica la castidad era concebida como preparación del alma para liberarse del sexo. Por eso el ángel era considerado como modelo de castidad. Con la excusa del "cuerpo espiritual" (1 Co 15,42) de paulina memoria, la diferencia sexual desaparece en la resurrección. En la práctica, todo el mundo debe ser hombre, dado que para esa visión ser mujer es un defecto.
----------De este modo, en la visión o concepción preconciliar de la castidad, el paradigma manifestado en el libro del Génesis, con su abierta exaltación de la sexualidad como obra divina y felicidad del hombre, no deja ningún eco en el resto de la Sagrada Escritura, incluido el Apocalipsis, que debería ser también el anuncio de la resurrección de hombre y de la mujer. Se nota una especie de moderación o timidez, y de temeroso pudor, quizás por el temor de suscitar la concupiscencia del hijo del Adán pecador.
----------Así sucede que cuando en la Escritura se alaban y se enumeran las obras de Dios, que dan alegría al hombre, se habla de los ángeles, del sol, de la luna, de las estrellas, de las plantas, de los animales, de los campos, de las montañas, de los ríos, de las comidas, de la fruta, del vino, pero se habla sólo de una manera muy atenuada de los placeres del sexo.
----------En el banquete escatológico habrá "un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares suculentos, vinos depurados" (Is 25,6). Pero debe notarse que del sexo no se menciona una sola palabra. Sin embargo, ¿quizás los resucitados tienen necesidad de nutrirse, de alimentarse? En cambio, el amor permanecerá. ¿Y qué amor más íntimo y dulce que aquel amor entre hombre y mujer? El proyecto genesíaco parece del todo desaparecido. Pero Nuestro Señor Jesucristo no ha venido a restaurar lo que era "en el principio" (Mt 19,5). Pero entonces, ¿qué es la resurrección? ¿Resurrección de qué? En estas insuficiencias se notan las limitaciones puritanas del hagiógrafo, como en san Pablo notamos el antifeminismo rabínico, mientras que es en el Génesis donde resplandece en plena luz la inmortal Palabra de Dios.
----------Es cierto que en la Escritura está el Cantar de los Cantares. Pero, tomado literalmente, no tiene nada que pueda recordar la idea de un amor escatológico hombre-mujer. Es simplemente un elegante poema de amor profano y terreno, aunque honesto, como existen infinidad de ellos en la literatura mundial. Cómo ha terminado en la Biblia se explica solo como signo de la bendición divina del matrimonio, lo que ya es mucho y como símbolo del amor entre Israel y su Dios.
----------Pero también la imagen mística bíblica de los "esponsales" -Dios esposo, Israel esposo, Cristo esposo, la Iglesia esposa- simplemente quieren decir unión o comunión espiritual, pero por lo demás no tienen nada que ver con el sexo, de hecho sería blasfemo el pensarlo, tanto que muy bien podría ser sustituido por el simple concepto de unión, amor o comunión espiritual.
Conclusión práctica
----------El actual desorden en las costumbres sexuales es la campanilla de alarma que, para remediar este desastre, para restaurar y para promover las buenas costumbres, es necesario decididamente asumir en plenitud la concepción cristiana de la castidad, tal como ha sido desarrollada en la teología del cuerpo de san Juan Pablo II, superando aquella de tipo aristotélico, prevalente en la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II, por no hablar de aquella, todavía menos cristiana, de tipo platónico, que sin embargo, como es sabido, tuvo en la Iglesia aún más éxito en la Iglesia que la aristotélica, si bien era, por su dualismo angelista y rigorista, aún más distante del cristianismo, hasta el punto de producir los conocidos excesos del origenismo y del jansenismo.
----------A males extremos, extremos remedios. A la vergonzosa humillación y a la idolatría de la sexualidad jamás registrada hasta hoy en la memoria del hombre, es necesario contraponer la santidad del sexo propugnada por la Biblia. Y no debemos temer de mostrar a los jóvenes la aspereza del camino, sin dejar de presentarles el socorro de la gracia y el ejemplo de los Santos. Al joven le agrada la empresa agonística y arriesgada. ¡Cuántas energías juveniles se emplean hoy en las competiciones deportivas! ¿Por qué no canalizar algunas de estas energías hacia la adquisición de la virtud?
----------Es necesario presentar a los jóvenes en toda su belleza, santidad, elevación y atractivo el ideal escatológico de la castidad como gradual recuperación en la vida presente y desarrollo final del modelo protológico. Y los esposos ancianos representan con su amor la preparación y la pregustación de la unión escatológica entre hombre y mujer, que debe ser el destino de toda amistad entre hombre y mujer, sea o no sea conyugal. Existe todavía hoy en ciertas parejas de buenos cristianos, pero atrasados o no actualizados, una injustificada vergüenza y un sentimiento casi de culpa por su apetito sexual hacia su cónyuge, infausta herencia de una mentalidad represiva. El apetito en todos los campos es signo de buena salud, con la diferencia de que la necesidad de alimentos cesará al final de la vida presente, mientras que el amor debe durar en eterno.
----------Los esposos ancianos, por lo tanto, suponiendo que desde jóvenes se han ejercitado en la castidad y en el pudor, gracias al autodominio alcanzado, pueden, gracias a su experiencia de amor, hacer ahora de guía a los jóvenes por el arduo camino de la conquista de la castidad, que todo joven debe emprender con valentía, y continuar tenazmente hasta el final, si quiere realizar a fondo el plan de la salvación y la condición de hijo de Dios que conduce a la visión intelectual de Dios en el cielo y a la eterna bienaventuranza de la voluntad.
----------De hecho, debemos estar convencidos de que la felicidad sexual escatológica, aunque aquí abajo no conozcamos sus modalidades precisas, es parte esencial de la bienaventuranza cristiana, que naturalmente no incluye sólo el alma, sino también el cuerpo y por lo tanto el sexo masculino y femenino. Esta visión de la sexualidad en el horizonte de la perspectiva de la plenitud escatológica de la vida espiritual, como resulta de la concepción cristiana, es aquella que por una parte subordina la vida sexual a la vida espiritual, impidiendo el hedonismo desenfrenado, que caracteriza y corrompe gran parte de las costumbres contemporáneas, y por la otra parte reconoce a la sexualidad humana su verdadera dignidad, liberándola de una actitud de desconfianza, que es un residuo de aquel espiritualismo de orientación platónica, que durante demasiados siglos ha dominado la espiritualidad cristiana, terminando por provocar por reacción la actual ola de desenfrenado libertinaje sexual, que aquel espiritualismo quería impedir o frenar.
----------En cambio, es necesario entender que si el contraste del apetito sexual con las exigencias del espíritu requiere la capacidad de hacerse eunucos por el reino de los cielos, es esta una medida de emergencia temporal requerida por el estado presente de naturaleza caída, en la expectativa de la salvación escatológica de la sexualidad y no es un procedimiento en vista de la total extinción del apetito sexual.
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