sábado, 25 de abril de 2020

Castidad en matrimonios mayores: el amor conyugal

Lo que distingue esencialmente la concepción cristiana de la castidad o de la continencia, de aquella simplemente natural, que también se puede encontrar en Aristóteles [384-322 a.C], que toma en cuenta solo la vida presente, es el hecho de que la castidad cristiana abarca todo el desarrollo histórico antropológico objeto de la Revelación, que por lo tanto desde el Génesis pasa a la resurrección pasando de la vida presente signada por el pecado original y redimida por la sangre de Cristo.

----------Es evidente por el Génesis que Dios crea a la mujer para dar sentido y felicidad a la vida del hombre. "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada" (Gen 2,18). La relación hombre-mujer es el paradigma de toda la vida social. Está claro que cuando Aristóteles habla del hombre como un "animal político", está hablando de una sociedad formada por varones, donde la mujer está confinada y sujeta a la familia. No existe la idea bíblica -"una ayuda similar a él" (Gen 2,18)- de que la mujer pueda complementar al hombre en todos los campos, al nivel de igual dignidad.
----------Para captar el significado del plan divino bíblico en toda su amplitud, debemos ir más allá de la vida presente, donde sólo es válida la ley de la reproducción de la especie, o sea del matrimonio, y recurrir a la futura resurrección, donde tendrá plena y definitiva actuación y expansión la ley del amor, que es el motivo fundamental e ineliminable por el cual Dios ha creado al hombre y a la mujer: para que sean una sola carne.
----------Está claro que la forma más perfecta de esta unión es aquí abajo el amor conyugal. Aquí la genérica reciprocidad o complementariedad recíproca hombre-mujer se configura y se concretiza como reciprocidad indisoluble y eterna entre este hombre y esta mujer. Dios une a los dos para formar de ellos una sola cosa para siempre. He aquí el sacramento del matrimonio.
----------Esta unión, de hecho, aunque no de derecho, puede ser disoluble. Es decir, el hombre, contraviniendo a la voluntad divina, que ha unido a los esposos y quiere que ellos estén unidos, lamentablemente puede de hecho disolver o romper el vínculo. Sería bueno entonces decir que el matrimonio no debe ser disoluble, y no que simpliciter es indisoluble. O bien se debería decir que es indisolvente.
----------De todos modos, aparte de esta cuestión terminológica, de secundaria importancia, el punto importante es la razón por la cual el matrimonio no debe ser disuelto. La razón es que Dios, cuando y cómo cree, hace que encontrar aquel determinado hombre con aquella determinada mujer, en modo tal que ellos se den cuenta de que están hechos el uno para el otro con vistas al matrimonio. Esta correspondencia recíproca es física, pero ante todo espiritual, es decir, se trata de una conveniencia recíproca de dos almas, es decir, entre la esencia de la una y la esencia de la otra.
----------Ahora bien, dado que es Dios quien ha creado esta esencia, por esto la Escritura dice que es Dios quien los une. Y como la esencia de un alma o de una persona es inmutable, por esto los dos, si quieren ser felices, deben corresponder a esta inclinación del uno hacia el otro, que Dios ha puesto en ellos, con el resultado de que, si son fieles a esta vocación divina, su amor dura por la eternidad.
----------La unión del amor conyugal se trata de una unión ante todo espiritual, que sin embargo tiende a expresarse en la unión sexual. La intimidad y la profundidad físico-espiritual que los liga supera a la de cualquier otra relación humana, y tiene por consiguiente un carácter de exclusividad, aunque los dos puedan tener otras amistades. La unión entre los esposos debe crecer y consolidarse día a día superando numerosas pruebas, que Dios permite precisamente para tal propósito.
----------Pero Él brinda también muchas ocasiones de crecimiento y de perfeccionamiento, que eliminan cada vez más el riesgo de una crisis en la relación. Tanto la unión espiritual como la sexual deben consolidarse y volverse cada vez más gratificantes. No importa si la vitalidad sexual disminuye con el paso de los años. En efecto, puede ser más placentero, porque se concilia mejor con la vida espiritual.
----------La carne se rebela menos contra el espíritu y el espíritu trata con más respeto a la carne. Ya no la ebullición del sol estival, sino el dulce calor del sol otoñal. La pareja recoge y distribuye los abundantes frutos de su larga vida juntos. Son maestros de vida para los jóvenes que emprenden el camino de la vida. Los riesgos de adulterio son reducidos al mínimo. Aparecen los primeros destellos del amor escatológico.
----------Continuaremos...

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