Continuamos con la reflexión iniciada en los dos días anteriores.
----------Mi referencia a la pareja anciana intenta recordar a los jóvenes que la ancianidad, al menos así se supone para quienes han seguido los caminos del Señor desde la infancia, es la edad de la madurez moral, en la cual uno se regocija por la cosecha de los abundantes frutos del propio largo y fiel servicio al Señor; el carácter está templado por la superación de las pruebas sufridas, las convicciones de razón y de fe, morales y especulativas, largamente meditadas, profundizadas y fortalecidas, han alcanzado un alto grado de comprobada solidez y de serena certeza; las pasiones están en gran parte sujetas al dominio de la razón; la larga experiencia de las cosas, de los hombres y del mundo asegura un fino discernimiento y una consumada capacidad de juicio crítico, sapiencial, prudencial e imparcial.
----------El anciano ha aprendido a conocer a fondo el alma humana y los misterios de Dios; los horizontes del espíritu en la fidelidad de la propia relación con Dios se han ampliado extensamente; el espíritu está habituado al desapego de las cosas que pasan, al sufrimiento, a la renuncia y al sacrificio, a lo nuevo en la fidelidad a lo antiguo; está entrenado al progreso en la custodia de lo esencial imperecedero.
----------En cuanto a la juventud, es una edad estimable por la frescura de la belleza, de la salud y por el vigor de las fuerzas físicas y psíquicas. Está plena de potencialidad y de posibilidades. Ciertamente, el joven recibe de Dios talentos a veces importantes e innovadores, incluso proféticos para los mismos ancianos, los cuales por tanto deben tener la humildad de escucharlo y de aceptar el don de Dios, que luego les corresponderá a ellos desarrollar y hacer fructificar. Pero el joven aún es incierto en sus convicciones y en sus elecciones, cambiante e influenciable, voluble, inconstante, impulsivo, emocionable e irreflexivo, tiene las pasiones aún tumultuosas e indisciplinadas. Grandes entusiasmos y grandes desilusiones.
----------Pensemos aquí acerca del problema de la castidad. El apetito sexual, como sabemos, es muy fuerte en el joven. Le queda un largo camino por recorrer, que debe emprender con confianza en sí mismo, en Dios y en los formadores. Como ya decía san Agustín: "aquí muchas son las derrotas y pocas las victorias". El joven no debe perder el ánimo, sino recomenzar siempre con renovada confianza.
----------El educador debe ser muy claro con él al indicarle la meta, los medios y el camino; pero también muy comprensivo, presentándole al mismo tiempo altos ideales, estimulándole la agudeza del intelecto y la fuerza de la voluntad y habituándolo a una fuerte confianza en Dios.
----------El anciano es el natural maestro, modelo, padre, amigo, estimulador, corrector, consolador, consejero y guía del joven, especialmente si este anciano es religioso, sacerdote u obispo. Así como es necesaria la ancianidad para el obispo, también es necesaria la ancianidad para la madurez en las virtudes, comprendida la castidad. Por esto no debemos temer afirmar que la verdadera edad para la práctica de la castidad en su sentido más noble que ahora voy a ilustrar, no es la juventud, sino que es la vejez.
----------Esto naturalmente no quita que puedan existir ancianos solo por la edad, pero no por la sabiduría. Son aquellos que han alcanzado la ancianidad sin haber gastado bien su vida. Se han detenido, tal vez bajo los golpes de desgracias que no han podido olvidar. A menudo son amargos, entristecidos, ácidos, sombríos, escépticos, pesimistas, laudatores temporis acti. O bien se parecen a los lujuriosos ancianos de la casta Susana.
----------Habiendo quizás gastado su juventud inútilmente en los vicios, no habiéndose mantenido castos hasta el momento del matrimonio, o tal vez habiendo traicionado a sus esposas, estos ancianos fracasados no han sabido mantenerse jóvenes, así como el joven está abierto al porvenir, a lo nuevo, a la vida, a la esperanza; sino que son prisioneros del "hombre viejo" (Ef 4,22).
----------Son viejos en el espíritu y en el cuerpo. Les encanta hacer ironía o sarcasmo sobre la castidad. Son duros o necios con las mujeres, que para ellas son o fueron meros instrumentos de placer. Ciertamente no pueden enseñar la castidad de la resurrección. Por supuesto que no son un ejemplo ni un estímulo para los jóvenes, sino sus corruptores y maestros de lujuria. Estos son ancianos para evitar.
----------Continuaremos...
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