Ya hemos tenido oportunidad de mencionar la diferencia entre la legítima conservación, como una misión fundamental de la Iglesia, y el conservadurismo. Profundicemos en este tema.
----------Es necesario saber que existe un cierto conservadurismo obstinado, miope y presuntuoso que, con el pretexto de la fidelidad a la Sagrada Tradición, acusa a los Papas postconciliares de desconocerla y desatenderla, y por lo tanto quisiera retornar al clima doctrinal y pastoral preconciliar, como si el Concilio Vaticano II no hubiera sucedido, olvidando que, cuando un Concilio hace un progreso doctrinal, como casi siempre sucede, la Iglesia, más iluminada por el Evangelio y habiendo superado ciertos errores, dada la infalibilidad de su doctrina, ya nunca retrocede, mientras que puede suceder que un nuevo Concilio corrija una práctica pastoral defectuosa iniciada por un Concilio precedente, o restaure o recupere ciertas prácticas pastorales abandonadas por aquel Concilio, porque sobre este nivel, debido al cambiar las contingencias históricas o por la falibilidad de los mismos hombres de la Iglesia, ella puede cambiar o errar y por lo tanto puede corregirse, después de haber experimentado las consecuencias dañosas provocadas por el error cometido.
----------Así, el Concilio, saliendo al encuentro de una exigencia del tiempo en el cual fue celebrado, insiste mucho en la renovación de la pastoral y en este sentido da muchas directrices, que afectan a todos los aspectos de la vida eclesial. Pero después de cincuenta años de aplicación de estas directrices, muchos observadores y pastores imparciales y amantes de la Iglesia nos han llevado desde hace años a darnos cuenta claramente de que la pastoral conciliar, en algunos aspectos, tiene necesidad de una corrección de rumbo, que quizás sólo un nuevo Concilio o un gran Papa reformador podrá implementar.
----------Esto no significa en absoluto que se deba retornar in toto a la pastoral del pre-concilio, pero sí significa mantener las conquistas pastorales del post-concilio -por ejemplo, un sano ecumenismo o el diálogo interreligioso-, depurándolos de ciertos excesos buenistas y demasiado optimistas frente al mundo moderno, tanto es así que hoy, debido a la falta de vigilancia de los obispos, asistimos a un impresionante retorno del modernismo, mucho peor y más insidioso que el de la época de san Pío X, también porque, si bien este había echado raíces sólo en el bajo clero y entre los teólogos y exegetas, aquel contagia el propio cuerpo episcopal sobre todo en la forma sutil y astuta del rahnerismo.
----------Todos los buenos católicos, fieles y pastores, se han dado cuenta ahora de esta enorme estafa, excepto, por alguna razón, los mismos modernistas, los cuales o caen de las nubes o fingen no saber o permanecen sordos a los reclamos y advertencias o ignoran desdeñosamente las acusaciones que se les hacen o bien las rechazan con indignación o, pasando por pobres víctimas calumniadas, cuando son hipócritas finísimos, persiguen a los pocos valientes que descubren sus complots.
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