miércoles, 1 de abril de 2020

Conservación, conservadurismo, progresismo, modernismo

Releyendo algunos textos de las meditaciones matutinas del papa Francisco en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, el 31 de octubre de 2017 -como informó el articulista de L'Osservatore Romano n.44 del 3 de noviembre siguiente-, el Papa se pregunta, entre otras cosas: Los cristianos "¿creen realmente" en la "fuerza del Espíritu Santo" que está en ellos? ¿Y tienen la valentía de "echar la semilla", de entrar en el juego, o se refugian en una "pastoral de conservación" que no deja que «el Reino de Dios crezca"?

----------Me permito algunas observaciones. Es necesario distinguir conservación de conservadurismo. El conservar diligentemente y celosamente el sagrado depósito de la divina Revelación, sin acomodamientos, sin añadir y sin quitar (cf. Gal 3,15; Ap 22,19) y serle fiel a costa de la vida, es deber absoluto de todo católico, en primer lugar de los obispos y del Papa.
----------El conservadurismo, en cambio, al cual probablemente alude el Papa, es una conservación tonta e inútil. Es el conservar lo que ya no sirve más, es el permanecer apegado ya sea por miopía, o por pereza o inercia, o por miedo, o por interés, a ideas, costumbres, usanzas, hábitos, tradiciones superadas o abandonadas por la Iglesia, es confundir con modernismo el justo progreso, el quedar bloqueado en una determinada fase histórica del camino de la Iglesia hacia el Reino, es el cerrar los ojos a "los campos que ya se blanquean para la mies" (Jn 4,35); es cerrar nuestros oídos a la voz del Espíritu, que "renueva la faz de la tierra", que "renueva nuestra mente" (Rm 12,2) y renueva nuestro hombre interior día a día (cf. 2 Co 4,16). Efectivamente, el Espíritu Santo impulsa a la Iglesia al progreso, pero en el sentido indicado por aquellas palabras del Señor, que Él tiene la función de hacernos recordar (Jn 14,26) y por tanto de estimularnos a hacer dar fruto.
----------Admitido -así queremos creer- que el Papa habla de conservadurismo y no de legítima conservación, no parece corresponder a la verdad, como parece querer insinuar el papa Francisco, que haya una vasta difusión del conservadurismo, que sin embargo existe en los lefebvrianos; sino que lo que hoy más aflige y perturba a la Iglesia es una difusión mucho más vasta del modernismo o de un falso progreso y/o de una falsa interpretación de la renovación promovida por el Concilio. Y el Papa nunca habla de estos males, totalmente llevado por una exagerada y sesgada polémica contra el tradicionalismo, donde arriesga hacer un manojo de todas las hierbas, agarrándosela también con aquel sano tradicionalismo que, junto con una sana conservación, son factores esenciales de la estructura y del progreso de la Iglesia.
----------Si Francisco quiere ser un reformador de la Santa Sede, debe comenzar por alejar o detener a aquellos falsos colaboradores que están infectados de modernismo y de rahnerismo, y aceptar como colaboradores verdaderamente leales y fieles al Magisterio pontificio y enemigos no solo del lefebvrismo, sino también del modernismo, aunque abiertos a los buenos lados de los unos y los otros.

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