viernes, 10 de abril de 2020

¿Están aún vigentes las directrices pastorales del Vaticano II?

La del título es una pregunta que debemos plantearnos. Porque el carácter vinculante que para nosotros tienen las doctrinas del Concilio Vaticano II no lo tienen sus directrices pastorales. ¿En qué medida, entonces, aquellas directivas pastorales de cincuenta o sesenta años atrás, todavía siguen vigentes, o son realmente útiles, o acaso deben ser modificadas teniendo en cuenta sus resultados?

----------El gran problema pastoral hoy ya no es el que toda la Iglesia se impuso hace cincuenta años, como mandaba el Concilio, de abandonar una pastoral demasiado conservadora, anacrónica, estática, repetitiva, demasiado defensiva, sospechosa, temerosa, recelosa y agresiva frente al mundo moderno, por lo demás, mal conocido y a veces incluso incomprendido, y pasar a un renovado enfoque benévolo hacia la modernidad, un enfoque abierto, leal, sanamente crítico, ciertamente prudente como la serpiente, pero también simple como la paloma, sabiendo que el mundo reserva insidias, pero también que el mundo creado por Dios ofrece muchos valores para ser reconocidos, salvados y conducidos a Nuestro Señor Jesucristo.
----------En el camino de la renovación, es decir, del devenir, del cambio, del rejuvenecimiento, del desarrollo y del progreso, ha habido mucha insistencia y se ha ido muy adelante en estos cincuenta años, y ciertamente el verdadero progreso nunca jamás termina; pero no siempre se ha avanzado en el camino correcto, y más que avanzar, en muchos casos, nos hemos desviado o alejado del correcto camino y de la fidelidad a las verdaderas enseñanzas del Concilio; no siempre nos hemos movido con la debida iniciativa, moderación, cautela y sabiduría, en obediencia a la guía de los Pontífices o a la doctrina del Catecismo de la Iglesia Católica, de hecho muy a menudo cayendo en la red del modernismo, que es un enfoque engañoso de la modernidad, en la cual es necesario distinguir el trigo del lolio, pues los modernistas han confundido lo uno y lo otro.
----------Aquello que, por consiguiente, hoy es necesario hacer, sobre todo para promover una pastoral sana, eficaz y equilibrada, adaptada a las necesidades de la presente hora, que es diferente y en algunos aspectos opuesta a la situación histórica, que el Concilio Vaticano II tuvo que afrontar y resolver, ya no es tanto reprender al conservadurismo, aunque todavía existe esa necesidad, sino que el Papa se decida, en el momento oportuno, con franqueza y coraje, independientemente de las posibles carcajadas de los modernistas, denunciar el modernismo rampante, mucho más peligroso y nocivo que la nocividad del lefebvrismo o el conservadurismo, considerando el inmenso daño que ha hecho el modernismo, tanto en la Iglesia como en la sociedad, en estos cincuenta años y lo sigue haciendo, con el pretexto de la renovación conciliar.
----------Y aquí hago notar que ya desde 1966 Jacques Maritain, apenas concluido el Concilio, denunciaba el grave peligro del modernismo. Y no es que Maritain fuera precisamente un conservador. No se debe insistir en modo unilateral sobre el desarrollo o progreso en el conocimiento de la fe, dejando en sordina la conservación del depósito de la fe. Se necesita hacer al revés, después de cincuenta años de retórica progresista, que ha terminado degenerando en el modernismo y en polémicas partidistas contra la conservación.

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