domingo, 19 de abril de 2020

Breve nota acerca de la interpretación del Concilio Vaticano II

Recientemente he leído una crónica recordando un importante evento teológico, filosófico e histórico, del cual se cumplirán diez años el próximo mes de diciembre. Se trata del Congreso acerca del Concilio Vaticano II, que tuvo lugar en Roma los días 16, 17 y 18 de diciembre de 2010, organizado por los Franciscanos de la Inmaculada. La crónica, precisa y justificada en muchos aspectos, se resiente sin embargo de ciertos desequilibrios en cuanto a su desarrollo y resultados, y es, por tanto, inexacta, lo que intentaré explicar muy brevemente.

----------Si mi memoria no me falla, creo que han sido ya varias las ocasiones que en este blog he mencionado aquel congreso teológico de hace una década, aunque como dije, no fue sólo teológico, sino también filosófico e histórico. Al respecto, comencemos con las precisiones: indudablemente aquel congreso de Roma marcó un paso adelante en la investigación desde un punto de vista histórico de lo que ha sido realmente el Concilio Vaticano II, y esto fue en gran medida mérito de la participación del profesor Roberto de Mattei, conocido competente historiador, quien supo ofrecer oportunos y fundados argumentos contra la lectura modernista de la escuela de Bolonia de Alberigo y Melloni, que ven en el Concilio una novedad que rompe con el pasado, poniendo en contradicción a la Iglesia del Concilio con la del preconcilio.
----------Dicho eso respecto de la labor histórica, pasemos a lo doctrinal, es decir, a lo filosófico y teológico. En este ámbito, en cambio, el congreso de Roma del 2010 no alcanzó a dar claridad y se movió continuamente sobre el equívoco o malentendido en lo que se refiere a la consideración de las doctrinas del Concilio Vaticano II, de las cuales no se ha puesto en luz, es decir, no se destacó, la continuidad en la novedad, según insistentemente en aquellos años lo señalaban las indicaciones del papa Benedicto XVI, hoy papa emérito. En lugar de ello, tomando como pretexto el hecho (aunque por cierto verdadero) de que el Concilio no ha definido nuevos dogmas, y siguiendo en este punto la inexacta interpretación de Mons. Brunero Gherardini [1925-2017], la tendencia de la mayoría de los congresistas fue minimizar y relativizar la importancia del aspecto doctrinal-dogmático como de cosas extrañas o ajenas a las verdades de fe, una especie de opcional, lo cual no es absolutamente cierto y conduce, en definitiva, a rechazar las doctrinas del Concilio.
----------Y esto fue así porque en aquel congreso romano del 2010 no se alcanzó a poner en luz, no se pudo destacar debidamente, la continuidad de estas doctrinas con las del preconcilio. Pero, como podrán comprenderlo fácilmente los lectores, si no se alcanza a ver esa continuidad, en tal modo nos acercamos peligrosamente a los errores lefebvrianos.
----------Eso es, básicamente, lo que en esta breve nota quería decir. Pero, antes de poner punto final, una pregunta: ¿qué de nuevo se puede decir sobre el asunto a diez años de aquel congreso?
----------Personalmente no tengo dudas: en tal cuestión estamos peor que hace diez años, sobre todo a causa de la lamentable parcialidad con la que el papa Francisco ha hecho frente (o en realidad no lo ha hecho) a la oposición entre pasadistas (fundamentalmente lefebvrianos) y modernistas.
----------A diez años de aquel congreso, seguimos estando en un momento de extremización del conflicto entre lefebvrianos y modernistas, correspondiente en algún modo, en política, al contraste entre derecha e izquierda. Es absolutamente necesario que el mundo católico, tanto en la Iglesia como en la política, recupere el sentido de la universalidad de los valores cristianos, más allá de la legítima pluralidad de las opiniones. Es necesario un sano tradicionalismo y un sano progresismo en la plena común pertenencia a la única Iglesia, de modo similar a como, en el ámbito de cada nación, hay opciones de derecha y opciones de izquierda en el común respeto a la Constitución de cada país y de los comunes valores de cada nación. Por lo demás, los contrastes (salvado el mencionado respeto a lo "no negociable") no solo no son nocivos, sino normales y constructivos. En el plano político, es la ley de la democracia. Pero democracia no tiene por qué significar extremismo y facciosidad prejuiciosa, especialmente para nosotros los católicos. Mutatis mutandis... así también en la Iglesia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En ciertas horas del días se permitirán comentarios sin moderación. Los comentarios no cónsonos con el blog serán removidos. Igualmente los que falten a las normas del respeto personal.