jueves, 5 de diciembre de 2024

En la Iglesia hay diversos problemas pero sólo uno fundamental

El buen médico, aquel que atiende con premura y competencia la salud del cuerpo del enfermo, es el que se empeña en descubrir la verdadera raíz del sufrimiento, para procurar eliminar el mal desde su origen. El buen teólogo es como el buen médico, pues es el que está verdaderamente comprometido para extirpar los males del alma en el Pueblo de Dios, la Iglesia. De poco o nada sirve poner compresas o vendas superficiales a heridas que son graves y profundas y que necesitan ser atendidas desde su raíz. [En la imagen: fragmento de "El puerto de Classe", en los mosaicos bizantinos en la iglesia del Apollinare Nuovo, Ravena, Emilia Romagna, Italia].

----------Es bueno que recordemos que el problema fundamental de la Iglesia en el momento presente (y al llamarlo fundamental quiero expresar que es el problema de raíz) no es el causado por las herejías y por los cismas, no es el problema de la inclusividad o del pluralismo, no es el de los escándalos, no es el problema moral, no es el conflicto modernistas-indietristas, no es el de evaluar el comportamiento del Papa, no es el de la relación con la política, no es la cuestión de la sinodalidad, ni la del ecumenismo, ni la del diálogo o de la evangelización. Todos estos que he mencionado son, por supuesto, verdaderos problemas eclesiales, que urgen solución. Pero el problema fundamentalmente radical es el de la honestidad intelectual y del lenguaje, que es lo mismo que decir que es el problema de la doblez y de la hipocresía. Es el espíritu de Protágoras, el de los escribas y de los fariseos del tiempo de Jesús, espíritu farisaico que al prolongarse en Lutero, Descartes, Hegel y Nietzsche, llega hasta nosotros en los modernistas y en los indietristas.
----------La deshonestidad del pensamiento y de las palabras, la doblez y la hipocresía, ha terminado por crear en la Iglesia una atmósfera sutilmente envenenada que ya parece invadir todos sus niveles, difundiéndose como hábito mental asumido como una obviedad y con total normalidad, sin que nos demos cuenta o sin querer darnos cuenta que la hipocresía es el verdadero origen y raíz de todos nuestros males eclesiales.
----------Como lo he demostrado en repetidas ocasiones, la desgracia de la Iglesia no es el Concilio Vaticano II (una indubitable gracia de Dios para la vida de la Iglesia) y no son tampoco los exiguos indietristas, por mucho ruido que ellos hagan: la verdadera desgracia es este fascinante espíritu de mentira y de falsedad dictado por la soberbia e inspirado ciertamente por el demonio, presente por desgracia en algunos ambientes intelectuales y dirigenciales de la Iglesia, que creen que para ser eficaces y modernos, abiertos, dialogantes, acogedores, fraternos, misericordiosos e inclusivos, se debe modificar el Evangelio, quitarle aquellas puntas que desagradan al mundo y al hombre de nuestro tiempo, y dejar, con el pretexto de la exégesis moderna y de la inculturación, campo libre para el buenismo, el relativismo moral y el indiferentismo religioso.
----------Se trata del neo-modernismo, que está tan alejado de las enseñanzas de Cristo como lo está también el indietrismo que le ha surgido como falsa reacción, y que ha agravado los males actuales de la Iglesia. Los modernistas endiosan la modernidad, los indietristas la demonizan, modernistas e indietristas rechazan el Concilio, y ambas corrientes extremistas no se dan cuenta que las enseñanzas del Concilio son la verdadera guía para orientar las relaciones de la Iglesia con la modernidad.
----------Para abordar una vez más este problema, aunque sea de modo breve, mirémoslo hoy a partir de la consideración del puesto que ocupa el placer sensible en la vida del ser humano. ¿Por qué motivo lo haremos así? Para ofrecer un ejemplo de lo que he afirmado en los párrafos anteriores; pues he dicho que, entre los problemas actuales de la Iglesia, está el problema de los escándalos, y he dicho también que ese problema, al igual que los demás, tienen como problema originario o radical, el problema de la deshonestidad del pensamiento y de las palabras. Pasemos, pues, a demostrar la tesis.
----------Al respecto, santo Tomás de Aquino afirma, como bien sabemos, que ningún hombre puede prescindir de algún gozo sensible; por lo cual, cuando el ser humano no sabe o no quiere disfrutar de los placeres del espíritu y de la virtud, el ser humano se vuelve hacia los placeres de la carne. Si se pierde el gusto por la verdad, fácilmente el alma es atraída por otras atracciones degradantes o vergonzosas. Es necesario un amor fortísimo por la verdad, para no ceder a la presión de las malas pasiones, que impulsan al hombre hacia el pecado, ya se trate de los pecados espirituales o de los pecados carnales.
----------Uno de los fenómenos más graves de la vida católica de nuestros días, tanto en los laicos como en el clero, es un extendido escepticismo o agnosticismo frente a la verdad, y me refiero en modo particular a la verdad de las proposiciones de fe, sobre las cuales con frecuencia hoy los católicos hallan difícil entender que deben ser verdaderamente el fundamento de la conducta moral del cristiano. O bien sucede que de ciertas verdades puramente dogmáticas no se advierte su reflejo en la vida moral.
----------A menudo, cuando se habla de fe, no se está haciendo referencia a dogmas, sino que se habla de una cierta "experiencia" llamada eventualmente experiencia "existencial" o como "encuentro personal", de tipo histórico o concreto, donde el aspecto inteligible desaparece, para dar espacio a una no mejor determinada emotividad, o sea, un sentimiento, el cual, careciendo de contenidos conceptuales, corre el riesgo de pescar en aguas turbulentas y de favorecer actitudes y deseos que en realidad son pecaminosos.
----------Por otra parte, existe en los Pastores (obispos y presbíteros) una cierta tendencia a insistir, sí, en las verdades morales, con la consecuente condena de los comportamientos contrarios, pero, al mismo tiempo, existe un silencio casi total acerca de las verdades especulativas, que son objeto de pura contemplación, como por ejemplo, la visión beatífica, los atributos divinos, el Misterio Trinitario, la Persona de Cristo considerada en Sí misma, y las obras cumplidas por Dios en la historia de la salvación.
----------Es necesario recuperar la conciencia de que nuestra conducta moral depende de nuestras ideas. Es cierto que podemos tener ideas correctas y conducta equivocada; pero será difícil que con ideas equivocadas podamos tener una conducta correcta. La cuestión de la pedofilia, por ejemplo, es, claro que sí, gravísima y escandalosa, sobre todo en los sacerdotes; sin embargo, preguntémonos: ¿qué es lo que ha sucedido en el alma de estos ministros del Señor? ¿Por que han sucumbido? ¿Han recibido una buena formación teológica y espiritual? ¿Su Obispo ha intervenido prontamente para corregir los errores teológicos presentes en su Diócesis? ¿Ha promovido y defendido la posición de esos pocos sacerdotes que hoy, con coraje y en el sufrimiento, tratan de cumplir con su deber apoyando y defendiendo al Papa y al Magisterio de la Iglesia?
----------Como se ve, el mal de la pedofilia es el signo inquietante de un malestar mucho más profundo existente en la Iglesia desde hace décadas y que la ve desgarrada por fortísimas contradicciones en el campo que toca a la misma doctrina de la fe. Estas cosas los últimos Papas las han denunciado muchas veces, el papa Francisco ha insistido en ello al condenar el gnosticismo y al renovar la condena al idealismo.
----------En otras palabras, es necesario que nos decidamos a reconocer que en la Iglesia existen muchas herejías. Es necesario recuperar esta palabra, herejía, con franqueza, competencia, y también -y que esto quede bien claro- con caridad, de hecho sobre todo con caridad. Pero la caridad no es tal si no se basa sobre la verdad y si el apóstol de la verdad no se preocupa con todos los medios a su alcance, al costo de la propia vida, de liberar a las almas del error y de la herejía, los cuales, según las palabras de san Pablo, siempre están presentes en la Iglesia y permitidas por Dios para fortalecer, por contraste, la fe misma de los fieles.
----------En años recientes, Hans Küng había planteado la descaminada idea de que el fenómeno de la pedofilia fuera una especie de sustituto en aquellos sacerdotes para los cuales el celibato se ha vuelto una carga, de ahí la conclusión de Küng, de que sea bueno abolir el celibato. Personalmente soy de la opinión que es posible que en un mañana la Iglesia católica admita un sacerdocio conyugado. Sin embargo, la argumentación de Küng me parece que tiene la impronta de una profunda hipocresía.
----------De hecho, me hubiera gustado tener la oportunidad de decirle a Küng: antes de dar consejos al Papa, pon una mano sobre tu conciencia, y pregúntate si Dios no te pide en primer lugar que te corrijas de tus propias herejías, y que retornes arrepentido al seno de la Santa Madre Iglesia. La Iglesia te recibiría con los brazos abiertos. Deberías darte cuenta de que son tus propias herejías, con la soberbia, la desobediencia y el escepticismo que ellas conllevan, las que han sido y siguen siendo la causa profunda de aquella aversión por la Verdad que (y de ello estoy convencido), ha atraído a muchos pobres sacerdotes a aflojar su compromiso espiritual para ceder a las debilidades de la carne.
----------Volviendo a hablar del Aquinate, el Doctor Común de la Iglesia nos recuerda que los pecados carnales ciertamente nos embrutecen y pueden llegar a ser muy graves, sin embargo, generalmente son pecados de debilidad más que de malicia, porque aquí la voluntad de algún modo cede a la pasión, por lo cual la culpa disminuye. Los pecados más graves, siempre según santo Tomás, son los espirituales, en los que existe verdadera deliberación y conciencia, y por lo tanto mala voluntad: la falsedad en las cosas de Dios -he aquí la herejía-, que nace de la soberbia y de la impiedad, el orgullo, el egocentrismo, la auto-referencialidad, la ambición, la envidia, la hipocresía, el odio deliberado y prolongado, la calumnia, la prepotencia, el ansia por el poder, la negativa a perdonar y a pedir perdón. Estos se pueden llamar pecados diabólicos, y de hecho la Sagrada Escritura para hablar de las herejías las llama "doctrinas diabólicas" (véase en este blog mi artículo: Las doctrinas diabólicas como primaria acción satánica).
----------Ciertamente, en el actual clima de extendida ignorancia, muchos son herejes sin darse cuenta, y por eso es bueno usar hacia ellos comprensión y tolerancia. Pero esto no quita que la herejía en sí misma sea un pecado más grave que la pedofilia, así como es más grave pecar contra Dios que contra el prójimo. Y recordemos que en el Derecho Canónico la herejía todavía aparece como delito que merece una justa sanción penal.
----------Conclusión: en base a lo que ha sido dicho, yo sugeriría sobre todo a nuestros Pastores dos cosas. Primera: vuelvan a dar al pecado de herejía la importancia que merece, y que siempre ha sido dada por los pastores de la Iglesia a lo largo de toda la historia del Cristianismo. Segunda: continúen ciertamente trabajando por la buena formación moral del clero, pero antes que nada preocúpense, comenzando por los seminaristas, de que los sacerdotes o futuros sacerdotes sean grandes amantes de la verdad y sepan rechazar con firmeza evangélica los errores contrarios. Es en efecto, solamente sobre la base de la verdad que puede nacer aquella caridad que nos lleva a purificarnos de nuestros pecados y a conquistar la santidad.

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