Para hacer progresar a la cristología, es necesario seguir un camino diferente del propuesto por Rahner, quien con el argumento engañoso de la referencia a la modernidad, en realidad hace retroceder la cristología no digo solamente a la época del modernismo, sino incluso a las antiguas herejías pre-calcedonenses, como si la milenaria historia del dogma cristológico a Rahner no le hubiera enseñado nada, y para él el oráculo definitivo fueran las profanaciones gnósticas del protestantismo liberal y hegeliano. [En la imagen: fragmento de "La crucifixión", óleo sobre tabla, de 1952, de Paul Delvaux, de una colección privada, actualmente en el Musée d´Ixelles, Bruselas, formando parte de una serie sobre la Pasión expuesta en la Bienal de Venecia, serie que fue en su momento condenada por el Patriarca veneciano Angelo Giuseppe Roncalli].
Consecuencias de una cristología "ontológico-existencial"
----------Nos habíamos detenido ayer en la siguiente declaración de Rahner en la que presenta la cristología "trascendental onto-lógica" como conforme a la "época moderna" y como "transposición" de la cristología óntica, que aquí llama "clásica", pero que no es otra que la cristología de la fe, de modo tal de salvar su "validez permanente" y por tanto para poderla "entender mejor": "En la actual situación de la historia espiritual, esto es, después del inicio de la época moderna, con su pasaje del cosmocentrismo griego, que piensa desde el punto de vista de la 'cosa', al antropocentrismo moderno, que piensa desde el punto de vista del sujeto pensante y que quiere como primer modelo de la interrogación sobre el ser en general, es siempre posible, de hecho impuesto, transponer la cristología óntica, sin suprimirla ni ponerla en duda en su validez permanente, también en una cristología trascendental onto-lógica, precisamente para entender mejor la cristología clásica. Esto, formulado muy simplemente, quiere decir: el hombre, en virtud de su esencia, es el absolutamente ilimitado interrogativo sobre Dios" (Sacramentum mundi, vol. IV, op.cit., col. 493-494).
----------En primer lugar, es equivocado, como ya lo he hecho notar, el restringir la edad o época moderna al antropocentrismo renacentista y bruniano, del cual ha nacido el idealismo cartesiano que conduce al panteísmo alemán del siglo XIX hasta nuestros días (el "punto de vista del sujeto que piensa y que quiere, como primer modelo de la interrogación sobre el ser en general").
----------En segundo lugar, en el pensamiento griego de la edad antigua no existe sólo el cosmo-centrismo. A éste se lo podrá encontrar en los filósofos naturalistas y materialistas presocráticos. Pero todos los historiadores de la filosofía y de la teología y los estudiantes del secundario saben que con Platón y Aristóteles el espíritu humano se eleva a la consideración del mundo del espíritu (las ideas platónicas y la forma intelectual de Aristóteles) y por tanto de la persona, para llegar a alcanzar, aunque sea entre incertezas y ambigüedades, la afirmación de la suprema Verdad, del supremo Bien, del Fin último y de la suprema Belleza (Platón), así como de la Causa primera, Motor inmóvil y Pensamiento subsistente (Aristóteles).
----------En particular ha sido Aristóteles, retomado, esclarecido y desarrollado en el siglo XIII por santo Tomás de Aquino, quien ha demostrado que el pensamiento, para llegar a la verdad, no debe y no puede pensar partiendo de la auto-consciencia ("el punto de vista del sujeto"), sino partiendo de la experiencia sensible de las cosas externas (el "punto de vista de la cosa"), mientras que sólo subsecuentemente, reflexionando sobre el contenido del conocimiento, puede ejercitar el acto de la auto-consciencia.
----------Solamente Dios es Sujeto absoluto y absoluta Autoconsciencia ("Pensamiento del Pensamiento"). Por tanto, según la enseñanza de Aristóteles, la "interrogación sobre el ser" no inicia con la consciencia del propio ser (el cogito cartesiano), sino con la percepción del ser de las cosas externas y sensibles; y sólo subsecuentemente, reflexionando sobre la consciencia de las cosas, el yo descubre el propio ser.
----------Ahora bien, una cristología originada desde la sana razón y desde la fe no puede basarse en un concepto subjetivista del conocimiento como es el cartesiano y postcartesiano, porque, como la historia del pensamiento demuestra, eso ha llevado a concepciones de la naturaleza humana y de la persona humana falsas e incompatibles con el dogma cristológico, sobre todo el formulado por el Concilio de Calcedonia.
----------La cristología idealista propuesta por Rahner, por otra parte, no es una transposición sino una falsificación de la cristología calcedonense. No se puede traducir una cristología realista como la de la fe, fijada para siempre por Calcedonia, en una cristología idealista, porque realismo e idealismo se oponen entre sí como lo verdadero a lo falso, sin por ello negar elementos de verdad, y también importantes, en la concepción idealista y sin negar la existencia de formas de realismo grosero e inadecuado.
----------La idea de la "transposición" de un concepto a otro concepto, aunque sea con él incompatible, es consecuencia de la gnoseología rahneriana que hemos ya examinado, que no tiene en cuenta el principio de no-contradicción. Rahner tiende a quitar al concepto la capacidad de captar y expresar una verdad objetiva, absoluta y universal, y reducirlo a un simple dato lingüístico. Por eso, como no vamos a decir que la lengua española es verdadera y la lengua francesa es falsa, sino simplemente que cada pueblo tiene su lengua, así, para Rahner, el idealismo alemán debería ser la "lengua" de nuestro tiempo y por tanto de la cristología moderna, así como la "lengua" calcedonense lo ha sido en el pasado, en un clima de "cosmocentrismo griego", hasta la época del Concilio Vaticano II. Pero a partir de esa fecha hay que cambiar el lenguaje.
----------Así, para Rahner, tiene poca importancia, en el fondo, que el concepto realista-sustancialista de persona sea incompatible con el idealista-relacionista. Lo importante es que venga transmitido el mismo contenido (trascendental). Rahner razona aquí de modo similar a la circunstancia en la cual no nos preocupamos si el término de una lengua es completamente diferente de aquel correspondiente a otra.
----------Desde esta óptica se puede captar cómo para Rahner la dogmática cristológica eclesial, en particular el dogma de Calcedonia, no sean vinculantes: "Lo singular de la relación entre Dios y Jesús puede expresarse como se quiera. La clásica cristología eclesiástica es una manera de expresarla, quizá la más clara y la más fácilmente asequible para la Iglesia en general, y es también verdadera en lo que quiere decir y dice. Pero tal cristología no ha de considerarse apriori como la única posible" (Curso Fundamental, op.cit., p.329).
----------Es suficiente -parece decir Rahner- que se salve la experiencia trascendental del misterio de Cristo; por cuanto respecta a su expresión conceptual, podemos usar los conceptos que queramos. Sería como si un fisiólogo dijera: lo importante es tener la experiencia trascendental del aparato digestivo; en el expresar conceptualmente la naturaleza de tal aparato, podemos usar los conceptos que queramos: podemos decir que el tubo intestinal es de tres metros de largo, cuatro metros, quince metros, treinta metros, como prefiramos. Podemos usar la fisiología de Hipócrates, como la del medioevo o la del siglo XX.
----------La experiencia trascendental es un cómodo expediente, un passe-par-tout, un pasaporte para una libertad teológica mal comprendida, para dejar decir a cada uno lo que quiera quitando al Magisterio de la Iglesia cualquier derecho-deber de determinar de manera única los contenidos de la fe excluyendo los errores opuestos. Quien se mueve en esta línea puede siempre justificarse planteando la posesión de la incontrolable experiencia trascendental, permanentemente sostenida por la gracia del Espíritu Santo.
----------Precisamente aquí, en efecto, está el punto central del problema que estamos examinando, y el punto es que para Rahner el contenido inteligible común no es el concepto, sino la experiencia trascendental. Sólo que esto es necesario darlo por descontado sin ninguna verificación ni demostración. Hay que creer a Rahner de palabra (pero luego, si el concepto no expresa adecuadamente la experiencia trascendental, ¿cómo podemos estar ciertos de que Rahner nos hable con exactitud? ¿Cómo podemos saber que nuestra experiencia es idéntica a la suya?). En cambio, es posible demostrar que la experiencia trascendental rahneriana, tal como él la describe -si las palabras tienen algún sentido- no existe.
----------En cualquier caso, si nos atenemos a lo que Rahner expresa, es necesario cuanto menos, sobre este punto delicadísimo, darle carta blanca a él, confiando ciegamente en su palabra, como si fuera una revelación divina, sin pedirle explicaciones, porque él no las da y nos asegura que esa experiencia la hacemos todos. Pero si no se entiende de qué se trata, no puede ser explicada ni puesta en común entre nosotros con los conceptos y con el lenguaje, ¿cómo hacemos para saberlo, cómo podemos verificarlo?
----------Y, por otra parte, si la experiencia trascendental puede contenerlo todo y también lo contrario de todo, ¿qué garantía puede darnos de asegurar una verdadera comunicación humana en la verdad? Porque hay que recordar que no contamos más que con los conceptos para hacer esta verificación y para comunicarnos entre nosotros. Pero si un concepto y su contradictorio pueden ser simultáneamente verdaderos y sujetos a interpretaciones opuestas igualmente legítimas, ¿dónde va a terminar la comprensión, el compartir la misma verdad, la demostración científica, la certeza, la comunicación, el diálogo, el entendernos, el acuerdo y la concordia entre las mentes y entre las personas en la verdad?
----------La única solución para los rahnerianos es la de comunicarse entre ellos dándose cuenta de sus mismos errores (aparte de las indudables verdades presentes en el rahnerismo), pero de tal modo ellos se refutan por sí solos, ya que con el concepto sostienen que la verdad no existe en el concepto, y están constreñidos a usar el concepto y a creer en la verdad del concepto para sostener su misma tesis. Es como alguien que, en lugar de golpear a un adversario exterior, se golpea a sí mismo.
----------La renovación de la cristología, que es requerida por el Concilio Vaticano II, no pide una relativización de los conceptos presentes en el dogma calcedonense; para un católico sería absurdo el sólo pensarlo, porque sería como si un Concilio Ecuménico invitara a abandonar una doctrina de la fe, y una doctrina tan fundamental, como reconoce el mismo Rahner, cual es la cristología.
----------El Concilio nos pide presentar el mismo e inmutable dogma en una forma y con un lenguaje adecuado a los hombres de nuestro tiempo, no sustituir la concepción realista del conocimiento y del hombre con una concepción idealista, por más que hoy ella pueda ser agradable para muchos. Pero cambiar el lenguaje o la forma expresiva no quiere decir cambiar los conceptos.
----------El Concilio pide, ciertamente, hacer progresar el conocimiento del misterio de Cristo; pero progresar no quiere decir renegar de las conquistas logradas, sino construir sobre ellas. No se trata de poner un nuevo fundamento, porque él ya existe y es Calcedonia; se trata de construir sobre éste y de hacer llegar a la luz y a la consciencia, con una búsqueda seria y perseverante, las infinitas implicaciones que están contenidas implícitamente y virtualmente en las venerables palabras del Concilio de Calcedonia, tal como ha sido explicitado por los Concilios y por el Magisterio subsiguientes de la Iglesia hasta llegar a nuestros días.
----------Por este motivo, el actual Catecismo de la Iglesia Católica reafirma exactísimamente la doctrina cristológica tradicional, mostrando por una parte cómo el Concilio no entiende en absoluto aprobar o promover el plan de Rahner, y de hecho condena, aunque sin nombrarlo, sus errores, los cuales, por lo demás, no son tampoco originales, sino que reasumen antiguas herejías, sobre todo precalcedonenses (al respecto, el acuerdo ecuménico con las Iglesias precalcedonenses, por el cual hoy se labora, está bien, pero los católicos no deben entenderlo en el sentido de relativizar o hacer facultativo lo que la Iglesia ha enseñado después; de hecho debe invitar, con toda delicadeza y caridad, a estas Iglesias hermanas a actualizarse).
----------Así, el actual Catecismo de la Iglesia Católica niega que nuestro Señor Jesucristo sea "el resultado de una confusa mezcla de lo divino y de lo humano" (nn. 464, 467), reafirmando por tanto la distinción de las dos naturalezas; reafirma el concepto metafísico de substancia referido a la naturaleza o esencia divina, citando la consubstancialidad del Hijo con el Padre (n.465).
----------Además, el Catecismo rechaza el concepto rahneriano de persona confundida con la naturaleza. Al respecto, téngase presente que Rahner reduce existencialmente en el hombre la esencia a la subsistencia o existencia; de tal modo que la naturaleza o esencia viene relativizada o volatilizada, con la consecuencia que, teniendo evidentemente Cristo como persona una única subsistencia, desaparece o se confunde la distinción entre las dos esencias o naturalezas.
----------Téngase en cuenta además, que el concepto rahneriano de persona confundida con la naturaleza, lleva a la consecuencia de que la naturaleza humana de Cristo deviene una persona humana con propia subsistencia (esto es rechazado por el Catecismo en los nn. 466, 468, y por eso Rahner se equivoca cuando atribuye a Cristo una "subjetividad", o sea una personalidad, finita. Cfr. Curso Fundamental, op.cit., p.235), por lo cual en Cristo viene a haber dos personas, o bien, si la persona es la naturaleza, viene a existir una sola naturaleza. En fin, el Catecismo recuerda el dogma de la inmutabilidad divina: Dios no deviene, no muta, no cambia en el "hacerse carne", sino que asume, en la unidad de la única Persona divina, lo que no era (la naturaleza humana) y manteniendo lo que era. Mucho menos, por tanto, puede sufrir o morir (nn.467, 469).
----------Por cuanto respecta a la cuestión del "sufrimiento" de Dios, remito al lector interesado a los diversos artículos que sobre ese tema ya he publicado en este mismo blog, artículos donde critico no sólo las posiciones de Rahner, sino también las de otros teólogos, citando las numerosísimas intervenciones de la Iglesia a lo largo de los siglos contra la idea de que Dios "sufra" y explicando lo que es la impasibilidad divina, siempre sostenida por el Magisterio de la Iglesia, contra los teopasquistas y los patripasianos.
----------Por lo tanto, para hacer progresar a la cristología, es necesario seguir un camino diferente del propuesto por Rahner, que con el argumento engañoso de la referencia a la modernidad, en realidad hace retroceder la cristología no digo solamente a la época del modernismo, sino incluso a las antiguas herejías pre-calcedonenses, como si la milenaria historia del dogma cristológico a Rahner no le hubiera enseñado nada y para él el oráculo definitivo fueran las profanaciones gnósticas del protestantismo liberal y hegeliano.
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