martes, 24 de diciembre de 2024

El misterio de la divinidad de Cristo (3/3)

Karl Rahner tiene razón, ciertamente, al decir que la Iglesia debe expresar el contenido del misterio de nuestro Señor Jesucristo en términos y conceptos comprensibles para los hombres de nuestro tiempo. Pero se equivoca al creer que los términos y conceptos usados en el dogma cristológico del Concilio de Calcedonia han caído en desuso, por lo cual hoy deberían ser reemplazados por los de las filosofías contemporáneas. Un examen atento del dogma calcedonense, a la luz de la alta sabiduría del pensamiento de santo Tomás de Aquino, Doctor Universal de la Iglesia, y del Magisterio reciente de la Iglesia, nos hace conscientes y convencidos de que los conceptos y los términos allí utilizados por su perenne y universal valor dogmático, valen también hoy para iluminar al hombre moderno, incluso en el horizonte de las filosofías contemporáneas, sobre el misterio de Cristo y encontrar en él consuelo y consolación en vista de la beatitud eterna. [En la imagen: una fotografía de la imagen del Espíritu Santo representado como paloma, en la vidriera de alabastro, obra de Gian Lorenzo Bernini, ca. 1660, en la Cátedra de San Pedro, en la Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano].

Cómo concebía Hegel la divinidad de Cristo
   
----------Hegel afronta el misterio trinitario y de la encarnación y pretende darles una explicación racional, lógica y dialéctica. Lo que según la fe Dios Padre ha hecho libremente encarnando a su Hijo, Hegel lo ve como un proceso lógico necesario que constituye la misma esencia de Dios.
----------Para explicar la Encarnación, parte de la afirmación de san Juan Apóstol: "el Verbo se hizo carne". En alemán encarnación se dice Menschwerdung = devenir hombre. Hegel notaba que nuestro intelecto, para poder entender la realidad, tiene necesidad de distinguir y determinar, establecer la identidad de cada cosa: esto no es aquello; esto es diferente de aquello.
----------Hegel dice que el intelecto, al distinguir, abstrayendo, separa, por lo cual para reunir es necesario encontrar luego lo concreto, y esto según él es la tarea de la razón. Por eso, la unidad, totalidad y absolutez de lo real no son captadas por el intelecto, sino por la razón, porque se trata de la unidad sintética dialéctica, el silogismo, que es obra de la razón.
----------Así, según Hegel, el intelecto forma conceptos que son fijos e inmutables, inadecuados para comprender el devenir, el fluir del ser, el progreso y la historia. La esencia de las cosas aparece al intelecto fija, es esa y no otra. El intelecto, en efecto -dice Hegel-, para comprender la realidad, tiene necesidad de encontrar en ella algo fijo, idéntico e inmutable. El intelecto detiene el movimiento de la realidad. Donde hay un continuo, el intelecto divide en dos representaciones, en dos conceptos. Esto inmutable deberían ser las esencias de las cosas. ¿Pero es propiamente verdad que las esencias no cambian?
----------El intelecto, por ejemplo, nos da, sí, el concepto de la naturaleza humana y de la naturaleza divina entre ellas distintas de modo tal que la una no es la otra. Sin embargo, ¿cómo hace san Juan para decir que el Verbo deviene carne, si no es porque una naturaleza puede cambiarse en otra?
----------Sin embargo, Hegel, como estaba demasiado preocupado por el problema del devenir, cayó en un gravísimo error que quita sentido al valor mismo de su pensamiento: no se dio cuenta de que el intelecto se comporta de la manera mencionada por una exigencia totalmente legítima. Precisamente porque requiere univocidad, precisión y distinción, porque huye de la ambigüedad, de la doblez y de la confusión, en las que malinterpreta o no ve nada o cae en el equívoco o confunde una cosa con otra. Es cierto que existe la analogía, la semejanza de significados. Pero también aquí, si estos significados no pudieran ser conducidos de alguna manera a una unidad, el intelecto permanecería en la oscuridad.
----------No hay que confundir una cosa con la otra, con el pretexto del devenir o del progreso, no hay que identificar entre ellas dos cosas que son distintas, sino prestar mucha atención para distinguir bien, pero sin separar y contraponer sino con la intención de unir lo que en realidad está unido.
----------Cuando hemos comprendido la esencia de una cosa, abstrayendo lo universal de lo particular concreto, comprendemos que esta esencia que tenemos en mente no puede cambiar, no puede devenir otra esencia o convertirse en otra, porque nosotros concebimos la esencia específica abstrayendo de las condiciones espacio-temporales de las cuales la esencia está revestida como esencia individual.
----------Hegel, sin embargo, estaba muy interesado en el problema de la esencia de la vida y, en particular, de la actividad del espíritu humano, realidad en la cual notaba el devenir, el cambio, el movimiento, lo contrastante, lo conflictivo. Sentía fuertemente, sin embargo, la exigencia de lo simple, de lo uno, de lo universal, de lo eterno y de lo absoluto. ¿Cómo poner de acuerdo estos valores? Tenía bien claro que la realidad, sobre todo la humana, tiene una historia. Las cosas cambian con el tiempo. ¿Cómo hago yo con mis conceptos fijos para pensar lo que cambia? A él le parecía que lo que cambia sea y no sea simultáneamente.
----------Para Hegel existe un único ente, un único sujeto, que es el ser-devenir, la historia, el yo, el concepto o la Idea: ampliado al infinito es Dios; encerrado en lo finito está el hombre. La materia que deviene espíritu es Dios. El espíritu que deviene materia es el hombre. Lo singular que deviene universal es Dios; lo universal que se individualiza en lo concreto es el hombre; la parte que deviene todo es Dios; el todo que deviene parte es el hombre. La negación de lo finito es Dios, la negación de lo infinito es el hombre. Algo similar lo encontramos también en Rahner y Teilhard de Chardin, el primero con enfoque espiritual, el segundo con enfoque materialista.
----------Como ya ocurría en Fichte, en Hegel hombre y Dios no son dos sustancias o personas distintas, la una humana y la otra divina, una creada y la otra increada, que se comunican, dialogan e interactúan, sino que es siempre el mismo yo, que negándose a sí mismo pone a Dios como no-yo; y es el Yo como Dios que negándose a sí mismo, pone al no-yo como hombre. El ser no es uno o monádico, sino polar y antinómico o bien dialéctico: ser y no-ser, uno y dos, finito e infinito, verdadero y falso, vida y muerte, alegría y dolor, bien y mal, sí y no.
----------Hegel no entiende lo que es el otro, lo diferente. Por el hecho de que yo no soy tú, tú me niegas, me conviertes en enemigo. Me excluyes. A menos que te identifiques conmigo y con mis ideas y hagas lo que yo quiera. Si en cambio tú quieres permanecer distinto a mí, ni yo quiero identificarme contigo, me quedan dos posibilidades: o excluirme, suicidarme o hacerme matar por ti para ser tú.
----------O bien, si yo quiero ser yo, si me preocupo por mi identidad, estoy obligado a negarte, es decir, a eliminarte. Hegel no entiende que si bien es cierto que yo no soy tú y tú no eres yo, no por ello nos excluimos mutuamente. En efecto, tu no ser yo no es un negarme, sino simplemente ser otro distinto de mí. Por eso hay espacio para ambos, es posible un acuerdo, una unión.
----------Pero aquí está lo trágico: al pensamiento de Hegel le falta el concepto de la unión, y por lo tanto le falta el concepto del amor, el concepto de la amistad y el concepto de la convivencia pacífica. Para Hegel las dos naturalezas de Cristo no están unidas, sino que son una unidad, una sola cosa. Se confunden. El hombre es Dios y Dios es el hombre. ¡He aquí el hombre que se hace Dios!
----------Por estos motivos la síntesis hegeliana es una falsa síntesis. Y así también su reconciliación es una falsa reconciliación. Ellas no quitan el conflicto, la oposición del ser al no-ser, sino que los dejan intactos, porque para él son esenciales a la realidad. Simplemente los cubren, así como el Dios luterano no quita el pecado, sino que lo cubre. La verdadera síntesis, es decir la unión, salva entrambas naturalezas en su identidad y diversidad, como dice el dogma calcedonense, las une en la unidad de la persona de Cristo.
----------De esta manera nosotros vemos en lo que se convierten la vida social y la convivencia humana con estos presupuestos. La guerra se convierte en cosa normal para poder vivir. Y de hecho, Hegel, seguido después por Marx, justifica la guerra como la palanca del progreso humano.
----------Al respecto, debemos tener presente que Hegel se equivoca en el uso de la negación. La negación sirve para incluir y sirve para excluir. Una cosa, en efecto, es decir esto no es aquello, y otra cosa distinta es decir que el bien no es el mal. En el primer caso yo incluyo al otro, pongo lo diverso o diferente y los uno en lo interno de la afirmación. Este es el principio del et-et.
----------En el segundo caso yo excluyo al otro para evitar la contradicción, porque aquí no puedo decir que esto es así y no es así. No puedo decir que el bien no es el bien. De hecho, el mal se opone al bien. Esto se podría llamar el principio del aut-aut.
----------Para entender algo, tengo que identificarlo, distinguirlo y unirlo. Si no puedo realizar estas operaciones, no lo entiendo, porque encuentro la confusión y la contradicción. No hay que confundir los dos mencionados modos de negar. Ellos sirven para identificar, para distinguir y para unir. La unión no quita la diferencia. La negación genera la diferencia y excluye la contradicción.
----------Hegel, con su conjugar afirmación y negación, con su decir esto es así y no es así, impide al intelecto el identificar la cosa, es decir, le impide entender y, por lo tanto, lo bloquea en su función y le impide alcanzar su objetivo, que es el conocimiento de la realidad. En vano Hegel invoca la función de la razón, que está solo al servicio del intelecto, para hacerle avanzar y progresar, pero no tiene en absoluto la función conclusiva y visualizadora, que es propia y exclusiva del intelecto.
----------Y si yo no veo, entonces no identifico el objeto, no entiendo y no conozco. Y ello porque es imposible identificar un objeto que simultáneamente es así y no es así. Yo conozco solo si entiendo que esa cosa es así y no es otra cosa distinta. Podríamos decir que un objeto sin documento de identidad es rechazado por el intelecto, así como una persona sin documento de identidad es rechazada en la frontera.
----------Por eso, el Concilio de Calcedonia recomienda no hacer confusión entre las dos naturalezas de Cristo: la naturaleza divina es simple, increada, inmutable, infinita, inmortal, eterna, inocente; mientras que la naturaleza humana es compuesta, creada, cambiante, finita, mortal, temporal.
----------Al mismo tiempo, el Concilio enseña que Cristo es uno y el mismo; tiene su identidad bien precisa: es esa persona y no otra, inconfundible, reconocible y distinguible de todas las demás. Una persona significa un solo ente,un solo subsistente, un solo sujeto. Dos naturalezas, en cambio, equivalen a dos sustancias. Hay que distinguir la subsistencia de la sustancia. Jesús como persona goza de una única subsistencia, pero posee dos sustancias o naturalezas, la humana y la divina.
----------Una pregunta que se planteó el cardenal Pietro Parente fue: ¿Cristo tiene un solo yo o su yo es doble, humano y divino? La respuesta la dio en su importante libro L'Io di Cristo (Edizione dell’Istituto Padano di Arti Grafiche, Rovigo 1981): Jesús, como tiene dos naturalezas, dos intelectos y dos voluntades, así tiene dos yo, dos autoconciencias: una humana y la otra divina.
----------El cardenal Parente observa que en su vida terrena, Jesús a veces mira a su yo humano, por lo cual entra en relación con el Padre dirigiéndose a Él como hacemos nosotros, con el tú. Algunas veces, en cambio, dirige su conciencia hacia su ser divino, como cuando por ejemplo dice Yo Soy o Yo soy el camino, la verdad y la vida.
----------La confusión entre el yo humano y el divino es evidente en el Yo de Fichte, a propósito del cual no se entiende de cuál yo hable, por lo cual Fichte favorece el equívoco, de modo que parece que el yo humano se eleve a la par del Yo divino. De este equívoco nace la impostura idealista del llamado "Yo trascendental".
----------Es claro que los idealistas, que resuelven la persona humana en la autoconciencia, confundiéndola con la naturaleza humana, teniendo que afrontar la cuestión de la identidad de Cristo, no logran comprender cómo Cristo puede ser una sola persona, si tiene dos autoconciencias; o bien aplican a Cristo su antropología que implica el hecho de que mi yo humano, el yo "empírico" o "psicológico", como lo llaman, es solo el aparecer fenoménico y temporal de mi Yo absoluto, radical y originario, que es Dios mismo.
----------De este modo para el idealista no hay ningún problema en que Jesús sea Dios, porque según él, al fin de cuentas, todo hombre es sustancialmente y virtualmente Dios, solo que no siempre tiene conciencia de ello. No todos lo saben. Y entonces viene larea nobilísima que el idealista asume, semejante a la del yoghi brahmánico, que es la de abrir los ojos y suscitar agudeza crítica a los ingenuos desprevenidos, que serían los realistas y los tomistas, incluido el magisterio de la Iglesia.
----------No todos saben acerca de éste su potencial divino. Cristo, para el cristólogo idealista (por ejemplo, Xavier Tilliette, El Cristo de la filosofía, Desclee de Brower 1994, y La cristologia idealista, Editrice Queriniana, Brescia 1993), es aquel hombre que ha sabido tomar plena conciencia de esta infinita e insospechada dignidad divina del hombre, desarrollando de modo pleno las potencialidades ocultas en el yo profundo del hombre.
----------Cristo habría hecho entender a la humanidad que yo, incluso cuando me dirijo a Dios, no es que en realidad yo hable con una persona trascendente, distinta de mí y por encima de mí, sino que soy siempre yo quien hablo con mi yo superior (el super-yo, diría Freud) tratándolo como si fuera un tú. Pero siempre soy yo, tanto en el nivel humano como en el divino.
----------Para el idealista no están en juego dos personas diferentes, dos sujetos personales, yo y Dios, sino que se trata solo de dos niveles, uno bajo ("terreno") y otro alto ("celeste") del mismo único Sujeto absoluto "Yo trascendental" o "Subjetividad", que no es más que el hombre-Dios. De este modo, a ellos les parece haber comprendido la unidad de la persona de Cristo, por lo cual el ser o devenir hombre (la "Encarnación") deviene una propiedad esencial de Dios; deviene inconcebible un Dios que no sea hombre, así como, a la inversa, un hombre deviene inconcebible, que al menos no pueda alcanzar su vértice divino.
----------Otra pregunta que podríamos hacernos es la siguiente: ¿Jesús es un único individuo? Para responder es necesario ver qué es lo que entendemos por "individuo": si por individuo queremos decir una naturaleza individual, el individuo de una especie, entonces podemos decir que en Jesús hay dos individuos: una naturaleza humana individual y la naturaleza divina, que tiene de por sí un carácter individual no porque sea el individuo de la especie "Dios" (Dios es ya especie por sí mismo, Él coincide con su esencia), sino porque, como enseña el Concilio Vaticano I, Dios es "una singularis substantia spiritualis".
----------Si en cambio por individuo queremos decir un ente individual subsistente, un sujeto concreto existente, una persona, un personaje histórico, que ha existido o existente, entonces ciertamente en este sentido Jesús es un individuo como todo individual ente real actualmente existente, aunque ahora está en el cielo y no en la tierra.
----------Otra cuestión que podríamos plantear es: ¿cuál es la esencia de Jesús? Aquí debemos recordar que un individual ente, un esto aquí, un ente individual, una persona, un sujeto histórico concreto como es Jesús, no puede ser propiamente definido por nosotros en su esencia, por género y diferencia, considerando la esencia de la naturaleza humana, porque nuestros conceptos son universales abstractos, que siempre van más allá de lo individual y no logran encerrarlo en sí mismo, en su originalidad irrepetible, en su eseidad, como quisiera el Beato Duns Scoto; por lo cual el concepto no logra distinguir, definiéndolo, un individuo deotro, sino que es necesaria la intuición y la experiencia y recurrir a la imagen o a la descripción o narración o, si es posible, indicarlo con el dedo. ¿Quién es Jesús? ¡Ven y mira! Jesús se conoce por experiencia.
----------Como para cualquier otro personaje de la historia, podemos informarnos sobre el personaje o el individuo Jesús siguiendo la narración histórica que nos proporcionan los Evangelios, pero teniendo presente que Jesús es un individuo especialísimo, único en toda la humanidad, un hombre que no es solo hombre sino también Dios, sin que esto suponga en nosotros la presunción de creer en un hombre que se ha hecho Dios o que ha sido mitificado o magnificado por sus seguidores y discípulos con el fin de hacer propaganda y para hacerlo aceptable por los crédulos y por los ingenuos.
   
La cristología de Rahner
   
----------Para Karl Rahner todo hombre es, según su conocida expresión, un "cristiano anónimo", vale decir, está sostenido por la gracia perdonante de Dios, está esencialmente, necesariamente y libremente orientado hacia Dios, sin que el pecado frustre la consecución del vértice último o horizonte infinito de la autotrascendencia humana, que es Dios mismo como Misterio inefable y "sin nombre".
----------En base a estos presupueestos, todo hombre experimenta al menos inconscientemente de modo trascendental y atemático, preconceptual, el misterio de Cristo salvador, antes de un eventual aprendizaje consciente y conceptual del misterio de Cristo en la interpretación dogmática de la Iglesia. En el primer caso, según Rahner, está en acto lo que él llama "cristología trascendental", ya salvífica, porque Dios quiere salvar a todos y da la gracia a todos, mientras que todos corresponden, porque precisamente para salvarse se necesita la respuesta positiva que Dios mismo suscita.
----------Por otra parte, según Rahner, la razón humana forma conceptos para expresar la experiencia atemática de Cristo. La producción de los conceptos, sin embargo, según Rahner, evoluciona en el curso de la historia, de tal manera que los conceptos modernos vienen a sustituir a los antiguos, aunque siempre capaces, los unos y los otros, de expresar el misterio de Cristo, de por sí no conceptualizable, sino solo experimentable en la fe, que es don que Dios concede a todos, incluso a los que se creen ateos. De otra manera no podrían salvarse, dado que la fe es necesaria para la salvación y todos se salvan.
----------Rahner nota que los conceptos sirven para la comunicación humana. Por eso -advierte Rahner- para hacerse entender por los hombres de hoy es necesario que la Iglesia utilice los conceptos de la filosofía moderna, nacida de Descartes y desarrollada a través de Kant y Hegel hasta Heidegger. Ahora bien, observa Rahner, los conceptos usados en Calcedonia para formular el dogma cristológico no son los de la filosofía moderna, sino de la tardía grecidad.
----------Rahner se refiere en particular a los conceptos de ser, de naturaleza, de persona, de conciencia, de Dios, de hombre. Por eso, según Rahner, hoy conviene a la Iglesia, si quiere hablar a los hombres de nuestro tiempo, sustituir los conceptos usados por Aristóteles y santo Tomás con los de Hegel, Heidegger y Bultmann.
----------Rahner tiene razón, ciertamente, al decir que la Iglesia debe expresar el contenido del misterio de nuestro Señor Jesucristo en términos y conceptos comprensibles para los hombres de nuestro tiempo. Pero se equivoca al creer que los términos y conceptos usados en Calcedonia han caído en desuso, por lo cual hoy deberían ser reemplazados por los de las filosofías contemporáneas. Un examen atento del dogma calcedonense, a la luz de la alta sabiduría del pensamiento de santo Tomás de Aquino, Doctor Universal de la Iglesia, y del Magisterio reciente de la Iglesia, nos hace conscientes y convencidos de que los conceptos y los términos allí utilizados por su perenne y universal valor dogmático, valen también hoy para iluminar al hombre moderno, incluso en el horizonte de las filosofías contemporáneas, sobre el misterio de Cristo y encontrar en él consuelo y consolación en vista de la beatitud eterna.

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