sábado, 29 de junio de 2024

Sexualidad cristiana: entre Freud y Orígenes (5/5)

La ética y la pastoral preconciliar, tan concentradas como estaban de manera exorbitante en torno al pecado sexual en detrimento de otros pecados más graves, han sido superadas por la pastoral del Concilio Vaticano II, que ha repristinado el antiguo equilibrio ya bien conocido por los moralistas y los pastores más sabios. No es la castidad sino la caridad la meta última y la suma virtud del cristiano. [En la imagen: fragmento de "Cantar de los Cantares 8,6: Grábame como un sello sobre tu corazón", témpera de Daniella Fabbri].

Indicaciones pastorales
   
----------La impresión que da a muchos jóvenes la ética sexual predicada por la Iglesia es que quiere prohibirles lo que más les atrae: el placer sexual que viene del amor por una muchacha que los ama. Ellos tienen la impresión de que esta prohibición refleja una especie de crueldad y por eso son llevados a rebelarse, y así ¿qué es lo que sucede? Que, así como la Iglesia es esa misma institución que les manda ir a Misa en nombre de un Dios que prohíbe tal cosa, dejan de ir a Misa y de creer en Dios. ¿Qué hacer entonces? Es necesario acogerlos en sus justas exigencias y explicarles cuál es el modo de satisfacerlas.
----------Debemos explicarles sin medias palabras y sin atenuaciones que la exigencia que tienen de vivir, de amar sensiblemente y gozar sexualmente es del todo legítima y es creada por Dios para su felicidad. Ya estas palabras les dispone bien frente a Dios. El sentido de su vida se abre indudablemente a la posibilidad de la unión física, junto a otros valores superiores, que es necesario explicarles y dar testimonio de ellos en la atención y en la paciencia con las cuales los escuchamos, en el modo paterno de corregirlos, en la acogida que les reservamos, en la validez de nuestros razonamientos, en los gestos de caridad que les ofrecemos.
----------El fundamento primero de la ética sexual católica radica en el misterio de la Encarnación: o Logos sarx eghéneto, Verbum caro factum est, "el Verbo se hizo carne" (Jn 1,14). No dice que el Verbo se haya transformado en sexo masculino. Se supone la distinción entre espíritu y sexo, su unión en la masculinidad de Cristo y la unión hipostática de su sexo, mediante la humanidad, a la Persona del Verbo. Aquí vemos la altísima dignidad que el sexo asume en el misterio de la Encarnación.
----------Al respecto, es necesario volver a proponer a los jóvenes el ideal cristiano de la virginidad consagrada y el sentido de la superioridad de la vida religiosa sobre la vida conyugal, a lo cual me he referido antes (cf. Concilio Vaticano II, constitución Lumen Gentium, n.44 y decreto Perfectae caritatis, n.12), pero evitando fundamentarla en una visión platónica y dualista del hombre, y asumiendo en cambio a pleno la visión encarnacionista tomista, sobre la cual está basada la reforma de la vida religiosa querida por el Concilio Vaticano II y desarrollada por san Juan Pablo II, haciendo comprender claramente que la virginidad no es un ideal absoluto, sino relativo a la situación actual de la naturaleza humana herida, mientras que el ideal absoluto es el del amor entre hombre y mujer ("una sola carne"), que sin embargo no pide para todos el acto sexual, e ideal que podrá ser plenamente realizado solo en la resurrección.
----------Al mismo tiempo, es necesario mostrar la sublime belleza del voto de castidad o de la promesa de celibato sacerdotal, de modo que para los jóvenes y las jóvenes que están llamados a él por una mayor necesidad de libertad espiritual, como enseña el Aquinate (Summa Theologiae, II-II, q.153), este ideal suscite un atractivo irresistible, fuente de una paz y una alegría, así como de una paternidad y maternidad espirituales, que el mundo y ni siquiera el estado conyugal pueden comprender y alcanzar, prescindiendo de la diversa santidad de los individuales casados o religiosos.
----------La sublimación cristiana del sexo aparece también evidente en los dos sacramentos del Orden y del Matrimonio. Es necesario tener presente que estos dos sacramentos no implican al individuo, sino a la pareja. En el Orden la masculinidad es el sujeto del sacramento, mientras que la feminidad es la relación interpersonal del sacramento. Véase al respecto, la carta apostólica del papa Juan Pablo II sobre la ordenación sacerdotal reservada solamente a los varones, del 22 de mayo de 1994. Esta carta había sido precedida por la Declaración Inter insigniores de la Congregación para la Doctrina de la Fe del 15 de octubre de 1976.
----------En efecto, la feminidad es esencialmente relativa al sacramento y al término de la acción del sacramento. El sacerdote es relativo a la mujer y la mujer es relativa al sacerdote. Desde el punto de vista católico no existe sacerdocio sin feminidad, como tampoco existe feminidad sin sacerdocio, porque no existe varón sin mujer.
----------El término femenino activo y pasivo del sacramento (vale decir, aquello que la mujer da al sacerdote, y aquello que la mujer recibe del sacerdote) necesita ser aclarado en base a los modernos conocimientos de la psicología femenina y a un mejor conocimiento del dato revelado acerca de la dignidad de la mujer, por ejemplo, un mejor conocimiento de los personajes femeninos que están presentes en la Sagrada Escritura. Notables progresos han sido hechos recientemente en el campo de la mariología (a fin de mostrar estos progresos tengo en preparación un artículo acerca de María como modelo de la Iglesia y de la mujer).
----------Aún más evidente es que también el sacramento del matrimonio no es un sacramento monadico como los demás, sino dual; no es un sacramento personal, sino de relación; no actúa sobre uno solo sino sobre dos, mediante una relación o un intercambio recíproco.
----------Por otra parte, es necesario señalar también que el pecado espiritual es más grave que el pecado sexual (véase lo que afirma santo Tomás de Aquino, en la Summa Theologiae, II-II, q.73, a.5). Esta es una tesis clásica de la teología moral, confirmada recientemente por el papa Francisco. En efecto, el pecado espiritual, como por ejemplo la soberbia, el orgullo, la incredulidad, la herejía y la hipocresía, estando más claramente contra Dios, y teniendo el carácter de una mayor lucidez y voluntariedad, tiene más la razón de pecado, ya sea en cuanto a la materia más grave como en cuanto al aspecto formal del pecado.
----------En cambio, el pecado sexual, que entra en los pecados carnales, que afecta nuestro cuerpo y el de los otros, valor evidentemente inferior a Dios, tiene menos peso de culpa, es más excusable, y es más pecado de fragilidad que de malicia, porque es fácilmente cumplido no por verdadera deliberación, sino, sobre todo en los jóvenes, por el impulso de la pasión; por eso en ellos hay menos responsabilidad y menos culpa. Sin embargo, recordemos que el pecado sexual también puede ser mortal.
----------Es más fácil arrepentirse de los pecados sexuales que de los pecados espirituales, porque los primeros son menos queridos, mientras que es más difícil que se arrepienta el soberbio o el orgulloso, ya que es intrínseca a la soberbia la voluntad de no retirarse del acto cumplido. Así vemos cuánta comprensión y misericordia tiene nuestro Señor Jesucristo con las mujeres lujuriosas arrepentidas y, en cambio, cuánta severidad usa contra la soberbia y la incredulidad de fariseos y doctores de la ley, hasta llegar a la famosa advertencia: "los publicanos y las prostitutas precederán a vosotros en el reino de Dios" (Mt 21,31).
----------Por eso la ética y la pastoral preconciliar, tan concentradas de manera exorbitante en torno al pecado sexual en detrimento de otros pecados más graves, han sido superadas por la pastoral del Concilio Vaticano II, que ha repristinado el antiguo equilibrio ya bien conocido por los moralistas y los pastores más sabios. No la castidad sino la caridad es la meta última y la suma virtud del cristiano.
----------Es interesante cómo también en el freudismo el sexo está puesto en primer lugar, con la diferencia, de no poco relieve, que en el preconcilio estaba en el primer puesto en la luz de la virtud, mientras que en Freud está en el primer puesto como búsqueda del placer sexual. Es cierto que Freud distingue genitalidad, como uso de los órganos sexuales, de sexualidad, como configuración de la persona masculina y femenina. Pero el poner bajo la categoría de la sexualidad todo el horizonte del actuar moral, sirve poco para quitar la clara impresión de que Freud de todos modos pone el placer sexual por encima del espiritual.
   
El progreso hecho cumplir por san Juan Pablo II a la ética sexual
   
----------Es necesario que distingamos la concepción pre-wojtyliana de la concepción wojtyliana de la castidad consagrada. La primera está limitada por el horizonte del capítulo 1 del libro del Génesis, que traza la finalidad de la sexualidad terrena, basada en el matrimonio y en la familia. La aparición del pecado original con sus consecuencias deficientes agregará el valor de la abstinencia sexual como factor de espiritualidad. En este horizonte la castidad religiosa sirve de espiritualización del amor conyugal e incentivo a la fecundidad de ese amor. Sin embargo, lo que se destaca en este primer capítulo del Génesis no es la relación varón-mujer, sino la reproducción de la especie: "creced, multiplicaos y dominad la tierra".
----------El papa san Juan Pablo II, como es sabido, ha dado una poderosa contribución a la valoración y potenciación de la visión cristiana de la familia, pero la novedad histórica de su pensamiento sobre la sexualidad tiene su origen en haber centrado la atención en el capítulo 2 del libro del Génesis, cosa que hasta entonces nunca se había hecho en la ética sexual católica.
----------Estas enseñanzas deben estar vinculadas con la encíclica Mulieris dignitatem del 15 de octubre de 1988, en la cual el papa Wojtyla nos ilustra como nunca hasta entonces se había hecho en el Magisterio pontificio, la dignidad de la mujer y, por tanto, la reciprocidad varón-mujer a la luz de la divina Revelación. Por eso, tal enseñanza tiene carácter dogmático, y se podría desear que un día de mañana un Pontífice, como remedio a la presente desorientación en la materia y para poner fin a la actual expansión de la lujuria, definiera como verdad de fe lo que el Santo Pontífice enseña aquí.
----------Y es este capítulo el que presenta la prospectiva escatológica de la sexualidad, que trasciende la matrimonial, limitada a la presente vida mortal e indica su meta última. Este es el capítulo que pone en evidencia no la perspectiva procreativa, sino la unitiva, basada en la recíproca complementariedad, fuente de una fecundidad no física, sino espiritual. Aquí encontramos el modelo de la castidad religiosa, no limitada a la simple moderación del instinto sexual, sino enfocada como amor recíproco.
----------Así, los versículos a los que el Papa dirige la mayor atención son los siguientes:
----------1. "No es bueno que el hombre esté solo: quiero hacerle una ayuda semejante" (Gén 2,18). El Papa hace notar que aquí no está en juego el generar, sino el ser. Dios no dice que no es bueno que el hombre genere solo, sino que exista solo. Lo que quiere decir que el sexo se refiere más al ser que al generar. Puede faltar el generar, pero no puede ni debe faltar el ser, si el hombre no quiere fracasar al fin de la existencia.
----------Es muy útil ver el comentario hecho por Jacques Maritain a este versículo de la Escritura en Hagámosle una ayuda semejante a él, publicado originalmente en Approches sans entraves (Librairie Arthème Fayard, París 1973). Maritain sabía algo por experiencia, considerando su felicísima y extraordinaria unión con Raissa, "dimidium animae meae", como él la llamaba. Ha sido una pareja que no ha engendrado hijos del hombre, sino hijos de Dios. Mezquino y venenoso fue entonces el gran tomista dominico Santiago Ramírez, cuando dijo que Maritain mejor habría hecho en producere liberos quam libros.
----------2. "El hombre se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne" (Gén 2,24). Obsérvese bien que el término hebreo es isshá, mujer, no por lo tanto "esposa", que es baalá. No se trata por tanto del matrimonio, sino de la esencia de la naturaleza humana.
----------La unión recíproca no es facultativa, sino vocación propia del hombre como tal, por tanto de toda persona humana. El ser varón y mujer no se añade a la naturaleza humana, sino que es constitutivo esencial de ella. Es decir, no es que la naturaleza humana sea solo idéntica en el varón y en la mujer y el sexo sea una simple diferencia accidental, sino que se trata de una diferencia que podríamos llamar subespecifica (véase en este blog el artículo: ¿Qué diferencia hay entre el alma del hombre y la de la mujer?), similar a la diferencia que se añade al género, donde en este caso el género es la misma naturaleza humana.
----------Dios ha creado la misma naturaleza humana como dual, es decir, como intrínsecamente diferenciada en ser varón y mujer. Por lo demás, esto está implícito ya en la definición aristotélica del hombre como animal racional: cuando se dice animal, es obvio que se dice macho y hembra.
----------Aquello a lo que Aristóteles no logró llegar, todavía en este punto vinculado al espiritualismo platónico, es a la idea de que el mismo espíritu humano pueda ser o masculino o femenino. De aquí, en cambio, nace la nueva concepción de la castidad descubierta por el papa san Juan Pablo II. Se trata de una noción relacional de la castidad y no simplemente privada. Es decir, la nueva doctrina es que la castidad no es simple autocontrol personal, sino que es autocontrol con vistas a expresarse en la unión con el otro sexo, unión que puede ser física como en el matrimonio o solamente espiritual en los demás casos.
----------Como es sabido, el Génesis nos presenta dos relatos de la creación del hombre y de la mujer, bien distintos el uno del otro. Hasta la enseñanza de san Juan Pablo II la Iglesia siempre ha centrado la atención -y muy comprensiblemente- en el capítulo 1, donde Dios presenta el proyecto del matrimonio y de la reproducción de la especie. Por el contrario, el capítulo 2 tiene otra dirección. No habla en absoluto de matrimonio, sino de necesidad el uno de la otra para completar la propia existencia.
----------Por tanto, se insinúa la idea de una igualdad y al mismo tiempo de una reciprocidad entre varón y mujer en la común unión con Dios y en la producción no de una prole física, sino de una irradiación espiritual. Pero el discurso no se reduce exclusivamente a esto. Wojtyla ha mostrado también el enlace de este proyecto edénico con la prospectiva escatológica, prospectiva que está del todo ausente del capítulo 1 del Génesis, todo él concentrado en el proyecto de la reproducción de la especie.
----------El proyecto de unión varón-mujer del capítulo 2 del Génesis es un proyecto para el cual la unión varón-mujer es un imperativo ético universal en línea de máxima, haya o no haya matrimonio, haya o no haya unión física.  En el cielo el matrimonio es superado, pero esta unión debe brillar más que nunca. Es esta unión, y no el matrimonio, la meta última de Dios al crear al hombre y a la mujer. 
----------La primera es la concepción de la castidad en la presente vida mortal, que transcurre bajo las consecuencias del pecado original. La segunda tiene un horizonte más vasto y tiene en cuenta tanto el estado edénico como la prospectiva escatológica de la resurrección final. Por lo tanto, en este horizonte ampliado, la abstinencia sexual aparece en su verdadera importancia. Y nos parece menos importante de lo que nos parecía hasta ahora, sobre todo en la corriente de tendencia platónico-origenista.
----------En este punto surge la pregunta: ¿cuál es la relación entre los dos proyectos, protológico y escatológico? Wojtyla ha respondido también a esta pregunta: el proyecto escatológico es la finalidad última del proyecto edénico, que gracias a Cristo es recuperado en el estado presente para abrirse al proyecto escatológico, que es estado glorioso de los hijos de Dios resucitados (Lc 20,36).
----------Añadimos que el amor entre varón y mujer no tiene sentido si no viene de Dios, si no es querido por Dios, si no es regulado y purificado por Dios, si no es vivido en Dios y en comunión con Él y si no conduce a Él. En la vida sexual como en todos los casos de la vida, la abundancia se paga con la renuncia, la alegría se paga con el sufrimiento, la espontaneidad se obtiene con la disciplina, la facilidad se alcanza a precio del esfuerzo, el obedecer es el precio de la libertad, la paciencia es la condición para llegar a la victoria, la humildad es la condición para ser grandes, la abnegación de sí es la vía para encontrarse mejorados.
----------Dios nos restituye mejorado aquello que por su amor hemos dejado; dejar todo por Cristo quiere decir rencontrarlo centuplicado; la muerte en Cristo es el precio para encontrar la vida eterna. Esta es la santa astucia del cristiano. Esta es la experiencia verdadera del cristiano, sobre todo de nosotros, religiosos y sacerdotes.
----------Todo esto quiere decir entonces que se vuelve a proponer hoy de manera más seria y más compleja, pero con mejores elementos y medios de solución, el ancestral problema antropológico y moral, de la relación del espíritu con el cuerpo y por tanto con el sexo, un sexo que hoy como nunca ha dejado de ser un sexo masculino identificado sin más con el ser humano, que se erige como dominador del sexo femenino (el famoso mas occasionatus, el "macho ocasionado", de aristotélica memoria), sino que es simplemente un modo del ser humano diferente y en paridad con el otro modo del ser humano, el femenino.
----------Para advertir la importancia de la nueva visual aclarada por san Juan Pablo II, recuérdese que en el lenguaje de Aristóteles, el ocasionar es una forma débil de causalidad, por la cual el efecto es imperfecto. En la anterior visual, la naturaleza de por sí produce el efecto perfecto que sería el macho, pero, debido a ciertos impedimentos, da lugar, es decir ocasiona, un macho imperfecto, que sería la fémina.
----------La situación de conflictualidad entre alma y cuerpo, entre espíritu y carne, resultante del pecado original, mantiene siempre a los amantes del espíritu en la tentación de maldecir el cuerpo y el sexo; siempre difícil y conflictiva es la relación del varón con la mujer. Y siempre desde el principio los amantes del cuerpo y por lo tanto del sexo tienen en antipatía y en oscuridad el espíritu. Solo hoy, con la visual de Juan Pablo II, comenzamos a tener una luz más verdadera y alentadora sobre este tema fundamental de la vida humana.
   
Conclusión
   
----------Si nosotros los católicos queremos dar una contribución decisiva para ayudar a nuestra sociedad y a la Iglesia misma a salir del pantano en el cual nos encontramos envueltos y encontrar la conciliación entre dos partidos que parecen irremediablemente opuestos, uno rigorista y el otro laxista, uno dualista y el otro sensista, uno sexófobo y el otro sexista, es necesario que veamos claramente la distinción entre espíritu y sexo, la superioridad de aquel sobre éste y la necesidad de armonizarlos entre sí, para asegurar esa unidad sustancial y personal que Dios ha querido en cuanto creador del espíritu y del sexo.
----------A tal fin, parece urgente e impostergable la asunción de la prospectiva que providencialmente nos ha indicado el papa san Juan Pablo II, prospectiva que he venido indicando desde hace cuarenta años en mis publicaciones y que estoy resumiendo en este artículo: es necesario proponer un humanismo de resucitados y de pregustadores de la resurrección, que haga comprender y gustar, aunque en el modo indistinto del misterio de fe, la belleza y el atractivo de la unión del varón con la mujer.
----------A tal fin, por lo tanto, es necesario indudablemente el testimonio de parejas, ya se trate de esposos o de parejas amicales, abstinentes o no abstinentes, felices de su unión, felices de expresar físicamente -entiendo decir sensiblemente, no necesariamente sexualmente- o incluso solo espiritualmente, lo que sienten en el plano espiritual, dóciles al Espíritu Santo, imágenes de Cristo, hijos del Padre, vencedores de Satanás, voz de la Iglesia, calor de la familia, estrellas de la sociedad, servidores de la humanidad, heraldos de la fraternidad, ministros de misericordia, obradores de justicia y de paz, luz del mundo, sal de la tierra, testigos de amor, que irradien amor, que construyan el amor, diferentes en la reciprocidad, unidos en la libertad, sean ellas parejas de esposos, o parejas de jóvenes, de ancianos, de personas maduras, de religiosos, de monjes, de ermitaños, sea la mujer laica o religiosa unida al sacerdote, al obispo, al cardenal, al Papa.
----------Está claro que aquí es necesario evitar un grave equívoco que arruinaría completamente esta obra de progreso y de reforma que propongo, a saber, el hecho de que algunos astutos interpretaran el ideal de unión física no generativa que propongo como aval de la fornicación, es decir, como aval de la unión sexual extra-matrimonial cerrada artificialmente a la procreación.
----------Pero para aclarar las cosas e impedir este abominable truco, bastará con considerar el hecho de que cuando hablo de una unión no generativa quiero decir naturalmente y no artificialmente no generativa y no buscada por el puro placer sexual, como querrían esos astutos, sino como expresión de la mucho más importante comunión espiritual entre los dos y de los dos con Dios, porque la unión entendida por los astutos no es en absoluto escatología, sino que es lujuria pura y dura.
----------Así pues, lo que intento decir es que es más cierto que nunca que Dios hoy quiere actuar en la pareja, por medio de la pareja, con la pareja, en favor de la pareja. No importa qué pareja, si de esposos, si de religiosos, si de amigos, si de hermanos, si de colegas en el trabajo, en la educación, en la medicina, en la cultura, en el arte, en los grupos, en la vida pública, en la Iglesia.
----------Ciertamente no puede ser una obligación para todos y existen infinitos grados y modos de ser pareja. Plena libertad para todos, pero también capacidad de captar y aprovechar la oportunidad que se ofrece, con pureza de intención, dejando fuera todo egoísmo, sensualidad o mundanidad, que lo arruinaría todo.
----------Meditemos sobre el capítulo 2 del libro del Génesis: no es bueno que el varón esté solo. Dios le ha creado una criatura semejante a él, con la cual vivir, actuar, pensar, querer, amar, sentir, soñar, gozar, sufrir, a fin de que sean una sola carne en la comunión con Él para la salvación del mundo. El uno con la otra, el uno para la otra, el uno y la otra. No divida el hombre lo que Dios ha unido.

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