lunes, 24 de junio de 2024

El caminar de la Iglesia a sesenta años del Vaticano II

Guiada por el Espíritu Santo, la Iglesia marcha hacia adelante, no hacia atrás, puesta su esperanza en el encuentro definitivo con Nuestro Señor. Es el Espíritu del Señor el que hace que la Iglesia progrese en el conocimiento y en la caridad, hacia la Verdad completa y el Amor perfecto, sin conformarse a lo que es falso en el progreso del mundo, como quisieran los modernistas, y sin timoratas y nostálgicas vueltas al pasado, como quisieran los pasadistas. En este peregrinar, el Concilio Vaticano II constituye un providencial impulso hacia adelante que hoy, a sesenta años de su finalización, todavía continúa siendo malentendido por los unos y por los otros, no obstante las claras enseñanzas del propio Concilio y de los Pontífices del postconcilio. El caso Viganò es un signo impresionante y dramático de que todavía no hemos logrado hacer la paz entre nosotros. [En la imagen: fragmento de la imagen del Papa Gregorio I con una paloma; representado en un vitraux en la iglesia de San Miguel y Todos los Ángeles, en Brinkworth, Wiltshire, Inglaterra].

----------El acontecimiento del Concilio Vaticano II [1962-1965], indudablemente providencial como ha sido para la Iglesia, también ha implicado un parto doloroso, puesto que, como nos narran los historiadores, ha comportado un dramático trabajo interno en el Pueblo de Dios, trabajo guiado primero por los Padres conciliares, y luego por los Papas del postconcilio, pero con el resultado emocionante de sacar a la luz y de ofrecer al mundo una manera más evangélica de anunciar al mundo el Evangelio y de vivirlo de modo más perfecto. En referencia a esta historia del Vaticano II, cabe mencionar el libro del italiano Roberto de Mattei, de hace ya más de una década: Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta, Lindau, Torino 2010 (versión española: Concilio Vaticano II. Una historia nunca escrita, Homo Legens, Madrid 2018), una obra valiosa hasta cierto punto en sus aspectos históricos, aunque débil incluso en sus mismas conclusiones históricas (digo hasta cierto punto, pues el autor no es capaz de distinguir el distinto valor de lo acontecido en el Concilio y sus textos finales), y desestimable en sus presupuestos ideológicos, dado el filo-lefebvrismo de De Mattei.
----------Por medio del Concilio Vaticano II, la Iglesia ha sabido mantener su identidad (y no podía ser de otro modo) corrigiendo su estilo pastoral, mostrándose más madre y maestra al servicio de la entera humanidad y acogiendo con discernimiento y ojo crítico, a la luz del Evangelio, los valores del pensamiento moderno.
----------Sin embargo, desgraciadamente no todos han entendido el sentido de este giro o cambio histórico impulsado por el Vaticano II. Algunos han creído que la Iglesia había cambiado su esencia. Así, por ejemplo, Romano Amerio, quien pensaba que la Iglesia se había mundanizado, tal como lo dice en su Iota unum. Studio sulle variazioni della Chiesa cattolica nel secolo XX (Lindau, Torino 2009; versión española: Iota unum. Estudio sobre las transformaciones de la Iglesia católica en el siglo XX, Criterio, Madrid 2003). Otros, infectados de modernismo, han interpretado con alegría el rostro nuevo que la Iglesia ofrecía de sí misma como cumplimiento de su proyecto de una Iglesia finalmente en línea con la modernidad (véase, por ejemplo, lo que dice Hans Küng, en su ¿Tiene salvación la Iglesia?, editorial Trotta, Madrid 2013).
----------Uno de los ejes de este giro, uno de los temas de fondo, una cuestión o elemento crucial que dio lugar al mencionado trabajo, objeto de apasionadas discusiones verificadas entre los Padres mismos del Concilio, con suma preocupación y sufrimiento de san Paulo VI, fue no solo y no tanto el tema del diálogo intraeclesial, sino más bien el diálogo con el mundo, el diálogo ecuménico, interreligioso y universalmente humano.
----------La Iglesia del Concilio, por iniciativa de muchos Padres, solicitados por el impulso reformador de san Juan XXIII, añadía a la actitud hacia el exterior que ella había tenido hasta entonces, actitud simplemente didáctica o de condena de los errores, una actitud que respondía ciertamente a su misión, pero que ahora los Padres, que querían el mencionado giro histórico, añadía una actitud crítica hacia sí misma, dirigida a reconocer con pesar ciertos comportamientos demasiado severos o apresurados del pasado.
----------Es aquí donde se produjo un enfrentamiento entre los mismos Padres del Concilio, porque algunos, influenciados por el modernismo, tendían a querer cambiar doctrinas y tradiciones ya definidas, mientras que otros, mostrándose apegados a un estilo pastoral ya superado, ligados a un concepto demasiado estrecho de diálogo, excesivamente desconfiados frente a la modernidad, al ecumenismo y a las religiones no cristianas, temían escandalizados que los progresistas proyectaran, bajo el pretexto del diálogo, una subversión de las estructuras esenciales y de las tradiciones de la Iglesia y del contenido de los dogmas.
----------Tanto la instancia del conservar y del tutelar las estructuras esenciales de la Iglesia, del mantener su función de juez del mundo y de sus errores, como la instancia del ofrecer al mundo moderno la sincera imagen de una Iglesia fraterna, acogedora, modesta, atractiva, comprensiva, creíble y persuasiva, aunque conservando su imparangonable autoridad, eran instancias justas y correctas, pero a los Padres les costó un enorme esfuerzo por comprenderse y por escucharse unos a otros, para encontrar una síntesis entre las exigencias de la tradición y las necesidades y prospectivas válidas del progreso y de la modernidad,  entre la fidelidad a la inmutabilidad del dogma y la necesidad y el deber del progreso dogmático. 
----------Para ciertos "tradicionalistas" (llamémoslos benévolamente así), el progreso les parecía ruptura, mientras que otros, llamémoslos también benévolamente "progresistas", influenciados por el modernismo, confundían el progreso con la ruptura. Los "tradicionalistas" (en realidad no sanos tradicionalistas, sino indietristas) confundían la inmutabilidad con el inmovilismo, mientras que los "progresistas" (en realidad no sanos progresistas, sino modernistas) confundían el progreso con el historicismo y el evolucionismo.
----------Pero al final de las discusiones -¡cosa maravillosa!- los Padres concordaron en los documentos finales, que hacen texto y constituyen doctrina infalible, mientras el tormentoso sucederse, encadenarse y entrecruzarse de los actos y sesiones conciliares, con sus contradicciones y falsedades, evidentemente no tienen ningún valor normativo o dogmático y sería un error gravísimo, como hacen Alberigo y De Mattei en frentes opuestos, el dar más importancia a esos eventos preparatorios y superados que a los documentos finales.
----------Sin embargo, incluso después de la publicación de las decisiones del Concilio, algunos, encabezados por el obispo Lefebvre, apegados a una malentendida tradición, no obstante todas las explicaciones recibidas de Santos Pontífices, como Paulo VI y Juan Pablo II, se han negado obstinadamente a entender el valor de las nuevas doctrinas conciliares con el pretexto de que no se trataba de dogmas solemnemente definidos.
----------He aquí que el obispo Viganò, por su expresa declaración, se pone en la misma línea del cismático obispo francés, aunque es verdad que la peor desgracia que ha seguido al Vaticano II no son los lefebvrianos, sino los rahnerianos, que dando una interpretación modernista del Concilio, han disgustado, escandalizado y confundido a muchos católicos, mientras que a otros los han engañado haciéndoles creer que son católicos y, en cambio, haciéndoles caer en la herejía (típicos historiadores de la teología postconciliar que clasifican entre los católicos a algunos que no son católicos, son Battista Mondin y Rosino Gibellini).
----------Como he dicho, un importante nudo problemático en este desencuentro de entrambas facciones, modernista e indietrista, con la recta doctrina y pastoral eclesial, es la cuestión del diálogo. Ahora bien, ¿qué es lo que entiende la Iglesia por "diálogo", después del Concilio Vaticano II? El diálogo no excluye la enseñanza y la corrección de los errores, sino que añade a estas tareas esenciales el intercambio de ideas, el enriquecimiento e información recíprocos, el perdón recíproco, la investigación común, el debate de las opiniones, el respeto a la opinión de los otros, la modestia en juzgar y proponer aquello de lo que no se está cierto o seguro, la escucha recíproca, el saber argumentar, el no dar por cierto lo que es cuestionable.
----------Además, debe quedar muy claro que el diálogo no es fin en sí mismo, sino que está ordenado al anuncio y a la evangelización. Cristo no ha dicho a los apóstoles: "dialogad" sino "predicad". Por cierto, existe la Orden de los frailes predicadores, ¡pero no la de los frailes dialogantes!
----------El diálogo sirve para que todos juntos, progresando juntos, ayudándonos mutuamente, quien sabe más comunicando a quien sabe menos, quien está en el error dejándose corregir por quien está en la verdad, quien está atrás siguiendo a quien está adelante, concordemos en el único supremo, universal, inmutable y pleno conocimiento de la verdad revelada por Cristo para nuestra salvación, después de que todos hayan superado errores, equívocos, malentendidos, obstáculos, lagunas e insuficiencias.
----------Por otra parte, es necesario distinguir el diálogo intra-eclesial entre las diversas corrientes, tendencias, movimientos, escuelas o espiritualidades católicas, del diálogo extra-eclesial, vale decir, diálogo ecuménico, interreligioso, con los no-creyentes, con la cultura moderna, etc.
----------Debemos observar que mientras el diálogo ad extra va, diríamos, discretamente bien, el diálogo ad intra marcha actualmente en pésimas condiciones. Aunque también el diálogo ad extra debe corregir rumbo, pues no debe detenerse en la constatación de los valores comunes, sino que los hermanos separados deben abrirse a la posibilidad y al deber de entrar en plena comunión con la Iglesia católica.
----------Con el Concilio la Iglesia ha querido justamente superar una pastoral excesivamente preocupada por delimitar con precisión los límites del catolicismo dando demasiado poca importancia a los valores existentes en el mundo moderno más allá de aquellos mencionados confines, una Iglesia demasiado preocupada por preservar y proteger a sus hijos del contagio y de los peligros del mundo, una Iglesia que consideraba a sus hijos incapaces de defenderse de los peligros del mundo y de encontrar en él valores, una Iglesia que disuadía a los católicos de confrontarse y dialogar con los no-católicos y con el pensamiento moderno.
----------Ha sucedido, sin embargo, que en muchos casos no hemos conseguido superar el desacuerdo entre lefebvrianos y rahnerianos, entre pasadistas y modernistas, y este contraste perdura como una herida abierta en el cuerpo eclesial, y es una laceración, una recíproca hostilidad e incomprensión, una obstinada y engreída cerrazón recíproca, nacida entre los mismos Padres del Concilio, no obstante las sabias indicaciones del propio Concilio, aptas de por sí para sanarla. Y sin embargo todavía esa herida sangra.
----------A sesenta años de finalizado el Concilio Vaticano II, los odios y el desprecio recíprocos no han desaparecido, sino que incluso se han intensificado y continúan envenenando e impidiendo las relaciones mutuas, y falta por completo la caridad, tanto en una como en otra facción. Aquí es más necesario que nunca poner en acto el diálogo enseñado por el Concilio. Los rahnerianos, que se jactan de ser los continuadores del Concilio, con su desprecio por los lefebvrianos (por lo demás, recibiendo de estos exactamente la misma moneda de cambio), no dan ninguna prueba de practicar el diálogo enseñado por el Concilio y, por tanto, dan ocasión a los lefebvrianos de arremeter y despotricar contra el Concilio.
----------El caso del obispo Viganò (véase al respecto: En la cuenta X de Viganò el anuncio de un proceso por cisma) es un signo impresionante y dramático de que todavía no hemos logrado hacer la paz entre nosotros. Tanto lefebvrianos como rahnerianos son incapaces de conciliarse entre sí porque entrambos están en conflicto con el Papa, los primeros abiertamente, los segundos escondidamente.
----------Nosotros, católicos normales, sinceramente y plenamente en comunión con la Iglesia y con el Papa, lamentablemente tenemos pocas fuerzas para hacernos oír, porque los grandes mass-media están en manos de los modernistas y de los masones. Sin embargo, podemos ser mediadores de paz con el ejemplo de una integral vida católica, y si los hombres no nos escuchan, ciertamente Dios nos escuchará.
----------Por cierto, los lefebvrianos y los rahnerianos son los que hacen más barullo, entrambos con la pretensión de ser "modelos" de catolicismo para toda la Iglesia, los primeros como heraldos de la tradición, contra el Concilio; los segundos, falsos intérpretes y por tanto falsos apologistas del Concilio.
----------Es necesario, entonces, que todos pongamos todas las fuerzas a nuestra disposición, en el conjugar la tradición y el progreso, la conservación y la novedad, la temporalidad y la eternidad, lo unitario y lo diversificado, lo pasajero y lo permanente, lo convencional y lo natural, lo sustancial y lo accidental, lo obligatorio y lo facultativo, la contingencia y la necesidad, el cambio y la inmutabilidad, la identidad y la transformación.
----------Y desarrollar esa tarea, distinguiendo los diferentes planos, ámbitos u horizontes en los cuales estos valores se sitúan. De tal manera, habrá espacios para todos, sin que nadie quede excluido, siendo todos necesarios para la vida de la Iglesia y para el sereno camino de la santificación cristiana.

15 comentarios:

  1. "Corrigiendo su estilo pastoral"... "Corrigiendo"... quiere decir que estaba equivocada la Iglesia. ¡¡Pero yo rechazo esto, no puede ser!!

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    1. Estimada Ana María,
      le recuerdo que la pastoral de la Iglesia no es infalible. El mismo papa Francisco, en la carta que le escribió al cardenal Fernández, con ocasión del inicio de su ministerio como Prefecto del Dicasterio de la Fe, le recomendó que tuviera cuidado de evitar ciertos errores, que ese Dicasterio ha cometido en el pasado.

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    2. Un mal cambio de imagen, porque ha puesto las bases para un cambio de identidad.
      Habría tenido que hacerse diferente...

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    3. Ana María: ¿qué es lo que quieres decir?...

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    4. Mala reestructuración del modo de presentarse.

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    5. Estimada Ana María,
      le ruego que se exprese en una terminología más comprensible. Yo tampoco llego a comprender su idea.

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    6. Perdónenme si no he sido claro por los términos que uso, pero me vienen automáticamente, ¡también porque me gustan más!
      De todos modos, quise decir sobre el "nuevo modo" de presentarse, creo que ha servido más a los enemigos de Cristo y de la Iglesia que a la Iglesia misma.
      La comunicación planteada tanto si se trata del lenguaje liberal de los documentos Conciliares, ya se trate del enfoque visual de la nueva composición litúrgica en sus elementos y en su conjunto, ya sea que se trate de callar demasiado cuando hay que gritar en el ámbito moral. Todo esto comunica debilidad y concesión al mal respeto humano. Como si estuviera faltando la columna vertebral para vivir EN el mundo sin ser del mundo.
      Esto, en mi opinión, es fuente de división e incomprensiones.
      Ya no se percibe la Catolicidad de la Iglesia, que está eclipsada por una falsificación nueva, precisamente como dicen las diversas profecías.
      Hay que ver dónde se encuentra la frontera entre la Verdadera herejía y la percibida... y dónde está....

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    7. Estimada Ana María,
      puedo compartir su crítica al modernismo imperante, pero tenga presente que el Concilio, correctamente interpretado, es el verdadero antídoto a la actual ola de modernismo, y sobre todo en lo que no puedo estar de acuerdo es la insinuación que usted hace, tal como me lo parece, de que el Papa sea connivente con los modernistas.

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    8. Estimada Ana María,
      respecto a su última frase, la cuestión de la herejía, que usted plantea, es muy seria y delicada, porque es posible confundir por herejía lo que no lo es, como es posible creer que es verdad una herejía.
      Entonces, ¿cómo lo hacemos?
      Hace falta mucha vigilancia, buena información sobre los datos de fe proporcionados por el Magisterio, disposición a interpretar en sentido benévolo, cautela en los juicios y pronunciarse solo cuando se está seguro, escuchar las razones del adversario, estar dispuestos a corregirse en caso de que nos hayamos equivocado al juzgar. Además hay que tener presente que el juicio oficial de una herejía, le corresponde al Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

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    9. ¡Es la constatación del dato de hecho!
      ¡El Papa castiga a quienes le aconsejan bien! ¡Y escucha a quienes debería castigar!

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    10. Estimada Ana María,
      usted pretende juzgar cosas más grandes que usted.
      Le aconsejo que se ocupe de asuntos sobre los que usted pueda expresarse con seguridad, es decir, el ámbito de su familia o de su parroquia o de su diócesis. En cuanto a los problemas de la Iglesia, es necesario que usted escuche a las fuentes de información que están en comunión con el Papa.

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  2. En mi opinión, en varios casos, se ha tratado de complacer demasiado al mundo.

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    1. Estimado Nicolás,
      efectivamente, si el actual Dicasterio para la Doctrina de la Fe tiene un defecto, y esto desde hace cincuenta años, es el de ser demasiado indulgente. De este modo, los herejes se sienten agradecidos y hacen estragos en detrimento de los pobres fieles.

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  3. Leyendo los documentos del Concilio Vaticano II, especialmente Dei Verbum, me di cuenta del giro epocal que ha realizado la Iglesia respecto al pasado... en particular, respecto a la Revelación ha puesto el acento en Dios que se ha revelado a la humanidad, mientras que antes se ponía exclusivamente la atención sobre la verdad revelada... pero las verdades reveladas son una consecuencia lógica... Dios se ha revelado a sí mismo ante todo.... fe no religión... Y me doy cuenta también de que esos "sabios teólogos" que etiquetan el Concilio como exclusivamente 'pastoral' (toda referencia es puramente irónica) realizan una pésima acción desorientando a los fieles que escuchan tales tonterías y son desviados de la verdadera fe. Es ésta una gravísima responsabilidad..... pero el Espíritu Santo es infinitamente más poderoso que estos teólogos sabiondos....

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    1. Estimada Rosa Luisa,
      efectivamente la Dei Verbum presenta la revelación no solo como un hecho verbal, sino también como el manifestarse de gestos de misericordia. Por cuanto respecta al aspecto pastoral del Concilio, es ciertamente real, existe ese aspecto pastoral en los documentos del Concilio, pero los textos vinculantes del Concilio tienen también una parte doctrinal, que por desgracia ha sido falsificada por los filo-rahnerianos y negada por los filo-lefebvrianos, porque ellos no quieren aceptar su aspecto de novedad.

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