martes, 25 de junio de 2024

Sexualidad cristiana: entre Freud y Orígenes (2/5)

Después del Concilio Vaticano II y de las enseñanzas de san Juan Pablo II, el católico sabe que la castidad ya no es el simple autocontrol del individuo sobre sí mismo, sino relación de amor entre varón y mujer. Si Orígenes querría una humanidad asexuada y Freud transforma la sociedad civil en un burdel legalizado, el católico no quiere otra cosa que lo que quiere Dios creador y beatificador del varón y de la mujer: que el varón y la mujer se amen recíprocamente, nada más y nada menos. No es otra cosa, en el fondo, que lo que dice el antifeminista san Pablo: "por supuesto que para el Señor, la mujer no existe sin el hombre ni el hombre sin la mujer" (1 Cor 11,11). [En la imagen: fragmento de "Hombre y Mujer I", litografía, coloreada, obra de 1905 de Edvard Munch, conservada y expuesta en el Museo Munch, Oslo, Noruega].

Consideraciones sobre la ética sexual freudiana
   
----------La ética freudiana se propone como una ética de liberación de los conflictos y tormentos interiores, de espontánea exteriorización de sí, de felicidad en el libre goce del placer sexual sin sentimientos de culpa, sin temor de castigos, sin la obligación de tener que rendir cuenta de lo que se ha obrado a un Dios que nos manda como debemos comportarnos en el campo sexual, sino con el puro deber de afirmar nuestro yo tal como sale a la luz desde la oscuridad del inconsciente, es decir, "ello" (alemán: es, latín: id), que es la raíz primera de nuestra existencia, cuya inclinación fundamental es el instinto sexual (libido).
----------La ética freudiana se propone demostrar que el sentido de culpa no debe ser considerado como reproche a la conciencia por haber cometido un pecado, es decir, una infracción voluntaria a una ley divina, porque no existe otra ley que aquella que nosotros nos imponemos libremente a nosotros mismos.
----------Y por lo tanto, para liberarse de este tormento o para remover el sentimiento de culpa, el terapeuta debe mostrar al paciente que él no tiene ninguna culpa, por lo cual no tiene necesidad del sacerdote que lo absuelva del pecado, sino que simplemente necesita del psicoanalista que lo libere de este vano escrúpulo, mostrándole que así la llamada "culpa" es un vano fantasma que le ha sido creado por el super-yo para mortificar su necesidad de felicidad, es decir, de goce sexual.
----------Es necesario observar que una cosa es el sentido o sentimiento de culpa y otra cosa es la conciencia de ser culpable. El efecto emotivo es similar, pero no hay que dejarse engañar por la emoción desagradable. Es preciso examinar lúcidamente cuál es la posición de nuestra voluntad. Si la voluntad es torcida porque está en oposición a Dios, debe ser rectificada, para que vuelva a desear a Dios.
----------Este acto la voluntad lo puede cumplir por sí bajo el impulso de la gracia del arrepentimiento. Cumplido este acto, el sujeto recibe el perdón divino, eventualmente por vía del sacramento de la confesión y rencuentra la paz con Dios y consigo mismo. Por esto, para quitar las culpas es necesario el confesor. Si en cambio el sentimiento de culpa es una simple perturbación emotiva sin ningún fundamento en la orientación de la voluntad, dirigida hacia Dios, entonces el paciente puede ser liberado por el psicoterapeuta mediante el psicoanálisis, por el hecho de que el médico, después de haberse hecho describir la sensación del paciente, lo hace consciente de que ese sentimiento de culpa no es una verdadera culpa, sino una apariencia de culpa causada por la irritación del instinto sexual agredido y ofendido por una intervención represiva injustificada. Cuando el paciente se da cuenta de esto, recupera la paz emotiva, y percibe claramente la paz de la conciencia.
----------El freudiano, en cambio, confundiendo culpa verdadera y sentimiento de culpa, deja subsistir a la primera, no se arrepiente de ella, creyendo que sea suficiente con expulsar al sentimiento de culpa y exclama impaciente: ¡al diablo el sentimiento de culpa! y disfrutemos de la vida mientras estamos a tiempo, como canta sabiamente Lorenzo el Magnífico en su estupenda cantata ¡Cuán bella es la juventud! ¿Y Leopardi no decía lo mismo en El sábado en la aldea? "¡Goza, jovencillo mío! Edad de flores, suave estación es esta: nada más te diré; pero no llores si se retarda tu anhelada fiesta".
----------A propósito del recurso freudiano que confunde culpa verdadera y sentimiento de culpa, y dejando subsistir a la primera, no se arrepiente de ella: este expediente ha sido inventado por Lutero con la famosa así llamada "justificación forense", que sería mejor llamar "justificación verbal". También la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación entre el Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos y la Federación Luterana Mundial del 31 de octubre de 1999 (Ediciones Paulinas), aunque presente algunos puntos en común con la concepción católica, mantiene siempre la idea de "excluir toda cooperación en el evento de la justificación" (p.33) y que "el hombre no aporta ninguna contribución a la justificación" (p.36). Lo que quiere decir que el arrepentimiento no juega ningún papel. Pero si así están las cosas, entonces el pecado permanece y la gracia se convierte en una ficción, ya que la gracia no puede coexistir con el pecado.
----------¿Y qué es lo que dicen los gozosos del libro de la Sabiduría? "El tiempo de nuestra vida es una sombra fugaz y nuestro fin no puede ser retrasado: una vez puesto el sello, nadie vuelve sobre sus pasos. Vengan, entonces, y disfrutemos de los bienes presentes, gocemos de las criaturas con el ardor de la juventud. ¡Embriaguémonos con vinos exquisitos y perfumes, que no se nos escape ninguna flor primaveral, coronémonos con capullos de rosas antes que se marchiten; que ninguno de nosotros falte a nuestra orgía, dejemos por todas partes señales de nuestra euforia, porque eso es lo que nos toca y esa es nuestra herencia!" (Sab 2,5-9).
----------Parece leerse lo que Hegel dice sobre aquello que para él es la "verdad": "La manifestación (Erscheinung) es el nacer y el perecer; que por sí mismo no nace ni perece, sino que es en sí y constituye la efectualidad (Wirklichkeit) y el movimiento de la vida y de la verdad. Lo verdadero es, de este modo, es el delirio báquico, en el que ningún miembro escapa a la embriaguez, y como cada miembro; al disociarse, se disuelve inmediatamente por ello mismo, este delirio es, al mismo tiempo, la quietud translúcida y simple" (Fenomenología del Espíritu, Fondo de Cultura Económica, México 1971, p.32).
----------Cabe aquí señalarse a claras letras que el trasfondo teórico de la concepción freudiana del placer sexual no es otro que el falso espiritualismo hegeliano, que aquí revela su rostro hedonista y materialista. Este "delirio báquico" del cual habla Hegel, no es más que el delirio frenético lujurioso, como ya ocurría en la falsa mística de los misterios paganos de Dioniso-Baco.
----------Siempre también en la historia del cristianismo se han vuelto a presentar periódicamente movimientos pseudo-místicos (por ejemplo, los cátaros en el siglo XIII en Francia, o la secta de los Chlisty, florecida en Rusia a finales del siglo XIX, a la que pertenecía Rasputin), que confundían la experiencia espiritual con la sexual, ya sea sobre una base platónica o sobre una base epicúrea. En efecto, recordemos que dualismo y monismo espíritu-sexo se reclaman recíprocamente. Quien contrapone espíritu y sexo, queriendo conciliarlos, los confunde.
----------De esta manera, Hegel tiene la pretensión de conciliar racionalismo e irracionalismo, inquietud y quietud, identidad y contradicción, lo unívoco y lo equívoco, unidad y conflicto, en su dialéctica heraclíteo-parmenídea de ser-no-ser, según la cual el espíritu está en paz en la guerra y está en guerra en la paz. ¡Que nos diga, quién pueda, si esto es el paraíso del cielo o más bien el infierno!
----------El éxito de Freud está todo aquí. Bajo la apariencia de un serio aparato científico, no es difícil encontrar el clima psicológico de los antiguos misterios paganos, cuya desenfrenada era justamente envenena a la autoridad pública romana, o bien aquella voluptuosidad sensual, que han cantado todos los poetas paganos desde Catulo hasta Horacio, tanto para hacer sólo dos de nombres entre los más famosos.
----------La "remoción" freudiana no remueve nada; lo removido, no sinceramente quitado con el arrepentimiento y la obtención del perdón divino, retorna siempre de nuevo, bajo falsos disfraces o disimulado a propósito para mantener una fachada de respetabilidad y quizás para actuar como censores de las costumbres sexuales, mientras que la conciencia culpable no hace sino aumentar el tormento interior y el sentido de culpa, que es entonces culpa verdadera y propia. La forzada serenidad exterior del sujeto es una ficción ostentosa para dar a entender a los demás que se está perfectamente en paz con la propia conciencia.
----------El presupuesto o premisa de esta conducta moral es la antropología propia de Freud, para quien el hombre es un viviente que no está dotado de libre albedrío, sino que está movido por el instinto, ni más ni menos como los animales. Freud habla, de hecho, de "espíritu" y de "conciencia", pero no los ve más que como sublimaciones del sexo, que es la vitalidad originaria y radical del hombre.
----------Para Freud, por lo tanto, es una ilusión común creer que somos nosotros quienes determinamos nuestra conducta con libres elecciones, que en realidad no existen. Lo que nosotros hacemos, por el contrario, está determinado por el es, vale decir, por el ello, el cual nos inclina irresistiblemente a la satisfacción del instinto. Sin embargo, esto lo sentimos como una culpa, a causa de las órdenes y prohibiciones que nos vienen del super-yo (überich) al cual el yo se esfuerza en vano por adecuarse.
----------De ahí la represión violenta de este impulso por parte del yo y su remoción, expulsándolo al inconsciente, es decir, al es (ello). Pero así como el es (ello) es precisamente el origen del instinto (la libido), he aquí que el impulso retorna, pero esta vez, para eludir la vigilancia del yo, enmascarado bajo el manto de la "espiritualidad", que según la religión debería ser un nivel del ser supremo donde habita Dios.
----------Pero en realidad, para Freud, este supuesto nivel supremo de lo real es una ficción del super-yo, que es precisamente ese instinto de muerte (la "mortificación" de la cual habla el apóstol san Pablo), instinto que, después de haber mandado y prohibido al yo lo imposible, quiere impedirle disfrutar de la felicidad (sexual) y de la vida y hacer retornar al yo, como dice el mismo Freud, a la condición de la materia inanimada de la cual proviene. Freud toma al pie de la letra el bíblico "recuerda que eres polvo y al polvo volverás" (Gén 3,19), olvidando el hecho de que allí la Escritura no se refiere a la constitución originaria, edénica del hombre, sino a su miserable condición posterior al pecado original.
----------El yo (Ich) por su parte, influenciado por los tabúes irracionales de la educación recibida y por el ambiente religioso, siente en sí mismo de modo vinculante y obligante la presencia legisladora, inexorable y terrorífica de un Otro (llamado "Dios"), que desde lo alto le da órdenes y prohibiciones, bajo amenaza de puniciones eternas y prospectando premios celestiales.
----------Freud, entonces, considera que nuestra existencia y nuestra felicidad no dependen en absoluto de este supuesto Dios, tirano celestial inventado por el lado arcaico, represivo, regresivo y mortífero de nosotros mismos, que Freud denomina el "super-yo", que es expresión del "instinto de muerte". Para Freud el paraíso del cielo no existe. Solo existe la tierra, la cual ya es suficiente para satisfacer nuestra necesidad de felicidad, es decir, de disfrute sexual. A lo sumo, con el término "espíritu" se podrá entender la suprema sublimación de la materia, pero nada en absoluto de una realidad distinta de la materia y que fuera trascendente a la materia. Esto, para él, es una invención de nuestra morbosa fantasía impulsada por el instinto de muerte.
----------Tarea del filósofo y del psicoanalista, según Freud, será entonces la de desentrañar los engaños de la religión comprendiendo que ella no es más que una neurosis causada por la represión sexual, dictada a su vez por el instinto de muerte que nos quiere muertos.
----------Para Freud, por lo tanto, es necesario liberarse de las ilusiones de la religión y conceder plena libertad a la libido, aunque en la observancia de las convenciones sociales, pero no en nombre de una supuesta necesidad de detener o moderar el instinto en nombre del espíritu o de la razón, sino precisamente para poderlo satisfacer tranquilamente en sede privada, lejos de las miradas indiscretas de los puritanos y de los reprimidos.
----------En cualquier caso, en el freudismo sigue siendo cierto que el sexo, si no es lo absoluto, tiene que ver con lo absoluto. En realidad, el freudismo es una respuesta feroz pero no carente de sabiduría, a la hipocresía de los idealismos a la Descartes, a la Berkeley y a la Hegel, de aparente sublimidad, que pretenden resolver el ser en el pensamiento, lo real en lo ideal, y la materia en el espíritu. Ciertamente, la de Freud es de hecho la reacción de un realista, aunque ciertamente la respuesta de un realista materialista y sensista. Y sin embargo, en cuanto refutación del idealismo, debe ser aceptada. Por lo demás, como he demostrado varias veces en mis escritos, el idealismo no es más que un materialismo enmascarado.
----------Por eso, podemos decir tranquilamente que hoy como nunca, por más paradójico que esto pueda parecer, tanto la Iglesia como el mundo materialista advierten la profunda seriedad de la sexualidad, aunque naturalmente en dos ópticas diametralmente opuestas entre ellas: el materialismo freudiano pone el sexo en el primer lugar en su concepción materialista de la vida; el catolicismo, después del Concilio Vaticano II, ya no siente al sexo como algo accidental o contingente, algo que puede no interesar o de lo que se puede prescindir, algo que no le interesa al espíritu, algo que en el paraíso del cielo ya no interesa, tal vez un tema ligero para chistes verdes o relatos picantes o como materia para bromear.
----------El catolicismo postconciliar ve como nunca antes en el sexo un aspecto esencial de la santidad y de la perfección final del varón y de la mujer, un valor sagrado, un misterio de fe, porque más que nunca es visto el sexo en contacto con lo divino, con el espíritu, con la dignidad de la persona, como expresión de comunión interpersonal y con Dios. La tendencia hoy casi obsesiva de poner en todas partes no solo al hombre, sino al varón y a la mujer, y decir, por ejemplo, "todos y todas", es un hecho lingüístico significativo, aunque a veces se caiga en el ridículo, pero es significativo de esta conciencia hoy más viva que nunca -y hay que reconocer que esto es un hecho muy positivo- de que la humanidad quiere decir ser varón y mujer. El humanum, como decía Benedicto XVI, no está completo sino como comunión entre varón y mujer.
----------Si la ética sexual de Freud, según la tradicional hipocresía farisaica, permite que se haga a escondidas lo que no sería conveniente hacer públicamente, los actuales discípulos de Freud han ampliado y liberalizado las visiones de su maestro, que estaban todavía limitadas por rémoras hoy ya superadas, por lo cual podemos hacer muy bien coram populo (el coming out, como hoy es llamado), quizás en los films o en la TV o en un episodio del Gran Hermano, lo que en décadas pasadas se debía hacer a escondidas. Y si algún católico tradicionalista se escandaliza, estos católicos freudianos siempre podrán decirle con aire de benevolente compasión: no juzgues, no condenes, no te escandalices. Es una "orientación sexual diferente".
----------Sin embargo, es verdad que hoy, después del Concilio Vaticano II y de las enseñanzas de san Juan Pablo II, el católico sabe que la castidad ya no es el simple autocontrol del individuo sobre sí mismo, sino relación de amor entre varón y mujer. Si Orígenes querría una humanidad asexuada y Freud transforma la sociedad civil en un burdel legalizado, el católico no quiere otra cosa que lo que quiere Dios creador y beatificador del varón y de la mujer: que el varón y la mujer se amen recíprocamente, nada más y nada menos. No es otra cosa, en el fondo, que lo que dice el antifeminista san Pablo: "por supuesto que para el Señor, la mujer no existe sin el hombre ni el hombre sin la mujer" (1 Cor 11,11).
----------Por lo tanto, la abstinencia sexual consagrada que para el catolicismo es la antesala de la unión escatológica, para Freud es la antesala de la neurosis. Freud no logra distinguir la moderación razonable de la pulsión sexual de su represión violenta, por lo cual viene a decir que las psiconeurosis "se deben a un conflicto interior. Un impulso instintivo ha sido repelido a lo inconsciente, reprimido victoriosamente durante un tiempo más o menos largo, después el equilibrio se ha roto, la represión ha fracasado y lo reprimido ha regresado bajo la forma de síntomas neuropáticos" (citado por J.Maritain, en Freudismo y psicoanálisis, en Cuatro ensayos sobre el espíritu en su condición carnal, Club de Lectores, Buenos Aires 1978, p.44).
----------Observamos que una victoria definitiva sobre la concupiscencia en la vida presente es imposible. De aquí la repetición, también en el curso de la vida religiosa consagrada, de las tentaciones contra la castidad; pero este enmascaramiento de la libido, aunque puede suceder, no se puede considerar en todo caso, como hace Freud, la expresión inevitable de todo acto de la religión y del espíritu. Razonar así quiere decir no saber qué es la vida del espíritu y el ejercicio de la virtud y de la santidad.
----------De tal modo, para Freud la religión es una forma de neurosis, una manera enmascarada de desahogar de modo desviado y simbólico las necesidades de la propia libido. El enfoque materialista -observa Maritain (ibid., pp. 49-50)- que implica "la reducción de lo superior a lo inferior", lleva a Freud a considerar que "los estados llamados 'superiores', la inspiración del poeta, el amor del místico, por ejemplo, no son más que transformaciones y máscaras del instinto, medios torcidos por los cuales una sensualidad reprimida en su ejercicio normal se satisface de un modo insidioso y velado; todo entusiasmo humano es específicamente sensual".
----------Ahora bien -como observa también Maritain, en el ensayo citado antes, en la p.52)- no podemos negar en las mencionadas intervenciones violentas el riesgo de una falsa sublimación del instinto, que comporte "una erotización de la vida religiosa", una "simulación", por lo cual "la conducta sigue estando dirigida por motivos inferiores que el sujeto pretende negar".
----------La falsificación de la virtud a causa de una falsa moderación del instinto sexual no excluye en absoluto que pueda existir, como señala Maritain citando las palabras de Gustave Thibon, como "una especie de reflujo ascencional del instinto hacia las fuentes inmateriales del ser humano, como la integración cualitativa de los ritmos sensibles en la pura melodía de la vida interior" (ibid., p.51).
----------El mismo concepto lo encontramos en la Declaración de la Congregación para la Doctrina de la fe Persona humana del 20 de diciembre de 1975, cuando afirma que "verdaderamente, en el sexo radican las notas características que constituyen a las personas como hombres y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad" (n.1).

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