domingo, 2 de junio de 2024

Una interpretación buenista del Apocalipsis

Un intento de control a la manera del antiguo Index librorum prohibitorum, por parte de la Santa Sede, frente al actual tsunami ideológico en el interior de la Iglesia, es utópico y, además, ridículo y necio, y esto, en cierta proporción, explica la indefensión en la que en las últimas décadas han quedado los Romanos Pontífices ante lo que san Paulo VI llamó el "magisterio paralelo", el "humo de Satanás en el santuario". Sin embargo, me parece que lo mínimo que cabría esperar de la Sede Apostólica es que su propia librería editorial no contribuya, con sus propias publicaciones, a la difusión del error. [En la imagen: fragmento de "San Juan en la isla de Patmos", miniatura extractada del manuscrito iluminado sobre pergamino, del Libro de las Horas de Etienne Chevalier, tesorero del rey Carlos VII, obra de Jean Fouquet, realizada entre 1452 y 1460].

Una lectura buenista del Apocalipsis, para tranquilizar a los buenistas
   
----------Es más que dudoso que durante los cuatro siglos de su existencia el Index librorum prohibitorum haya tenido siquiera una mínima eficacia pastoral. Por citar sólo un caso, el Discurso del Método y otras obras de Descartes fueron puestas en el Índice en 1663, ¿pero quién se lo tomó en serio? ¿O habría que decir que su inclusión en el Índice más bien contribuyó a la difusión y a la fama de esas obras hasta hoy? Sin embargo, reconozcamos que un par de siglos atrás el Índice​ pudo haber obtenido como resultado alguna contención de la herejía al menos en los seminarios y ámbitos educativos eclesiales.
----------El Índice de libros prohibidos fue una lista de aquellas publicaciones que la Iglesia católica catalogó como heréticas, inmorales o perniciosas para la fe y que los fieles católicos no estaban autorizados a leer. Además, establecía las normas de la Iglesia respecto a la censura de los libros. Fue promulgado por primera vez a petición del Concilio de Trento por el papa Pío IV el 24 de marzo de 1564. El Index conoció más de cuarenta ediciones, a cargo de la Congregación del Índice, creada por san Pío V en 1571. La última edición fue la de 1948 hasta que el 8 de febrero de 1966 san Paulo VI lo suprimió.
----------El sólo sugerir en la actualidad la existencia de una lista de libros católicamente prohibidos sería ridiculez y necedad. Ya no es la impresión de libros el único medio de divulgación masiva de las ideas. Con el curso de los siglos, la radio, la televisión y los medios telemáticos, han revolucionado el mundo de las comunicaciones, multiplicando por millones los focos de difusión de las herejías que antes lograban mínimamente los libros. Un control por parte de la Santa Sede de semejante tsunami ideológico, es utópico y, como he dicho, ridículo y necio, y esto en parte explica la indefensión en la que en las últimas décadas han quedado los Romanos Pontífices ante lo que san Paulo VI llamó el "magisterio paralelo", el "humo de Satanás en el santuario". Sin embargo, y habiendo dicho eso, creo que lo mínimo que cabría esperar de la Sede Apostólica es que su propia librería editorial no contribuya, con sus propias publicaciones, a la difusión del error.
----------La Librería Editrice Vaticana ha publicado el año pasado un librito, Qualche parola prima dell'apocalisse. Leggere il Vangelo in tempi di crisi, de un joven teólogo dominico francés, Adrien Candiard [n.1982]. El opúsculo, que ha obtenido mucho éxito, ha sido publicado en español: Unas palabras antes del Apocalipsis: Leer el Evangelio en tiempos de crisis (Ediciones Encuentro, Madrid 2023). En este texto, dedicado a comprender el significado del Apocalipsis en la actual situación de la Iglesia y del mundo, amenazados, a causa de las guerras en curso, del riesgo de gravísimas calamidades, como nunca se han verificado en la historia de la humanidad, Candiard parece mostrar cómo ha podido domesticar las terribles imágenes del Apocalipsis, realizando del libro del vidente de Patmos una lectura buenista para tranquilizar a los buenistas.
----------Candiard presenta el jugo del mensaje apocalíptico de san Juan, en el anuncio de la próxima venida gloriosa y triunfante de Cristo, en la ofrenda que Dios por medio de Cristo hace a toda la humanidad afligida por tantos dolores, desventuras y pecados, de su misericordia y de su amor gratuito y beatificante, la propuesta de vivir eternamente con Dios en la paz, en el amor y en la libertad como hermanos hijos de Dios en el Reino del Padre, siempre inminente y venturo entre nosotros.
----------Candiard nos presenta el camino cristiano hacia el Reino de Dios anunciado por el Apocalipsis como si fuera un confortable viaje turístico en autobús, sabiamente guiado por un buen conductor, en este caso el papa Francisco, hacia un espléndido país para nosotros ignoto, que, sin embargo, la agencia de viajes, es decir, la Biblia interpretada por la Iglesia, nos lo presenta en la luz más favorable y atractiva, de modo tal que nos incite a partir, tanto más cuanto que el viaje es gratuito y a expensas del organizador, que es Cristo, riquísimo propietario que puede permitirse hacer esta excelente beneficencia.
----------Candiard dice correctamente que el aceptar o no esta propuesta de Cristo depende de cada uno de nosotros, es una libre elección, pero no nos dice si todos la aceptan o si hay algunos que la rechazan. Y en particular, no precisa si el eventual rechazo comporta particulares inconvenientes o desventajas.
----------El hecho es que lo que dice Candiard corresponde solamente en parte al auténtico mensaje del libro del Apocalipsis. En su texto, Candiard ignora que san Juan nos dice que por todo el curso de la historia la propuesta cristiana que se expresa en la Iglesia (la "mujer") es contrastada por irreductibles fuerzas satánicas. Candiard no habla nunca del demonio (el "dragón"), que en cambio es un actor esencial del drama cósmico narrado y prefigurado por el Apocalipsis. Candiard no menciona para nada el hecho de que el Apocalipsis prevé para el fin del mundo la victoria de Cristo y de la Iglesia sobre las fuerzas satánicas, de las cuales es aliada aquella parte de la humanidad que no quiere el Reino de Dios.
----------Otra cosa del Apocalipsis que escapa por completo a Candiard en su librito, es el hecho de que, aun dándose cuenta plenamente el padre Candiard de todas las calamidades naturales, de los problemas ecológicos y climáticos y de los riesgos espantosos que provienen de guerras que podrían destruir a la humanidad, no logra advertir en absoluto que estas desgracias y estos trastornos, por mucho que a primera vista parezcan contrarios a la Bondad divina, son en realidad -como enseña toda la Sagrada Biblia y no solo el libro del Apocalipsis- estímulos para los pecadores a la conversión (santidad común) o bien son una pedagogía y una solicitud divina por una mayor perfección (santidad eminente) o bien son justos castigos divinos para los enemigos de Dios (los impenitentes) o bien son divinas advertencias de que la humanidad está fuera de camino y si quiere salvarse, debe hacer penitencia y volver a Dios.
----------Es cosa manifiesta tras una rápida lectura de este libro, que a Candiard se le escapa completamente la preciosidad del sufrimiento y del sacrificio de los inocentes que participan del sufrimiento expiatorio y redentor del Cordero inmolado que quita los pecados del mundo. A quien quisiera saber cuál es realmente el sentido que el cristianismo da de las calamidades de la naturaleza y de los problemas que nos vienen causados por los hombres, ofrezco en lectura (si el lector no encuentra nada mejor) mis múltiples artículos en este blog sobre el mismo tema, especialmente publicados durante la pandemia del coronavirus, en años recientes.
----------¿A qué se reduce el libro del Apocalipsis en la interpretación que lleva a cabo el padre Adrien Candiard? ¿Se puede alcanzar el Reino de Dios sin la cruz? ¿Se puede acoger el amor gratuito del Padre sin expiar nuestros pecados? ¿Podemos limitarnos a ver en las calamidades naturales solo la expresión de las leyes de la naturaleza? Pero aun cuando así fuera, ¿no es Dios el autor de la naturaleza?
----------¿O quizás sea que la naturaleza actúa por su cuenta independientemente de la voluntad de Dios? Si Dios es solo misericordia y la misericordia es alivio del sufrimiento, ¿qué misericordia es la de un Dios que, aun pudiendo impedir los desastres de la naturaleza y de los hombres, no lo hace? Entonces, ¿no será acaso que Dios a veces hace misericordia pero a veces hace también justicia? ¿Y un Dios que no castiga el pecado no será acaso un Dios que lo aprueba? ¿Puede Dios perdonar el pecado de quien no lo paga con la penitencia? ¿Un Dios que absuelve tanto a la víctima como a su asesino no hace acaso preferencias de personas? ¿Puede ir al paraíso del cielo quien odia a Dios? ¿Es Dios injusto si quiere que Le restituyamos lo que le hemos robado? Y si la gracia es un don gratuito, ¿acaso eso nos exime del deber de hacer nuestra parte?
----------El libro del Apocalipsis, tal como lo presenta Candiard, puede representar bien la simpática metáfora de un hermoso viaje de vacaciones estivales a precios ventajosos en un maravilloso y misterioso país exótico donde nunca hemos estado, y del cual nos han dicho maravillas, pero no vemos la seriedad, profundidad y elevación de un inconcebible Amor divino que ha dado por nosotros, ingratos pecadores, hasta su última gota de sangre para sacarnos del abismo y para darnos gratuitamente una vida eterna y la gloria de los hijos de Dios, cuando, por el contrario, merecíamos la condenación eterna como hijos del diablo.
   
El llamado de Juan a la esperanza implica el llamado a hacer penitencia
   
----------Ciertamente, el mensaje del libro del Apocalipsis es un llamado a la esperanza, a una sobrenatural esperanza, dirigido a los cristianos de los tiempos de san Juan y a los cristianos de todos los tiempos, pero la esperanza a la que nos invita no es una esperanza incondicionada, pues se trata de la esperanza de un triunfo de Cristo y de la Iglesia en el que debemos hacer nuestra parte. Como he dicho líneas arriba, las imágenes que nos presenta el Apocalipsis son también divinas advertencias de que la humanidad está fuera de camino y si quiere salvarse, debe hacer penitencia y volver a Dios.
----------El buenismo que trasunta el mencionado opúsculo de Adrien Candiard, está hoy difundido en el interior de la Iglesia, en todos sus estratos, a todos los niveles, y tiene múltiples manifestaciones, en la catequesis, en la predicación dominical, en el llamado vocacional, en la pastoral parroquial, en los movimientos laicales, en la general actitud del cristiano promedio en su vida en el mundo actual.
----------Ámbito particularmente nocivo de la actual difusión a gran escala del buenismo entre el pueblo fiel cristiano, es el sacramento de la Penitencia y la práctica de la dirección espiritual. Al respecto, no hace mucho, llegó a mi conocimiento un hecho acontecido en una parroquia mendocina. El hecho no es en modo alguno novedoso, sino, todo lo contrario, alarmantemente frecuente. Lo narraré muy brevemente y con tintes algo novelescamente deformados, pero en cualquier caso mis agregados de fantasía literaria no deben hacernos olvidar que se trata de un hecho realmente acontecido.
----------Ocurrió durante la pasada Cuaresma, cuando ya cercano el Triduo Sacro, fue organizada una celebración comunitaria de la penitencia en una parroquia de barrio. Tras la Misa vespertina, llegaron varios sacerdotes de parroquias vecinas a dar un mano al Párroco, para la confesión de los fieles. Uno de los fieles, hombre ya mayor, se acercó piadosamente a uno de los confesores, mientras otros esperaban en fila su turno. Aquel fiel, sabiendo que no podía demorarse demasiado -no se trataba aquello de una plática de dirección espiritual, sino de una confesión en Semana Santa- confesó sus últimos pecados y, por último, como era su costumbre de siempre, renovó su arrepentimiento por los pecados de su vida pasada en general, añadiendo que también quería confesar que era totalmente consciente de "no seguir haciendo por ellos suficiente penitencia como sabía que debía hacer". Aquella frase fue la que desató el terremoto.
----------El hecho fue que el sacerdote, un joven presbítero de tan sólo un par de años de ordenado, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, ni bien escuchó la palabra "penitencia", pareció saltar de su silla, mientras recriminaba: "¿Y quién le ha dicho semejante cosa? ¿De dónde ha sacado usted que tiene que hacer penitencia por sus pecados pasados? Los ha confesado, ha hecho la penitencia que le indicó su confesor. Ya está. Todo está hecho. En adelante no tiene más que vivir agradecido de la misericordia de Dios, y..."
----------Obviamente, teniendo en cuenta la fila de los que deseaban confesarse, aquel penitente decidió no contrastar al sacerdote en lo que decía, ni tampoco se animó siquiera a aclararle que él, al hablar de "penitencia", no se había referido a ella como elemento parte del sacramento, sino en general, a las habituales obras de penitencia que siempre había creído que debía cumplir en su vida todo cristiano, y mucho menos pasó por su mente hacerle ver que se olvidaba del Catecismo de la Iglesia Católica, en todos los lugares donde ese resumen de la doctrina de la Iglesia habla de la necesidad de seguir haciendo penitencia. Aquel pobre fiel tuvo la impresión de que ese no era el momento para discutir de estas cosas. Prefirió guardar silencio, asentir vagamente con una inclinación de cabeza, recibir la absolución y levantarse de su silla...
----------El tratamiento que hoy se le da, tanto a nivel teórico como a nivel pastoral, a la temática de la penitencia manifiesta a las claras lo difundido que está el buenismo en la Iglesia. Por cierto, esta cuestión de la penitencia es uno de los problemas más serios que encontramos hoy en la vida eclesial. Es en el fondo la idea de Lutero, el cual decía que la penitencia no es necesaria, porque el dejar de pecar es ya una penitencia. Es decir, falta la conciencia de que el pecado nos causa un daño a nosotros mismos o a los demás o nos aleja de Dios, de modo tal que estas consecuencias lamentables deben ser eliminadas.
----------Ahora bien, la penitencia consiste precisamente en quitar estas consecuencias lamentables que tiene el pecado original. Por otra parte, la Sagrada Escritura parangona el pecado a un débito, una deuda, que debemos pagar. Es verdad que quien nos obtiene la remisión de nuestras deudas es nuestro Señor Jesucristo, pero nosotros estamos en todo caso llamados a hacer nuestra parte. Por eso el Evangelio mismo nos manda el arrepentirnos y el hacer obras de penitencia. Por lo tanto, según la fe cristiana, la liberación de la culpa comporta el descuento de una pena, que tiene una función purificadora tal que pone al pecador en un estado de inocencia, que le permite retomar la normal relación con Dios y con el prójimo.
----------Bien entendido, lo que acabo de decir no significa que, siendo absueltos de culpa por el sacramento de la Penitencia, luego estemos dispensados de hacer obras de penitencia en nuestra vida cotidiana. Al respecto, es necesario distinguir la culpa de la pena.
----------Cuando nos confesamos, las culpas vienen canceladas, pero queda una pena por cumplir o una obra reparadora por hacer. Estas son las obras de la penitencia, con las cuales remediamos el mal que hemos hecho, ya sea hacia Dios o hacia el prójimo.
----------Es necesario hacer una distinción entre la confesión del pecado mortal y la del pecado venial. Cuando confesamos el primero, se borra tanto la culpa como la pena eterna, que sería el infierno. Sin embargo, dada la gravedad del pecado mortal, normalmente también aquí se necesitan obras de penitencia.
----------Las cosas son diferentes cuando se trata de los pecados veniales. Estos pecados nos los podemos quitar incluso sin confesarnos, pero queda siempre una pena temporal por descontar. Si logramos descontarla durante la vida presente, en el momento de la muerte vamos inmediatamente al paraíso del cielo. Si, por el contrario, queda alguna pena por cumplir, la cumpliremos en el purgatorio. A menos que alguna alma buena nos obtenga para nosotros una indulgencia, la cual puede disminuir la pena o puede quitarla del todo.
----------Cabría esperar que el mencionado opúsculo del padre Adrien Candiard no forme parte de la bibliografía de estudio para los alumnos de Escatología del Seminario de Mendoza (ni de ningún Seminario católico), porque de lo contrario seguirán repitiéndose hechos como los aquí narrados.

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