jueves, 27 de junio de 2024

Cómo ha nacido el Concilio Vaticano II

Con esta serie de notas que desde semanas recientes venimos publicando, dedicadas a la interpretación del Concilio Vaticano II, se trata de dar una modesta pero sincera contribución para poner en luz, en fidelidad al Magisterio de la Iglesia y a los buenos teólogos, la preciosidad de las enseñanzas conciliares y, en particular, la verdadera y benéfica novedad de sus enseñanzas doctrinales en la continuidad con la tradición, porque ésta me parece hoy la mayor exigencia relativa a la exégesis de los textos del magno Concilio de nuestro tiempo.

----------Una ayuda en el trabajo de clarificación del significado del Concilio Vaticano II nos puede ser dado por el recuerdo de cómo ha nacido, que es una cuestión estrechamente vinculada a sus finalidades, y por tanto a los contenidos doctrinales y al lenguaje típicamente pastoral moderno que el 21° Concilio Ecuménico ha adoptado en todos sus documentos, incluso en sus textos dogmáticos.
----------Como ya ha sido señalado por muchos, sobre todo por los estudios de Giuseppe Alberigo, muchas son las características del Concilio Vaticano II que lo distinguen de todos los otros Concilios de la historia de la Iglesia. Una de esas características distintivas es ante todo su origen, imprevisto e inesperado, como una divina inspiración, según los mismos dicho del papa san Juan XXIII, quien lo convocó.
----------Por otra parte, nada más pertinente, podríamos decir en primer lugar, dado que los Concilios en la Iglesia son convocados por el Papa o al menos aprobados por el Papa y se desarrollan bajo la guía del Romano Pontífice, indudablemente bajo la asistencia del Espíritu Santo. Y sin embargo, al mismo tiempo, el modo de la convocatoria del Concilio Vaticano II ha sido un hecho absolutamente insólito. No hubo ninguna expectativa o presagio, ningún auspicio, ninguna instancia, ninguna solicitud, ninguna preparación consciente e intencional por parte de los hombres, comprendido el Papa.
----------De hecho, en el caso de los otros Concilios que han precedido al Vaticano II, ellos siempre han sido invocados, solicitados, esperados, deseados incluso durante largo tiempo y por parte de muchos, para afrontar graves y evidentes problemas, ya sea de doctrina o de disciplina, para aclarar cuestiones, o remediar conflictos, a fin de que el Papa o quien para ello se decidiera a convocarlo, eventualmente con la participación o la citación a juicio de personajes o movimientos definidos, siguiendo un programa bien preciso, constituido por una o más cuestiones sumamente serias e impelentes, de importancia vital para la Iglesia, sobre todo atinentes al dogma, ya sea para proponer, o para defender contra la herejía.
----------De hecho, sobre todo en la primera mitad del siglo XX, habían madurado nuevas tendencias y corrientes de pensamiento en el campo de la apologética, de la exégesis, de la liturgia, del ecumenismo, de la eclesiología, de la espiritualidad, de la ética personal y de la doctrina social, no siempre privadas de ambigüedad, errores o riesgos, tendencias y doctrinas las cuales, sin embargo, esperaban un reconocimiento o una purificación por parte del Magisterio de la Iglesia. En este sentido, es posible decir que tales corrientes de pensamiento han preparado, aunque inconscientemente y preterintencionalmente, el Concilio, el cual, precisamente haciéndolas propias, las habría de elevar a la dignidad y a la autoridad docente de doctrina de la Iglesia.
----------Ya es bien sabido que el papa Pío XII había ventilado la eventualidad de celebrar un Concilio, pero en la línea tradicional de encontrar la solución a conflictos internos a la Iglesia, en este caso concreto los errores doctrinales denunciados en la encíclica Humani generis. El Papa sin embargo se daba cuenta que estos problemas eran de una tal gravedad, que se habrían de necesitar años para su solución, con el riesgo de un agravamiento de los contrastes; el papa Pacelli, entonces, renunció a la empresa, pensando también que una asamblea de tal duración habría sustraído por demasiado tiempo la presencia de los Obispos en sus diócesis, necesitadas de ser reconstruidas después de la tragedia de la guerra.
----------La idea de Pío XII fue por tanto muy diferente, por no decir opuesta, a la de Juan XXIII. El papa Pacelli sentía el deber, como supremo Maestro de la Fe y Custodio del Rebaño de Cristo, de afrontar con la fuerza de su extraordinaria personalidad los graves problemas doctrinales surgidos en lo interno de la Iglesia, o sea el casi renacido modernismo (pensemos por ejemplo en los peligros de la así llamada Nouvelle Théologie). El papa Roncalli, por el contrario, dejó de lado completamente la idea de afrontar tales problemas y diseñó en cambio un Concilio totalmente proyectado a la tarea de reunir las fuerzas sanas para difundir el mensaje evangélico en un lenguaje comprensible al mundo moderno y en diálogo con el pensamiento moderno, dando por supuesta una sustancial unidad de la Iglesia y una cierta y suficiente concordia por cuanto se refería a los contenidos que se debían transmitir. Por consiguiente, el papa Juan concentró toda la atención sobre los elementos de cohesión y sobre cómo encontrar el modo de anunciar el Evangelio en un lenguaje moderno.
----------Ciertamente, eran dos lecturas de una misma situación eclesial, pero efectivamente bastante diferentes, digámoslo con franqueza, y sin embargo formuladas por dos Santos Pontífices: uno Siervo de Dios y el otro Santo ya canonizado. Pero no está dicho que también los Santos sean infalibles en la lectura de aquellos que, como se dice hoy, son los "signos de los tiempos". Estoy convencido que la historia ha dado razón a Pío XII. ¿Y por cuál motivo? Porque aquel malestar interior, aquellos errores que Pío XII había denunciado en la Humani generis, diez años antes de la convocatoria del Concilio, puntualmente se han vuelto a presentar y de hecho han surgido de nuevo en el período post-conciliar, aún cuando naturalmente los documentos conciliares han permanecido inmunes, protegidos contra la mentira por el Espíritu de la Verdad.
----------Acaso lo ideal hubiera sido organizar un Concilio en el cual combinar la denuncia de los errores a un gran proyecto misionero como estaba en las intenciones del papa Juan. Es un hecho que las cosas no han sucedido así: el Vaticano II ciertamente ha tenido sus innegables frutos, pero indudablemente, al menos hasta ahora, no se ha verificado en absoluto ese "Nuevo Pentecostés" en el cual el papa Roncalli había depositado cuantiosas esperanzas, tanto es verdad que pocos años después san Paulo VI, como es sabido, habría de hablar de "nubes y tempestad" y del "humo de Satanás" ingresado al templo de Dios.
----------El advenimiento del Concilio Vaticano II ha sido -si se me permite el parangón- como si un enfermo olvidara su enfermedad y concentrara toda su atención sobre sus fuerzas sanas para emplearlas mejor. El Concilio ha potenciado indudablemente estas fuerzas sanas de la Iglesia, pero el hecho es que no ha curado a las fuerzas enfermas, por lo que, una vez concluido, los síntomas de la enfermedad se han vuelto a presentar. Esto, es necesario decirlo con franqueza, ha sido un defecto pastoral (no ciertamente doctrinal) del Concilio; y por lo demás en las decisiones pastorales tampoco un Concilio es infalible.
----------En definitiva el Concilio ha mostrado una Iglesia vital también en período de crisis. Sin embargo ahora, después de sesenta años en que los errores neo-modernistas hacen sufrir a la Iglesia, deviene siempre más urgente encontrar el modo de corregir estos errores, a fin de que el Concilio pueda llevar a todos esos frutos que él promete. Por eso fue muy acertado el título que se le dio a un congreso teológico celebrado en San Marino en el 2010: Passione della Chiesa. Amerio ed altre vigili sentinelle.
----------El historiador italiano Roberto de Mattei, en la obra que ya hemos citado, Concilio Vaticano II. Una historia nunca escrita, muestra cómo al Concilio fueron invitados como peritos algunos teólogos que bajo el pontificado de Pío XII habían sido censurados. Ciertamente, éste es un hecho difícilmente explicable. ¿Cómo podríamos sorprendernos si esos teólogos, acaso convencidos de que el Concilio les hubiera dado la razón, terminado el Concilio, hayan retomado su tarea de diseminar con mayor seguridad y arrogancia sus errores delante de autoridades sorprendidas, negligentes e ingenuamente optimistas?
----------Una vez que el Concilio Vaticano II estuvo iniciado, comenzó inmediatamente a emerger la tendencia, que luego se hizo cada vez más fuerte e incisiva, de aquellos que luego habrían de ser llamados en modo equívoco "progresistas", corriente que contaba con algunos decididos a insistir clandestinamente o incluso abiertamente en los errores que se les habían cuestionado y a promover un progreso en la doctrina y en la praxis de sabor indudablemente modernista, probablemente convencidos de que las condenas recibidas ya no fueran válidas o reflejaran un error de la autoridad, en particular de quien era considerado por muchos un rezago del medioevo, como el cardenal Alfredo Ottaviani, Secretario del Santo Oficio.
----------Era la respuesta, por cierto bastante ambigua, a aquella exhortación del papa Juan XXIII a afrontar con decisión y auténtica caridad el diálogo con el mundo moderno, a fin de una nueva evangelización. Respuesta calificable de ambigua porque, a decir verdad, los modernistas actuaban ocultamente detrás de la acción límpida y valiente de los verdaderos progresistas, de aquellos que sinceramente y lealmente querían el progreso de la doctrina y la renovación de las costumbres cristianas.
----------Fue así que, como narra Joseph Ratzinger, por entonces perito del Concilio, la asamblea conciliar fue como apresada por una especie de entusiasmo colectivo, en la convicción de tener que responder a un soplo revolucionario que impulsaba a rehacer en cierto sentido todo desde el principio. Dice Ratzinger: "Todo parecía objeto de revisión e incluso la profesión de fe no parecía ya intangible [En 1966 habría de aparecer el Catecismo Holandés, y en 1978 en Italia el Grundkurs des Glaubens de Rahner] [...] se percibía [...] la idea de una soberanía eclesial popular, [...] la idea de 'Iglesia desde abajo', de 'Iglesia del pueblo' [Sobre el modelo de esa falsa democracia que ya Pío XII había condenado, la cual retomaba las viejas teorías conciliaristas y habría de desembocar, en los años setenta, en la eclesiología de la "teología de la liberación" de Gutiérrez, Boff, Asman, Sobrino, Segundo, etc.], que luego, sobre todo en el contexto de la teología de la liberación, deviene el fin mismo de la reforma" (Mi vida, Ediciones Encuentro, Madrid 2006, p.101).
----------De Mattei, en su libro describe bien este clima eufórico de dudosa cualidad, similar a la asamblea constituyente de la Revolución francesa, clima que sin embargo, por obra del Espíritu y gracias a la moderación ejercida por la corriente conservadora, bajo la guía de san Paulo VI, se convirtió en una decantación que hizo emerger la sana novedad en la continuidad con la Tradición.
   
Desde el modernismo al progresismo
   
----------Paulo VI promovió la verdadera modernización, sobre todo en sentido eclesiológico, pero haciendo conservar al Concilio una fuerte atención a la modernidad. Si el papa Juan no había prospectado un avance doctrinal al Concilio, sino simplemente un objetivo pastoral, con Paulo VI, más interesado en la cultura y en la doctrina que el Pontífice precedente, el Concilio comenzó a hacer avanzar decididamente también la doctrina, y no a limitarse a repetir lo que ya había sido dicho, aunque se lo dijera en un lenguaje nuevo. Es sobre todo en este punto que surgen los problemas de la continuidad. Un lenguaje contrastante con el del pasado los lefebvrianos lo pueden también perdonar, pero no llegan a digerir -y desde su punto de vista tienen razón- aquello que a ellos les parece, aunque erróneamente, un contraste en los contenidos.
----------Se necesitaba según el Concilio elaborar un cristianismo moderno, sin olvidar la apertura misionera, según la propuesta del cardenal Suenens: Ecclesia ad intra, Ecclesia ad extra. De tal modo retornaba en cierto sentido la preocupación de Pío XII: la Iglesia debía corregirse en su interno y conocerse mejor a sí misma. Al mismo tiempo se necesitaba dar impulso a la obra misionera.
----------Sin embargo, hay que tener presente que este corregirse, Paulo VI no lo entendió en el mismo sentido de Pío XII, o sea eliminar los errores difundidos en lo interno de la Iglesia: el evolucionismo, el inmanentismo, el biblicismo, el existencialismo, el historicismo y el idealismo, así como el poligenismo, la negación de la existencia de los ángeles y del pecado original, la mutabilidad del dogma, la confusión entre la naturaleza y la gracia, el desprecio por la teología escolástica, la falsa mística, etc.
----------En cambio, san Paulo VI entendió este auto-corregirse ad intra por parte de la Iglesia precisamente como superación del tradicional método de la condena y del anatema, adoptando por el contrario un diálogo con todos, apreciación de los valores de la modernidad, ecumenismo, serena confrontación entre las religiones, pacifismo a ultranza, confianza en la buena fe de todos. Para Paulo VI no era tanto un corregir doctrinas, cuanto ante todo un corregir comportamientos, según las indicaciones dadas por Juan XXIII.
----------Interesante al respecto, como ya he hecho notar en otra ocasión, para darnos un retrato de la pastoral de san Paulo VI, ha sido el discurso que él ofreció a la Organización de las Naciones Unidas en 1964, donde prospectó la posibilidad de obtener paz y justicia simplemente con pacíficas tratativas o negociaciones, como si la humanidad viviera en un estado edénico sin sufrir las consecuencias del pecado original, por lo cual propuso ingenuamente una utópica renuncia al uso de la fuerza militar para la solución de los conflictos, cosa que acabó por proporcionar a la ONU pretextos para abstenerse del intervenir militarmente de modo eficaz en la solución de los conflictos (aquello que san Juan Pablo II, retomando la tradicional doctrina del justo uso de la fuerza, habría de llamar "intervención humanitaria") y por tanto para quitar a la ONU la tempestividad y la fuerza de defender a los pueblos víctimas de la agresión y de la prepotencia de los dictadores y de países más fuertes. Por lo tanto, ha hecho falta el advenimiento de san Juan Pablo II para que este pacifismo imbele y cobarde fuera superado dando lugar a una recuperación del principio del uso de la fuerza por una justa causa.
----------Ahora bien, el aspecto doctrinal Paulo VI lo veía concentrado casi exclusivamente en la eclesiología en relación al hombre y al mundo. Por tanto, se necesitaba hacer progresar la auto-conciencia de la Iglesia con los aportes de la mejor teología reciente, como por ejemplo la obra de Congar o de Journet.
----------El Concilio, como antes he dicho, no estuvo en precedencia invocado o auspiciado por nadie; pero si bien eso está claro, eso no quiere decir que, sobre todo a partir del siglo XIX, no hubieran surgido en varios países europeos movimientos, así como individuales teólogos, profetas y videntes (piénsese por ejemplo en las apariciones marianas, y en este punto no podemos no recordar el Mensaje de Fátima, con sus famosos así llamados "secretos"), los cuales deseaban y predecían una renovación espiritual de la Iglesia y un progreso doctrinal de la Iglesia, que se valieran de los elementos positivos del mundo moderno.
----------Todos ellos, sin darse cuenta y por fuera de su intención, prepararon efectivamente el Concilio Vaticano II, el cual por consiguiente, confirmó con autoridad sus puntos de vista, realizó sus deseos y aspiraciones, sus previsiones, puso en práctica sus exhortaciones.
----------Ellos prepararon el nuevo enfoque hacia el mundo moderno, enfoque preconizado por Juan XXIII en el discurso de apertura del Concilio, cuando él dijo que le parecía tener que disentir de ciertos "profetas de desventura", los cuales en la modernidad no veían más que prevaricaciones y calamidades, casi como si fuera inminente el fin del mundo. Por el contrario, el papa Juan invitaba a la Iglesia a tener una mirada más positiva y de esperanza frente al mundo, y no se esperaba su fin sino más bien, como todos sabemos, un "Nuevo Pentecostés", que precisamente habría debido ser iniciado por el Concilio, mientras que el Concilio mismo de algún modo podía ser considerado fruto de este nuevo Pentecostés.
----------Es verdad que tan sólo diez años después de celebrado el Concilio, Paulo VI observaba con amargura cómo en lugar de la nueva esperada primavera, hubieran llegado sin más ni más "nubes y tempestad". Pero al decir eso, ni siquiera pasaba por la mente del Santo Pontífice, como en cambio piensan hoy algunos, poner en el Concilio mismo los orígenes del huracán post-conciliar.
----------¿Cómo ha podido surgir esta colosal mistificación del Concilio, la cual, con el pretexto del Concilio mismo, ha llegado a hacerle obtener resultados opuestos a los que el Concilio quería? San Pío X no llegó a derrotar del todo al modernismo: el modernismo se mantuvo vivo bajo las cenizas hasta los tiempos del Concilio esperando el momento favorable para retornar fascinantemente y descaradamente a la escena.
----------Por el contrario, quien lee los documentos del Concilio Vaticano II con ojo límpido y sin dietrologías o prejuicios pasadistas, no puede más que quedar admirado ante la obra prodigiosa cumplida por los padres del Concilio: una obra única en toda la historia de la Iglesia y de la humanidad, por el extraordinario concurso de hombres doctos y sabios, en comunión entre ellos y con el Papa en la única fe y en el único amor de Cristo, tenazmente y pacientemente en colaboración entre sí durante cuatro años, cumpliendo una labor a menudo extenuante y frecuentemente oculta, a veces ingrata, y produciendo esa gran cantidad de documentos que conocemos, donde sorprende y maravilla, por no decir que tiene algo de milagroso, la armonía y el orden de la exposición, de las consideraciones y de las conclusiones sobre temas tan delicados, que han creado tantas dificultades incluso a los hombres más sabios de este mundo.
----------Como bien sabemos, los documentos finales del Concilio Vaticano II han sido preparados, después de numerosas e ingentes reconstrucciones y correcciones, a partir de una inmensa mole de trabajo producida por los Padres conciliares y por los expertos, recogida en unos cincuenta y ocho volúmenes y narrada con excepcional erudición por la famosa obra en cinco volúmenes de Giuseppe Alberigo y de su equipo, por más que, según el juicio de serios estudiosos, como por ejemplo el hoy cardenal Agostino Marchetto, la obra es defectuosa en el comprender la continuidad de la Iglesia post-conciliar respecto a la conciliar y pre-conciliar.
----------El citado libro de De Mattei busca remediar esa tendenciosidad de la obra de la Escuela de Bologna, y en ello es altamente meritoria, pero no parece poner suficientemente en luz eso que él llama la "victoria de los progresistas", que el autor tiende a confundir con los modernistas: no fue una victoria de una parte sobre la otra, en la cual están sus simpatías, sino que fue victoria de la verdad sobre el error.
----------Así incluso en la corriente conservadora De Mattei parece individuar la tradición de la Iglesia, por lo cual la "victoria de los progresistas" parece crear una ruptura con la Iglesia de antes. Al final, por tanto, De Mattei llega a conclusiones similares a las de Alberigo o a las de los lefebvrianos, pues concuerdan en hacer la "exégesis de la ruptura", con la diferencia de que el progresista (por no decir filo-modernista) Alberigo se siente contento, el tradicionalista (por no decir filo-lefebvriano) De Mattei se lamenta.
----------En realidad, también aquí es necesario distinguir. Mientras que parece que el profesor De Mattei resuelva la tendencia tradicionalista en la corriente de los lefebvrianos, sin embargo, existe un sano tradicionalismo y un tradicionalismo enfermo. Mientras que el tradicionalismo lefebvriano es tradicionalismo cismático, se da en la Iglesia y se debe dar, como existen sobrados ejemplos en muchos ambientes, un tradicionalismo perfectamente ortodoxo y en plena comunión con la Iglesia del Concilio y del post-concilio.
----------Por tanto, ¿acaso no tenemos en este extraordinario acontecimiento del Concilio un signo grandioso de la santidad y de la indefectibilidad de la Iglesia? ¿Acaso los Padres conciliares no nos han enseñado con su mismo ejemplo lo que han escrito como doctrina? ¿Acaso no se toca casi con la mano la presencia del Espíritu Santo? De Mattei se sorprende que en el momento de las votaciones, después de encendidos debates y contrastes, siempre hubieran mayorías abrumadoras y concluyentes a favor de los "progresistas". Esto no es signo, como podría parecer, de traición o hipocresía por parte de los conservadores, sino del hecho de que ellos mismos se habían dado cuenta que la Iglesia marchaba en el sentido de los progresistas, sin que ello implicara ruptura con el pasado. Sólo los lefebvrianos se han obstinado en la idea de que la Iglesia se hubiera traicionado a sí misma, pero no es difícil demostrar su error, como hago y seguiré haciendo.
----------Indudablemente, como sabemos, en la asamblea conciliar existieron tensiones -algunos acaso de manera un poco novelesca hablan incluso de "conjuras"-, pero se trataba en todo caso de choques o desencuentros, a veces indudablemente acalorados, entre tendencias opuestas, las cuales luego por lo demás se han integrado recíprocamente. Los defectos, como ya he dicho, no han faltado. Pero es siempre útil retornar sobre estos memorables documentos para extraer de ellos la verdadera interpretación, a menudo demasiado falseada por intérpretes ignorantes, superficiales, parciales y prevenidos o prejuiciosos.
----------Respecto al tema de las supuestas "conjuras", la socióloga italiana Rosa Alberoni, fallecida en 2021, escribió un libro interesante en 2010: Intrigo al Concilio Vaticano II, donde también sugiere los nombres de tal conjura, nombres transparentados bajo pseudónimos, como por ejemplo "Sumens" (que esconde a Suenens). El tono de la Autora es indudablemente de relato amarillo pero, en razón de que corresponde a noticias también recabadas de otras fuentes, la sustancia de la tesis del libro es válida, y es la tentativa que terminó siendo vacua (y no podía ser de otro modo) por parte de los modernistas de constreñir al Concilio a sostener sus tesis. Ellos se han rehecho después, presentándose como intérpretes y profetas del Concilio, y radica aquí el origen de la crisis post-conciliar, también porque Roma, influenciada por el modernismo en algunos funcionarios y prelados de la Curia (como en su tiempo había deseado Buonaiuti), ha perdido el control de la situación.
----------Esta falsa interpretación del Concilio Vaticano II, que lamentablemente todavía después de casi sesenta años no ha sido corregida, es la responsable de la grave crisis de fe generalizada que hoy estamos viviendo. Ciertamente, sería equivocado ver las causas de tal crisis en la doctrina y en la pastoral enseñadas en los documentos conciliares. Por el contrario, la doctrina es rica y abre nuevos horizontes al conocimiento de fe sobre muchos temas. Alguna reserva se la puede tener, como veremos, sobre la pastoral. El lenguaje, como también veremos, es a veces ambiguo y se presta a interpretaciones modernistas.
----------La crisis que estamos viviendo en la Iglesia es debida sobre todo a la invasión del neo-modernismo que ha comenzado inmediatamente después del Concilio, en virtud de su falsa interpretación y favorecida por la más que obvia incapacidad del Episcopado mundial para frenar esta marea ascendente.
----------En este punto, otro libro que puede ser citado es el del filósofo estadounidense Ralph McInermy: What went wrong with Vatican II (Sophia Institute Press 1998). Se trata de un análisis de este movimiento de rebelión neo-modernista que se difundió entre los teólogos sobre todo después de 1968, año de la encíclica Humanae vitae, abiertamente contestada por amplios estratos de la Iglesia y sutilmente por algunas enteras Conferencias Episcopales. El título del libro ("Qué salió mal en el Vaticano II") puede conducir a engaño, porque el Autor parece que se la agarra con el Concilio. En cambio, quien lea el libro se dará cuenta que sostiene lo mismo que mi tesis. Fue así que desde 1968, el papa san Paulo VI, que hasta ese momento había escrito siete encíclicas, ya no escribirá ninguna hasta su muerte, ocurrida en 1978.
----------El esfuerzo de esta serie de artículos que he comenzado a publicar y que continuaré publicando a la brevedad posible, es, como he dicho, dar una modesta pero sincera contribución para poner en luz, en fidelidad al Magisterio de la Iglesia y a los buenos teólogos, la preciosidad de las enseñanzas conciliares y, en particular, la verdadera y benéfica novedad de las enseñanzas doctrinales en la continuidad con la tradición, porque ésta me parece hoy la mayor exigencia relativa a la exégesis de los textos conciliares.
----------Hoy, después de casi sesenta años de la finalización del Concilio, es más necesaria que nunca la resolución de la cuestión de la interpretación de los documentos finales del Vaticano II, y de los correctos criterios para llevarla a cabo, así como la cuestión de la autoridad de las enseñanzas conciliares.
----------Lo positivo es que, como por lo demás sucede siempre con el paso del tiempo, el período transcurrido desde la finalización del Concilio hasta hoy no ha pasado en vano.
----------Después de las ardientes polémicas de la contestación de los años setenta -los "años de plomo" no sólo del terrorismo político sino también del terrorismo teológico-, después de la exaltación o, en el polo opuesto de la demonización, del Concilio, respectivamente como palingenesis universal o tormenta revolucionaria, estamos llegando, después de más atentos y objetivos estudios históricos y adecuados criterios de valoración, a una obra de decantación y se está desarrollando una discusión y una confrontación más serenas.
----------Hace ya más de una década atrás, el eco de las discusiones sobre esta temática de la interpretación de los textos conciliares, llegó incluso al "L'Osservatore Romano", un medio que, por otra parte, no era la primera vez que incursionaba en estas cuestiones. Así, en un artículo publicado el 15 de abril de 2011, con el título de "Relecturas conciliares", el ilustre teólogo tomista Inos Biffi, proponía algunas observaciones críticas a los estudios de Gherardini y de De Mattei, auspiciando que se pudiera llegar finalmente a una visión verdaderamente objetiva, que sepa poner en evidencia la "continuidad en la reforma".
----------Un ejemplo de esta discusión lo encontramos en las actas del Congreso organizado hace casi década y media por los Franciscanos de la Inmaculada, y que se desarrolló en Roma a finales del 2010 con el título "Concilio Ecuménico Vaticano II. Un Concilio Pastoral. Análisis histórico-filosófico-teológico. Congreso de Estudios sobre el Concilio Vaticano II, para su correcta hermenéutica a la luz de la Tradición de la Iglesia". Este Congreso dio ciertamente importantes contribuciones a la interpretación del Vaticano II, pero también hay que decir, con franqueza, que fue demasiado esquivo acerca de la cuestión fundamental de la "continuidad".
----------Los estudios sobre la cuestión apuntada, gradualmente se están conduciendo hacia la ansiada verdad, la cual normalmente no es facciosidad o, como suele decirse hoy, no es "ideología", sino que se trata de síntesis armoniosa entre dos opuestos conciliados entre sí, aunque no de modo dialéctico como en Hegel, sino de modo analéctico (término que aquí uso para expresar la importancia del valor de la analogía en los diversos planos y campos del saber) como en santo Tomás de Aquino, en recíproca complementariedad: en este caso específico, se trata de la unión del elemento tradicionalista (quies) con el elemento progresista (motus), término este segundo tomado aquí naturalmente en el buen sentido, etimológico, y no en el sentido "modernista" (es necesario arrebatar el término "progresismo" a los modernistas, como lo han hecho ya Maritain o Congar). En efecto, sin su coexistencia pacífica en las cosas humanas -y la Iglesia tiene también un aspecto humano- no existe vida, no existe historia, no existe verdad, no existe salvación.

30 comentarios:

  1. La Constitución Gaudium et spes (n. 24, § 4) enseña que "el hombre es en la tierra la única criatura que Dios ha querido por sí misma (propter se ipsam)".
    Esto es lo contrario al cristianismo. Dado que el modernismo quiere que el hombre se haga "Dios" para sí mismo a través de sus fuerzas naturales, mientras que el cristianismo enseña que Dios se hizo hombre para salvar al hombre del pecado original, haciéndole participar de su naturaleza divina de manera limitada y finita mediante la gracia santificante.
    El error panteísta de Gaudium et spes ha sido retomado y reafirmado con fuerza por Pablo VI durante "la homilía en la 9ª sesión del Concilio Vaticano II", el 7 de diciembre de 1965. El Papa Montini llegó a proclamar: "La religión del Dios que se hizo hombre se ha encontrado con la religión (porque tal es) del hombre que se hace Dios. ¿Qué ha ocurrido? ¿Un enfrentamiento, una lucha, un anatema? Tal podía ser; pero no ha ocurrido. [...]. Una inmensa simpatía hacia cada hombre ha impregnado todo el Concilio. Dadle mérito al menos en esto, vosotros humanistas modernos, que rechazáis las verdades, las cuales trascienden la naturaleza de las cosas terrestres, y reconocéis nuestro nuevo humanismo: también nosotros, más que nadie, tenemos el culto del hombre".
    Por tanto, así como San Pío X quería "instaurare omnia in Cristo", volver a centrar todo en Cristo, la Gaudium et spes querría "instaurare omnia in homine", y representa un Magisterio (pastoral y no infalible) todo orientado en dirección al hombre y proyectado a rebajar a Cristo al nivel de lo puramente natural, apartándolo del trono de su Divinidad. ¿Qué ruptura con el Magisterio constante, tradicional y dogmáticamente infalible de la Iglesia más radical que ésta?
    La doctrina cristiana resumida en el "Catecismo de San Pío X" enseña que "Dios nos ha creado para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida, y luego disfrutarlo en la otra en el Paraíso". Del mismo modo, el "Principio y Fundamento" de los Ejercicios Espirituales (n. 23) de S. Ignacio de Loyola.
    La doctrina de Gaudium et spes enseña casi a sustiruir la adoración del Creador por la adoración a la criatura, y todo tiende a la exaltación de la dignidad considerada casi infinita de la persona humana.
    Nos preguntamos cómo se puede sostener, sin rupturas con la Tradición apostólica, la S. Escritura y con la recta razón, la afirmación de que el hombre "es en la tierra la única criatura que Dios ha creado para sí misma". Como decía Monseñor Brunero Gherardini en su libro sobre el Concilio Vaticano II: "Es un texto absurdo y blasfemo. [...]. El 'para sí misma' subvierte los valores, sometiendo al Creador a la criatura". En resumen, Dios se convierte en el tributario del hombre, un subordinado suyo y el hombre en el valor primario.

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    1. Estimado José,
      la enseñanza del Concilio Vaticano II acerca de la dignidad humana debe ser interpretada en el sentido de que el Concilio quiere recordarnos que la creatura humana es la única, en todo el universo físico, que es creada a imagen de Dios. Esto no significa que el hombre sea fin para sí mismo. Está claro que su fin último es Dios. Sin embargo, se puede decir de algún modo que ha sido creado para sí mismo, en cuanto que lleva en sí la imagen de Dios, que existe para Sí Mismo.
      Por cuanto respecta al discurso de san Paulo VI sobre el ateísmo, digamos también que no es muy feliz, porque en realidad, como es sabido, el Concilio condena vigorosamente el ateísmo, mostrando su necedad y reafirmando el deber del hombre, a fin de salvarse, de creer en Dios.
      Podemos decir que san Paulo VI en esa ocasión pretendía referirse a la necesidad del diálogo entre creyentes y no-creyentes. Pero es evidente que en ese diálogo el creyente tiene el deber de demostrar al no-creyente la existencia de Dios y de advertirle que si no cree en Dios no se puede salvar.
      Por otra parte, para comprender plenamente ese discurso de Paulo VI es necesario conectarlo con la tarea especial que él le había confiado a la Compañía de Jesús de derrotar el ateísmo y promover el culto al verdadero Dios.

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    2. Pero, querido padre, me permito añadir que esta extremización ha alcanzado su cumbre en las afirmaciones del actual pontífice cuando afirma por ejemplo: "mejor ateos que malos cristianos". Aunque no sea catedrática, es una afirmación que lleva al extremo precisamente, la divinización del hombre que puede prescindir de Dios. Es una afirmación de una gravedad inaudita en absoluto conflicto con la Fe cristiana. No soy teólogo, sino que simplemente veo en este recorrido histórico el triste epílogo de un Concilio que ha producido muchos, aunque no solos, frutos podridos. Gracias por permitirnos expresarnos, y me disculpo por la intromisión.

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    3. Estimado Anónimo,
      deseo afirmar ante todo que, en toda la historia de los Concilios ecuménicos (y han sido 21), el Concilio Vaticano II es el que ha condenado el ateísmo en la forma más severa y motivada.
      Por cuanto respecta a las mencionadas palabras del papa Francisco, yo no les daría gran peso, porque no se trata de magisterio, sino probablemente de un desahogo emotivo que quiere expresar la odiosidad de la hipocresía, asumiendo que se está refiriendo a alguien es ateo no conscientemente sino por haber confundido el concepto del verdadero Dios.

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  2. Creo que el nacimiento del Concilio no puede dejar de relacionarse con las consecuencias que el Concilio ha tenido, incluyendo la dimisión de Benedicto XVI. Pero las interpretaciones que se barajan sobre esta últimas suelen ser muy discutibles. Se dice que (y creo que el padre Filemón es de esta idea) las presiones de los Rahnerianos llevaron a la dimisión de Benedicto. Esta tesis no me convence. Creo que la dimisión fue pensada por la falta de energías para dedicar a la iglesia. Creía que iba a morir un año después de su dimisión. Y luego, como dijo el secretario, la decisión ya se había tomado un año antes. Otro segundo aspecto discutible cuando se trata este tema, es el relativo al perdón de los conspiradores de San Galo y la excomunión retirada para que pudieran participar en el cónclave.

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    1. Estimado Dino,
      mi artículo se refiere específicamente a las razones que motivaron la convocatoria al Concilio Vaticano II, de modo que el tema de las consecuencias que el Concilio ha tenido en el postconcilio hasta la actualidad, es un tema aparte.
      No obstante, debido a que sus referencias son interesantes, le aportaré algunas breves indicaciones.
      Ante todo, le diré que yo conozco bien la historia de las relaciones de Ratzinger con los rahnerianos. La oposición de éstos a Ratzinger es conocida por todos, y, por otra parte, en repetidas ocasiones yo he citado el juicio muy severo de Ratzinger sobre Rahner. Es bien sabido también que en los veinticinco años en que Ratzinger fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, luchó denodadamente contra las ides rahnerianas. Mientras tanto, los rahnerianos se fortalecieron y formaron el grupo de San Galo que orquestó la elección del papa Francisco, del cual ellos esperaban obtener el apoyo a Rahner, en lugar de Santo Tomás. Cosa que evidentemente no obtuvieron. De hecho, el papa Francisco recientemente ha hecho repetida confirmación de la primacía del Aquinate como Doctor Communis Ecclesiae sobre los demás teólogos católicos.
      Por cuanto se refiere a la carta de renuncia, no tengo dificultad en reconocer que Benedicto XVI la escribió al inicio de su pontificado, como documento que eventualmente hubiera podido usar. Al mismo tiempo, Benedicto se esforzó mucho en su oficio petrino y los frutos de este valiente esfuerzo son notabilísimos. Pero al mismo tiempo creció la oposición de los rahnerianos, los cuales lograron aislarlo. En este punto, al constatar él que ya no tenía el poder suficiente para gobernar la Iglesia, se vio obligado a dar la dimisión.
      Tenga presente que los conspiradores de San Galo habían quedado excomulgados según norma de un documento del papa san Juan Pablo II. Ahora bien, está claro que cuando se presentó la ocasión del Cónclave se vino a saber el asunto, por lo que Benedicto, en su bondad, allí los liberó de la excomunión, para que pudieran tener el derecho de voto y el Cónclave fuera regular.

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    2. ¿Pero es verdad que Oficio Primacial y Obispo de Roma no son la misma cosa? ¿Por qué san Juan Pablo II y san Pablo VI en sus renuncias dijeron claramente que renunciaban al oficio de Obispo de Roma como al Oficio Primacial?

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    3. Estimada Ana María,
      si usted entiende por oficio primacial el así llamado primado del Romano Pontífice, vale decir, el gobierno de la Iglesia, entonces está claro que el gobierno de la Iglesia y el ser obispo de Roma pertenecen a la misma persona.

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    4. Vale decir, ¡el ser cabeza de la Iglesia Católica! por ejemplo, San Pedro era cabeza de la Iglesia Católica, ¡pero no era en un primer momento Obispo de Roma! porque la primera sede estaba geográficamente en Antioquía; luego vino Roma, luego Aviñón y luego Roma de nuevo.

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    5. Estimada Ana María,
      Jesús le dio a Pedro el encargo de apacentar a la Iglesia. Después de la ascensión de Jesús al cielo, Pedro fue obispo de Antioquía. Desde Antioquía trasladó su sede a Roma, donde asumió el cargo de obispo de Roma. Desde entonces el Papa es obispo de Roma. Por eso, durante la permanencia en Aviñón, los Papas siguieron siendo obispos de Roma, por lo que al volver a Roma pudieron gobernar efectivamente la Iglesia desde Roma. De este modo, los sucesores de Pedro, muerto y sepultado en Roma, son todos obispos de Roma, aunque eventualmente debieran trasladarse a otra ciudad.

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    6. ¿Entonces no son dos entes distintos?

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    7. Estimada Ana María,
      el título de Obispo de Roma y de Sumo Pontífice son dos títulos distintos pero inseparables entre sí. Una persona es Papa, porque es Obispo de Roma, y viceversa.

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  3. Yo preferiría no leer sobre estos temas, porque perjudican a la Iglesia sin ninguna ventaja. Creo que es Dios, el dueño y señor de la Iglesia y del mundo y que "no cae hoja de un árbol que Dios no lo quiera". Si la Iglesia, a los ojos de los hombres, pareciera derrotada, no lo será verdaderamente para los auténticos creyentes, los cuales están y estarán y formarán la Iglesia, que Dios ha fundado. No serán mis convicciones las que vayan a prevalecer, sino las de Dios.

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    1. Estimado p. Carlos,
      en el conjunto de su comentario puedo estar de acuerdo.
      Por cuanto respecta a las divisiones en la Iglesia, es necesario que no perdamos el ánimo, porque el llegar a desanimarnos es precisamente la obra que quiere cumplir satanás en la Iglesia. Por el contrario, debemos estar bien seguros de que quien está en comunión con la Iglesia y con el Papa puede vencer también las fuerzas de satanás, que actúan también dentro de la Iglesia.

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    2. Gracias, padre Filemón, por su respuesta. Vivimos tiempos difíciles, pero como hombres, porque Dios triunfará siempre y "las fuerzas del mal nunca prevalecerán nunca".

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  4. Me alegra que usted confirme las "diabluras" que en su momento obligaron a la dimisión de Benedicto XVI. Lo que no comparto es la traslación de valores de la fe del papa Benedicto al papa Francisco. Estoy convencido, y los hechos hablan, sobre todo el testimonio de Mons. Georg Ganswein, de que la distancia doctrinal entre los dos papas es insalvable. Es cierto que el papa Francisco, de palabra, ha reiterado la referencia a santo Tomás, pero en los hechos se ha mostrado mucho más cercano a Karl Rhaner. Su simpatía por el luteranismo, el misericordismo "absolutizado" y yo diría "trascendental", demostrado también en varios pasajes como por ejemplo: "a los hombres amados por el Señor", contra "a los hombres de buena voluntad"; "no nos abandones a la tentación", contra "no nos induzcas en tentación"; "hermanos todos como consecuencia del "cristiano anónimo." Etc. La distancia sobre la tradición: "Traditionis custodes" contra"Summrum pontificum", hasta la completa eliminación de la misa tradicional. Recordando el horror de la "pachamama", ( falsa inculturación), el pronunciamiento, después del terremoto de Amatrice, de que Dios no envía castigos.etc. Como ve, la diferencia es casi abismal.

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    1. Estimado Pablo,
      no tengo ahora presentes en mi memoria los dichos de mons. Gänswein a los que usted se refiere; de modo que debería yo verificarlos con exactitud. En todo caso, una cosa es cierta: que entre Benedicto XVI y Francisco I, existe continuidad por cuanto respecta a las verdades de fe, como no puede ser de otro modo (y esto es de fe vinculante para el fiel creyente).
      Por cuanto respecta a la cercanía de Francisco con Rahner mencionada por usted, debemos decir que ella, si admitiéramos su existencia, se sitúa en el plano pastoral. ¿Por qué motivo? Muy simple. De hecho, recuerde usted que no son pocas las ideas de Rahner que caen bajo sospecha de herejía, por lo cual, en tal sentido, podemos decir que respecto a ellas, Rahner es objetivamente un hereje. Por lo tanto, sería calumnioso acusar al Papa de ser un rahneriano, y quien así lo afirmara, caería a su vez en herejía.
      Ciertamente, el papa Francisco ha tenido algunas posturas que podrían hacer recordar los errores de Rahner, pero contextualizando estas intervenciones del Papa, e interpretándolas en el sentido correcto, en base a la fe que tenemos acerca del Romano Pontífice, debemos excluir una relación con Rahner a título doctrinal.
      Además, el Papa ha contrastado al rahnerismo sin nombrar a Rahner. Y también es muy significativo el hecho de que nunca lo haya nombrado.
      Por el contrario, las alabanzas de Francisco a santo Tomás de Aquino deben ser consideradas como magisterio oficial y vinculante, por lo cual es a la luz de esta llamada que nos hace el Papa a seguir el ejemplo y las enseñanzas de santo Tomás, que debemos dar una valoración general al magisterio del papa Francisco.
      Si podemos hacer una confrontación comparativa entre el papa Benedicto y el papa Francisco desde el punto de vista pastoral, en mi opinión, el papa Francisco debería haber tomado ejemplo del estilo pastoral reformador del papa Benedicto por la imparcialidad que ha demostrado al juzgar a los dos partidos en pugna, de los pasadistas y de los modernistas.

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  5. Para sanar la actual división se necesitará otro concilio

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    1. Estimado Anónimo,
      no está excluido que se tenga que celebrar un nuevo Concilio. A menos que el Señor suscite un Papa, de una grandeza excepcional, que esté en grado de hacer aquello que ningún Papa del postconcilio ha logrado hacer hasta ahora, y quiero decir: conciliar los dos extremismos opuestos de los pasadistas y de los modernistas.

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    2. Estimado padre. No creo que haya necesidad de figuras excepcionales. Simplemente cambiarán los climas, los tiempos y la naturaleza seguirá su curso.
      Se replantearán y se volverán a discutir las actitudes en la postmodernidad. Y se seguirá adelante, los opuestos extremos se reducirán cada vez más. Pero no creo el futuro como una síntesis sino más bien como una superación, hay obispos que ya se están expresando en este sentido.

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    3. Estimado Anónimo,
      me parece que usted no comprenda la dificultad de la situación en su realidad profunda.
      En efecto, se trata de una división en la Iglesia (por supuesto, una división a nivel humano, entre los fieles cristianos) que no tiene solo carácter pastoral, sino que, por desgracia, es una división de carácter doctrinal, que se ha gangrenado, porque dura ya 60 años y ningún Papa ha logrado hasta ahora resolverla, por más que hayamos tenido algunos Papas Santos.
      Por eso hablo de la necesidad de un Papa excepcional, que sea capaz de procurar la concordia donde hoy por hoy estamos ante una discordia muy grave.

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    4. Entonces trataré de entenderlo mejor aprendiendo de estas palabras suyas. Pero le aseguro que veo bien la situación que describe y obviamente esto genera sufrimiento.

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    5. Estimado Anónimo,
      este sufrimiento es saludable, porque está motivado por nuestro amor por la Iglesia y por lo tanto es generador de salvación para nosotros y para la Iglesia misma.

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  6. Permítame algunas preguntas: ¿cuándo, en qué momento, Benedicto XVI levantó la excomunión de los del grupo de San Galo? Aquellos que usted llama progresistas, pero que en realidad son modernistas, ¿caen en los errores condenados por la Pascendi y por el decreto Lamentabili? Si en teoría yo prefiero el rito tridentino, ¿entonces soy pasadista? Si pienso que la antigua alianza ha terminado con la muerte en de Jesús la cruz, que hizo que el velo del templo se abriera en dos, ¿soy pasadista? Si pienso que sobre la libertad religiosa, sobre los ritos ecuménicos, sobre la libertad de conciencia, los textos conciliares deben interpretarse como enseño a Benedicto XVI a la luz de los documentos doctrinales anteriores, en casos clarísimos, ¿soy pasadista? Si considero verdaderos y actuales todavía y obligatorios los textos doctrinales de los papas anteriores y me adhiero también a los de Pío VI en adelante, ¿soy pasadista? Gracias

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    1. Estimado Dino,
      respondo a sus preguntas, punto por punto.
      En cuanto a la primera, no interesa cuándo. Lo esencial que hay que considerar es que los cardenales sangallistas fueron admitidos a votar en el cónclave. De esto se deduce que habían sido liberados de la excomunión, de lo contrario no habrían podido ser admitidos al voto.
      Por cuanto respecta a su segunda pregunta, aquellos que son condenados por san Pío X son los modernistas. El problema es que hoy en día hay sedicentes progresistas, que en realidad son cripto-modernistas. Ahora bien, mientras que el progresismo de por sí es lícito (hay y debe haber en la Iglesia un sano progresismo), el modernismo obviamente continúa siendo condenable como herejía.
      Respecto a su preferencia por el Vetus ordo, se le permite a usted preferir personalmente el Vetus ordo, y hoy todavía puede participar en él en las condiciones establecidas por el papa Francisco. Sin embargo se le pide como a un buen católico la participación en los días festivos en el Novus ordo. En caso de desobediencia usted caería en el pecado del cisma.
      Por cuanto respecta a su pregunta relativa al pasadismo, para ser precisos y evitar el pasadismo no hay que detenerse en la Cruz, sino que hay que añadir la Resurrección.
      Por otra parte, le recuerdo que las enseñanzas sobre el ecumenismo y la libertad de conciencia, también de hecho en la interpretación del papa Benedicto, son vinculantes, porque tienen un fundamento doctrinal, aunque tengan además un aspecto pastoral.
      En cuanto a la última pregunta, la fidelidad a los textos doctrinales de los Papas anteriores al Concilio Vaticano II, no es signo de pasadismo, sino de obediencia de buen católico.

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    2. En realidad solo pregunto si los actuales progresistas hoy se adhieren también a tesis modernistas ya condenadas. Yo no he leído sus textos. gracias

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    3. Estimado Dino,
      los progresistas, pero me refiero a aquellos que son tales en el sentido de ser católicos que aceptan el progreso realizado por el Concilio Vaticano II, no tienen nada que ver con los modernistas, aunque los modernistas nos quieran hacer creer que ellos, los modernistas, son fieles al Concilio.

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    4. yo, todos los domingos y las fiestas, hice durante años de monaguillo de la misa tridentina, celebrada por permiso del Papa y por decreto del obispo diocesano, entonces: ¿debería haber ido el domingo después también a la misa del novus Ordo?, los sacerdotes celebrantes nunca me lo dijeron

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    5. Estimado Dino,
      no puedo hacer otra cosa que recordarle las decisiones tomadas por el papa Francisco.

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