miércoles, 19 de junio de 2024

El espíritu del Concilio Vaticano II (2/2)

En el auténtico fiel católico no debe habitar ni siquiera una mínima depreciación del gran advenimiento del Concilio Vaticano II, don preciosísimo de la divina Providencia para nuestro tiempo. Más allá de sus defectos pastorales -los cuales son indudablemente inevitables en el aspecto humano de la Iglesia- el Concilio nos ofrece un avance en el conocimiento del misterio del hombre, de Cristo y de la Iglesia, y nuevas directivas pastorales más adecuadas a la reconciliación ecuménica de los cristianos y a la obra de evangelización del mundo moderno. [En la imagen: fotografía de una escena en la Plaza San Pedro durante la apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II, el 29 de septiembre de 1963].

El Concilio Vaticano II ha profundizado la doctrina sobre la Iglesia
   
----------En la primera parte de este artículo, introduciéndonos al conocimiento del verdadero espíritu del Concilio Vaticano II, recordábamos la famosa alocución con la cual el papa san Paulo VI concluyó las labores del Concilio el 7 de diciembre de 1965. En esta alocución, el Santo Pontífice muestra cómo el Concilio de nuestro tiempo ha profundizado la doctrina sobre la Iglesia, ha puesto una especial atención a los valores del mundo moderno y a la situación del hombre en nuestro tiempo, a fin de apreciar en ella sus realizaciones, alentarlo en sus sanas aspiraciones, confortarlo en sus sufrimientos, alimentar sus esperanzas, ofrecerle el perdón divino, anunciarle el Evangelio de la salvación.
----------Junto a estos caracteres fundamentales de la doctrina del Concilio, si se nos permite agregar a cuanto dice el santo papa Montini o mejor precisar, la caracterización que él nos da de esa doctrina, podríamos, creo, elencar estos puntos, que todo lo recorren y lo inspiran, y constituyen de ella el principio de unidad y de coherencia más allá de la gran diversidad de los temas tratados: 1) orientación ecuménica; 2) emergencia de la escatología; 3) sentido de la historia de la salvación. Cualquiera sea el tema tratado, si prestamos atención, el Concilio tiene siempre un ojo vuelto hacia estos intereses.
----------1. Orientación ecuménica. Tal orientación, a un atento examen, está casi omnipresente: no sólo cuando el Concilio trata de ella expresamente, sino también cuando trata de la Revelación, de la Iglesia, de los dones del Espíritu Santo, del sacerdocio, del laicado, de la Sagrada Tradición, de la edificación de la ciudad terrena, del estudio de la Escritura, incluso de las misiones y de la liturgia, cosa esta que ha dado a algunos la falsa impresión de que la Misa reformada sea "filoprotestante".
----------2. Emergencia de la escatología. La impostación escatológica puede dar la impresión de un cierto inmanentismo, por no decir milenarismo. Hay quien ha pensado en Teilhard de Chardin. Pero también aquí estamos en el ámbito de las interpretaciones equivocadas. El Concilio conserva la tradicional distinción entre natural y sobrenatural, entre vida presente terrena corrupta por el pecado y futura vida celestial del paraíso del cielo, libre de todo mal, sólo que nos muestra mejor que en otros tiempos cómo la vida futura comienza ya aquí, con la "caparra del Espíritu Santo" y las "primicias del Espíritu", aun cuando su plenitud está sólo en el más allá. De tal modo, la impronta escatológica se hace sentir en diversas enseñanzas del Concilio: en las prospectivas de la política, en la concepción de la vida religiosa, en la formación ascética de la persona, en la esperanza de la paz universal y de la convivencia internacional, en la esperanza ecuménica del "un solo rebaño y un solo pastor" y en la misma concepción de la mujer, que será ampliamente desarrollada y profundizada por san Juan Pablo II no sólo con referencia al Génesis, sino también a la resurrección.
----------3. Sentido de la historia de la salvación. Esta sensibilidad por la historia es una novedad en la historia de las doctrinas del Magisterio, las cuales en el pasado se limitaban a dogmatizar sobre las realidades inmutables de la Revelación. Las doctrinas conciliares apuntan en cambio la atención sobre la temporalidad y sobre la historia, sobre el acontecimiento como evento divino, que tiene su culminación en el hecho histórico de la Encarnación del Verbo y de la Iglesia como realidad de la historia.
----------La teología protestante -por ejemplo Oscar Cullmann- ha precedido a la teología católica en este interés que forma parte de una dogmática sensible al significado teológico de la historia. Jacques Maritain, en su libro On the philosophy of history (ed. J.W. Evans, New York 1957) busca evidenciar el aspecto filosófico de la historia utilizando y corrigiendo a Hegel, que por otra parte había inmanentizado una antigua tradición cristiana que se remonta a san Agustín de Hipona y a Joaquín de Fiore. Pero está claro que la fuente revelada por la filosofía y por la teología de la historia es la misma Sagrada Escritura.
   
Un pasaje problemático en aquella alocución de san Paulo VI
   
----------El pasaje de la alocución de san Paulo VI que, en cambio, puede crear dificultad, y que ha escandalizado a alguno, es el siguiente: "La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo".
----------En efecto, se ha hecho la siguiente observación: ¿qué cosa hay más opuesta a la religión del Dios que se ha hecho hombre, que la religión del hombre que se hace Dios? Y por tanto, ¿cómo evitar el anatema? ¿Cómo es que el Papa puede hablar de "simpatía inmensa"? La respuesta a estas perplejidades viene, como he señalado antes, de la consideración del contexto: el Papa se ubica en un plano que voluntariamente fija la atención sobre cuanto en el mismo humanismo ateo merece comprensión, sobre cuanto puede servir de positivo, y que por tanto invita a una mirada de simpatía, por no decir de misericordia, a cuanto puede reflejar el sufrimiento humano en sus infinitas formas, por lo cual he aquí la actitud del buen samaritano.
----------Dicho esto, debemos también decir con franqueza (y éste será un tema recurrente en mi exposición sobre esta temática en próximos artículos) que aquí el papa Montini, retomando el optimismo del discurso inaugural de san Juan XXIII, se ubica en una actitud frente al mundo moderno como si éste no presentara para la Iglesia, ningún peligro, ninguna insidia, ninguna hostilidad. San Paulo VI, por tanto, nos da una imagen de este mundo que pone en luz sólo lo positivo y descuida lo negativo. En consecuencia, no nos ofrece ninguna sugerencia sobre cómo vencer las fuerzas hostiles, sobre cómo defendernos de esta enemistad que viene del mundo, enemistad cuya existencia inspirada por Satanás, según la Escritura y toda la Tradición, recorre todo el curso de la historia para llegar a su culmen en el Apocalipsis.
----------Abro aquí un paréntesis, para referirme brevemente al famoso discurso del papa san Juan XXIII. Ese discurso fue estudiado con mucha atención hace algunos años por el filósofo italiano Paolo Pasqualucci en su libro Giovanni XXIII e il Concilio Ecumenico Vaticano II. Analisi critica della lettera, dei fondamenti, dell’influenza e delle conseguenze della Gaudet Mater Ecclesia. Allocuzione di apertura del Concilio di S.S. Giovanni XXIII (Editrice Ichthys, Roma, 2008). Si bien el autor trata el tema con tono respetuoso, que demuestra al creyente; sin embargo, debo decir con franqueza que Pasqualucci muestra poca estima por las nociones expresadas por el Santo Pontífice en este documento, como si el Pontífice orientase el Concilio hacia una especie de humanismo terreno e ingenuamente utópico.
----------Al mismo tiempo, sin embargo, comparto la opinión de Pasqualucci cuando él sostiene que en esta alocución el Papa parece poco atento a los peligros para la Iglesia y para el mundo, que el Concilio habría hecho bien en afrontar, siguiendo la senda de la sabiduría milenaria de la Iglesia, la cual siempre ha sabido reconocer las fuerzas hostiles y enseñar los medios para vencerlas. Este mismo defecto pastoral, no doctrinal, lo encontramos en la citada alocución de san Paulo VI. Y esta falta de vigilancia está ciertamente en el origen de una parte de la crisis de nuestros días.
   
Una descripción exacta y autorizada del espíritu del Concilio
   
----------Volviendo ahora a la alocución de Paulo VI a la que nos estamos refiriendo, hay que decir que este discurso describe exactamente y autorizadamente el espíritu del Concilio Vaticano II. Pero emerge precisamente de esta descripción un defecto pastoral del Concilio. El Concilio ciertamente pone de relieve y condena errores, pero de modo muy esporádico y genérico, ignorando completamente aquel poderoso, detallado y agudo análisis, que Pío XII había hecho apenas diez años antes de la apertura del Concilio en la gran encíclica Humani generis, que hoy se ha vuelto de plenísima actualidad en cuanto que, dado que el Concilio no se ha cuidado de sanar estas plagas, ellas hoy han resurgido más graves que antes.
----------En particular san Paulo VI refleja exactamente la impostación pastoral del Concilio Vaticano II cuando pasa por alto citar no sólo la hostilidad mortal y diabólica que viene del mundo moderno, sino -en esta circunstancia- también los modos de desobediencia y de rebelión disciplinar y doctrinal que existían latentes pero reales en lo interno de la Iglesia, aun cuando frecuentemente enmascarados por una actitud de falso respeto y falso progresismo. Ciertamente que el tema era delicado y candente, pero el callar completamente, constatando los daños que han seguido en estos sesenta años, no ha favorecido para nada a la Iglesia y ha arrojado una sombra sobre la sabiduría pastoral del Concilio.
----------El tono de esta alocución, por lo demás, se asemeja mucho al discurso (al que me referiré más adelante, en otros artículos sobre esta misma temática), que el Papa hizo en 1964 a la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde similarmente repudió cualquier uso de la fuerza para la solución de los conflictos y la eliminación de las injusticias, como si se hubiera entrado en una era en la cual la paz podía y debía ser construida y defendida sólo con el diálogo, con la persuasión y con las negociaciones, casi como si hubieran ya desaparecido, gracias al reciente progreso, las consecuencias del pecado original, y se hubiera llegado a la era escatológica libre de las tendencias al mal, libre también de la lucha del espíritu contra la carne, y libre del estímulo de la concupiscencia, de la opresión y de la violencia.
----------Sin embargo estas consideraciones no deben en absoluto llevarnos a una ni siquiera mínima depreciación del gran advenimiento del Concilio, don preciosísimo de la Providencia para nuestro tiempo. Más allá de sus defectos pastorales -inevitables en el aspecto humano de la Iglesia- el Concilio nos ofrece un avance en el conocimiento del misterio del hombre, de Cristo y de la Iglesia, y nuevas directivas pastorales más adecuadas a la reconciliación ecuménica de los cristianos y a la obra de evangelización del mundo moderno.
----------En la medida en la cual todo ha sido recibido y practicado, el Concilio ha llevado a grandes ventajas para la Iglesia y para la humanidad, y les ha hecho avanzar en el camino hacia el Reino. También hoy es necesario proseguir sobre este camino, mientras que al mismo tiempo, con discernimiento, fortaleza y caridad, es necesario esforzarse para remediar los defectos y sobre todos los malentendidos del Concilio con vistas a encontrar con la ayuda de ese mismo Espíritu Santo que ha asistido a los Padres del Concilio, los caminos, los modos y las formas para una corrección de ruta que haga ulteriormente avanzar a la Iglesia hacia su plenitud escatológica.
----------En suma, en la alocución que analizamos, san Paulo VI retrata fielmente y elogia un Concilio que parece tener delante de sus apelaciones y de sus consideraciones a una humanidad dispuesta a escucharlo, donde todos son bienintencionados, leales, en buena fe y en buena voluntad, únicamente deseosos de verdad y de justicia, dispuestos a recibir la confortación y la misericordia ofrecidas por la Iglesia.
----------En esta impostación, si los hombres son hostiles a la Iglesia, para el Concilio y para Paulo VI el motivo parece estar dado sólo por equívocos de lenguaje o por parte de los hombres o por parte de la Iglesia. Eliminemos una presentación inadecuada del cristianismo, eliminemos estos equívocos, estos malentendidos, usemos un lenguaje adecuado y atrayente, y todo -así parece- será resuelto. En realidad no es ésta la tendencia de fondo del Concilio, pero no se puede negar de todos modos la existencia de esta huella.
----------Ahora bien, ateniéndonos en cambio a la impostación de la Sagrada Escritura, a los ejemplos de Cristo y de los Santos, así como de los Concilios y de los grandes Pastores del pasado, siempre en ellos se encuentra una doble actitud hacia el mundo y hacia la humanidad, y también frente a los problemas internos de la Iglesia: indudablemente está el aspecto de la comprensión, de la indulgencia, de la tolerancia, de la estima, de la misericordia, está la apertura al diálogo y a la confrontación serena y constructiva; pero están también las situaciones, a veces raras y a veces más frecuentes, en las cuales la Iglesia "refuta y reprocha", "desarraiga y derriba", acusa, como Cristo, de hipocresía y de malicia, amenaza el castigo, irroga penas, combate al adversario, se defiende de los insultos, barre y destruye el error y la herejía, protege a los débiles de la prepotencia de los tiranos o de los impostores, denuncia abusos e injusticias, ofreciendo asimismo remedios, defensas, baluartes, contraataques, esperanzas, curaciones.
   
Una necesaria corrección de ruta
   
----------Ahora bien, es sobre este punto importantísimo de la pastoral, que el Concilio Vaticano II es escaso, por no decir escasísimo. En ciertos casos es nulo. Y sobre ello es necesario urgentemente poner remedio. Lo advertimos cada vez más, excepto que estemos inconscientes o interesados en conservar ese poder -ya sea porque somos parte de él o porque nos beneficiamos de él- que es el poder modernista, para el cual "todo está bien". ¡A la fuerza: hoy manda ese poder! (el optimismo del cardenal Martini, con todo el respeto por el eminente y famoso Purpurado, me suscitaba alguna duda de este género).
----------Como sabemos, Paulo VI hubo de expresar sólo pocos años después de estas irénicas declaraciones su amargura y su sorpresa por el hecho de que sus apelaciones, sus llamados, y los del Concilio, eran trágicamente desatendidos y contrastados: piénsese sólo en el colapso espantoso de las vocaciones religiosas y sacerdotales, en la "contestación" de 1968, que duró por todo el curso de los años setenta con la permanente angustia provocada por los ataques terroristas de las Brigadas Rojas, que culminaron con el asesinato de Aldo Moro; piénsese en la contestación extendida en la Iglesia después de la encíclica Humanae vitae; piénsese en el surgir y el afirmarse del "magisterio paralelo" de los teólogos modernistas.
----------Desde esos años del inmediato post-concilio inicia, por parte de teólogos de valor y de fama, y también por parte de los Pontífices hasta el actual, la denuncia preocupada, que a veces asume tonos fuertemente dramáticos, del difundirse y del tomar pie de ese malentendimiento neomodernista del mensaje conciliar.
----------Larga sería aquí la lista de las intervenciones y de las denuncias. Me limito sólo a algunos ejemplos significativos y autorizados: el libro de Dietrich Von Hildebrand, El Caballo de Troya en la Ciudad de Dios; el libro de Cornelio Fabro, La aventura de la teología progresista. Aquí Fabro llama benévolamente "progresistas" a aquellos que sería mejor llamar "modernistas"; el libro del cardenal Giuseppe Siri, Getsemaní. Reflexiones sobre el Movimiento Teológico Contemporáneo (téngase presente que es inexacta la crítica de Siri a Maritain); otro libro a tener en cuenta es La crisis de la verdad y el Concilio Vaticano II, del cardenal Pietro Parente, docto cristólogo y ex-Secretario del Santo Oficio, con la crítica a diversos teólogos, entre los cuales destacan Küng, Hulsbosch, Schoonenberg, Rahner y Schillebeeckx, a la par que se citan las denuncias hechas por Daniélou y de Lubac; los libros del cardenal Ratzinger, Los principios de la teología católica, e Informe sobre la Fe.
----------Por cuanto respecta al Magisterio, véase, entre los muchos documentos que se podrían citar, la carta que ya en el lejano 1966, el pro-Prefecto del Santo Oficio, cardenal Ottaviani, envió a las Conferencias episcopales denunciando una serie de errores, a los cuales lamentablemente no se prestó suficiente atención, por lo que los encontramos hoy más que nunca extendidos; el discurso de Paulo VI en la audiencia general del 18 de septiembre de 1969, en la cual lamentó la rebelión a las enseñanzas de la Humanae vitae; la citadísima audiencia general del 29 de junio de 1972, en la cual el Papa habla del "humo de Satanás" que ha entrado en la Iglesia; la Carta de san Paulo VI De Reconciliatione in Ecclesia de 1974, en preparación del Año Santo 1975; el balance del Concilio hecho por el Sínodo mundial de los obispos en 1985; la carta enviada por san Juan Pablo II el 8 de abril de 1988, al cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Importante es el discurso de este último del 13 de julio de 1988 ofrecido en Santiago de Chile (publicado en este blog bajo el título: La terapia de Joseph Ratzinger para sanar el cisma lefebvriano), donde recuerda que el Concilio debe ser considerado como "parte de la totalidad de la Tradición viva de la Iglesia". De 1993 es la encíclica Veritatis splendor donde son denunciados los errores en campo moral difundidos por los neomodernistas; falsos intérpretes del Concilio; en la Carta Apostólica Tertium millennio adveniente del 10 de noviembre de 1994 san Juan Pablo II habla de las desviaciones en la interpretación de las enseñanzas del Concilio.
----------Indudablemente la Congregación para la Doctrina de la Fe y numerosas intervenciones de los Papas del post-concilio han intentado frenar esta formidable rebelión y esta gigantesca falsificación de las doctrinas conciliares, pero lamentablemente hasta hoy los resultados no son satisfactorios, también porque sucede que quien debería hacer justicia está infectado por ese mismo modernismo que debería eliminar.
----------Volviendo a lo sucedido durante el pontificado de san Paulo VI, debemos decir que lamentablemente, ante este tristísimo y desconcertante fenómeno de contestación al Papado y de falsificación del mensaje conciliar, al papa Montini le faltaron, no por su culpa, sino por la potencia de las fuerzas adversas, esa tempestividad de intervención, esa firmeza de energía, que podemos encontrar por ejemplo en un san Pío X o en un san Pío V o en un Inocencio III o en un san Gregorio Magno, ellos también en lucha contra fuerzas adversas, pero no tan encarnizadas o astutas como en los tiempos de san Paulo VI.
----------Paulo VI individuaba con agudeza los males, escribía óptimas encíclicas, pero no llegaba a disciplinar a los responsables y a controlar los nombramientos a los altos cargos eclesiásticos, alejando o impidiendo indignos y promoviendo a merecedores, sino que acentuaba sobre todo las quejas, las exhortaciones y las súplicas, faltándole -al menos así me parece- esa que debe ser la energía y la fortaleza del pastor que aleja al lobo del redil, y lo expulsa, como supo expresarse alguna vez Benedicto XVI, "con el bastón".
----------Sé de fuente certísima que san Paulo VI, especialmente en sus últimos años, después de amarguísimas desilusiones, como la que le produjo el cardenal Suenens, en los tiempos de la Humanae vitae, en el cual había depositado mucha confianza (la historia es narrada por De Mattei en su libro, antes citado), se sentía engañado por sus propios colaboradores.
----------Pero aparte de estas insuficiencias personales, de las cuales sólo Dios es juez y que no afectan a mi juicio la santidad de Paulo VI, insuficiencias involuntariamente desparejas con una situación que superaba sus fuerzas, llegamos ahora al tema central que debería focalizar nuestro interés de aquí en adelante: la cuestión hermenéutica acerca de los documentos finales del Concilio Vaticano II. Sobre esta importantísima y actualísima materia trataremos extensamente en próximas publicaciones.

43 comentarios:

  1. Felipe Fernández19 de junio de 2024, 9:03

    Perdone, Padre, pero me consta que los modernistas ya estaban dentro del Concilio, de modo que la cizaña ha comenzado en el Concilio y no después. Así que no podemos decir después porque el modernismo se incubaba ya durante el Concilio y el después es consecuencia
    Por otra parte, ya antes del Concilio se temía todo esto y bien lo sabía el santo PioXII.

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    1. Estimado Felipe,
      en el Concilio Vaticano II estaban presentes algunos peritos que eran criptomodernistas, los cuales mantenían oculta su posición ideológica. Sin embargo, ellos supieron dar una contribución positiva, que fue aceptada por el Concilio.
      Fue sólo después del Concilio que ellos salieron a la luz: los criptomodernistas se manifestaron como modernistas (o más precisamente neo-modernistas, para diferenciarlos de los del tiempo de san Pío X).
      Ha sucedido entonces que el episcopado, como refiere por ejemplo el padre Fabro, fue tomado por sorpresa, a contramarcha, y no tuvo la suficiente tempestividad para intervenir de inmediato, temiendo caer en una excesiva severidad.
      Ha sucedido entonces que los modernistas se han aprovechado de ello y le ganaron de mano a los obispos y a los mismos Pontífices. De aquí ha nacido una fuerza tal que los mismos Pontífices no han podido tomar medidas disciplinarias, sino que se limitaron a exponer la sana doctrina, de modo tal que los fieles pudieran descubrir los errores modernistas, por el hecho de que ellos dicen lo contrario de lo que dice el Papa.

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    2. Felipe Fernández20 de junio de 2024, 4:17

      Ya estaban allí antes del Concilio, lo han instrumentalizado para hacerle decir cosas que no había dicho.
      El Concilio fue la ocasión, si no hubiera habido Concilio habrían encontrado otra.

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    3. Estimado Felipe,
      como ya le he dicho en mi anterior comentario, en el Concilio existían cripto-modernistas, los cuales, a pesar de su ocultamiento hipócrita, supieron sin embargo hacer buenos aportes al Concilio, aportaciones que fueron asumidas por los Padres conciliares en los textos finales.
      Sin embargo, los criptomodernistas fracasaron en su intento de instrumentalizar la asamblea conciliar.
      Por lo tanto, no es cierto lo que usted dice: el Concilio no ha dicho cosas que no haya querido decir. Por ende, el Concilio no es portavoz del modernismo de los criptomodernistas, sino de sus aportes positivos.
      Ahora bien, es cierto que, con posterioridad a la finalización del Concilio, aquellos criptomodernistas, ahora a cara descubierta como modernistas, han pretendido que su propia interpretación modernista del Concilio fuera considerada como la auténtica interpretación del Concilio, cosa que los Papas del postconcilio han rechazado y condenado. Es lo que el papa san Paulo VI llamó el "magisterio paralelo".
      El auténtico intérprete del Concilio es el Magisterio pontificio del postconcilio.

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  2. Padre Filemón, discúlpeme, pero ¿por qué motivo debemos atenernos a lo que enseña la escuela de Bolonia, que tuvo y tiene el monopolio de la interpretación modernista del Concilio?
    Hasta que los "moderados" sigan pensando como esa escuela histórica, no saldremos de la crisis.

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    1. Estimado Anónimo,
      la verdadera guía en la interpretación del Concilio no es en absoluto la escuela de Bologna, la cual por el contrario ha falsificado las doctrinas del Concilio. Por eso la he combatido y la sigo combatiendo.
      El verdadero modo, en cambio, para salir de la crisis es poseer la moderación, que por mi parte poseo, no naturalmente por mérito mío, sino porque me pongo en la escuela de la interpretación auténtica, que viene de los Papas del post Concilio hasta el papa Francisco. Este es el camino para salir de la crisis y le invito a seguir el mismo camino.

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    2. Reverendo padre, mi perplejidad nace del hecho de que hoy precisamente la hermenéutica de la escuela de Bolonia ha sido adoptada en pleno desde el solio de Pedro, por lo que me pregunto: ¿por qué seguir escuchando a los progresistas y a los moderados, que no son más que la muleta de los modernistas?

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    3. Estimado Anónimo,
      la escuela de Bologna es de tendencia modernista y por lo tanto discorde del magisterio de la Iglesia.
      En cuanto a los progresistas y los moderados, no son en absoluto la muleta de los modernistas, sino precisamente quienes refutan sus errores, pero a la vez recuperando cuanto hay de bueno en el modernismo. Un ejemplo de ellos son Jacques Maritain y Cornelio Fabro.

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    4. Estimado padre, ¿cómo dice usted que puede haber algo bueno en el modernismo si el modernismo es la "síntesis de todas las herejías"? He aquí la contradicción de los "moderados": querer conciliar la herejía con la Verdad. Y es muy cierto que los llamados moderados son la muleta de los modernistas, que también se han unido a la terminología derecha-centro-izquierda=conservadores-moderados-progresistas creada en el Concilio, a pesar de que la Iglesia era una asamblea parlamentaria... la Verdad no puede ser tratada como un proyecto de ley que deba adaptarse al compromiso de las diferentes corrientes.

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    5. Estimado Anónimo,
      le respondo de inmediato para no correr el riesgo de que sus dudas y sus equivocaciones en interpretar el fenómeno del modernismo y del lefebvrismo puedan intoxicar a otros lectores de este blog.
      Ante todo, usted tiene que darse cuenta (y para ello le ruego que ponga su esfuerzo y a la vez le pida la ayuda de la gracia al Espíritu Santo), que el modernismo, como todos los grandes fenómenos culturales, posee tanto aspectos positivos como aspectos negativos.
      San Pío X (a quien pertenece la frase por usted citada) se ha limitado a condenar los aspectos negativos, y ello el Santo Pontífice lo ha hecho de modo excelente. Pero no ha tenido en cuenta las válidas instancias del modernismo. En cambio, san Juan XXIII ha recogido los aspectos positivos o instancias positivas del modernismo, y ha permitido que ellos pudieran tener una salida o respuesta válida en el Concilio Vaticano II.
      Mi posición rechaza entrambos extremismos conservadores y modernistas y se sitúa en la línea indicada por los Papas del post-concilio. Por consiguiente, aquí las categorías políticas no entran, no tienen nada que ver, sino que tanto el modernismo como el pasadismo o lefebvrismo, consisten en dos movimientos heréticos en contraste entre sí.

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    6. Reverendo padre, verdaderamente S.Pío X condenó en su totalidad el modernismo: el santo pontífice no hizo distinción entre modernismo bueno y modernismo malo..., sino que lo condenó como un cuerpo único, "síntesis de todas las herejías". Estimado padre, habiendo leído muchos de sus excelentes artículos en este blog y conociendo su profundo conocimiento, verdaderamente semejantes respuestas me dejan atónito.

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    7. Estimado Anónimo,
      yo conozco bien el fenómeno del modernismo.
      Le repito que la condena de san Pío X concierne a los errores, pero el fenómeno del modernismo en sí mismo ha sido más complejo, por el hecho de que no existe un sistema de ideas, que no contenga ninguna verdad, del mismo modo que no existe una enfermedad, sin el enfermo. Esto quiere decir que el enfermo, en cuanto vive, todavía tiene partes sanas. San Pío X ha hecho como el médico, que ataca a la enfermedad, pero los historiadores de la teología saben que esta enfermedad existía, porque existía el enfermo.
      Ahora fuera de la metáfora: los modernistas del tiempo de san Pío X, en ciertos aspectos, tenían instancias correctas, que sin embargo realizaron poniéndose en contraste con el magisterio de la Iglesia. San Pío X estaba justamente preocupado por sus graves errores, pero san Juan XXIII, que conoció bien el modernismo, tuvo la sabia intuición de corregir esas instancias y de hacer de modo que a ellas se pudiera dar la respuesta correcta. Y esta ha sido precisamente la tarea del Concilio.
      Si san Pío X viviera hoy, se encontraría plenamente de acuerdo con san Juan XXIII, porque entre santos, por muy diferentes que sean, se entienden siempre.
      Los modernistas querían modernizar la vida cristiana, solo que lo hicieron mal. El mismo san Pío X reconoce la bondad del progreso, pero correctamente lo rechaza cuando se hace del modo equivocado.

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    8. Estimado Padre, usted lo dice bien: ¡el Papa Roncalli conocía muy bien el modernismo...! No estoy en absoluto de acuerdo con su opinión... pero tanto es el tiempo que usted viene interpretando estas cosas tratando de peinarlas, que los nudos tarde o temprano llegan al peine...

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    9. Estimado padre Filemón de la Trinidad, disculpe mi intromisión pero me permito hacer una observación práctica.
      Cuando se tiene enfrente a una persona o, peor aún, a un movimiento plenamente convencido de las propias ideas y estas ideas son, en la casi totalidad, equivocadas, hacer concesiones es el error más grave que se puede cometer.
      Las concesiones, aunque sean correctas, aumentarán la convicción de que estamos en lo correcto y, por lo tanto, impulsarán a insistir en el camino emprendido.
      Ellos nunca entenderán que solo lo concedido es la parte correcta de su ideología, sino que, en cambio, creerán aún más que están en la verdad y que, tarde o temprano, toda su ideología será aceptada. Y eso es extremadamente peligroso.

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    10. Estimado Vicente: Mi discusión con el padre Filemón era muy tranquila porque soy consciente de su profundo conocimiento después de haber leído muchos de sus post aquí en el blog. Pues bien, es precisamente por esto por lo que no entiendo cómo aún a sus años no se quiere ir más a fondo para conocer de dónde viene la actual crisis eclesial. Punto. Dialogar, exponer el propio pensamiento, tener la sinceridad de expresar el propio pensamiento (amparado por datos teológicos, históricos y eclesiales) ¿significa, según usted, que uno está apegado a una ideología? O para el "religioso correcto" tenemos que taparnos la nariz, los oídos y la boca, y fingir que todo está bien?
      Cordiales saludos, señor Vicente.

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    11. Estimado Anónimo,
      en un diálogo franco, respetuoso y honesto para dilucidar las cuestiones aquí planteadas, están fuera de lugar las ironías.
      Cuando he dicho que el papa Juan XXIII conocía muy bien el modernismo, entendí decir que lo conocía bien no sólo por haberlo vivido personalmente en los tiempos de los modernistas de la época de san Pío X, sino que luego, cuando llegó a ser Papa, Roncalli gozaba de esa particular asistencia prometida por Nuestro Señor a su Vicario en la tierra, asistencia que lo convierte al Papa en supremo e infalible maestro de Verdad en lo que hace a la interpretación de la Palabra de Dios y de su aplicación a la vida, o sea, en cuanto a la fe y a la moral. Por ende, todo Papa conoce a la perfección lo que se opone a la Fe y a la moral, por ende conoce bien al modernismo, en cuanto el modernismo es herejía.

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    12. Estimado Vicente,
      si he entendido bien el uso que usted hace del término "concesiones", término que supongo usted utiliza al modo cómo se entienden las concesiones en la actividad política o mercantil, en el que los pactantes hacen recíprocas "concesiones" en el alcance de sus pactos para llegar a algún tipo de acuerdo, entonces debo decir que ese tipo de "concesiones" no tienen aquí nada que ver. Y ello porque no estamos en el ámbito de la política o de los negocios, sino en el campo especulativo, donde está en juego la verdad.
      Como ya he dicho, el movimiento modernista, tanto el modernismo de la época de san Pío X, como el neo-modernismo actual, es un conjunto complejo de ideas, muchas de ellas equivocadas (y por eso justamente rechazadas por el Magisterio de la Iglesia), pero también con ideas correctas, e instancias o exigencias muy valorables, que deben ser reconocidas, por exigencia de justicia y respeto a la verdad.
      De modo que en este ámbito, el campo especulativo, no puede haber "concesiones". No puede haber "concesiones" al error, en desmedro de la verdad. Y en esto debemos seguir el claro mandato de nuestro Señor Jesucristo, cuando nos pidió que nuestro modo de expresarnos sea "sí, sí, no, no", vale decir, a lo que es verdad llamarlo verdad, y a lo que es falso llamarlo falso. Tertium non datur. No hay componendas ni concesiones en este ámbito.
      Pero debemos tener cuidado en evitar substancializar el error en el equivocado, del mismo modo que no debemos substancializar el pecado en el pecador. Esto es precisamente lo que hacían los fariseos del tiempo de Jesús, y los fariseos actuales, que son los rigoristas, muchos de los cuales están entre los indietristas filolefebvrianos de la actualidad, no pocos seguramente en buena fe, con quienes nos compete la tarea de corregirlos de ello con caridad.
      Ahora bien, habiendo dicho lo dicho, en el plano práctico, vale decir, en el de la política y los acuerdos humanos, entonces podemos hablar de "concesiones", que pueden ser válidas y aplicables según prudencia y justicia. Aquí estamos, por ejemplo, en el campo de las relaciones intraeclesiales y extraeclesiales. Por ejemplo, a nivel extraeclesial, tenemos los acuerdos del Estado Vaticano con los Estados civiles (por caso los acuerdos con el gobierno de China), y a nivel intraeclesial, los acuerdos o concesiones o indultos o permisos que se conceden a ciertos individuos o agrupaciones de fieles para permitirles estar exceptuados de alguna ley o disciplina eclesial. En este ámbito, en el caso del Papa, no existe infalibilidad, aunque sí existe una particular gracia de estado recibida por el Papa para regirse con prudencia y justicia, pero en este campo el Papa no es infalible.
      Y precisamente en este ámbito práctico, concuerdo con lo que usted dice, acerca de que las concesiones pueden aumentar la convicción en los que están equivocados o fuera de la ley de la Iglesia, de estar en lo correcto. Por ejemplo, eso precisamente ha sucedido con gran cantidad de filo-lefebvrianos después de los permisos otorgados con el motu propio Summorum Pontificum, en el que la arrogancia de muchos indietristas, a partir de dichos permisos, los ha llevado a pensar que podían oponerse al Magisterio pontificio y al Concilio Vaticano II, sin darse cuenta de caer en la herejía.

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    13. Estimado Anónimo,
      a mis años, conozco bien el modernismo, particularmente el rahneriano, y conozco bien el indietrismo, sobre todo el lefebvriano. De modo que, estando bien munido de lo que conozco acerca del Magisterio de la Iglesia, de la teología y de la filosofía, basándome en los principios de santo Tomás de Aquino, Doctor Común de la Iglesia, soy capaz de discernir lo verdadero y lo falso, lo inmutable y lo mutable, lo esencial y lo accidental, lo permanente y lo contingente.
      La actual crisis eclesial surge precisamente de no saber distinguir estos aspectos. Para los modernistas, imbuidos de relativismo e historicismo, nada hay inmutable, todo es modificable. Para los lefebvrianos, apegados al pasado, todo es inmutable, hasta los usos y costumbres ya del todo superados.
      De modo que allí está la fuente de la crisis actual, no en el Concilio Vaticano II.

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  3. El concilio no quiso la reforma litúrgica, solo eventualmente la lectura en vulgar del evangelio, y menos aún los altares girados, la destrucción en muchos casos de los antiguos altares, la desaparición de las balaustradas, el tabernáculo a un lado...

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    1. Estimado Dino,
      la reforma litúrgica del Concilio ha consistido o más bien consiste en: 1) poner en luz el significado de la Misa no sólo como sacrificio incruento de Nuestro Señor, sino también como anuncio y pregustación del Banquete celestial; 2) suavizar en la Misa los contenidos agudamente apologéticos que pertenecieron a una época histórica de acre polémica con los cristianos separados, a fin de favorecer la obra del ecumenismo; 3) hacer el rito de la Misa más fácilmente comprensible; 4) favorecer una mayor participación de los laicos; 5) favorecer la inculturación de la Misa en las diversas culturas de los pueblos; 6) el subrayar el altísimo valor de la Misa como fuente y cumbre de toda la vida cristiana y como momento en el cual realizamos nuestra salvación; 7) el poner a disposición de los fieles una mayor cantidad de lecturas, tomadas de la Biblia; 8) hacer de modo que el celebrante esté más en contacto con los fieles.
      Podrían agregarse otros propósitos, pero considero que los que he dicho son los más importantes.
      Por lo demás, no hay duda que el Concilio ha querido tal reforma litúrgica. De hecho podría decirse que se trata de un Concilio litúrgico, pues ha tenido su propósito primero y primordial en la reforma litúrgica, y de hecho el de la liturgia fue el primer documento final promulgado por el Papa, del que se cumplieron 60 años recientemente.

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    2. Estoy en sintonía con usted en que ha aumentado la variedad de las lecturas. Me parece comprensible también lo que se leía antes, he sido monaguillo durante algunos años desde 1991 de un anciano jesuita que celebraba con el misal de 1962 (indulto con decreto del obispo) y todos entendíamos bien, estaban los folios y libritos con la traducción, también me parece que antes la Misa estuviera en la cumbre de la vida cristiana, pero ahora las cosas ya están así como están, volver atrás será imposible, soy de 1953 y solo espero tener mi funeral celebrado con el rito de 1962, espero que no me lo nieguen muerto, al menos, no quiero polemizar, y mucho menos con usted, para mí ha sido una derrota, el Señor lo ha querido así.

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    3. Estimado Dino,
      comprendo su estima por el vetus ordo. Yo también tengo por él admiración, pero prefiero el novus ordo por los motivos antes expuestos, que han sido los motivos de la reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II.
      Más allá de esos poderosos y argumentados motivos, en todo caso, el novus ordo missae es la única lex orandi hoy en la Iglesia católica de rito romano, de modo que debe ser obedientemente aceptada.
      Le sugiero haga usted un sincero y honesto esfuerzo por comprender esos motivos, y pídale al Señor la gracia para ser un hijo obediente a la Iglesia. Nada niega el Señor de lo que está en orden a la salvación.

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  4. Gracias, padre Filemón, por su sabio equilibrio.

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    1. Querido Ernesto,
      como he dicho, no es mérito propio. Se trata tan sólo de seguir humilde y obedientemente la interpretación auténtica del Concilio que es la que siguen dando los Papas del postconcilio.

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  5. Creo que habría que recordar lo que dijo en 2012 Benedicto XVI a propósito del Vaticano II, y su personal progresivo alejamiento del grupo de Küng.

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    1. Estimado Berengario,
      a Benedicto XVI le debemos el haber explicitado de manera muy clara la hermenéutica o exégesis que debemos hacer de lo actuado por el Concilio Vaticano II y expresado en sus documentos finales. Se trata del "progreso en la continuidad", haciendo referencia a lo doctrinal, y de "continuidad en la reforma", haciendo referencia a lo pastoral-disciplinar-gubernamental.

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  6. "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; como yo os he amado, así también vosotros debéis amaros los unos a los otros. En esto todos sabrán que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros" (Jn 13,34-35)... "No oro solo por estos, sino también por los que por su palabra creerán en mí; para que todos sean una sola cosa. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17,20-21)...

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    1. Estimada Rosa Luisa,
      le agradezco el recordarnos estas Palabras del Señor que vienen muy a propósito para iluminarnos y guiarnos con sabiduría y misericordia, en los debates que habitan en el seno de la Iglesia y que a menudo adquieren exteriorizaciones que desbordan lo que corresponde a la verdadera caridad cristiana.

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    1. Estimado Anónimo,
      como ya le he dicho, le reitero ahora, por enésima vez, mi indisposición a no procurar dialogar con quien no tiene voluntad de hacerlo, cuando ni siquiera se ha retractado de las ofensas hacia la Iglesia, el Papa, y hacia mi persona (que es lo menos importante). Dada su obstinación y pertinacia, le sugiero no insistir con ideologías que nada tienen que ver con la fe católica.

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  8. Alberto Figuereido22 de junio de 2024, 4:53

    No estoy tan preparado como para participar de la discusión, como muchos de los que aquí escriben, a los que felicito, pero una pregunta me gustaría hacerle al padre Filemón: aunque no soy capaz de juzgar, puedo percibir la incomodidad de la gente, y entonces pregunto: pero si fundamentalmente no cambia nada, ¿era realmente necesario hacer cambios en este momento de crisis de fe?

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    1. Estimado Alberto,
      yo creo que las modificaciones aportadas al misal pueden ser útiles para contribuir cuanto menos a disminuir la crisis actual.

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    2. Alberto Figuereido24 de junio de 2024, 4:25

      No me agrada lo que dice usted, Padre, no son estas las cosas que llevarán a la gente a la iglesia; permítame, con humildad invitarlo a bajar del presbiterio, escuchar a la gente, a aquellos a los que Jesús llamaba los pobres de espíritu, y se dará cuenta de que no son estas cosas las que buscan. Buscamos pastores verdaderos que nos sepan guiar y no confundir. Perdóneme por decirle esto, pero créame, la realidad está muy lejos del "no nos dejes caer en la tentación"... Deben enseñarnos a orar con el corazón, no con palabras.

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    3. Estimado Alberto,
      debería comprender usted que no es el caso de hacer así un drama por unas pequeñas modificaciones al Misal.
      Yo creo que, como buenos católicos, debemos tener confianza en la Iglesia en las cuestiones contingentes, nacidas de la prudencia pastoral de la Iglesia, aún cuando en este ámbito no exista la infalibilidad, y pueda existir la necesidad de correcciones. Pero la falibilidad de los Papas en este ámbito, no quita que, en este ámbito pastoral-gubernativo-disciplinar (como es también la liturgia) debamos regirnos siempre por la confianza y la obediencia a la Iglesia.
      Hay muchos otros problemas muchísimo más graves que turban a los buenos fieles, y ellos son las herejías, que yo denuncio a menudo, y a las cuales por desgracia no se pone remedio. Estos son los verdaderos males que afligen a la gente.
      Usted me dice que debo tener la "humildad de bajar del presbiterio" para tener contacto contacto con la gente. Pues bien, tenga entonces también presente que yo soy sacerdote desde hace ya cinco décadas y docente de teología desde hace cuatro, así que usted comprenderá que tengo mucha experiencia de la gente, aunque, habiendo dicho eso, también reconozco toda mi falibilidad y estoy siempre dispuesto a aprender de quien quiera corregirme.

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    4. Padre, me parece que usted no quiere tanto aprender... más bien me parece que usted quiere tener siempre razón. Discúlpeme si me permito decirlo, pero es mi impresión.

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    5. Alberto Figuereido24 de junio de 2024, 18:20

      A mí me parece, Padre, que se usan pequeñas llaves para después abrir grandes puertas. Es decir, se trata de la manera de medir la paciencia, o la indiferencia de la gente, para luego permitirse cambios que suelen llamarse "epocales", de manera que nadie se de casi cuenta, haciendo pasar las herejías que tanto usted teme.

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    6. Estimada Ana María,
      reitero mi convicción de que no es el caso de hacer este drama en torno a un pequeño cambio del Misal. Hay muchos otros problemas que afrontar, como puede ser por ejemplo la existencia de herejías. Sobre este punto, es decir, sobre el Misal, no es cuestión de aprender, sino simplemente de expresar una opinión de experto, en cuanto, como he dicho, soy sacerdote desde hace cinco décadas y teólogo desde hace cuatro décadas.

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    7. Sr Alberto: Están trazando el camino... lamentablemente
      Recemos.

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    8. Estimado Alberto,
      tus sospechas, querido hijo, son absolutamente infundadas y son signo de que tu fe católica no es precisamente firme, porque el Misal es expresión de la infalibilidad de la Iglesia, por lo cual no hay absolutamente que temer que la Iglesia pueda cambiar la esencia de la Misa.

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    9. Estimada Ana María,
      digo lo mismo que le dije al lector anterior: sus sospechas son absolutamente infundadas y son signo de que su fe católica no es precisamente firme, porque el Misal es expresión de la infalibilidad de la Iglesia, por lo cual no hay absolutamente que temer que la Iglesia pueda cambiar la esencia de la Misa.

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    10. Esperemos!

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  9. Gracias reverendísimo padre Filemón de la Trinidad por sus artículo y comentarios siempre exhaustivos, generosos y amables.

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    1. Estimado Guido,
      me alegro que mis artículos y comentarios le sean de utilidad.

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