domingo, 23 de junio de 2024

Sexualidad cristiana: entre Freud y Orígenes (1/5)

En la moral pre-conciliar, la excesiva y a veces obsesiva concentración de la atención en torno al sexo, no servía para crear serenidad, sino que fomentaba los miedos, las timideces, la desconfianza entre los sexos, los escrúpulos, la repugnancia por los actos sexuales, incluso las neurosis, de las cuales luego debía ocuparse el psiquiatra, con frecuencia freudiano, de modo que el sujeto pasaba de la sartén a las brasas, dando rienda suelta a la lujuria o quitando todos los frenos morales, con el pretexto de evitar la "frustración" y la "represión". El significado unitivo del acto sexual y, por lo tanto, la legitimidad de un acto sexual no procreativo, pero que fuera solo expresión del amor, era totalmente ignorado. [En la imagen: fragmento de "Desapego", litografía, coloreada, obra de 1896 de Edvard Munch, conservada y expuesta en el Museo Munch, Oslo, Noruega].

Los términos del problema
   
----------Alrededor de los años 30 del siglo pasado estaba de moda en Italia una canción que decía: "gira, rigira, biondina, l’amore e la vita godere ci fa". Desde que el mundo es mundo, en todas las civilizaciones los poetas han cantado al amor sexual; lo hace también el Cantar de los Cantares. ¿Y qué tipo de amor surge en Adán, cuando ve a Eva, sino amor sexual?
----------Es verdad, ni han hecho a tiempo a unirse, que han tenido la desgraciada idea de escuchar a la serpiente. Se han unido después de la caída, en esta desgraciada tierra, ya esclavos de la concupiscencia, él dominándola a ella, ella seduciéndolo a él. Desde entonces, todos los poetas han soñado con un retorno al Edén. No solo eso, sino que la triada amor sexual-vida-placer ha sido un trinomio siempre fascinante, no obstante las repetidas decepciones y amarguras conectadas con la relación varón-mujer.
----------¡Cuántas veces el amor se ha transformado en odio! ¡Cuántos infinitos malentendidos entre varón y mujer, precisamente allí donde Dios había querido la mayor intimidad, confianza y comunión! ¡Cuántas rupturas sin reconciliación! ¡Cuántas mentiras, cuántos engaños precisamente allí donde debía existir la mayor sinceridad! ¡Cuánto egoísmo precisamente allí donde debía existir el don completo de sí! El hombre había dividido lo que Dios había unido y ya no era capaz de reunirlo. ¡Qué terrible castigo por no quedar sometidos al Dios del amor! Se ha necesitado la Cruz de Cristo para reunir lo que el demonio había dividido.
----------Pero he aquí mientras tanto que la abstinencia se convertía en el precio para disfrutar verdaderamente del sexo. He aquí el severo dominio del instinto para hacerlo conforme a su fin, he aquí la mortificación de la carne para hacer vivir el espíritu. ¡He aquí el soportarse recíprocamente, he aquí el cargar el uno con el otro, he aquí el recíproco perdonar y pedir perdón para obtener la reconciliación y para realizar el amor!
----------Ha terminado con la caída original el tiempo edénico de la espontaneidad, del puro impulso del corazón y del afecto, de la libre búsqueda del placer, del responder con alegría a la llamada del sexo. Sin embargo, he aquí que siempre de nuevo este dinamismo psicoemotivo, transformándose en lujuria, engaña y seduce sobre todo a los corazones de los jóvenes, pero también a los ancianos no ejercitados en la castidad.
----------Como siempre, juglares, bufones, pseudoartistas, pseudofilósofos, pseudomoralistas, pseudopsicólogos y pseudoeducadores, tal vez sacerdotes o religiosos, incluso hoy, con grandes ganancias para las editoriales, se dedican con variados artificios, alegatos, falsos razonamientos y falsa caridad, desgraciadamente con gran éxito y connivencia de ciertos pastores, a dar una apariencia de legitimidad a este desfogue irracional de la pasión, causando grandes daños morales en la juventud, en la sociedad y en la Iglesia misma.
----------El joven, arrastrado por las pasiones, pobre aún en su carácter y débil en su voluntad, quizás con la pretensión de ser el heraldo de la revolución social, se vuelve incapaz de afrontar las pruebas de la vida y de asumir compromisos serios, estables y de permanecer fiel, ya sea que se trate de opciones matrimoniales o profesionales, o de las atinentes al sacerdocio y a la vida religiosa.
----------El rechazo del servicio militar en los jóvenes a menudo no está dictado por el verdadero espíritu de paz, sino por su incapacidad de sufrir la disciplina, por el miedo al enemigo y por la negativa a sacrificarse por el bien de la patria, refugiándose en la utopía de que todos los contrastes y controversias entre las naciones y los pueblos puedan resolverse simplemente con la diplomacia o como si todos los opresores estuvieran dispuestos a renunciar a la violencia simplemente porque son persuadidos por un buen predicador.
----------Quien ama verdaderamente la paz, está dispuesto a dar la vida para obtener la paz o para la defensa de la paz. Quien vive en la molicie, no domina las propias pasiones, sino que está apegado a los placeres, finge una falsa mansedumbre y se desahoga en la ira incontrolada, carece de sólidas certezas, lo que lo hace doble y voluble, incapaz de combatir y sufrir por la verdad y la justicia. Ciertamente hay que evitar el amargo realismo de la guerra inevitable, pero no hay que pensar que estamos ya en el Edén sin pecado original.
----------El actual marasmo, que estamos viviendo, concerniente a la problemática de la sexualidad, el agitado torbellino de las pasiones, la búsqueda espasmódica del placer, el sucederse de escándalos y de acusaciones infamantes, la difusión de errores, que estamos presenciando en el campo de la sexualidad, no escatimará a nadie hoy. Por una parte, la ilusión de muchos de que estamos viviendo una libertad sexual que nunca ha existido hasta ahora, y en parte también es verdad, pero esto se hace no sobre la base de la escatología cristiana, sino sobre la base de un burdo humanismo abiertamente u ocultamente sensista y materialista.
----------Decimos, por un lado, humanismo abiertamente materialista, en cuanto el mismo, de carácter popular pseudo-científico, se puede claramente rastrear en muchas manifestaciones arrogantes que se ven actualmente, como el gay pride, la pornografía, la carrera desenfrenada en busca del placer, el aborto, a menudo fruto de uniones fornicarias, una juventud a merced del instinto favorecida por falsos maestros, moralistas negadores de la ley natural, el odio contra la ascética cristiana, el desprecio hacia el sacrificio y la renuncia. La pedofilia sigue suscitando todavía indignación; pero ¿por cuánto tiempo más? La sodomía se ha convertido en una "diferente orientación sexual". Si seguimos a este paso, pronto la pedofilia también lo será.
----------Decimos, por otro lado, humanismo ocultamente materialista, difundido en los ambientes académicos, en cuanto deriva de una forma de espiritualismo falso, elitario y gnóstico, subjetivista y fideísta, sin bases racionales, sino sobre la base de una conciencia que quisiera reducir la realidad al pensamiento, y que confunde la voluntad con la emoción, de modo que, allí donde debería vivir el espíritu, sale a la superficie la carne, mientras que el surgir o el subyacer de una alta metafísica, así como de ingeniosas y refinadas especulaciones, es la necesidad de sobresalir, el querer ser originales a toda costa, la mezquindad del exhibicionismo adulador, la amarga denigración del adversario, el altivo desprecio por los simples, el protagonismo autorreferencial, la envidia por quien nos supera y la búsqueda del éxito mundano.
----------Pero lo cierto es que el fenómeno más impresionante, que tiende hoy a esparcirse por toda partes como mancha de aceite, y que está engañando incluso a moralistas, psicólogos, sexólogos, pastores y educadores, es el de la sodomía, que se quiere hacer pasar bajo el inocente título de "unión civil", y algunos hablan incluso de "matrimonio", sin que se tenga en cuenta la condena explícita de la Sagrada Escritura, como por ejemplo el famoso episodio de la destrucción de Sodoma, del cual ha tomado nombre el mencionado vicio o las severas llamadas de san Pablo apóstol.
----------Hoy se ha llegado al punto de acusar como difamatorios a docentes o educadores que simplemente han citado a san Pablo. Se ha perdido de vista que la tendencia homosexual es contra natura porque, antes incluso de estar contra la ley moral natural y la moral cristiana, es contraria a las mismas leyes fisiológicas -en este sentido "contra natura"- que regulan el normal ejercicio biofisiológico del instinto sexual, animal o humano.
----------La teoría genderista ha difundido la opinión de que el ser varón o mujer no son formas naturales y fijas de la persona humana, sino efectos contingentes de la libre voluntad humana y del poder que el hombre tiene de plasmar una naturaleza corpórea que de por sí no es ni varón ni mujer.
----------Lo que caracteriza a la persona humana, según esa teoría, es simplemente el espíritu o, en el caso de los freudianos, la libido. Tenemos aquí un extrañísimo encuentro incluso con Orígenes, aunque desde dos posiciones morales diametralmente opuestas: para Orígenes la libertad está en la liberación del ser varón o mujer, que no tiene ninguna incidencia en la felicidad humana, más bien es un obstáculo.
----------Para los genderistas, de manera similar, pero también a la inversa, la persona no es esencialmente otra cosa que el espíritu (Rahner) o la libido (Freud). Sin embargo, el sujeto se expresa en el sexo, por lo cual el sexo entra en la felicidad del hombre, pero solo en cuanto que cada uno es libre de determinar como prefiera su sexo, que no es sólo el ser varón o mujer, sino que puede asumir otras formas construidas artificialmente o quirúrgicamente, como por ejemplo el "transexual".
----------Se entiende entonces cómo la doctrina pontificia de un Pío XII, de un san Paulo VI o de un san Juan Pablo II o del Papa actual que afirma la existencia natural y legítima de dos únicos sexos -o varón o mujer-, con bien precisos caracteres diferenciales, sin que el hombre tenga ningún permiso moral para cambiar o añadir, para los genderistas es como humo en los ojos y aborrecen tal doctrina.
----------Pero sus ideas malsanas derivan de la negación, que encontramos por ejemplo en Karl Rahner, de la existencia de una naturaleza humana objetiva, precisa, fija, estable, inmutable, universal y determinada con sus propias leyes y finalidades establecidas por Dios creador, por lo cual la naturaleza humana se entiende como materia indeterminada y plasmable a discreción de la libre voluntad de la persona entendida como "espíritu".
----------Por consiguiente, nos encontramos frente a un neoplatonismo para el cual el sexo no es propiedad esencial y constitutiva de la persona humana, sino objeto material situado frente a ella, que ella puede manipular como mejor le parezca sin tener que rendir cuentas a nadie más que a sí misma, vale decir, a la propia "conciencia". La diferencia con Platón radica en el hecho de que mientras Platón quiere liberar de este objeto fastidioso, el "espíritu" rahneriano lo manipula y se revuelca en él.
----------En este escuálido escenario, en campo católico y eclesial, encontramos lamentablemente el general silencio de los pastores, salvo rarísimas excepciones, excepciones que vienen a ser objeto de burla por parte de muchos, encontramos un dialoguismo diplomático e inconcluyente, el espíritu faccioso y partidista, la falta de espiritualidad, el amor por la ambigüedad, el bambolearse para no disgustar a nadie, la impreparación de los teólogos, la debilidad de los educadores, las incertezas, los llamamientos apremiantes, las resistencias, las rémoras, las indignaciones, las hesitaciones, las nostalgias, los sufrimientos, las turbaciones, las protestas de un mundo católico dividido, incierto, oscilante, tentado, perdido, agitado, modernista, pasadista. Y reitero lo del silencio general de los pastores: por desgracia, no es el silencio monástico. No es que no hagan nada, sino que están ausentes cuando se trata de las cosas más importantes, donde solo ellos, como Sucesores de los Apóstoles, podrían y deberían decir una palabra.
----------Hoy estamos asistiendo, en el campo de las costumbres sexuales, a una reacción laxista, hedonista y permisivista, reacción a un período anterior al Concilio Vaticano II de excesiva severidad y de legalista rigorismo, en el cual el pecado sexual parecía el pecado de los pecados, por encima de todo pecado. 
----------El pecado sexual era el símbolo del pecado. Los "malos pensamientos" denunciados en el confesionario, eran los pecados de sexo. El acto "sucio" era por antonomasia el pecado de sexo. La concupiscencia era necesariamente la concupiscencia sexual. Cuando se decía "pecados carnales" se entendía los pecados sexuales. La búsqueda del placer era la del placer sexual. A la invera, la "pureza" era la pureza sexual. La "bella virtud" era la castidad. La virtud "angélica" era la castidad.
----------Los pecados espirituales, como la soberbia, la hipocresía, la acedia, el orgullo, la herejía, la mentira, la difamación,  la denigración, la envidia, la blasfemia, la impiedad, junto con los otros pecados relacionados con la vida física, la molicie, como la avaricia, la gula, el individualismo, el egoísmo, el hurto, la evasión fiscal, la injusticia social, el fraude, la pereza, el rencor, el odio, aparecían, en definitiva, como menos culpables, menos graves, menos pecados, menos vergonzosos, menos perjudiciales, menos reprobables.
----------Santo Tomás de Aquino dedica un artículo de la Summa Theologiae (II-II, q.154, a.3) para demostrar que la fornicación no es el más grave de todos los pecados, explicando que "la gravedad de un pecado se puede medir de dos modos: de un modo, de por sí, y de otro modo por respecto a lo accidental (secundum accidens). De por sí se mide la gravedad en base a la razón de su especie, la cual se considera en relación al bien al que el pecado se opone. Ahora bien, la fornicación es contra el bien del niño no nacido. Y por tanto es pecado más grave según su especie que los pecados que contrastan con los bienes externos, como el hurto y cosas de ese género; es menos pecado que los que están directamente contra Dios y del pecado que está contra la vida del hombre ya nacido, como es el homicidio".
----------Accidentalmente sin embargo, explica santo Tomás en ese mismo lugar de la Summa Theologiae, puede suceder que la pasión sea tan fuerte con una voluntad débil, cosa que puede suceder sobre todo en el joven no ejercitado como el anciano en el autocontrol, por lo que sucede que "la lujuria presente en el apetito sensitivo disminuye el pecado, porque, cuanto más peca por un mayor impulso, tanto más leve es el pecado. Ahora bien, en la fornicación la libido alcanza el máximo de su fuerza".
----------Otro criterio que Tomás señala para distinguir en la lujuria el pecado mortal del pecado venial es el de la presencia o ausencia de la "lujuria" (libido) como búsqueda del placer como fin en sí mismo. 
----------Al respecto Tomás en el art. 4 toma en consideración el beso y el abrazo, observando que si estos gestos son simples expresiones de amistad, no hay pecado. Por el contrario, si el sujeto, queriendo expresar simple amistad, besa bajo un impulso no deseado de lujuria orientada al acto sexual, la culpa es simplemente venial. Este criterio se conjuga con el precedente acerca de la fuerza de la lujuria y aquí Tomás pone el ejemplo de estos gestos, los cuales, si están intencionalmente orientados al acto sexual, entonces, se tiene pecado mortal.
----------La razón por la cual la lujuria es de por sí pecado grave, salvo los ya mencionados atenuantes, no está dada solo por el hecho de que perjudica a la persona humana generable por el acto sexual, sino que supone un sujeto que da más importancia al placer físico que al espiritual, un sujeto que se degrada al nivel de la bestia, lo que san Pablo llama "hombre carnal" (sarkikós, 1 Cor 3,3) y san Pedro llama "animal irracional" (2 Pe 2,12).
----------La irracionalidad del acto lujurioso por otra parte no viene dada por el mero hecho de que el placer en su intensidad impide el funcionamiento de la razón, porque esto es de por sí del todo natural. Incluso cuando dormimos la razón está adormilada y no por eso dormir es pecado. Sino que la irracionalidad de la lujuria viene dada por la mencionada voluntad de disfrutar del sexo no como expresión del espíritu y subordinado al espíritu, sino como un valor superior al del espíritu.
----------La lujuria es, por tanto, efecto de una antropología que, quizás bajo pretexto de la unidad de la persona, confunde el alma con el cuerpo, lo que puede ocurrir de dos modos: o por la reducción del intelecto al sentido, y por tanto de la voluntad a la pasión, como sucede en el empirismo, o por absorción del sentido en el intelecto y de la materia en el espíritu, y por tanto del instinto animal en la voluntad, como sucede en el falso espiritualismo del idealismo. Ahora bien, está claro que un espíritu que asume en sí la materia no es más que un espíritu materializado y, por lo tanto, confundido con la materia.
----------Queda de todos modos que la excesiva y a veces obsesiva concentración de la atención en torno al sexo, que he señalado anteriormente, no servía en el pasado para crear serenidad, sino que fomentaba los miedos, las timideces, la desconfianza entre los sexos, los escrúpulos, la repugnancia por los actos sexuales, incluso las neurosis, de las cuales luego debía ocuparse el psiquiatra, que, por desgracia, sucedía que fueran freudianos, de modo que el sujeto pasaba de la sartén a las brasas, dando rienda suelta a la lujuria o quitando todos los frenos morales, con el pretexto de evitar la "frustración" y la "represión".
----------El significado unitivo del acto sexual y, por lo tanto, la legitimidad de un acto sexual no procreativo, pero que fuera solo expresión del amor, era totalmente ignorado. Un ejemplo de moral preconciliar lo podemos encontrar en la obra, por otra parte muy apreciable, del dominico Benedikt Heinrich Merkelbach, Summa Theologiae moralis, vol.II, §1000-1004, donde el significado unitivo y por tanto escatológico del acto sexual es completamente ignorado. Esto sucedía porque solo se tenía ante los ojos la práctica indecente de la fornicación, es decir, de la unión no-conyugal, que efectivamente es pecaminosa, pero no por el hecho de que ella quiere expresar el amor, sino más bien por el hecho de que se supone que este amor es entendido como placer carnal que frustra la procreación y no como actuación de esa unión de amor de la cual habla el cap. 2 del Génesis, unión que resurgirá, para quien lo desee, en la futura resurrección.

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