lunes, 10 de junio de 2024

Las vías para llegar al conocimiento del espíritu (1/4)

La demostración de la existencia del alma humana, en cuanto eficaz preámbulo a la fe, o sea en cuanto umbral a la obra de evangelización, que es lo que interesa, precisa hoy no limitarse a exposiciones y fórmulas escolásticas que son perfectas y útiles para entendernos entre filósofos realistas y cristianos, pero que son absolutamente incapaces de convertirse en verdaderos argumentos de persuasión para un mundo alejado de Dios, que necesita ser escuchado en sus a menudo inexpresadas instancias. [En la imagen: ciervo bebiendo en un río del jardín del Edén, fragmento de un mosaico, en la Basílica Superior de San Clemente Laterano, en Roma, Italia].

El descubrimiento del espíritu
   
----------A menudo hablamos del "espíritu". ¿Pero sabemos verdaderamente lo que es? En el Símbolo de la Fe proclamamos que Dios es creador de los visibilia y de los invisibilia. Los invisibilia son las criaturas espirituales: el alma humana y el ángel. Pero si son realidades invisibles, ¿cómo las conocemos? Ellas son invisibles a los sentidos, pero no al intelecto, que es facultad espiritual. Pero entonces estamos como al principio: ¿qué es esto, nuestro espíritu, que puede ver las realidades espirituales?
----------El debate sobre la naturaleza del espíritu, vale decir, la naturaleza de las ideas, de la conciencia, del pensamiento, está hoy en las manos de los idealistas. Pero deberíamos darnos cuenta de una buena vez de los problemas que ellos han causado con su altanería y arrogancia. Ciertamente, no es que los idealistas carezcan de intuiciones geniales y de conocimiento de la realidad del espíritu, pero no podemos seguirlos cuando quisieran darnos a entender que nuestro yo empírico no es más que la apariencia contingente del Yo absoluto. Por consiguiente, es necesario retomar este debate de modo serio y verdaderamente crítico, porque está en juego el sentido mismo de nuestra vida y el destino de la humanidad. 
----------Ahora bien, fuera de los idealistas, ¿quién discute hoy seriamente el problema del ser, de la realidad, del conocimiento, de la verdad? ¿A quién le interesa aportar pruebas convincentes de la existencia de Dios o de la inmortalidad del alma? ¿Quién se preocupa por establecer un concepto preciso de la naturaleza divina? ¿El Dios de la Sagrada Biblia es el mismo que el Dios de santo Tomás de Aquino, de Lutero, de Descartes, de Kant, de Hegel, de Bontadini? ¿Es el mismo Dios que el de Karl Rahner?
----------¿Quién se preocupa de fijar los atributos de Dios? ¿Dios es conceptualizable? ¿Es inmanente a la conciencia? ¿Es el primer objeto del saber? ¿Sufre? ¿Cambia? ¿Deviene? ¿Es conexo con el hombre, con el mundo, con la materia? ¿Es creador? ¿Castiga? ¿Quiere sacrificios? ¿Exige satisfacción por el pecado? ¿Nos impone leyes de conducta? ¿Ha querido la muerte de su Hijo? ¿Perdona a quien no se arrepiente? ¿El Dios cristiano es el mismo Dios que el de los musulmanes y el de los judíos?
----------Los Salmos cantan: "Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente" (Sal 42,2-3), "Oh Dios, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente desde la aurora; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua" (Sal 62,2). La pregunta que surge entonces en nosotros, ineludible e impelente, es la siguiente: ¿cómo hace el Salmista para expresar tal deseo de ver a Dios, tal como se manifiesta en los dos citados versículos de la Sagrada Escritura, dos de los muchos sobre el mismo tema, que están diseminados en la Biblia? ¿Qué es lo que impulsa el ánimo del Salmista para expresarnos con tanto fervor y con comparaciones tan corpóreas? ¿Cómo podemos remontarnos de estas comparaciones a la experiencia del Salmista, o para decirlo con santa Catalina de Siena que de esto entendía, al "encendido deseo" del Salmista?
----------¿Acaso no se asemeja este ardiente deseo expresado por el Salmista a un apasionado deseo sexual, tal como es el expresado por el libro del Cantar de los Cantares? ¿Acaso es que el deseo de la unión con la mujer puede representar de algún modo o introducir a la comprensión de la unión mística con Dios, más allá de la inmensa diferencia entre placer sexual y placer espiritual?
----------Antes de responder a esta última pregunta, por cierto perturbadora, la cual, si se malinterpretara, podría conducirnos completamente fuera del camino, hagamos un viaje hacia atrás en la historia de la filosofía, para encontrar las fuentes originarias de aquella dinámica del espíritu unido al sentido, que es precisamente lo que nos hace preguntarnos cosas así. Recordemos entonces algunos hitos sobre los cuales el Occidente ha construido a partir de Grecia y de Roma en beneficio también del Oriente, las bases de la ciencia y de la civilización. El verdadero progreso es construir sobre esas bases.
   
Platón, el descubridor del espíritu
   
----------El primero entre los filósofos que ha entendido que en nosotros no solo hay un poder visivo físico, que tiene por objeto las cosas sensibles externas, sino que existe también un poder visivo superior, inmaterial, precisamente intelectual y espiritual, que ve las cosas del espíritu, que son mucho más preciosas que las sensibles, y que son atinentes a la virtud, a la sabiduría, a la belleza y a la religión, ha sido Platón, quien ha descubierto que en nosotros existe la posibilidad de contemplar las ideas o ideales de las cosas, que son entidades mentales, interiores a nuestra conciencia, precisamente inmateriales, eternas, inmutables, objetivas y universales, modelos y paradigmas de las cosas sensibles, en base a las cuales podemos juzgar si, cuánto y cómo las cosas sensibles son o no son su reflejo o su imitación o su participación.
----------Platón ha entendido que podemos ver con el intelecto las ideas de las cosas materiales y espirituales. Se trata de una recuperación y clarificación de la moral de Sócrates, que había entendido que podemos ser justos en base a un ideal de justicia. Platón, sin embargo, tiende a hipostasiar las ideas sin preguntarse qué mente forma estas ideas. Por consiguiente, las ideas o modelos de las cosas sensibles parecen ser en Platón un conjunto de divinidades en la misma línea del tradicional politeísmo griego.
----------Platón ha entendido, entonces, que el valor del espíritu es el conocimiento, es decir, el llegar a convertirse inmaterialmente el otro en cuanto otro: el asumir inmaterialmente la forma del otro distinto a uno: la mente tiene la posibilidad de hacer propias esas ideas, esas formas, esos logoi, que ella contempla en la intuición intelectual. Ya Sócrates hacía esta operación para los valores morales, pero no se preocupaba de saber cómo podía suceder esto, porque no indagó acerca del poder del conocimiento espiritual.
----------Platón ha entendido, en cambio, que el objeto del intelecto, tanto humano como no humano, es la sustancia espiritual, que para él era la idea. Platón no tenía claro, en cambio, el hecho de que para alcanzar este objeto es necesario partir de la experiencia sensible, cosa que será aclarada por Aristóteles.
----------Platón es además el descubridor de la autoconciencia, que es exquisitamente acto del espíritu que reflexiona sobre sí mismo. Es el descubridor de la existencia del alma inmortal porque contempla las ideas eternas. Como realidades las ve por encima de sí; como pensadas, las ve en la propia alma. Pero entonces esto quiere decir que el alma se ve a sí misma. He aquí la autoconciencia. Esto no quiere decir que el interés del alma se agote en conocerse a sí misma, como entenderán los idealistas alemanes del siglo XIX.
----------A propósito de estos idealistas alemanes del siglo XIX, que han tenido sus continuadores en los cristianos neo-modernistas del siglo XX hasta la actualidad, esta confusión del saber humano con el saber divino, o confusión de la autoconciencia humana con la autoconciencia divina, es muy evidente en las palabras con las cuales Johannes Baptist Metz delinea la concepción rahneriana de la autoconciencia, que Metz reconoce explícitamente que depende de Hegel, despreciando a santo Tomás de Aquino, a quien Rahner querría dar a entender que comenta. Dice Metz en su Introducción a Karl Rahner: "el conocer, en su esencia más profunda, no está orientado hacia otro, sino hacia el conocer mismo: se trata de un auto-conocer o auto-conciencia. En otras palabras, el conocer se presenta como un ser-ante-sí delineándose sobre estos dos niveles, ya que el ser-cerca-de-sí consciente se funda en el ser-ante-sí ontológico. Dicho brevemente: el ser es ser-ante-sí y coincide con la inmediata intuición intelectual de sí mismo, vale decir: el ser es espíritu". Queda muy claro: Metz habla en realidad, sin decirlo, de la autoconciencia divina y la atribuye al hombre.
   
Los pasos dados por Aristóteles por encima de Platón
   
----------En efecto, como descubrirá Aristóteles, solo Dios está satisfecho con el conocimiento de sí mismo (nóesis noéseos), porque él es el primer y sumo Ente; pero el alma, en su deseo de saber, no puede estar satisfecha con la autoconciencia, porque su ser es causado.
----------Aristóteles retoma a Platón al concebir el conocimiento como representación del otro distinto de sí. Esta es la base de lo que llamamos el realismo gnoseológico. Sin embargo, Aristóteles entiende que Dios no tiene necesidad de conocer al otro distinto de sí, porque él es el Primero, es Todo, es el Absoluto. Por eso a Dios le interesa esencialmente solo conocerse a sí mismo.
----------No es así para nosotros, porque nosotros encontramos ante nosotros una realidad externa sensible e inteligible, por lo cual para nosotros el conocer no es tanto el conocernos a nosotros mismos, sino más bien el conocer esta realidad, realidad sensible por medio de la cual descubrimos con el intelecto la existencia de la Causa primera y del Motor inmóvil.
----------Aristóteles descubrirá, por lo tanto, que el ente no es solo espíritu autoconsciente, sino que existe también el ente material compuesto de materia y forma, externo a nuestro espíritu e inicialmente accesible a los sentidos para ser luego comprendido por el intelecto.
   
Los descubrimientos de Platón son imperecederos
   
----------Sea como fuere, Platón ha tenido la agudeza de vislumbrar aquello que es el conocimiento del espíritu y del alma separada después de la muerte. El alma ve los espíritus: ella misma, las otras almas de los difuntos y los ángeles. ¿Y Dios? Platón no ha llegado a hacerse esta pregunta, porque no hipotetizaba la visión de Dios, sino solo de las ideas. La Biblia responderá que la visión de Dios después de la muerte está reservada para aquellos que mueren en gracia de Dios. Pero Platón nada sabía de la gracia.
----------En cuanto a los condenados del infierno, ellos, según la Sagrada Biblia, saben quién es Dios, pero no desean en absoluto verlo, porque tal deseo nace del amor a Dios, cosa que los condenados detestan absolutamente. Ellos van al infierno precisamente para estar lejos de Dios, no importa para ellos si esto comporta una pena eterna: ¡lo importante para ellos es no ver a Dios!
----------Sin embargo, para Platón el alma que ve las ideas y se enamora de ellas, no es creada de la nada por un Dios creador, sino que preexiste ab aeterno a la existencia del cuerpo, en el cual el alma ha precipitado y ahora permanece como en una cárcel, tras esa misteriosa caída primordial desde el lugar donde vivía beata en la contemplación de las ideas. Pero la caída le ha hecho olvidar todo lo que veía en el hiperuranio y ahora, inmersa en las ilusiones de los sentidos y atrapada como está por los seductores atractivos de los cuerpos, si quiere recuperar la libertad perdida, le toca recordar todo lo que había olvidado.
----------Por consiguiente, al entrar el alma en el mundo, los sentidos, según Platón, no le sirven en absoluto para aprender lo que todavía le es ignoto y adquirir el conocimiento de las cosas y del espíritu, sino al contrario, el alma debe alejar con decisión y energía la seducción y el engaño de los sentidos, porque distraen al alma y le impiden recogerse en sí misma, para recuperar el saber en lo íntimo de la propia conciencia. Ciertamente, algo similar existe en la ascética cristiana. Es verdad que una cierta práctica de la soledad y el entrar en sí mismos aislándonos de las solicitaciones de los sentidos y de la imaginación pueden sernos de utilidad para poner en foco los valores del espíritu, de la moral, de la conciencia y de la religión.
----------Será san Agustín de Hipona, por su parte, quien comprenderá que las ideas arquetípicas de Platón no pueden sino ser producidas por la mente de Dios. Pero el caso es que en Platón la idea de Dios no está para nada clara. No es tan seguro que Platón fuera monoteísta. En efecto, Platón hace una distinción entre la idea del Bien y el Demiurgo, que es quien plasma las cosas mirando a las Ideas, y Platón no se da cuenta de que la formación de las cosas no puede sino depender del sumo Bien que es Dios.
----------Platón descubre entonces la existencia de las ideas y sabe que nuestra beatitud está en el contemplar las Ideas. Esto significa que ha entendido que nuestra beatitud consiste en el conocimiento del espíritu. Pero no ha llegado a la noción de persona, es decir, de la sustancia espiritual que es la única y adecuada explicación de la existencia de las ideas. Ha comprendido que las ideas son contempladas por el intelecto, pero no ha pensado en el hecho de que ellas son producidas por un intelecto, que es el intelecto divino, ideador y creador, mediante su voluntad, de las mismas cosas. Platón ha confiado al Demiurgo la formación del mundo, sin entender que el mundo no es simplemente formado plasmando una materia preexistente, sino creado de la nada. ¿Y quién puede haberlo creado? Platón no se lo pregunta. Es la Biblia la que dará la respuesta.
----------Lo que falta en Platón es la noción analógica de persona. Platón percibe el valor de la relación interpersonal a nivel humano y social, pero no entiende la relación de la persona humana con la Persona divina, vale decir, con Dios entendido como persona. En Platón, la Idea del Bien aún no es una Persona, aunque sea verdad que en Dios ser y pensar coinciden. Pero es necesario añadir la acción. Y la idea como tal no sugiere todavía el actuar, el querer. Lo que actúa es el Bien, no la idea del bien.
----------Es verdad que para Platón el sumo Bien es epékeina tes usías, más allá de la esencia, lo que ha llevado al benévolo santo Tomás a entender a Platón como si dijera que el actuar supera al simple ser, por lo cual "el fin es la causa de las causas". Es decir, Platón entendería significar la primacía del amor sobre el saber.
----------Si así fuera, entonces todo estaría bien. Pero también existen quienes interpretan a Platón en sentido indiscretamente apofático, como si el bien estuviera por encima del ser. Pero un bien que no es ser, ¿cómo hace entonces para ser inteligible? He aquí, por consiguiente, el riesgo de una mística, como la del Areopagita, que concluye en la oscuridad absoluta (cf. Pseudo Dionisio Areopagita, Teología Mística, en Obras Completas, Editorial BAC, Madrid 2007). El Areopagita desilusiona: ¿tanto esfuerzo para aprender los artículos y los dogmas de la fe, para elaborar los conceptos teológicos que de ellos se derivan, para luego eliminarlo todo al final? Pero entonces, ¿para qué sirve la Biblia? ¿Todo el esfuerzo está desperdiciado? ¿Qué ha venido a revelar Jesucristo, si sabemos de Dios y del espíritu tanto como antes, es decir, nada?
----------Por lo tanto, no confundamos la mística con el nihilismo y con el oscurantismo. No confundamos el silencio místico con el silencio de la piedra. Aquí podemos muy bien dejar hablar a Hegel: el Absoluto de estos místicos es la noche donde todas las vacas son negras. Pero, ¿en realidad es ésta verdaderamente la mística platónica? Quizás sea santo Tomás de Aquino quien da en el blanco. Es la mística del amor.
----------Solo así se tiene la plenitud de la realidad del espíritu. En Platón, por tanto, no hay diálogo entre el yo humano y el Tú divino, como vemos en los Salmos de la Sagrada Escritura. No existe una conversación entre el hombre y Dios. Yo veo en mí mismo las ideas, me esfuerzo por ponerlas en práctica con la convicción de que así me libero del cuerpo para que mi alma o mi espíritu, que soy yo mismo, pueda después de la muerte contemplarlas eternamente. La vida espiritual para Platón está toda aquí.
----------Para Platón, Dios se esconde, ciertamente, detrás de las ideas y de la suprema Idea del Bien, que son los objetos supremos de la más alta contemplación filosófica, pero todo termina aquí. No se va más allá. La relación con los otros, según Platón, no hace entender la relación con Dios. El eros platónico nos hace enamorar de las ideas, pero no del prójimo. La relación con el prójimo está, ciertamente, enfocada socráticamente en un sentido de honestidad y sentido del deber, pero nada más.
----------La orientación práctica hacia el prójimo, según Platón, debe estar ciertamente improntada por la virtud, pero no tiene nada que ver con la orientación especulativa hacia la visión de las ideas. Por el contrario, en la Sagrada Biblia encontramos claramente que el caminar hacia el prójimo y hacia Dios van de la mano y se reclaman mutuamente. La relación con el prójimo, en cuanto implica la corporeidad, para Platón está destinada a caer. Solo la relación con las ideas está destinada a durar eternamente.

2 comentarios:

  1. Sergio Villaflores11 de junio de 2024, 6:04

    Esto pinta como un muy interesante artículo, padre Filemón, y creo que muy útil para sostener y dar contenido a una nueva y necesaria apologética frente al neo-paganismo materialista que hoy se vive en el mundo por doquier.
    Espero con interés las siguientes partes.

    Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    1. Estimado Sergio,
      concuerdo con usted en que, al paso de los cambios culturales, es necesario que la labor apologética se renueve, teniendo en cuenta las nuevas instancias que plantean los hombres de nuestro tiempo, que podrán ser distintas o asumir nuevos matices, pero que siempre revelarán lo mismo: una necesidad profunda de Dios. Y la labor apologética consiste en eso precisamente: desbrozar el camino de los hombres de cada tiempo para que vuelvan a Dios.

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