miércoles, 26 de junio de 2024

Sexualidad cristiana: entre Freud y Orígenes (3/5)

La concepción de la virginidad, que era tradicional en la espiritualidad cristiana y no cristiana, como integridad corpórea, como cuerpo que sigue intacto o inmune al contacto sexual y puro de aquella que se consideraba como la suciedad del acto sexual, y en consecuencia la visión del acto sexual como violación de esta integridad corpórea, es una concepción indudablemente ligada al platonismo, que no tiene en cuenta el hecho de que el ejercicio de una actividad natural es el acto de una potencia y por lo tanto no implica ninguna corrupción, ninguna violación, ninguna contaminación, ninguna polución del cuerpo al que se aplica dicho acto, sino al contrario, actúa la disposición de ese cuerpo a recibir el acto. [En la imagen: fragmento de "El cumpleaños", óleo de 1915, obra de Marc Chagall, conservada y expuesta en el Museo de Arte Moderno, New York, USA].

Elementos válidos del freudismo
   
----------Ahora bien, según lo que hemos dicho en el punto anterior, indudablemente, viene recuperado un aspecto válido de la sexología freudiana, siempre y cuando se precise con claridad contra Freud la superioridad del espíritu sobre el sexo y se evite concebir esta sublimación de la sexualidad como si fuera la esencia del espíritu, ya que, si miramos con atención la visión freudiana del sexo, que él entiende como manantial originario y originante de la existencia y de la vida humana, es necesario decir que en Freud el sexo toma el lugar de Dios. Y de hecho niega la existencia de Dios, precisamente porque su Dios es el sexo. Pero esto no es más que la expresión de su concepción materialista de la realidad y del hombre. Freud no se pronuncia acerca de la edad del universo. Pero ciertamente él no pone a Dios en su origen, sino a la materia:
----------"En un cierto momento las propiedades de la vida fueron suscitadas en la materia inanimada por la acción de una fuerza que todavía nos es completamente desconocida. Quizás se ha tratado de un proceso de tipo análogo al que más tarde ha determinado el desarrollo de la conciencia en un cierto estrato de la materia viviente. La tensión que surgió entonces en lo que había sido hasta ese momento una sustancia inanimada hizo un esfuerzo para auto-anularse; así nació la primera pulsión, la pulsión de retornar al estado inanimado" (Freud, el hombre y si causa, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1985).
----------Por consiguiente, es necesario distinguir con mucho cuidado, y desde el punto de vista moral, la mencionada actitud de simulación que enmascara la búsqueda lujuriosa del placer sexual bajo las apariencias externas de una conducta piadosa y espiritual, respecto de la espiritualidad auténtica de la pareja de esposos, los cuales expresan en la unión conyugal su unión espiritual. La conducta espiritual de una pareja no es necesariamente la máscara de la libido, como si el único placer que el hombre pudiera buscar fuera el placer sexual, sino que en una pareja profundamente unida desde el punto de vista espiritual el placer sexual puede ser muy bien la consecuencia, la expresión y la condición del placer espiritual.
----------Para el católico, en cambio, el sexo ciertamente no es Dios, y sin embargo es su mejor imagen, como lo testimonia el Cantar de los Cantares. El católico post-conciliar recupera cuanto de bueno hay en el freudismo sin dejarse seducir por su sensismo libidinoso.
----------De esta manera, el católico post-conciliar ha comprendido como nunca antes, que ninguna intimidad interhumana es tan profunda y perfecta como la que existe entre el varón y la mujer; ningún entendimiento, ninguna fidelidad, ninguna disponibilidad, ninguna confianza más total, ninguna comprensión y apertura recíproca más límpida; y por eso es la forma de intimidad que mejor que todas representa la intimidad mística del alma con Dios, como bien ha expresado san Juan de la Cruz.
----------Está claro que para el cristiano Dios es Padre; pero la intimidad del hijo con el padre no basta para representar la intimidad del varón con la mujer. El hijo está por debajo del padre. El hijo proviene del padre y depende del padre. Varón y mujer dependen el uno del otro, influyen el uno en el otro. Varón y mujer están a la par. Ciertamente la gracia diviniza al hombre; pero entre naturaleza humana y naturaleza divina queda un desnivel infinito, que ningún panteísmo logrará colmar sin caer en la impiedad. 
----------Esto ha sido reconocido por la Iglesia misma, como resulta de la Declaración Persona humana de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que he citado anteriormente. Pero si el espíritu es modificado por la diferencia sexual, como la materia signada por la cantidad es principio de la individuación de la persona humana, se mantiene no obstante que la responsabilidad y la facultad de dar forma a la sexualidad masculina y femenina se inscriben en el diferente modo de ser del espíritu masculino y femenino (véase en este blog el artículo: ¿Qué diferencia hay entre el alma del hombre y la de la mujer?).
----------Aquí evidentemente no se trata de hablar del sexo de los ángeles, porque el punto es precisamente éste: la diferencia entre la espiritualidad humana y la angélica. El espíritu humano masculino es naturalmente y esencialmente diferente y recíprocamente complementario respecto al femenino. Es decir, las potencias del espíritu, aunque estén presentes en ambos sexos, están presentes en el uno y en el otro en grados diferentes bajo aspectos diferentes, de modo que donde uno tiene de menos, el otro tiene de más y viceversa. El error de Freud es creer que el espíritu sea un efecto del sexo.
----------Mientras el freudiano cree que la unión sexual es el culmen de la felicidad, puesto que no conoce una felicidad espiritual por encima de la material, al origenista repugna la unión sexual como tal, y esto no porque el origenista no sepa apreciar la superioridad del placer espiritual respecto al sexual, sino porque confunde la espiritualidad humana con la angélica.
----------Ahora bien, así como al ángel repugna unirse a un cuerpo, porque su sustancia ya está completa en sí misma como puro espíritu, así Orígenes, como Platón, cree que el hecho de que nuestro espíritu en la vida presente se encuentre en la desgracia de tener que ver con el sexo, sea un castigo por el pecado original, por lo cual según él la perspectiva cristiana de la beatitud está en la posibilidad que el hombre tiene de liberarse para siempre de la esclavitud del sexo y de la atracción sexual, para volar al cielo como puro espíritu, aun cuando Orígenes bien sabía que el cristianismo prospecta la resurrección del cuerpo, pero al mismo tiempo, sin resignarse a admitir la distinción entre varón y mujer, pensó encontrar una solución de compromiso inventando una especie de cuerpo resucitado esférico (orbicularis) asexuado, que suscitó la risa de sus contemporáneos de buen sentido común y la admiración de sus ingenuos y fanáticos devotos. Los errores de Orígenes fueron condenados por el Concilio Costantinopolitano II del 553 (Denz. 433).
----------La concepción de la virginidad, que era tradicional en la espiritualidad cristiana y no cristiana, como integridad corpórea, como cuerpo que ha permanecido intacto o inmune al contacto sexual y puro de aquella que se consideraba como la suciedad del acto sexual, y en consecuencia la visión del acto sexual como violación de esta integridad corpórea, es una concepción indudablemente ligada al platonismo, que no tiene en cuenta el hecho de que el ejercicio de una actividad natural es el acto de una potencia y por lo tanto no implica ninguna corrupción, ninguna violación, ninguna contaminación, ninguna polución del cuerpo al que se aplica dicho acto, sino al contrario, actúa la disposición de ese cuerpo a recibir el acto.
----------Así, en el cumplimiento del acto tenemos a un tiempo la perfección del agente y del paciente. Sin embargo, el mismo aristotélico santo Tomás de Aquino, que se mueve tan bien entre las categorías de la potencia y del acto, con ocasión de tratar acerca de la virginidad (Summa Theologiae, II-II, q.123, a.4), no logra sustraerse a la influencia aparentemente tan noble del dualismo platónico. Y así, la virginidad es la belleza del cuerpo que permanece incontaminado e inviolado por el contacto sexual.
----------Sin embargo, el Aquinate no deja de justificar la virginidad consagrada haciendo referencia al estado de naturaleza caída, y a la necesidad que ciertas almas privilegiadas tienen de una mayor libertad de espíritu, que les hace particularmente fastidioso el estímulo de la concupiscencia. Hablando de la virginidad de Nuestra Señora, Tomás obviamente no invoca esta motivación, que supone el estado de naturaleza caída, sino que hace referencia a la excelsa cercanía de María a Dios, sumo espíritu, evidentemente ajeno al ejercicio del sexo.
----------En el extremo opuesto, el freudiano, fascinado por Venus, heredero de Epicuro, amigo de Dioniso y secuaz de Priapo, entiende la espiritualidad como el vértice de la autotrascendencia del sexo. Y por otra parte no está del todo equivocado, porque efectivamente es cierto que la diferencia entre la espiritualidad masculina y la femenina depende de la influencia del sexo, una influencia que no debe entenderse como causa eficiente, lo que nos llevaría a una visión materialista, sino precisamente como causa material por la cual, siendo distinto el sexo, viene a ser distinto el espíritu que, por voluntad del Creador, está esencialmente unido al sexo.
----------Esto, como ya he dicho y repetido, ha sido reconocido por la Iglesia misma, como se desprende de la Declaración Persona humana de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Pero si el espíritu es modificado por la diferencia sexual, como la materia signada por la cantidad es el principio de la individuación de la persona humana, sin embargo, la responsabilidad y la facultad de dar forma a la sexualidad masculina y femenina correcponde al diferente modo de ser del espíritu masculino y femenino.
----------En este punto, podríamos preguntarnos: ¿con qué cara Freud hace de la libido el impulso fundamental de la vida? ¿Cómo le ha venido en mente una idea semejante? ¿Qué diferencia hay entre la sociedad civil y el lupanar? ¿O entre la voluntad y el instinto? ¿O entre el hombre y el animal?
----------Es difícil decirlo, si vamos al fondo filosófico de la cuestión. Es evidente una antropología sensista-materialista. Es fácil decirlo, si queremos detenernos a nivel de las convenciones sociales, porque él, como buen judío fariseo, está después todo preocupado por las apariencias, recomendando a sus asistidos, después de haberles instruido bien sobre la libido, el comportarse decentemente en sociedad, sabiendo que sus ideas habrían de ser exitosas para todos aquellos que prefieren la carne al espíritu.
   
Entre la virginidad origenista y la libido freudiana
   
----------Mientras nosotros los católicos permanezcamos atrapados o intrapolados entre Freud y Orígenes, entre Epicuro y Platón, y no nos decidamos a actualizarnos y a asumir en plenitud sobre este tema la enseñanza más bíblica de san Juan Pablo II, en línea con el Concilio Vaticano II, de lo cual vengo hablando desde hace cuarenta años en mis publicaciones, no lograremos liberarnos del lío en el cual nos encontramos, para salir de una situación cada vez menos tolerable, de un marco social caótico, de un camino que parece sin salida en la difusión de la corrupción y del libertinaje, para liberarnos de la oposición lacerante entre rigorismo y laxismo, rigidez y blandura,  dualismo y monismo, materialismo y espiritualismo, que hoy nos pone a todos incómodos, nos hace experimentar un sentido de frustración, nos hace surgir dudas,  nos hace sufrir, nos turba y nos escandaliza, donde abundan los malentendidos, la discordia es cotidiana y los astutos se aprovechan, donde algunos se indignan sin saber oponer una alternativa, otros callan para no pasar por fanáticos o fundamentalistas o se quedan en silencio amargados y confundidos, otros se ríen bajo el bigote, y otros todavía se sienten tentados a ceder creyendo que no se trata de oponerse al pecador, sino de dar espacio al diferente.
----------Hoy más que nunca está en peligro el valor de la familia. Todos aquellos que están interesados no digo en la ética católica, sino en la simple reproducción de la especie humana, se dan cuenta de que la crisis de la familia no es otra cosa que la crisis de una humanidad que habiendo perdido la percepción de la propia dignidad de imagen de Dios, tiende a la propia autodestrucción, porque se ha replegado miserablemente sobre el goce sensual de lo sensible presente y hace del propio yo el efecto de la propia libertad, una libertad sin relación al deber, a la ley y a la obediencia, sin referencia a Dios creador y promotor de esta libertad, aun queriendo apuntar a lo eterno, a lo absoluto y al infinito.
----------Pero entonces se trata de una insensata libertad que sustituye a Dios por el propio yo, se trata de un espíritu morboso que no se eleva sobre la materia y sobre la carne, guiándola desde lo alto hacia Dios, y elevándola hacia sí, sino que se trata de un espíritu carnal y retorcido, que no saborea las realidades celestiales, no armoniza con el sexo, sino que está enjaulado y vaciado en el sexo.
----------Familia y vida religiosa en la ética sexual católica son dos valores que se reclaman recíprocamente: la familia muestra la dignidad y los frutos del sexo terreno; la vida religiosa muestra la dignidad del sexo escatológico. El sexo del matrimonio acrecienta el número de los individuos humanos; el sexo espiritual de los religiosos acrecienta el número de los salvados.
----------Por un lado, los esposos son el modelo de los padres; por otro lado, la pareja consagrada es el modelo escatológico de los esposos. Por un lado, el matrimonio es la culminación de la felicidad sexual terrena; por otro lado, la pareja consagrada anticipa la felicidad de la sexualidad celestial. La abstinencia de los esposos, similarmente a la de la pareja consagrada, eleva y libera el espíritu, purifica el corazón, incentiva el amor generoso, fecundo y fiel, favorece la dedicación y la unión con Dios.
----------Tanto la pareja conyugal como la pareja consagrada hacen fructificar su unión y su común tensión hacia Dios y comunión en Dios en la obra educativa que va formando a las futuras generaciones, transmitiendo tanto a los hijos carnales como a los hijos espirituales el patrimonio de valores humanos, culturales, religiosos, morales y espirituales recibidos de las precedentes generaciones e incentivando en estos hijos un continuo progreso en el cultivo y la puesta en práctica de esos valores.
----------De tal modo, las generaciones subsecuentes son capaces de descubrir los errores y los vicios de las generaciones anteriores y de remediarlos, pero permaneciendo siempre abiertas a dejarse corregir a su vez por las subsiguientes generaciones. De este modo, la humanidad progresa en la historia hacia niveles cada vez más altos de ciencia y de virtud, y todo esto deriva de la bondad y fecundidad de la unión entre el varón y la mujer, ya se trate de esposos o de religiosos.
----------Hoy tenemos más claro que nunca que el progreso humano, la transmisión y custodia de los valores, la obra educativa, el buen ordenamiento y el desarrollo de la sociedad, la concordia civil en la libertad de cada uno, la realización del bienestar y de la justicia, no se producen porque el varón domina sobre la mujer, sino sobre la base de una recíproca colaboración, más aún, de una unión de amor -ya se trate de la pareja conyugal o de la consagrada- en un plano de igual dignidad de naturaleza y de persona.
----------Al respecto, el primer Sumo Pontífice en la historia de la Iglesia que ha hablado con toda claridad de la igual dignidad de naturaleza y de persona entre el varón y de la mujer en la diversidad y reciprocidad de las respectivas cualidades, tareas y roles en la sociedad y en la Iglesia, ha sido el venerable papa Pío XII (cf. por ejemplo, los discursos del 14.X.1956, 29.IX.1957, 2.VII.1958).
----------Indudablemente el gran fenómeno del ingreso de la mujer en la vida pública, señalado por el papa san Juan XXIII en la encíclica Pacem in terris de 1963, ha comportado de hecho, aunque obviamente esto fuera del todo ajeno a las intenciones del Santo Pontífice, un lamentable aumento de los divorcios, de los adulterios y de las fornicaciones, a causa del hecho de que la mujer en muchos casos, saliendo de aquel ocultamiento en el cual se encontraba antes encerrada en el horizonte de la familia, se ha convertido más en objeto de la atención pública, ha descuidado a menudo los deberes familiares y ha sucumbido a los atractivos de la concupiscencia, con el pretexto del compromiso social y político.
----------Naturalmente, el remedio a esto no está en el retorno del sistema vigente antes del Concilio Vaticano II, sino en la elaboración de una concepción de la familia que pueda lograr conciliarse con las justas exigencias y los deberes de la mujer respecto a obrar, según sus cualidades propias, en el ámbito de la vida pública y social, tanto civil como eclesial. Dos grandes referencias magisteriales y pastorales pontificias, en este sentido, las encontramos en las Exhortaciones apostólicas Familiaris consortio, de san Juan Pablo II, del 22 de noviembre de 1981 y, del actual Pontífice, Amoris laetitia, del 19 de marzo de 2016.
----------Un aspecto de la concepción preconciliar de la castidad, todavía hoy válido y confirmado por las enseñanzas del Concilio Vaticano II (cf. Lumen Gentium, n.44; Perfectae caritatis, n.12), porque incluso es doctrina de fe, es la primacía de la virginidad sobre el matrimonio, o, si queremos, el primado de la castidad consagrada sobre la castidad conyugal. El dogma, como refiere santo Tomás, condena la doctrina de Joviniano, quien sostenía la igual dignidad del estado conyugal con el estado religioso (la tesis de Joviniano que sostenía la igual dignidad de virginidad y matrimonio y negaba por consiguiente la superioridad de aquella sobre éste, fue condenada por el papa Siricio en un sínodo romano del año 390).
----------Tomás justifica la superioridad del estado religioso con las mismas motivaciones que encontramos en el Concilio: la posibilidad de una mayor libertad espiritual, cercanía a Dios y fecundidad de obras. La vocación religiosa concierne solo a aquellos que advierten más que los demás estas necesidades espirituales, por lo cual sintiendo con especial fastidio el obstáculo que viene de la carne, sienten la necesidad de ser más libres.
----------Si hoy debemos rechazar una apología del voto de castidad, respecto a una concepción preconciliar del mismo, que huela a origenismo, también debemos defendernos del desprecio luterano hacia este noble ideal de vida afectiva. Digo esto porque no es aleatorio el riesgo que corremos hoy, a causa de un falso diálogo con los luteranos, que los errores de Lutero se difundan en lo interno de la Iglesia católica en lugar de ser nosotros los católicos los que corrijamos los errores de los luteranos.
----------Ahora bien, sabemos con cuánta ferocidad e injusticia Lutero denigró y difamó el voto de castidad, tomando como pretexto la existencia efectiva de religiosos indignos. Al respecto, hay que decir que si Lutero refleja en cierta medida en su hacer teología el interiorismo agustino, en el campo de la afectividad y de la ética sexual, abandona a Agustín y asume en su totalidad el sensualismo ockhamista y epicúreo del cual estaba pregonando en su tiempo aquel Renacimiento que Lutero, sin embargo, finge querer combatir como neopaganismo mundano y pelagiano.
----------A tal propósito, puede consultarse la famosa documentación recolectada y sistematizada con minuciosidad típicamente alemana, por el historiador dominico padre Heinrich Denifle en el siglo pasado: Lutero y el luteranismo (Tipografía Pontificia del Colegio de Santo Tomás, Manila 1920). Se trata de una impresionante mole de furiosos ataques de Lutero a los votos religiosos, un enorme material que estaba escondido por los propios luteranos y se comprende el motivo. Por lo que el haberlos exhumado y hacerlos de dominio público suscitó una encarnizada polémica contra Denifle por parte de los luteranos, que sin embargo obviamente no tenían como argumentos de defensa más que su inútil e indigna indignación.
----------Por otra parte, está claro que en una ética que no admita una escala de valores, la abstinencia sexual no tiene razón de ser. Si el placer sexual vale tanto como el espiritual, ¿por qué motivo se debería renunciar al primero para disfrutar del segundo? Existen éticas que incluso invierten la escala de valores. Por lo cual el placer sexual es preferido al espiritual.
----------Ahora bien, hay que decir que sin duda Dios es el creador tanto de una como de la otra forma de placer. Es totalmente natural que una forma de placer suscite a la otra y se incentiven mutuamente. El encuentro entre un varón y una mujer que se agradan físicamente está hecho para conducirlos al placer de la unión espiritual. Y por otra parte la unión espiritual se expresa naturalmente en la unión sexual.
----------Las palabras de Adán que ve a Eva recién creada por Dios para él (Gén 2,23) no significan más que esto. Que esta unión luego sea generativa, esto no es esencial para la unión sexual, como se deduce del c.2 del Génesis, que prefigura aquí la unión escatológica. En cambio, es evidente que en la presente vida terrena, que prevé la generación, hay que tener en cuenta aquellas que pueden ser las consecuencias generativas de la unión sexual. Para justificar tal unión, no basta con invocar la existencia del amor entre los dos.
----------El amor será auténtico, si la condición jurídica y sacramental de los dos es aquella que les permite acoger el fruto de su unión de manera adecuada y digna, vale decir, ellos solo podrán hablar de verdadero amor si se trata de amor conyugal. Es solo un amor no procreativo como el escatológico el que podría justificar una unión sexual basada en el solo amor.
----------Pero por otro lado, podríamos preguntarnos si estamos autorizados a imaginar la unión escatológica siguiendo el modelo de la actual unión sexual. En efecto, ¿qué sabemos de lo que será la configuración física del sexo resucitado, un sexo no generativo? El sexo que poseemos ahora está evidentemente hecho para la generación. Sin embargo, no está prohibido imaginarlo en estos términos. En efecto, Dios se complace en proporcionar a nuestra capacidad terrena de ver la visibilidad de las realidades celestiales.
----------Cristo resucitado, por ejemplo, pertenece a una realidad física gloriosa e inmortal, que trasciende nuestra capacidad visiva terrena. Y por eso, en sus apariciones, no siempre es inmediatamente reconocido por los apóstoles y otros discípulos. Sin embargo, vemos cómo en cambio, en ciertas circunstancias, Él se digna hacerse reconocer ante nuestros ojos mortales, para demostrar que es precisamente Él, en su verdadero cuerpo, el cuerpo que tenía durante su vida mortal. Y así, teniendo en cuenta estas reservas, no se nos prohíbe imaginar el sexo resucitado según el modelo de sexo que tenemos ahora.
----------No hay duda de que Dios quiere para la unión entre varón y mujer la unión del placer espiritual con el sexual, si la Escritura llega a comparar la alegría de Dios con el placer sexual: "como se alegra el esposo por la esposa, así se alegrará por ti tu Creador" (Is 62,5).
----------El placer sexual, por consiguiente, está hecho para acompañar al placer espiritual. Sin embargo, si el placer sexual obstaculiza al placer espiritual, he aquí el motivo para renunciar al placer sexual o, por lo menos, para evitar que suba a ese nivel que corresponde al acto sexual, a fin de que el sujeto -religioso o sacerdote- pueda realizar en plenitud esa vocación de especial y eminente servicio a Dios, al prójimo y a la Iglesia, al cual él ha querido libremente corresponder, en razón de una eminente o extraordinaria necesidad de espiritualidad y de ejercicio de la caridad. En efecto, no todos, como dice Cristo, pueden comprender este ideal, "sino solo aquellos a los cuales se les ha concedido" (Mt 19,11).
----------Quiero añadir una precisión importante: cuando hablo de la unión física como expresión de la espiritual, me refiero a la perspectiva escatológica de máxima, según el plan divino acerca de la felicidad humana en general, pero no quiero decir en absoluto que ese tipo de unión entre necesariamente en la felicidad de cada uno, sino que depende de la libre elección de cada uno.
----------Por el contrario, después del Concilio Vaticano II, algunos moralistas, como por ejemplo Dalmacio Mongillo y Bernhard Häring, creyendo promover la ética sexual escatológica y humanista iniciada por el Concilio, han caído en el exceso opuesto al del rigorismo dualista preconciliar, basándose en una noción de la persona cuya acción no prevé el esfuerzo ascético, sino que es concebida como espontánea opción fundamental dictada por el amor, por lo cual el actuar de la persona en cuanto espíritu individual dotado de libertad creativa no está sujeto a una ley moral fija y universal, sino que, según las condiciones y circunstancias siempre nuevas e imprevisibles, más allá de toda casuística, y movida exclusivamente por el amor, tiene la facultad de decidir, por encima del abstracto dictado de la ley, lo que la conciencia le dicta en ese momento en lo concreto de la situación existencial, bajo el impulso del Espíritu Santo, tanto más cuanto que estos moralistas consideran que la ley moral evoluciona con la evolución del progreso humano y científico. Al mismo tiempo niegan al Magisterio de la Iglesia la infalibilidad en la enseñanza de los contenidos de la ley moral natural.
----------Siempre según los mencionados moralistas, no existirían, por consiguiente, obligaciones o deberes absolutos e irrenunciables, porque no existiría nada intrínsecamente bueno o malo, sino que cualquier norma moral estaría sometida a la libertad y a la conciencia de la persona individual, que, por lo demás, no es concebida como sustancia, sino como relación con el otro y con Dios.
----------Esta corriente de pensamiento ha sido eficazmente contrastada por varios moralistas, como por ejemplo el salesiano Luigi Bogliolo, los dominicos Alberto Galli [1929-1990] y Daniel Ols, el estigmatino Cornelio Fabro, entre los cuales destacó el Card. Carlo Caffarra.
----------El propio papa san Juan Pablo II, en 1993, intervino con la publicación de una poderosa encíclica, la Veritatis splendor, en la cual, sin desconocer en absoluto los aspectos positivos del personalismo existencialista de dichos autores, reafirmaba vigorosamente los fundamentos de la acción moral, como acto humano libre y responsable que tiene como fin el verdadero bien de la persona humana, en las condiciones actuales de la naturaleza caída y redimida, puesta, por tanto, en la necesidad de practicar una oportuna disciplina y ascética espiritual, en la obediencia a la ley moral y al Magisterio de la Iglesia.

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