Es necesario aclarar un punto problemático de la reciente historia de la Iglesia. Hace más de una década, se producía una desafortunada operación, con la cual se buscaba poner de nuevo en pie lo que para el 99% de los católicos ya estaba cerrado en una historia que ha terminado. Una conclusión surge neta y obvia: en ámbito litúrgico todos debemos dedicarnos a cosas serias, evitando cultivar proyectos nostálgicos ciertamente sin vida y sin futuro, a veces incluso sin pudor ni vergüenza ni dignidad. [En la imagen: una escena del film "Kreuzweg", Camino de la Cruz, del director Dietrich Brüggemann, estrenada el 20 de marzo de 2014 en Alemania. La escena corresponde a la primera estación: Jesús es sentenciado a muerte].
Viejos motivos de preocupación
----------La carta apostólica en forma de motu proprio Traditionis custodes, del 16 de julio de 2021, que derogó el motu proprio Summorum pontificum, del 7 de julio de 2007 (ambas actas referidas al uso de la liturgia romana antes de la reforma de 1970), así como su directo complemento, la carta apostólica Desiderio desideravi, del 29 de junio de 2022, sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios, junto a las directivas posteriores, han vuelto obsoleta una gran mole de documentos, de directivas, y de respuestas a consultas, emanados sobre todo de la desaparecida Pontificia Comisión Ecclesia Dei. Con eso mismo ha quedado atrás una cantidad de instrucciones litúrgicas que basaban su razón de ser en los términos expresados por Summorum pontificum.
----------Sin embargo, causa verdadero estupor el modo como se siguen expresando algunos publicistas católicos (sacerdotes y laicos) acerca de la celebración de la Misa según el uso de la liturgia romana antes de la reforma de 1970 (el así llamado rito tridentino o de san Pío V), tal como si no se hubiera producido ningún cambio en la disciplina litúrgica tras la promulgación de Traditionis Custodes, e incluso más aún, como si la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II y llevada a cabo por san Paulo VI no hubiera existido. Días atrás tuve ante mí el más patético ejemplo de esto en el video de un sacerdote argentino, conocido publicista, video elaborado para intentar "probar" que aquellos fieles que no se sintieran cómodos asistiendo a una Misa celebrada según el actual rito, podían optar por asistir a una Misa celebrada por lefebvrianos.
----------Me viene ahora a la mente, el recuerdo de que poco después que Benedicto XVI promulgara Summorum pontificum, el cardenal Camillo Ruini [n.1931], hoy emérito Vicario del Santo Padre para la diócesis de Roma, habló del "riesgo de que un motu proprio, emanado para unir aún más a la comunidad cristiana, fuera en cambio utilizado para dividirla". A la clara vista de lo ocurrido tras década y media, podemos decir que, consciente o inconscientemente, con aquella declaración, Ruini estaba expresando palabras proféticas. Algo más de tres años después, en el año 2011, tras una consulta a los Obispos de todo el mundo, la Pontificia Comisión Eclessia Dei publicaba la instrucción Universae ecclesiae, sobre la aplicación del motu proprio Summorum pontificum (véase también la nota explicativa sobre tal instrucción).
----------No sé si el cardenal Ruini hizo luego pública alguna opinión suya acerca de aquella Instrucción del 2011 de la Comisión Ecclesia Dei, pero lo cierto es que el hecho fue que aquel documento acentuaba aún más los motivos de perplejidad que Summorum pontificum había abierto en gran parte del cuerpo eclesial. Sobre todo porque aquel texto de 2011 inauguraba una fase nueva, en la cual la Comisión intentaba no tanto responder a una pregunta existente, ¡sino incluso suscitar otra que por entonces estaba ausente!
----------Ese parecía el elemento pastoral más preocupante de la situación que se creaba. Si los obispos ya no podían controlar la forma ritual de la liturgia en su propia diócesis y si, mientras tanto, se podía formar un "grupo estable" de cristianos pertenecientes también a diferentes diócesis, entonces estaba claro que aquel documento profundizaba el malestar y la desorientación del Pueblo de Dios, comenzando por los propios obispos. Desde un cierto punto de vista, la instrucción Universae Ecclsiae del 2011 no parecía tener en cuenta los tres años de "experimentación" que Benedicto XVI había exigido en Summorum pontificum.
----------Mirando aquellos acontecimientos en retrospectiva, a la distancia de más de una década, es necesario que seamos muy claros: una de dos, o los obispos que habían enviado a fines de 2010 sus informes sobre los tres años de experimento del motu proprio se habían limitado a dar felicitaciones y hacer cumplidos, sin expresar el malestar experimentado por sus diócesis; o bien los órganos encargados de recibir las relaciones y reacciones, habían registrado y valorado sólo las (pocas) favorables. En todo caso, se trataba de una grave derrota para la comunicación y para la parresía en lo interno de la Iglesia, con la afirmación de un estilo clerical que separaba realidad y representación, creando al exceso ficciones jurídicas y hechos ilusorios.
El teorema de la "reforma de la reforma"
----------Una temática que está en el horizonte o trasfondo de estos problemas, está expresada de algún modo por aquella famosa frase del cardel Joseph Ratzinger, cuando usó la expresión "reformar la reforma". A la vista de sus enseñanzas litúrgicas cuando Ratzinger llegó al Sumo Pontificado, y mucho más tras las consecuencias producidas por el motu proprio Summorum pontificum luego de catorce años de aplicación, podemos plantear ahora la cuestión con más claridad: ¿qué implicaciones tenía realmente aquel enfoque del cardenal alemán? y, siempre sobre este mismo tema, ¿cómo se podía conciliar Summorum pontificum y la instrucción Universae ecclesiae, con el Concilio Vaticano II y la reforma litúrgica que el Concilio ha introducido?
----------A tales preguntas hay que responder en dos niveles. Respecto a la primera cuestión, ante todo hay que señalar que, salvo que existiera involuntario error de mi parte, esa expresión "reforma de la reforma" ha sido usada por el teólogo y cardenal Joseph Ratzinger, pero nunca jamás por el papa Benedicto XVI. Y esto, en mi opinión, significa que Benedicto XVI era consciente de que esa expresión, tal como suena, no conviene que sea usada por un Papa. Algunos colaboradores y amigos de Benedicto la usaron habitualmente hace una década atrás (como Nicola Bux, Guido Marini, Vittorio Messori), y otros la siguieron usando en años recientes, como el cardenal Robert Sarah, pero (y siempre según mi parecer), aquella locución debe ser reconocida como de mucho menos profundidad a como la interpretan los respetables exponentes que acabo de mencionar; vale decir, sólo debe ser mencionada como una "cita autorizada", sin que nadie (tampoco los citados exponentes) tenga nada claras sus reales implicaciones y consecuencias.
----------Por cierto que, evidentemente, nada impide que un Romano Pontífice pueda proceder a reformar todo lo que sea reformable, también la lex orandi eclesial. Vale decir, absolutamente hablando, el título de esta serie de artículos no tendría razón de ser, porque una "reforma de la reforma" siempre puede existir, o sea, cualquier Papa puede reformar una anterior reforma litúrgica establecida antes por un Papa o por un Concilio. Pero estoy diciendo que la "reforma de la reforma" de facto no podía existir. Y esto lo comprendió bien Ratzinger cuando llegó al Sumo Pontificado, y nunca más habló de "reforma de la reforma".
----------Esto sucede así porque, a mi modesto entender, todo Papa sabe que, en cualquier caso, siempre 1) está ligado a la manifestación de la orientación antes marcada por un Concilio, y que 2) debe sondear el consenso episcopal, incluso más allá del Concilio mismo. En este plano, la "reforma de la reforma", privada del consenso episcopal (que no lo tuvo hace una década atrás, ni lo tiene hoy de ningún modo) sería algo así como una "operación de palacio" condenada al fracaso. Casualmente se refiere a esto mismo el papa Francisco en la entrevista publicada el sábado en La Nación, cuando dice por allí: "La actitud principesca es algo interior, y por ahí se da un poquito [...] pero evidentemente el aire de reforma, que nació solo, que nació del mismo cónclave, no nació del Papa, el Papa obedece al cónclave [...] No lo cambié yo, es la misma historia la que cambia [...] son los mismos cardenales los que dicen ´por aquí, por aquí, por aquí´ [...] es la libertad del Espíritu Santo, escuchando las consultas, a la gente, consultando y buscando la voluntad de Dios".
Un trasnochado y desesperado recurso de última hora
----------Desde un cierto punto de vista, la "reforma de la reforma" aparece sólo como el desfogue desesperado y presuntuoso de aquellos sectores eclesiásticos minoritarios que, atormentados por el drama que plantea a la Iglesia el neo-modernismo nacido en el postconcilio, y no habiendo llegado nunca a comprender que el remedio contra ese modernismo está precisamente en las doctrinas y directivas del propio Concilio Vaticano II, tampoco nunca han podido, no digo digerir, sino ni siquiera tragar, la reforma litúrgica promulgada por el papa san Paulo VI en 1969 y, tal vez durante décadas, hayan continuado celebrando la Misa con el rito de 1962, mucho antes de que lo permitiera el motu proprio Summorum pontificum en 2007.
----------Según información que me merece todo el crédito, tanto quien estuviera al frente de la Comisión Ecclesia Dei, el cardenal Darío Castrillón Hoyos [1929-2018] como quien fuera luego secretario de la misma Comisión, el arzobispo Guido Pozzo [n.1951], venían celebrando con el Misal de 1962 desde mucho antes del año 2007. Y entonces, llegados a este punto de la reflexión, es totalmente razonable que nosotros nos preguntemos: ¿cómo ha podido suceder que la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, cuyo deber era juzgar con equilibrio las delicadas cuestiones de discernimiento entre el rito de 1962 y el rito de 1970, fuera dirigida por hombres tan abierta y públicamente hostiles a la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II?
----------En torno también a esta misma temática, y representando una nueva vuelta de tuerca sobre el teorema "reforma de la reforma", hay que citar al cardenal Kurt Koch [n.1950], presidente del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Hacia 2011, precisamente tras la citada instrucción de la Comisión Ecclesia Dei, afirmaba, sorprendentemente para muchos, entre los que me contaba, lo siguiente: "el papa Benedicto XVI sabe bien que a largo plazo no será posible detenerse en una coexistencia entre la forma ordinaria y la extraordinaria del mismo rito romano, sino que la Iglesia tendrá nuevamente necesidad, en el futuro, de un rito común". ¿Acaso es posible compartir este análisis del cardenal suizo?
----------Aquel razonamiento del cardenal Koch de hace una década tiene su importancia pero en verdad es fragilísimo y arriesgadísimo. No tengo dudas de que el papa Benedicto XVI era muy consciente de todos los riesgos de una situación en la cual dos "formas" del mismo rito pudieran reclamar esencialmente los mismos derechos para ser celebrados y propuestos. Pero, por otra parte, el cardenal Koch corría muchos más riesgos cuando decía que: "la Iglesia tendrá nuevamente necesidad, en el futuro, de un rito común". Esta frase es la cifra más clamorosa y casi escandalosa de una total pérdida del sentido de la realidad.
----------Por un lado, en efecto, se pierde de vista el hecho de que la Iglesia ya tiene el rito común, desde que la Reforma Litúrgica ordenada por el Concilio Vaticano II ha promulgado los nuevos ritos en el pontificado de san Paulo VI. Ese es el ritual común a todos. La presencia de la "forma extraordinaria" era tan marginal e irrelevante que no podía crear el problema de un "nuevo rito común". En realidad, hace diez años atrás, en aquellas expresiones se hacía demasiado obvio el proyecto para "inflar" el rito extraordinario hasta el punto de tener que invocar un "nuevo rito común" para curar el mal hecho. De modo que tras la primera experimentación de tres años de las directivas de Summorum pontificum, con malos resultados aunque silenciados, se quería introducir el "rito extraordinario" con el propósito de reconciliar, pero luego sería necesario mañana un rito común para reconciliar por las laceraciones que la presunta reconciliación hubiera en el ínterin seguramente procurado (como de hecho ocurrió, y obligó al papa Francisco a tomar al toro por las astas). En suma, a un paralogismo lógico corresponde un procedimiento pastoral contradictorio e incoherente.
----------Pero la Instrucción Universae Ecclesiae también nos daba en el 2011 una clarísima evidencia de esta distorsión. ¿Cómo deberíamos interpretar aquella regla que establecía la Instrucción en cuanto a la definición del "grupo estable", sino como la artimaña jurídica por la cual 4 personas, de 4 diócesis diferentes, en un mismo mes podían garantizar hasta 4 celebraciones dominicales en la "forma extraordinaria" de la Eucaristía, una a la semana en cuatro lugares diferentes? El número de los sitios pasadistas aumentaría sin fin, pero las iglesias permanecerían vacías y las conciencias embotadas. Por consiguiente, debemos preguntarnos: ¿por qué tanta mistificación venía avalada, protegida y alimentada desde arriba? ¿Por un sentido de defensa a ultranza de aquello que sólo algunos (antes los Lefebvre, y ahora los Bux, los Marini, los Messori, los Sarah, los Castrillón, los Pozzo, los Schneider, etc.) habían conocido de niños y que nunca jamás podía terminar? Pero, ¿por qué deberíamos ceder a esta mezcla explosiva de presunción y desesperación?
----------Quizás una última pregunta, que nos podemos hacer para finalizar esta breve reflexión es la siguiente: retrotrayéndonos a la situación anterior a Traditionis custodes, ¿qué ofrecía la "forma extraordinaria" y la "forma ordinaria" del Rito Romano, en su diversidad, en términos de participación y enriquecimiento, a la asamblea de los fieles llamados a participar activamente en la celebración eucarística?
----------En efecto, esta última pregunta nos permite aclarar un punto problemático de toda esta desafortunada operación producida hace más de una década, con la cual se buscaba poner de nuevo en pie lo que para el 99% de los católicos ya estaba cerrado en una historia que ha terminado. De ningún modo se pueden poner al mismo nivel dos formas rituales, de las cuales la segunda ha nacido para remediar la pobreza, la fragilidad y las deformaciones de la primera. El ejemplo más llamativo está constituído por cuanto el Concilio Vaticano II nos pide acerca de la Eucaristía. Indica siete puntos en los cuales el rito de 1962 debía ser modificado, apuntando a una mayor riqueza bíblica, a la oración universal, a la homilía, a la lengua corrientemente hablada, a la unidad de las dos mesas, a la concelebración, y a la comunión bajo las dos especies.
----------El rito de san Paulo VI da respuesta explícita a esta petición, mientras que el rito de 1962 no puede darla, porque es precedente a esa autorizada petición. Nutrirse de estos siete nuevos elementos es sustancialmente posible sólo en el régimen inaugurado por la reforma litúrgica. ¿Cómo no advertir con un cierto humorismo que aquella Instrucción de 2011 pretendía que quien solicitaba la celebración según el rito de 1962 debía confirmar su personal adhesión a la Reforma litúrgica? ¿Alguien podrá explicarnos cómo pueda alguien adherir a la actual liturgia con un acto que de hecho la niega y la reduce a un "optional"? Al final hay que reconocerlo abiertamente: en ámbito litúrgico todos debemos dedicarnos a cosas serias, evitando cultivar proyectos nostálgicos ciertamente sin vida y sin futuro, a veces incluso sin pudor, ni vergüenza ni dignidad.
Estupendo, esclarecedor, sugestivo, y además: un post prometedor. Ya estoy esperando la continuación.
ResponderEliminarSí, yo también me quedo esperando la continuación, pero por ahora me ahorro los adjetivos. Veremos...
EliminarEstimados Ernesto y Fernando,
Eliminaragradezco que ambos aguarden las próximas partes de este ensayo acerca del teorema de "la reforma de la reforma". Confío en no defraudarlos; o al menos, si así ocurriera, que me comenten sus dudas o sus preguntas. En el tema desarrollado, si bien están en juego siempre datos de fe o relativos a la fe, hay muchos aspectos opinables, históricos, que solamente el paso del tiempo nos permite ir viendo con más claridad. Tras casi quince años después de Summorum pontificum, las cosas se ven un poco más claras, y Traditionis custodes junto a Desiderio desideravi también nos ha ayudado para esa clarificación. Pero también puedo entender que queden muchos interrogantes abiertos, cuya respuesta puede ayudarnos a comprender y vivir mejor la liturgia renovada que los Padres del Concilio Vaticano II han querido para la Iglesia de nuestro tiempo. De modo que yo también me quedaré a la espera de los comentarios de los lectores.
Yo me pregunto. Si esto afecta al 1% de los católicos, para que se gastan en escribir sobre este tema?
ResponderEliminarEn un grupo humano suele haber elementos díscolos que superan el 1%.
Ahora bien. Si consideramos que apenas el 4% de los católicos va a Misa, esto afecta al 25% de los católicos.
En fin. Cuestión de números.
Pedro: No sé si afectará sólo al 1% de los católicos, como dice Fr Filemón. No sé de donde ha sacado ese dado, ni veo que tenga importancia.
EliminarLa importancia la veo en el hecho que el papa Francisco ha advertido la necesidad de cambiar la disciplina litúrgica introducida por Benedicto, porque hubo católicos que malinterpretaron las cosas. Y las siguen interpretando mal: Filemón cuenta el caso de un sacerdote argentino, y no sé a quien se refiere, pero yo conozco varios casos de sacerdotes argentinos que no entienden los motivos dados por Francisco en Traditionis custodes, aunque son evidentes.
Por lo tanto, más allá de los números, que pueden o no ser ciertos, y pueden o no interesar, veo perfecto que Fr Filemón se preocupe por ayudar a comprender las razones del motu proprio Traditionis custodes. Lo veo perfectísimo.
El hecho que Pedro pregunte por qué se escriben artículos como éste, demuestra la necesidad de escribirlos.
EliminarEstimado Sr. Pedro Fernández,
Eliminarle agradezco su participación en el diálogo en este foro.
Para comprender la expresión utilizada por mí, simplemente metafórica para expresar una minoría en el seno de la Iglesia, usted debe recordar de dónde nace la situación que vive hoy la Iglesia y que no pocos (yo también) califican como de "crisis".
La situación actual en la Iglesia nace de que, más allá de la inmensa masa de fieles católicos, que simplemente se consideran tales por seguir, tal cual corresponde, las enseñanzas doctrinales y las directivas pastorales y de gobierno del Magisterio de la Iglesia, existen dos minorías (una mayoritaria y otra minoritaria) que desde hace cinco décadas se mantienen en incesante lucha lacerando el tejido eclesial, porque ambas tienden al cisma y a la herejía, y porque no dejan de envenenar con sus opuestas ideologías a la mencionada masa de católicos auténticos, atrayéndolos hacia sus errores.
Esos dos partidos, como usted sabe, son el de los modernistas (minoría mayoritaria, especialmente rahnerianos) y el de los pasadistas (minoría minoritaria, especialmente lefebvrianos).
Por poco que usted haya venido repasando lo que yo publico en este blog, advertirá que, a tenor de las dimensiones de ambas minorías, la mayor parte de mis artículos se refieren a los problemas causados por el actual modernismo.
Pero eso no quita que se deba tratar también la problemática generada por esa ínfima porción de pasadistas que consideran erróneamente que la solución del modernismo en la Iglesia es rechazar el Concilio Vaticano II y volver a las pasadas formas de la iglesia del preconcilio. El estandarte y bandera de esta ideología pasadista es alardear del rito de la Misa anterior a 1970, llamándolo con expresiones que causan confusión y esconden hipócritas engaños: "la Misa de siempre", "la Misa tradicional", "la verdadera Misa", etc.
Denunciar el error del pasadismo y, sobre todo, explicar la naturaleza de ese error, es una necesidad, puesta también en evidencia en el plano de la liturgia por el papa Francisco, en sus recientes actas, particularmente Traditionis custodes y Desiderio desideravi.
Misión del publicista católico, como ya lo he explicado también, es secundar al Papa en su labor, y complementarlo en aquellos aspectos que el Papa puede tal vez dejar soslayados.
Comprendo perfectamente.
EliminarPor eso puse que si el 99 % de los católicos es ajeno a esto parece extraño. Ahora bien, visto que solamente el 4% va a Misa la proporción es otra y estaríamos hablando del 25%. Ciertamente que los modernistas son la minoría mayoritaria.
Lo que no sé es cuántos seremos los católicos sin aditivos. Solamente católicos.
Porque si 96% si ni siquiera va a Misa...
Estimado Pedro,
Eliminares que la realidad de la Iglesia se nos escapa de nuestra plena comprensión, tanto sobrenaturalmente, como humanamente.
Sobrenaturalmente sabemos que es así: aceptamos por fe el misterio de la Iglesia en todos sus aspectos, tales como los enseña el Magisterio, y sabemos que esa fe nuestra en la Iglesia no es contraria a la razón, no es irracional, no es una fe fideísta. Pero nuestra razón no comprende acabadamente el misterio.
Pero incluso humanamente la Iglesia escapa a nuestro real conocimiento. ¿Y las estadísticas? Ellas sólo les sirven a los administradores, para sus decisiones, sus acciones de gobierno, sus planes pastorales, sus proyectos. ¿Pero las estadísticas nos muestran la actual realidad humana de la Iglesia? ¿Estamos seguros de ello?
Por un lado tenemos aquí en Mendoza comunidades con Misas dominicales de escasa asistencia de fieles, no todas por supuesto, de reducción de horarios de Misas, que no se justifican por el número de fieles, o por la falta de sacerdotes, comienzan a multiplicarse las liturgias de la palabra donde antes eran horarios habituales de Misas, porque ha quedado apenas un sacerdote para tal parroquia o para atender varias parroquias...
Y por otro lado, sólo por poner un ejemplo, he tenido que viajar recientemente a otra provincia, al interior profundo de Argentina, y me encuentro con una comunidad parroquial rebosante, plena de fieles en varias Misas dominicales, celebradas por el Párroco, el único sacerdote que atiende a la comunidad, numerosa, activa, apostólica, fidelísima al Papa y al Obispo de la diócesis.
¿Cuál es entonces la realidad humana actual de la Iglesia, aquella o ésta? ¡Ambas!, por supuesto.
Miremos, entonces, con mirada esperanzadora la realidad de la Iglesia, confiando en la gracia del Señor, en la fuerza de su Espíritu, que vivifica siempre a su Esposa.
Parafraseando: La democracia se cura con más democracia y el Vaticano II se cura con más Vaticano II !!!!! Jajajajaja
ResponderEliminarUna pregunta, Anónimo, ¿puedo responderte sabiendo que me entenderás, o tu inteligencia es "especial"?
EliminarEstimado Anónimo,
Eliminardejo de lado su nociva ironía, confiando en que a estas horas usted ya se haya arrepentido de su burla.
Si yo consintiera a mis malos impulsos (que también humanamente los tengo), podría hipotetizar que usted tiene tanto respeto por el Concilio Vaticano II como por la democracia. Y tal vez apostaría a que quien ha escrito este mensaje es uno de aquellos que toman aquella famosa expresión del presidente argentino Alfonsín, para burlarse de la democracia, porque toman siempre la expresión democracia en el peor de sus sentidos, y son anti-demócratas, fascistas o nazis, como de hecho hubo y acaso siga habiendo entre muchos sedicentes "nacionalistas" argentinos.
De modo que prefiero tomar en serio su befa, tratando de rescatar en ella alguna verdad. Por lo tanto, le respondo:
Si usted entiende "democracia" en el sentido auténtico y correcto, tal cual lo enseña la Doctrina Social de la Iglesia y, más en raíz, la ética cristiana, entonces estoy de acuerdo: los errores y pecados que pueden cometerse en la vida de una democracia concreta, se pueden curar a medida que se vive más profundamente la auténtica democracia, aprendiendo de los errores para no cometerlos en adelante.
Por cierto, no hace falta que aquí me explaye acerca del correcto sentido de la segunda parte de su comentario. Efectivamente, los errores y abusos cometidos por algunos en nombre de una pseudo-interpretación del Concilio Vaticano II, pueden ser curados mediante la correcta interpretación de las nuevas doctrinas y las directivas auténticas del Concilio Vaticano II. El Concilio de nuestro tiempo aún espera por su completa implementación.
Dice Filemón:
ResponderEliminar"Días atrás tuve ante mí el más patético ejemplo de esto en el video de un sacerdote argentino, conocido publicista, video elaborado para intentar "probar" que aquellos fieles que no se sintieran cómodos asistiendo a una Misa celebrada según el actual rito, podían optar por asistir a una Misa celebrada por lefebvrianos".
Creo conocer al curita. Ordenado hace apenas unos quince años, ultranacionalista, militarista, anti-progre, anti-democrático, golpista, contrarrevolucionario, tradicionalista de esos que confunden Tradición y tradiciones, intoxicado por malcomprender a SP, viviendo una realidad pastoral ficticia en una burbuja de gente bien e inventándose apostolados que sólo existen en su cabecita, y grabando videítos para invitar a sus feligreses a asistir a misas lefebvrianas durante el tiempo que él se va de vacaciones, no sea cosa que vayan a una parroquia sana y normal, y se contagien de "modernismo". O quizás les grabó el videíto como propaganda a la FSSPX para sacarles algún descuento en los Misales que les compra a ellos, y les vende a sus fieles.
¿Me equivoco, Filemón?
Estimado Agustín,
Eliminardesconozco a quien se refiera usted.
En mi caso, prefiero siempre indicar el error, y no a quien está en el error.
Sólo doy nombres cuando a partir del equivocado, el error y el vicio se difunden con nocividad a gran cantidad de fieles cristianos. Y no es fácil saber discernir cuando llega tal ocasión. Cuestión de prudencia.
Ahora bien, ¿debería haberle borrado a usted su comentario?... Quizás.
Pero el caso es que los errores y vicios que usted menciona son graves, y suelen verse en el ambiente. De modo que le permito dar el testimonio. A quien le quepa el sayo, que se lo ponga...