En definitiva, en aquellos sus diálogos de hace una década con Eugenio Scalfari, el papa Francisco, a su modo y con sus conocidos claroscuros, nos ha enseñado una vez más que es necesario encontrar lo positivo incluso en los fenómenos más aberrantes, siguiendo el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo que no rompe la caña partida y no apaga la mecha que está todavía humeante o, si se quiere, mutatis mutandis, siguiendo el ejemplo de los gatos, los cuales encuentran algo bueno para comer incluso en el basurero de las inmundicias.
El diálogo con el modernismo
----------Ya he comentado algunos aspectos sobre el tema de las "verdades absolutas", cuestión surgida en un primer intercambio epistolar hace diez años entre el papa Francisco y el fundador del diario italiano Repubblica, fallecido el año pasado. En mi segundo artículo he hablado sobre el concepto de Dios expresado por Eugenio Scalfari en un encuentro con el Santo Padre, hace también una década, en Casa Santa Marta, y las respuestas dadas por el Papa. Hoy tocaré otros dos puntos que surgieron en ese encuentro: la cuestión del modernismo y la de la conciencia. Creo que esta última reflexión puede darnos algunas pistas acerca de las radicales intenciones que han motivo al Romano Pontífice a sostener generosamente estos diálogos.
----------Comienzo por informar (o recordar) al lector, que la agencia de noticias ZENIT del 1° de octubre de 2013 reportaba en su versión principal en idioma italiano, entre las palabras del Papa, una interesantísima referencia al "modernismo", que sin embargo no aparecía en el texto publicado por el Repubblica el mismo día y por L'Osservatore Romano del 2 de octubre de 2013, donde en su lugar aparecía la expresión "cultura moderna", que es otra cosa, aunque no sin relación con el fenómeno del modernismo, que es una aproximación herética a la cultura moderna en su momento condenada, como es sabido, por el papa san Pío X, mientras que los Papas del postconcilio siempre (salvo rarísimas excepciones) han evitado usar la palabra "modernismo", cargada de dramáticas resonancias, y han hecho presente muchas veces cómo la confrontación crítica con la cultura moderna es un impelente deber de la Iglesia de hoy, estimulada en esto por el Concilio Vaticano II.
----------El problema de la ausencia o de la presencia de la palabra "modernismo" aparece al interior de un pasaje de las palabras del Santo Padre reportado de manera diferente en las tres fuentes citadas. Presento las dos versiones paralelas (por un lado la versión de ZENIT y por otro lado la de Repubblica-L'Osservatore Romano), que no son del todo iguales; pero es difícil saber cuál es la fuente fiel a lo dicho por el Papa. También se entiende que ambas fuentes pretenden referirse al mismo tramo de la entrevista porque, más allá de las evidentes semejanzas, en los dos casos la última frase es incluso la misma, como podemos ver:
----------La versión de Repubblica y de L’Osservatore Romano: "I padri conciliari sapevano che aprire alla cultura moderna significava ecumenismo religioso e dialogo con i non credenti. Dopo di allora fu fatto molto poco in quella direzione. Io ho l’umiltà e l’ambizione di volerlo fare". (Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Después de entonces se ha hecho muy poco en esa dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de quererlo hacer).
----------La versión de ZENIT: "Si rinvigorisce allora l’invito dei padri conciliari ad aprirsi al modernismo, nel senso di proseguire sulla via dell’ecumenismo religioso e del dialogo con i non credenti. Dopo il Vaticano II fu fatto molto poco in quella direzione. Io ho l’umiltà e l’ambizione di volerlo fare". (Se revigoriza entonces la invitación de los padres conciliares a abrirse al modernismo, en el sentido de proseguir por el camino del ecumenismo religioso y del diálogo con los no creyentes. Después del Concilio Vaticano II se hizo muy poco en esa dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de quererlo hacer). Hago la aclaración de que en la versión española, del día 5 de octubre, se cambia la palabra "modernismo" por la expresión "cultura moderna".
----------¿Cómo se explica esta diferencia? ¿Qué ha dicho verdaderamente el Papa? Yo aquí, asumiendo toda la responsabilidad y con modestia, planteo una hipótesis, que aplica un principio bien conocido por los críticos: la llamada lectio difficilior: precisamente la lectura más difícil e insólita es la que tiene mayor probabilidad de ser el verdadero pensamiento del Autor, porque supone en el oyente la aptitud para recibir cuanto de nuevo le ha llegado del orador: en efecto, la novedad despierta la atención en quien escucha y por tanto estimula más a registrarla, que no así las cosas bien sabidas o de carácter ordinario. Por eso la noticia de una novedad sorprendente es más creíble que aquella que informa de cosas habituales o descontadas.
----------Por eso me parece más creíble el texto de ZENIT que no el de las otras dos fuentes, las cuales, por el embarazo que puede suscitar la palabra "modernismo", pueden haber considerado oportuno prescindir de ella sustituyéndola por la más innocua y descontada de "cultura moderna", por la ventaja que puede venir para el actual modernismo, el cual por evidentes motivos, prefiere mantenerse oculto y siempre ha tenido interés en no reconocerse como tal, prefiriendo la autodenominación de "progresismo", palabra mucho menos comprometida y más bien halagadora, y que tanto éxito le ha procurado.
----------Ahora bien, no se puede excluir una fuerte presencia modernista en el diario Repubblica y, por otra parte, basándome en indicios en mi posesión, me atrevería a plantear la hipótesis de una infiltración modernista moderada incluso en el diario del Vaticano, L'Osservatore Romano.
----------Sin embargo, para ser justos y objetivos, hay que señalar algo más: lo que puede jugar a favor del texto de Repubblica-L'Osservatore Romano es que el articulista de ZENIT parece referirse solo ad sensum y pone entre comillas solo algunas expresiones del Papa, mientras que la palabra "modernismo" está fuera: lo que puede hacer pensar en una inexactitud del articulista o en una interpretación suya arbitraria de las palabras del Papa, cosas que lamentablemente a veces les suceden a los periodistas.
----------Sin embargo, si fuera el caso que en realidad el papa Francisco no hubiera pronunciado la palabra "modernismo", aún en tal caso, deberíamos seguir considerando finísima la que sería entonces la interpretación del articulista, porque capta de modo extraordinariamente inteligente el enfoque pastoral del actual papa Bergoglio, lanzado como ha estado desde el inicio de su pontificado a una formidable empresa de recuperación mediante el diálogo con cuanto de válido exista en la cultura moderna y por lo tanto también en el mismo modernismo, el cual, por más que sea una herejía condenada por la Iglesia, sin embargo, como siempre ocurre en las mismas herejías, no está privada nunca de aspectos de verdad, o bien, en el peor de los casos, no está privada al menos de un aspecto de verdad, que es precisamente el intento, aunque fallido, de asumir en el catolicismo los aspectos válidos del mundo moderno.
----------Ahora bien, nos preguntamos: ¿qué interés podrían haber tenido los modernistas del diario Repubblica o incluso los modernistas que hubiere en L'Osservatore Romano, en evitar la referencia a la palabra y al concepto del modernismo? El Papa había hecho una jugada habilísima y sorprendente al citarlo y en el modo con el cual lo había citado: un modo respetuoso que obviamente no podría olvidar a san Pío X. Esto no había sucedido con los precedentes Papas del postconcilio, los cuales, aquellas poquísimas veces que habían citado el modernismo, lo habían hecho en el mismo sentido negativo de san Pío X. Pero el papa Francisco no pierde la ocasión de sorprender. Análogamente, este Papa ha citado positivamente a la teología de la liberación, pero sin olvidar la condena pronunciada por san Juan Pablo II.
----------Esta vez la referencia al modernismo (repito: si fuera auténtica), es simplemente fabulosa y denota un imprevisto y genial giro en la pastoral del Papado hacia este peligrosísimo fenómeno, verdadera desgracia de la Iglesia de hoy, fenómeno del cual ya Maritain, seguido más tarde por muchos otros estudiosos, se había dado cuenta en 1966 y contra el cual había puesto en guardia, problema que los Papas hasta ahora no han llegado a resolver. Se había adoptado la medida de no hablar de ello, sin apreciables resultados. Ahora el papa Bergoglio pone sus cartas sobre la mesa y aunque no hubiera pronunciado la palabra, su línea ya está clara, una línea que ZENIT ha entendido muy bien, quisiera decir proféticamente.
----------El caso es que el papa Francisco, en aquel inicio de su pontificado, comenzaba, por cuanto parecía, a abordar el enorme problema del modernismo con su característico estilo del diálogo. Como san Francisco de Asís, parecía en aquel primer momento (y fue confirmado a través de estos diez años de su pontificado) que el papa Bergoglio, pese a sus carencias filosóficas y teológicas, es capaz de dialogar también con los lobos, esos lobos que han estado devastando el redil de Cristo durante décadas, porque los pastores mercenarios han huido, por no hablar de los pastores que se han convertido en lobos, esos lobos que, como bien sabemos, asustaron incluso al papa Benedicto XVI, el cual ya al comienzo de su pontificado había pedido oraciones para que no tuviera miedo de los lobos. ¿No han sido suficientes las oraciones o nos encontramos ante un misterioso plan de la divina Providencia que quiere vencer a los fuertes precisamente con la fuerza de los débiles? Recordemos la victoria del Crucificado. Recordemos el Magnificat. Ciertamente, el cristiano es un cordero en medio de los lobos, pero, como decía el cardenal Biffi, ¡"pobres lobos"!
----------De todos modos, también es muy cierto que hasta los santos pueden huir en retirada estratégica: ¿acaso el mismo nuestro Señor Jesucristo no escapó aquella vez en que lo querían arrojar montaña abajo en su querida Nazaret? (Lc 4,16-30). Si luego los santos son expulsados o renuncian, esto no habla en contra de su coraje, al contrario, es una consecuencia de su valentía. El papa Bergoglio no quiere pastores apegados al dinero, sino sólo apegados al rebaño de Cristo. Más que oler al dinero, tienen que "oler a ovejas".
----------Una de las insidias o trampas más peligrosas y fascinantes que provienen del modernismo, una trampa "moderna", es la temática del yo y de la conciencia. Al respecto Jacqus Maritain, refiriéndose a la cultura moderna, hablaba del "advenimiento del yo". Y de hecho Scalfari no se desmiente hablando del yo cartesiano, principio del inmanentismo moderno, ese yo cartesiano, como lo refiere el mismo Scalfari, que le hizo perder la fe. Pero también habría podido citar a Lutero.
----------En su diálogo con Scalfari, el papa Bergoglio retomó el tema de la conciencia con expresiones que aparentemente huelen a relativismo y subjetivismo, pero que, si son bien entendidas, están en perfecta línea con el realismo y la objetividad de los valores tradicionalmente enseñados por la Iglesia.
----------Veamos entonces lo que surge de este diálogo. Dice Scalfari al Papa: "Usted, Santidad, ya lo había escrito en la carta que me envió. La conciencia es autónoma, había dicho, y cada uno debe obedecer a su propia conciencia. Creo que ello sea uno de los pasajes más valientes dicho por un Papa".
----------Responde el Papa: "Y lo repito aquí. Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe optar por seguir el Bien y combatir el Mal tal como él los concibe. Bastaría esto para mejorar el mundo".
----------Hago la observación de que decir que "cada uno tiene su propia idea del bien y debe seguirla", no excluye que exista una idea universal y objetiva del bien, que sin embargo debe ser aplicada y concretizada en cada uno de los casos según el legítimo punto de vista y las necesidades propias de cada uno.
----------Por otra parte, debería ser para todos los fieles católicos evidente que cuando el Romano Pontífice dice que es necesario seguir la propia conciencia, hace referencia a la conciencia en buena fe, la cual, aunque sea objetivamente errónea sin saberlo, sigue siendo inocente y debe ser seguida, como reconoce el mismo santo Tomás de Aquino (cf. Summa Theologiae, I-II, q.19. aa.5-6).
----------Esto es lo que ha querido decir el Santo Padre y nada más. Francisco ya se había pronunciado contra el subjetivismo, que es en cambio la pretensión del sujeto o del yo individual de ser el principio primero y absoluto de la conducta propia o de los otros. El cogito cartesiano, caro a Scalfari, es principio de subjetivismo. Esto hace que desaparezca la noción de bien común, en la que tanto insiste el Papa, crea un bellum omnium contra omnes, surge el homo homini lupus de Hobbes, y al final se niega la existencia de Dios (el yo en el puesto de Dios) como supremo y sabio ordenador de la conducta moral.
----------Es claro por consiguiente que la "autonomía" de la conciencia, de tipo cartesiano, que es de la cual habla Scalfari, no coincide en absoluto con la "autonomía" de la conciencia tal como la entiende el papa Bergoglio, autonomía que evidentemente no es absoluta, sino que ocupa cristianamente un espacio limitado de acción y de iniciativa que le ha sido concedido por el Creador.
----------El papa Francisco, en aquel diálogo de hace diez años atrás, no entra en la cuestión de una concepción correcta o incorrecta del bien, determinable en base a un criterio objetivo y universal. El Papa simplemente supone la percepción del bien y sostiene la libertad por parte de cada uno para realizarlo según el propio punto de vista, las propias preferencias y las propias posibilidades, que difieren de individuo a individuo.
----------A la pregunta de Scalfari si concibe una "única idea del bien", el Papa se da cuenta de que Scalfari no hace una pregunta metafísica sobre la esencia universal del bien, sino que se refiere a la cuestión práctica político-moral de si es legítima una pluralidad de concepciones del bien.
----------Entonces, así las cosas, el Santo Padre responde hábilmente, reconociendo sin dificultad la existencia y la legitimidad de esta pluralidad según la modalidad antes expresada. Como he dicho, el papa Bergoglio deja en la sombra, pero no excluye en absoluto, la universalidad metafísica del Bien, y por tanto la unicidad del Bien divino, gran legado de Platón, fundamento del monoteísmo, y la consecuente objetividad de la ley moral, constante enseñanza de la Iglesia, ni niega por tanto (¿cómo podría hacerlo?) un Bien supremo que sea el Bien único para todos, aunque disfrutado y gozado en modo diverso por cada uno.
----------Característica del bien, sin embargo, es la concreción y la singularidad, a diferencia de la verdad, que es siempre universal y abstracta, como ya señalaba Aristóteles. Esto lo decía con la máxima claridad santo Tomás, campeón de la universalidad, pero supremo realista. Una moral o un gobierno eclesial o político que, en nombre de un falso universalismo o de una falsa unidad (piénsese en el comunismo), desconociera esta autonomía o libertad de la conciencia de los individuos, serían desastrosos para la salvación del hombre y el bien de la comunidad. Esto es lo que sobreentiende el Papa.
----------En conclusión, hasta ahora, al término modernismo se le había dado un sentido totalmente negativo, más o menos acentuado. El papa san Pío X, como es sabido, lo llamaba la "suma de todas las herejías". De ahí un cierto halo de desagrado y de tensión que circunda desde hace un siglo a esta fatídica palabra, que se ha convertido en una especie de tabú también por el triste recuerdo de los excesos cometidos por ciertos miembros de la Iglesia con celo indiscreto y a veces cruel en el obrar la represión del dañoso y traumático fenómeno. El hecho es que hoy los modernistas se resarcen contra los católicos de las vejaciones sufridas por sus antecesores, con la diferencia de que si antes los modernistas eran castigados por los católicos, hoy son los pobres católicos los que sufren bajo los golpes de los herejes modernistas.
----------El papa Francisco, con su evangélica simplicidad, pone sus cartas sobre la mesa y nos invita a afrontar serenamente la grave cuestión con sentido de responsabilidad: recogemos su input en la estela del Concilio Vaticano II y del principio del diálogo, sin por esto olvidar la errores condenados desde san Pío X.
----------Es necesario encontrar lo positivo incluso en los fenómenos más aberrantes, siguiendo el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo que no rompe la caña partida y no apaga la mecha que está todavía humeante o, si se quiere, mutatis mutandis, siguiendo el ejemplo de los gatos, los cuales encuentran algo bueno para comer incluso en el basurero de las inmundicias. Algo de este tipo ha hecho el papa Francisco no sólo con Eugenio Scalfari en aquellos sus diálogos de hace ya una década, sino también en muchas otras ocasiones en estos diez años de pontificado. Así lo hizo también con la teología de la liberación, o en sus diálogos con los islámicos, o con los luteranos, o con los ortodoxos orientales, o con los cabecillas de las más descaminadas ideologías de nuestro tiempo que parecen estar llevando a la humanidad a su propia destrucción.
----------Luego de aquella referencia del papa Francisco al modernismo (o en todo caso a la cultura moderna) el curso de los acontecimientos confirmó aquello de lo cual algunos estábamos convencidos desde un principio: que los modernistas se estaban dando cuenta del giro que iban tomando las cosas, y estaban tratando de ponerse a cubierto con una autodefensa impropia y afanosa, como lo han venido haciendo todos estos años. Sin embargo, sigo creyendo que ya sea demasiado tarde para ellos.
----------Según lo indican aquellas expresiones del papa Bergoglio de hace diez años, se les ofrece a los modernistas el camino del diálogo, pero deberán tener presente que el Papa no puede ceder en puntos de la fe, y de hecho no ha cedido (como lo demuestran, para poner un ejemplo, los actuales conatos de rebelión contra la Sede Apostólica, por parte del sínodo alemán).
----------A estas alturas, en esta etapa final de su pontificado, el papa Francisco ya no tiene que dar pruebas de su decisión de sacar de la Iglesia esa "inmundicia" de la que hablaba el papa Benedicto XVI, para conducirla por el camino de ese verdadero progreso de la vida cristiana, que ha sido querido por el Concilio Vaticano II, más allá de resistencias anacrónicas anticonciliares y en la libertad de las regurgitaciones modernistas, que falsamente se refieren al Concilio. ¿Que Francisco no ha podido llevar a buen puerto sus intenciones y decisiones? ¿Qué no lo ha hecho del modo adecuado? ¿Que sus modos y expresiones, frecuentemente ambiguos, dieron lugar a veces al equívoco y a la confusión? Es cierto. Pero remitimos el juicio al único divino Juez.
El “supernormalista” Filemón de la Trinidad se retuerce hasta lo indecible para defender lo indefendible.
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarme gustaría que me explicara su calificativo hacia mí: “supernormalista”.
Hasta donde yo sé, "normalismo" se ha llamado en mi país, Argentina, al movimiento que desde fines del siglo XIX ha sido clave en la formación de docentes a través de la que se llamó la Escuela Normal, y fue la corriente que estuvo en la base de la constitución del sistema educativo argentino.
Pero no entiendo por qué motivo me aplica ese calificativo.
Por otro lado, si le tengo que ser enteramente franco, su afirmación de que en mi caso me "retuerzo hasta lo indecible para defender" el Magisterio de la Iglesia que llega hasta el Papa actual, es un elogio mas que una crítica, porque no hago otra cosa más que tratar de cumplir con los propósitos que me he fijado en el blog.
Claro que aquello que defiendo no lo considero "indefendible" como usted afirma, declaración suya que parece brotar de alguien que acaso no sea católico.
Respeto la persona del Padre Filemón, y mantengo hacia él gran admiración. Lo considero un precioso interlocutor, aunque me resulta difícil compartir su opinión sobre el modernismo, el cual, a mi entender, y en base al texto de la encíclica Pascendi de San Pío X, es estructural y desesperadamente anticristiano.
ResponderEliminarFernando Peralta
Estimado Fernando,
Eliminarle agradezco su respeto hacia mi persona, y su "gran admiración", aunque este segundo sentimiento suyo me incomoda, pues me parece exagerado. No tengo tanto mérito.
Eso sí, me agrada mucho que me considere un precioso interlocutor suyo, y es mi deseo que este diálogo que hemos iniciado continúe las veces que usted lo necesite o lo quiera.
Ahora bien, no comprendo por qué motivo le resulta difícil compartir mi opinión sobre el modernismo, pues yo entiendo al modernismo del mismo modo que lo entendía el papa san Pío X en la encíclica Pascendi.
Substancialmente entiendo al modernismo como la herética pretensión de interpretar el Evangelio según los cambiantes criterios del mundo, tomando de la palabra y la vida de Nuestro Señor sólo lo que se acomoda a los criterios del mundo, cuando debería ser al revés: es el mundo el que debe ser juzgado según los criterios del Evangelio.
Por lo tanto, los modernistas, y el modernismo de los modernistas, no son como usted dice, algo "estructural y desesperadamente anticristiano", pues el modernismo no podría atraer a tantas personas si no tuviera sus aspectos de verdad y de bien, vale decir, instancias que deben ser rescatadas y que constituyen la base común a partir de la cual podemos dialogar con los modernistas y su modernismo, para tratar de alejarlos de sus errores y acercarlos al Evangelio.
Esperar contra toda esperanza humana... y está bien (dado que la Esperanza de la cual hablamos es una virtud "donada" y no "conquistada").
ResponderEliminarPero negar siempre y negarlo todo, frente a la evidencia... no, no me siento estar de acuerdo.
Y de todos modos, si fuera también así, como dice el padre Filemón (que hasta hoy siempre he leído a menudo y con placer), que alaba estos pensamientos y expresiones del papa Francisco, que me parecen tan sorprendentes... ¿es que acaso debemos seguir estas directivas como si se tratara (como muchos lo interpretan) del magisterio ordinario de la Iglesia al que la fieles deben dar más que respeto, reconociendo la autoridad magisterial de estos "pensamientos pontificios"?
Estimado Sr. Argerami,
Eliminarle agradezco que me haya hecho llegar su opinión; pero también le agradecería que me aclare en qué punto o puntos usted no se siente de acuerdo con mi artículo.
El pasaje que creo haber entendido de su comentario, es el que se refiere a que usted se siente sorprendido por algunos "pensamientos y expresiones" del papa Francisco, manifestados en su diálogo con Scalfari, respecto a los cuales usted piensa que no son vinculantes para el fiel católico. ¿Le he entendido bien?
Pues bien, si fuera así, ante todo hay que decir que no todas las expresiones de un Romano Pontífice conforman Magisterio, aunque el fiel católico, bien predispuesto, debe suponer que si el Papa está explicando la Palabra de Dios, o bien, tratando de transmitir a un interlocutor la doctrina de la Iglesia (como es precisamente el caso de este diálogo con Scalfari), el Papa tratará de conformar su expresión (aunque se trate de una conversación privada como la presente, pero es de suponer que el Papa sabía que se haría pública) a un fiel cumplimiento de su misión como garante de la fe católica.
Espero sus aclaraciones, si usted tiene a bien hacérmelas conocer.
El punctum dolens es la afirmación del padre Filemón cuando dice: "[existe] el triste recuerdo de los excesos cometidos por ciertos miembros de la Iglesia con celo indiscreto y a veces cruel en el obrar la represión del dañoso y traumático fenómeno [del modernismo]. El hecho es que hoy los modernistas se resarcen contra los católicos de las vejaciones sufridas por sus antecesores, con la diferencia de que si antes los modernistas eran castigados por los católicos, hoy son los pobres católicos los que sufren bajo los golpes de los herejes modernistas".
ResponderEliminarEste es, ciertamente, el sentimiento generalizado en amplios sectores del Clero ("¡Cuánto sufrimiento, hace cien años, por las más mínimas sospechas de modernismo!", dicen).
Ahora bien. ¿Esto corresponde a la verdad de los hechos? Debería responder algún historiador competente.
Mi impresión es que se trata de algo falso, que en realidad oculta la afirmación sustancial: "¡Eran precisamente los modernistas los que tenían razón, y era el Papa San Pío X el que estaba equivocado!".
En cualquier caso, el p. Filemón subraya que el Modernismo es herejía, no simple "sensibilidad diferente". Si mal no recuerdo, en algún artículo anterior afirmó -también sobre la base de sus propias experiencias- que hoy por hoy la MAYORÍA del clero en la Iglesia (o al menos en Italia y en el Vaticano) tiene simpatías con el modernismo, y que por lo tanto no se puede esperar un relevo generacional, sino sólo en el arrepentimiento de los que hoy están en puestos de responsabilidad.
Estoy de acuerdo con lo que escrito por Hilario Tebaidense ("¡Cuánto sufrimiento, hace cien años, por las más mínimas sospechas de modernismo!") ???? ("...el triste recuerdo de los excesos cometidos por ciertos miembros de la Iglesia con celo indiscreto y a veces cruel en el obrar la represión del dañoso y traumático fenómeno...") ??? ¿Cuáles acosos???
Eliminar¿Alguien es capaz de aclarar todo esto, o son solo excusas y justificaciones sin fundamento?
Estimado Hilario,
Eliminares cierto que el neo-modernismo actual intenta entre otras cosas convencernos de que san Pío X no tuvo razón en la encíclica Pascendi, y que los que tenían razón eran los modernistas de aquella época.
Pero tal planteo es un error.
Lo cierto es que Pío X tuvo completa razón en la condena de las proposiciones modernistas tal como fueron explicadas en la Pascendi. Pero también es cierto que la obra de aquel Santo Pontífice quedó a mitad de camino, pues se limitó a la condena de los errores modernistas, sin atender a las válidas instancias de aquellos modernistas.
El modernismo de la época del papa Sarto buscaba, entre otras cosas, adecuar el mensaje de la Iglesia a los nuevos tiempos, y ésta es una instancia completamente válida, pero que los modernistas la cumplían erroneamente, heréticamente.
Ha tenido que llegar otro Santo Pontífice, el papa san Juan XXIII, y el Concilio Vaticano II por él convocado, y llevado a su cumplimiento por otro santo Papa, Paulo VI, para cumplir lo que faltaba a aquella obra de san Pío X.
De este modo, la encíclica Pascendi, y el Concilio Vaticano II, son la respuesta completa a las instancias (malas y buenas) del modernismo.
No hay duda que hubo excesos en aquellos que malcomprendieron la Pascendi. Los casos son muchos y comprobados históricamente, pero todos sus motivos pueden reducirse a la falta de distinción entre herejía y hereje.
Estimado Anónimo,
Eliminarespero que mi respuesta anterior, le haya dado alguna explicación.
De no ser así, quedo a la espera de que me plantee sus dudas o sus preguntas, y con gusto atenderé sus necesidades.
Estimado Padre:
ResponderEliminarDurante una conversación con Jean Guitton, el papa Paulo VI dijo: "Hay una gran perturbación en este momento en el mundo y en la Iglesia y lo que está en cuestión es la fe. Ocurre ahora que me repito la oscura frase de Jesús en el Evangelio de San Lucas: 'Cuando el Hijo del hombre regrese, ¿encontrará todavía fe en la tierra?' (Lc 18,8). Sucede que salen libros en los cuales la fe está en retirada en puntos importantes, que los episcopados callan, y que estos libros no son considerados extraños a la fe. […] Lo que me llama la atención, cuando considero el mundo católico, es que en lo interno del Catolicismo a veces parece predominar un pensamiento no católico y puede suceder que este pensamiento no católico dentro del Catolicismo se convierta mañana en el más fuerte".
Estimado Sergio,
Eliminaren el presente artículo, como en todos mis artículos, no me ando con rodeos, pues eso no responde ni a mi estilo ni al propósito de este blog. Intento por todos los medios ver y encontrar implicaciones positivas para una lectura positiva de los hechos, una lectura impulsada por la fe y por una sensibilidad teológica que procuro sea lo más profunda que esté a mi alcance.
Procuro siempre encontrar razones y señales para fortalecer cada vez más mi creencia en las buenas intenciones y en la buena fe de aquel Pedro sobre el cual el Señor ha edificado su Iglesia, manteniéndome devoto y obediente más que nunca a la Iglesia.
En suma, un poco como para decir: Simón puede también estar equivocado y hasta ser inapropiado, pero Pedro no, porque por muy limitado y defectuoso que sea, él es siempre la piedra sobre la que Cristo ha edificado su Iglesia.
Debemos procurar valernos de la fe precisamente para salvaguardar la fe.
Debemos evitar la doblez, la ambigüedad, evitar el jugar con las palabras, y lanzarnos a escalar espejos resbaladizos: ejercitar nuestra razón al servicio de la fe en un intento constante de servir a la fe.
Comprendo que existan otros católicos que, en ámbitos donde exista libre y justa razón, pueden no pensar como yo, pero tanto ellos como yo debemos dar pruebas de que somos capaces de dialogar, sostenidos por una fe sincera y profunda, así como por la debida ciencia, si la poseemos, en un tiempo de triste y profunda decadencia en el que en la Iglesia, y en especial en los hombres de la Iglesia, la fe y la ciencia están siendo dramáticamente escasas.