domingo, 12 de febrero de 2023

El diálogo con el modernismo y con los modernistas

¿Dónde podríamos encontrar un mejor Maestro del diálogo, dónde podríamos hallar mayormente todos los aspectos del diálogo, todos sus matices, toda su apertura, todos sus métodos, todos sus secretos, todos sus fines, todos sus motivos, todas sus actitudes, todos sus tonos, todas sus formas, sino en las enseñanzas y en la conducta de nuestro Señor Jesucristo? ¿Acaso deberíamos ser nosotros hoy los que enseñemos a Cristo como se dialoga? Sin embargo, he aquí la presunción de los modernistas. [En la imagen: fragmento de "San Francisco y el lobo de Gubbio", parte de un retablo pintado entre 1437 y 1444 por Stefano di Giovanni, llamado Sassetta, a témpera y oro sobre tabla. Actualmente en la National Gallery de Westminster].

----------Hay una cuestión que está en el trasfondo de casi todos los artículos que he dedicado en este blog a tratar de los problemas actuales de la Iglesia y de las vías para su solución: se trata de la cuestión del diálogo con los modernistas. Es lo que está en el trasfondo del artículo de ayer, dedicado al pensamiento del padre Antonio Spadaro, y es lo que está también en el trasfondo de muchos diálogos del papa Francisco con diversas personalidades del mundo ajeno a la Iglesia, por ejemplo en sus diálogos con Eugenio Scalfari. Lo que está entre bambalinas es el diálogo con los modernistas, y no digo diálogo con el modernismo (cosa que también debería analizarse), sino diálogo con los modernistas, que son hombres concretos, con sus claros y oscuros, con sus luces y sombras, con sus verdades y sus errores.
----------Y ello es así aunque el papa Francisco, tal como ha sucedido con el papa Benedicto XVI, y con los papas san Juan Pablo II y san Paulo VI, nunca hayan usado el término "modernismo" (salvo en muy raras ocasiones), y por un buen número de razones que bien podemos suponer e hipotetizar, sobre las cuales nosotros podríamos estar más o menos de acuerdo con ellos, al menos por una justificada razón, sobre todo en estos tiempos de la Iglesia: o bien por motivos diplomáticos, o bien por misericordiosa caridad, como quien en una conversación con un cristiano luterano o con un cristiano ortodoxo oriental o con un cristiano lefebvriano, por diplomacia o por caridad, no los llama ni "cismáticos" ni "herejes" (aunque quizás lo sean concretamente, material o formalmente) precisamente porque no queremos que el diálogo se corte ipso facto.
----------Los modernistas se glorían de realizar un diálogo en todo ámbito: con los protestantes, los ortodoxos, los musulmanes, los judíos, los budistas, los hinduistas, los laicistas, los masones, los comunistas, los ateos, y cualesquiera otros. Pero habría que preguntarse cuán dispuestos están a dialogar con los católicos que quieren vivir en plenitud su comunión eclesial y acogen con confianza e integralmente toda la enseñanza del Magisterio de la Iglesia desde el Concilio de Jerusalén hasta el Concilio Vaticano II, o bien con aquellos católicos que, en nombre de la Tradición, encuentran dificultad en aceptar las enseñanzas del Vaticano II.
----------Recordemos brevemente qué es el modernismo. El actual modernismo es una continuación, no declarada pero real, del modernismo condenado por san Pío X [1903-1914], con la diferencia de que el modernismo de hoy está afectado por mayores influjos del pensamiento moderno, pero su esencia sigue siendo la misma, es decir, la voluntad de asumir el pensamiento moderno in totum, en todo su conjunto, haciéndolo criterio para aceptar del Evangelio lo que le es conforme y rechazando lo que le es contrario, en lugar de hacer como debería hacer un buen católico y la Iglesia misma ordena hacer, que es precisamente al revés: asumir de la modernidad lo que es conforme al Evangelio y rechazar lo contrario.
----------El modernismo contemporáneo es un intento fallido de modernizar o actualizar o hacer progresar o renovar la vida cristiana sobre la base de una falsa interpretación, precisamente modernista, de las doctrinas y de las directrices prácticas y pastorales del Concilio Vaticano II.
----------No cabe duda de que en la medida en que el modernismo contiene verdaderas instancias de progreso y de renovación, debe ser acogido sin reservas (de aquí que, como he dicho antes, debe ser analizada la cuestión del viable diálogo con el modernismo, considerado no sólo como diálogo con los modernisas en concreto). Este diálogo no sólo con los modernistas sino con el modernismo ha sido y es la actitud de quienes, como por ejemplo Maritain, Gilson, Congar, Palazzini, Chenu, Labourdette, Parente, Spiazzi, Boccanegra, Daniélou, Guitton, Jolivet, Galot, Guardini y otros, los cuales merecen el nombre de "progresistas" en el sano y buen sentido, que no debe jamás confundirse con el apelativo de "modernistas", como algunos hacen.
----------Además, el modernismo, como ocurre con todas las enfermedades del espíritu, presenta diversos niveles de cualidad, según la convicción y la extensión con las cuales se es sometido o drogado por los errores de la modernidad, haciendo al mismo tiempo resistencia a las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. En muchos, sin embargo, se encuentran simplemente rastros de modernismo; mientras que pocos o poquísimos (y son los más peligrosos) están gravemente contagiados, hábiles maestros y divulgadores del error, peligrosos porque como lobos travestidos de cordero, seducen a muchos, sobre todo si ocupan puestos de poder.
----------Ahora bien, la tarea de dialogar con los lobos no es nada fácil. Sin embargo, Cristo envía a sus corderos en medio de ellos y da instrucciones acerca de cómo comportarse: "Sencillos como las palomas, prudentes como las serpientes". Es necesario aprender de san Francisco de Asís que ha dialogado con el lobo. Los pastores deberían advertir al rebaño de la llegada del lobo, pero por desgracia raramente lo hacen, y de hecho huyen, de modo que el lobo despedaza a las ovejas.
----------Es difícil dialogar sobre todo con aquellos modernistas que son más cultos, astutos y ambiciosos, que están arraigados en el error, ultraconvencidos de estar en lo correcto y ocupan puestos de poder o están revestidos de encargos académicos, rodeados de un vasto séquito de fieles discípulos. Si se les insta al diálogo, aunque se les reconozcan aspectos válidos, haciéndoles presente incluso con garbo y razonadas motivaciones su oposición a la doctrina católica, fácilmente no responden o se indignan.
----------Esa clase de modernistas consideran a sus adversarios con total desprecio, ni siquiera merecedores de ser tomados en consideración, no importa si de varios modos se refieran al Magisterio de la Iglesia o incluso son representantes del Magisterio, hasta llegar al Papa mismo. Tampoco se defienden con argumentos, porque no los tienen, sino con la calumnia y la mentira. No sienten que tengan que justificar su prepotencia, porque piensan que ella sea suficiente para obtener lo que quieren.
----------Y si se trata de superiores, esta clase de modernistas intentan imponer el silencio a sus objetores y pasan al insulto o a la difamación. En algunos casos hay verdaderas y propias persecuciones. En los ambientes académicos, los docentes fieles al Magisterio son ignorados, marginados y calumniados. Se busca disuadir a los jóvenes de integrarse a su escuela. Aquellos que intentan ser sus discípulos son intimidados o amenazados. La Santa Sede y los buenos Obispos tienen dificultades para gobernar tal situación.
----------Desde hace ya muchos años la Iglesia nos enseña el arte del diálogo. El propio Concilio Vaticano II es un gran maestro del diálogo. La Santa Sede, siguiendo la reforma promovida por este Concilio de nuestro tiempo, ha instituido, como sabemos, diversos organismos a varios niveles institucionalmente dedicados al diálogo con todos los componentes de la humana sociedad, con todas las culturas y con todas las religiones. Famosa ha seguido siendo aquella gran encíclica Ecclesiam Suam del papa san Paulo VI, de 1964, que fue publicada por él mientras aún estaba en marcha el Concilio, marcándole el rumbo.
----------Desde entonces muchos han sido o han sido propuestos como maestros del diálogo, con notable éxito. Sus nombres son conocidísimos y no es el caso citarlos aquí, ni por otra parte pretendo desconocer sus méritos. Pero, queriendo hacer un balance de las décadas de su actividad, habría que preguntarse cuántos entre ellos, con cuánta prudencia, con qué corrección y evangélica eficacia, han desarrollado o desarrollan esta delicadísima actividad, preñada de consecuencias sumamente serias y graves para el bien de las almas, sea que se trate de conducirlas a la verdad, sea que haya que temer por su salvación.
----------Me pregunto en qué medida estos agentes y fautores del diálogo han pensado en ese eminentísimo y divino ejemplo de dialogante que es el mismo nuestro Señor Jesucristo. En efecto, parece que el diálogo sea un descubrimiento de la Iglesia moderna. Indudablemente hoy la Iglesia nos da nuevas indicaciones, idóneas para que nosotros podamos divulgar mejor el Evangelio y obrar por la salvación de las almas. Pero la Iglesia del postconcilio no es la que ha inventado el diálogo. Al respecto, las amargas y obstinadas invectivas de los lefebvrianos y filolefebvrianos contra el diálogo promovido por el Concilio Vaticano II, como es el caso por ejemplo del profesor Roberto de Mattei, nos hacen preguntarnos hasta qué punto esos pasadistas y este destacado historiador italiano hayan perdido de vista, quizás sin darse cuenta, que el diálogo es un mandato de Jesús a la Iglesia. ¿Que de hecho en estos sesenta años el diálogo de la Iglesia con el mundo haya sido por muchos malentendido y se haya malamente abusado de él? ¡Completamente de acuerdo! Pero ello no quita que el diálogo siga siendo un deber de la Iglesia, pues abusus non tollit usum.
----------¿Pero dónde podríamos encontrar un mejor Maestro del diálogo, dónde podríamos hallar mayormente todos los aspectos del diálogo, todos sus matices, toda su apertura, todos sus métodos, todos sus secretos, todos sus fines, todos sus motivos, todas sus actitudes, todos sus tonos, todas sus formas, sino en las enseñanzas y en la conducta de nuestro Señor Jesucristo? ¿Acaso deberíamos ser nosotros hoy los que enseñemos a Cristo como se dialoga? Sin embargo, he aquí la presunción de los modernistas.
----------¿Se puede decir que Cristo no haya sabido dialogar con los fariseos, con los doctores de la ley, con los sumos sacerdotes? Ciertamente Jesús en sus inicios atrajo a las multitudes, pero sabemos cómo terminó luego su vida terrena. Nuestro Señor Jesucristo no concibió el diálogo como fin en sí mismo ni como modo de atraer simplemente a las multitudes complaciendo sus gustos.
----------Nadie mejor que Él conocía las universales necesidades, fines y derechos de los hombres y era capaz de satisfacerlos. Pero no ha tenido temor de ponerse en contraste con todos y con los propios líderes, cuando estaba en juego el honor de Dios y el bien del hombre, el bien de aquellos mismos que lo contrastaban. ¿Acaso Jesús modificó su predicación y su diálogo para no tener dificultades? De ninguna manera. Ha seguido hasta su muerte, hasta el sacrificio de su propia vida. Este es el verdadero diálogo.
----------Jesucristo ha sabido dialogar con sus propios enemigos, ciertamente con un tono que no ha usado para con los pecadores arrepentidos, para con los pequeños, para con los pobres, para con los que sufren, para con los humildes. Es precisamente de esta ductilidad de Cristo (a la vez cordero y león) que debemos aprender: a no apagar el linum fumigans y no romper la caña partida (Mt 12,20), y tener al mismo tiempo coraje y firmeza contra quien se rebela a Dios y se muestra enemigo del hombre.
----------Así son las cosas, por voluntad de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha enviado "como ovejas entre lobos" (Mt 10,16): hay que dialogar con el modernismo y con los modernistas, sabiendo que los modernistas no son el modernismo. Por lo tanto, se debe condenar el error pero tener respeto por las personas. Con los que están en el error es necesario tener una gran paciencia y esperar a que pase la borrachera y su resaca, confiando en la ayuda del Señor, también porque ciertamente muchos no se dan cuenta de su error, dado que el error es difundido por los líderes y seguido ingenuamente por su séquito de borregos.
----------Es cierto que algunos de sus líderes, los más comprometidos, indudablemente lucen ser intratables: si se intenta hacerles observaciones, te comen la cara, como suele decirse. Quien los critica, pasa a ser un sacrílego entre sus partidarios, reo de lesa majestad o un idiota irrecuperable, aunque uno fuera doctor en teología. Aún así, y en medio de todas esas pruebas, el diálogo es un deber.
----------Sin embargo, nunca debemos olvidar que, en principio, incluso los más obstinados, pueden, debidamente abordados y también gracias a la intercesión de los Santos, arrepentirse y darse cuenta de su error, si sabemos valorar sus instancias positivas. Son hermanos nuestros, también ellos llamados a la salvación y, más aún, a la santidad, partícipes de la común humanidad que une a todos los hombres, y se consideran y son discípulos de Cristo. Estamos juntos en la Iglesia, sujetos al mismo Vicario de Cristo.
----------Es importante buscar el diálogo también con ellos, estén o no estén constituidos en autoridad, y esto con confianza, paciencia, mansedumbre, desinterés, competencia, humildad, esperanza, insistencia, caridad, firmeza, en la certeza de que no se trabaja en vano, sino para construir el Reino de Dios.

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