martes, 7 de febrero de 2023

El sacerdote: su vida y su misión (1/4)

El que el joven pueda descubrir su propia vocación sacerdotal supone, previamente, que él conozca, con claridad y certeza, la existencia en esta vida de una cualidad más alta y más preciosa, a la cual solamente algunos están llamados, cualidad que es precisamente la vida y la misión del sacerdote, que no es sólo un camino diferente del camino laical, sino un camino superior, una vía mejor de santidad, que hace seguir a nuestro Señor Jesucristo más de cerca, y permite dar más frutos de vida eterna. [En la imagen: seminaristas de la diócesis de San Rafael, en Argentina, durante la convivencia anual de verano, a fines de diciembre de 2022, realizada en Valle Fértil (provincia de San Juan) junto al Administrador Apostólico, mons. Carlos María Domínguez].

Una formación inadecuada
   
----------La actual escasez de jóvenes interesados en hacerse sacerdotes y un cierto número de sacerdotes, que por diversos aspectos no observan adecuadamente sus deberes sacerdotales, dependen del hecho de que se haya difundido una concepción errónea o no suficientemente alta del sacerdocio, que orienta al jóven por un camino equivocado o bien por un camino carente de ese atractivo que seduce y empuja al joven a abrazar la vida sacerdotal, dispuesto a afrontar toda la disciplina, las renuncias y los sacrificios que ello requiere.
----------Se le pide al joven afrontar todos estos sacrificios y renuncias sin darle un motivo suficiente para que él se sienta justificado a hacerlo. Es decir, no se muestra al joven la mayor belleza de la vida sacerdotal respecto a la laical o matrimonial. En este caso, tampoco el joven que tiene la vocación la siente, porque no se le hace tomar consciencia de tenerla y no se le muestra su superior belleza. Por el contrario, el joven que tiene la vocación la descubre sólo si le es presentada en toda su verdad, atractivo y belleza.
----------El defecto del tipo de promoción de las vocaciones al sacerdocio, cuando no viene presentado un ideal de compromiso con el mundo, es el de exaltar quizás de manera excelente la belleza de la vida cristiana en general, pero sin hacer la precisión y sin resaltar la existencia en esta vida de una cualidad más alta y más preciosa, a la cual algunos están llamados, cualidad que es precisamente la vida y la misión del sacerdote.
----------Cuando no se presenta un ideal secularista y cómodo, insuficientemente espiritual, suele suceder que se limita a decir que es un camino diferente del camino laical y no se dice qué es lo esencial y determinante a fin de que el joven lo elija con válida razón. Y lo que ocurre es que no se dice que es un camino superior, que es una vía mejor de santidad, que hace seguir a Cristo más de cerca, y permite dar más frutos de vida eterna.
----------El caso es que, en estos formadores que presentan de esa manera incorrecta la vocación al sacerdocio, falta la percepción de que existen varios niveles de vida cristiana. Están demasiado preocupados por resaltar la sustancial igualdad y paridad de punto de partida, de dignidad y de condiciones de vida de todos los hombres ante Dios, así como la misma grandeza objetiva para todos del premio final (cosas verdaderísimas) y por tanto la llamada universal a la santidad, porque olvidan que al mismo tiempo Dios no distribuye a todos la misma cantidad de talentos, por lo cual quien más ha recibido puede y debe producir más.
----------Ahora bien, el sacerdocio es precisamente un talento en más, un talento extra, que Dios no da a todos. Si al joven se le oculta este hecho y le es presentada la vida sacerdotal al mismo nivel que la vida laical, vale decir, al mismo nivel de fecundidad de beneficios y de resultados espirituales, el joven de buen sentido común se pregunta con lógica razón: ¿quién me hace hacer embarcarme en tantos sacrificios y renuncias para obtener los mismos resultados de aquellos que no los hacen? Por una ganancia superior están dispuestos a pagar más. Pero si la ganancia es la misma, ¿por qué gastar más? Esta es la pregunta que Pedro le hace a Cristo: "Señor, lo hemos dejado todo por ti: ¿qué ganaremos con ello?".
----------Pues bien, estos formadores mal orientados plantean a este modo de razonar dos objeciones. La primera. El joven debe ser desinteresado. No debe aspirar al sacerdocio en vista de un premio mayor o de mayores satisfacciones, sino por el puro deseo de servir a Dios y al prójimo.
----------Respondo diciendo que, suponiendo que lo que está mayormente en el corazón del joven, o sea lo más querido por el joven, sea la gloria de Dios y el servicio al prójimo, entonces el joven no hace nada malo, sino más bien, como vemos, está autorizado por el mismo apóstol san Pedro a considerar la mayor ventaja que viene a causa del hacerse sacerdote: es el famoso céntuplo en esta vida, en medio de las tribulaciones y la vida eterna en el siglo venidero (cf. Mt 19,29).
----------Segunda objeción. El joven no debe ser movido a aspirar al sacerdocio considerándolo un estado de vida superior, porque esto sería signo de ambición y de sed de poder y le haría caer en el clericalismo.
----------Respondo diciendo que: la conciencia de haber sido puesto más en alto y de haber recibido un talento en más, un talento extra, puede y debe ser para el joven un estímulo hacia un mayor sentido de su responsabilidad, debe hacerle temer más recibir un castigo mayor de Dios si no corresponde, debe hacerlo más agradecido a Dios, que le ha dado más que a los otros, debe hacerlo aún más generoso en el hacer redituar o fructificar el talento recibido. "Al que más haya recibido, más le será requerido".
----------A lo que he dicho, se hace necesario añadir la importancia de promover no sólo el sacerdocio, sino el sacerdocio religioso, es decir, aquel sacerdocio que se ejerce en un instituto religioso aprobado por la Iglesia. En efecto, la vocación religiosa es un talento extra, que se añade al sacerdocio, un talento, un don del Espíritu Santo recomendabilísimo y convenientísimo para el sacerdocio, y que lo embellece, lo vuelve más precioso, lo enriquece, lo hace más espiritual, lo vuelve más generoso, más desprendido del mundo, más austero, más amante de la perfección y de la santidad, lo hace más signo de la vida futura.
----------Vale tener presente que es sólo el episcopado el que supera en perfección espiritual al presbiterado religioso, porque, como enseña santo Tomás de Aquino, en el carisma episcopal está virtualmente contenida la perfección del religioso, siendo el obispo el perfeccionador, mientras que el religioso es el perfectus, no en el sentido de perfecto, sino de perfeccionado. En otras palabras, el obispo es el maestro y el perfeccionador del religioso, pues el religioso viene enseñado y perfeccionado por el obispo.
----------Y de hecho corresponde al obispo aprobar una nueva fundación religiosa y reglamentar la vida religiosa. Por eso, el presbítero que viene promovido a obispo, recibe del Espíritu Santo el carisma religioso, que le permite ser perfeccionador y guía en la vida religiosa.
----------El sacerdote diocesano vive su sociabilidad sacerdotal en modo diferente a la del sacerdote religioso. Todo sacerdote tiene necesidad de vivir su vida eclesial en fraterna comunión con sus hermanos en el sacerdocio para formar un colegio armonioso y unitario, aunque en las diversidades individuales, bajo la guía del obispo.
----------El pueblo santo de Dios, al ver esta fraternidad sacerdotal, que da ejemplo de caridad, queda edificado y estimulado en su confianza hacia el sacerdote y hacia el obispo, cabeza del colegio presbiteral, que reúne a los párrocos. Los sacerdotes religiosos que viven en la diócesis pertenecen obviamente también ellos al presbiterio diocesano y obedecen al obispo como a padre y pastor común.
----------Sin embargo, por norma de derecho, los sacerdotes religiosos deben obediencia al obispo sólo para su actividad externa, mientras que por cuanto respecta a la vida interna del Instituto, ellos dependen del Superior del Instituto. El obispo puede llamar a la diócesis a una comunidad del Instituto, pero no puede impedir que esta comunidad salga de la diócesis por orden de los Superiores.
   
La crisis actual del ministerio sacerdotal
   
----------La crisis en los ambientes sacerdotales, golpea a los sacerdotes sobre todo en los dos puntos que caracterizan la función y la misión del sacerdote: la celebración de la Misa y la práctica del sacramento de la penitencia con la del anexo sacramento de la unción de los enfermos, que no es más que una expansión de la gracia de la confesión en inmediata o próxima preparación para la muerte.
----------En el pasado, especialmente en el siglo XVII en Francia, coincidentemente en el apogeo del absolutismo monárquico, estaba en vigencia una exagerada exaltación del sacerdocio con un timbre marcadamente espiritualista, no exento de influencia cartesiana, que tuvo excesos de particular rigidez en el jansenismo.
----------La figura del sacerdote venía presentada a la luz de una sublimidad y sacralidad celestial , en la cual su humanidad con sus debilidades y fragilidades, pasiones y sentimientos, corazón y afectividad, parecían casi desvanecer púdicamente en el fulgor místico de una personalidad docta, solemne y angelicada, que se inclinaba desde lo alto y a distancia sobre la mísera y miserable condición del común mortal pecador.
----------El Concilio Vaticano II, en el decreto Presbyterorum Ordinis, sin menoscabar en absoluto la altísima dignidad sobrenatural del sacerdocio, nos ha presentado sin embargo una figura de sacerdote a la altura de nuestra común humanidad, vale decir, un sacerdote hombre entre los hombres, uno de nosotros, amigo entre los amigos, hermano entre los hermanos, dispuesto no sólo a enseñar, sino también a aprender, no sólo a corregir, sino también a corregirse, deseoso no sólo de ser escuchado, sino también de escuchar, alguien que no hace pesar su dignidad, sino que la pone al total servicio de todos, especialmente de los más pequeños, los más pobres, los que sufren, los humildes y los marginados.
----------El Concilio Vaticano II ha querido evidenciar la riqueza de humanidad con la que debe contar el sacerdote, la posesión excelente de las virtudes humanas, abierto pero no invasivo, reservado pero no cerrado, afable pero no bonachón, alegre sin ser desbocado, sobrio en el hablar sin ser taciturno, autorizado sin hacer caer su autoridad desde lo alto, austero sin ser rígido, amante de la soledad sin ser un solitario, pobre sin ser un mendigo, afectuoso sin apegamientos, amante de la compañía sin hacerse amigote, confidente sin ser un curioso, simple sin ser un ingenuo simplón, religioso sin ser un beato.
----------El Concilio ha presentado al sacerdote como el hombre de la vida y de la muerte: he aquí el bautismo y los funerales, el inicio y el fin a la luz de Dios. Es el hombre que tiene familiaridad y trata con la vida y con la muerte. Es el hombre de la gracia y del pecado, del sufrimiento y del gozo. Es el hombre del perdón y de la justicia. Es el maestro que enseña, el padre que tiene piedad, el médico que cura, el juez que distingue el Espíritu Santo del demonio, las ovejas de las cabras, el trigo de la cizaña.
----------Ha sucedido, sin embargo, que la renovación de la vida sacerdotal promovida por el Concilio no siempre ha sido entendida en el sentido correcto. Al exceso preconciliar del sacerdote que tiene siempre razón, rigorista en ética, presto a la reprimenda, distante de la gente, ubicado en las sagradas alturas, celebrando por su cuenta una Misa incomprensible sin la participación activa de los fieles, rigurosamente separado de la mujer, ignaro de las ideas modernas, amenazante inquisidor en el confesionario, se ha verificado, como siempre sucede en estas coyunturas, el exceso opuesto del cura descarado, modernista, exhibicionista, el "cura de calle", falso amante de los pobres, contestatario del Magisterio de la Iglesia, alborotado, jocoso al extremo, profesional, apegado al dinero, de lenguaje trivial o grosero, el sacerdote sexualmente satisfecho, psicoanalista freudiano, marxista, gnóstico, hegeliano, el sacerdote político, de las Misas-mítines, de la Misa-bailanta, de la Misa-banquete, de la Misa-espectáculo, de la Misa esteticista, de la Misa creativa, de la Misa-espectáculo.
----------Los obispos, apuntando a la reforma de las costumbres del clero promovida por el Concilio Vaticano II, nutrieron la esperanza de que su aplicación suscitaría un gran florecimiento de vocaciones al sacerdocio y en algunas diócesis gastaron enormes sumas para construir grandiosos seminarios. Pero no se dieron cuenta de que los modernistas, después de haber tramado en la sombra ya durante las labores del Concilio, les habrían de ganar de mano haciéndose pasar por protagonistas del Concilio y esparciendo a los cuatro vientos una interpretación modernista de la enseñanza conciliar sobre el sacerdocio, de modo que, a la vuelta de una quincena de años, sobre todo durante la década de los años '70, las vocaciones no sólo no aumentaron, sino que disminuyeron y en su lugar se produjeron decenas de miles de deserciones.
----------Una fuerte causa de deserción sacerdotal fue la depreciación del celibato. El Concilio Vaticano II proponía una renovación de la relación del sacerdote con la mujer, basada en el respeto del valor de la mujer como persona de igual dignidad, querida por Dios (aparte del matrimonio, obviamente reconfirmado en su santidad) para colmar la soledad del hombre y por tanto como compañera en la realización de una reciprocidad sensitivo-espiritual, fecunda tanto materialmente como espiritualmente.
----------Es del todo cierto que el celibato no pertenece a la esencia del sacerdocio, sino que es una institución de la Iglesia, que por tanto no tiene valor absoluto. Como he recordado en un artículo reciente en este blog, la Iglesia también puede permitir un sacerdocio conyugado, no privado de ventajas. Sin embargo, el celibato es muy conveniente porque hace al sacerdote más imagen de Cristo virgen y liberando al sacerdote del cuidado de una familia, le da mucho más tiempo y ocio para dedicarse completamente a su misión extremadamente absorbente, dado que "la mies es mucha y los obreros son pocos".
----------Hoy, en cambio, muchos creen que la cosecha es pequeña y que los pocos obreros que hay sean suficientes. Otros creen que no hay ninguna cosecha y que por tanto los obreros son inútiles. Otros piensan que son suficientes los obreros comunes y que no hay necesidad de obreros especializados como el sacerdote. Estas ideas erróneas ciertamente no favorecen las vocaciones sacerdotales.
----------Pero también otro problema ha ocurrido en el postconcilio. Ha sucedido que algunos exegetas filo-protestantes y modernistas han hecho creer a muchos que la concepción del hombre como compuesto de espíritu y de cuerpo no correspondería a la concepción bíblica, la cual presenta una imagen unitaria del hombre, sino que correspondería -dicen ellos- a la concepción propia del "dualismo griego".
----------Entonces ha surgido la desgraciada consecuencia de sustituir, en nombre de una pretextuosa o engañosa así llamada por esos exegetas "espiritualidad bíblica", el razonamiento por la intuición, lo abstracto por lo concreto, el concepto por la experiencia, lo universal por lo singular, el contacto mediato representativo por el contacto inmediato con el objeto, el sustituir el intelecto con la imaginación, el sustituir la voluntad por la emoción y la afectividad sensibles, el sustituir el amor por el placer.
----------Es claro que en esta turbia espiritualidad lo que se quita del medio y se descarta, es la primacía del espíritu sobre la materia, la tensión de la voluntad hacia el ideal, el rigor del razonamiento, la sutileza del intelecto, la capacidad crítica y abstractiva del pensamiento, el verdadero discernimiento espiritual, la fuerza de la voluntad que se impone a las pasiones, el gusto por la ascética, el amor al sacrificio, el desapego del placer físico, la acedia o la pereza o el disgusto por las cosas del espíritu.
----------¿Cómo sorprenderse entonces a la vista de las obscenidades, del lenguaje licencioso, de las fantasías eróticas, de las frecuentaciones equívocas, de las fornicaciones, de los concubinatos, de la sodomía y de la pederastia de ciertos sacerdotes? Por el contrario, el sacerdote que es bien consciente de la dignidad específica del ser sacerdote, el sacerdote que, sabiendo quién es el sacerdote, encuentra su máxima alegría en el cumplimiento de su misión, en el ejercicio de su ministerio, en la celebración de los sacramentos, en la celebración de la Misa y del sacramento de la confesión, en la lectura de las Escrituras y en la adoración eucarística, en las obras de la misericordia y en la fraternidad sacerdotal, en la comunión con su obispo, no está en absoluto interesado por esas cosas sino más bien por hacer otras.
----------Acerca de este último aspecto, seguiremos desarrollando algo más la reflexión...

2 comentarios:

  1. Sergio Villaflores7 de febrero de 2023, 10:27

    Hermosas palabras Padre. Sobre todo aquellas que nos recuerdan que a mayor talento, en la llamada, corresponde mayor responsabilidad y más severidad del juicio final por parte de Nuestro Señor. Pero quede muy sorprendido cuando veo a presbíteros y teólogos sedicentes católicos que quizás en vida también han recogido todos los honores a pesar de negar públicamente algunas verdades de fe como el pecado original, Adán y Eva, el Demonio, el Infierno, incluso la Resurrección, o bien no dando importancia a la confesión (porque Dios salvaría a todos). Es difícil no hacerse preguntas sobre su suerte eterna, aunque no dejo de esperar lo mejor para ellos, gracias quizás a su conversión en los últimos instantes de su vida. Espero que hayan mantenido un mínimo temor de Dios, en fin. Un día lo sabremos.

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    1. Estimado Sergio,
      sus buenas palabras me han dado mucho placer y estoy feliz de haberle sido de utilidad.
      Lo que usted lamenta acerca de ciertos sacerdotes y teólogos de hoy encuentra en mi experiencia una plena correspondencia. Esta situación preocupante es un aliciente para nosotros a fin de proseguir por el buen camino emprendido en una fraterna colaboración y en una plena comunión eclesial, mirando los buenos ejemplos que no faltan y ayudando al Papa a vencer el desafío, que hoy es planteado por el modernismo.

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