miércoles, 8 de febrero de 2023

El sacerdote: su vida y su misión (2/4)

El sacerdote tiene, como todo cristiano, el fundamental deber del amor a Dios y al prójimo, y debe cumplir ese deber de amor de modo excelente y ejemplar. El sacerdote tiene su modo específico y exclusivamente suyo de llevar a cumplimiento los dos mandamientos fundamentales de la ley: el amor a Dios en la celebración de la Santa Misa y el amor al prójimo en la práctica del sacramento de la penitencia. [En la imagen: Misa de Inicio de Curso del Año 2022 en el Seminario Nuestra Señora del Rosario, Arquidiócesis de Mendoza, Argentina].

El sexo en la crisis actual del ministerio sacerdotal
   
----------Resolver el problema sexual no es cosa fácil, hoy más que nunca. Sobre el problema del sexo hoy se juega la credibilidad de la Iglesia, la paz de los corazones, la salvación de la familia, el porvenir de los jóvenes, la salud mental, la unión de carne y espíritu, la paz entre hombre y mujer, el bien de la sociedad.
----------Hoy sobre este punto tenemos los máximos riesgos junto con las máximas chances. O la santidad o la bestialidad. O el sexo ídolo o el sexo vía de salvación. En efecto, nunca como hoy se había perdido tanto de vista la santísima voluntad de Dios sobre el sexo, hasta llegar, con el padre James Martin, a definir la homosexualidad como una simple "diferente orientación sexual". Los mismos antiguos Romanos y Griegos, aunque toleraban la pedofilia y la sodomía, nunca jamás pensaron en justificarlas doctrinalmente, sino que se limitaban a considerarlas debilidades de la naturaleza.
----------La severidad del apóstol san Pablo sobre este tema, es hoy quizás excesiva, porque en aquella época no se tenía noción de hasta qué punto la homosexualidad puede ser una tendencia innata; sin embargo, la condena de la sodomía en sí misma es siempre objetivamente correcta.
----------Los criterios fundamentales para distinguir la lujuria de la castidad en cualquier estado de vida son dos: el placer sexual y el concepto del amor. Mientras que la lujuria es la búsqueda del placer por sí mismo, cualquiera que sea su fuente o su pretexto, la castidad se preocupa por la finalidad natural escatológica del instinto sexual, para lo cual está la moderada y razonable sujeción del placer sexual al placer espiritual, cualquiera que sea el estado de vida del sujeto.
----------Mientras que la concepción libidinosa o lujuriosa del amor es unirse al otro porque produce placer, por el contrario, el amor casto es amar espiritualmente al otro, subordinando el "placer" sexual, que procura, al amor espiritual y como expresión sensible del amor espiritual. Ha sido el papa san Juan Pablo II, en sus catequesis durante una serie de audiencias generales desde 1979 a 1981, quien ha propuesto un nuevo ideal de castidad fundado sobre la protología y la escatología.
----------En esta nueva y más humana visión del celibato viene superada la precedente concepción individualista del celibato considerado como simple problema de personal control de la propia afectividad, mientras que hoy el celibato viene entendido en un sentido relacional como comunión hombre-mujer, naturalmente en la observancia de las tradicionales cautelas, necesarias en consideración del presente estado de naturaleza caída.
----------La castidad ya no es entendida como simple acción del individuo sobre sí mismo sino acción de pareja, autorregulación realizada por la pareja sobre la pareja, como relación de pareja. La castidad no es ya tanto un mirar al otro (al otro como peligro), sino más bien la realización a la luz de Dios de un amor recíproco, naturalmente con la debida disciplina, sobre todo si se trata de una pareja de consagrados.
----------El sacerdote, al regular, purificar e intensificar su relación con la mujer, debe cultivar una tierna y confiada devoción a la Santísima Virgen María, a quien el Concilio Vaticano II ha destacado particularmente como modelo para la mujer y para la Iglesia. Mientras que la mujer debe sentirse investida de este rol de representar a María más que nunca en sus relaciones con el sacerdote.
----------Ya no es admisible la actitud de superioridad y de desconfianza del sacerdote preconciliar, que excluye a la mujer como ajena al servicio del altar, delegada a la práctica de asuntos de menor importancia, a los oficios domésticos y al cuidado de los menores, asignada a los encargos más modestos, que no conllevan ninguna responsabilidad en la guía espiritual y cultural de la comunidad.
   
El sacerdote y el amor a Dios y al prójimo
   
----------También el sacerdote tiene, como todo cristiano, el fundamental deber del amor a Dios y al prójimo y, en efecto, debe cumplir ese deber de amor de modo excelente y ejemplar. La relación hombre-mujer es el paradigma-base, punto de referencia fundamental, modelo de la caridad cristiana. Es la más radical y natural de todas las relaciones sociales, comunitarias y con el prójimo, porque la familia es la célula de la sociedad, es la imagen de la Iglesia, mientras que el Cantar de los Cantares nos presenta el amor hombre-mujer como imagen del amor de Dios y de la unión mística con Dios.
----------Ahora bien, el sacerdote tiene su modo específico y exclusivamente suyo de llevar a cumplimiento los dos mandamientos fundamentales de la ley: el amor a Dios en la celebración de la Santa Misa y el amor al prójimo en la práctica del sacramento de la penitencia, que trae consigo la guía espiritual de las almas, la dirección de la comunidad y el ejercicio de las obras de misericordia, tanto misericordia material como espiritual, según las aptitudes o los deberes y cargos del sacerdote.
----------Dios cada tanto ama enriquecer el sacerdocio de algún santo ministro suyo con el carisma de fundador o de ideador de grandes obras de caridad. Y es así que frutos estupendos, capaces de perdurar a lo largo de los siglos, son los institutos y las obras de caridad ideados por esos insignes sacerdotes en los más variados campos de la vida humana social y eclesial, desde la instrucción de los niños pobres, a los institutos sanitarios, a los culturales, a los asistenciales, saliendo al encuentro de las necesidades sociales más urgentes, que no son cubiertas como sería debido por la asistencia pública.
----------Respecto a la celebración eucarística asistimos hoy a una dolorosa división en lo interno del clero. Algunos sacerdotes pasadistas tienen ciertamente las ideas correctas sobre el sacrificio de Cristo, sobre el sacerdocio y sobre la Misa como sacrificio, pero lamentablemente, apegados como están a la Misa según el vetus ordo, rechazan la Misa según el novus ordo, deviniendo con ello mismo en cismáticos.
----------Muchos otros sacerdotes, en cambio, que son de orientación modernista (en variado grado y gravedad), dan la apariencia de aceptar el novus ordo, pero niegan el sacrificio de Cristo y de la Misa, así como niegan la esencia del sacerdocio en cuanto ofrenda de sacrificio, por lo cual su Misa, celebrada por lo demás con graves abusos litúrgicos e infracciones de las normas eclesiásticas, de hecho es inválida.
----------Por otra parte, si esos sacerdotes imbuidos de orientación modernista, comparten además la concepción rahneriana equivocada del sacerdocio, probablemente ni siquiera hayan sido ordenados válidamente. Por tanto, es urgentemente necesario que los obispos, debidamente informados, hagan dos cosas: la primera, corregir las ideas equivocadas sobre el sacrificio de Cristo, sobre la Misa y sobre la esencia del sacerdocio. Y, la segunda, promover, como es necesario, para todos los católicos de rito romano, la Misa del novus ordo, dejando para la Misa vetus ordo el espacio concedido por el motu proprio Traditionis custodes.
----------Por lo demás, la tendencia postconciliar a la secularización hacia un buenismo misericordista, olvidado del temor de Dios, olvidado de la austeridad y del sentido de la culpa, ha producido efectos negativísimos también en la práctica sacerdotal del sacramento de la penitencia.
----------Sucede que ciertos sacerdotes, cuando no descuidan la práctica del confesionario, confiesan mal y no educan a los fieles en la confesión. Dejan que los fieles hablen en el confesionario de esto y de aquello o de lo más y de lo menos, ya sea lamentándose de sus propias desgracias o protestando por las molestias por las desgracias que les son causadas por los otros, sin preocuparse que el así llamado penitente cumpla con las debidas condiciones para una confesión no digo buena, sino al menos válida.
----------El gran moralista alemán del siglo pasado Benedikt Heinrich Merkelbach decía que el confesor debe ser padre, maestro, médico y juez. Antes del Concilio Vaticano II solía suceder que el confesor fuera poco padre, mucho juez, médico apresurado, maestro autoritario. Pero hoy solemos tener al dulce confesor modernista, todo comprensión y ternura, que acompaña y acoge, comparte e integra, sonríe y perdona, permite y aprueba.
   
¿Quién es el sacerdote?
   
----------Nuestro Señor Jesucristo ha instituido el sacramento del Orden en la última Cena, cuando encargó a los apóstoles encabezados por Pedro que hicieran lo que él había hecho al instituir el sacramento de la Eucaristía, creando así un vínculo indisoluble entre sacerdocio y Eucaristía, entre sacerdocio y Misa.
----------Cristo añadió luego el mandato de predicar el Evangelio a todos los pueblos, guiando a la humanidad hacia la plenitud de la verdad con la asistencia del Espíritu Santo y, garantizando su asistencia hasta el fin del mundo, les concedió ser "pescadores de hombres" y también les dió el poder de expulsar los demonios y de perdonar los pecados en el sacramento de la penitencia.
----------Cristo instituyó el sacerdocio en su plenitud, es decir, el episcopado. Pero ya desde el siglo II con san Ignacio de Antioquía vemos aparecer los tres grados del Orden: episcopado, presbiterado, diaconado, acerca de los cuales Ignacio nos asegura que fueron queridos por Cristo mismo. Por eso el Concilio de Trento definió dogmáticamente esta tripartición del sacramento del Orden. San Pablo en sus Cartas habla en efecto de presbyteroi (ancianos) y episkopoi (supervisores), pero habla indiferentemente de los unos y de los otros, como si se tratara de un único ministerio. Evidentemente allí no se preocupa de precisar la distinción en dos grados. Del diaconado se habla en los Hechos de los Apóstoles a propósito de Esteban.
----------El diaconado es el ínfimo grado del sacramento del Orden, pero el Concilio Vaticano II enseña que el diácono no debe ser llamado "sacerdote", sino ministro ordenado destinado al servicio de la comunidad eclesial, precisamente: diácono. También se debe distinguir el diaconado como preparación para el presbiterado del diaconado permanente, conferible a los laicos, incluso casados.
----------El diácono asiste al sacerdote en la celebración de la Misa, pero no dice Misa, cosa que cualifica al sacerdote, ya sea presbítero u obispo. Actualmente es objeto de indagación oficial la eventualidad del título de diaconisa conferido a la mujer, laica o religiosa, naturalmente no como grado del sacramento del Orden, sino como servicio instituido para el bien de la comunidad parroquial o diocesana.
----------El papa Francisco, en el año 2021, ha instituido para los laicos el ministerio del Lectorado y del Acolitado, ministerios abiertos a hombres y mujeres. Al respecto, véase la Carta del Santo Padre Francisco al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el acceso de las mujeres a los ministerios del lectorado y del acolitado, de fecha 10 de enero de 2021. Esto presenta un particular interés respecto a la mujer, porque le viene oficialmente permitida su presencia en el presbiterio, algo que hasta ahora sólo se concedía a los varones, en cuanto que en el presbiterio se encuentra el altar donde el sacerdote celebra la Misa.
----------Por lo tanto, con esta disposición, el Romano Pontífice ha modificado la disciplina eclesial, concediendo a la mujer la posibilidad de servir en el altar, preparando las ofrendas, disponiendo y retirando la mesa eucarística, haciendo el lavabo y distribuyendo la Sagrada Comunión a los fieles, exponiendo y reponiendo el Santísimo Sacramento para la adoración eucarística, y organizando paraliturgias.
----------La Carta a los Hebreos presenta el modelo del sacerdote cristiano como partícipe del Sacerdocio de nuestro Señor Jesucristo, sumo y único Sacerdote de la Nueva Alianza según el orden de Melquisedec, sacerdote que se ofrece de una vez por todas al Padre, en compensación por la ofensa causada por Adán como víctima de expiación a sí mismo en un sacrificio finalmente eficaz y no sólo simbólico, porque Él es el Hijo de Dios, obteniendo de este modo la remisión de los pecados.
----------De aquí la Misa (ya sea vetus ordo o novus ordo) como renovación y actualización incruenta del sacrificio de Cristo. De aquí la presencia real de Cristo en la eucaristía, tanto en el altar como en el tabernáculo, según el misterio de la transubstanciación. Estos cuatro misterios, por tanto: el sacrificio de Cristo, el sacerdocio, el sacrificio de la Misa y la transubstanciación, están tan estrechamente ligados entre sí, que negar uno quiere decir negarlos a todos: ¡figurémonos lo que hace la teología modernista al negarlos a todos!
----------Además, en su ministerio pastoral y, para más precisión, en su potestad de confesor, el sacerdote tiene para su uso exclusivo las llaves del reino de los cielos. Abre a las almas el acceso a la Vida y las protege de la muerte. He aquí el sentido de los demás sacramentos, como el bautismo y el matrimonio. Con el bautismo, el párroco abre a la nueva creatura el acceso a la vida y la equipa en la lucha contra la muerte, la agrega a la Iglesia, comunidad de la salvación y la libera de la esclavitud de Satanás.
----------La administración de la confirmación está reservada al obispo porque ella es el sacramento de la madurez y de la fortaleza cristiana y sólo el obispo lleva a cumplimiento la maduración de la vida cristiana. Con la confirmación, el cristiano se pone bajo la guía del Espíritu Santo. La confirmación, como dice santo Tomás de Aquino, hace al cristiano capaz de generar otros cristianos. Es el sacramento del testimonio y del apostolado, de la milicia y de la victoria, de la cruz y de la resurrección.
----------En el sacramento del matrimonio, el párroco bendice las nupcias en nombre de la comunidad parroquial de la Iglesia, acepta, reconoce y ratifica las recíprocas promesas de los esposos, ministros del sacramento.
----------En la celebración de las exequias el párroco, mientras confía al difunto a la misericordia de Dios, tiene ocasión de hablar a los que se han reunido (a menudo presentes más por motivos de afectos humanos que por motivos de fe) sobre su especialidad: el significado cristiano de la muerte y, por tanto, de hacer una útil catequesis para aquellos que ignoran el valor precioso del morir cristiano.
----------Si fuera el caso de que el sacerdote sea exorcista, entonces valoriza su sacerdocio de una forma excelsa, poniendo en acto contra el mal un poder virtualmente contenido en el sacerdocio en cuanto tal, pero que sólo algunos sacerdotes, que son elegidos por el obispo, pueden ejercitar, permitiendo a su sacerdocio desarrollar un eficaz poder curativo y liberador en beneficio de aquellas desgraciadas almas que se encuentran perturbadas, atormentadas, vejadas o poseídas por el demonio.
----------Una actividad esencial, aunque no caracterice al sacerdote, porque también puede ser desarrollada por los laicos y los religiosos, hombres y mujeres, es la formación de los laicos y de los religiosos. El sacerdote debe, por lo tanto, conocer bien la espiritualidad laical, la espiritualidad religiosa y la misma espiritualidad sacerdotal, sabiendo distinguirlas bien y relacionarlas entre sí: la espiritualidad sacerdotal está al servicio de las otras dos y representa la espiritualidad que brota de la Misa y del confesionario. Respecto a la espiritualidad laical, altamente meritoria y recomensable para el estudio del sacerdote, es la obra teológica desarrollada por el padre Yves Congar, especialmente con su famoso libro Jalons pour une théologie du laïcat.
----------La espiritualidad laical consiste en la valorización de la vida terrena a la luz del Evangelio. Promueve la santificación de las realidades terrenas: la familia, la educación, la política, la economía, el trabajo, el arte, la cultura, las diversiones. La espiritualidad religiosa subraya el aspecto ascético y místico de la vida cristiana. Preanuncia la vida futura de la resurrección y practica la radicalidad cristiana de la cruz. Hubo un tiempo en que la vida religiosa era llamada un "estado de perfección".
----------Con el advenimiento de la espiritualidad laical promovida por el Concilio Vaticano II, que llama a todos a la santidad y a la perfección, aquella expresión ha sido abandonada y sustituida por "práctica de los consejos evangélicos", dado que la expresión preconciliar hacía más bien pensar en el estado laical como un estado de imperfección, lo que evidentemente era, para el laico, bastante humillante.
----------El Concilio de Arles, en el 314, instituyó la función del párroco: un presbítero, que debe cuidar de una porción de la población creyente de una ciudad, cuya población creyente constituye una Iglesia local, lo que tradicionalmente viene llamado una "diócesis", gobernada por un obispo.
----------Una necesidad o exigencia sentida hoy como un deber por muchos sacerdotes, es esa, como se dice, de "estar entre la gente". Francamente, la cosa en sí es ciertamente buena y debida, pero no hay necesidad de hacerse una idea fija de ella, y sobre todo es necesario entender bien qué sentido debe tener para el sacerdote esta expresión en sí misma ciertamente bella.
----------No cabe duda que es laudable el sacerdote cuya caridad lo impulsa a detenerse entre las barracas, entre los villeros, entre los inmigrantes, en una asamblea de condominio, entre los obreros de una fábrica, en medio de las familias, entre los enfermos, entre los ancianos, en medio de los niños.
----------Sin embargo, lo esencial para el sacerdote es llegar a las almas, como decía san Juan Bosco, ¡aunque estuviera con los niños! "da mihi animas, caetera tolle". El monje que medita en su celda, el teólogo empeñado en difíciles y largos estudios o que escribe un tratado de teología, el docente que prepara la lección o el sacerdote que prepara la homilía o que recita el oficio divino, el sacerdote que hace apostolado con la computadora, el sacerdote anciano y enfermo solo en su habitación, el sacerdote que permanece durante horas en el confesionario sin nadie presente, puede estar entre la gente no espacialmente sino espiritualmente de un modo mucho más eficaz y fecundo que el sacerdote al que le gusta estar entre la gente simplemente porque tiene antipatía por la soledad, o es gran amigote y es un simpático extrovertido, al cual le agrada hablar de sí mismo, conocer los hechos de los demás, cotorrear de cualquier cosa y contar chistes.

4 comentarios:

  1. Estimado padre,
    usted ha escrito: "La Carta a los Hebreos presenta el modelo del sacerdote cristiano como partícipe del Sacerdocio de nuestro Señor Jesucristo, sumo y único Sacerdote de la Nueva Alianza según el orden de Melquisedec, [...]".

    Sobre el tema del sacerdocio cristiano desde la perspectiva paulina, es interesante lo que escribió el teólogo J. Ratzinger en "L'Osservatore Romano" del 28 de mayo de 1970:
    "¿Existe legítimamente el sacerdocio sacramental? ¿O se funda sólo en un malentendido, en una recaída en las estructuras precristianas? ¿No debería la Iglesia, propiamente hablando, estar constituida carismáticamente?
    [...] La Carta a los Hebreos habla con insistencia de la singularidad del sacerdocio de Jesucristo, que parece excluir definitivamente cualquier sacerdocio particular en la Iglesia de la Nueva Alianza; finalmente, en ninguna parte del Nuevo Testamento los sujetos del oficio en la Iglesia son designados con el nombre sacerdos.
    [...] Partamos de la figura del Sumo sacerdote que se presenta como principal argumento para la superación del carácter de oficio y por tanto de puro carisma en Cristo. En tales afirmaciones se pasa por alto el elemento decisivo mismo, es decir, la figura misma del apóstol. Por supuesto, Pablo no se coloca en la línea de los sacerdotes del antiguo templo (lo que habría sido una contradicción, ya que este templo y sus sacerdotes aún existían y era claro que Pablo, como los demás apóstoles, no pertenecía a este orden).
    Pero él no se considera ni siquiera sólo un rabino cristiano, como sólo un catequista de una sinagoga sin culto. En efecto, él se considera como apóstol derivante de Jesús el Señor, que lo ha enviado a preparar el mundo pagano como una ofrenda viviente a Dios (cf. Rom 15,16). Así que también aquí se puede decir: lo viejo ha pasado, pero se ha hecho nuevo (2 Cor 5,17).
    Pablo no es sacerdote en el sentido del templo, sino que es apóstol del Señor resucitado. Él, en las discusiones con sus adversarios en la segunda carta a los Corintios, explicó abundantemente las consecuencias que esto tendría para él. En esa carta él opone el apostolado al oficio de Moisés y lo define a través de la comparación con la tarea de Moisés. El oficio del apóstol aparece aquí como la sublimación y superación -por obra del Espíritu- de lo viejo de lo cual Moisés había sido el mediador (2 Cor 3,7-9).
    El apostolado, entonces, derivante a través de la línea de Cristo, se explica partiendo desde Moisés; el servicio apostólico se explica como la antítesis pneumática al servicio mosaico, hecho posible por el Resucitado.
    En ese lugar neotestamentario, por primera vez se desarrolla, en el ámbito de la liturgia primitiva, la idea de que la comunidad de Jesús es un orden nuevo, al lado de aquel orden de Moisés y que, en consecuencia, posee también una nueva diaconía que, por una parte, corresponde a la de Moisés y por otra parte también es profundamente diferente de ella.
    Pablo retoma estas ideas una vez más en el capítulo V de la carta: al definir el oficio apostólico como un 'servicio de reconciliación' (5,18), nos acerca de modo sorprendente al servicio del Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento, cuyo tarea más noble la constituía la liturgia de la fiesta de la reconciliación [...]".

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    1. Estimado Berengario,
      Cristo hace partícipes de su sacerdocio a los apóstoles en la última Cena en el momento en el cual, habiendo consagrado el pan y el vino, les encarga hacer aquello que ha hecho Él. En ese momento Él instituye el sacramento del sacerdocio ordenándolos sacerdotes. San Pablo, por tanto, hablando del apostolado, se refiere evidentemente al sacerdocio, aunque no usa el término "sacerdote". Sus discípulos Tito y Timoteo son evidentemente sus sucesores, a quienes él llama "obispos" o "presbíteros". Son por tanto sacerdotes, aunque probablemente jefes de varias comunidades. El obispo monárquico, es decir, jefe de una sola comunidad o diócesis, aparece solo en el siglo II con san Ignacio de Antioquía, junto con los presbíteros o sacerdotes, y los diáconos, los tres grados del sacramento del Orden.
      Pablo no presenta al apóstol, es decir, al obispo en referencia a Moisés, porque Moisés no fue sacerdote sino legislador, jefe y profeta. Pablo presenta al apóstol, es decir, al obispo, en relación con Cristo, instituidor del sacerdocio en la última Cena. Pablo no presenta el apostolado, es decir, el episcopado, partiendo desde Moisés; y tampoco como la antítesis pneumática al servicio mosaico. El apostolado para Pablo no es en absoluto un carisma, no es un don del Espíritu, sino un ministerio instituido por Cristo. Es un sacramento.

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  2. En la continuación del artículo, Ratzinger se centra en la relación entre apóstol y presbítero:
    "Pero ahora surge la pregunta: ¿dice todo esto algo sobre el servicio de aquellos que en el Nuevo Testamento son llamados entre otros 'presbíteros', o se restringe solo al pequeño grupo de aquellos que fueron llamados directamente como apóstoles por el Señor?
    [...] Un texto fundamental es el discurso de despedida de san Pablo a los presbíteros de Éfeso (Hch 20,18-35). Este discurso en su conjunto esboza el pensamiento de la sucesión apostólica; la idea principal está incluso en la afirmación: el oficio y la tarea de Pablo vienen después de su partida, transferidos a manos de los presbíteros. En esto hay dos rasgos particularmente importantes: el oficio de los presbíteros se entiende como patrimonio (don) del Espíritu Santo; no ha sido Pablo quien instituyó a los presbíteros, sino el Pneuma (20,28).
    [...] El sacerdocio de Cristo se ha cumplido -según la profunda visión de la carta a los Hebreos- en la cruz; en la crucifixión ha sido manifestado el pasaje entre Dios y el hombre. La cruz es y sigue siendo el fundamento y el centro continuo del sacerdocio cristiano, que sólo puede encontrar su cumplimiento en la disponibilidad del propio yo por el Señor y por los hombres. En esto radica el peso de la consigna dejada por Cristo a su Iglesia.
    Por eso es válido lo que Pablo subrayaba con tanta insistencia. El sacerdocio del Nuevo Testamento no es un servicio para la muerte, sino el servicio del Espíritu, de la justicia en la gloria (2 Cor 3,7-9). De hecho, precisamente el doble despojamiento de sí, que acabamos de mencionar, realizado por el apóstol de Jesucristo, lo hace libre y le hace experimentar la presencia de la Resurrección".

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    1. Estimado Berengario,
      en el pasaje de Hch 20,28 Pablo, dirigiéndose a los obispos (episkopoi) y a los ancianos (presbyteroi) de la Iglesia de Éfeso, les dice, sí, que el Espíritu Santo los ha puesto para pastorear a sus comunidades como obispos, pero esto no quiere decir que Pablo los considere carismáticos. Al contrario, se trata de sucesores de los apóstoles y por tanto obispos. No se trata todavía del obispo monárquico, a quien se le confiará una ciudad entera, sino que se trata de los obispos (episkopoi), cada uno de los cuales gobernaba su propia comunidad en Éfeso. Y no está dicho en absoluto que no los hubiera mandado él, de hecho es probable lo contrario, como había hecho con Tito y Timoteo.

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