viernes, 3 de febrero de 2023

San Agustín de Hipona y Martín Lutero (1/2)

En estos tiempos nuestros de intenso empeño ecuménico, pero también de un entrecruzarse, tanto en las conciencias como en los ambientes eclesiales y culturales católicos, de temáticas contradictorias, de dudas y de polémicas acerca de la verdadera esencia del cristianismo y acerca de su valor en el mundo de hoy, resulta útil comparar, en sus similitudes y divergencias, las personalidades de san Agustín de Hipona y de Martín Lutero, que han sido y siguen siendo tan influyentes en la vida cristiana. [En la imagen: fragmento de Retrato de Martín Lutero, pintado por Lucas Cranach el Viejo en 1529, actualmente en la Iglesia Santa Ana, Augsburg].

----------Creo hacer un útil servicio al lector proponiendo una breve comparación entre estas dos gigantescas personalidades religiosas del cristianismo, las cuales durante siglos han influenciado a una enorme cantidad de discípulos de Cristo y no sólo a ellos, dando un cierto perfil característico a la historia de la Iglesia.
----------Es interesante relevar las afinidades y los contrastes entre ellos, en un período como el nuestro, que es de intenso empeño ecuménico, pero también un tiempo en el que se entrecruzan, en las conciencias y en los ambientes eclesiales y culturales católicos, temáticas contradictorias, dudas y polémicas acerca de la verdadera esencia del cristianismo y sobre su valor en el mundo de hoy.
----------Notemos, en primer lugar, que Martín Lutero [1483-1546] fue un monje agustino, educado y formado en la gran familia agustiniana, aunque luego la abandonó. Pero una cierta impronta del espíritu de Agustín, por más que se haya deformado, ha permanecido siempre en el alma de Lutero.
----------Estoy convencido de que si él hubiera disciplinado la agitación de su alma y domado sus impulsos irracionales y sensuales con una sabia y equilibrada moderación monástica y un fuerte impulso de caridad, como lo hizo Agustín, hubiera podido convertirse en otro san Agustín, en otro gran maestro y luminaria de la Iglesia, en otro guía poderoso y persuasivo, a la par del santo obispo de Hipona.
----------Lutero tenía, como se suele decir, la "tela", tenía las cualidades, si no precisamente de inteligencia, al menos de corazón, de palabra, de sentimiento, de sensibilidad, de pastoralidad, de energía y de robustez de carácter, que le hacían parecerse al gran Hiponense. En particular, ambos se asemejaban por el temperamento sensible, agudo, imaginativo, impetuoso, tenaz, cálido, emotivo, pasional, intuitivo, extrovertido y activo, similares en esto a san Pablo, el gran maestro de Lutero.
----------Sin embargo, san Agustín Hipona [354-430] supera a Lutero en su amor por la sabiduría y por la especulación filosófica, un amor estrechamente vinculado con una lúcida y límpida relación intelectual y por tanto afectiva con Dios, es decir, con el amor por la contemplación, que no es otra cosa que pregustación de la visión beatífica, fuente de gran luz, consolación y alegría para el alma. Ambos se dedican, aunque de modos tan contrastantes, en cuerpo y alma, al bien de las almas y de la Iglesia.
----------El obispo Agustín de Hipona, a diferencia de Lutero, fue un gran amante de Platón, a quien Lutero en cambio juzgaba extraño a la Biblia (pero en esto el "reformador" no estaba del todo equivocado). La herencia maniquea que de algún modo Agustín encontraba en la Biblia lo llevaba a ver sin ningún problema la oposición del bien con el mal, del pecado y de la gracia, y por tanto la oposición entre los bienaventurados y los condenados, lo que en cambio aterrorizaba a Lutero, quien desde joven temía estar condenado. El misterio de la predestinación, tan sentido en Agustín, se vuelve aterrador en Lutero.
----------La fuerte conciencia de la primacía y del poder de la divina gracia en la conducta del hombre les oponía a ambos contra Pelagio, sin embargo con una diferencia: porque mientras Agustín nutre un cierto respeto por las fuerzas humanas, aunque pecaminosas, en Lutero en cambio, el pecado del hombre es de tal modo penetrante que, como es bien sabido, la naturaleza humana aparece totalmente corrupta.
----------Mientras que para Agustín la justicia castigadora divina es cosa lógica y comprensible, ni se siente por ella amenazado, ella le aterra a Lutero, le produce horror, porque él no sabe verla como expresión de la bondad divina, ni sabe cómo conectarla a la misericordia. Ni sabe comprender que si él ha de ser condenado, esto no será más que efecto de un acto de su libre albedrío, del cual es el dueño y señor, no será más que culpa suya. Mientras Lutero se siente amenazado con el infierno por un inescrutable juicio divino, Agustín, más consciente del dominio que tenemos sobre nuestros actos, se muestra sereno.
----------Por este motivo Lutero rechaza la justicia divina y quiere ver en Dios solamente la misericordia. Pero haciéndolo de tal modo, también la misericordia viene comprometida y aparece, como sucede también en los buenistas y misericordistas de nuestros días, cual si fuera el aval divino para todo lo que se les pasa por la cabeza, pues en cualquier caso Dios es tan bueno que lo perdona todo.
----------Según Lutero, el Dios de la razón ("theologia gloriae"), es un Dios caprichoso que juega con el equívoco (en esto se ve que falta en el pensamiento luterano ockhamista la idea de la analogía), es un Dios aterrador en su terrible majestad, y por tanto injusto y desleal. Menos mal, piensa Lutero, que existe la "fe" ("theologia crucis"), que nos hace convencidos de que, sea como sea que vayan las cosas, Dios es en realidad "misericordioso" y siempre nos perdona, incluso si no nos arrepentimos.
----------La fe/confianza en Dios, en el pensamiento de Lutero, o sea, su así llamada "fe fiducial", lograda tras aquel "descubrimiento" de la misericordia divina, no es sincera, sino que es un acto de fuerza hacia Dios. Lutero, que antes se sentía violentado por la voluntad divina, responde a la fuerza precisamente con la fuerza, auto-convenciéndose de que él, de todos modos, está en gracia, aún permaneciendo en el pecado. Él "confía" en Dios, pero no bajo las condiciones que Dios le pone (hacer penitencia por los pecados), sino bajo las condiciones que Lutero quiere imponer a Dios (ser perdonado sin penitencia).
----------Agustín, en cambio, si bien es perfectamente consciente del hecho de que el pecado ha debilitado el libre albedrío, sin embargo no lo ha destruido, por lo tanto Agustín advierte con claridad que el libre arbitrio ha permanecido esencialmente intacto; de ahí la confianza en el poder evitar el pecado y alcanzar la justicia, aunque siempre con la ayuda de la gracia. Para Agustín, el hombre en gracia puede merecer el paraíso del cielo con las obras; para Lutero el mérito no existe, sino sólo la gracia (sola gratia).
----------El santo obispo de Hipona, por otra parte, así como de san Pablo, toma también de san Juan, quien en cambio casi no tiene ningún rol en Lutero. Se advierte que Lutero está todo desequilibrado sobre el apóstol san Pablo, sin embargo tomado sólo en parte y malinterpretado, sin tener en cuenta que en cambio los dos grandes apóstoles, Pablo y Juan, se iluminan entre sí y para comprenderlos deben ser estudiados juntos. Mientras que aislados el uno del otro, pueden dar lugar a fuertes malentendidos.
----------Ciertamente, el gran tema de la verdad es tan fuerte en Agustín como en Lutero. ¿Qué es, de hecho, la "fe" que tanto apasionaba a Lutero, sino la verdad? ¿Y qué veía Lutero en la "Palabra de Dios" sino la verdad? ¿Y qué lo llevaba contra el Papa, el Magisterio y las tradiciones católicas sino la convicción de haber rencontrado la verdad del Evangelio? ¿Y cómo podría atraer discípulos sino convenciéndolos de haber rencontrado la verdad contra las mentiras de Roma? ¿Y por qué todavía hoy uno se hace protestante si no es por la convicción de conocer, contra Roma, la verdad del Evangelio y de la verdadera Iglesia?
----------Ciertamente que nosotros, los católicos, podríamos tener algunas dudas sobre la presente temática; y preguntarnos: ¿pero acaso no hemos sido nosotros mismos en nuestros pastores, con el Concilio Vaticano II, en emanar un decreto sobre la libertad religiosa que enseña el deber de seguir la propia conciencia aunque sea involuntariamente errónea? ¿La Iglesia no ha enseñado siempre desde los tiempos de san Agustín, por no hablar del mismo Evangelio, que si uno es hereje sin saberlo, entonces es inocente?
----------Sin embargo Lutero, a diferencia de Agustín, el heraldo del amor Dei usque ad contemptum sui, por lo tanto del olvido de sí en Dios, veía el cristianismo y la fe en función de su salvación personal. Para él, como se sabe, toda la teología se resolvía en la doctrina de la justificación (articulus stantis et cadentis Ecclesiae) y no de la justificación en general, sino precisamente en la justificación de Martín Lutero.
----------Muchos, por tanto, han notado cómo este emerger prepotente del yo de Lutero en el plano de la salvación no se concilia con las palabras del Señor "el que busca su vida, la pierde; el que la pierde por mi causa, la encuentra", por lo cual, queriendo parafrasear el mencionado lema de san Agustín, parece que la espiritualidad luterana podría expresarse así: amor Dei propter amorem sui.
----------No hay ninguna duda de que Lutero cultivaba un amor ardiente por el Crucificado (es suficiente con pensar en su theologia crucis), sin embargo, Lutero veía en Cristo, según su propia declaración, no tanto la "una persona en dos naturalezas" enseñada por el Concilio de Calcedonia, un Concilio que él por otra parte aceptaba, sino ante todo el "Dios-para-mí", el Dios que me salva.
----------La conciencia subjetiva, el "lo-que-me-parece-a-mí", en Lutero, convencido como estaba de tener a Dios en lo más íntimo de sí mismo, prevalece sobre la realidad objetiva histórico-social: la Iglesia visible, la jerarquía, el Papa, la tradición, los sacramentos, los usos y las estructuras jurídicas e institucionales de la Iglesia; de este concepto subjetivista de la verdad queda fuera, como es sabido, la Biblia, y esto sorprende por su incoherencia, pero al mismo tiempo complace al católico por la posibilidad de que siga siendo una base común para el diálogo, aunque sea en el contraste de ciertas interpretaciones.
----------Es aquí donde el Concilio Vaticano II ha encontrado el fundamento del ecumenismo, retomando por lo demás un pensamiento de santo Tomás de Aquino, el cual observa cómo es útil y necesario en la discusión con los herejes referirse ante todo a la misma Sagrada Escritura que ellos comparten con nosotros.
----------En cambio, lo que se ha insinuado hoy en ciertos ambientes desviados por un falso ecumenismo, es la idea de que ser católicos o ser protestantes no haga gran diferencia, lo importante sería ser "cristianos", un poco como un católico no ve ningún contraste de fondo entre dominicos y franciscanos, sino que considera a estas familias espirituales como dos modos diversos, entrambos legítimos, de ser católicos.
----------De tal manera, muchos hoy creen que el invitar a los protestantes a hacerse católicos tendría tan poco sentido como en el caso que se llegara a exhortar a un dominico a hacerse franciscano como si éste estuviera en la verdad, mientras que el otro estuviera en el error. Así, se invoca el respeto a las opciones de los demás y el derecho a la libertad religiosa, pero aquí de manera inapropiada, porque la libertad religiosa no supone ningún indiferentismo religioso ni suprime la oposición entre error y verdad, sino que simplemente, como he dicho, se refiere al respeto por la buena fe de quien se equivoca sin saberlo.
----------En realidad, ya el beato papa Pío IX había condenado una similar concepción de la relación entre catolicismo y protestantismo. El mismo decreto conciliar sobre el ecumenismo dice expresamente que la actividad ecuménica se propone como fin la invitación a los hermanos separados a "entrar en la Iglesia católica", que sigue siendo siempre, como ya enseña el Concilio de Florencia en el siglo XV, la única vía de la salvación. En la afirmación conciliar Extra Ecclesiam nulla salus, "Iglesia" se entiende la Iglesia católica.

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