sábado, 11 de febrero de 2023

¿Acaso la Iglesia puede nacer del caos?

¿Es posible prever para la Iglesia acontecimientos en el corto plazo? ¿Hacia dónde está yendo ahora la Iglesia? ¿Cuáles son las prospectivas inmediatas de su peregrinar por el tiempo? ¿Cuál es su futuro próximo? ¿Qué le está viniendo al encuentro? ¿Qué cosa está naciendo? Son todas preguntas que nos podemos y nos debemos hacer, si es que sinceramente queremos vivir bien nuestra vida de fe, si queremos cumplir la voluntad de Dios, si queremos avanzar en el camino del reino de Dios, si queremos conducir a término la obra reformadora del Concilio Vaticano II. [En la imagen: Antonio Spadaro, SJ, director de La Civiltà Cattolica].

¿Quién edifica la Iglesia? ¿Somos nosotros o es Cristo?
   
----------El padre Antonio Spadaro en un artículo en La Civiltà Cattolica del 16 de diciembre de 2022 titulado Crisis y futuro de la Iglesia afirma que: "el ritmo de la Iglesia no es el de la sinfonía, sino el que evocábamos al principio como ritmo del razonamiento que estamos desarrollando: el de la jam session de un concierto de jazz. Este género reúne tradiciones musicales dispares y se caracteriza por la improvisación y la polirritmia. Sus expresiones más características son las performances de músicos que tocan sin nada preestablecido, improvisando en redes de acordes y temas conocidos. Son situaciones 'geniales', en las que el reto consiste precisamente en dar una forma imprevista a partir de un caos de sonidos".
----------De estas palabras se comprende que Spadaro no tiene una idea correcta de lo que es la Iglesia, la cual no surge del confluir casual de iniciativas contrastantes deseosas de exteriorizarse para formar un agregado conflictual e inarmónico sobre la marcha, vaya como vaya, dado que cada uno sea libre de expresarse sin preocuparse de armonizar con los otros, en la común confianza de que de este confluir casual, azaroso y desordenado surge por impulso una forma genial, no preordenada, no originariamente concebida, ideada y querida, sino espontánea y preterintencional, que sería la Iglesia.
----------Por el contrario, la Iglesia es una sociedad de personas fraternalmente unidas en la caridad de nuestro Señor Jesucristo, aunque en la diversidad de los oficios, de las cualidades y de los méritos, ideada, querida, fundada, organizada y guiada por Cristo, por el trámite de su vicario el Romano Pontífice, supremo garante de la unidad de la Iglesia, según un plan sapientísimo, con medios idóneos para la ejecución de este plan, comunidad de los discípulos de Cristo, hijos de Dios, edificada y resultante del confluir armonioso y sinérgico de una pluralidad de oficios, dones y carismas del Espíritu Santo, jerárquicamente ordenados a fin de hacerla santa, y fuerte en el combate contra las fuerzas de Satanás, con miras a convertir el mundo a Cristo, salvándolo de los pecados por medio de la sangre de Cristo, comenzando ya desde aquí abajo a instaurar ese reino de Dios, que tendrá su plenitud final sólo en la futura Jerusalén celestial.
----------Que existe una crisis hoy en la Iglesia no hay duda, y es también muy grave, porque parecería que esté en acto aquella apostasía final de la cual habla san Pablo en la Segunda Carta a los Tesalonicenses. Ahora bien, Spadaro enumera ciertamente un cierto número de males existentes hoy en la Iglesia: rigidez, pelagianismo, pasadismo, secularismo, clericalismo, especulación y negociados, tranquilo vivir, idealismo. Se nota el punto de vista de una persona desequilibrada hacia la tendencia modernista, y por lo tanto de quien ve el origen de todos los males de la Iglesia en los tradicionalistas y en los conservadores, mientras de las herejías y de la corrupción moral causadas por los modernistas ni una sola palabra. Ninguna atención a los lados buenos de los conservadores y las correctas críticas que ellos hacen a los modernistas.
----------Ahora bien, Spadaro, queriendo significar la experiencia de lo eterno, de la beatitud y de la gracia que caracteriza la pertenencia a la Iglesia, cita las palabras de un escritor sueco, un tal Stig Dagerman, quien sostiene que la experiencia de la beatitud y la visión de lo eterno supondrían la experiencia de una "ceguera" y de una "quemadura", buscadas expresamente de manera similar a cómo el niño que se ha quemado con el fuego, según él, "se siente atraído por el fuego como una polilla por la luz. Sabe que si se acerca volverá a quemarse. Y, sin embargo, se acerca". Y Dagerman quiere confirmar ésta, su tesis aberrante, afirmando que "debemos bendecir a los volcanes, agradecerles su luz y su fuego. Debemos darles las gracias por habernos cegado, porque sólo los que han sido cegados pueden ver de verdad".
----------Y Spadaro, ya completamente desorientado por este fenómeno patológico, comenta: "en la experiencia de la quemadura hay también una fuerza purificadora de la verdad. La visión es ceguera, quemadura, no generación"; y "la experiencia de Dagerman es el grito de una desesperación que ha probado la experiencia de la gracia y de la maravilla, pero sin creer que ella sea posible como historia, como futuro abierto".
----------Parece que Spadaro no se diera cuenta (¿o sí?) de que en el fondo del pensamiento de Dagerman está el paradigma hegeliano de lo positivo que proviene de lo negativo, la luz que proviene de las tinieblas, lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, la felicidad de la desesperación, la calidez del amor de la quemadura del odio, la gracia de la desgracia, la salvación del pecado, como por lo demás también pensaba Lutero. La lógica hegeliana no es más que la lógica de Lutero puesta en forma filosófica.
----------En cambio, debemos decir que es cierto el precio que Dios quiere que paguemos para salvarnos sea la aceptación de las tinieblas para llegar a la luz, que debemos soportar la inquietud para llegar a la paz, que debemos soportar el fuego purificador para experimentar el fuego del amor, que la experiencia del pecado pueda ser la condición para poder liberarse de él; pero que la luz venga de quien nos ciega, que la verdad venga de la mentira, que el calor del amor venga de quien nos quema, que la paz nos venga de quien nos perturba, que obtengamos la salvación pecando, estos son principios perversos y malvados, que no vienen de una mente divina, sino de una mente maldita y diabólica, y conducen a la perdición.
----------Una Iglesia que no fuera lumen gentium, luz para todas las naciones, fuente de verdad, de amor, de unidad, de gracia, de concordia y de beatitud, sino que nos oscureciera la vista, nos arrojara humo a los ojos, nos confundiera, nos pusiera en contradicción con nosotros mismos y con los demás, nos dividiera y contrapusiera entre hermanos con la excusa de la diversidad y del pluralismo, que nos creara perturbación en lugar de darnos paz, que condescendiera a nuestro deseo de astucia, que nos dejara en la duda y hasta lo juzgara necesario como hizo Descartes, una Iglesia que nos arrojara en la confusión y en el desconcierto, en vez de distinguir lo verdadero de lo falso, y el bien del mal, en vez de robustecernos y hacernos firmes y seguros en la justicia haciéndonos creer que la mentira y la hipocresía son el camino hacia la verdad y la felicidad, no es la verdadera Iglesia de Cristo, sino que es la sinagoga de Satanás.
----------Siendo benévolos con el director de La Civiltà Cattolica, lo menos que debemos decir es que Antonio Spadaro es víctima del más grosero buenismo misericordista, hoy imperante en la mente de muchos católicos, buenismo que ignora completamente la temática apocalíptica de la lucha de la Mujer contra el Dragón, de los hijos de Dios contra los hijos del diablo (1 Jn 3,10) y concibe a la Iglesia no como una y santa, sino como reunión caótica de una multiplicidad cacofónica de sonidos entre sí contrastantes y discordantes, como los sonidos de los músicos de la orquesta antes de que comience el concierto y llegue el director.
----------Con el pretexto de que la Iglesia está hecha para todos y que la Iglesia acoge a todos, Spadaro olvida que para pertenecer a la Iglesia se necesitan precisas condiciones de buena voluntad, honestidad y lealtad, sin excluir en absoluto la situación del pecador. Pero Spadaro no se da cuenta de que hay que distinguir pecado y pecado, y que si a la Iglesia puede pertenecer el que peca pero no contra la Iglesia, debería ser evidente que no puede pertenecer a la Iglesia quien peca contra la Iglesia o quien quiere construirse una Iglesia por cuenta propia, tal vez bajo el pretexto de la reforma o de servir al progreso o de fidelidad a la tradición, pero sin tener en cuenta lo que ha querido hacer y ha instituído nuestro Señor Jesucristo.
----------Como en cualquier sociedad normal, también para la Iglesia, la pertenencia a ella supone el respeto de bien precisas normas y condiciones, faltando las cuales está claro que uno está fuera de la Iglesia o contra la Iglesia. Si así no fuera, ¿qué sentido tendrían las excomuniones? Marcel Lefebvre o Alessandro Minutella han sido correctamente excomulgados porque no han aceptado la autoridad del Romano Pontífice. ¿Pero acaso el rahneriano que concibe a la Iglesia como cristianismo atemático trascendental y humanidad igualada a la vida divina, normada o regulada por el relativismo dogmático sobre la base de la gnoseología idealista, el así llamado "cristianismo anónimo", no merecería ser también excomulgado?
----------Debería ser para todos evidente que no puede pertenecer a la Iglesia quien tiene una concepción falsa de ella, sea cual sea esta concepción, ya sea tanto la del lefebvriano como la del rahneriano. Lo que es escandaloso hoy en la Iglesia, lo que genera equívocos y conflictos sin fin, es la presencia activa, estimada e influyente de sujetos que, aunque considerados católicos, de hecho trabajan por la demolición de la Iglesia, y se ven desde hace décadas los resultados de una tal miserable acción en una Iglesia, que en lugar de expandirse se restringe, en lugar de aumentar en vitalidad, se está secando y deviniendo árida, en lugar de crecer en santidad, permite difundirse la corrupción moral bajo el pretexto de lo "diverso", en lugar de convertir las almas a Cristo, las convierten al mundo, en lugar de conservar el depósito, lo está dilapidando, en lugar de renovar distorsiona, en lugar de difundir la luz, propaga el error, en lugar de obrar por la paz, crea discordias, en lugar de oponerse a los poderosos de este mundo, se deja intimidar y silenciar por ellos, en lugar de defender a los débiles y a los oprimidos, colabora con los opresores.
----------Está claro que con esto no pretendemos en absoluto desconocer los méritos del pontificado del papa Francisco y de los anteriores Sumos Pontífices, así como de todas las fuerzas sanas que por gracia y méritos perduran en la Iglesia, muchas veces operantes en el silencio y en el ocultamiento, tal vez incomprendidas, o acaso tomadas como objeto de burla, y tal vez marginadas por el clamor de los trombones y bombos pasadistas y modernistas, y sin embargo se trata de fuerzas sanas, con las cuales la Iglesia puede contar y gracias a las cuales puede esperar en un futuro, que no es el futurológico de Spadaro, sino el que nos es enseñado por Cristo, por el Apocalipsis, por san Pablo y por el Concilio Vaticano II.
----------Y está claro también que con esto no se pretende en absoluto excluir la posibilidad de la pertenencia inconsciente a la Iglesia de aquellos que, viviendo honestamente según su conciencia y sin culpa propia, no saben que la pertenencia a la Iglesia es necesaria para la salvación.
----------Por otra parte, una grave laguna en el análisis de Spadaro, en el artículo bajo exámen, es la total ausencia de un siquiera mínimo debate sobre el enorme tema de la problemática ligada con la reforma conciliar, cuando en cambio toda la crisis de la Iglesia de hoy se resume en el problema de aclarar de una buena vez y por todas qué es lo que ha querido hacer verdaderamente el Concilio Vaticano II, refutando las falsas interpretaciones operadas por los modernistas, falsas interpretaciones que los lefebvrianos creen verdaderas, con la consecuencia de rechazar las doctrinas del Concilio, que ellos confunden como si se tratara de doctrinas modernistas, cuando en realidad son el verdadero remedio al modernismo.
----------Spadaro hace entonces una extraña apología de la "inquietud" como factor de crecimiento y de progreso de la Iglesia, un discurso que huele mucho a dialéctica hegeliana y bastante poco a espíritu evangélico, que llama bienaventurados a los pacíficos. En realidad, hoy en día hay demasiada inquietud en la Iglesia, y tenemos una gran necesidad de paz y de concordia, sobre todo teniendo en cuenta que está en acto una terrible guerra entre Rusia y Ucrania. ¿Y cómo puede la Iglesia predicar y enseñar eficazmente la paz, si es una Iglesia dividida desde hace sesenta años entre rahnerianos y lefebvrianos?
----------Por otra parte, Spadaro, en su polémica contra los pasadistas (o "indietristas" como los llama él junto con el Papa), se olvida de señalar cómo otro error de los lefebvrianos es el de considerar como modernistas las novedades doctrinales del Concilio Vaticano II y de no haber entendido que la Misa del rito novus ordo no es en absoluto filo-protestante, sino perfectamente católica y en línea con la Tradición.
   
La cuestión de la identidad
   
----------Spadaro llega a darse cuenta de que su concepción confusionaria de la Iglesia suscita reacciones, pero las considera lisa y llanamente "tentaciones". Dice el director de La Civiltà Cattolica: "hoy sentimos la fuerte tentación -a veces incluso en la Iglesia- de 'cerrar filas'. Existe la tentación de oponer al caos percibido la respuesta de un catolicismo intransigente e identitario".
----------La observación que a esta declaración de Spadaro debemos hacer, es señalar el hecho de que hoy se ha difundido el pésimo vicio de jugar sobre el equívoco. Es el vicio de la doblez, la lógica de la hipócrita duplicidad. Son frecuentísimas las afirmaciones improntadas por la ambigüedad o el doble sentido, en modo tal que, si el impostor viene descubierto, niega la acusación y tiene siempre la posibilidad de refugiarse en la afirmación contraria. No pocos comentarios que me hacen o preguntas que me formulan en el foro de este blog, están con frecuencia redactados con ese enfoque de doble sentido, de ambigüedad, que dice y no dice, que no pone todas las cartas sobre la mesa, que carece de franqueza y limpidez en el hablar. Nos equivocaríamos si pensáramos que esto sea patrimonio exclusivo de los modernistas: mi experiencia en el foro de este blog de esa lógica de la doblez la he tenido con los pasadistas (los modernistas apenas se hacen ver por aquí); y ni bien desenmascaro al pasadista en su doblez, se borra sin decir esta boca es mía.
----------Es la lógica de decir y no decir, decir y desmentir, decir pero negar y cosas similares. Repito: es la lógica de la doblez, de la hipocresía y del fariseísmo, desvelada y condenada por Cristo, quien llama "serpientes" a estos sujetos y "raza de víboras". Es la lógica de la contradicción y, digámoslo también, de la estafa y del fraude, lógica de la cual Hegel es el fundador y maestro insuperable. ¿Pero podría ser alguna vez la lógica del discípulo de Cristo? ¿De aquel que dijo: sea vuestro hablar sí, sí, no, no?
----------Es cosa necia ironizar sobre el hecho de que la Iglesia tenga y deba tener una identidad propia, un rostro propio y preciso, identificable y reconocible. Todo tiene su propia identidad, incluso Dios, que es El Que Es y no es El Que No Es. Una cosa es o no es. El "resto", dice Cristo, pertenece al diablo.
----------La Iglesia tiene una identidad propia muy precisa, una fisonomía definida e inconfundible, que le prohíbe desviarse a derecha o a izquierda. El doble juego es cosa odiosa y extraña a la persona honesta y sincera. ¿Entonces, cómo es posible considerar una "tentación" a la necesidad de honestidad intelectual, a la necesidad de mantener la propia identidad de católicos? ¿Spadaro no se da cuenta de que es él mismo quien cae en los lazos del diablo, de aquel a quien Cristo llama el "mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44)?
----------En cuanto al problema de la confusión, de la cual escuchamos hablar a menudo como presente en la Iglesia y difundida por pastores confusionarios, es necesario hacer la observación de que el estado mental de confusión no es necesariamente efecto de una culpa, sino que es un estado inevitable en ciertas circunstancias, eventualmente inducido por discursos confusos, un estado consecuente al pecado original, por el cual nuestro intelecto ha perdido aquella agudeza de vista por la cual sabía captar con seguridad, aunque a veces en modo solo analógico, la identidad de cada cosa, comprendido Dios mismo.
----------Sin embargo un cierto estado mental de confusión era natural también para Adán y Eva en el paraíso terrenal, en relación al conocimiento de Dios, por el hecho de que la identidad divina trasciende la capacidad de comprensión de nuestro intelecto, por lo cual el concepto de Dios que podemos formar no puede ser preciso y unívoco, sino que es confuso, indistinto y analógico.
----------Se dice, con otra expresión usual, que la esencia divina para nosotros es misteriosa o incomprensible. Lo mismo dígase de la esencia de la Iglesia. No debemos perder de vista que para nosotros la Iglesia es un misterio, ciertamente inteligible, un algo dotado de una identidad propia, pero tal por la cual ante ella, aunque el intelecto la capte y por tanto sepa distinguir lo que es la Iglesia y lo que no es la Iglesia, se encuentra en una cierta confusión, del todo normal e involuntaria, por lo tanto confusión privada de culpa, como es en cambio culpable la confusión provocada astutamente para fines deshonestos.
----------Por lo tanto, mientras existe un confundirse involuntario, causado por la limitación de nuestro intelecto frente al misterio, se da también un confundir y un confundirse que es pecaminoso, en cuanto la mente, aunque captando la identidad de una cosa, no da a tal identidad su simple adhesión, sino que asume una posición doble, oscilatoria, entre el asentimiento y el disenso, sin fijar la posición del intelecto en la verdad, sino abriéndose también a lo falso. ¿Por qué y de qué depende esta doblez? ¿Para qué esta duplicidad? Es la huella en nosotros del pecado original, por el cual, habiéndonos sometido al espíritu de la mentira, no sabemos o no queremos decidirnos con simplicidad por la verdad, sino que nos atrae la mentira.
----------Sin embargo, si no podemos pretender siempre para nuestra razón una decisión firme donde no es posible por la inevidencia de la realidad, no debemos tampoco resignarnos a nuestra tendencia a la duplicidad y convertirla en una ley. Este es el defecto de la dialéctica hegeliana. En cambio, Aristóteles tuvo la sabiduría de inventar una dialéctica, la cual da una reglamentación de emergencia a la oscilación de nuestra razón, para así impedirle caer por una parte en el escepticismo, pero por otra parte para asegurarle al menos una apariencia de verdad, aún cuando de hecho no logre alcanzar la certeza de la ciencia.
----------Así entonces, la lógica cristiana no es la lógica de la negación que comporta la doblez del afirmar y negar simultáneamente (como he dicho que hacen algunos comentaristas en el foro de este blog), sino que es la lógica, por la cual ella, siguiendo el ejemplo de Cristo, ha pronunciado un sí absoluto a Dios (cf. 2 Cor 1,17-20). En la lógica cristiana lo negativo por sí no produce nada, sino que produce sólo si es utilizado por lo positivo: la muerte de Cristo es salvífica no en cuanto muerte, sino en cuanto asumida por lo Positivo absoluto que es Dios. El principio de la lógica y de la ética cristiana no es el principio diabólico de la desobediencia, sino de la obediencia. No es la disaequatio, sino la adaequatio intellectus et rei.
----------Ciertamente la Iglesia no es una realidad como lo es un equipo de fútbol o como una figura geométrica o como un dispositivo mecánico, que son todos entes que pueden ser definidos con precisión y univocidad, sin la experiencia del misterio. Pretender captar del modo como captamos esos entes la identidad de la Iglesia ciertamente seria presunción, que caería bajo la justa crítica de Spadaro.
----------Pero esto no autoriza en absoluto a Spadaro a considerar una tentación (como la considera él) la conciencia que la Iglesia tiene de su propia identidad y, por lo tanto, la necesidad de identificar o precisar la identidad de la Iglesia. Tentación en cambio es aquella en la cual cae Spadaro, que se deja atrapar por la duplicidad de la lógica hegeliana de la síntesis de la afirmación y de la negación.
   
¿Hacia dónde va la Iglesia?
   
----------Por cuanto respecta a la cuestión del futuro de la Iglesia, también tratada en el artículo sub examine, Spadaro navega en las abstracciones y no sabe decir nada mejor que el futuro de la Iglesia atrae hacia sí el presente y el pasado, que no debemos aferrarnos a un pasado muerto, que el presente proviene del pasado y que se proyecta hacia el futuro y que el futuro nos reserva sorpresas, sin mencionar en lo más mínimo un solo contenido del futuro de la Iglesia, el cual, como es sabido, es objeto de una entera disciplina teológica, que es la escatología, que recaba su fundamento bíblico de las profecías escatológicas de los profetas del Antiguo Testamento, de Cristo y de san Pablo, así como del Apocalipsis.
----------Pero aparte de este futuro escatológico trascendente, que está contenido en la divina Revelación, ¿qué futuro inmediato podemos esperar para la Iglesia de hoy? También aquí Spadaro no sabe ir más allá de los auspicios genéricamente optimistas del más banal progresismo, sin darnos un cuadro histórico concreto que aventure algunas hipótesis que puedan ir más allá de la buena esperanza.
----------Un pequeño paréntesis terminológico: acabo de decir "banal progresismo". Pues bien, con ello entiendo decir que se trata de un progresismo negativo, malo, por ejemplo el progresismo del modernismo, pero que no es la única especie de progresismo, como quiere hacernos creer, por ejemplo, el padre Javier Olivera, quien no deja de identificar ambos conceptos, a pesar de presentarse como discípulo del padre Julio Meinvielle [1905-1973], quien también habla muchísimas veces de un "progresismo" como idéntico al "modernismo", pero no sin antes hacer Meinvielle la aclaración de que está hablando de una especie de progresismo y no del progresismo en cuanto tal, unívocamente considerado, que es un género que admite sanas especies, como el progresismo del Concilio Vaticano II, al cual Meinvielle siempre se mostró leal.
----------Cerrando el pequeño paréntesis, paso a decir que los analistas más serios de la actual situación vienen constatando desde hace décadas un proceso de decadencia y de deterioro, no obstante la llegada de un Concilio como el Vaticano II, que contenía y contiene poderosos factores de conciliación, de paz y de progreso para la Iglesia y para la sociedad de nuestro tiempo. ¿Qué es lo que no ha funcionado? Lo que no ha funcionado es el mecanismo de la profecía. La famosa frase, no demasiado feliz, de san Juan XXIII contra los "profetas de desventuras" ha sido de tal manera inflada que se ha convertido en un cuco o espantapájaros, que se ha acabado por no entender ya qué es la profecía y cuál es su función.
----------Ciertamente aquellos profetas de desventura contra los cuales se la agarraba el Santo Pontífice en 1962 han continuado existiendo, pero se los ha rechazado junto a aquellos que, en la plena aceptación del Concilio Vaticano II (como el mencionado Meinvielle) y precisamente porque habían aceptado el Concilio, advertían acerca de los daños y los castigos divinos que habrían de venir por el no aplicarlo o por el aplicarlo mal. La negativa a escuchar a estos profetas no ha hecho más que agravar aquellos males que ellos denunciaban y no ha dejado de hacer caer sobre los hombres impíos y rebeldes los castigos divinos preanunciados, a los cuales lamentablemente muchos han estado sordos y ciegos, por lo cual no se han convertido. La ira divina no parece asustar a muchos, para así hacerlos retroceder de sus pecados, sino que parece que su preocupación sea la de no desagradar a los hombres y no perder el favor del mundo.
----------Basta que leamos a cualquier profeta de la Sagrada Biblia y nos daremos cuenta de que, junto a anuncios gozosos, también pronuncia infaltablemente severas advertencias y amonestaciones de parte del Señor, amenazas de castigos y de desgracias en caso de falta de conversión y de obstinación en los propios pecados. Aquellos que anuncian solo cosas bellas y agradables son en cambio exactamente los aduladores y los falsos profetas. Esto ciertamente no quita que sea reprobable ese catastrofismo de los lefebvrianos obstinados en ver en el Concilio Vaticano II el origen de todos los males de la Iglesia de hoy.
----------Pero asimismo las tranquilizadoras y consoladoras inquietudes utópicas del artículo bajo exámen, propuestas por Spadaro como prenda y primicia de la plenitud final, tienen todo el sabor de la burla o de una tomada de pelo y de una intolerable ligereza o frivolidad, al confundir la seriedad del drama que estamos viviendo en la Iglesia y en el mundo con la simpática creatividad bizarra de una jam session de jazz.
----------Las palabras del cardenal Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y Relator general del próximo Sínodo de Obispos sobre la sinodalidad, quien declara no tener idea de lo que escribirá en la Asamblea y que confía a los participantes en el sínodo la tarea de decirle lo que deberá escribir, a decir verdad no parecen las palabras de un próvido y sabio pastor del rebaño, pleno de propósitos formativos y estimulantes, sino de la celosa dactilógrafa que se declara disponible para escribir lo que el contable le dictará.
----------El comentario de Spadaro a las palabras de Hollerich: "¡Cuánto futuro hay en estas palabras! No es indeterminación, sino expectación, tensión, escucha, conciencia del futuro. Es necesario soportar la suspensión, evitando que nuestra planificación para el futuro se convierta en un activismo pelagiano chismoso o en una operación pastoral marcada por el carisma del frenesí. ¿Esa suspensión es la forma de la Iglesia del futuro? Ciertamente que lo es, al menos escatológicamente, así. Una suspensión inquieta".
----------¿Qué nos dicen estas palabras de Antonio Spadaro? En realidad, muy poco. ¿De qué sirve entonces hablar del futuro de la Iglesia? El tema, por cierto, es interesantísimo. ¿Cómo nos movemos si no sabemos hacia dónde está yendo la Iglesia? ¿Cómo nos preparamos si no sabemos lo que está por suceder? ¿Cómo nos mantenemos a buen seguro si no conocemos los riesgos que estamos corriendo? ¿Cuáles metas nos ha indicado el papa Francisco? ¿Cuál es, entonces, el camino a recorrer?
----------¿Es posible prever para la Iglesia acontecimientos en el corto plazo? ¿Hacia dónde está yendo ahora la Iglesia? ¿Cuáles son las prospectivas inmediatas de su peregrinar por el tiempo? ¿Cuál es su futuro próximo? ¿Qué le está viniendo al encuentro? ¿Qué cosa está naciendo?
----------Son todas preguntas que nos podemos y nos debemos hacer, si es que sinceramente queremos vivir bien nuestra vida de fe, si queremos cumplir la voluntad de Dios, si queremos avanzar en el camino del reino de Dios, si queremos conducir a término la obra reformadora del Concilio Vaticano II.
----------No es posible responder aquí, en los modestos límites de este artículo, a todas estas preguntas. Se las dejo al Lector. Por mi parte, aquí me limito a decir que aquello que yo veo como futuro intra-histórico de la Iglesia, es el redescubrimiento de la existencia de Dios, el rencuentro de los valores humanos universales, el convergir de los pueblos y de las naciones bajo la guía de un gobierno político mundial, la valorización de la reciprocidad entre Oriente y Occidente, la reconstitución de la unidad cristiana de Europa y de la unidad fecunda del hombre y de la mujer, la conversión de los espíritus hacia la religión católica, la expansión del área geográfica de la Iglesia católica y el anuncio del Evangelio hasta los extremos confines de la tierra, un paso ulterior de la humanidad en el progreso científico, técnico, civil y moral, un paso adelante de la Iglesia en el conocimiento de la Verdad, en el crecimiento de su santidad, en la pregustación de las primicias del reino de los cielos, un paso adelante en la batalla contra Satanás y sus acólitos, el acercamiento de Israel al encuentro con Cristo.

6 comentarios:

  1. El jesuitismo es la última estación, está en la terminal final del recorrido de la línea. Su control sobre el mundo católico podrá aún mantenerse, pero el efecto ahora ya está declinandoy se desvanecerá. La cultura católica volverá a brillar sin necesidad de contorsiones. Solo se trata de tener el coraje de remover los escombros. Lo que está emergiendo no es más que la confirmación de sensaciones difusas pero mantenidas al margen por los círculos de los aduladores profesionales.
    Dice el cardenal Müller: "Hay una especie de círculo mágico que gravita en torno a Santa Marta, formado por personas que, en mi opinión, no están preparadas desde el punto de vista teológico".

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    1. Estimado Marino,
      también yo tengo la impresión de que la atmósfera que nos envenena, más allá de los errores y de los escándalos que están en circulación, es un cierto modo de pensar y de hablar improntado por una doblez o una equivocidad, que hace pensar en ese fariseísmo contra el cual Jesús es muy severo.
      Creo que se trata de un mal entendido modo de acercarse a los no creyentes, donde se practica una caridad que, prescindiendo de la verdad, de la honestidad y de la lealtad, se convierte en una falsa caridad, porque las verdaderas convergencias y las verdaderas concordancias sólo pueden estas basadas sobre la verdad.
      Hay dando vueltas demasiado respeto humano y temor de descontentar a la gente, mientras que la verdadera caridad sabe decirle con franqueza al hermano dónde y cómo se debe corregir.
      Por cuanto respecta a los Jesuitas, es sabido que todo instituto religioso, por mucho que tenga sus santos, también tiene sus lados débiles, que generan vicios, los cuales provocan que ese instituto tenga una mala reputación, a veces exagerada. Así, la tendencia a la simulación y a las palabras de doble sentido es un defecto que por desgracia se advierte en los Jesuitas, aunque los mejores entre ellos, cuando son honestos, son maestros en saber manejarse con destreza, con prudencia y discernimiento, en las situaciones más difíciles.

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  2. Estimado padre Filemón,
    usted escribe que: "Parece que Spadaro no se diera cuenta (¿o sí?) de que en el fondo del pensamiento de Dagerman está el paradigma hegeliano de lo positivo que proviene de lo negativo, la luz que proviene de las tinieblas, lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, la felicidad de la desesperación, la calidez del amor de la quemadura del odio, la gracia de la desgracia, la salvación del pecado, como por lo demás también pensaba Lutero. La lógica hegeliana no es más que la lógica de Lutero puesta en forma filosófica".
    Comprendo que usted no tiene más remedio que hablar en términos hipotéticos acerca del caso concreto de Spadaro y su hegelianismo de trasfondo, pero ¿no podría suponerse que la simpatía que Spadaro manifiesta con la metafísica hegeliana no sea en él, como en el caso de una enorme cantidad de sacerdotes formados en estas últimas décadas, una consciente decisión de utilizar la filosofía de Hegel para entender y expresar la fe?

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    1. Estimado J.M.C.,
      desafortunadamente durante muchas décadas el clero ha sido formado prevalentemente por formadores influenciados por Rahner, el cual retoma la cristología hegeliana.
      Ahora bien, Spadaro pertenece a la generación siguiente a la mía, la cual, sobre todo en la Gregoriana, donde ha estudiado, está fuertemente influida por los rahnerianos.
      ¿Cómo juzgar su comportamiento? Usted parece suponer que Spadaro lleve a cabo deliberadamente un plan de desestabilización de la teología, inspirado en la filosofía de Hegel.
      Eso es posible, pero yo prefiero hipotetizar que Spadaro no sea plenamente consciente de la operación que está llevando adelante, sino que sea más bien un instrumento inconsciente del intento que los modernistas vienen realizando desde hace décadas para tener el dominio la actividad teológica en lo interno de la Iglesia.
      ¿Qué hacer? Modestamente yo propongo seguir un ejemplo, como el que dan algunos teólogos hoy, a los que me uno, un ejemplo de plena fidelidad al Magisterio de la Iglesia y al Papa. Ciertamente somos pocos, pero no importa. Es ese pequeño rebaño del cual habla el Señor, levadura en la masa, dispuesto a sacrificarse por el Reino de Dios con paciencia, humildad, sabiduría y caridad.

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    2. Gracias, Padre, por su amable respuesta, que está perfectamente en consonancia con lo que yo me imaginaba. ¿Cómo juzgar la actitud de Spadaro al escribir esta clase de artículos tan extraños a la teología católica? No queda más que hipotetizar.
      Y ahora, tras su respuesta, creo comprender mejor su hipótesis acerca de que Spadaro no se esté dando perfecta cuenta de su labor destructiva de la teología. Y supongo que esto es así porque no sea consciente de su hegelianismo de fondo, en el que él está inmerso.
      Me explico. Dado que usted dice que la formación de esa generación de sacerdotes sea en base a la cristología rahneriana, supongo que eso no quiere decir que se tenga plena conciencia del hegelianismo presente en Rahner.
      Si no le he entendido mal, la difusión de la cristología rahneriana (y su consecuente moral) en gran mayoría del clero, no quiere necesariamente decir que este clero sea plenamente consciente del hegelianismo filosófico de base. Y que no debe ser tan simple demostrar que en el fondo de Rahner está Hegel.

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    3. Estimado J.M.C.,
      Me alegra que usted comparta mis opiniones.
      Lo que nos queda por esperar es que esta tendencia peligrosa pueda ser corregida.
      Lo que la hace más insidiosa es que se presenta como la implementación de la reforma conciliar, mientras que en realidad conduce al modernismo provocando la reacción opuesta y contraria de los pasadistas, aquellos a los que el Papa llama "indietristi", los cuales pretenden hacer referencia a la tradición, que ellos sin embargo interpretan en modo equivocado, contraponiéndola con las doctrinas del Concilio.

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