El temor a repetir los errores del pasado no debiera ser tan elevado temor como para empujar a la Autoridad Eclesiástica a no hacer nada o a hacer silencio respecto a las herejías, de lo contrario se cometerán errores opuestos y peores, como es evidente hoy, invadidos como estamos por una gran cantidad de enfermedades y privados de médicos que las traten. Es urgente hacer el diagnóstico de la enfermedad (la herejía), y para ello es necesario formar y apoyar la tarea de los médicos (los teólogos y pastores) que puedan individuarla y curarla.
El atractivo que ejerce la Ortodoxia Oriental sobre ciertos tradicionalistas
----------Ya sabemos que las cualificaciones de tradicionalismo y de progresismo son dos términos que se refieren a dos actitudes o sensibilidades o preocupaciones o tareas, que son absolutamente válidas e incluso necesarias en la Iglesia, la necesaria conservación de la herencia recibida y el necesario progreso en su cada vez mejor explicitación o explicación. Por eso es natural y bueno que entre los fieles auténticamente católicos, leales al principio visible de la unidad en la Iglesia que es el Papa, existan tradicionalistas, que se sienten inclinados hacia la conservación, y existan progresistas, inclinados a la renovación.
----------Se trata precisamente de esos fieles a quienes repetidamente hemos llamado sanos tradicionalistas y sanos progresistas, una terminología que es necesaria usar porque en estas últimas décadas han surgido falsos tradicionalistas y falsos progresistas. Los falsos progresistas son en realidad los modernistas, que han usufructado hipócritamente el laudable término progreso para hacerse de seguidores; mientras que los falsos tradicionalistas son en realidad los pasadistas, lefebvrianos o filo-lefebvrianos, los cuales maliciosamente han manipulado el término tradición falseándolo para su propio provecho, y hasta llegan a denominar hipócritamente Misa tradicional al rito anterior a la reforma litúrgica de san Paulo VI, cuando bien sabemos que todos los ritos en el curso de la historia de la Iglesia responden al mismo concepto de Misa tradicional.
----------Quisiera referirme aquí a los sanos tradicionalistas, aunque tal como están las cosas en la actualidad, se han difuminado un tanto las fronteras entre ellos y los filo-lefebvrianos (o sea aquellos que sin ser formalmente lefebvrianos se sienten atraídos por las herejías del obispo Lefebvre y sus seguidores). El tema al cual en este apartado quiero hacer referencia es el hecho de que algunos católicos tradicionalistas que padecen inclinaciones filo-lefebvrianas, se han visto últimamente atraídos por la Ortodoxia oriental.
----------Actualmente la guerra en Ucrania ha dado ocasión de que pudiera salir a la luz una cierta convergencia entre los Lefebvrianos y los Ortodoxos. En efecto, en esta dramática situación, nos hemos dado cuenta de que están en juego factores relacionados con la situación de las Iglesias Ortodoxas en Ucrania y en Rusia y, por tanto, con el secular contraste en Ucrania entre Católicos y Ortodoxos. Esto ha despertado el interés de los Lefebvrianos, los cuales de alguna manera se han reconocido en los Ortodoxos.
----------De hecho, la mentalidad de los ortodoxos orientales y de los lefebvrianos es similar, porque en uno y otro caso el progreso doctrinal viene visto como un obstáculo a la fidelidad a la Tradición, en cuanto ni los ortodoxos ni los lefebvrianos alcanzan a comprender que este progreso no es otra cosa que la explicitación o la explicación de nociones ya adquiridas. Los ortodoxos clausuran el progreso o evolución viva de la Tradición de la Iglesia en 1054, mientras que los lefebvrianos lo clausuran en 1962.
----------Tanto los ortodoxos como los lefebvrianos ven en el Magisterio actual de la Iglesia, un progreso indebido de la herencia recibida, una traición a la Tradición; pero lo que la Iglesia entiende por evolución del Magisterio dogmático o doctrinal no es un cambio de contenidos, sino que se trata de un mejor conocimiento de lo que ya se sabe, que es esa Palabra de Dios, por lo cual cielo y tierra pasarán, pero ella no pasa.
----------En este punto, temo que ciertos lefebvrianos, o ciertos tradicionalistas que se han vuelto filo-lefebvrianos, impresionados por la perseverancia de la Iglesia Ortodoxa y también por la riqueza de su Tradición espiritual, se sientan atraídos por esta Iglesia, la cual sin embargo es y sigue siendo cismática.
----------Puedo entender una cierta incomodidad en estos hermanos tradicionalistas, pero la idea de pasar a la Ortodoxia empeora su situación, porque lamentablemente ya son cismáticos.
----------Lo que quisiera sugerirles es el saber apreciar los lados buenos del papa Francisco y sobre todo el ver en él al Pastor Universal de la Iglesia. Es sólo de este modo, dando ejemplo de comunión eclesial, que es posible hacer una contribución válida a la solución del contraste entre lefebvrianos y modernistas, ambos cismáticos y propagadores de herejías. Y mencionar la herejía me lleva al siguiente punto.
¿Es posible calificar a un determinado católico como hereje?
----------Ciertamente identificar una determinada herejía es más fácil que identificar a un determinado hereje; e incluso habría que decir que identificar al hereje corresponde más bien al juicio de Dios que al de los hombres. Y digo que identificar la herejía es más fácil que identificar al hereje, porque la herejía se nos aparece en modo inmediato, mientras que no es fácil comprender las intenciones del hereje, para poder calificarlo como tal. En efecto, como sabemos, existe una herejía formal y una herejía material.
----------La herejía formal es la herejía culpable, porque es pronunciada con plena advertencia y deliberado consentimiento. Se pueden dar dos casos: por un lado, el simple pecado de herejía, y por otro lado el simple estado de pecado, causado por el hecho de que el hereje se obstina en permanecer en su idea errónea, sin intención de arrepentirse. En el primer caso, en cambio, puede ocurrir que el sujeto, después de haber pecado en forma más o menos grave, se arrepienta. En este caso es evidente que él se libera de la herejía y puede retomar tranquilamente el camino de la fe. En cambio, lamentablemente, en el otro caso, el sujeto resiste a cualquier llamado, y por lo tanto se puede decir que permanece en un estado de pecado.
----------La herejía material, en cambio, es objetivamente una herejía, ut littera sonat, es decir, literalmente, pero quien la pronuncia puede no ser consciente de que es una herejía.
----------En algunos casos es posible conjeturar que el hereje se encuentra en estado de pecado, como lo han hecho algunos Santos. Sin embargo, al hacer este género de juicios, debemos ser muy modestos y remitirnos siempre a aquel que es el juicio de Dios. Por otra parte, y al fin de cuentas, para reconocer y combatir la herejía (que es lo que verdaderamente importa), no es necesario abordar la cuestión de si el hereje está o no está en pecado mortal, sino que es suficiente refutar la herejía y amonestar al hereje.
----------En el curso de mi vida, en mis clases y a través de mis escritos, no han faltado ocasiones en que he identificado determinadas herejías, pues la labor del teólogo no consiste solamente en enseñar la verdad católica o la doctrina católica o exponer una sana teología en todas sus articulaciones de verdades, sino que también consiste en mostrar el error que se opone a la fe o a la doctrina de la Iglesia. En este mismo blog he identificado a veces las proposiciones expresadas por tal o cual obispo, o sacerdote, o laico, las cuales, a mi juicio personal, son sospechosas de herejía, ya se trate por ejemplo de modernismo, buenismo, misericordismo, maniqueísmo, relativismo, subjetivismo moral, historicismo, pasadismo, lefebvrismo, etc. De ahí que he debido identificar a alguien como filo-luterano o como filo-lefebvriano, por ejemplo, pero siempre en el sentido de que el tal o cual ha pronunciado o enseñado frases de corte luterano o lefebvriano. Y no tengo ninguna dificultad, más aún, lo considero un deber de mi parte, indicar que las afirmaciones del profesor Roberto de Mattei que he citado en la primera parte de este artículo tienen un indudable sabor lefebvriano.
----------A tenor de la problemática actual en la Iglesia, han sido mucho más numerosas las ocasiones en que en mis artículos he denunciado proposiciones modernistas, por supuesto indicando muchas veces los nombres de quienes las propalan, cuando se trata de personajes públicos, cuyas enseñanzas pueden causar daño a gran cantidad de fieles. Pero no han faltado artículos en que he denunciado también proposiciones pasadistas o lefebvrianas, y en tal sentido, tampoco he eludido individuar a sus propaladores. Sin embargo, al dar esos nombres, he tenido mucho cuidado de no acusar a las personas de estar en estado de pecado. Respecto de las herejías pasadistas, si ha habido ocasiones en que he relacionado con ellas, por ejemplo, a mons. Carlo Maria Viganó, mons. Athanasius Schneider, Roberto de Mattei, Alessandro Minutella, Aldo María Valli, John Hunwicke, Marco Eugenio Tosatti, María Guarini, Rubén Peretó Rivas, Peter Kwasniewski, y tantos otros más que podrían mencionarse, simplemente he querido denunciar la existencia de proposiciones heréticas, absteniéndome de determinar si el hereje estuviera o no estuviera en buena fe.
----------Llegados a este punto, me parece oportuno recordar el hecho de que en la tradición de la Orden de Frailes Predicadores, tan laudable en el curso de los siglos como colaboradora de la Sede Apostólica en la explicación de la verdad y en el combate contra la herejía, existe un preciso criterio por el cual se puede iniciar un proceso formal por herejía. El motivo por el cual se puede incoar este proceso es la constatación, sobre todo por parte del obispo, de que el hereje parece incorregible y obstinado en el defender la herejía. En este punto los autores sugieren que lo que hay que hacer es proteger a los fieles.
----------Indudablemente el obispo prudente y criterioso, el buen pastor, antes de llegar al proceso por herejía, intenta persuadir al hereje, pero si éste continúa ejerciendo su influencia sobre un vasto círculo de fieles, esto también justifica la condenación canónica del hereje.
La doctrina del ecumenismo y las sospechas de herejía
----------Volviendo ahora al caso de Roberto de Mattei, y a lo publicado recientemente por él en Corrispondenza Romana que comenzamos a examinar ayer en la primera parte de este artículo, el rechazo que el destacado historiador italiano manifiesta respecto a la doctrina y a la pastoral del ecumenismo, es el mismo rechazo de los lefebvrianos a la doctrina y a la pastoral del ecumenismo. Y repito: aquí no se trata de rechazar una opinión teológica, sino un dato vinculante, de fe, donde está en juego nuestra salvación.
----------Indudablemente el decreto del Concilio Vaticano II sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, aunque en cuanto tal sea de tipo simplemente pastoral, se refiere ante todo a principios de diálogo, que están basados en la justicia y en la misericordia, principios que son de por sí de carácter natural.
----------Salvo que, sin embargo, el decreto Unitatis redintegratio también hace referencia al estilo de Jesús hacia los no creyentes. Llegados a este punto, entonces, debemos aceptar este Decreto no sólo por motivos de razón, sino también por motivos de fe en la doctrina de la Iglesia.
----------Por lo tanto, repitiendo lo que hemos adelantado, debemos concluir que en este Decreto no se trata de simples opiniones teológicas o de directivas pastorales revisables o discutibles, sino que se trata de normas vinculantes, porque hacen referencia al comportamiento de Nuestro Señor.
----------En este sentido, seguramente el lector recordará aquellos diálogos entre el papa Francisco y Eugenio Scalfari de hace diez años, cartas y encuentros acerca de los cuales he publicado días atrás tres artículos en este blog. Quiero volver a hacer referencia aquí a ese diálogo en el que el Santo Padre parece haber usado la palabra "modernismo", y que luego los medios de comunicación quizás han sustituído con la expresión "cultura moderna". Como ya he dicho, ha sido digna de todo elogio la actitud del papa Francisco por haber expresado tan claramente su intención de profundizar durante su pontificado ese diálogo con el mundo moderno (¡o con el modernismo!), precisamente a través del ecumenismo.
----------Pues bien, en ese mismo octubre de 2013, el entonces superior de la Fraternidad San Pío X, el obispo Fellay, se refirió a ese diálogo entre el Papa y Scalfari diciendo: "esto es lo que quiere Francisco: el ecumenismo. El papa Francisco sostiene que 'se han hecho muy pocas cosas en este sentido'. Y que el Papa diga esto es increíble, ya que el ecumenismo es lo que ha causado una catástrofe indecible en la Iglesia, llevando a las naciones cristianas a la apostasía. Sin embargo, el Papa actual dice que 'poco, o casi nada, se ha hecho en este sentido' e incluso agrega: '¡pero yo tengo la humildad y la ambición de hacer algo! '...".
----------Está claro que en aquel encuentro con Scalfari, lo único que el papa Francisco ha querido decir respecto a esta temática, es que todavía queda mucho por hacer en el trabajo del ecumenismo según las doctrinas y directivas del Concilio Vaticano II. Por cuanto respecta a la reacción de mons. Fellay, no hay nada de qué extrañarse, dado que los lefebvrianos son notoriamente contrarios al ecumenismo, tal como son contrarios a las nuevas doctrinas del Vaticano II, y precisamente el rechazar esas doctrinas, es una de las razones principales por las cuales los lefebvrianos se mantienen en la herejía (tal como le dijo san Paulo VI a mons. Lefebvre) y se mantienen aún en el cisma (tal como se los ha dicho san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco). Además de ello, es indudablemente una gravísima injusticia acusar, como lo hace el obispo Fellay, a las actividades ecuménicas de estar en el origen de los males actuales de la Iglesia.
----------La verdadera causa de los males por los que hoy atraviesa la Iglesia no es el ecumenismo en sí mismo, el cual, bien hecho, ha producido muchos buenos frutos, sino que es ese falso ecumenismo de tipo sincretista o indiferentista, el cual ha renunciado a poner en luz los errores de los hermanos separados, creando de esa manera equívocos y confusiones, y difundiendo entre muchos católicos la falsa idea de que la Iglesia haya desmentido o negado las condenas del pasado. Y esto que cree Fellay y lo que creen los lefebvrianos, ¿no es lo mismo que cree Roberto de Mattei? Ciertamente que sí.
----------Como digo en el título, no es nada sorprendente la incoherencia de los filolefebvrianos como De Mattei. Los lefebvrianos y De Mattei son incoherentes, porque reprochan a Alessando Gnocchi aquello que hacen ellos mismos. Por lo tanto, para ser autorizados y creíbles en la crítica a Gnocchi, deberían ser ellos los primeros en abandonar el cisma y la herejía y entrar en plena comunión con el papa Francisco.
----------Ciertamente, un problema delicado es el de la famosa abolición recíproca de la excomunión entre el papa san Paulo VI y el patriarca Atenágoras en 1964. Atenágoras y san Paulo VI ya se habían reunido por primera vez en Jerusalén los días 5 y 6 de enero de 1964. En estos encuentros, los dos guías religiosos habían levantado conjuntamente las excomuniones que pesaban sobre sus respectivas Iglesias desde el gran cisma de 1054. Este acontecimiento ha sido muy significativo e importante, como señal de recíproca benevolencia y fraternidad en la común fe cristiana. Este episodio logró crear un clima de serenidad y de amistad, que ha servido para profundizar la comunión cristiana entre las dos Iglesias.
----------Sin embargo, debemos recordar con claridad que la excomunión es una disposición jurídica dejada al poder discrecional de la autoridad, disposición cuya presencia o ausencia es independiente de una situación de hecho, por lo cual la Iglesia puede permanecer cismática de hecho. ¿Cómo es posible decir esto en el caso de la Iglesia Ortodoxa? Esta declaración mía está basada en el hecho de que, lamentablemente, la Iglesia Ortodoxa aún no ha reconocido el Filioque. Por lo tanto, lo que la Iglesia Católica aún espera de los hermanos Ortodoxos es que ellos acojan el Filioque en el Símbolo de la Fe.
----------Para finalizar este artículo, y teniendo en cuenta que he usado varias veces las palabras herejía y herejes, calificando de este modo ciertas proposiciones sostenidas por ciertos grupos de cristianos, me parece importante hacer un nuevo esfuerzo por explicar la cuestión.
El término herejía y el concepto de herejía
----------El término o palabra es un signo lingüístico, es decir, una unidad del idioma, que es percibida por el hombre mediante los sentidos y permite representar y comunicar algo, un dato, un objeto. Dicho de otro modo, el término es un signo convencional que expresa un concepto. Pueden variar las palabras que expresen un mismo concepto. De ahí que una cosa es la palabra herejía, y otra cosa es el concepto de herejía, que es expresado por la palabra herejía, o que muy bien puede ser expresado por otras palabras sin que varíe el concepto de herejía. Es decir, el concepto de herejía se puede expresar con varias expresiones verbales equivalentes. No nos debemos ceñir a las palabras, sino prestar atención al concepto; de lo contrario, se viene a ser como los hipócritas, como los obtusos fariseos, o como los fanáticos cerrados en sí mismos.
----------Si, por ejemplo, afirmamos que una persona que conocemos, nuestro vecino Aniceto por ejemplo, "ya no vive", está claro que se intenta decir que Aniceto "está muerto". Por lo tanto, es fácil darse cuenta que si el papa san Paulo VI le dice al obispo Marcel Lefebvre que sus ideas son "contra la fe" (como le ha escrito y reiterado), y lo invita a someterse en la obediencia a la Iglesia y al Sucesor de Pedro, es evidente que pretende acusarlo de herejía. Al fin y al cabo, ¿qué es, en efecto, la herejía, sino una proposición contra la fe derivada de la negativa a prestar obediencia a las doctrinas de la Iglesia y a la Suprema Autoridad Apostólica del Romano Pontífice? Sin embargo, como llevamos viendo desde hace décadas, existen sedicentes "católicos" que, incluso estando frente a tales evidencias, tratan de cavilar sutilmente con fútiles sofismas, cuando de hecho hay aquí poco para cavilar, porque de fútiles sofismas es precisamente de lo que se trata.
----------La situación o condición herética del obispo Marcel Lefebvre y de sus variados seguidores hasta la actualidad (pertenezcan o no a la FSSPX), en cuanto enseñan y defienden pertinazmente proposiciones que son contrarias a la fe (sin juzgar de pecado personal, es decir, sin juzgar aquí de si sostienen formalmente o sólo materialmente la herejía), ha sido una acusación repetidas veces formulada por los últimos Papas, por san Paulo VI, san Juan Pablo II, Benedicto XVI y también últimamente por el papa Francisco.
----------Sin embargo, cuantos pretenden sostener que en error contra la fe no estaba el obispo cismático Marcel Lefebvre sino la entera asamblea ecuménica del Concilio Vaticano II, y por lo tanto también el papa san Juan XXIII, el papa san Paulo VI, el papa san Juan Pablo II, y los papas Benedicto XVI y Francisco, en cuanto según lo que expresaba hace décadas el propio Lefebvre (y que repiten sus seguidores) de que todos esos Papas son "responsables" de la continuidad de estos "errores" derivados nada menos que de un Concilio Ecuménico, que ellos dicen que es "sólo pastoral" y por tanto "no dogmático", por causa de lo cual la Iglesia habría sido empujada a deslizarse incluso en la "apostasía de la fe", pues bien, al afirmar esto, son Lefebvre y los lefebvrianos indudablemente propagadores de peligrosas herejías, sin ninguna posibilidad de cavilosos sofismas justificativos en el plano teológico o metafísico, si realmente queremos ser serios.
----------Como bien sabe cualquier fiel instruido, el Concilio Vaticano II, aunque no haya definido nuevos dogmas, igualmente ha sancionado nuevas doctrinas vinculantes y no pasibles de rechazo por parte de ningún fiel que se digne llamar católico, según los principios y los tres diversos grados de la infalibilidad (véase la Carta Apostólica en forma de motu proprio Ad Tuendam Fidem, del papa san Juan Pablo II, del 18 de mayo de 1998, y la nota explicativa adjunta de la Congregación para la Doctrina de la Fe).
----------Pero debemos tener presente algo importante. Aún cuando pudiera demostrarse que un fiel católico individual (obispo, sacerdote o simple laico) es un hereje palmario y manifiesto, la Sede Apostólica, por sus propios motivos, cualesquiera fueren, es libre de pronunciar o de no pronunciar un juicio de herejía. Y esto es así porque hay que distinguir el hecho de la herejía, y el juicio de herejía. Por tanto, es necesario distinguir en los problemas de herejía aquello que es la tarea del teólogo y aquello que es la tarea de la Congregación para la Doctrina de la Fe. De hecho, se trata de dos orientaciones o competencias o funciones pastorales diferentes, y de alguna manera independientes la una de la otra.
----------La Sede Apostólica no ha sostenido nunca ciertas teorías y ha dejado siempre a los teólogos libres para expresar sus opiniones. Por otra parte, la Sede Apostólica puede reprender al teólogo que se ha equivocado al juzgar a otro como hereje; pero no prohíbe en absoluto a un teólogo relevar en otro los gérmenes de un pensamiento herético. En cuanto al teólogo que venga a ser acusado de herejía por un colega suyo, debe cuidarse (lo que en cambio por desgracia sucede) de no indignarse como si él hubiera sido difamado; por el contrario, el acusado debe examinar humildemente los cargos que le vienen hechos y comportarse en consecuencia. Si las imputaciones son correctas, deberá corregirse; si, por el contrario, son erróneas, será entonces el teólogo acusador quien deberá disculparse o reparar el mal hecho.
----------Cabe preguntarse si el que la autoridad competente ponga en evidencia, mediante un juicio formal de herejía, el hecho de que Marcel Lefebvre y sus seguidores hasta la actualidad hayan enseñado y sigan enseñando herejías, puede ser útil o no ser útil para obtener el retorno de los lefebvrianos a la Iglesia o, como suele decirse hoy, para obtener la plena comunión eclesial bajo la autoridad del Papa. Es difícil responder a esa pregunta, y en todo caso se trata de una decisión pastoral o de gobierno, en la que el Papa es falible. La Sede Apostólica hasta ahora ha procedido con extrema delicadeza, y el hecho es que los lefebvrianos vienen aprovechando desde hace décadas esa actitud de Roma para prolongar la controversia ad infinitum.
----------Lo que intento decir es que, en cuanto se refiere a este problema, hasta ahora la Sede Apostólica ha sido demasiado parca respecto a usar el término "herejía", ¿acaso para no evocar oscuros fantasmas del pasado? Sin embargo, esta excesiva indulgencia, por no decir negligencia, ha terminado por permitir el surgimiento, el resurgimiento y la libre circulación de muchas y variadas herejías, presentadas por sujetos particularmente agresivos (desde el colegio cardenalicio hasta el sacristán de una parroquia rural) como "naturales" frutos del Concilio Vaticano II, al cual los modernistas consideran ya superado, mientras que los lefebvrianos consideran como "el mal" y por lo tanto como la "natural" fuente y origen de todos los males.
----------Es evidente que así no se puede seguir, porque la herejía pone obstáculo a la salvación. Por lo tanto, es necesario volver a usar el término herejía cuando sea el caso, de un modo bien ponderado y evaluado; así como un médico concienzudo hace el diagnóstico de cáncer o de leucemia, con la diferencia de que de estos males casi siempre no existe cura, mientras que de las herejías es posible curarse.
----------Es mi personal parecer que el temor a repetir los errores del pasado no debiera ser tan elevado temor como para empujar a la Autoridad Eclesiástica a no hacer nada o a hacer silencio respecto a las herejías, de lo contrario se cometerán errores opuestos y peores, como es evidente hoy, invadidos como estamos por una gran cantidad de enfermedades (para seguir usando la comparación) y privados de médicos que las traten. Es urgente hacer el diagnóstico de la enfermedad (la herejía), y para ello es necesario formar y apoyar la tarea de los médicos (los teólogos y pastores) que puedan individuarla y curarla.
----------La Iglesia, como dice el papa Francisco, es un "hospital de campaña". De acuerdo. ¿Pero, dónde están los médicos? No es que las herejías vayan a desaparecer por sí solas por el hecho que no se hable de ellas ni se intente curarlas. En efecto, como lo demuestran los hechos, las herejías van siempre en aumento y la palabra herejía acaba por ser usada a despropósito, de modo indebido, por parte de necios y descriteriados exasperados, como atestiguan por ejemplo los extremistas que hoy incluso acusan de herejía al Sumo Pontífice, y a sus predecesores que se sucedieron en la Cátedra de Pedro desde 1958 en adelante.
----------Si un médico fracasa en la cura, cambiemos la cura o el médico. El uso púdico de circunloquios para aludir a la herejía puede ser útil en ciertas situaciones para no hechar nafta al fuego, pero el usar circunloquios de modo sistemático no tiene por efecto, como ha demostrado la experiencia, otra cosa que el dar permiso a cualquiera para abrazar la herejía bajo los pretextos más engañosos que todos conocemos.
----------¡El pastor que tiene miedo a equivocarse y calla! Si aplicamos este principio devastador en todas partes, nadie, ya que todos somos falibles, debería hacer ya nada por temor a equivocarse. Por eso quizás ha llegado el momento de abordar en modo decidido la cuestión doctrinal desde este ángulo.
----------Es necesario dejar claro de una vez por todas a aquellos lefebvrianos que estén en buena fe, que aman la verdad y que quieren sinceramente ser católicos y respetar la auténtica Sagrada Tradición, que son víctimas de la herejía, esperando y rogando al Altísimo que escuchen. De lo contrario, es necesario advertir claramente a los fieles del peligro, porque estos falsos católicos continúan haciendo prosélitos aumentando el odio contra la Sede Apostólica, contra el Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, contra las doctrinas infalibles del Concilio Vaticano II y del Magisterio pontificio hasta el del actual Pontífice.
----------La reprensión, la corrección del error y la lucha contra la herejía, es un acto de amor y de misericordia al cual la Iglesia, cuando sea necesario, no puede y no debe sustraerse.
Buenas tardes.
ResponderEliminarPodría aclarar en cuál de los artículos de Rubén Peretó Rivas se pueden leer proposiciones heréticas?
He leído algunos, de carácter más bien filosófico.
Gracias
Francisco
Estimado Sr. Francisco,
Eliminartiene usted suerte de haber leído de ese publicista sólo textos filosóficos; pues sus artículos académicos tratan más bien de temas históricos (algo habitual hoy en el CONICET).
Por otro lado no olvide usted que las herejías, para un católico, también pueden darse en ámbito filosófico (al respecto, la Pascendi es testimonio de ello).
Respecto a sus proposiciones heréticas o sospechosas de herejía (a veces aún más graves que las lefebvrianas, sin que falten algunas de sabor modernista), atraviesan explícita o implícitamente por doquier sus publicaciones periodísticas habituales.
Estimado padre Filemón,
ResponderEliminarsigo sus artículos casi cotidianamente, aunque no siempre con un total acuerdo de lo que usted escribe. Me ha sorprendido que mencionara a los obispos Viganó y Schneider entre los filolefebvrianos.
¿Podría aclararme sus motivos?
Estimado Carlos,
Eliminarante todo, tenga en cuenta que al haber hecho un pequeño elenco de filo-lefebvrianos (podría haber nombrado muchos más), sólo he intentado decir:
1) que los elencados han tenido expresiones sospechosas de herejía, que es lo único que puede decir un teólogo, pues el juicio formal de herejía, en el plano canónico y disciplinar, corresponde a la autoridad competente.
2) que dichas expresiones son sospechosas de herejías de tipo lefebvriano.
Por lo tanto, basta con que usted, si es de su interés, repase recientes textos de las personas que he elencado y los compare con las afirmaciones más contrarias a la fe de la Iglesia, propaladas en su momento por el obispo Lefebvre y hoy por sus seguidores, para que pueda usted descubrir por su cuenta fácilmente los motivos por los que las afirmaciones de aquellos que he nombrado son sospechosas de lefebvrismo herético.
Estimado padre Filemón,
ResponderEliminaragradezco su artículo. Lo he leído y releído a completo, y no he dejado de disfrutar con cada una de sus explicaciones, que iluminan de manera sumamente clara cuestiones que son complejas a la vez que muy actuales y candentes.
Puede quedarse usted tranquilo que en sus críticas a las herejías modernistas y pasadistas que circulan hoy por doquier (más las primeras que las segundas), usted ha sido muy claro en poner a salvo la inviolabilidad de la conciencia de aquellos que las propalan, y de lo que tendrán que rendir cuenta a Dios (aunque es cierto también lo que usted dice, que a veces la autoridad competente debe tomar medidas canónicas sobre ellos, cuando está en grave peligro la fe de la comunidad de fieles).
Respecto a su lista de propaladores de herejías pasadistas, me parece que se ha quedado Ud. bastante corto. Yo podría confeccionar una lista mucho más larga que la suya.
Por otro lado, me causa sorpresa que se cuestionen nombres, cuando es de público y vasto conocimiento las proposiciones contra la fe y la doctrina católica de quienes usted ha mencionado en su artículo.
Gracias nuevamente, y no deje de tratar estos temas!
Querido Ernesto,
Eliminaragradezco tu consenso.
Es cierto que lista de propaladores de herejías pasadistas que he ofrecido en el artículo, es tan sólo parcial y ejemplificativa.
Volveré a tratar del tema si llega a darse la ocasión oportuna. Pero en el caso de los lefebvrianos y pasadistas en general, se trata siempre de los mismos errores que se han enquistado ideológicamente en su pequeño mundo o burbuja vital, y es sumamente raro que alguno de ellos aporte algún nuevo argumento más o menos de peso que sustente con nuevas motivaciones sus posturas y que llegue a merecer un nuevo tratamiento y refutación (de hecho, sabemos que tales errores no pueden encontrar sustento ninguno ni en la razón ni en la fe).
Coincido con el autor en que es sumamente difícil individuar a un hereje. De ahí la delicada labor del teólogo y su grave responsabilidad cuando identifica como herética o sospechosa de herejía la proposición de otro teólogo o filósofo.
ResponderEliminarEs mucho más fácil cuando es la autoridad de la Iglesia (el Papa, sus organismos romanos, o un Obispo) la que concluye un juicio canónico y define una proposición como herética.
Por eso coincido también con el autor en sus conclusiones finales, cuando propone que vuelva a usarse el término "herejía", y sean determinadas por la autoridad competente las proposiciones heréticas que hoy circulan por doquier.
Estimado Silvano,
Eliminaragradezco su consenso.
Me complace enormemente que comprenda usted la necesidad de que la autoridad competente, el Obispo o la Sede Apostólica sobre todo, recupere el lenguaje apropiado para individuar y rechazar estas "herejías" (particularmente las modernistas que son las que más daño causa hoy, aunque también las pasadistas propalan su veneno).
Mientras tanto, comprometamos nuestras oraciones para que tantos cristianos que viven en el error se conviertan y se acerquen a la columna y fundamento de Verdad que es la Iglesia Católica, cuyo principio visible de unidad es el Papa.
Estimadísimo Filemón,
ResponderEliminarcongratulaciones por tu artículo. Has podido resumir muy bien el tema, y veo en tu texto varios pasajes que me traen ecos de diálogos y debates que hemos mantenido.
Coincido en que es más fácil identificar las herejías que a los herejes.
En tu artículo te focalizas en las herejías lefebvrianas. Sobre algunos lefebvrianos o pro-lefebvrianos mendocinos que ambos conocemos, hemos hablado largo y tendido.
Creo que se podría decir acerca de ellos que permanecen en buena fe, y fácilmente podríamos suponer un sinnúmero de motivos que los hacen mantenerse obstinadamente en los errores que sostienen.
¿Hasta qué punto son culpables? ¿Y hasta qué punto son ingenuos arrebañados más bien por un mismo y común espanto a los abusos causados por el modernismo en la Iglesia, que por la sincera búsqueda de la verdad? El catecismo, incluso el del papa san Pío X, les dice que el garante de la verdad en la Iglesia es el Vicario de Cristo, pero ¿cómo quieres que se acuerden de esa verdad de catecismo si hasta se le olvidó a Lefebvre?
Para ellos, entonces, el piadoso velo de la misericordia, y dejar el juicio a Dios (para mí es fácil decirlo, porque no soy obispo, y no tengo la responsabilidad de un obispo).
Estimado Berengario,
Eliminarvaloro, respeto y agradezco tu consenso.
Coincido contigo en suponer la buena fe en la que se encuentran tantos fieles cristianos no católicos e incluso sedicentes católicos que viven en el error y apartados de la columna y fundamento de verdad que es la Sede Apostólica.
Respecto a los líderes de estas comunidades cismáticas no es tan fácil suponer la buena fe, pues no faltan en algunos de ellos, cuando es posible conocerlos más de cerca, señales y motivos para descubrir su obstinación y pertinacia en el error contra la fe, sobre todo aquellos que han sido advertidos directamente por el Papa.
Nuestra oración por su conversión.
Padre Filemón: ¿podría aclararme de modo simple cuáles son las que usted llama "herejías lefebvrianas"?
ResponderEliminarLe quedaría muy agradecida.
Estimada Ana María,
Eliminarel papa san Paulo VI reclamó en su momento a Lefebvre que abandonara los errores contra la fe que ese obispo sustentaba, y el papa Benedicto XVI reclamó a la hermandad de los lefebvrianos que aceptaran las doctrinas del Concilio Vaticano II para poder estar en plena comunión eclesial.
Personalmente estoy convencido que los errores contra la fe, vale decir, las herejías que son sustentadas obstinada y pertinazmente desde hace décadas por los lefebvrianos, son, al menos, las tres siguientes: 1) rechazo del rito de la Misa actual, promulgado por el papa san Paulo VI; 2) rechazo del magisterio doctrinal del Concilio Vaticano II; y 3) rechazo del magisterio pontificio postconciliar.
Ahora bien, esas tres herejías lefebvrianas (y compartidas por otros pasadistas) se interrelacionan y, en su raíz, implican erróneos conceptos contra la fe, referidos a la Santa Misa, a la institución y competencias del Romano Pontífice, a la divina Revelación, a la Tradición, a la Iglesia, a los Sacramentos y a la relación de la Iglesia con el mundo.