jueves, 23 de febrero de 2023

Sobre obediencias y desobediencias

Hoy es el caso de que por mucho que un fiel real y auténticamente católico haga presente, con respeto, lealtad y competencia, dificultades u objeciones a las directivas de estos superiores con referencia a la doctrina de la Iglesia o al Magisterio del Romano Pontífice, hoy el papa Francisco, estos superiores no escuchan razones, como si su palabra fuera la verdad absoluta y la vía necesaria para la salvación, castigando a estos súbditos que en realidad no desean otra cosa más que obedecer a un superior decente, y obediente a su vez. Así sucede que a quien desobedece a la Iglesia no le pasa nada, pero a quien desobedece al superior ¡sálvese quien pueda! [En la imagen: una escena en la ciudad de París durante el Mayo Francés de 1968].

----------Los ancianos como yo recuerdan bien el agitado, ruidoso y desordenado período de la así llamada "protesta" o "contestación", sobre todo entre los jóvenes de los ambientes universitarios civiles pero también eclesiásticos hacia fines de la década de 1960, protesta que vagamente y confusamente se remitía y fundaba en el Concilio Vaticano II, al cual aquel movimiento de rebeldía confundía por una especie de Revolución Francesa o palingenesia universal de la humanidad, pero también con vínculos con otros pensadores que se decían innovadores, como por ejemplo el teólogo Harvey Cox o los "teólogos de la muerte de Dios" para los creyentes o el famoso sociólogo Herbert Marcuse para los no-creyentes y los católicos sedicentes "abiertos", mientras que los comunistas, ya sea en forma velada o descubiertamente, atizaban las llamas o percutían con los habituales pretextos de la liberación de los trabajadores oprimidos por la opresión capitalista.
----------Se trata de aquel fenómeno difundido en el mundo occidental, que ha pasado a la historia con el nombre de la Revolución del Sesenta y ocho, iniciado en los Estados Unidos en la Universidad de Berkeley y luego trasplantado a París con el aún más famoso nombre de "Mayo del 68", donde se vio a los estudiantes asaltar tras las barricadas la Universidad como los jacobinos asaltaron la Bastilla.
----------Aquella autodenominada "revolución estudiantil" fue trasplantada también a Buenos Aires, La Plata, Córdoba, etc., asumiendo las características propias de la idiosincrasia de los que vivimos en estas latitudes. He vivido en pleno aquel período porque en ese entonces, terminada mi secundaria, había comenzado estudios universitarios de derecho y de filosofía. Lo que entonces mayormente se notaba, que perturbaba y preocupaba al ambiente civil y eclesial ligado en su inmensa mayoría a un cierto respeto por las autoridades, habituado a un comportamiento social tranquilo y ordenado, eran los frecuentes e impresionantes episodios de audaz y arrogante desobediencia y rebelión contra las instituciones de la Iglesia y del Estado, como eran por ejemplo, en el ámbito civil, las manifestaciones de estudiantes en la Universidad que impedían el normal desarrollo de las clases, y no podían terminarse los cursos, y todos los días se producían cortes y marchas de protesta en las calles gritando el odio clasista, sobre todo bajo la presión del extremismo comunista.
----------De allí a poco habrían de iniciarse los así llamados "años de plomo", por ejemplo en Italia, con la acción sediciosa y criminal de las Brigadas Rojas, o en nuestro país con los operativos de represión militar, mientras que en el ámbito eclesiástico, aunque naturalmente no con tal violencia, análogas manifestaciones de rebelión contra docentes y superiores, sacerdotes que declaraban en la homilía de la Misa querer casarse, teólogos pillados desnudos en la playa como fue el caso del famoso Edward Schillebeecxk, teólogos como Karl Rahner, apoyados por la tácita o velada complicidad de algunos Episcopados nacionales, los cuales rechazaban como equivocada la enseñanza del papa san Paulo VI en la encíclica Humanae Vitae.
----------Todo ello sucedía en nombre de la renovación de la cultura, de la revolución cultural y estudiantil, y de la autonomía de los estudiantes frente a aquellos que entonces eran llamados en Europa los "barones", y aquí eran considerados miembros de la "oligarquía", calificaciones que las masas aborregadas atribuían a quienes al fin de cuentas y simplemente no eran más que los profesores, y se las atribuían sobre la base de una concepción de la cultura (he vivido en primera persona estos sucesos), para la cual el estudiante está perfectamente a la par del profesor, es decir, no tiene nada que aprender de él, sobre todo si se trata de contenidos tradicionales, sino que la relación alumno-profesor debía limitarse a un "diálogo" en el cual, si el estudiante podía también aprender del docente, también el docente tenía que aceptar lo que decía el alumno.
----------Así nació la costumbre de interrumpir al docente durante la lección para manifestar críticas y disenso (una reciente miniserie televisiva sobre el caso Aldo Moro muestra bien esas escenas). En los lugares más educados y corteses, en cambio, la intervención del alumno, como ya ocurría en la antigua tradición de la escolástica medieval (las quaestiones quodlibetales), servía también para aclarar cuestiones y dudas en bien de la clase. Se introdujo la práctica de los así llamados "seminarios de estudio", en los cuales el estudiante tenía una parte organizativa haciendo ya prácticas de iniciación de enseñanza hacia los demás alumnos, aunque siempre asistido por el profesor, algo similar como al medieval baccalaureus, un estudiante intermedio entre el docente y el resto de la clase. ¡La gran revolución del '68 recuperaba antiguas tradiciones medievales!
----------Sin embargo, en aquel clima de relativismo cultural, como el de la época y típico de la modernidad, no eran generalmente admitidas verdades objetivas comunes, sino que los contenidos de la cultura debían emerger de la "confrontación dialéctica" en contínua evolución, donde todo resultado, nunca completamente descontado o dado por hecho, cierto y definitivo, siempre podía ser puesto en discusión por lo subsecuente.
----------Hay que reconocer que, naturalmente los estudiantes de aquella "revolución" no eran los que tenían todos los errores, y no estaban ausentes en aquella época auténticos maestros y formadores, y tampoco el '68 estuvo privado de aspectos positivos al subrayar la responsabilidad y la iniciativa personal del estudiante en su propia formación, mientras que ciertamente ideas nuevas y valiosas penetraban en el mundo de la Universidad, más favorable a una comunicación entre estudiantes y docentes.
----------El hecho era que ahora ya no se debía estar sometido al maestro como a un dios en la tierra, sino que era admitido proponer o incluso imponer a los docentes algunas alternativas o limitaciones de poder acordadas a través de negociaciones y en el recíproco respeto. Al estudiante también se le permitían facultades para cambiar los programas por razonables motivos. El docente debía tener más en cuenta la consideración en la cual era tenido por los estudiantes. Y los profesores más sabios y actualizados renunciaban a ciertos privilegios que les permitían tener un excesivo poder sobre los alumnos.
----------En todo caso, en la Universidad se sucedían agitadísimos y multitudinarias reuniones o mitines de cinco o seis horas, hasta las así llamadas "ocupaciones" o "tomas", que duraban incluso días, al término de las cuales, después de una sucesión de martilleantes y estridentes slóganes marxistas, o consignas anarquistas, maoístas y revolucionarias, no se concluía absolutamente en nada y quien pretendía una conclusión cierta y clara aparentaba ser un reaccionario, un siervo de los amos o barones o patrones.
----------En cuanto a la situación eclesial, por mi parte aprendí mucho del libro de Jacques Maritain Le Paysan de la Garonne, en el cual él, con profusión de documentos, y fino y agudo humorismo, denunciaba el retorno de un modernismo mucho peor que el de los tiempos de san Pío X, por una pretextuosa o engañosa interpretación del Concilio Vaticano II, que los neomodernistas hacían a su ventaja. Casi nadie escuchó el grito de alarma del gran pensador francés (¡que ciertamente no fue el único!) y por no escucharlo hoy nos encontramos en la desastrosa situación actual. ¡Y ciertamente, Maritain no era un conservador!
----------En medio de aquella confusión y de aquellos desórdenes, encontré mucha luz y consuelo en la tradición y en la doctrina de la Iglesia, comprendida la conciliar y la postconciliar. Era yo un gran admirador del papa Juan y de Paulo VI. Precisamente en aquellos años en los cuales los subversivos que se declaraban víctimas de los oligarcas, preconizaban una nueva sociedad libre de cualquier autoritarismo, donde habrían de ser ellos los protagonistas y servidores del pueblo, yo me apartaba estudiando a Maritain, Gilson, Garrigou-Lagrange, Derisi, san Agustín, san Bernardo, san Buenaventura y sobre todo a santo Tomás de Aquino, junto con los documentos de la Iglesia, con inmensa alegría y fruto espiritual. Podía sentir en mi alma una perfecta consonancia y resonancia de aquellas sublimes enseñanzas y por tanto no me era difícil advertir la lealtad y la honestidad, la persuasividad y lo fundado de sus motivaciones y exposiciones.
----------Así maduró en mí la vocación sacerdotal e ingresé al Seminario. Fue entonces cuando me di cuenta de cuánto el modernismo y la subversión, bajo el falso pretexto de un "progreso" mal entendido, habían perturbado y aún estaban perturbando a la Iglesia, donde se sucedían episodios de rebelión similares a aquellos que se estaban dando en la sociedad civil, aunque ciertamente no con la misma violencia. Pero había una violencia más sutil: la del engaño en el campo de la fe y de la teología. Claro que debe destacarse que aquellos años 1970s no vivían solamente movimientos rebeldes o contestatarios de perfil modernista, sino también pasadista, pues aquellos también fueron los años del inicio de la desgraciada rebelión lefebvriana, todavía solapada, pero que iba a revelar su verdadero veneno pocos años después.
----------Al mismo tiempo, pude constatar personalmente, y con consternación, el proliferar de errores entre teólogos de renombre, sin que los obispos intervinieran. Raras e ineficaces eran las intervenciones de la Sede Apostólica. Sólo se capturaban peces pequeños. Y yo me preguntaba: ¿por qué? ¿Pero qué están haciendo los superiores? De tal modo, los errores se esparcían a manos llenas en todos los ambientes eclesiales: desde la familia, a la escuela, en los ambientes del trabajo, en la cultura, en las parroquias, en los movimientos laicales, en las instituciones académicas, como un aluvión fangoso que al principio de bajo nivel, luego crece y crece hasta subir a los planos superiores de las casas. O a la inversa, como una seducción fascinante que envuelve siempre cada vez más hasta hacer perder la cabeza y la objetividad de la mirada.
----------O dicho de otro modo: una "inmundicia", como habría de decir Benedicto XVI treinta años después, que llegaba a contaminar a obispos, superiores, docentes y educadores, los cuales o no se daban cuenta de lo que estaba sucediendo o lo consideraban con una sonrisa de compadecimiento o no hacían nada, sin mencionar que algunos eran conniventes, conspirando ya sea encubierta o abiertamente.
----------Ciertamente, Roma, sede del Vicario de Cristo, continuaba siendo siempre el faro y el centro del mando. Pero a medida que el faro continuaba iluminando (¿y cómo podría no ser así?) por el contrario, el mando se convertía siempre cada vez más débil y desatendido o despreciado por aquellos mismos colaboradores, pastores y superiores, que habrían debido transmitir las órdenes a las bases. Y sólo bajo este título podían exigir ser obedecidos a su vez por sus súbditos o por los inferiores.
----------El advenimiento del papa san Juan Pablo II puso término a aquellos años de plomo, a la expansión del comunismo y a las manifiestaciones intraeclesiales, burdas, flagrantes y violentas contra la jerarquía, la Iglesia, el Papa y el Magisterio. Pero el papa Wojtyla no logró detener un trabajo, ya sea subterráneo o ya sea incluso abierto, por parte de los teólogos y moralistas modernistas, para llevar adelante su programa de secularización de la Iglesia y sus ideas subversivas en la formación de los jóvenes.
----------En ese aspecto, lamentablemente, el pontificado de este gran Papa no pudo hacer nada. Juan Pablo II se dedicó con gran empeño y prodigiosa energía, sin escatimar fuerzas, a una obra mundial y espectacular de renovada evangelización con sus numerosísimos viajes y contactos con una infinidad de personas, pero dedicó muy poco tiempo a un estudio atento y profundo (como solamente el Papa hubiera podido y debido hacer), para abordar los principales problemas doctrinales y morales de la Iglesia, para proporcionar aquellos remedios que sólo el Papa hubiera podido ofrecer, y para dotar a la Santa Sede de colaboradores competentes, valientes y desinteresados, sobre todo en el campo de la custodia de la recta fe. Esa carencia en Juan Pablo, hizo que el modernismo comenzara a penetrar sigilosamente hasta en las trastiendas.
----------San Juan Pablo II tenía siempre en los labios el problema de los jóvenes, y logró tener con ellos una gran capacidad de contacto humano, pero lamentablemente la formación seminarial y académica, así como la de los estudiantes de los institutos religiosos, quedaba en gran parte en las manos de los modernistas, por ejemplo los rahnerianos. ¿Y entonces qué sacerdotes y qué obispos, qué educadores de jóvenes podrían surgir de aquellos formadores? ¿Qué concepto de la obediencia podían dar estos formadores, que eran los mismos que desde el '68 habían sido velada o claramente desobedientes a la Iglesia? Lo vemos hoy.
----------Y en efecto, ¿qué sucedió sobre todo hacia el final del pontificado de san Juan Pablo II? Que la debilidad de gobierno que se había empezado a notar con san Paulo VI, que hablaba de un "magisterio paralelo", aumentó aún más, y hubo un verdadero salto de cualidad.
----------¿Cual? Que hasta entonces la difusión del modernismo, no reprimida como habría debido hacerse, se había limitado a la sola contaminación de las inteligencias, y por tanto había permanecido en una etapa solamente teórica, sin consecuencias en el gobierno de la Iglesia, mientras que por otra los fieles súbditos de la Iglesia, teólogos y buenos pastores, en definitiva gozaban de la libertad de refutar a los modernistas y de difundir la sana doctrina en obediencia al Magisterio, dando ellos mismos ejemplo de obediencia.
----------Por el contrario, hacia fines de la década de 1990 y principios del 2000, los modernistas comenzaron a alcanzar puestos de poder cada vez más numerosos y elevados, en el interior de la estructura de la Iglesia, desde los cuales podían imponer por la fuerza y las amenazas aquellas ideas modernistas que ellos habían libremente absorbido de sus maestros en los años o del seminario o de la formación religiosa o de la Universidad, entorpeciendo y frenando al mismo tiempo la obra de los fieles obedientes al Magisterio y al Papa, los cuales cada vez más comenzaron a aparecer como "desobedientes", pero desobedientes obviamente no al Magisterio sino a los superiores modernistas.
----------Así, aquellos rebeldes del '68, convertidos ahora en obispos o superiores, se han ido mostrando hasta el día de hoy mucho más duros y autoritarios que los viejos "barones" u "oligarcas", a los que ellos tal vez con sinceridad habían contestado y protestado cuando eran jóvenes, mientras que los obispos del preconcilio podrían ser, sí, severos, pero al menos lo hacían en nombre de la recta fe y de la obediencia a la Iglesia. En cambio, estos nuevos superiores, contrarios a la inquisición medieval (con razón, después de todo), luego han instituido clandestinamente una nueva inquisición, sin ninguna razón jurídica, sino basada solo en su prepotencia, para imponer con la fuerza la línea del modernismo.
----------Así sucede hoy que aquellos mismos que hace treinta o cuarenta o cincuenta años con arrogancia y desparpajo, desde los pupitres del seminario o de la Universidad se rebelaban contra los docentes acusados ​​de autoritarismo reaccionario, presentándose como paladines de la libertad del estudio, precursores del progreso de la cultura y del futuro de la Iglesia, así como profetas de las "comunidades de base", ahora que han llegado al poder después de infinitas y vergonzosas adulaciones y astutas "obediencias" a los maestros modernistas, consideran sus propios mandatos como preceptos divinos, desobedeciendo a los cuales hacen llover los castigos más rigurosos sobre el rebelde por haber ofendido la presencia de Cristo en el superior, cuando ellos mismos son los primeros en ser indiferentes respecto de los Papas, de los Santos y del Magisterio, seguros de la impunidad y de hecho mimados por toda la ideología laicista, masónica o modernista, como hombres del diálogo, de la tolerancia y del respeto por lo diferente y lo diverso.
----------Sus protegidos son personajes intocables, por lo cual quien se atreve a criticarlos escandaliza a sus devotos, o mejor dicho fanáticos, más que si un creyente viera profanada la Sacratísima Eucaristía. A la inversa, los buenos y auténticos católicos, libres de extremismos modernistas y pasadistas, son tratados poco menos que como trapos de piso con el mayor desprecio, como si fueran dementes e indignos de darles cualquier respuesta, claro que también porque tales superiores, al no lograr tener argumentos serios, son francamente incapaces a todo título de contrarrestar a sus objeciones.
----------Hoy es el caso de que por mucho que un fiel realmente católico haga presente, con respeto, lealtad y competencia, dificultades u objeciones a las directivas de estos superiores con referencia a la doctrina de la Iglesia o al Magisterio del Papa, estos superiores no escuchan razones, como si su palabra fuera la verdad absoluta y la vía necesaria para la salvación, castigando a estos súbditos que en realidad no desean otra cosa más que obedecer a un superior decente y obediente. Así sucede que a quien desobedece a la Iglesia no le pasa nada, pero a quien desobedece al superior modernista, ¡sálvese quien pueda!
----------Pero si así están las cosas, ¿cómo salir de esta situación gravísima, de esta pandemia espiritual y mal aterrador? A estas alturas las fuerzas de la desobediencia autolegalizada son tales que la Santa Sede y los buenos obispos no son en absoluto capaces de gobernar la situación.
----------Como he dicho en otras ocasiones, sólo queda esperar en una recuperación de los responsables, que al fin de cuentas casi siempre están investidos de una autoridad legítima (no estamos para verificar) y deberían saber cuál es su deber. Que estén ellos prontos y dispuestos a escuchar a su conciencia y, renunciando a toda ambición y ansia de poder, quieran, con la inspiración del Espíritu Santo y la intercesión de la Santísima Virgen María, temer el inminente castigo divino y, movidos por un sincero espíritu de arrepentimiento, ejercitar su sagrada misión con auténtico espíritu de servicio a la verdad y al bien de las almas.

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