martes, 21 de febrero de 2023

Católicos, ortodoxos orientales, lefebvrianos, y las recurrentes incoherencias lefebvrianas que nada sorprenden (1/2)

En la Iglesia católica existen doctrinas que no es indiferente para nuestra salvación aceptar o no aceptar. Creer o no creer esas cosas no es una cuestión de opiniones teológicas, que fueran libres y opcionales, sino que es una cuestión de verdades de fe necesarias para la salvación. Nadie, para salvarse, está exento de la obligación de aceptar lo que Cristo ha querido y mandado para nuestra salvación. Y es Cristo mismo, a través de su Iglesia, en el Magisterio del Concilio Vaticano II y de los Pontífices del postconcilio, Quien enseña y ordena la obra del ecumenismo como intrínsecamente perteneciente al mandato universal de la evangelización. El ecumenismo, por tanto, no es una "opinión teológica" que se pueda aceptar o rechazar libremente.

No juzguéis y no seréis juzgados
   
----------La existencia del fariseísmo en tiempos de nuestro Señor Jesucristo y a lo largo de toda la historia de la Iglesia hasta la actualidad, testimonia lo difícil que resulta a muchos creyentes comprender exactamente aquellas palabras de Jesús: "No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados" (Lc 6,37). El padre Leonardo Castellani [1899-1981] decía que la misión de Jesucristo en este mundo, al menos en su aspecto humano, había sido la lucha contra el fariseísmo: "Un hombre se define por su quehacer histórico; el quehacer histórico de Cristo fue la lucha contra el fariseísmo" (Cristo y los Fariseos, Ediciones Jauja, Mendoza 1999, p.27). Podemos estar substancialmente de acuerdo con esa afirmación. Claro que es necesario recordar que el fariseísmo que existía en tiempos de Jesús era tradicionalista, mientras que hoy el fariseísmo no es un vicio que se advierte solamente en el extremo tradicionalismo (pasadismo o lefebvrismo) sino sobre todo un vicio reconocible en el modernismo, lo cual marca también diferencias en los matices que debe asumir hoy la Iglesia en su lucha contra el fariseísmo.
----------Un par de días atrás recibí de un lector anónimo, en el foro de este blog, un mensaje de dos frases, rezumantes de farisaica ironía, que me criticaba y acusaba de pretender -decía él- "ver e interpretar el corazón y las intenciones del Papa Francisco". Le respondí simplemente que no existe nadie, ningún ser humano en el mundo y ni siquiera ningún ángel del cielo, sino solamente Dios, que sea capaz de ver de ese modo la "esencia individual" o "quidditas individual" (si me permiten estas expresiones impropias).
----------Lo explica bien Jacques Maritain, en su tratado introductorio a la filosofía, cuando dice, por ejemplo, que si bien "la naturaleza individual no es ininteligible en sí misma; es la materia prima la que es ininteligible en sí misma; la naturaleza individual no es principio primero de inteligibilidad, no es el ser primeramente inteligible de la cosa; pertenece, sin embargo, al ser (es la esencia considerada bajo el estado de individualidad que proviene de la materia), y por consiguiente es inteligible en sí misma. Por esta razón una inteligencia más perfecta que la nuestra, la inteligencia divina por ejemplo, puede conocerla directamente" (Introducción General a la Filosofía, Ediciones Club de Lectores, Buenos Aires 1963, pp.181-187).
----------Un modo sencillo de explicar aquellas palabras de Jesús en Lc 6,37, es el de aclarar ante todo que Nuestro Señor no nos prohibe juzgar lo que está bien y lo que está mal. ¿Cómo podría prohibirnos realizar ese juicio cuando también nos manda perentoriamente que nuestro lenguaje sea siempre "sí, sí, no, no", evitando toda doblez? Discernir el bien y el mal, lo verdadero y lo falso, es necesidad y exigencia no digo de todo católico, sino incluso de todo hombre con un mínimo de dignidad. Lo que nos manda Jesús es no caer en la tentación de pretender ser como Dios juzgando la conciencia individual: la "esencia individual" o "quidditas individual" (para volver a mencionar aquellas expresiones impropias). Debemos juzgar los hechos, pero no las conciencias; y esta básica distinción es la que está en el fundamento de aquella ya vieja frase del papa Francisco que fue tan mal interpretada y por tantos: "¿Quién soy yo para juzgar?".
----------Que una doctrina tan simple como la que acabo de exponer, aparezca tan difícil de comprender y, en consecuencia, tan difícil de vivir, lo confirma el hecho de que la olviden personalidades tan cultas y religiosas como el profesor Roberto de Mattei [n.1948], católico italiano, de destacada competencia en el ámbito de la historia de la Iglesia. Sin embargo, a quien conozca su deriva ideológica en los últimos diez o veinte años no le sorprenderá encontrarse con un artículo suyo como el que ha publicado el pasado 8 de febrero en su conocida agencia informativa Corrispondenza Romana, en el cual, analizando el reciente libro del publicista italiano Alessandro Gnocchi [n.1959], Ritorno alle sorgenti. Il mio pellegrinaggio a Oriente nel cuore dell’Ortodossia (ediciones Monasterium, 2023), arremete contra su autor con los calificativos para De Mattei evidentes como los de: "alma perdida", "apóstata", "hereje", "alma que ya no pertenece a la Iglesia", "alma que ha cometido pecado mortal", "privada de la acción de la gracia santificante", etc.
   
Incoherencias de sabor lefebvriano nada sorprendentes
   
----------Me pregunto si De Mattei se atrevería a repetir ante los muchos amigos lefebvrianos y filo-lefebvrianos con que él cuenta, la siguiente frase expresada por él en el artículo antes mencionado: "desde que el Concilio Vaticano I definió como verdad de fe la primacía del Romano Pontífice, ya no es posible un cisma sin herejía". Enseguida explicaré lo incorrecto de esta declaración de De Mattei; pero lo que por el momento quiero decir es que no me imagino al historiador italiano repitiendo esa misma frase ante sus cismáticos amigos lefebvrianos, sobre todo porque él pertenece a ese mismo mundillo que no tiene ningún problema en rechazar las doctrinas del Concilio Vaticano II y el magisterio de los Papas del postconcilio, por ejemplo cuando en el mismo citado artículo, sin embargo, valora en Gnocchi "su rechazo del ecumenismo", que para De Mattei es el "único punto en que Gnocchi es coherente con su pasado" católico. No deben maravillarnos estas incoherencias en las ideologías que atraviesan el mundillo de los pasadistas de perfil lefebvriano: sólo Roma, solo el Vicario de Cristo, es el principio de unidad y garantía de verdad de "la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad" (1 Tim 3,15), y De Mattei hace tiempo parece haberlo perdido de vista. Y quien no está unido a esta garantía de verdad, fácilmente cae en incoherencias y contradicciones.
----------Ahora bien, para tratar de conducir nuestra reflexión a un ámbito que nos sea más útil, y no reducirnos tan sólo a la crítica de una ideología como la pasadista, debe advertirse que el mencionado artículo del profesor De Mattei, aunque él no se lo proponga, plantea la cuestión del diálogo con los Ortodoxos orientales y el problema de los católicos que se sienten atraídos por los Ortodoxos orientales. Por otra parte, analizando este artículo de Corrispodenza Romana, es inevitable reflexionar acerca de la cuestión de la diferencia entre cisma, herejía y apostasía, con particular referencia a la situación de los Ortodoxos.
----------Como lo he dicho en un artículo de hace dos semanas atrás (La paz en Ucrania y el principio del Espíritu Santo), los hermanos Ortodoxos orientales mantienen la fe en la Santísima Trinidad, en Cristo Redentor y en el Espíritu Santo que procede del Padre. Gracias a su fe trinitaria y cristológica, ellos han permanecido en el rebaño de Cristo, aunque habiendo abandonado la obediencia al Romano Pontífice. Por esto mismo, la suya no es una pertenencia plena, no es una pertenencia suficiente, porque no corresponde a la plena voluntad de Cristo, que quiere que Pedro guíe a la Iglesia a la salvación en su nombre.
----------En los Ortodoxos, permanece de algún modo, parcial podríamos decir, la verdad y la gracia, y la obra del Ecumenismo debe basarse en todo lo que nos une (dogmas, sacramentos) y luego ir tratando de iluminar a estos hermanos separados para que reconozcan sus errores, y se conviertan de ellos, para alcanzar así la Fe plena, garantizada por la infalibilidad del Romano Pontífice.
----------Sin embargo, contra lo que acabo de afirmar, con lo cual no estoy haciendo más que repetir afirmaciones bien conocidas del Magisterio de la Iglesia, el profesor Roberto de Mattei, en el mencionado artículo, afirma lo siguiente: "Nadie puede decir que por conservar la validez de los sacramentos la iglesia cismática oriental mantiene una reserva espiritual. La validez sacramental no es sinónimo de vida espiritual activa. Los sacramentos son causas eficientes instrumentales que, como todo principio activo, para producir su efecto exigen la disposición del sujeto que los recibe. Fuera de la vida de la gracia no es posible la santidad, y fuera de la Iglesia Católica no puede haber auténtica gracia. Quien abandona la Iglesia Católica y se pasa a la llamada ortodoxia comete uno de los más graves pecados mortales. Por medio de la gracia acogemos a la persona divina del Espíritu Santo; la Santísima Trinidad viene a habitar en nuestra alma, y ésta se convierte en esposa de Dios. Por la gracia se nos infunden las virtudes teologales y morales y recibimos los siete dones del Espíritu Santo. Pero quien está en pecado mortal se halla privado de la acción de la gracia santificante. Tiene sobrada razón quien califica la ortodoxia de sarmiento seco que sólo sirve para ser arrojado al fuego. Por el tronco de las religiones falsas no corre la savia sobrenatural. Por eso Joseph de Maistre afirmó con gran sensatez: 'Todas esas iglesias que se separaron de la Santa Sede a comienzos del siglo doce se pueden comparar con un cadáver congelado cuya forma ha sido conservada por el frío'…".
----------Es indudable que tal forma de pensar no refleja el pensamiento de la Iglesia, expresado en su Magisterio, sobre todo después del Concilio Vaticano II, referido al ecumenismo, y a la existencia de la verdad y de la gracia presentes en las iglesias separadas, que tienden hacia la única Iglesia de Cristo, la Iglesia católica.
----------Aparece evidente cómo el profesor De Mattei, cuyo ámbito de competencia profesional es la historia de la Iglesia, por más que de señales de conocer en cierta medida la teología católica, no ha logrado recibir todavía el aporte del Concilio Vaticano II relativo al diálogo ecuménico. Es verdad que para salvarse es necesario pertenecer a la Iglesia católica, pero esta pertenencia puede ser inconsciente en cristianos que, a causa de una ignorancia no culpable, no conocen la obligatoriedad de esta pertenencia. Por cuanto se refiere al Concilio Vaticano II, en el documento dedicado al ecumenismo, el decreto Unitatis redintegratio, encontramos algunas declaraciones que nos hacen comprender cómo hoy la Iglesia católica considera a las Iglesias cismáticas orientales. Por ejemplo: "Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia católica" (n.3).
----------Ahora bien, decir que la de los Ortodoxos orientales no es una pertenencia plena ni suficiente a la Iglesia, es lo mismo que decir que los Ortodoxos orientales son cismáticos, porque "pertenencia no plena a la Iglesia católica" es una expresión que equivale a la palabra "cisma". Es el mismo modo expresivo que usa a veces la Sede Apostólica para referirse al "cisma", evitando sin embargo usar la palabra "cisma" tanto para los ortodoxos orientales como para los protestantes y como para los lefebvrianos, aunque el papa Francisco haya usado recientemente la palabra "cisma" para estos últimos en ocasión del motu proprio Traditionis Custodes, como la usaron san Juan Pablo II y Benedicto XVI refiriéndose a los lefebvrianos.
   
Es necesario no confundir cisma, herejía y apostasía
   
----------Vengo ahora a explicar esa interesante (aunque incorrecta) afirmación que hace el profesor De Mattei en el mencionado artículo de Corrispondenza Romana, refiriéndose a lo que él llama la "apostasía" de Alessandro Gnocchi: "Semejante postura, expresada con tanta claridad, no sólo es cismática sino declaradamente herética. Desde que el Concilio Vaticano I definió como verdad de fe la primacía del Romano Pontífice, ya no es posible un cisma sin herejía". Siempre he estado convencido de que puede existir cisma sin herejía, y de hecho es así, como enseguida explicaré brevemente. Pero la frase de De Mattei puede tal vez hacer pensar al lector lo contrario, dado que, como es muy frecuente en los lefebvrianos y filo-lefebvrianos, sus habituales unívocas y taxativas afirmaciones suelen ser engañosamente convincentes. Es bien sabido que estos pasadistas son muy cartesianos en su afecto por las "ideas claras y distintas", y huyen, como si se tratara del demonio, de los matices o de los grises o de la niebla, expresiones metafóricas a las cuales recurro solamente para hacer referencia a lo que santo Tomás de Aquino nos enseña cuando trata del conocimiento por analogía.
----------Sin embargo, para comprender el muy grave error de De Mattei con la frase antes citada, es necesario que nos entendamos acerca del concepto de cisma. Esta palabra viene del griego schisma, que quiere decir fractura, fisura, división, separación. Se trata de un grave pecado contra la caridad eclesial y por tanto contra la autoridad del Sumo Pontífice que es el Pastor Universal de la Iglesia.
----------La materia del pecado de cisma son las directivas pastorales y jurídicas de la Iglesia. Si, por el contrario, el fiel se rebela contra las normas que afectan la moral o el dogma, cae en la herejía. De lo cual se ve que la herejía supone el cisma, pero el cisma no conlleva necesariamente la herejía.
----------Por cuanto respecta a Gnocchi, aunque no he leído aún su libro, sin embargo, por lo que he sabido del asunto, el hecho de que se haya convertido a la Ortodoxia no significa en absoluto que haya caído en la apostasía, porque esta es la pérdida voluntaria de la fe y por consiguiente el rechazo de todas las verdades de fe. De Mattei se equivoca al ubicar a Gnocchi en la "apostasía". La Iglesia define la apostasía como: "el rechazo total de la fe cristiana" (Catecismo de la Iglesia Católica n.2089, Código de Derecho Canónico n.751). Ni los Ortodoxos ni Gnocchi han rechazado totalmente la fe cristiana. En el peor de los casos, puede permanecer una simple religiosidad de carácter natural, por ejemplo con una fe natural en Dios. Por lo tanto, el juicio que se puede dar sobre Gnocchi es la nota de cisma, porque se ha unido a una Iglesia cismática.
----------Ahora bien, digamos también y con franqueza, que en sí mismo y de por sí mismo, el pecado del cisma es un pecado muy grave. Sin embargo, en el caso de Gnocchi, que hasta donde yo sé es un católico preparado y celoso, creo que es necesario andar con cautela al emitir un juicio (cf. Lc 6,37). Además, hay que observar que, como reconoce el propio decreto Unitatis Redintegratio, la Iglesia Ortodoxa en estos mil años, no obstante la separación de Roma, ha conservado sustancialmente íntegro el Símbolo de la Fe y ha dado muestras de poseer muchos valores de espiritualidad, valores de vida cristiana y valores de santidad.
----------El punto más doloroso, la sangrante herida que aún permanece abierta, es la cuestión del dogma del Filioque, que parece una cuestión muy abstracta, parece una cuestión que fuera sólo de palabras, pero no es así (como lo atestigua hoy la dramática guerra en Ucrania, guerra entre hermanos cristianos). En realidad, el dogma del Filioque está en el corazón mismo de nuestra fe. Es la verdad fundamental y suprema, de la cual dependen todas las demás verdades de fe y, por tanto, todo el conjunto de la moral cristiana.
   
Sencillo argumento ad hominem muy fácil de comprender
   
----------Pero, de todos modos, volviendo a la actitud de De Mattei en el artículo sub examine, lo que aquí señalo es la ceguera y la incoherencia con que su autor parece juzgar por un lado la situación de Gnocchi, y por otro lado su propia situación personal (que yo definiría como "filo-lefebvriana", por decir lo menos).
----------Recordemos que ya son tres los Romanos Pontífices que han identificado la situación cismática en la cual se encuentran los lefebvrianos: el papa san Juan Pablo II, el papa Benedicto XVI y el papa Francisco. Y esto lo sabe perfectamente bien De Mattei. Por lo tanto, aplicando su (ya demostrado falso) principio de que "desde el Concilio Vaticano I no hay cisma sin herejía", como él dice, entonces debería concluirse que el cisma lefebvriano también implica herejía. ¿Y no es precisamente ésta la situación del propio De Mattei? Este es un sencillo argumento ad hominem que socava desde su base el texto de De Mattei.
----------Este simple argumento ad hominem pone de manifiesto las nada sorprendentes incoherencias en que los lefebvrianos y filo-lefebvrianos acostumbran caer.
   
Verdadero ecumenismo y falso ecumenismo
   
----------Debemos ser sumamente claros al juzgar que hay doctrinas que no es indiferente para nuestra salvación aceptar o no aceptar. Creer o no creer esas cosas no es una cuestión de opiniones teológicas, sino que es una cuestión de verdades de fe necesarias para la salvación. Nadie, para salvarse, está exento de la obligación de aceptar lo que Cristo ha querido y mandado para nuestra salvación. Y es Cristo mismo, a través de su Iglesia, en el Magisterio del Concilio Vaticano II y de los Pontífices del postconcilio, Quien enseña y ordena la obra del ecumenismo como intrínsecamente perteneciente al mandato universal de la evangelización. El ecumenismo, por tanto, no es una "opinión teológica" que se pueda aceptar o rechazar libremente.
----------En esto los católicos debemos estar perfectamente de acuerdo. Claro que lo que inmediatamente hay que aclarar, y es muy importante, es que debemos prestar atención a que el ecumenismo esté bien hecho, es decir, que aplique las directrices de Unitatis redintegratio, cuyo fin último, como aparece claro de cuanto dice, no es la simple constatación de las verdades comunes, que han quedado después de la separación, así como una actividad de caridad recíproca y de buenas obras para hacer juntos, sino que también es la responsabilidad que tenemos nosotros los católicos de ayudar a los hermanos separados para alcanzar la plenitud de la comunión con Roma, obteniendo de ellos con respeto y caridad la corrección de sus errores.
----------Curiosamente, el único punto positivo que De Mattei reconoce en Alessandro Gnocchi es su constante rechazo al ecumenismo. De Mattei dice en su artículo: "El rechazo del ecumenismo es el único punto en el que él [Gnocchi] es coherente con su pasado [católico]".
----------Ahora bien, por cuanto respecta a la actual situación de la obra ecuménica, es importante señalar que nuestros hermanos Ortodoxos más abiertos a la verdad practican por propia voluntad el ecumenismo, mientras que, si es cierto como dice de Mattei que Gnocchi rechaza el ecumenismo (cosa que de hecho yo no puedo atestiguar, porque no soy tan conocedor del pensamiento de este publicista italiano), entonces no tengo dudas que este rechazo suyo del ecumenismo le causará dificultades incluso con los Ortodoxos.
----------Y además, existe también una segunda razón por la cual De Mattei se equivoca al decir que "el rechazo del ecumenismo es el único punto en el que él [Gnocchi] es coherente con su pasado [católico]", porque hay que saber que el verdadero católico acoge por fe y obediencia la doctrina y la pastoral del ecumenismo, siempre que se entienda que el ecumenismo sea hecho de acuerdo a las directrices del decreto Unitatis Redintegratio.

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