domingo, 5 de febrero de 2023

Sacerdocio celibatario y sacerdocio conyugado

La Iglesia católica nunca jamás será capaz de abandonar una estima preferencial por el sacerdocio celibatario; pero no está excluído que en un futuro, bajo ciertas y específicas condiciones, y en ciertos y determinados lugares, pueda admitir, junto al sacerdocio celibatario siempre preferido, también la existencia de un sacerdocio conyugado. [En la imagen: fragmento de "Abraham y Melquisedec", óleo sobre lienzo de 1668, obra de Juan Antonio de Frías y Escalante, conservado y expuesto primero en la colección del Museo de la Trinidad, en Madrid, y actualmente en el Museo del Prado, Madrid, España].

----------Semanas atrás publiqué una larga serie de notas relativas a los sucesos que rodearon la renuncia al gobierno de la Iglesia decidida por el papa Benedicto XVI y el advenimiento al solio pontificio del papa Francisco. En esos artículos, a diez años de tales hechos, subrayé sobre todo el accionar vertiginoso de los ambientes neo-modernistas, particularmente en los medios de comunicación masiva, para usufructuar la situación a su favor, especialmente queriendo acaparar el nuevo Romano Pontífice para beneficio de ellos. Como prueba, indiqué varios artículos periodísticos que en los primeros meses del 2013 aparecieron en los medios italianos, sin duda los más influyentes a nivel de la vida en el corazón de la Iglesia.
----------Sin embargo, el accionar de la publicística neo-modernista también se notó en nuestro país. Por ejemplo, la revista Criterio salió a la palestra, entre otros con un artículo de Enrique Capdevielle, quien, ni bien iniciado el pontificado de Francisco, afirmaba que ya había llegado la hora para que el celibato sacerdotal fuera optativo, y el autor incluso no vaciló en aportar como argumento para su tesis aquella famosa frase del cardenal Carlo María Martini, poco antes de morir, de que la Iglesia atrasa unos doscientos años.
----------De todos modos, el artículo citado contaba con interesantes datos informativos y sugerencias que son útiles y no pueden ser desestimadas sin más ni más, pero saltaba a la vista su intención oportunista, la cual no quita, hay que reconocerlo, la legitimidad de la discusión sobre una cuestión que no es dogmática sino disciplinar, acerca de usos y costumbres que no son inmutables sino contingentes. Al fin de cuentas, lo que volvía a plantear el citado artículo, se trata de un debate que lleva siglos planteándose.
----------Antes de seguir adelante en nuestra reflexión, dejemos bien en claro que es cierto que el celibato no pertenece a la esencia del sacerdocio, sino que es una institución eclesiástica, que por tanto no tiene valor absoluto. La Iglesia también puede permitir un sacerdocio conyugado, no privado de ventajas. Sin embargo, el celibato es muy conveniente porque hace al sacerdote más a imagen de Cristo virgen, y liberando al sacerdote del cuidado de una familia, le da mucho más tiempo y ocio para dedicarse completamente a su misión, la cual es extremadamente absorbente, dado que "la mies es mucha y los obreros son pocos".
----------Más recientemente, a fines del año pasado, un comunicado conjunto entre algunos presidentes de dicasterios de la Curia Romana, en representación del papa Francisco, y alrededor de sesenta obispos alemanes reunidos en Roma para su visita ad limina Apostolorum, ha recordado que "el Camino sinodal en curso en Alemania" ha sido "convocado para reaccionar ante los casos de abuso sexual de menores por parte de clérigos". Este reconocimiento de que el origen y motivo del problemático sínodo alemán está focalizado en la cuestión de la relación entre sacerdocio y vida sexual, me impulsa a desarrollar el tema de esta relación en un contexto más amplio, a partir de una comparación entre sacerdocio celibatario y sacerdocio conyugado, que puede servirnos para dar algo más de luz a una cuestión que sigue siendo muy debatida.
----------Viene bien recordar que uno de los principales problemas que estaba en la agenda del Sínodo de Obispos sobre la Amazonía, en 2019, fue el de la escasez de sacerdotes para esas vastas poblaciones entre las cuales Cristo nos llama a una más amplia y mejor difusión del Evangelio, el cual debe ser cuidadosamente inculturado, teniendo en cuenta las peculiares cualidades humanas, religiosas y culturales de esas poblaciones, hasta ahora casi ignoradas por el mundo civil y viviendo al margen de la cultura y de la civilización internacional; pero también poblaciones dotadas por Dios y por su mérito de una historia propia, de sus propias tradiciones, de su propia concepción de la vida y de la existencia, y de la relación del hombre con Dios y con la naturaleza, y por tanto de sus propias y originales cualidades intelectuales y morales, que pueden y deben dar su contribución a la edificación de la Iglesia y de la sociedad mundial.
----------Ahora bien, el hecho de que hayan pasado tres años completos de aquel Sínodo de Obispos, no es razón para olvidarse de lo que en tal asamblea de la Iglesia se examinó, se debatió y se concluyó, y que mereció poco tiempo después ser tema de una exhortación apostólica del Romano Pontífice. De modo que, ante esta situación de la cristiandad amazónica, que de ningún modo podemos olvidar, y en la cual es evidente una gran carencia de "operarios para la mies", desde varias partes se ha venido preguntando, con el fin de favorecer una eficaz difusión de la fe y de la práctica cristiana de modo acorde con la mentalidad de esos pueblos o ante la escasez de sacerdotes célibes, si no es el caso de seguir examinando la posibilidad o la conveniencia o la oportunidad de instituir para la evangelización, para el gobierno y para la santificación de aquellas poblaciones de la Amazonia o de otras regiones en similar situación, un sacerdocio conyugado.
----------En efecto, es necesario tener presente que en las diversas culturas de la humanidad, como por ejemplo entre los budistas, es apreciada la abstinencia sexual como signo de autodominio, de autosuficiencia, de libertad y de cercanía a la divinidad. En otras culturas, como las africanas, la relación sexual del varón es apreciada como signo de belleza, vitalidad y buena salud, como aptitud para el mando y para el gobierno de la comunidad, como energía generadora de la vida. Mientras que en occidente, bajo la influencia del propio cristianismo, sin renunciar en absoluto al ideal de la abstinencia sexual por el reino de los cielos, va ganando cada vez mayor terreno el concepto de la unión sexual conyugal como perfección de la relación interpersonal sobre la base de una reciprocidad entre hombre y mujer en un pie de igualdad de naturaleza y de dignidad, en cuanto relación de pareja creada y querida por Dios mismo y anticipo de la futura resurrección.
----------Se mantiene, por otra parte, en el cristianismo luterano el ideal del matrimonio también para el ministro del culto, ideal entendido como una necesidad natural e incluso como una obligación impuesta por Dios, a la vez que un remedio para la concupiscencia, de otro modo irresistible. Por lo cual el cristiano luterano rechaza los votos religiosos, porque según él el ideal de la virginidad es algo contra natura, además de algo irrealizable, dada (siempre según el luterano) la radical corrupción de la naturaleza.
----------Sabemos cómo están las cosas en el caso de los Ortodoxos orientales. En base a 1 Tm 3,1-2, donde se dice que el obispo, para poder gestionar de modo conveniente la diócesis, debe haber dado antes buena prueba de saber gestionar una familia, admitiendo que un hombre desposado puede ser ordenado presbítero, mientras que el obispo es normalmente elegido entre los monjes. Por tanto, se mantiene entre los Ortodoxos la estima por el voto de castidad, incluso en modo exagerado, con una punta o matiz de origenismo, como se puede ver en la República monástica del Monte Athos, con un sobrentendido desprecio por la mujer.
----------Ahora bien, para poder juzgar sobre el sacerdote desposado o no desposado, es necesario tener presente que la gestión de una familia comporta ventajas y cargas: las primeras permiten una notable afirmación de las virtudes del cónyuge. De hecho, supone que el cónyuge sea humanamente tan maduro y capaz, como para saber gestionar convenientemente una realidad humana y social tan compleja como lo es la realidad familiar. Ahora bien, es necesario decir que esto no es para todos. Por eso, se necesitaría que quienes no son aptos o no son capaces para edificar una realidad de ese tipo, renunciaran a ella.
----------Dado este estado de cosas, el Magisterio de la Iglesia siempre ha dejado en claro, como he dicho líneas arriba, que el celibato no es ad essentiam, es decir, por cuanto respecta a la esencia del sacramento del Orden. Sin embargo, como es bien sabido, desde los primeros siglos la Iglesia de rito latino siempre ha juzgado muy conveniente el sacerdocio celibatario, aunque no necesario para su validez.
----------Por eso, entre nosotros los Latinos, la cuestión del sacerdocio conyugado (también llamado desposado o uxorado), por más que tal tipo de sacerdocio siempre haya estado y está todavía canónicamente excluido ad liceitatem, al mismo tiempo es una cuestión que permanece legítimamente abierta. Por supuesto, otra cuestión totalmente distinta es la del sacerdocio femenino, que, en cambio, está absolutamente excluido, tanto por la Iglesia occidental como oriental, en cuanto inválido en nombre de la Revelación.
----------La Iglesia católica nunca jamás será capaz de abandonar una estima preferencial por el sacerdocio celibatario; pero no está excluído que en un futuro, bajo ciertas y específicas condiciones, y en ciertos lugares, pueda admitir, junto al sacerdocio celibatario siempre preferido, también la existencia de un sacerdocio conyugado. No obstante, puede dejar libre elección entre el uno y el otro. De por sí, también podría existir un Papa desposado, como lo ha sido Pedro, el primer Romano Pontífice.
----------Si reflexionamos sobre la responsabilidad que conlleva formar la propia familia, debemos observar que muchos matrimonios fracasan porque los dos se unen de modo imprevisor e imprudente, poniéndose a una empresa más allá de sus fuerzas, sin darse cuenta de lo que les espera y sin tener las cualidades y las fuerzas suficientes para afrontar convenientemente los compromisos familiares.
----------Quien elige la vida religiosa o el celibato sacerdotal, elige esta vida y este estado no porque no fuera capaz de formar su familia. Digámoslo claro: si así fuera el caso, no se trataría de una verdadera vocación. Convertirse en religiosos o sacerdotes es abrazar un estado de vida más comprometido y exigente. Si uno no es capaz de lo menos, no puede esperar hacer lo más.
----------Si a alguien se le ocurre renunciar al matrimonio por el sacerdocio o la vida religiosa, no debe hacerlo porque no pueda encontrar ninguna chica, sino porque el estado matrimonial no le basta y quiere ascender más alto. Ha habido un tiempo en que nacían las vocaciones eclesiásticas a los 10 o 12 años, las cuales muchas veces salían bien. ¿Pero por qué? Porque estos niños eran óptimos, crecidos en un excelente ambiente familiar y parroquial. Hoy, cuando los padres y los sacerdotes no suelen ser buenos educadores, es necesario que el joven sea ayudado a elegir entre los diferentes estados de vida.
----------Por eso, los formadores hoy deben ser muy cautelosos al juzgar acerca de una auténtica vocación. Por ejemplo, si un joven dice amar la castidad consagrada, es necesario ver si ese amor es auténtico o si se trata de frigidez sexual o de rigorismo dualista o de desprecio por la mujer.
----------Por otra parte, hay un aspecto principalísimo que debe ser tenido en cuenta en referencia a la existencia de un sacerdocio conyugado, y es que la gestión de una familia, precisamente porque se trata de una cosa sumamente seria, sobre todo si la familia es numerosa, requiere de cada cónyuge, en nombre del mandamiento de la caridad, que manda, en la primacía del amor de Dios, amar ante todo a los propios familiares, si es que quiere cumplir con su deber, que se dedique una notable cantidad de tiempo y se utilice una parte considerable de sus recursos morales y físicos para atender y ocuparse de los asuntos y de las necesidades de la familia. Si este cónyuge fuera un sacerdote conyugado, sólo el resto del tiempo que le quede y el resto de sus fuerzas lo puede dedicar al ministerio sacerdotal y pastoral. Esto no suelen decirlo claramente quienes abogan a bombo y platillo, no siempre criteriosamente, por un sacerdocio conyugado.
----------Pongo un sencillo ejemplo comparativo, que no tengo dudas será fácil de entender por todos los lectores. En muchas diócesis, también en nuestra arquidiócesis de Mendoza, se cuenta con un buen número de diáconos permanentes, en su mayoría casados y teniendo a su cargo la responsabilidad de familiares: cónyuge, hijos, nietos, etc. En ningún caso se nos ocurriría pensar que los deberes de su ministerio diaconal en las parroquias o en los lugares a los que el Obispo los ha designado, prima sobre sus obligaciones matrimoniales y familiares. Por el contrario, en cumplimiento del mandamiento de la caridad al prójimo, esos diáconos permanentes deben amar ante todo a sus familiares, y esto les implicará un enorme derroche de energía, de tiempo, de concentración y de focalización de sus esfuerzos. Solamente el resto de su tiempo y fuerzas podrá ser dedicado a su ministerio diaconal. Pues bien, de idéntico modo sería para un sacerdote conyugado. ¿Se tiene en cuenta este panorama de las cosas cuando se aboga por un sacerdocio conyugado?
----------Otro aspecto a tener en cuenta es que el sacerdocio celibatario es más espiritual que el sacerdocio conyugado. El celibato favorece la libertad espiritual, promueve un más agudo sentido de lo sagrado, facilita una mayor inteligencia de las cosas celestiales, permite un mayor discernimiento en los fenómenos espirituales, impulsa a un más ardiente deseo de Dios, a una mayor apertura y disponibilidad para con el prójimo, otorga una mayor fortaleza en las pruebas, una mayor sabiduría en la guía de las almas, una más pura estima por la mujer. Es cierto que el sacerdote célibe no tendrá experiencia concreta de los afectos conyugales y de los asuntos familiares; sin embargo, tiene un más alto conocimiento teológico de la noción paulina del matrimonio como misterio de salvación, imagen del esponsalicio entre Cristo y la Iglesia (Ef 5,32).
----------Claro que, a favor del sacerdocio conyugado, hay que reconocer que el sacerdote casado, en cambio, será más capaz de una pastoral familiar más concreta, desde el momento en que conoce por experiencia aquello que es la intimidad entre esposo y esposa, la educación de los hijos, así como todas las cuestiones conexas con la vida familiar, viviéndolas día a día en primera persona. Al respecto de este ministerio, no es poco lo que puede aportar un diácono permanente, aunque por supuesto le esté vedada la tarea del confesionario y la guía de almas, lo cual es exclusivo ámbito del presbítero. 
----------En fin, una razón dada por algunos, como que debería justificar el sacerdocio desposado, es que esto pondría un freno a la propagación entre los sacerdotes de la pedofilia y de la sodomía. Por mi parte estoy absolutamente en desacuerdo con tal discurso, que me parece de gran insensatez y completamente ignorante sobre aquello que es la verdadera realidad del problema de la corrupción sexual de los sacerdotes. No se trata en absoluto de dar una salida o desfogue a una energía sexual reprimida. El matrimonio del sacerdote, para ser digno de su sagrada misión, debe ser mucho más que un recurso o expediente para dar satisfacción a un impulso sexual morboso que de otro modo sería irrefrenable.
----------No es casándose como ese infeliz sacerdote podrá librarse de esos vicios. Él debe atacar el mal desde raíz, de lo contrario continuará practicando la pedofilia y la sodomía incluso estando casado. Debe vencer la lujuria. Este es el nudo del problema. Debe vencer esta insaciable hambre de placer erótico, que sólo pretende satisfacerse a sí misma, no importa cual sea el objeto. Es necesario, por tanto, que estos sacerdotes recuerden el don recibido o bien -lo que es posible para muchos- si no han sido válidamente ordenados, que piensen en sus almas, y pidan a Dios la fuerza para liberarse, seguros de la ayuda de la divina misericordia.

2 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón de la Trinidad,
    En un pasaje de su interesante artículo, usted dice que al respecto del ministerio de la orientación en la vida de los matrimonios cristianos, "no es poco lo que puede aportar un diácono permanente, aunque por supuesto le esté vedada la tarea del confesionario y la guía de almas, lo cual es exclusivo ámbito del presbítero".
    Me surgen algunas dudas respecto a esa "prohibición" que usted plantea acerca de la "guía de almas", no sólo por parte de un diácono, sino incluso por parte de un religioso o religiosa, o hasta incluso realizada por un laico.
    ¿Acaso esto no es posible?

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    1. Estimado Ignacio,
      en el pasaje citado, yo intenté referirme a la guía de almas propiamente dicha, es decir, la dirección espiritual en sentido estricto.
      La dirección espiritual es la actividad del hombre de Dios encaminada a guiar a las almas hacia la perfección de la caridad. Como tal, la dirección espiritual puede ser ejercida por cualquier persona, hombre o mujer, que tenga las cualidades para hacerlo. Por ejemplo, santa Teresa de Jesús es llamada Mater spiritualium.
      Sin embargo, en un sentido más preciso y estricto, la dirección espiritual es actividad propia del sacerdote (obispo y presbítero), en cuanto que el sacerdote ejerce el ministerio de la confesión, que está particularmente orientado a promover en las almas el progreso espiritual.

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