viernes, 24 de enero de 2025

Revolución francesa: subversión y restauración (4/4)

Es necesario reconocer que la famosa tríada "igualdad, libertad, fraternidad" está bien pensada y ha tenido un merecido éxito más allá de las fronteras de Francia. Si los ejércitos de Napoleón no conquistaron Europa, hay que decir que Francia, heredera de una más que milenaria tradición cristiana, con la revolución, que aunque se manchó también de infinitos crímenes contra esa misma tríada, más allá de lo que podría parecer, no suprimió esa tradición, sino que la ha confirmado generando mediante un parto doloroso, la concepción moderna del Estado, que ha confirmado aquella laicidad y el alma democrática que ya santo Tomás de Aquino, en pleno régimen feudal, había enseñado y que hoy son enseñados por la doctrina social de la Iglesia. [En la imagen: una fotografía de la asamblea inaugural en 1962 del Concilio Vaticano II en la Basílica de San Pedro, Roma].

La cuestión de la fraternidad
   
----------La fraternidad se refiere al principio de la sociabilidad humana, que ya había sido puesto por Aristóteles cuando definió al hombre como animal político, y ya había sido codificado por la ética cristiana en el principio del amor del prójimo como a uno mismo. La Declaración asume la formulación según una modalidad negativa: "no hacer a los demás lo que no quieres que los otros te hagan".
----------Está claro que en este modo de formular las cosas la Declaración supone que lo que me complace a mí, te complace también a ti. Es decir, se supone que mis necesidades y derechos fundamentales son los mismos para todos los hombres y se excluye la imposición o suposición en los demás de ciertos gustos que son solo los míos. Hasta aquí, la Declaración está bien.
----------El problema surge cuando nos preguntamos: ¿qué parte tiene la libertad y por tanto la libre convención o el libre contrato o pacto en el determinar los fines y contenidos de la sociabilidad humana? Nadie niega la legitimidad y utilidad de pactos o convenios libremente establecidos entre las dos partes para afirmar o defender intereses comunes. Pero el "contrato social" de Rousseau no es simplemente esto. Supone una antropología según la cual el asociarse no es actuación de una inclinación natural, sino solo efecto facultativo de la voluntad del individuo, que de por sí podría muy bien vivir tranquilo por cuenta propia, si no fuera que se encuentra viviendo oprimido por poderes tiránicos.
----------En efecto, para Rousseau el individuo, al asociarse, no tiene en cuenta las inclinaciones o tendencias naturales, que según él no existen pero que son de hecho impuestas arbitrariamente por la sociedad, sino que el mismo individuo es libre de establecer a su arbitrio y según sus deseos, los fines, los contenidos y los términos del pacto social; él solo es el institutor y fundador de la estructura y organización del Estado.
----------El individuo, en efecto, para Rousseau, es naturalmente bueno: está corrompido por la influencia del ambiente; pero por sí mismo sabe liberarse y su voluntad en querer el pacto social no puede más que ser buena. Si se da, por tanto, la aparición de la tiranía, de ella el individuo se libera mediante el pacto social.
----------Ahora bien la Declaración, como se desprende de los dos artículos que cito a continuación, en lugar de asumir la sabia posición de Aristóteles, con el pretexto de la igualdad de derechos, de la exclusión del despotismo y sosteniendo que la relación social debe ser efecto de libre elección, asume la posición de Rousseau, según la cual ningún hombre tiene derecho a mandar a otro hombre, por lo cual la sociabilidad humana no tiene una base natural, ni existe una necesidad natural de que una comunidad tenga un jefe, sino que la unidad social estaría fundada y garantizada exclusivamente por la libre voluntad de cada individuo. Así lo dicen los artículos citados de la Declaración.
----------"Art. 2. El fin de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
----------Art. 3. El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo o individuo puede ejercer una autoridad que no emane expresamente de ella".
----------Maritain, comentando los principios de Rousseau, que se reflejan en estos artículos, pone en luz el expediente astuto que Rousseau adopta para poner de acuerdo por una parte la necesidad de que el individuo obedezca al gobernante, que es representante de la voluntad general, y por otra parte el ejercicio de la libertad, para la cual la obediencia no es obedecer al prójimo o a Dios, sino a sí mismo. Esto quiere decir que con el pacto social, según Rousseau, el individuo transfiere libremente al cuerpo social o a la Nación la fuente de sus derechos y deberes, pero como lo hace libremente, en realidad él mantiene siempre su autonomía, de modo que al final, obedeciendo a la autoridad, sigue obedeciéndose a sí mismo.
----------Se tiene así, observa Maritain, "La alienación total de cada asociado con todos sus derechos a toda la comunidad. ¿Dónde está entonces la libertad?". Maritain hace responder a Rousseau: "Cada uno, al darse a todos, no se da a ninguno". Y explica: "Está sometido al todo, pero no lo está a ningún hombre, y aquí está lo esencial: no hay ningún hombre superior a él. Más aún, desde el momento en que el pacto engendra el cuerpo social, cada cual se absorbe de tal manera en este Yo común, que él ha querido, que al obedecerle se obedece también a sí mismo. Luego, cuanto más obedecemos, no a un hombre -¡no lo quiera Dios!-, sino a la voluntad general, más libres somos [...] De esta manera, el individualismo puro, por el hecho de desconocer la realidad propia de los vínculos sociales añadidos a los individuos por la exigencia natural, viene a caer fatalmente, al intentar construir una sociedad, en el estatismo puro" (Tres reformadores, op.cit., p.112).
----------Podemos añadir que evidentemente el concepto de fraternidad introduce un factor afectivo, que no es inmediatamente perceptible en el concepto de igualdad, que lleva al pensamiento solo a la universalidad de la naturaleza humana, de la ley moral natural y de la justicia. Fraternidad dice solidaridad, colaboración, reciprocidad, disponibilidad, concordia, amistad, confianza, comunión.
----------La fraternidad también se refiere a la idea de la paternidad; pero aquí el concepto de la Constitución se detiene, porque no sabe ver una personalidad trascendente en cuanto que a su juicio comprometería la igualdad para reintroducir el elemento jerárquico conectado con el elemento aristocrático y monárquico.
----------Pero claramente advertimos que, si aquí desaparece la idea del gobernante o de la autoridad como paternidad, entonces está claro que viene a menos también la referencia a la paternidad divina, por lo cual nos debemos necesariamente preguntar quién sería ese "Ente supremo", que es citado en la Declaración de 1789. ¿Es verdaderamente Dios trascendente y creador? ¿Es un Dios personal y legislador, al cual debemos obedecer y del cual toda autoridad proviene, sin que esto quiera necesariamente dar fundamento a un régimen monárquico? ¿O acaso es el Dios de Kant, idea suprema de la razón? ¿O el Dios masónico, Gran Arquitecto del universo? ¿Es el Dios de Voltaire, de Robespierre o de Rousseau?
----------Es necesario reconocer que la famosa tríada está bien pensada y ha tenido un merecido éxito más allá de las fronteras de Francia. Si los ejércitos de Napoleón no conquistaron Europa, hay que decir que Francia, heredera de una más que milenaria tradición cristiana, con la revolución, que aunque se manchó también de infinitos crímenes contra esa misma tríada, más allá de lo que podría parecer, no suprimió esa tradición, sino que la ha confirmado generando mediante un parto doloroso, la concepción moderna del Estado, que ha confirmado aquella laicidad y el alma democrática que ya santo Tomás, en pleno régimen feudal, había enseñado y que hoy son enseñados por la doctrina social de la Iglesia.
----------Y si la misma masonería ha hecho de esa tríada su bandera, no se lo debe lamentar, siempre que evitemos la ingenuidad de interpretarla como si fuera una fotocopia del Evangelio, así como evitamos la cerrazón mental de quien, por una torpe defensa de la ortodoxia, no se da cuenta de que no nos corresponde a nosotros los católicos aprender sobre este punto de los masones, sino que son ellos quienes se han apoderado para fines innobles de lo que nos pertenece a nosotros los católicos.
   
La relación del Estado con la Iglesia
   
----------De la Declaración de 1789 se deduce que el fin del Estado y del gobierno civil es el cuidado del bien común temporal, tal como puede ser determinado en base a la razón y al derecho natural. De aquí deriva que al Estado y al gobierno civil le competen el cuidado de las realidades sociales y de las comunidades humanas presentes en el territorio del Estado. Ahora bien, la Iglesia se presenta ante los ojos del Estado como comunidad co-implicada en el cuidado del bien común y en el respeto de los derechos humanos, dispuesta a obedecer a las directivas del jefe del Estado y a las leyes del Estado.
----------La Declaración, por otra parte, al reconocer tanto la libertad de opinión como la libertad religiosa, renuncia a interferir en los asuntos internos de la Iglesia. Por lo tanto, los defectos de la Constitución civil del clero, justamente señalados y condenados por Pío VI, fueron el de interferir en los asuntos internos de la Iglesia por cuanto respecta a la libertad de acción del clero y de los Obispos, así como la de los institutos religiosos, fue el de violar el derecho de propiedad de la Iglesia y el de impedir la libre formación y difusión de la cultura católica, con la supresión de las órdenes religiosas.
   
Un juicio sobre Luis XVI
   
----------Luis XVI estaba bien intencionado para hacer el bien de Francia, pero estaba ligado a un concepto de su autoridad tomado del esquema padre-hijo, de indudable conexión bíblica, pero de molde veterotestamentario, no evangélico, del cual habría podido extraer el concepto de la democracia restituyendo a la tríada libertad-igualdad-fraternidad su originario significado cristiano. Podría haber tomado inspiración de la monarquía inglesa, la cual mostraba cómo se podía conciliar el régimen monárquico con el republicano.
----------En cambio los Franceses, no obstante su tradición católica, de por sí mejor adherente al Evangelio que la anglicana, a causa de su galicanismo, no fueron capaces de entender cómo democracia y monarquía, muy lejos de excluirse mutuamente, estaban hechas la una para la otra, como ya había sido demostrado por Aristóteles. No comprendió que la verdadera nobleza de familia funcional al buen gobierno civil no es necesariamente la de la sangre, sino la de la virtud. El régimen republicano tampoco puede prescindir de una clase aristocrática, es decir, de los más capaces y merecedores, así como un régimen monárquico no puede prescindir de una base popular.
----------Así el Rey no supo comprender las instancias populares de la Asamblea nacional, aunque sea necesario decir que en ella operaban elementos de ideas masónicas decididas a destruir el cristianismo y la Iglesia.
----------Luis XVI tuvo una buena idea al convocar los Estados Generales en 1789 para resolver los graves problemas económicos y sociales del país, con el fin de obtener ayuda y consejos sobre qué hacer. Pero no previó ni aprobó la formación de la Asamblea Constituyente, que resultó sobre todo del tercer Estado, de gran parte del bajo clero y de una pequeña parte de la nobleza, algunos nobles, mientras que el alto clero y la nobleza en su gran mayoría se opusieron manteniendo la fidelidad al absolutismo real.
----------El Rey, lamentablemente, no se dio cuenta de que el constituirse de esta Asamblea tenía una base jurídica en el derecho del pueblo al autogobierno y que la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano podía ser aceptada como base jurídica del Estado, sin que esto afectara necesariamente los derechos de la monarquía, de la nobleza y del clero.
----------Por desgracia, tampoco Pío VI supo darse cuenta de los elementos recuperables en la concepción iluminista y masónica del Estado. Solo con el Concilio Vaticano II la Iglesia habría de asumir plenamente los aspectos válidos de las concepciones iluministas del siglo XVIII.
----------Así el rey no comprendió que había llegado el momento histórico para Francia de abandonar el concepto del gobernante como soberano absoluto y de acoger al concepto democrático como representante del pueblo. Se sentía sinceramente al servicio del bien común y había dado muchas pruebas de ello, con numerosos actos de gobierno, pero su vicio de fondo era su concepto de monarquía y aristocracia vinculados a la sangre y no a la virtud, un concepto en el fondo no cristiano, aunque él hiciera profesión de fe católica.
----------Paradójicamente, en este punto los masones y los iluministas estaban más cerca del Evangelio y de la concepción aristotélica del buen gobierno que la jerarquía eclesiástica francesa, demasiado ligada a la clase nobiliaria y a sus intereses de poder. Sin embargo, es cierto que en el interior de la Asamblea actuaban exponentes de la masonería intencionados, como he dicho, en destruir el cristianismo y la Iglesia en nombre de un humanismo materialista, gnóstico y esotérico.
   
El Concilio Vaticano II ha saldado las cuentas con la historia
   
----------El enorme malestar de Francia que en el siglo XVIII hubo de conducirla a la revolución no fue solo un malestar político, sino más profundamente un sufrimiento humano, moral, espiritual y eclesial. De hecho, diré aún más: en Francia, eminente representante de la Iglesia católica, era la Iglesia misma la que estaba sufriendo una grave crisis, una crisis que habría de estar en tal crecimiento, que en aquel momento en cambio se le apareció a los católicos y al Papa mismo, como un gravísimo peligro de vida.
----------De aquí se comprende bien el desconcierto, la angustia y el sufrimiento de tantos católicos, incluido el mismo Papa, al verse o considerarse agredidos por enemigos mortales. Aquellos pocos que intentaron un diálogo con los iluministas y con los masones fueron juzgados mal por los buenos católicos y no sin razón, porque acabaron siendo instrumentalizados por los enemigos de la Iglesia o terminaron haciendo el doble juego, como los sacerdotes y los Obispos constitucionales.
----------Figura famosísima de estos sucesos fue el Obispo Charles Maurice de Tayllerand, que puso de manifiesto tanta habilidad en el bambolearse y esquivar los golpes en cada situación, que con tanta astucia y fina duplicidad, logró pasar indemne por todos los momentos del terrible drama; desde el ancien régime, a la revolución, al Directorio, a Napoleón, y a la Restauración.
----------Es obligado decir que la Iglesia del siglo XVIII no se dio cuenta de que era necesario hacer un examen crítico de las nuevas ideas cartesianas, iluministas y materialistas, que se estaban difundiendo por Europa, y proponer un cristianismo a la vez abierto a los valores de la modernidad y vigilante contra sus errores. No se supo renovar la sociedad y el modo de ser cristianos. Lo intentó Luis XVI con la convocación de Estados generales. Pero habría sido necesario un Concilio de la Iglesia.
----------Si la Iglesia hubiera sabido abordar de frente el enorme problema, probablemente no se habría producido la Revolución francesa, porque se le habría quitado el veneno, se le habría despuntado su fuerza crítica y se habrían satisfecho las instancias justas. Para hacer este trabajo hubo que esperar al Concilio Vaticano II. No fue, por consiguiente, totalmente equivocada la frase del cardenal Suenens cuando dijo que el Vaticano II fue el 1789 de la Iglesia. Ciertamente, durante las labores del Concilio hubo momentos dramáticos, en los cuales se experimentó la sensación de una tormenta revolucionaria.
----------Años antes, algunos asesores habían aconsejado al papa Pío XII, por el temor de que surgiera algo así, no convocar un Concilio. El papa san Juan XXIII, en cambio, no temía este peligro porque sabía que el Espíritu Santo protege al Papado. Así sucedió que efectivamente durante el Concilio las fuerzas modernistas intentaron abatir al Papado pero no lo consiguieron.
----------También Luis XVI convocó su concilio, sin imaginarse cuál iba a ser la suerte que estaba marcada para su linaje, pero como la dinastía de los capetos no había recibido de Dios una promesa de indefectibilidad, fue trágicamente derrumbada, después de una duración de ocho siglos. ¿Pero, quién dice que los santos Reyes de Francia desde el cielo no continúan protegiendo a su amada patria?

4 comentarios:

  1. Querido Padre, estoy de acuerdo con usted cuando dice que la declaración de 1789 tiene aspectos ciertamente positivos y estoy de acuerdo cuando dice que si la Iglesia hubiera afrontado antes y con energía los problemas planteados por la revolución, quizás esta última no se habría producido. Sin duda el rey no había comprendido la situación y se negaba a conceder derechos sacrosantos al pueblo y a transformar la monarquía absoluta en una monarquía constitucional, probablemente también fue mal aconsejado. Ya que desde los tiempos del rey sol los reyes vivían en Versailles, por lo tanto, lejos de la ciudad y sus ciudadanos, no hizo más que alejar a la monarquía del pueblo y los llevó a vivir en un lugar lujoso donde los problemas parecían no existir. Dicho esto, no se puede dejar de considerar las violencias y los actos sacrílegos llevados a cabo por los revolucionarios. No se puede olvidar que en julio de 1790 fue aprobada la constitución civil del clero, ya el título es una contradicción, y de hecho muchos sacerdotes aceptaron jurar sobre esa constitución saliendo de la iglesia católica. Además hubo muchos mártires que se negaron a jurar como en el caso de más de 800 sacerdotes católicos muertos de hambre, amontonados en dos naves. Los revolucionarios no actuaban por amor a Cristo, sino que actuaban imaginando de hecho un mundo en el que Dios no existía o, en el mejor de los casos, sería un dios masónico o idealista, un falso dios.
    Yo he entendido bien lo que usted ha querido decirnos, con la habitual claridad que a usted le distingue, en su tratamiento de la revolución, pero no quisiera que sus palabras pudieran ser mal interpretadas. He comprendido que estos acontecimientos son una prueba del hecho de que Dios puede convertir un mal en bien, porque, de hecho, la revolución francesa fue un mal por cómo se llevó a cabo y por su ideología, pero se volvió en un bien para la Iglesia, y por lo tanto para el mundo, que condujo al Concilio Vaticano II.

    Rezo por Usted,

    Miguel De Berazteguí

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    1. Estimado Miguel,
      concuerdo en la sustancia de lo que usted dice y le agradezco por su consenso. Si le he entendido bien, usted teme que yo pueda ser malinterpretado por un juicio demasiado benevolente hacia la Revolución Francesa.
      Nos podríamos preguntar cuál ha sido el alma de esta revolución. En mi opinión se han asociado dos principios: ante todo la sustancial necesidad de un régimen político democrático, popular, basado en la igualdad y en la fraternidad, y éste es un factor que podríamos vincular con el Evangelio.
      En efecto, la monarquía absoluta, si reflexionamos, no solo es contraria al Evangelio, sino también a la sana razón, porque no solamente contiene en sí el principio de la tiranía, sino que de modo implícito supone que el monarca no deba responder ni a Dios ni al pueblo por aquello que hace.
      Aristóteles había hablado de hecho del principio monárquico, pero solo en cuanto es la función de una sola persona, deputada al cuidado del bien común y de la unidad de la multitud. Aristóteles no había hipotetizado en absoluto que el monarca dictara la ley de su propio arbitrio, porque esto ya se consideraba una tiranía. Sin embargo, Aristóteles asigna al jefe el cuidado de la polis o sea de la comunidad política.
      En este punto podríamos evocar la doctrina aristotélica del Motor Inmóvil, que proporciona los movimientos de la naturaleza y por lo tanto de la sociedad. Por consiguiente, en la política de Aristóteles se sugiere, aunque de modo implícito, la influencia del Motor Inmóvil en la guía de la polis y, por lo tanto, en el cuidado del bien común. Es interesante también que para Aristóteles este cuidado no solo se confiara al soberano, sino también al pueblo, el cual se siente libre si puede decidir por sí mismo. Y esta es la democracia o bien la república, que corresponde a la "res publica" de los Romanos.
      La Constitución que fundó la monarquía constitucional, ¿de dónde proviene? En Inglaterra ya existía desde el siglo XIII. ¿Cuál fue su fundamento jurídico? La conciencia de los deberes del soberano y de los ciudadanos. Ya tenemos aquí lo que habría de ser más tarde la Declaración de los derechos del hombre de 1789.
      Lamentablemente el papa Pío VI, muy molesto y perturbado por la Constitución civil del clero, no pudo encontrar un rastro del Evangelio en aquella Declaración y en la famosa triada libertad-igualdad-fraternidad.
      En segundo lugar, la otra alma de la Revolución fue el espíritu anticristiano de Voltaire. ¿De dónde viene este espíritu satánico? Podría darse que viniera de la masonería, por el hecho de que la masonería en los inicios del siglo XVIII se presentó como una sociedad filantrópica pacificadora de la sociedad desgarrada por los conflictos religiosos, por lo cual la masonería cayó en el terrible error de considerar al Cristianismo como factor de división más que de unidad del género humano.
      Agradezco por su oración, que intercambio en el altar del Señor.

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  2. Sergio Villaflores24 de enero de 2025, 11:02

    Estimado Padre, vuelvo a agradecer sus inestimables aportes. Sin duda ésta es la actual postura de la Iglesia en el orden pastoral, que a partir de san Juan XXIII tiene muy en claro que ninguna pastoral "anti" o "contra" nada, lleva a buen puerto. Discernirlo todo, para quedarse con lo bueno y valioso (al decir de san Pablo), que es necesario reconocer en cualquier obra humana, porque en la historia de los hombres obra el pecado y sus consecuencias, sí, pero también la gracia y la divina Providencia. Gracias nuevamente por clarificar de modo tan nítido ésta que es la actual postura pastoral de la Iglesia ante el mundo.

    Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    1. Estimado Sergio,
      le agradezco por su consenso, y le felicito por comprender tan correctamente cuál es la actual impostación pastoral de la Iglesia frente a las sociedades humanas, un enfoque mucho más acorde al Evangelio que el que la Iglesia tuvo en épocas pasadas, incluso hasta no hace tantas décadas atrás.
      Ciertamente, como usted dice, si nos enfocamos, como debemos hacerlo, en el modo que nos presenta NS Jesucristo, no puede haber en la pastoral de la Iglesia ninguna actitud "anti" o "contra" nada, a no ser contra el pecado y sus consecuencias.
      Frente al mundo: diálogo, discernimiento de todo, individuación de lo positivo bueno y valioso que hay en la sociedad humana, individuación de los errores y disvalores, y misericorde actitud hacia los equivocados, para acercarlos gradualmente a la Verdad y a la Vida, que es Jesucristo.

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