martes, 21 de enero de 2025

Revolución francesa: subversión y restauración (1/4)

Frente a la Revolución francesa, siempre tan difícil de juzgar, no se trata ni de asumir la actitud modernista e idolátrica de quienes creen ingenuamente que la Revolución haya marcado por primera vez en la historia el camino seguro de la humana felicidad, vía finalmente encontrada después del oscurantismo y la barbarie medievales; ni de oponer una no mejor definida "contra-revolución" reaccionaria e indietrista, a la manera de...  [En la imagen: fragmento de "La libertad guiando al pueblo", óleo sobre lienzo, de 1830, obra de Eugène Delacroix, conservado y expuesto en el Museo del Louvre, París, Francia].

"Uno solo es vuestro maestro
y todos vosotros sois hermanos" (Mt 23,8)
"Dad a Dios lo que es de Dios
y a César lo que es del César" (Mt 22,21)
"Deposuit potentes de sede" (Lc 1,52)
   
¿Qué es la revolución?
   
----------Los antiguos romanos distinguían un derecho humano de un derecho divino (ius et fas). Tal distinción ha sido retomada y enriquecida por el cristianismo, el cual ha conectado razón, derecho, ley y justicia. El cristianismo, por lo tanto, distingue una razón humana de una razón divina, un derecho humano de un derecho divino, una ley humana de una ley divina y una justicia humana de una ley divina.
----------Ha sido posteriormente, con el racionalismo cartesiano, que ha surgido una teoría del derecho, de la ley y de la justicia independiente de Dios y por tanto, contrariamente a las intenciones declaradas, fuente de violencia, de tiranía y de injusticia. Este género de racionalismo había contaminado la Corona francesa a tal punto de generar un régimen tiránico, pero hay que decir que aún más deudores de Descartes, a través de la masonería, fueron los revolucionarios que derrocaron a la monarquía, de modo que dieron sí a Francia un régimen republicano, pero viciado por el racionalismo masónico y liberal.
----------¿El asesinato de Luis XVI fue un tiranicidio o un regicidio? El papa Pío VI deploró amargamente el hecho y consideró al Rey como un mártir. Conmovedor es el testamento espiritual del Rey redactado pocos días antes de su muerte. Ciertamente él murió por no haber querido aceptar la Constitución civil del clero, pero ¿está libre de culpa en lo que respecta a su actuación como soberano? Él quería mantener la religión católica como religión de Estado, mientras que la Revolución quería la libertad de religión. Pero también el Papado hasta el Concilio Vaticano II sostuvo la religión de Estado como preferible a la libertad religiosa.
----------Ahora bien, para que podamos hablar adecuadamente de la Revolución francesa, es necesario que, antes que nada, aclaremos primero qué se debe entender por revolución y en particular por revolución social, como fue precisamente la Revolución francesa.
----------La revolución social en general es una insurrección armada que se propone derrocar mediante el uso de la fuerza un régimen supuestamente tiránico e instaurar la libertad de los ciudadanos y la recta práctica de la justicia. Es un cambio social radical actuado con el uso de la fuerza, un cambio legislativo tal como para sustituir los viejos principios de conducta por nuevos que se suponen mejores y más avanzados.
----------Según santo Tomás de Aquino, la ley es un orden de la razón práctica ordenada al bien común promulgada por el príncipe, que tiene valor coactivo a fin de inducir eficazmente a los ciudadanos a la virtud (Summa Theologiae, I-II, q.90, aa. 2-3). Está claro que el acto humano, por su propia naturaleza, es voluntario y libre. Sin embargo, el príncipe, por el bien mismo de la persona, tiene el derecho y el deber de sancionar la promulgación de la ley, sin que ello constituya necesariamente violencia o tiranía, salvo en el caso de que el orden impuesto sea injusto o la pena impuesta sea excesiva.
----------Ahora bien, una revolución puede ser cualificada como justa y debida (obligada y necesaria) si es el derrocamiento por la fuerza en nombre de la voluntad popular ("lex debet habere vim coactivam ad hoc quod efficaciter inducat ad virtutem. Hanc autem virtutem coactivam habet multitudo vel persona publica, ad quam pertinet poenas infligere", Sum. Theol., I-II, q.90, a.3, 3m) de un régimen que abusa de su autoridad, se impone con la violencia y es violador del derecho. El papa san Paulo VI en la encíclica Populorum progressio, de 1968, enseña que bajo ciertas condiciones la revolución puede ser legítima.
----------Para poder definir mejor lo que es una revolución social, es interesante confrontarla de modo comparativo con un fenómeno similar, que es el de la guerra civil. ¿Qué es lo que sucede en una guerra civil? También en su curso puede producirse por el uso de la fuerza un profundo cambio de régimen, pero al precio de una grave división interna del pueblo o de la nación consigo mismos. Un pueblo pierde en ese momento, durante el curso de la guerra civil, la conciencia de sí y de sus propios valores, se extravía, se encuentra en la confusión, solicitado por dos perspectivas contradictorias, entrambas aparentemente buenas: ¿monarquía o república? ¿Socialismo o liberalismo? ¿Cristianismo o masonería? ¿Régimen islámico o régimen democrático? ¿Estamos con los Americanos o estamos con los Rusos? Y otras alternativas similares.
----------Ahora bien, en una revolución existe una guerra civil y una guerra civil es una revolución. ¿Pero entonces, cuál es la diferencia? Que el término revolución quiere expresar un resultado que se considera positivo, un progreso, mientras que la guerra civil dice de por sí solamente extravío, confusión, violencia y conflicto y por tanto expresa algo desagradable y doloroso. Ningún pueblo que no haya extraviado su propia dignidad puede querer la guerra civil, que es una especie de suicidio. En cambio, puede querer una revolución para liberarse de un régimen tiránico o de una esclavitud al extranjero.
----------Sin embargo, puede suceder que en una revolución vengan afectados o subvertidos principios o valores fundamentales, por lo cual no se verifica en ella un progreso sino más bien un retroceso. Y entonces, sin desmentir ni negar las conquistas realizadas, es necesario recuperar aquellos valores fundamentales y volver a aplicar esos principios, para salvar la vida de la nación y asegurar su prosperidad.
----------Esto pone bajo nuestra mirada la cuestión importantísima en ética social de la voluntad popular, que es conexa con el concepto de "soberanía popular" y el concepto rousseauiano de "voluntad general". Dice un antiguo lema: vox populi, vox Dei. ¿Es verdad? Tiene algo de verdad ese lema, porque es cierto que los pueblos saben conservarse y prosperar en base a la razón natural y a la sabiduría popular, que expresa buenos gobiernos que los dirigen. Todo pueblo posee convicciones éticas comunes o prevalentes, que le permiten vivir y perdurar dignamente. Existe una conciencia popular que está en la base de la salud de un pueblo y le permite autogobernarse y perdurar en su identidad por siglos.
----------Un pueblo puede ser momentáneamente sugestionado por un charlatán o un dictador, pero también sabe abrir los ojos y liberarse de ellos. No es una masa de maniobra que puede ser guiada donde se quiere. Esta es la idea equivocada de Maquiavelo, el maestro de los dictadores, cuyo final sin embargo es la tragedia.
   
Luces y tinieblas de la revolución francesa.
La razón cartesiana fundada en sí misma
   
----------Todos sabemos que dar un juicio razonable, equilibrado y convincente, acerca de la Revolución francesa no es cosa fácil. Ella fue un fenómeno histórico de extrema complejidad, en el que actuaron factores de todo género: ideológicos, espirituales, morales, políticos, económicos y religiosos. Sobre ella se ha acumulado desde entonces una inmensa literatura, que ha producido los juicios más contrastantes, a menudo pasionales y unilaterales, tan vivos son los intereses que ella ha puesto en juego.
----------Pero precisamente por esto es sumamente importante no desanimarse ante la dificultad de expresar nuestros juicios, y es en cambio importante un esfuerzo confiado de objetividad, de investigación, de reflexión y de aclaración, aunque se haga con modestia y dispuestos a revisar nuestras opiniones. Sin embargo, la Revolución francesa sigue siendo una lección fundamental para quien quiere comprender de qué es capaz el espíritu humano en el bien y en el mal en el curso de la historia de los pueblos y de las naciones.
----------Podemos decir, en síntesis, que en el juicio que vayamos a dar sobre la Revolución francesa debemos estar atentos y tener cuidado de evitar dos errores opuestos o dos visiones parciales y unilaterales: 1. el error de quien la juzga un fenómeno colectivo de sanguinaria injusticia y de desenfrenada impiedad, o 2. el error de quien la juzga una poderosa reivindicación de la dignidad humana, de su necesidad de ser libre de las tiranías, un hito o giro histórico en la fundación del derecho de los Estados y de los principios del gobierno civil, una fuerte afirmación de justicia social y de realización de los derechos humanos. En realidad, en la Revolución francesa ha habido tanto lo primero como lo segundo.
----------Frente a la Revolución francesa, por lo tanto, no se trata ni de oponer una no mejor definida "contra-revolución" reaccionaria e indietrista, a la manera del brasilero Plinio Correa de Oliveira o de los italianos Roberto Mattei y Aldo María Valli o del chileno José Antonio Ureta o de los argentinos Federico Highton y Javier Olivera Ravasi, la cual, poniendo el ojo solamente en los valores verdaderos o presuntamente subvertidos por ella, niega no sin cierta animosidad la realidad del progreso histórico que ella ha provocado.
----------Tampoco es sabio asumir la actitud modernista e idolátrica de los actuales rahnerianos y martinistas o de quienes de modo general creen ingenuamente que la Revolución haya marcado por primera vez en la historia el camino seguro de la humana felicidad, vía finalmente encontrada después del oscurantismo y la barbarie medievales. La Revolución francesa es un fenómeno humano como cualquier otro, donde lo bueno se mezcla con lo malo. Se trata simplemente de separar lo uno de lo otro con sabiduría, paciencia y discernimiento. En algunos aspectos, marca un progreso, pero en otros un retroceso.
----------El corazón o alma doctrinal de la Revolución francesa ha sido indudablemente la famosa Declaración de los derechos del hombre del 26 de agosto de 1789. Ella estaba inspirada en la Declaración de independencia de los Estados Unidos de América de 1776 y tendrá su desarrollo y coronación -purificada de sus errores- en la Declaración universal de los derechos del hombre, proclamada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. Posteriormente, esta última Declaración ha sido objeto de alabanza y de aprobación por parte de la Iglesia (véase el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n.152).
----------Los lados positivos y los negativos de la Revolución francesa son la clara consecuencia de los aspectos positivos y de los negativos de la Declaración de 1789. Sabemos cómo después de la caída de Napoleón, que intentó exportar a Europa con las armas los principios de la Revolución, el famoso Congreso de Viena de 1815 intentó hacer retornar al poder a los gobiernos desalojados por los ejércitos napoleónicos.
----------Mientras tanto, se difundió en Europa una reacción también frente al iluminismo, que había sido el inspirador del furor revolucionario en su igualitarismo abstracto que en nombre de la justicia había machacado a la justicia. Nació así en Alemania el turbulento movimiento romántico en asociación con el idealismo alemán, orientado a sustituir el sentimiento y la libertad subjetiva al racionalismo iluminista.
----------En el siglo XIX nace la contraposición política entre derecha e izquierda, de la cual aún hoy sufrimos, un dualismo que opone conservadores y progresistas, aunque su coexistencia debidamente moderada por los principios constitucionales, sirve al buen orden del sistema social, el cual resulta efectivamente del concurso moderado de estas dos fuerzas de por sí recíprocamente complementarias.
----------Al mismo tiempo, junto al liberalismo masónico, permanecía indudablemente vivo y persistente el populismo revolucionario, que pronto haría surgir con fuerza el socialismo y el marxismo. El sentido religioso tuvo una recuperación orientada hacia lo social, mientras que la cultura católica lamentablemente se resistía a iniciar un diálogo con el pensamiento contemporáneo. Esto causó en la Iglesia una exagerada oposición a la modernidad, que será sanada solo con el advenimiento del Concilio Vaticano II.
   
La posición de la Revolución Francesa frente a la clase nobiliaria
   
----------Uno de los puntos cardinales de la Declaración de los derechos del hombre de 1789 es la afirmación y la promoción de la igualdad esencial de todos los hombres entre ellos, sobre la base de la posesión común de la naturaleza humana. Y esto es cosa correctísima. Sin embargo, aparece de inmediato un error, que está dado por el concepto de que la existencia de una clase noble en una sociedad contradiga el principio de la igualdad.
----------La Declaración no niega que los más merecedores por virtud o por capacidad, sean dignos de gobernar la cosa pública, pero parece no reconocer adecuadamente la posibilidad de que una dinastía nobiliaria asocie la nobleza de sangre a una nobleza de virtud en el campo del gobierno civil.
----------La Declaración no toma en cuenta el hecho de que es justo y correcto que el cuidado del bien común y el gobierno de una nación sean confiados a los ciudadanos más capaces y que es justo que los hijos de estos, si conservan la capacidad del padre, se asuman la tarea de gobernar la nación y de tomar cuidado del bien común. De hecho, en la historia de las naciones se da la existencia de familias que se distinguen por especiales capacidades que las hacen dignas de gobernar y tomar cuidado del bien común. Los hijos, por la buena educación recibida, heredan las cualidades de los padres y las transmiten a su vez a sus hijos.
----------Los dignos y los capaces tienen el derecho y el deber de presidir y comandar, aunque no hayan tenido antepasados que estuvieran a la altura, y los descendientes pueden perder dicha capacidad o las cualidades necesarias para gobernar. Sin embargo, a veces se verifica el fenómeno de una serie más o menos larga de generaciones sucesivas originadas por un progenitor y que sin embargo pueden decaer y extinguirse. Se actúa así esa forma de gobierno que se llama aristocrática.
----------El gobernante tiene el derecho y el deber de mandar lo que es justo, y los principios y las normas de lo que es justo están contenidos en el código fundacional o constitutivo de la vida justa y ordenada de los ciudadanos con vistas a la realización del bien público o bien común de la nación.
----------Así como es justo y correcto que sean las familias más merecedoras y capaces las destinadas a gobernar una nación, también es justo y correcto que de ellas emerja la familia real, que se supone que es la capaz de gobernar a la nación. De aquí tiene fundamento el instituto monárquico.
----------El sistema monárquico supone la permanencia de una dinastía, cosa que puede resultar precaria. De ahí la validez del sistema republicano, donde el gobernante y la clase de gobierno, elegidos por el pueblo, no están necesariamente garantizados por una dinastía o por las familias nobles, pero esto no quita que puedan poseer las cualidades adecuadas para las tareas de gobierno.

2 comentarios:

  1. Serafín Savelloni21 de enero de 2025, 16:40

    Estimado Padre, he empezado a leer su artículo, en su primera parte, sobre la Revolución Francesa, y acabo de llegar al párrafo "La posición de la Revolución Francesa con respecto a la clase noble", párrafo al que me gustaría referirme, con mi respetuosa y fraterna objeción, si me lo permite.
    En la lectura de sus publicaciones, siempre me ha sorprendido su capacidad de amalgamar el respeto indefectible hacia el Magisterio de la Iglesia y el esfuerzo sincero por reconocer los valores de la modernidad, comprometiéndose al mismo tiempo a mantenerse en la buena separación de los extremos, tanto el extremo modernista como del indietrista.
    Sin embargo, en este párrafo sobre las clases nobles, tiendo a discrepar con usted.
    Los argumentos que usted aduce para apoyar actualmente, en 2025, el instituto de la monarquía, me parecen muy débiles. Creo que usted mismo lo reconoce afirmando en algunos pasajes de su reflexión la "precariedad" de sostener aún la validez de las dinastías reinantes.
    Al final, como me parece entender sus reflexiones sobre este párrafo, todo se reduce a la EDUCACIÓN y no a la HERENCIA. Quiero decir: si es posible la existencia de una altísima capacidad para el digno y justo cargo de gobernar en el fundador de una dinastía, no es la HERENCIA (el parentesco, la filiación) lo que asegura en el hijo la misma capacidad del padre para el gobierno, sino la EDUCACIÓN que puede recibir, que no está garantizada por ninguna particular institución docente, ni siquiera por educarse en las mejores escuelas y universidades europeas... No creo que yo deba aquí recordarle lo "ejemplares" en que se han convertido las actuales dinastías británicas, españolas, holandesas, belgas, etc...
    Por lo demás, el hecho de la actual existencia de monarquías constitucionales, donde el gobierno es de hecho llevado adelante por los representantes del pueblo, hace irrelevante (y siempre excesivamente oneroso para el pueblo) el mantenimiento de esas familias dinásticas...
    Seguramente me va a objetar y me dirá dónde estoy equivocado...

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    1. Estimado padre Serafín,
      yo también he dicho en mi artículo que lo que justifica una dinastía no puede ser solamente la sangre, sino sobre todo la virtud que funda las tradiciones morales, que dan a la dinastía un prestigio moral que le merece afecto y devoción por parte del pueblo y de la clase noble.
      Por cuanto respecta a las modernas monarquías constitucionales, me parece una cosa sabia la división del poder entre el rey y el primer ministro, porque es una cosa que permite al rey permanecer por encima de los contrastes políticos y por tanto exento de responsabilidad en caso de errores políticos. Al mismo tiempo, al rey le puede ser permitido dar al país la política de fondo. Por cuanto respecta a los gastos de la casa real, está claro que hoy por hoy se le pide esa sobriedad, que en otros tiempos pasados no existía.
      En todo caso el principio monárquico, ya teorizado por Aristóteles, es esencial a cualquier forma de régimen político, no necesariamente en la forma de una dinastía, sino en cualquier caso como principio de unidad de la multiplicidad, la cual, como ya observaba Aristóteles, no es suficiente por sí sola para garantizar la unidad, sino que se necesita concretamente una sola persona, que sea efectivamente representante del pueblo y que sepa responder tanto a Dios como al pueblo.

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