jueves, 30 de enero de 2025

De si el proyecto de Hegel es proyecto diabólico (1/4)

La dialéctica hegeliana sigue siendo dialéctica con todos sus límites ya reconocidos por Aristóteles, y falla en su pretensión de ascender a la dignidad de ciencia. Las tesis de la ciencia, según Hegel, son siempre revisables, discutibles y nunca definidas, son verdaderas para algunos y falsas para otros. Pero esto es indigno del verdadero saber. El verdadero progreso del saber no es un poner en discusión todo y un recomenzar siempre de nuevo, sino que es progreso, es desarrollo coherente sobre bases sólidas, inmutables y evidentes en la continuidad y en la identidad perenne del mismo verdadero y del mismo significado. Los conceptos no deben ser diluidos sino consolidados. Esta es la verdadera ciencia. [En la imagen: San Juan Bosco].

"Cuando ustedes digan 'sí', que sea sí, y cuando digan 'no', que sea no.
Todo lo que se dice de más, viene del Maligno" (Mt 5,37)
"A partir de la grandeza y hermosura de las cosas,
se llega, por analogía, a contemplar a su Autor" (Sb 13,5)
   
La extraña correspondencia entre dos palabras
   
----------Nadie piensa en adjuntar o avecinar o unir la dialéctica al diablo. En un tratado sobre el diablo nunca se encontrará un capítulo dedicado a la dialéctica. Así, a la inversa, los filósofos que tratan de la dialéctica es muy fácil que ni siquiera crean en la existencia del demonio.
----------Y sin embargo, la etimología de las dos palabras es extremadamente significativa, y es curioso el hecho de que la etimología de ambos términos, dialéctica y diablo, nos pone en el camino para descubrir el nexo que existe entre la actividad dialéctica, en particular la hegeliana y la actividad del diablo.
----------El significado de las dos palabras se enriquece y se ilumina, acercándolas a una tercera, de similar etimología: analogía, de donde procede el término analéctica. En dos de ellas está presente la partícula diá que comporta división; en una la partícula aná que dice conjunción; en dos está presente el logos, la razón; en una está presente el verbo diaballo, verbo compuesto por diá y ballo, donde ballo quiere decir: lanzo, golpeo, tiro sobre, mientras que diá hace de reforzativo, de modo que diaballo significa: pongo mal entre dos personas; desuno; calumnio; desacredito; hago odioso. Diabolé es la falsa acusación, la calumnia, la denigración. Se trata de todas las actividades propias del diablo. Y se entiende entonces por qué se lo llama así. Y la Escritura, por lo demás, lo llama el Acusador. Jesús lo llama el Mentiroso.
----------Se podría citar además una cuarta palabra, hoy utilizadísima, la palabra diálogo, término muy bello que implica amistad, confianza recíproca, humildad, lealtad, escucha, intercambio, conversación, discusión, debate, confrontación comparativa, reciprocidad. Claro que el diálogo no disciplinado puede degenerar en la sofistería, en la tergiversación, en el fraude, en la disputa, en la controversia, en el litigio. Tenemos aquí un enganche con la dialéctica de la que quisiera hablar en este artículo.
----------Pero el diálogo como tal, en su indiferencia al encuentro y al desencuentro, presenta menor interés para nuestro objetivo, porque lo que aquí quisiera poner de relieve y en luz es esa forma de dialéctica malsana y capciosa, que ya Aristóteles, a propósito de Protágoras, llamó sofística, como arte de presentarse superinteligente y supercrítico, desentrañador de errores inveteradísimos, capaz de abrir los ojos a los ingenuos y capaz de guiar a la suma sabiduría, como arte de hacer creer lo que no es, de hacer parecer verdadero lo falso, de dar falsas demostraciones, como arte de hacer dudar de lo que es cierto y de cerrar los ojos a la evidencia.
----------Como es sabido, para Protágoras el hombre es medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son, en cuanto no son. Sin embargo, ya Platón le había objetado que en realidad no el hombre sino Dios es la medida de las cosas, y que el hombre, para conocer la verdad, debe atenerse a esta medida divina, dado que no es él sino Dios el autor de las cosas.
----------Aristóteles estuvo de acuerdo en lo esencial con Platón, pero, más magnánimo que él, admitió que si por "medir" se entiende "calcular", así como un geómetra topógrafo mide las dimensiones de una casa, entonces, en este sentido, se puede decir que el hombre mide las cosas.
----------Sin embargo, Aristóteles se dio perfectamente cuenta de la deshonestidad que se escondía detrás del principio de Protágoras, que era la deshonestidad de negar el principio de no-contradicción, una verdad evidente, que no puede ser negada, para Aristóteles, sino por una forma de indocilidad (apaideusìa). Santo Tomás, al comentar a Aristóteles, añade leña al fuego hablando de "protervia".
----------Ahora bien, la dialéctica, de por sí, vale decir, la sana dialéctica, como explica santo Tomás de Aquino en su comentario a Aristóteles, es un normal procedimiento de la razón utilizado o en la conversación con un interlocutor o en la búsqueda personal de la verdad.
----------Así define Tomás la dialéctica comparada con la filosofía y la sofística: "Los dialécticos y los sofistas asumen la misma apariencia del filósofo, casi tienen una semejanza con él. [...] Dialécticos y filósofos coinciden en el hecho de que consideran todas las cosas [...]. Ahora bien, si todas las cosas convienen en el ser ente, es claro que la materia de la dialéctica es el ente y las propiedades del ente. [...] Sin embargo, difieren entre sí el filósofo del dialéctico según su poder. En efecto, requiere mayor virtud la consideración del filósofo que la del dialéctico. En efecto, el filósofo en los valores comunes procede de demostrativamente. Y por lo tanto, le pertenece conocer esos valores científicamente y los conoce con certeza. En efecto, el conocimiento cierto, es decir la ciencia, es efecto de la demostración.
----------El dialéctico, en cambio, con respecto a todos esos valores procede por argumentos probables, por lo cual no produce ciencia, sino una cierta opinión. Y esto sucede por el hecho de que el ente es doble, es decir, el ente de razón y el ente de naturaleza. Ente de razón se dice propiamente de aquellas intenciones, que la razón encuentra en las cosas consideradas, como la intención de género, especie y cosas similares, que ciertamente no se encuentran en la naturaleza de las cosas, sino que son consecuentes a la consideración de la razón. Y cosas de este tipo, como el ente de razón, son propiamente el sujeto de la lógica.
----------Ahora bien, estas intenciones inteligibles son equiparadas a los entes naturales por el hecho de que todos los entes de la naturaleza caen bajo la consideración de la razón. Y por lo tanto, el sujeto de la lógica se extiende a todo lo que es predicado de los entes naturales. Por eso Aristóteles concluye que el sujeto de la lógica es equiparado al sujeto de la filosofía, que es el ente.
----------Por tanto el filósofo por medio de sus principios procede a demostrar aquellas que son las propiedades del ente. En cambio, el dialéctico procede a considerar las cosas por medio de intenciones de razón, que son extrínsecas a la naturaleza de las cosas. Por esto se dice que la dialéctica es aproximativa (tentativa), porque el intentar es propio de quien procede en base a principios extraños" (In XII libros Metaphysicorum Aristotelis expositio, Ediciones Marietti, Torino-Roma 1964, libro IV, cap. II, lect. IV, n.574, p.160-261).
----------La dialéctica hegeliana se aleja y diferencia de la aristotélica porque mientras ésta hace referencia al realismo, la dialéctica hegeliana es idealista. Aristóteles no desdeñaba el valor de la apariencia, la doxa, solo que sabía que la apariencia puede ser verdadera pero también falsa. Por eso, para Aristóteles la dialéctica no da un saber cierto y objetivo, sino solo opiniones que siempre pueden ser cambiadas.
----------Pero precisamente este carácter ideológico de la dialéctica atrae la estima del idealista, de modo que adquiere en él una importancia decisiva que no tiene en el aristotelismo por el hecho de que en el idealismo la dialéctica no depende de la realidad sino de la apariencia. En el idealismo, la dialéctica sustituye a lo que en el realismo es la ciencia, es decir, pretende ser ella misma ciencia en lugar del enfoque realista.
----------En efecto para el idealista la idea como apariencia o como ser pensado es la misma realidad, porque para el idealista no existe un ser junto o más allá del pensamiento o fuera del pensamiento, sino que el ser es la propia autoconciencia (Descartes), es el fenómeno (Kant), es el ser pensado (Berkeley), es el ser pensante (Hegel) o es el mismo acto del pensamiento (Gentile), inmanente al pensamiento (Bontadini), o correlato del pensamiento (Husserl). Al idealista poco le interesa si detrás de sus ideas existe o no existe una realidad. A él le basta su experiencia subjetiva, vale decir, aquello que aparece a su mente o a su conciencia, es decir sus conceptos y sus ideas, las suyas y las de los otros.
----------Lo que en cambio le interesa al realista es la realidad externa o del propio yo o de las otras personas o de Dios, más allá del mutar y de la falibilidad de las ideas, las suyas y las de los demás. Él se aferra a las ideas solo cuando son ciertas, pero es desapegado cuando son cuestionables.
   
El alma de Hegel
   
----------Quien por primera vez me hizo comprender con pocas palabras quién ha sido Hegel fue mi amadísimo profesor de religión en la escuela secundaria, en el lejano 1959, sacerdote fidelísimo al Magisterio, hombre de gran sabiduría, tomista maritainiano, quien introduciéndome a la metafísica, puso en mí el primer germen de mi vocación sacerdotal y teológica, a la que correspondería en 1971.
----------Pues bien, aquel venerado maestro mío, me dijo un día: "Santo Tomás y Hegel se encuentran sobre la cuestión del ser. Pero luego surge entre ellos un abismo, porque mientras Tomás de Aquino distingue el ser del pensamiento, Hegel los identifica". Estaba dicho todo. Me puso en la mano la punta de la madeja que me permitió orientarme en el fascinante e indisponente laberinto hegeliano, y descubrir el alma de Hegel en sus más profundas intenciones o propósitos, porque mi gran deseo, además del de Dios, siempre ha sido, y lo es hoy más que nunca como sacerdote, el de comprender el alma de mi prójimo. Y cada alma es un misterio diferente de otro. Siempre he hecho mío el dicho de san Juan Bosco: "da mihi animas, caetera tolle". ¿Y cuál gusto más grande puede haber que el de entender el alma de los filósofos?
----------Por lo tanto, después de sesenta años de lecturas hegelianas siguiendo el hilo que me había sido dado por mi venerado maestro de religión, he llegado a la conclusión de que el alma de Hegel se encuentra en una página de la Fenomenología del Espíritu. Aquí descubrimos cómo entiende la filosofía, qué es su dialéctica y en qué sentido niega el principio de no-contradicción. Dice, por lo tanto, Hegel:
----------"La actividad del separar es la fuerza y la labor del entendimiento, de la más grande y maravillosa de las potencias o, mejor dicho, de la potencia absoluta. El circulo que descansa cerrado en sí y que, como sustancia, mantiene sus momentos, es la relación inmediata, que, por tanto, no puede causar ningún asombro.
----------La potencia portentosa de lo negativo reside, por el contrario, en que alcance un ser allí propio y una libertad particularizada en cuanto tal, separado de su ámbito, lo vinculado; y que sólo tiene realidad en su conexión con lo otro; es la energía del pensamiento del yo puro.
----------La muerte, si así queremos llamar a esa irrealidad, es lo más espantoso, y el retener lo mortuum lo que requiere una mayor fuerza. La belleza carente de fuerza odia al entendimiento porque éste exige de ella lo que no está en condiciones de dar. Pero la vida del espíritu no es la vida que se asusta ante la muerte, huyendo de la destrucción, sino más bien la vida del espíritu es la que sabe afrontarla y mantenerse en ella.
----------El espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento. El espíritu no es está potencia como lo positivo que se aparta de lo negativo, como cuando decimos de algo que no es nada o que es falso y, hecho esto, pasamos sin más a otra cosa, sino que sólo es esta potencia cuando mira cara cara a lo negativo y permanece cerca de ello. Esta permanencia es la fuerza mágica [comento aquí algo importante: esta palabra, que Hegel se deja escapar, es  muy significativa, pues abre una ventana sobre un trasfondo que no puede no despertar preocupación] que convierte lo negativo en ser. [...]
----------Ahora bien, no se trata tanto de purificar al individuo de lo sensible inmediato y de convertirlo en sustancia pensada y pensante, sino más bien de lo contrario, es decir, de realizar y animar espiritualmente lo universal mediante la superación de los pensamientos fijos y determinados que hacen fluida la existencia sensible. [...] A través de este movimiento, los pensamientos puros devienen conceptos y sólo entonces son lo que son en verdad: automovimientos, círculos; son lo que su sustancia es, esencialidades espirituales.
----------Ahora bien, como aquel sistema de la experiencia del espíritu capta solamente la manifestación de éste, parece como si el progreso que va desde él hasta la ciencia de lo verdadero y que es en la figura de lo verdadero, fuese algo puramente negativo; y cabria pedir que se eximiera de lo negativo como de lo falso, exigiendo ser conducidos directamente, y sin más a ·la verdad, pues ¿para qué ocuparse de lo falso?
----------Lo verdadero y lo falso figuran entre esos pensamientos determinados, que, inmóviles, se consideran como esencias propias, situadas una de cada lado, sin relación alguna entre si, fijas y aisladas la de la otra. [...] No hay lo falso como no hay lo malo. Lo malo y lo falso no son, indudablemente, tan malignos como el diablo [Interesante esta referencia al diablo. Cristo nos dice, en cambio, que, aparte de lo que corresponde a nuestra responsabilidad, lo falso y lo maligno nos vienen precisamente del diablo. De lo que sigue se ve entonces cómo Hegel desvía el discurso en un intento de no hacernos pensar en el diablo], y hasta se les llega a convertir en sujetos particulares como a éste; como lo falso y lo malo, son solamente universales, pero tienen su propia esencialidad el uno con respecto al otro.
----------Lo falso (porque solo de él aquí se quiere hablar) seria lo otro; lo negativo de la sustancia, que en cuanto contenido del saber es lo verdadero. Peto la sustancia es ella misma esencialmente lo negativo, en parte como diferenciación y determinación del contenido y en parte como una simple diferenciación, es decir, como si mismo y saber en general" (Fenomenología del Espíritu, Fondo de Cultura Económica, México, 1971, pp. 23-27).
----------Nos debemos preguntar: ¿de qué "espíritu" habla Hegel? Para Hegel, el "espíritu" soy yo y al mismo tiempo es Dios. Sin embargo, nos quedamos perplejos, porque este "espíritu", parece solo; nunca habla de una multiplicidad de espíritus; y luego este espíritu, que Hegel llama "Espíritu del mundo" (Weltgeist, recordemos que san Pablo nos dice que no tenemos el espíritu del mundo, sino el Espíritu Santo que Dios nos ha dado), parece ser todo, siempre y solamente dedicado a una sistemática, metódica e irresoluble conflictualidad, con el pretexto del "progreso" y en el nombre mismo de la "reconciliación". Es interesante que Hegel, que se decía cristiano luterano, nunca le da al Espíritu el atributo de "santo".
----------Ahora bien, como sabemos sobre todo nosotros, los cristianos, el espíritu en cuanto tal no es más que una sustancia o forma inmaterial subsistente dotada de intelecto y voluntad. Pero también sabemos que existe un espíritu bueno, que es el divino, de los santos ángeles, de las almas bienaventuradas en el cielo y de los hombres y mujeres en gracia sobre esta tierra, los hijos de Dios; y existe un espíritu maligno o malvado, que es el demonio o el de las almas condenadas del infierno o el de los hombres y mujeres malos en esta tierra, aquellos a quienes san Juan llama "hijos del diablo" (1 Jn 3,20).
----------Según Hegel la actividad dialéctica pone un positivo que no rechaza lo negativo, sino que lo "mantiene firme", lo retiene haciendo así de modo que en el conflicto con lo positivo produzca un positivo superior al de partida negado por lo negativo. Lo negativo no es productivo de por sí, sino solo porque está dominado por lo positivo. Lo positivo no debe ignorar lo negativo sino unirlo a sí.
----------Entonces, tenemos que en Hegel, lo negativo niega lo negativo de lo positivo, supera al precedente positivo y lo confirma en su positividad. Ahora bien, este modo de proceder de Hegel no parece negar el principio aristotélico de no-contradicción, porque este principio excluye que de una cosa se pueda afirmar y negar simultáneamente la misma cosa. Pero el caso es que en Hegel la negación no es negación total, sino solo de aquello que debe ser negado a fin de que se realice un progreso en el saber. Este punto no está mal. Entonces la contradicción queda resuelta y ocurre la conciliación.
----------Si en cambio lo positivo rechaza lo negativo, según Hegel, sucumbe bajo lo negativo y la contradicción permanece. Esto podría significar que si se enfrenta al enemigo, se lo vence, pero si se huye se es vencido. Estas observaciones son correctas. Sin embargo, Hegel confunde este método para adquirir el saber y la virtud con un procedimiento que implica doblez y servicio a dos señores. En efecto, él quisiera sostener que la ciencia en sus afirmaciones sobre un determinado tema no debe limitarse a afirmar lo que parece verdadero, sino que también debe aceptar lo que parece falso porque la verdad es la síntesis de estas dos apariencias.
----------Sin embargo, la impresión que deja la dialéctica hegeliana es que ella sigue siendo dialéctica con todos sus límites ya reconocidos por Aristóteles, y falla en su pretensión de ascender a la dignidad de ciencia, porque no es capaz de darnos una verdad cierta, demostrada, irrefutable, tal como para saber reducir a lo absurdo la tesis del adversario. Se mantiene solo en el plano de las apariencias y de los entes de razón, por lo cual, dado su proclamado reducir lo ontológico a lo lógico, no sabe trabajar sobre el plano de la realidad.
----------Las tesis de la ciencia, según lo que declara Hegel, son siempre revisables, discutibles y nunca definidas, son verdaderas para algunos y falsas para otros. Ahora bien, sin embargo estas cosas son indignas del verdadero saber. El verdadero progreso del saber no es un poner en discusión todo y un recomenzar siempre de nuevo, sino que es desarrollo coherente sobre bases sólidas, inmutables y evidentes en la continuidad y en la identidad perenne del mismo verdadero y del mismo significado. Los conceptos no deben ser diluidos sino consolidados. Esta es la verdadera ciencia.

2 comentarios:

  1. Estimado Padre,
    usted dice que la palabra "diálogo" es muy hermosa, y de hecho lo es, estoy completamente de acuerdo. No tengo ninguna duda de que en nuestro mundo, lacerado por tantas heridas y grietas, el diálogo es cada vez más necesario.
    Obsérvese, sin embargo, cómo los índietristas (no voy a hacer aquí nombres), en estas últimas décadas, en su obstinada crítica al Concilio Vaticano II y a los Papas del postconcilio, han anatematizado la palabra y el concepto "diálogo" afirmando incluso que el diálogo con el mundo es uno de los peores frutos del Concilio.
    Ellos, los indietristas que hacen esta obra de calumnia (¡aquí hay otra palabra diabólica!, indicada por usted) contra el "diálogo", me pregunto: ¿no son acaso simples instrumentos (seguramente inconscientes y en buena fe) del diablo, para desarrollar este trabajo?

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    1. Estimado Vicente,
      naturalmente, es necesario que entendamos el diálogo tal como el Concilio lo ha verdaderamente realizado. El Concilio, en efecto, nos ha dado el ejemplo de asumir los valores del pensamiento moderno, pero ha conservado la condena de los errores que ya había hecho anteriormente el Magisterio de la Iglesia.
      Existe efectivamente un diálogo que crea confusión y desvía del camino, es un diálogo basado en el equívoco, pero este no es el verdadero diálogo promovido por el Concilio, sino ese falso diálogo hecho de doblez y de oportunismo, llevado adelante por los modernistas, para servir a dos señores y mantener el nombre de católicos sin serlo en realidad.
      Por cuanto respecta a los conservadores, entre ellos hay algunos que el Papa llama indietristas, que se niegan a aceptar el Concilio. Pero debemos recordar que también existe un sano tradicionalismo, que no es en absoluto contrario al Concilio.
      En cuanto al hecho de que ciertos indietristas están influenciados por el demonio, la cosa puede ser en algunos casos extremos, pero esto vale también para los modernistas.

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