No sólo la Iglesia del pasado, sino también la del presente -y por tanto también la Iglesia del Concilio Vaticano II- no enseña en ninguna parte que debamos esperar que todos se salven, precisamente porque es verdad de fe que no todos se salvan. En efecto, Rahner no es capaz de aportarnos ningún pasaje del Magisterio, incluido el Concilio, que apoye su tesis. [En la imagen: fragmento de "The Clown", óleo, tinta y acuarela, de 1907, obra de Georges Rouault, conservado y expuesto en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, USA].
Pese a lo que diga Rahner, es de fe que no todos se salvan
----------Según la doctrina católica, la virtud de la esperanza cristiana tiene por objeto aquello que en la fe sabemos que son esos bienes supremos y supremamente deseables, que Dios nos promete o está preparando para nosotros. Objeto de la esperanza cristiana es nuestra salvación, es nuestra gloria celestial, nuestra beatitud o felicidad eterna, la cual nos será dada en la visión inmediata del Dios Trinitario, en la resurrección de la carne, en la Jerusalén celestial, en la compañía de todos los santos y de los ángeles, en aquellos que serán los cielos y tierra nuevos anunciados por los profetas, donde habita la justicia.
----------Objeto de la esperanza cristiana es también ser liberados para siempre de nuestros opresores y de nuestros enemigos, y respecto a ellos esperamos que, si no se arrepienten, tengan el justo castigo, aunque nosotros estamos dispuestos a perdonarlos. También esto pertenece a la esperanza cristiana, tal como surge claramente de la Sagrada Escritura y de la Sagrada Tradición. Estas convicciones no son, como quisiera hacernos creer Rahner, una opinión personal de santo Tomás de Aquino, sino que son verdades de fe católica, que podemos encontrar en cualquier catecismo, excepto por supuesto en el Catecismo holandés.
----------Por el contrario, Rahner nos quiere convencer que: "Tomás de Aquino consideraba todavía que alguien pudiera esperar sólo para sí y no para los demás. Hoy uno espera para sí porque sabe poderlo lícitamente hacer, en cuanto está obligado a esperar para los demás y lo puede hacer lícitamente para todos" (Nuevos ensayos, vol. X, pp.410-411),
----------Ciertamente, como observa el mismo santo Tomás (en la Summa Theologiae, II-II, q.17, a.3), podemos extender nuestra esperanza de algún modo también a la salvación de los demás, especialmente si son personas queridas; debemos orar por la conversión de nuestros enemigos. Pero ellos saben qué es lo que les espera si no se convierten. Pero la esperanza no puede ser, como cree Rahner, esperanza de salvación para la entera humanidad, ya que no todos se salvan. No sólo la Iglesia del pasado, sino también la del presente -y por tanto también la Iglesia del Concilio- no enseña en ninguna parte que debamos esperar que todos se salven, precisamente porque es verdad de fe que no todos se salvan. En efecto, Rahner no es capaz de aportarnos ningún pasaje del Magisterio, incluido el Concilio, que apoye su tesis.
----------Rahner, por el contrario, y contra el dogma católico, cree que la esperanza cristiana es que todos se salvan: "No podemos ya mantener fríamente y pensar con una seguridad teorética, como nuestros antepasados cristianos, que el resultado definitivo y permanente de la historia del mundo consistirá en máxima parte en un infierno eterno" (Nuevos ensayos, vol. X, pp. 178-179). "La reconciliación absoluta -individual y colectiva- ¿permanecerá como un hito eternamente lejano, siempre a perseguir sólo de manera asintótica y existente a distancia, o bien será un logro alcanzable como futuro absoluto? [...] El hombre realmente lleno de esperanza no puede hacer menos que esperar que la realidad de la historia le de a tales preguntas una respuesta en el sentido de la segunda parte de la alternativa" (Nuevos ensayos, vol. VI, p.545).
----------La adulteración de lo expresado por el Concilio Vaticano II sobre esta temática se expresa por ejemplo en los siguientes textos de Rahner: "Se da la esperanza -devenida clara en el Concilio- de una salvación realmente universal de todo el mundo. En efecto, el Concilio, a diferencia de los tiempos pasados, presupone, sobre la base de esta esperanza salvífica universal, la 'bona fides', una actitud moral positiva, una justificación sobrenatural de todos los hombres" (Nuevos ensayos, vol. X, p.178).
----------"Con la voluntad salvífica universal y en todas partes eficaz de Dios enseñada por el Concilio, la gracia ¿puede ser todavía concebida como un evento espaciotemporalmente limitado que, provocado simplemente desde lo externo y desde arriba, se verifica sólo de cuando en cuando -por más que sea continuamente- en la historia que en cuanto a lo demás permanece profana y natural?" (ibid., p.179). "Partiendo de su revelación, que se llama Jesús, la Iglesia ha comenzado a esperar la salvación de todos en cuanto tal, una salvación que no sólo puede verificarse, sino que se verificará [...]. Ella ha aprendido a nutrir una esperanza universal para todos y a prohibirse una afirmación teorética y dogmáticamente vinculante acerca del advenimiento efectivo de una perdición definitiva de una parte de la historia espiritual humana" (ibid., p.410).
----------"Hoy el Vaticano II muestra -casi sin reflexionar en ello- que existe hoy una esperanza universal del resultado feliz de toda la historia: y nada más" (ibid.). "Aunque rechazando la doctrina teorética de una apocatástasis, la Iglesia adopta en el Concilio y en su comportamiento práctico el presupuesto de que la gracia de Dios no es sólo ofrecida a la libre decisión del hombre, sino que se impone también universalmente, en larga medida, a tal libertad" (Nuevos ensayos, vol. VIII, p.379).
----------Es verdad que el Catecismo de la Iglesia Católica, casi como para retomar aquella bien conocida plegaria que la Virgen ha dictado a los pastorcillos de Fátima "lleva al cielo a todas las almas", afirma que "la Iglesia ora para que todos los hombres sean salvos" (n.1821). Con respecto a esta aserción, uno podría decir: ciertamente Dios escucha lo que la Iglesia le pide. Y por tanto todos se salvarán.
----------Pero la Virgen, como se sabe, ha mostrado también a los pastorcillos una visión de aquellos que están condenados en el infierno; y es con referencia a esta visión que debemos entender el sentido de aquellas plegarias: ellas no expresan la esperanza de un hecho que de todos modos acaecerá, como cree Rahner, sino que expresan la amplitud del corazón materno de la Iglesia que extiende su ansiosa premura salvífica y evangélica a la entera humanidad, no para esperar que todos se salven, sino porque no sabe quién se salva y quién no, por lo cual a todos extiende su plegaria y su premurosa acción salvífica.
----------Por cierto, antes de seguir adelante, quiero aclarar que con mi referencia a la visión de los condenados del infierno dada por la Virgen a los pastorcillos de Fátima, naturalmente no quiero apoyar la existencia del infierno sólo sobre esta revelación privada. En efecto, he tratado de aquellos que son los fundamentos bíblicos y magisteriales del infierno en algunas de mis conferencias y, Dios mediante, no demoraré mucho en publicar una larga serie de artículos sobre este mismo tema en este blog.
----------Por consiguiente, se puede y se debe ciertamente trabajar, sacrificarse y orar por la salvación de cualquier persona y de todos los seres humanos; y de hecho, como bien sabemos, razonablemente no podemos esperar para nosotros si no obramos por la salvación de los otros. Pero nosotros no podemos constreñir a todos a las mismas elecciones escatológicas. Nemo invitus ad fidem cogatur, decía el antiguo derecho canónico. Ni siquiera Dios lo hace, dejando a todos libres de hacer la propia elección, incluso la elección contra Él, también si naturalmente ni siquiera Él puede evitar las consecuencias.
----------En cambio, podemos y debemos responder de nuestra elección. Podemos por tanto ser felices también si no todos se salvan. También nosotros, como Dios, debemos respetar las elecciones de los otros. La visión de Dios debe podernos bastar para consolarnos incluso de la eventual condenación de personas queridas. Esto no quiere decir cuidar sólo de nuestra felicidad sin preocuparnos de la suerte de los demás. Al contrario, como nuestro Señor Jesucristo, debemos estar dispuestos a dar nuestra vida para la salvación de los demás. Pero el hecho es que ellos pueden rechazar, por orgullo, tal salvación.
----------Y entonces no nos queda, como hace Dios mismo, más que reconocer y aceptar su elección con sus justas e inevitables consecuencias penales -el infierno- que ella conlleva. Santo Tomás recuerda que es justo que los malvados sean castigados con el infierno. Si Dios, que es bondad infinita, permite que algunos se condenen, ¿los buenistas quisieran acaso ser más "buenos" que Dios?
----------Con la virtud de la esperanza cristiana, se espera ese bien que no podemos estar físicamente ni matemáticamente ciertos de que sucederá, y este bien es precisamente nuestra salvación, querida ciertamente por Dios, pero que depende también de nosotros, que somos mutables en nuestra voluntad. En efecto, nuestra salvación no es un acontecimiento futuro cierto como el surgir del sol a la mañana o como el hecho de que 2 + 2 hacen 4. Un hecho de tal género no lo esperamos: sabemos simplemente que sucederá. La virtud de la esperanza, en cambio, concierne al futuro de nuestro libre albedrío, el cual, como he dicho, es mutable. Sin embargo, si nos comportamos bien ahora, tenemos la certeza moral de podernos salvar.
----------Así también, los acontecimientos escatológicos anunciados por el Señor, como por ejemplo su Parusía o la resurrección de los muertos o la salvación del "resto" de Israel, no son objeto de esperanza, sino simplemente de previsión fundada sobre la fe en Cristo.
----------A propósito del "resto", es verdad que san Pablo apóstol dice "todo Israel será salvado" (Rm 11,26); pero se trata ésta de una expresión enfática y afectuosa, que no puede desmentir el dato veterotestamentario ya existente del "resto de Israel". Por lo demás, Pablo no ahorra expresiones durísimas frente a aquellos Israelitas que rechazan a Cristo. Se puede, ciertamente, pensar en una conversión más o menos general de Israel en el momento de la Parusía, como por lo demás dice explícitamente el mismo san Pablo.
----------No, como hemos dicho y repetido, tales acontecimientos escatológicos no son objeto de esperanza, sino simplemente de previsión fundada sobre la fe en Cristo. No así nuestra salvación -en esto Lutero se equivocaba-; sin embargo la consciencia de que estamos cumpliendo nuestro deber, el continuo pedido a Dios de donarnos la perseverancia final por intercesión de María y la certeza absoluta de que Dios quiere salvarnos, deben poder bastar para darnos confianza hacia nuestro porvenir y una suficiente certeza moral de que nos salvaremos.
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