jueves, 10 de julio de 2025

El concepto de verdad según santo Tomás de Aquino (1/2)

Ordenando viejos papeles, he dado con los apuntes de una conferencia que brindé a un pequeño pero entusiasta grupo de laicos durante la pasada pandemia, de hace un lustro. En aquella época no era sencillo poder reunirse, y mis recuerdos de aquellas reuniones me traen mucho consuelo, al hacerme pensar que pese a las actuales confusiones doctrinales en la Iglesia, en la inmensa mayoría o casi unanimidad del pueblo fiel hay sinceridad de fe, humilde acogida del magisterio pontificio y voluntad de progresar en la comprensión de los Misterios de Fe. [En la imagen: fragmento de "Lección de Catecismo", pintura de Guglielmo Napoli, 1893].

La esencia de la verdad
   
----------El tema en el que hoy nos adentraremos, tema muy importante para toda nuestra vida, siempre ha interesado a los hombres de todas las épocas y, en lo personal, me ha interesado desde niño y está en el origen de mi vocación sacerdotal y teológica. Es el gran tema de la verdad, el conocimiento de la verdad, el anuncio de la verdad. Es un tema que he profundizado sobre todo a la luz de santo Tomás de Aquino, y aquí les presento de modo sencillo los que son los resultados de mi larga experiencia de estudiante, investigador, y también como docente de teología. Sin más prolegómenos, entremos en tema.
----------La verdad es aquel estado feliz del intelecto por el cual el intelecto se proporciona a lo real y se conforma a lo real; vale decir, refleja, espeja (de ahí el término especulatio) o representa fielmente lo real, refleja la realidad. Santo Tomás de Aquino, como bien sabemos, habla de adaecuatio. El intelecto se adecua a lo real; se convierte en cierto modo, como veremos, igual, idéntico a lo real, se identifica con lo real. La verdad es saber cómo están las cosas, es la presencia de lo real en el pensamiento, es la realidad en cuanto presentada o representada, por medio del concepto o del juicio, al intelecto: representatio.
----------La verdad comporta, entonces, una relación del pensamiento con el ser, de la idea con la realidad. Indudablemente, con el término verdad se puede entender también la realidad, la que se llama verdad ontológica, distinta de la verdad gnoseológica, que es la adecuación del intelecto a la cosa o de la cosa al intelecto. La realidad es el fundamento y regla de la verdad. El pensamiento, en cambio, es el horizonte y el ambiente de la verdad. Como dice san Agustín de Hipona, in interiore homine habitat veritas.
----------La verdad ontológica, que es la verdad de los existentes, puede denominarse también verdad existencial. Ella comprende la verdad de los entes, o sea, de los espíritus, la verdad espiritual, la verdad de los hechos y la verdad histórica. En cambio, la verdad gnoseológica es la verdad del pensamiento y de las ideas. La verdad ontológica es la verdad concreta, particular y singular. La verdad gnoseológica es la verdad universal y abstracta. Todas las cosas, como dice santo Tomás, son verdaderas en virtud de una sola verdad, que es Dios, como su principio eficiente y ejemplar. Dios no sólo conoce la verdad como nosotros, sino que es la verdad, y esto pertenece sólo a Él, ego sum veritas, dice Cristo.
----------Con respecto al pensamiento, se habla también de un ente ideal o de razón, ens rationis, un ente que es acto de pensamiento, producto del pensamiento y existe sólo en lo interior del pensamiento, por ejemplo, los entes lógicos, los negativos (la nada, el mal), los matemáticos o imaginarios. Aquí el pensamiento se adecua a sí mismo y tenemos la verdad lógica, por ejemplo, una idea correcta del concepto o del número o del mal.
----------La verdad gnoseológica, en su relación con el pensamiento, es de por sí inmutable, en cuanto en su universalidad abstrae del tiempo. Pero dado que ella es adecuación al objeto, es inmutable la verdad de los valores inmutables y es mutable la verdad de las cosas que mutan o cambian en el espacio-tiempo. Mutar lo que no debe ser mutado con el pretexto de la modernidad es el modernismo. Conservar lo que se ha superado es el conservadurismo. Existen dos formas de verdad inmutable, atemporal, independiente del tiempo. Existe la verdad de los valores inmutables, los cuales constituyen el conjunto de las que san Agustín de Hipona llamaba las verdades eternas, que constituyen los eternos ideales y los principios del ser, de lo verdadero y del bien, vale decir, aquellos que el papa Benedicto XVI llamó valores no negociables.
----------A estos valores, que se extienden a todo tiempo, excede la misma eternidad divina, Dios mismo, verdad infinita, principio supremo, regla y modelo de toda verdad eterna y temporal. En cambio, la verdad de las cosas mutables, generables, corruptibles, mejorables o empeorables, es la verdad temporal, mutable como ellas. También la verdad que tiene por objeto cosas mutables, en cuanto verdad gnoseológica, es mutable. Nuestro recordado, sobre todo aquí en Mendoza, José de San Martín, ya no existe aquí en esta tierra, pero será siempre verdad que José de San Martín ha sido libertador de naciones.
----------La verdad es captar la cosa en sí, tal como es. Es posible captar de la cosa lo que de ella nos aparece, o sea, el fenómeno, sin poder saber cómo la cosa es en sí misma. Esta famosa observación de Kant en sí es correcta, pero Kant se equivocaba en querer hacer de ella un principio universal del conocer. Sin embargo, no se debe confundir, y aquí también Kant tiene razón, la aparición, el fenómeno, con la apariencia. El fenómeno da la verdad, aunque la esencia de la cosa quede escondida y puede ser objeto de la ciencia. La apariencia, en cambio, objeto de la opinión o de la hipótesis, a un ulterior examen puede ser confirmada y ser elevada a ciencia, pero también puede revelarse falsa. No todas las cosas en sí son incognoscibles en sí mismas, sino sólo aquellas que están más envueltas en la materia. Aquí Kant se equivocó.
----------En algunos hechos, los más inteligibles como el hombre, es posible reconocer tanto el fenómeno como la cosa en sí. Por lo demás, ¿cómo Kant hubiera podido escribir su Crítica de la Razón Pura si no hubiese estado convencido de conocer la razón en sí misma? El conocimiento de la verdad es fruto de la humildad. En efecto, de la humildad depende la adecuación a lo real, que implica una obediencia de la mente a lo real, la cual funda el realismo gnoseológico en el cual santo Tomás de Aquino es supremo maestro.
----------Ahora bien, lo opuesto del realismo es el idealismo, que es fruto de la soberbia, porque el idealista no adecua su pensamiento al ser, sino que pretende que el ser se adecue a lo que piensa él; o bien, como dsostiene el idealista, el ser es el ser pensado por mí; o el ser coincide con el pensamiento, vale decir, con mi pensamiento. Por consiguiente, el idealista nunca está equivocado.
   
Lo verdadero y lo falso
   
----------Si el intelecto falla por varios motivos en su adecuación a lo real, entonces se cae en el error. Por lo tanto, toma por verdadero, voluntariamente o involuntariamente, lo que es falso, da por existente lo que no existe, y viceversa. Confunde la fantasía con la realidad, y viceversa.
----------La verdad, entonces, se expresa en el juicio, por el cual, si el juicio es verdadero, el intelecto declara ser verdad lo que es verdad, y ser falso lo que es falso, y hace esto atribuyendo un predicado a un sujeto. Si la atribución es correcta, el juicio es verdadero; si es errada, el juicio es falso.
----------Lo verdadero se opone absolutamente a lo falso, pero no a lo diferente. Hay algunos que rechazan lo diferente reduciéndolo a lo falso. Otros acogen lo falso confundiéndolo por lo diferente. Lo diferente, aunque contrario a un verdadero, es compatible con otro verdadero, aunque no pueda coexistir con él simultáneamente. Una habitación no puede ser simultáneamente cálida y fría, pero cálido y frío pueden sucederse en el tiempo. Los diferentes coexisten juntos en el horizonte de la verdad. Se expresa este hecho con la fórmula "et-et". En cambio, verdadero y falso, se excluyen absolutamente y contradictoriamente entre sí. Si Dios existe, no puede ser verdad que Dios no existe. El ateísmo no es una idea diferente del teísmo, es una idea falsa. Aquí vale el principio del tercero excluido. A o es B o no es B, tertium non datur. No puede ser que A sea y no sea B simultáneamente y bajo el mismo aspecto. No puede ser que Dios exista y no exista. Esto se expresa con la fórmula "aut-aut".
----------Esta confusión fácilmente va junto con la idea relativista de la verdad, según la cual no existe una verdad universal, inmutable, objetiva, absoluta, válida para todos, sino que, lo que es verdad para mí puede ser falso para ti. De aquí, por ejemplo, los eufemismos hipócritas de la diversidad de las ideas y el principio del respeto de las ideas de los demás para evadir la cuestión de lo verdadero y de lo falso. Esto es falso. Aquí que se sostiene una falsa concepción de la verdad llamada precisamente relativismo.
----------Existe, en cambio, una sana relatividad de la verdad, que no tiene nada que ver con el relativismo. Que sea bueno, por ejemplo, comer una pastura es verdad con relación al caballo, pero no con relación al hombre. Sin embargo, en esta tesis la objetividad y la universalidad de la verdad son salvadas tan solo con que distingamos el bien del hombre del bien del caballo. La verdad es una bajo un cierto aspecto y es múltiple bajo otro. Es una, se entiende como relación al objeto, la adecuatio; de hecho, el objeto es uno. Ahora bien, dado que la verdad, vale decir, el ente puesto en las condiciones de pensado, si el ente es uno, no puede ser múltiple u otro distinto de sí. Hablar aquí de diversidad estaría fuera de lugar y sería signo de relativismo.
----------En cambio, las verdades objetivas son muchas, en cuanto cada cosa tiene su verdad. Aquí vale el principio de la diversidad y aquí también se propone la distinción entre lo verdadero y lo diverso o diferente. Es necesario evitar confundir lo diverso con lo falso. A este respecto, hay que decir que la herejía no es sólo diversa con la ortodoxia, sino que es una falsedad. El principio de que la verdad es una genera la oposición de verdadero y falso. En cambio, la multiplicidad de los verdaderos está conectada con el valor de la diversidad. La verdad objetiva es la verdad en sí misma.
----------La verdad subjetiva es lo que aparece a un dado individual sujeto en buena fe, aunque sea objetivamente falso. El error puede depender de la ignorancia, que puede ser o excusable o culpable. La ignorancia, en línea de principio, es consecuente a la limitación natural de nuestro poder cognoscitivo, por lo cual es naturalmente infinito el desnivel entre las cosas y lo que de ellas sabemos. Pero ésta es ulteriormente más acentuada como consecuencia del pecado original y de nuestros pecados personales, a causa de lo cual ocurre que ignoramos u olvidamos quizás involuntariamente verdades importantes. Aquí distinguimos una verdad infinita, total y una verdad parcial. La nuestra es siempre una verdad finita y parcial, a menudo incierta, insuficiente, unilateral, a diferencia de la verdad divina, que es la verdad perfectísima y total.
----------La verdad del pensamiento debe luego traducirse en la veracidad del lenguaje. El pensamiento, o el juicio, de hecho se expresa en la palabra o lenguaje. Si el lenguaje es conforme al pensamiento, independientemente del hecho de que el juicio sea verdadero o falso, el pensante es sincero y verdadero. Puede errar en buena fe. Si en cambio la palabra no es conforme al pensamiento, el pensante es mentiroso. La sinceridad, entonces, no comporta siempre necesariamente un juicio que respete la realidad, sino solamente que el sujeto diga lo que tiene en su consciencia, tal vez también, suponiendo que esté en buena fe, aunque sea objetivamente falso.
----------Se debe notar que existe también una verdad del sentido, que tiene las mismas propiedades que la verdad del intelecto, que he definido antes, con la diferencia de que el intelecto adhiere mejor y más íntimamente y de modo diferente al objeto, intus legit, y conoce la realidad espiritual, que el sentido no conoce. La verdad, entonces, es acto del poder cognoscitivo en general, que puede ser tanto del intelecto como del sentido. De tal manera, puede existir no solo el error del intelecto, sino también el error del sentido.
----------Y existe también un juicio del sentido, no necesariamente formulado en conceptos. Tomemos, por ejemplo, lo que ocurre con el sentido de los animales. Está claro que solo el juicio conceptual se expresa en la palabra. Solo el hombre puede ser sincero o mentiroso, en virtud del libre arbitrio, por lo cual puede decir o no decir la verdad, o sea, lo que tiene en la consciencia intelectual. El animal, en cambio, que no tiene este tipo de consciencia, ni tampoco en consecuencia goza del libre arbitrio, sin embargo siempre expresa a su modo, con su lenguaje, lo que siente. El animal siente el sentir, pero no entiende el entender
   
El conocimiento de la verdad
   
----------El acto del pensamiento o intelecto, vale decir, el acto cognoscitivo, se puede entender o en sentido psicológico (lo cual es el pensar), o en sentido lógico (lo cual es lo pensado). En el primer caso, el pensamiento piensa en lo real. En el segundo caso, el pensamiento piensa en sí mismo, por ejemplo, la consciencia. En el primer caso, se tiene el conocimiento de la realidad, y así el funcionamiento y el método del acto del pensamiento son objeto de la epistemología o de la gnoseología. En el segundo caso, se tiene la consciencia de la verdad. Y aquí tenemos la ciencia y el arte de la lógica. El examen crítico de esta consciencia constituye la crítica del conocimiento. Ella justifica reflexivamente la verdad y la certeza del conocer. En ambos casos, se tiene el conocimiento de la verdad; y éste es el verdadero conocimiento.
----------Errar no es verdadero conocer, pero conocer y reconocer los errores es verdadero conocer. Sin embargo, el concepto o razón o ratio de la verdad, siempre pone en funcionamiento el pensamiento o intelecto, o porque hay relación del pensamiento con lo real, la verdad especulativa, o porque lo real depende del pensamiento, la verdad práctica. Sin relación recíproca entre pensamiento y ser no se da la verdad. Por ello, santo Tomás define la verdad adaequatio intellectus et rei, la adecuación del intelecto y la cosa entre sí. En la verdad especulativa adecuamos nuestro intelecto a una dada realidad preexistente o presupuesta, que no hemos hecho nosotros, sino que descubrimos existente, descubrimos la verdad del ser. En cambio, la verdad práctica, es la realidad que se adecua a nuestra idea, intención o proyecto, si se trata de un acto moral a cumplir, praxis, o de una obra artificial para hacer, tekne o poiesis. Aquí, en cambio, descubrimos la verdad sobre el bien, el bien del hombre, ya sea el bien moral, en el primer caso, ya sea el bien de la obra, en el segundo caso.
----------Esta reciprocidad de intelecto y cosa es el motivo por el que Tomás dice que la verdad está más en el pensamiento que en el ser. Lo real, el ente como real, desde el punto de vista nocional, no es aún lo verdadero. La noción del ente es distinta de la noción de lo verdadero, aunque todo ente es trascendentalmente verdadero. El ente y lo verdadero son convertibles recíprocamente: esse et verum convertutur. Sin embargo, lo verdadero, como dice Tomás, añade al ente una relación de inteligibilidad con el intelecto. Pero esto no quiere decir que se identifiquen entre ellos, de otro modo sería Dios, Ser absoluto y Verdad absoluta.
----------La separabilidad y contraposición entre intelecto y realidad hace posible el error, que es precisamente la discordancia entre el pensamiento y el ser. Dios nunca erra precisamente porque en Él su pensamiento es idéntico con su ser. Para nosotros, en cambio, una cosa puede ser falsa porque no es conforme a su modelo ideal. Un juicio es falso porque no es conforme a lo real. Sin embargo, en el acto cognoscitivo, ya que lo que se piensa está en acto, se supone ser lo que está en acto, o sea, el objeto, conocido precisamente para que el intelecto esté en lo verdadero, como parece haber sido ya intuido por Parménides (to autó ton o ein caito einai), requiere, como ya he señalado, una cierta identidad entre el intelecto y la cosa, entre el pensamiento y el ser. Por eso Tomás, a propósito del acto cognoscitivo, precisamente para explicar la verdad del conocer, dice que intellectus in actum est intellectum in actum, el intelecto en acto es lo entendido en acto. Lo es, sin embargo, y esto es fundamental, sólo intencionalmente, espiritualmente y representativamente, no ontológicamente. De otro modo habría panteísmo, vale decir, se identificaría el conocer humano con la ciencia divina. Pero es claro que el intelecto en potencia es muy distinto del ente real, inteligible en potencia por nosotros.
----------Por lo tanto, con la actividad del intelecto, a la vez que aparece la dignidad del espíritu, también aparece la distinción entre el pensamiento y el ser, lo ideal y lo real, el ente de razón, el ens rationis, y el ente real, a lo cual se refería también Aristóteles. La existencia o el hecho de la verdad del conocer obliga a reconocer esta distinción, que, por otro lado, vale en la creatura, no en el Creador. Esta distinción entre el ser y el pensamiento obliga además a reconocer una existencia de la cosa en sí misma, fuera del alma, extra anima, y una existencia de la cosa conocida en cuanto conocida en el alma, in anima. Se trata del concepto de la cosa formado por el intelecto, que permite al intelecto conformarse al objeto y así estar en la verdad.
----------Ateniéndonos a la distinción entre lo real y el pensamiento, la cuestión de la verdad no está sólo en la adherencia del intelecto a la realidad, sino también en la comprensión del verdadero significado de la expresión del pensamiento en el tú, en las señales del lenguaje. Y esta es la cuestión de la interpretación o hermenéutica, la cual es verdadera si se acepta aquello que el hablante entiende decir. Es falsa si falla en esta comprensión.
----------La conformación inicial del intelecto a la cosa está dada por la formación del concepto, que es una representación mental de la esencia cosa, una representación interior con la cual y en la cual la mente ve la cosa y expresa lo que entiende de la cosa. El primer concepto que la mente forma, el más universal y abstracto de todos, del cual brotan todos los demás y en el cual todos se resuelven, es el concepto del ente, o sea, de aquello que existe o está en acto de ser, así como también de las propiedades trascendentales del ente.
----------Este concepto está inicialmente implícito en la mente del niño y puede posteriormente llegar a ser explicitado en la edad adulta, pero ya desde la edad de la niñez viene expresado en el uso del verbo ser. La plena conformación del intelecto a la cosa, o sea, la verdad del conocer en el sentido perfecto, es alcanzada por el intelecto en el juicio, por el cual el intelecto no se limita a aprender en el concepto la esencia de la cosa, sino que toma posición o se pronuncia acerca de la existencia de la cosa mediante la predicación del ser. En el juicio, la mente no conoce sólo la verdad, la cual viene del conocimiento sensible, sino que sabe conocerla. El juicio requiere, entonces, una forma al menos implícita de auto-conciencia.
----------Es necesario, sin embargo, evitar el error de Descartes, que cree que el saber comienza con la auto-conciencia, su lamentablemente famoso cogitum. Esto es falso. El saber, o sea, la experiencia de la verdad, comienza con la actividad de los sentidos, pasa luego al concepto y sólo en el juicio llega a la auto-conciencia. Sólo la ciencia divina inicia con la auto-conciencia, y en la cual termina volviendo hacia sí misma.
----------En el juicio, el intelecto, mediante la cópula del verbo (ser), conjugando por ejemplo el concepto sujeto animal con el concepto predicado racional, declara idéntico en la realidad aquel racional y aquel animal que él distingue y une en el acto del juicio, con el cual declara precisamente que el hombre es un animal racional. De hecho, mientras en la mente, en la alma, el concepto de animal, es distinto del concepto de racional, en cambio, en la realidad externa, lo racional y lo animal se identifican en aquel único sujeto real que es el hombre. De tal modo, aunque en la realidad sea uno lo que el pensamiento multiplica, el pensamiento, en la síntesis del juicio, puede finalmente realizar la adecuación a lo real.
----------Finalmente, digamos que el conocimiento de la verdad acerca del bien y del fin del acto humano, es principio de libertad, la cual que es aquella perfección del espíritu por la cual el sujeto, actuando mediante la razón y la voluntad, se perfecciona a sí mismo. De hecho, a la acción del intelecto sigue el acto del querer, o sea, de la voluntad. El intelecto especulativo, por extensión, deviene práctico por el hecho de que él, considerando lo verdadero bajo la razón de bien y de fin, ofrece a la voluntad su objeto.

4 comentarios:

  1. Me atrevo a intervenir, aunque suelo leer en silencio las entradas de este blog, que tanto bien hacen a quienes intentamos pensar la fe con fidelidad y profundidad. He leído con gratitud esta reflexión sobre la verdad en Santo Tomás. Desde hace años me dedico al estudio de la Edad Media, aunque siempre desde mi lugar laical, cercano a la vida parroquial y al servicio de la catequesis. Me ha conmovido, en particular, el modo en que se recupera la profundidad del Doctor Angélico sin reducciones escolásticas.
    Entre las muchas lecturas que han acompañado mis días, recuerdo que en el De veritate, Tomás no se limita a definir, sino que invita a contemplar: la verdad no es solo adecuación, sino don de inteligibilidad. Hoy, que todo tiende a encerrarse en consignas, resulta alentador leer una llamada a pensar la verdad como relación, como luz ofrecida, no como propiedad o trinchera.

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    1. Estimada Domna Mencía,
      le agradezco su comentario, y me alegra profundamente que esta reflexión haya resonado en su experiencia, tanto en el estudio como en el servicio pastoral. Su observación sobre el De veritate es especialmente pertinente: en efecto, Santo Tomás no se limita a establecer definiciones, sino que abre un horizonte contemplativo en el que la verdad se presenta como participación en el ser, no como mera correspondencia lógica.
      La expresión que usted recupera —“don de inteligibilidad”— nos recuerda que el acto de conocer no es una forma de dominio, sino una disposición receptiva. Pensar la verdad como relación, como luz ofrecida, nos aleja de toda pretensión de posesión y nos sitúa en una actitud de apertura intelectual y espiritual.
      Su mirada laical, nutrida por el estudio y por la vida parroquial, aporta una dimensión que este espacio valora especialmente: la de quienes piensan la fe desde la vida concreta, sin perder profundidad. Que la verdad no sea trinchera, sino camino compartido, es una convicción que nos une.

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  2. Sergio Villaflores10 de julio de 2025, 10:39

    Con gratitud por la claridad del artículo, me permito plantear una inquietud que me ha surgido al leer la exposición sobre la verdad como adecuación en Santo Tomás. Si bien se afirma con justeza que la verdad reside en el entendimiento que se conforma a lo real, ¿no convendría matizar que esta adecuación, en el pensamiento tomista, no se agota en una relación estática, sino que implica una dinámica de participación en el ser?
    Me parece que, al menos en algunos pasajes del De veritate, Tomás sugiere que el entendimiento humano no solo refleja lo real, sino que lo recibe como don, en una relación que no es meramente lógica, sino ontológica. En tiempos donde la verdad se reduce a consenso o utilidad, ¿no sería oportuno insistir en esta dimensión participativa, que vincula la verdad con la vocación del intelecto a lo eterno?
    Agradezco la posibilidad de seguir aprendiendo en este espacio, donde la fidelidad a la tradición no excluye el ejercicio del discernimiento.

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    1. Estimado Sergio,
      le agradezco su comentario, con el que estoy sustancialmente de acuerdo.
      Celebro que haya planteado esta inquietud, que considero no solo pertinente, sino necesaria para una comprensión más plena del pensamiento tomista. En efecto, la noción de verdad como adaequatio intellectus et rei no debe entenderse en Santo Tomás como una mera correspondencia estática, sino como una relación que presupone una apertura ontológica del entendimiento al ser.
      Usted señala con acierto que, en el De veritate, Tomás introduce una dimensión participativa que trasciende el plano lógico. El entendimiento humano, en cuanto facultad espiritual, no se limita a reproducir lo real, sino que lo acoge como don, en virtud de su ordenación al ser. Esta recepción no es pasiva, sino activa en cuanto implica una disposición del sujeto a la verdad como manifestación del ser mismo.
      En tiempos donde la verdad se trivializa como consenso pragmático o se instrumentaliza como herramienta de poder, resulta urgente recuperar esta perspectiva metafísica. La vocación del intelecto humano no se agota en la utilidad, sino que se orienta —como usted bien indica— hacia lo eterno, hacia aquello que no cambia y que fundamenta todo lo que es.
      Le agradezco sinceramente su intervención, que enriquece este espacio y confirma que el ejercicio del discernimiento no está reñido con la fidelidad a la tradición, sino que la prolonga en el tiempo con responsabilidad intelectual.

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