jueves, 24 de julio de 2025

Expulsad a los demonios (3/3)

Finalizamos hoy la segunda parte y todo nuestro breve ensayo de demonología. Trataremos de tres puntos: la brujería diabólica, el pecado de hechicería ayer y hoy, y diremos por último algo acerca del binomio pastoral: lucha contra el pecado, respeto por las personas. [En la imagen: fragmento de "Circe, la Hechicera", óleo sobre lienzo, pintado entre 1911 y 1914, obra de John William Waterhouse, perteneciente a colección privada].

La brujería diabólica
   
----------San Pablo Apóstol, en su Carta a los Gálatas, capítulo 5, opone la "vida según el Espíritu" a aquella "según la carne". La primera pertenece a los discípulos del Señor Jesús, quienes "han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos" (Ga 5,24), y "se dejan guiar por el Espíritu" (cf. Ga 5,18). Por el contrario, Pablo advierte que quien realiza "las obras de la carne no heredará el Reino de Dios" (v.21). Pues bien, entre estas obras, está el pecado de "hechicería" (Ga 5,20; cf. también Ap 9,2).
----------La hechicería o brujería, que también podemos llamar "magia negra", es una actividad de colaboración (implícita o explícita) con el demonio, mediante la cual, utilizando prácticas particulares orientadas a evocar el poder demoníaco, se busca dañar a personas, animales o cosas valiéndose precisamente de la intervención del demonio; intervención por otra parte que, como enseña la experiencia, no siempre se produce o, en todo caso, no siempre se produce en los términos deseados por quien lo evoca.
----------La persona que realiza tales prácticas se designa con diversos nombres: mago o hechicero, si es hombre; maga, bruja, hechicera, embrujadora, encantadora, si es mujer. Es interesante notar la mayor abundancia de términos para calificar la actividad femenina, como si la mujer, hija de Eva pecadora, tuviera en este campo un poder particular. Pero en compensación, la mujer que participa de la virtud de María Santísima, Madre de Dios, llega a poseer dones particulares por parte del Espíritu Santo en la obra de santificación de las almas y para la edificación de la Iglesia. Así como la feminidad perversa es un instrumento especial de Satanás para la perdición del hombre, así también la feminidad consagrada, por intercesión de la Virgen, constituye para los hombres una fuerza especial para vencer el poder satánico.
----------Indudablemente, la hechicería o brujería supone, de manera implícita o de manera explícita, el culto a Satanás: se trata de una especie de religión al revés. Así como el Dios del cristiano es nuestro Señor Jesucristo, así también el dios del hechicero es el demonio; y así como el cristiano recurre al poder divino para hacer el bien, también el hechicero recurre al poder satánico para dañar y hacer el mal.
----------Esta colusión con el diablo es algo abominable y absurdo, sobre todo para quien se dice y quiere ser cristiano. Y sin embargo, incluso para nosotros cristianos esta tentación existe y no es en absoluto imposible ceder a ella, como lamentablemente demuestran muchos hechos. Esta tentación se presenta a veces en formas muy sutiles y aparentemente inocuas, sugiriendo ciertas prácticas que parecen no tener nada que ver con el demonio, como por ejemplo el espiritismo, el horóscopo, la lectura de la mano, el uso de amuletos o "talismanes", la observancia de ciertos días o ciertos números y cosas por el estilo.
----------No quiero decir, naturalmente, que todas estas prácticas llamadas "mágicas" comporten siempre y por sí mismas, en cuanto tales, la intervención del demonio: depende mucho de la intención con la que se realizan. De todos modos, es un hecho que casi siempre son prácticas sospechosas, equívocas o peligrosas. Suponen a menudo la falsa idea según la cual no sería suficiente garantizarse la protección del verdadero Dios -el cristiano-, sino que sería necesario o al menos recomendable valerse también de la protección de otras fuerzas preternaturales más o menos oscuras u ocultas, que se consideran eficaces para asegurar éxito en la vida y defensa contra nuestros enemigos o contra la desgracia.
----------Esta mentalidad supersticiosa e implícitamente politeísta sobrevive a veces incluso entre los cristianos. Sin embargo, está claro que, en la medida en que se la acepta, se demuestra no poseer una verdadera fe en Dios, de quien solamente, y no de otras fuerzas, debemos esperar todo bien y nuestra salvación. Realizar otras prácticas que no están previstas por el plan divino de la salvación, auténticamente interpretado por la Iglesia, significa no tener confianza en Dios y dejarse engañar por el influjo de los demonios. Como dice Jesús: no podemos servir a Dios y a Mammona. El Señor rechaza a quien -como suele decirse- quiere tener el pie en dos estribos o quien juega un doble juego. Dios es "celoso": no acepta ser adorado junto con otros dioses; Él abandona a esos “dioses” (es decir, al demonio) a quien se comporta de ese modo.
----------He aquí explicadas entonces las graves y admonitorias palabras de san Pablo, quien afirma perentoriamente que "los sacrificios de los paganos son hechos a los demonios y no a Dios. Pues yo no quiero que vosotros entréis en comunión con los demonios; no podéis beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios; no podéis participar en la mesa del Señor y en la mesa de los demonios. ¿O queremos provocar los celos del Señor? ¿Somos acaso más fuertes que Él?" (1 Cor 10,20-22).
----------Un cuadro vívido y eficaz de la actividad hechiceresca se describe en la Sagrada Escritura por el profeta Ezequiel, quien refiere haber recibido este mandato del Señor: "Ahora tú, hijo de hombre, dirígete a las hijas de tu pueblo que profetizan según sus deseos y profetiza contra ellas. Les dirás: Así dice el Señor Dios: ¡Ay de aquellas que cosen cintas mágicas en cada muñeca y preparan velos para las cabezas de todo tamaño para cazar personas!" (he aquí los maleficios). "¿Pretendéis acaso cazar a la gente de mi pueblo y salvaros vosotras mismas? Me habéis deshonrado ante mi pueblo por unas pocas medidas de cebada y por un pedazo de pan, haciendo morir a quien no debía morir y haciendo vivir a quien no debía vivir" (el arte mágico también garantiza cierto éxito terreno), "engañando a mi pueblo que cree en mentiras.
----------Por eso dice el Señor Dios: Aquí estoy contra vuestras cintas mágicas con las que cazáis a la gente como pájaros; las arrancaré de vuestros brazos y liberaré a la gente que habéis capturado como aves. Romperé vuestros velos y liberaré a mi pueblo de vuestras manos y ya no será más presa en vuestra mano; así sabréis que yo soy el Señor. Vosotras, de hecho, habéis entristecido con mentiras el corazón del justo, cuando yo no lo había entristecido, y habéis fortalecido al malvado para que no desistiera de su vida perversa y viviera. Por esto no tendréis más visiones falsas, ni seguiréis divulgando encantamientos: liberaré a mi pueblo de vuestras manos y sabréis que yo soy el Señor" (Ez 13,17-23).
   
El pecado de hechicería ayer y hoy
   
----------En los siglos pasados, en Europa, la legislación civil había incorporado en sí misma también los preceptos y las prohibiciones de la moral cristiana, por lo cual casi todo lo que para el cristiano es "pecado" se convertía en "delito" ante la ley del Estado.
----------Además de esto, debemos subrayar otras dos consideraciones: a) el conocimiento que entonces se tenía de los trastornos psíquicos y de la psicología humana era mucho más imperfecto que el actual; b) el derecho civil y eclesiástico estaban más preocupados por salvaguardar el orden y la tranquilidad sociales que por la libertad de conciencia de las personas individuales; a diferencia de lo que ocurre hoy (exceptuando los regímenes totalitarios): en las sociedades libres y democráticas, el respeto por la dignidad de la persona, aunque errante y pecadora, y la esperanza de su recuperación prevalecen sobre las exigencias exteriores del bien común.
----------Cuanto he dicho arriba podría resumirse en un solo concepto: las sociedades, bajo el influjo del mensaje evangélico y de las enseñanzas de la Iglesia, han profundizado bastante el valor inconmensurable de la persona humana y la intangibilidad de sus derechos esenciales. Sin ignorar las exigencias del bien común temporal, los ordenamientos modernos se dan cuenta mejor que en tiempos pasados de que la persona tiene primacía sobre el bien común, y que la vida humana es absolutamente intangible, incluso cuando está inmersa en el pecado o el delito. Esto no por una forma de ceder ante las malas acciones, sino por una conciencia más clara de la posibilidad de redención para todo ser humano, incluso para aquel que parece el más empedernido en el mal.
----------A la luz de estas consideraciones, comprendemos bien el profundo cambio que se ha producido, especialmente a partir de finales del siglo XVIII, en el comportamiento de los órganos judiciales de la Iglesia y de las sociedades libres frente a los desviados, los criminales y los delincuentes.
----------Comprendemos bien, entonces, el profundo cambio de perspectiva que se ha verificado en la consideración de un problema como el de la hechicería. La hechicería existe también hoy. Pero esto no significa que las brujas deben ser castigadas con la hoguera.
----------Tan fuerte ha sido el cambio en la conducta de los órganos judiciales de la Iglesia y de la sociedad, que hoy la tentación que puede presentarse es la del escepticismo y del relativismo doctrinal y moral. Es decir, se piensa que la tolerancia y la moderación en la imposición de penas tienen su fundamento en el rechazo a admitir valores morales absolutos y universales, y que, por lo tanto, los errores, las crueldades y la excesiva severidad del pasado se debieron a la admisión de una verdad absoluta y objetiva en el ámbito doctrinal y moral. Se considera, entonces, que admitir aún hoy la existencia de las brujas sería muy peligroso, porque conduciría, como consecuencia, a repetir las crueldades, las injusticias y los excesos del pasado.
----------Pero tal opinión es completamente infundada. En realidad, el problema, hoy, no es si existen o no existen las hechicerías o brujerías, porque es cierto y está sobradamente demostrado que existen. El problema consiste en adoptar, frente a magos y hechiceras, una actitud verdaderamente evangélica, como nos lo enseña el estilo pastoral de la Iglesia actual. Por lo tanto, el problema no es dudar de la existencia de la hechicería -porque tal duda significaría prejuicio o desinformación-, sino establecer una auténtica "pastoral para las brujas", por curiosa que pueda parecer esta expresión. Después de dos mil años de cristianismo, ha llegado el momento de favorecer hacia ellas una verdadera actitud de caridad evangélica: ciertamente no la falsa caridad del médico "compasivo" que deja que la llaga se gangrene, pero tampoco la de la eutanasia que elimina la enfermedad matando al enfermo. Hoy más que nunca es necesario saber combinar la claridad con la delicadeza, la severidad con la misericordia, la firmeza con la comprensión. Solo así podremos, también en nuestros días, liberar al mundo del pecado de la hechicería diabólica.
   
Lucha contra el pecado, respeto por las personas
   
----------El temor a la severidad no debe hacernos caer en la debilidad; el temor a errar en los juicios no debe llevarnos al escepticismo. Es necesario replantear desde cero el problema de la conducta moral, pastoral y jurídica que debe mantenerse frente a las brujas, como también frente a todos aquellos que pecan gravemente contra la fe y la moral cristiana, sean herejes, cismáticos o apóstatas (hoy se los llama con nombres más benignos y atenuados, como por ejemplo "contestatarios", "católicos del disenso" y expresiones similares).
----------El problema es el del comportamiento práctico que debe tenerse hacia estas personas: comportamiento que debe ser más evangélico que en el pasado. Desde la perspectiva de la "pastoral", ante todo, no se debe cambiar la doctrina ni ignorar ciertas realidades candentes. Al contrario, aceptando toda la realidad fáctica y doctrinal, es necesario encontrar el modo de traducir la doctrina en la concreción de la existencia y de interpretar los hechos a la luz del Evangelio.
----------Como ya se ha dicho en la primera parte, en nuestra sociedad secularizada el demonio logra astutamente influenciar la conducta de los hombres, camuflando tal influjo bajo formas secularizadas. El demonio es tan hábil en este disfraz que muchos no se dan cuenta en absoluto de su presencia y por tanto niegan la misma existencia del diablo. Por lo cual, ciertamente hoy existen casos de hechicería explícita y consciente, pero son mucho más numerosos los casos de hechicería que se camuflan bajo pretextos engañosos, particularmente atractivos para el hombre contemporáneo, como los de la "ciencia", el "progreso", la "libertad" y cosas por el estilo. A través de estos disfraces, el demonio logra alcanzar su propósito. Si para lograrlo conviene que los hombres no crean en su existencia, él acepta también este expediente.
----------Entre los ejemplos que, según me parece, podrían presentarse como documentación de la hechicería moderna no declarada, pero implícita y frecuentemente inconsciente, está el recurso muy difundido a la práctica del aborto. Es interesante notar, a este respecto, que el Papa Inocencio VIII, cuando en 1484 emitió una famosa Bula sobre la hechicería, precisó que uno de los objetivos de las prácticas hechiceras era precisamente suprimir la vida naciente en el seno materno.
----------Como vemos, el demonio no ha cambiado los objetivos: sigue siendo el enemigo mortal del hombre; simplemente ha cambiado la manera de convencerlo a pecar. El modo actual es más adecuado a nuestra mentalidad secular y racionalista. El demonio es un verdadero maestro de "métodos pastorales" para su causa.
----------Indicaciones útiles para nuestra causa, en cambio, pueden provenir del pasaje del profeta Ezequiel que hemos citado más arriba. Observamos cómo el profeta reconoce claramente la existencia y las prácticas de las brujas. Pero ¿cuál es su actitud? Debe ser ejemplo también hoy. Notamos un tono preciso, severo y apremiante: adecuado a la seriedad del problema. Él denuncia sus prácticas, describiendo también sus detalles, subrayando sus efectos engañosos y mortales. Nota cómo estas prácticas se realizan por motivos de interés económico. Luego anuncia el remedio para tales maldades: la intervención del Señor.
----------Aquí se puede pensar no solo en una intervención directa, sino también en aquella que Dios realiza a través de sus ministros y, con frecuencia, a través de personas santas: hombres y mujeres dotados de un discernimiento particular y de una fuerza especial de parte del Espíritu Santo para identificar, destruir y deshacer las hechicerías mediante el poder de la oración.
----------Es entonces, aún y definitivamente, en el Espíritu Santo y con el Espíritu Santo que se destruyen las hechicerías, del mismo modo como -lo hemos dicho y repetido- todas las obras del diablo. Y al Espíritu Santo vayan nuestra gloria y alabanza por los siglos de los siglos.
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 10 de junio de 2025

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