Todo el problema de la existencia, de la verdad, del destino humano, de la moral, del sentido de la vida, de los valores, de la sociedad, de la felicidad y de la historia, incluso más que en torno a las cuestiones de la metafísica, gira en torno a una alternativa o elección de fondo, de la cual nadie -lo quiera o no lo quiera- puede escapar ni de la cual pueda mantenerse fuera o excluirse: o seguir a Cristo o seguir a Satanás, o al Dios verdadero o al Dios falso. Muchos usan la palabra "Dios", pero tienen de ella un concepto equivocado. Muchos, en cambio, no la usan; y sin embargo viven en el respeto de la ley divina. [En la imagen: fragmento de "Anciano apenado" o "En las puertas de la eternidad", óleo sobre lienzo, 1890, obra de Vincent Van Gogh, conservada y expuesta en el Museo Kröller-Müller, en el parque nacional Hoge Veluwe, cerca de Otterlo, Países Bajos].
El fundamento y el inicio del saber
----------Aristóteles hace notar que el punto de partida de nuestro saber no coincide con la base o fundamento de nuestro saber. En efecto, nuestro saber comienza con la experiencia sensible y culmina con la actividad intelectual que llega hasta la autoconciencia. Solo en este punto el saber está fundado.
----------Al inicio del proceso humano del conocimiento funcionan los sentidos, mientras que el fundamento del saber es la certeza del principio de identidad. Una vez que el intelecto ha llegado al ser, evita engañarse, y sobre esta base construye todo el saber y es capaz de corregir sus errores.
----------Una cosa es la base intelectual sobre la cual se construye el saber y otra cosa es el camino gradual primero hacia el fundamento y luego hacia la cima. Una cosa es aquello sobre lo que espiritualmente me apoyo (Grund), para concluir o para encontrar; y otra cosa es aquello de lo que comienzo o debo comenzar, es decir, con los sentidos (Anfang), para llegar a la certeza y a la verdad inteligibles y metafísicas. Hegel, en la línea de Descartes, confunde el Anfang con el Grund y, en vez de partir de los sentidos para llegar a Dios, parte de Dios para llegar a los sentidos, como si él mismo fuera Dios creador de los sentidos.
----------Una cosa, pues, para nosotros es el fundamento del saber y otra cosa es el inicio o punto de partida del saber. En ambos casos tenemos un principio que comporta consecuencias, pero el desarrollo del pensamiento es muy distinto en ambos casos: en el primer caso se trata del inicio humilde, sensible y temporal, mediante el cual, comenzando ya en la infancia, desde el conocimiento de las cosas sensibles externas, nos elevamos por procesos abstractivos a las cosas espirituales, hasta Dios. En el segundo caso se trata de encontrar y aclarar cuál es nuestra certeza intelectual fundamental, base y garantía de todas las otras, implícitamente y virtualmente contenidas en aquella, hasta la máxima, que es la certeza de la existencia de Dios y de su bondad.
----------En el problema de la certeza nos preguntamos entonces, con Aristóteles y con Descartes: ¿de qué cosa podemos estar absolutamente ciertos? Y podríamos añadir también con Lutero: ¿podemos estar ciertos de haber tomado una decisión correcta? ¿Podemos estar ciertos de haber pecado o de ser inocentes o de estar perdonados? Volveremos a ver estos problemas más adelante.
----------Mientras tanto, preguntémonos llegados a este punto: ¿existe una base del pensamiento originaria e incontrovertible, evidente y que no necesita ser demostrada, a la cual puedo reconducir todas las demostraciones y todas mis convicciones? En otras palabras: ¿existe una primera verdad evidente, indudable e irrefutable, de la cual puedo derivar con certeza todas las demás?
----------Pues bien, Aristóteles cita un principio, que es el principio de no-contradicción. Descartes cita un hecho: yo existo. ¿Existe un principio del saber a partir del cual pueda aumentar indefinidamente el saber? ¿Existe un objeto del saber de tal vastedad que pueda incluir a todos los demás? Aristóteles y Descartes se refieren al ser, y por ello ambos hablan de metafísica.
----------Sólo que, mientras para Aristóteles este objeto es el ente (on), que es un objeto universal, para Descartes este objeto es mi conciencia de pensar y, por tanto, de existir: yo soy, un objeto singular. Así, mientras para Aristóteles existe el ente, ente que también soy yo, ente fuera y por encima de mí, y del cual yo mismo dependo, ente que todo lo incluye y del cual puedo recabar todo, y en el cual lo encuentro todo, en cambio, para Descartes existo solo yo como efecto de mi pensarme a mí mismo, por lo que estoy obligado, para encontrar todo lo demás, suponiendo que exista, a encontrarlo dentro de mí.
----------Ahora bien, Aristóteles distingue el pensamiento del ser. Por el contrario, en Descartes parece que el pensamiento se identifica con el ser, por lo cual el "yo soy" que, para Descartes, se refiere a sí mismo, parece aquella afirmación bíblica "Yo Soy" del pasaje de Ex 3,14. Santo Tomás de Aquino, a la luz de Ex 3,14, descubre el ser (esse) más allá del ente (ens), como acto del ente o acto de ser, y por tanto el puro ser, el Esse subsistens. Por consiguiente, la metafísica tomista no es metafísica del ente, sino del ser.
----------Además, mientras Descartes piensa que todo nuestro saber incluyendo el saber metafísico tienen una única base segura originaria y a priori en la autoconciencia, Aristóteles nos hace presente en cambio que nuestro saber parte de datos mínimos y modestísimos, esto es, de informaciones materiales, para pasar a las certezas lógicas y matemáticas, al conocimiento de los principios de la naturaleza y a la metafísica: la existencia del ente, los principios de identidad, de causalidad y de finalidad, y finalmente la ciencia moral, el conocimiento de la ley moral natural, el bien del hombre y los fines del actuar humano.
----------Por lo demás, es necesario hacerle a Descartes la puntual observación que, al tomar conciencia de mí mismo, yo debería decir: yo existo, pero no debería decir yo soy. Porque "yo soy" es un nombre divino. Solo Dios puede decir "Yo soy", o sea, yo soy de modo absoluto e infinito, sin predicados nominales. Yo, en cambio, debo decir: yo soy un hombre, un sacerdote, un teólogo, un argentino, etc.
----------Si, en cambio, yo me digo a mí mismo: yo existo, he aquí que no se me pasa ni remotamente por la cabeza creer que yo existo por mí mismo y en virtud de mí mismo, ni tampoco se me ocurre pensar que puedo extraer todo mi saber de esta mi autoconciencia, ni esta autoconciencia excluye en absoluto la conciencia de encontrarme ante un mundo de cosas y de personas fuera de mí y en torno a mí. El cualquier caso, me nacerá espontáneamente la pregunta: considerándome a mí mismo, a las cosas y a las personas, finitos, frágiles, contingentes, mutables como somos, ¿quién nos ha sacado de la nada?
----------Pero debemos tener presente que lo tremendo de Descartes es el equívoco de su "yo pienso", que en realidad de verdad es un "yo dudo". En efecto, el "yo pienso" cartesiano no tiene un objeto. Descartes no dice: pienso algo, sino que se detiene en decir: "yo pienso". ¿Cómo puede ser eso? Porque no se trata de un verdadero pensar, sino de su duda universal gratuita y forzada. Descartes no está ciertamente objetivando nada, no "por razones fortísimas", como él dice hipócritamente, sino simplemente porque así lo quiere y se le antoja a él; solo está seguro de dudar voluntaria y gratuitamente de todo.
----------¡Y este sería el famoso gran descubrimiento epocal de Descartes!, la "melodía inicial del pensamiento moderno", como la llama Gustavo Bontadini (cf. Introducción a Descartes, Discurso sobre el método, La Scuola Editrice, Brescia 1957, p.XIV). Francamente, mejor sería llamarla la gran impostura que está en la base de las tragedias de la modernidad. Quien se lanza al precipicio por sí mismo no puede luego pretender salir de él por la intervención de un Dios o que venga a salvarlo.
También Satanás se disfraza de ángel de luz (2 Cor 11,14).
El problema del engaño y del error en la decisión práctica
----------La famosa hipótesis cartesiana del genio maligno podría tener la apariencia de una referencia al riesgo de ser engañados por el demonio, pero en realidad es una hipótesis absurda e impía: absurda, porque no tiene sentido hipotetizar que el demonio pueda engañarnos en todo excepto en la certeza del cogito, que luego, como he demostrado repetidas veces en mis escritos, ni siquiera es una verdadera certeza; una hipótesis impía, porque es totalmente contraria al obrar de la divina Providencia, la cual puede ciertamente permitir los engaños del demonio, incluso en los santos, pero solo en hechos particulares y por períodos limitados. El demonio puede más bien considerarse como inspirador de falsas filosofías.
----------El error en el campo metafísico no es posible, dada la evidencia de los principios, dudando de los cuales uno se confuta a sí mismo, porque ellos son necesarios para la expresión del pensamiento. Esto no impide que, de hecho, en la historia del pensamiento existan los errores. Podría preguntarse: pero aquellos que caen en ellos, ¿lo hacen voluntariamente o se engañan sin querer? Puede suceder una cosa u otra.
----------Ahora bien, debo decir que, tras una larga experiencia de vida como sacerdote, filósofo y teólogo, me doy cuenta cada vez más de que todo el problema de la existencia, de la verdad, del destino humano, de la moral, del sentido de la vida, de los valores, de la sociedad, de la felicidad y de la historia, incluso más que en torno a las cuestiones de la metafísica, gira en torno a una alternativa o elección de fondo, de la cual nadie -lo quiera o no lo quiera- puede escapar ni de la cual pueda mantenerse fuera o excluirse: o seguir a Cristo o seguir a Satanás, o al Dios verdadero o al Dios falso. Muchos usan la palabra "Dios", pero tienen de ella un concepto equivocado. Muchos, en cambio, no la usan; y sin embargo viven en el respeto de la ley divina.
----------Los engaños más impresionantes en la historia del espíritu humano ocurren en este campo de la elección por Dios o contra Dios. Es sobre este trasfondo que se verifican los errores en el campo de las herejías, los errores morales, religiosos, metafísicos y teológicos. Ellos se arraigan profundamente en el espíritu, animan pueblos enteros, épocas históricas enteras y vastas zonas geográficas; son dificilísimos de extirpar por el encanto o fascinación casi irresistibles ejercidos por sus inventores y difusores.
----------Preguntémonos: ¿de qué ha servido haber refutado las objeciones de los judíos contra Cristo? De nada. ¿De qué ha servido haber demostrado a los cismáticos "ortodoxos" orientales la validez del Filioque? De nada. ¿De qué ha servido haber demostrado a los musulmanes los errores de su profeta Mahoma? De nada. ¿De qué ha servido haber demostrado a los luteranos las herejías de Lutero? De nada. ¿De qué ha servido haber demostrado a los rahnerianos las herejías de Karl Rahner? De nada.
----------Sus maestros obtienen éxito fácilmente al estimular y encender con sutil astucia las bajas pasiones de las multitudes, mientras que los intelectuales se deleitan en los preciosismos de sus círculos restringidos y esotéricos, pero no por ello menos enredados en el vicio mediante hábiles sofismas y engaños especiosos que construyen con sus propias manos. Estos errores son durísimos de morir, por lo cual se transmiten de generación en generación a través de los siglos y los milenios.
----------Ahora bien, otra importante cuestión relativa a la certeza es la del juicio moral que debe darse respecto a los actos morales que hemos cumplido. Es la cuestión que surje cuando nos preguntamos: ¿estoy seguro de haber pecado? ¿Estoy cierto de ser inocente? ¿Mi pecado es venial o es pecado mortal?
----------Lutero también se interroga acerca del conocimiento de nuestra situación ante Dios, si podemos ser iluminados directamente por Dios, y responde que sí. Es más, él mismo nos asegura que Cristo le reveló que se sería salvado, con tal de que creyera que se salvaría independientemente de las obras.
----------¿Podemos, sin embargo, creer que Dios puede hablarnos y decirnos que estamos perdonados? ¿Y podemos nosotros reconocer su voz con la certeza de que es verdaderamente la suya? ¿O quizá el demonio puede engañarnos y hacernos creer que hemos pecado cuando somos inocentes o que somos inocentes cuando hemos pecado? ¿Somos verdaderamente capaces de buena voluntad o somos siempre falsos? Podemos responder que no siempre es posible alcanzar un juicio cierto; a veces es necesario contentarse con un juicio probable. En otros casos se puede permanecer en la duda.
----------El Concilio de Trento intervino contra Lutero para aclarar que nuestra voluntad puede ser buena, a pesar de la fragilidad del libre albedrío y de su tendencia al pecado. Pero tendencia al pecado no significa aún pecar; por lo tanto, si hemos pecado y nos arrepentimos, la tendencia permanece, pero el pecado queda cancelado.
----------Abro un paréntesis para aclarar que hoy existe una tendencia buenista que es completamente opuesta a la teoría luterana y, sin embargo, deriva lógicamente de ella. Hoy, de hecho, se considera que la voluntad humana es siempre buena, por lo que quien peca no tiene culpa y no es punible. Ahora bien, tanto la teoría de Lutero como la actual niegan que el libre albedrío pueda obrar ora bien y ora mal, sino que actúa siempre en una sola dirección. Basta con sustituir el pecado por la justicia y tenemos el paso del pesimismo luterano al actual buenismo. Ciertamente, Lutero admitía la doble predestinación (al paraíso y al infierno), mientras que hoy se dice que todos se salvan. Pero también aquí basta con cambiar de dirección o de signo al libre albedrío, y del pesimismo luterano surge el buenismo actual. Solo admitiendo la oscilación del libre albedrío entre actos buenos y actos malos se evita tanto el pesimismo luterano como el buenismo de hoy.
----------La gigantesca, poliédrica, fascinante y actualísima figura de Lutero, como es sabido, presenta muchos aspectos interesantes como ingredientes de nuestros tiempos de modernidad: un ánimo vigoroso, cálido, pasional, intuitivo, laborioso, sutilmente soberbio e insincero, su atormentada y orgullosa autoconciencia, la extraordinaria intensidad de su emotividad religiosa, su problema sexual, el conflicto de la carne con el espíritu, su astucia para interpretar la Escritura en propio beneficio, su percepción de la problemática del pecado y de la culpa, su escrúpulo perfeccionista, su deseo de ser excusado aun estando en culpa, su deseo de paz con Dios, su voluntad de anunciar un Evangelio de misericordia.
----------Pero entre todas estas cosas, lo que aquí yo quisiera poner de relieve para nuestro específico tema es el hecho de que Lutero, por su propia confesión, ha sentido angustiosamente el problema -que tal vez pueda sorprendernos, pero no es tan absurdo como podría parecer- de cómo distinguir a Cristo de Satanás, teniendo luego Lutero con el demonio a veces una extraña relación, como de connivencia, como cuando, por ejemplo, cuenta que fue el demonio quien lo persuadió de dejar de decir Misa, o cuando, tentado por la pasión, aconseja cometer un buen pecado de lujuria "para fastidiar al demonio".
----------Por otra parte, he aquí que para Lutero, en la cruz, Cristo aparece en conflicto con el Padre, o "sub contraria specie", como se ha complacido en destacar Bruno Forte. Y en esto, Lutero muestra indudablemente una cierta grandeza de ánimo, que nos impulsa a excusar ciertos excesos suyos y casi nos conmueve.
----------San Pablo Apóstol nos aconseja no pretender juzgarnos a nosotros mismos de manera definitiva, sino dejar ese juicio a Dios (1 Cor 4,4). Ciertamente, en el examen de conciencia debemos emitir un juicio o valoración de responsabilidad. ¿Estaba yo en buena fe o estaba en mala fe? ¿He sido empujado por la pasión o he actuado voluntariamente? ¿Soy culpable o inocente? Debemos examinarnos de manera objetiva, imparcial y prudente, sin rigorismos ni laxismos, sin ensañarnos y sin hacer trampas, con sinceridad, honestidad y amor por la verdad, sea cual sea la verdad, porque, incluso si estuviéramos en pecado mortal, un sincero y confiado acto de arrepentimiento es suficiente para obtener el perdón divino.
----------Al remitirse al juicio divino, Pablo no presupone que dicho juicio pueda estar en contraste con el nuestro. Si creemos de buena fe estar dispuestos y listos para el paraíso del cielo, Dios no nos da la amarga sorpresa de enviarnos al infierno. Si lo amamos de verdad, Él no nos rechaza, porque no desea otra cosa que tenernos con Él. La remisión de Pablo al juicio divino quiere decir simplemente que Dios, como dice san Juan, "es más grande que nuestro corazón", es decir, es más misericordioso de lo que podemos imaginar y de lo que merecemos.
Buenas tardes padre Filemón. Atienda a mi mensaje- Le diré que sin embargo corregir los errores de nosotros, los casados y viejos, yo lo encuentro ¡muy difícil, a pesar de mi amor hacia Jesús, José, María siempre virgen, ángeles, santos, iglesia orante, celebrante y purgante!
ResponderEliminarAristóteles lo dijo y el Evangelio ¿qué dijo al respecto? Que en el corazón nacen impurezas o rencores, envidias e incluso asesinatos; cuando el corazón está enfermo pidamos a Jesús no a Aristóteles, que lo cure ¿verdad padre Filemón? Dios nos libre siempre de las impurezas
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