El misterio de la transustanciación nos dice que, cuando hacemos la Comunión Eucarística sacramental, ciertamente comemos físicamente las especies del pan, pero no comemos pan: comemos la carne de Cristo; no bebemos vino, sino la sangre de Cristo. Hay, por tanto, un comer y un beber espirituales (la Comunión Eucarística espiritual) que van más allá del comer y beber físicos, y que representan, producen y aumentan, si estamos bien dispuestos, nuestra incorporación a Cristo, nuestro ser Iglesia y pertenecer a la Iglesia, nuestro estar en Cristo y con Cristo, partícipes de su misma vida divina, de modo que podamos decir con san Pablo: "ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí". [En la imagen: fragmento de "Iglesia de Cayma", óleo sobre lienzo, 2009, obra de Arturo De Riglos, representando un conocido templo en Cayma, Arequipa, Perú].
La expresión apropiada de un misterio inefable de salvación
----------La búsqueda de palabras adecuadas para expresar, interpretar, explicar y aclarar cuanto Jesús dijo e hizo en la Última Cena respecto al pan y al vino, que vinculó a su cuerpo y a su sangre hablando de "Alianza", ha tenido una historia de siglos. Esta historia ha sido relatada de forma resumida por mons. Antonio Piolanti en la entrada correspondiente de la Enciclopedia Cattolica. Aquí bastará con recordar algunos puntos principales referentes a los pronunciamientos de la Iglesia.
----------El Concilio de Trento afirma que la conversión del pan y del vino en el cuerpo y la sangre del Señor en el sacrificio de la Misa se expresa de manera adecuadísima (aptissime) con el término "transustanciación" (transubstantiatio) (Denz. 1659). Este término fue oficializado por primera vez en el Magisterio de la Iglesia en el Concilio Lateranense IV de 1215, que se expresa así:
----------"Una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual absolutamente nadie se salva, en la cual uno mismo y el mismo es sacerdote y sacrificio, Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre en el sacramento del altar están verdaderamente contenidos bajo las especies de pan y vino, transustanciados por poder divino, el pan en el cuerpo y el vino en la sangre, a fin de que nosotros recibamos de Él lo que Él recibe de nosotros, para que se cumpla el misterio de la unidad" (Denz. 802).
----------En 1965 el papa san Paulo VI, en la encíclica Mysterium fidei, recordó el dogma de la transustanciación corrigiendo algunas concepciones distorsionadas que circulaban entonces.
----------En uno de sus pasajes dice esta encíclica: "No se puede insistir tanto en la naturaleza del signo sacramental como si el simbolismo, que ciertamente todos admiten en la sagrada Eucaristía, expresase exhaustivamente el modo de la presencia de Cristo en este sacramento; ni tampoco discutir sobre el misterio de la transustanciación sin referirse a la admirable conversión de toda la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo y de toda la sustancia del vino en su sangre, conversión de la que habla el Concilio de Trento, de modo que se limitan ellos tan sólo a lo que llaman transignificación y transfinalización; como, finalmente, no se puede proponer y aceptar la opinión, según la cual en las Hostias consagradas, que quedan después de celebrado el santo sacrificio de la misa, ya no se halla presente Nuestro Señor Jesucristo" (n.2).
----------Recordemos entonces que, a fin que el sacerdote pueda celebrar válidamente la Misa, es decir, celebrar una verdadera Misa, es necesario que él crea en su poder sacerdotal, el cual comporta dos cosas: el poder de realizar la transustanciación eucarística y el poder de ofrecer al Padre, en el Espíritu Santo, en Persona de Cristo, el santo Sacrificio, esto es, el sacrificio expiatorio y satisfactorio de Cristo, Víctima divina realmente presente en la Eucaristía bajo las especies del pan y del vino.
----------El sacerdote, una vez cumplido el acto de ofrenda al Padre del pan y del vino transustanciados, prepara luego la mesa eucarística y distribuye a aquellos que son dignos y están preparados el alimento y la bebida de vida eterna, que nutre y santifica a la Iglesia con el cuerpo y la sangre del Señor.
----------También debe recordarse que Cristo ha querido que la Misa fuera celebrada en comunión con Pedro, su vicario en la tierra, porque la Misa edifica y expresa la unidad de la Iglesia no sólo como puro y simple conjunto de personas, sino como hermanos que se aman y que están en comunión entre sí y con Pedro, Sucesor de Cristo. Por esto, la Misa de los cismáticos es válida, pero carece de la función esencial de expresar e incrementar la concordia, la comunión y la caridad eclesial en la comunión con el Sucesor de Cristo.
----------No hablemos ya de aquella concepción de la memoria de la Última Cena o de la asamblea eucarística propia de los luteranos y de los modernistas, según la cual Cristo estaría presente no bajo las especies del pan y del vino, sino en el mismo pan y vino, permaneciendo el pan pan y el vino vino.
----------Pero entonces, en este punto, nos preguntamos: ¿qué necesidad hay de utilizar un altar, un templo, objetos sagrados, reclinatorios, vestimentas litúrgicas, ritos especiales, si todo se reduce a un alegre banquete? Bien valdría encontrarse en una taberna ante una buena mesa, entre amigos, con pollo asado y buen vino, cantando a Cristo y a la fraternidad: ¿no está Cristo también presente allí?
La Iglesia nace de la Eucaristía y la Eucaristía nace de la Iglesia
----------Una cosa muy importante que se debe comprender es el vínculo que existe entre sacerdote, Misa, Eucaristía e Iglesia. Cristo ha hecho partícipes a los hombres de su sacerdocio de dos modos: en la Última Cena instituyó el poder sacerdotal de confeccionar y administrar la Eucaristía, y por tanto de celebrar la Misa; a Pedro y a los apóstoles dio y da el poder sacerdotal de edificar y gobernar la Iglesia.
----------La Iglesia, por tanto, ha nacido del sacerdocio; pero una vez constituida, ella, a su vez, es la comunidad que genera y forma a los sacerdotes, los cuales a su vez, con su ministerio, fundan y gobiernan nuevas comunidades, alimentan, difunden y hacen crecer la Iglesia.
----------La Eucaristía, por obra del sacerdote que en persona de Cristo, para gloria del Padre, celebra la Misa en el poder del Espíritu Santo, como presidente de la asamblea eucarística, en cuanto profecía y prefiguración del banquete mesiánico, en comunión con el pueblo santo de Dios y con su pastor, el Romano Pontífice, Vicario de Cristo Rey, Sacerdote y Profeta, en nombre del pueblo santo de Dios y para el pueblo santo de Dios, que es la Iglesia, es al mismo tiempo efecto, garantía, signo y principio de la comunión eclesial y de la unidad, catolicidad, apostolicidad y santidad de la Iglesia, de la unión de los fieles en la caridad, en un solo espíritu y en un solo cuerpo, que es el Cuerpo místico de Cristo, la Iglesia esposa de Cristo, madre de los redimidos y de los santos e imagen de la Jerusalén futura.
La cuestión de la sustancia
----------La palabra transustanciación pone evidentemente en juego la noción de sustancia. Se trata de una noción primitiva, espontáneamente conocida, común e intuitiva: la sustancia es un ente singular, una cosa subsistente, ente completo y consistente, sujeto de propiedades, cualidades o accidentes particulares, normalmente objeto de los sentidos, mientras que la sustancia como tal escapa al sentido y se presenta como una cosa puramente inteligible. El animal capta la sustancia material, por ejemplo el alimento, pero la capta o aferra solo en la medida en que se oculta bajo las cualidades sensibles.
----------Sin embargo, la sustancia, al ser examinada con mayor atención y sometida a una indagación cognoscitiva o a un estudio más profundo, aparece como un tema muy difícil, inagotable y misterioso. La sustancia se revela como la esencia (usía) de la cosa, aquello que Aristóteles llamaba sustancia segunda, mientras que la sustancia primera es el ente singular. Esta noción supera la razón y aparece como objeto de la revelación divina, como lo demuestra la dogmática cristiana, que precisamente emplea la categoría de la sustancia y de accidente para iluminar los misterios de la fe.
----------Sin embargo, se mantiene efectivamente la dificultad de concebir la sustancia para quien encuentra ardua la indagación intelectual de la realidad. De hecho, no presenta problema alguno la comprensión de la sustancia material, como por ejemplo la sustancia química o la sustancia económica, mientras que resulta de difícil comprensión la sustancia espiritual, vale decir, aquella en sentido lógico, como por ejemplo la sustancia de un discurso o de un razonamiento.
----------La consideración de la sustancia alcanza su punto o vértice máximo y culminante cuando la razón, pasando de la sustancia finita y causada, se eleva a la afirmación de la sustancia divina, infinita y absoluta. Y de esta manera es como el Concilio Vaticano I define la esencia divina con los términos de: "una, singularis, simplex omnino et incommutabilis substantia spiritualis" (Denz. 3001).
----------Ahora bien, la cuestión de la sustancia tiene que ver con la esencia de la realidad, con aquello que es la esencia o naturaleza de una cosa, con aquello que en ella hay de necesario y de contingente, con lo que en ella hay de esencial y accidental.
----------Ella pone en juego la cuestión de la relación entre lo singular y lo universal, entre lo abstracto y lo concreto, entre lo actual y lo posible, entre lo existente y lo no-existente, todos temas, problemas e intereses que tocan el campo de la metafísica y de la lógica.
----------La cuestión de la sustancia está ligada a la cuestión de la relación del ser con el devenir, entre el subsistir y el inherir, entre lo que cambia y lo que no cambia, entre lo que aparece y lo que está oculto, entre lo sensible y lo inteligible, la cuestión de la sustancia está ligada a la cuestión de la relación de la esencia con su existencia, de lo simple con lo compuesto, entre el uno y los muchos, entre la parte y el todo, el ser y el obrar, a la cuestión de lo relativo con lo absoluto, a la relación del fundamento con lo fundado, entre el soporte y lo soportado. Pone en juego la distinción entre la potencia y el acto, entre la esencia y el ser, entre la materia y la forma, entre lo viviente y lo no-viviente, entre lo natural y lo artificial, entre el alma y el cuerpo, entre el cuerpo y el espíritu, entre Dios y el mundo: todos problemas que tocan la metafísica.
----------La cuestión de la sustancia, por lo tanto y en definitiva, es de una complejidad sin confines y, por más que ella toque todas las disciplinas filosóficas desde la lógica a la antropología, a la moral, a la cosmología, es adecuadamente ilustrada y enfocada solamente por el análisis metafísico, en cuanto que la sustancia es el ente que está en acto para existir o para subsistir en sí y no en otro, es el sujeto primero de los accidentes y de sus propiedades, y es el sujeto lógico primero del cual se habla. A la sustancia y al accidente en la realidad corresponden en el lenguaje el sustantivo y el adjetivo.
La transustanciación entra en la categoría del cambio
----------El sacerdote que transustancia el pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor obra un cambio en la realidad que va más allá de las fuerzas de la naturaleza y es únicamente efecto de la omnipotencia divina. En efecto, el poder causativo o productivo o mutador de la creatura puede llegar hasta dar forma sustancial a la materia prima, es decir, a la materia informe, como sucede en la generación del viviente, compuesto de alma y cuerpo, un acto por el cual el progenitor, utilizando el principio de vida que reside en el órgano genital, hace que el alma del generado, es decir, del hijo, dé vida a su cuerpo. Cabe precisar que en la generación humana el progenitor proporciona solo el cuerpo, mientras que el alma es creada inmediatamente por Dios.
----------Más limitado es el poder mutador del artista o del artífice, el cual da una forma accidental o un cierto orden accidental a una sustancia material presupuesta con su forma sustancial. Aún más limitada es la acción física y química de las sustancias o energías naturales inanimadas, que consiste en la acción de componer o separar partículas elementales activando sus energías.
----------Indudablemente existe también la actividad mutadora del espíritu, del alma humana y del ángel. Pero también aquí se da siempre una materia o una persona presupuestas, las cuales son cambiadas por la acción del espíritu, pero sin que el espíritu pueda extender su influjo más allá de una modificación de la acción del sujeto sobre el cual el espíritu obra.
----------La transustanciación, en cambio, se asemeja a la actividad divina creadora, la cual no actúa sobre un sujeto preexistente, sino que actúa sin presuponer nada, porque crea de la nada aquello sobre lo cual actúa. En efecto, no es sólo la forma que sustituye a la forma precedente de la misma materia o en el mismo sujeto, sino que, cuando el sacerdote en la Misa obra la transustanciación, convierte una sustancia entera, materia y forma, en otra sustancia, haciendo que una sustancia se convierta en otra sustancia: un poder divino que evidentemente el sacerdote posee solo en virtud de su ordenación.
----------La transustanciación es, por tanto, un cambio ontológico de tal radicalidad que no se encuentra en la naturaleza. Aquí en la naturaleza pueden cambiar los accidentes y la sustancia permanecer la misma. Puede mutar la sustancia en el sentido de que cambia la forma, pero la materia permanece. Si, por ejemplo, la madera al arder se convierte en ceniza, ciertamente cambia la sustancia, pero ambas formas tienen la misma materia, porque esa materia que antes tenía la forma de la madera, luego asume la forma de la ceniza. Pero la propiedad de la transustanciación es que lo que cambia no es solo la forma, sino la sustancia entera compuesta de materia y forma. Pero lo asombroso y milagroso es que en esta mutación, una sustancia se cambia en otra sin que entre ambas exista materia común alguna.
----------Digamos entonces que, a los fines de un esclarecimiento de la cuestión que nos interesa, es necesario enfocar la atención sobre la distinción entre sustancia y accidentes. Debemos entender las razones y el alcance ontológico de esta distinción. Ella concierne solo a la sustancia creada, porque Dios, como hemos visto en el Concilio Vaticano I, es purísima y sola sustancia sin accidentes.
Sustancia y accidentes
----------La sustancia es el ente real en el sentido principal, fuerte y consistente. El accidente es un añadido perfectivo a la sustancia, la cual por tanto supone la imperfección de la misma sustancia, porque el accidente la perfecciona, la cuantifica, la cualifica, la temporaliza y espacializa, le permite y causa el devenir, la determina en su singularidad, identidad, concreción o individualidad, la distingue de las otras y la pone en relación con las otras. En cambio Dios, en la simplicidad de su ser idéntico a su esencia y a su sustancia, posee en acto infinitamente todas las perfecciones y se identifica con ellas en la unidad de su ser.
----------Es imposible, según el curso u ordenamiento ordinario de la naturaleza, la existencia de una sustancia creada sin sus accidentes, aunque ellos sean realmente distintos de ella. Y así también es imposible un conjunto de accidentes o cualidades que subsista por sí solo sin el soporte de la sustancia de la cual son accidentes.
----------Los dos riesgos en concebir la sustancia son, o bien el de no admitir que pueda existir una sustancia sin sus accidentes y que por tanto no puedan existir accidentes sin la sustancia; o bien el otro riesgo es el de resolver la sustancia en los accidentes, como hacen los empiristas, por ejemplo Berkeley, Locke y Hume, de modo que la sustancia, entendida como un núcleo ontológico que haría de soporte a los accidentes distintos de él, no existe, sino que no sería otra cosa que la colección de los accidentes.
----------Otro error acerca de la sustancia es la identificación de la sustancia con el espíritu, como por ejemplo hacen Leibniz y Berkeley, Hegel y los idealistas alemanes hasta Gentile, Husserl, Heidegger, Severino y Bontadini; o bien otro error es la identificación de la sustancia con la materia, como hacen Hobbes, Gassendi, Lamettrie, D’Holbach, Spencer, Comte, Darwin, Moleschott, Büchner, hasta Marx y, en general, los materialistas de todos los tiempos, desde Demócrito a los saduceos del tiempo de nuestro Señor Jesucristo, a Teilhard de Chardin, a Freud, a Margherita Hack y a Piergiorgio Odifreddi.
----------O también existe el error de concebir una visión de la realidad o una metafísica que no tiene en cuenta la distinción real entre sustancia y accidente, como ocurre por ejemplo en las metafísicas idealistas surgidas después de Hegel, el cual sentenció que "la filosofía moderna ha sustituido la sustancia por el sujeto", es decir, el ente por el cogito cartesiano.
----------El accidente es aquello de algo que aparece inmediatamente a los sentidos, pero puede ser también una cualidad o un hábito o una potencia inteligible que se añade a la sustancia o a la esencia de un ente. Por ejemplo, el acto de ser no es esencial a la esencia del ente creado, pero Dios, en el acto de crearlo, lo añade como perfección contingente.
----------El accidente es aquello que, en una sustancia, sea que esté o que no esté, la sustancia permanece la misma, a menos que se trate de un accidente esencial y necesario a la esencia, en cuyo caso tenemos una propiedad esencial. Por ejemplo, el vivir o no vivir no es esencial a la naturaleza humana, que es concebible incluso si ningún hombre existiera, de otro modo todo hombre sería inmortal: lo cual no es así. En cambio, la posesión de la razón se añade como potencia a la naturaleza humana; pero ella no sería humana sin la razón.
----------Ciertamente, el hecho de que un cierto sujeto razone muestra que es una persona humana. Y sin embargo, también un demente es una persona humana. El acto de razonar, por tanto, se añade accidentalmente, siendo el poder razonar una propiedad esencial de la persona. Pero si debiéramos resolver la identidad de la persona en el fenómeno del razonar, es claro que llegaríamos a desconocer la dignidad humana del demente.
----------Ahora bien, san Pío X en la encíclica Pascendi condena bajo el nombre de "fenomenismo" precisamente este modo erróneo de concebir los accidentes de la persona humana, que hace coincidir lo que de ella aparece con la esencia misma de la persona que aparece, negando que ella pueda preexistir a su manifestarse y ser más allá de su aparecer, es decir, en la realidad externa a la conciencia que la percibe.
----------Por esto en la encíclica Pascendi encontramos también implícitamente la condena anticipada de este aspecto idealista de la fenomenología de Husserl, que este filósofo estaba elaborando precisamente en aquellos años en los cuales el papa san Pío X publicaba la Pascendi.
----------La oposición de Lutero al dogma de la transustanciación dependió del hecho de que él había tomado de Ockham su concepto de sustancia. En efecto, para Ockham la sustancia no es una esencia universalizable distinta de la esencia universalizable del accidente, de modo que sean concebibles accidentes sin la sustancia o sustancia sin accidentes, sino que ella es, para Ockham, ente singular inseparablemente compuesto de sustancia y accidentes. Por esto, para Lutero, después de la consagración, el pan permanece pan con la sola precisión de que en él estaría realmente presente Cristo.
----------Lutero admitía la presencia real de Cristo sobre la mesa eucarística, y la defendió enérgicamente contra Calvino, quien por el contrario admitía una presencia simplemente simbólica o de signo. Pero desgraciadamente Lutero no supo renunciar a seguir viendo el pan. Por eso los protestantes hablan o de "empanación" o de "consustanciación", sin darse cuenta del absurdo de admitir que el pan pueda ser Cristo, y confundiendo el pan con Cristo o admitiendo que Cristo esté en el pan como si fuese un accidente de la sustancia del pan. Por eso, para Lutero, la adoración eucarística es idolatría del pan, porque según él, terminado el rito de la Cena, Cristo retira su presencia y el pan permanece simple pan.
----------Por otra parte, si el dogma habla de la "sustancia del pan", está claro que este término "sustancia" no debe tomarse en el sentido filosófico que he expuesto arriba, sino en el sentido popular, ya que, propiamente hablando, el pan es un agregado de sustancias artificialmente compuesto. Y está claro que cuando la Iglesia habla de la sustancia del pan, entiende simplemente el pan.
----------Al mismo tiempo, no es necesario ser filósofo para darse cuenta de que el sabor, el color o el peso y las dimensiones del pan pertenecen al pan, pero no son el pan. Para comprender el significado del dogma, la Iglesia no nos pide otra cosa que aquello que un simple niño puede notar o conocer con su inteligencia. Y por este hecho es bien sabido que san Pío X se hizo promotor de la Primera Comunión dada a los niños. También ellos pueden entender qué es la transustanciación: su fe les dice que, después de las palabras del sacerdote, lo que hay sobre el altar parece pan, pero ya no es pan: es el cuerpo del Señor.
----------El color, el sabor de la hostia consagrada son el sabor y el color del pan. Si nosotros no tuviéramos la fe y nos basáramos solamente en lo que nos dice el sentido, diríamos con seguridad que vemos pan. Sin embargo, no es que el sentido se engañe. El sentido capta su objeto, no miente, no se equivoca. Es la inteligencia la que, si no tiene fe, se engaña. La fe hace ver lo que la inteligencia natural no ve. La fe nos dice que bajo estas apariencias, llamadas "especies eucarísticas", el niño sabe por fe que está el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, acompañado de su sangre, de su alma y de su divinidad.
----------En definitiva, el misterio de la transustanciación nos dice que, cuando hacemos la Comunión Eucarística sacramental, ciertamente comemos físicamente las especies del pan, pero no comemos pan: comemos la carne de Cristo; no bebemos vino, sino la sangre de Cristo. Hay, por tanto, un comer y un beber espirituales (la Comunión Eucarística espiritual) que van más allá del comer y beber físicos, y que representan, producen y aumentan, si estamos bien dispuestos, nuestra incorporación a Cristo, nuestro ser Iglesia y pertenecer a la Iglesia, nuestro estar en Cristo y con Cristo, partícipes de su misma vida divina, de modo que podamos decir con el Apóstol san Pablo: "ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí".
Quisiera señalar este artículo:
ResponderEliminarhttps://thecatholicherald.com/vatican-document-leak-reignites-latin-mass-debate/
¿Qué opina?
Siempre feliz de seguirlo en este blog, padre Filemón, ¡gracias!
Estimado Dino,
Eliminarle agradezco por la documentación que me transmite, pero le hago presente que yo no soy un liturgista, especializado en la materia, tanto respecto a su aspecto litúrgico como canónico, como darle un parecer competente en esos campos. Mi ámbito es la teología dogmática, la moral y la filosofía. En tal sentido, usted podrá encontrar en este blog artículos que he dedicado tanto a Summorum pontificum como a Traditionis custodes y a las legislaciones complementarias de ambos, pero siempre desde un punto de vista dogmático o al menos teológico-pastoral. Por esta razón, no tengo la competencia para poder dar una opinión autorizada respecto a esta discusión que se plantea en el ámbito litúrgico-disciplinar y canónico.
Ahora bien, si usted me pregunta mi opinión personal como simple fiel católico (aunque sacerdote y teólogo), pues bien, le diré que como cualquier fiel católico, simplemente recibo con confianza y espíritu de obediencia aquello que los Papas deciden en cada momento y me atengo a las directrices del Papa reinante. A lo sumo, puedo manifestar alguna reserva personal en el ámbito de las directrices gubernativo-pastorales-disciplinares del Papa (no en el ámbito doctrinal, por supuesto), pero obedezco y aconsejo obedecer.
Me permito sugerirle acerca de este aparente problema, que tenga en cuenta dos cosas:
La primera cosa a tener en cuenta es que la encuesta del Papa al Colegio episcopal, en el 2020, cualquiera haya sido su resultado, fue uno de los elementos considerados, pero no el único fundamento de la promulgación de Traditionis custodes.
Y la segunda cosa a tener presente es que hoy, en el campo litúrgico, los problemas más graves a los que debe enfrentar el Santo Padre, no son las cuestiones planteadas por los pasadistas (indietristas filo-lefebvrianos), que son una exigua minoría, sino el desorden provocado por los neo-modernistas, desorden que roza el sacrilegio y la profanación.
Hablando de comunión eclesial, Filemón, qué opina del fenomenal embuste sobre la encuesta realizada a los obispos sobre la misa tradicional, que se ha revelado como totalmente falso?
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarsi hablamos de comunión eclesial, conviene comenzar por la verdad en la caridad. Por cuanto respecta a la encuesta realizada por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 2020, fue una encuesta real, enviada a todos los obispos del mundo, con preguntas concretas sobre la aplicación de Summorum Pontificum (de hecho yo mismo participé en grupos de consulta). Lo que se ha revelado posteriormente -gracias a periodistas como Diane Montagna- es que el informe resultante mostraba (supuestamente) una mayoría de respuestas favorables al mantenimiento del rito tradicional, aunque con matices y preocupaciones pastorales.
Por tanto, no se trató de un "embuste", sino de una decisión papal que interpretó los datos desde una perspectiva más amplia, incluyendo factores como la unidad litúrgica, la recepción del Concilio Vaticano II y ciertas actitudes ideológicas en torno al Vetus Ordo. Que haya divergencia entre el informe técnico y la decisión pastoral no implica falsedad, sino un ejercicio de gobierno que puede ser discutido, pero no descalificado sin más.
La comunión eclesial no se construye sobre acusaciones, sino sobre discernimiento. Y eso exige reconocer que, incluso en decisiones difíciles, la Iglesia busca custodiar la fe y la unidad. Podemos -y debemos- debatir con libertad, pero también con respeto por la complejidad de los procesos eclesiales.
Finalmente, respecto a este mismo tema, puedes leer también mi respuesta anterior, a Dino. Si no te resultan suficientes estas respuestas, me dirás entonces tus inquietudes y trataré de ayudarte.
El embuste es éste, formulado en forma típicamente jesuítica:
Eliminar"Trece años después, encargué a la Congregación para la Doctrina de la Fe que os enviara un cuestionario sobre la aplicación del Motu proprio Summorum Pontificum. Las respuestas recibidas revelaron una situación que me apena y preocupa, confirmando la necesidad de intervenir".
Estimado padre, me permito hacerle una pregunta y someterla a su benevolencia.
ResponderEliminarUsted dice que: "Sin embargo, la sustancia, al ser examinada con mayor atención y sometida a una indagación cognoscitiva o a un estudio más profundo, aparece como un tema muy difícil, inagotable y misterioso. La sustancia se revela como la esencia (usía) de la cosa, aquello que Aristóteles llamaba sustancia segunda, mientras que la sustancia primera es el ente singular. Esta noción supera la razón y aparece como objeto de la revelación divina, como lo demuestra la dogmática cristiana, que precisamente emplea la categoría de la sustancia y de accidente para iluminar los misterios de la fe."
No me explico cómo puede ser que si la noción de sustancia ha sido explicada por Aristóteles, usted diga que es objeto de revelación.
Cualquier ayuda para entenderlo será bienvenida.
Sergio Villaflores (Valencia, España)