Esta reflexión, a la vez dogmática y pastoral acerca del pasadismo filo-lefebvriano, no está escrita para que la lean los pasadistas, sino los católicos sencillos y auténticos, que constituyen la enorme masa casi unánime del Pueblo de Dios, constituida por fieles alejados de los dos extremismos, el pasadista y el modernista. Se trata de ofrecer claves de entendimiento doctrinal y pastoral para no caer en la mera condena del pasadismo, por más fundamentada que ella fuere. [En la imagen: fragmento de "Salida de misa en la Catedral", acuarela y témpera aguada sobre papel, s/d, obra de Léonie Matthis, representando feligreses saliendo de una Misa en la Catedral de Montevideo, obra perteneciente a la colección del Museo Histórico Cabildo, Montevideo, Uruguay].
"Calamum quassatum non conteret, et linum fumigans non extinguet" (Is 42,3). Blog de filosofía y teología católicas, análisis de la actualidad eclesial y de cuestiones de la cultura católica y del diálogo con el mundo.
lunes, 7 de julio de 2025
Comprender el pasadismo y ayudar a los pasadistas
Modernistas y pasadistas han salido nuevamente al campo de batalla
----------Como era previsible, no hemos tenido que esperar mucho tiempo (ni dos meses) desde la elección del papa León XIV para ver surgir nuevamente a los dos ejércitos en pugna, los modernistas y los pasadistas, lanzados con nuevos bríos a una batalla que los tiene sólo a ellos como actores, y con la cual siguen fastidiando y perturbando obstinadamente desde hace décadas la paz y la comunión eclesial que vive la masa prácticamente unánime de simples y sanos católicos muy alejados de sus extremismos ideológicos.
----------Por el ala izquierda, la de los modernistas (fundamentalmente rahnerianos, pero también küngianos, schillebeeckxianos y de otros pelajes), ya ha habido conatos de instrumentalización de las primeras expresiones y gestos del nuevo Papa. Ahí lo hemos visto, por ejemplo, las pasadas semanas a Andrea Grillo, el teólogo del Pontificio Ateneo de San Anselmo, en Roma, y de la Abadía de Santa Justina, en Padua, volver a la carga con sus tesis que niegan la transubstanciación, replanteando antiguas herejías eucarísticas.
----------Por el ala derecha, la de los pasadistas (pseudo-tradicionalistas o indietristas o filo-lefebvrianos o filo-mitutellianos o filo-viganoianos), se ha vuelto a plantear la petición de "restablecimiento" de la libertad de uso del Misal de 1962, tal como había sido prevista por el motu proprio Summorum Pontificum, y lo han hecho con viejos y nuevos argumentos y acciones de perturbación, como la de atribuir el motu proprio Traditionis Custodes, que ha abrogado al antes mencionado, al capricho de un demasiado progresista papa Francisco, o bien invocar las tramas de una Curia que juega con cartas marcadas, o finalmente denunciar la falta de sentido de la tradición (escribámosla como corresponde, con minúscula, porque es la tradición litúrgica, y no se trata de la Sagrada Tradición) de amplios sectores de la teología y de la pastoral.
----------Con la experiencia lograda al presenciar desde hace décadas esta agotadora batalla entre modernistas y pasadistas, me viene la sospecha que este ataque al papa Francisco, a propósito del Misal de 1962, provenga tal vez fundamentalmente de los modernistas, con el propósito de distraer la atención del papa León de aquello que es hoy el verdadero problema de la liturgia, problema que no es el pasadismo del grupito de los pasadistas filolefebvrianos, sino que es la prepotencia y la altivez de los modernistas que (como es el citado caso de Andrea Grillo) creen estar en condiciones de poder seguir dominando la situación.
----------Pero quisiera hoy hacer un paréntesis a mi constante observación y crítica sobre el difundido fenómeno del neo-modernismo en la Iglesia, para proponer a los lectores detener nuestra mirada en estas nuevas movidas de los hermanos pasadistas, quienes, a decir verdad, han mostrado en estos últimos días sus actitudes y comportamientos típicos, a los que estamos acostumbrados desde hace décadas, gestos a menudo sin embargo acompañados de insultos no sólo a las autoridades de la Iglesia sino también a la sana inteligencia. No debemos asombrarnos por ello, aunque algo debamos decir, en ayuda de los miembros del sencillo pueblo fiel, que pueden correr el riesgo de quedar atrapados en el relato pasadista, que plantea una suerte de lucha entre dos diversos documentos pontificios: uno "bueno" (el de 2007) y otro "malo" (el de 2021), el primero liberal y el segundo liberticida (o libertario dirían los argentinos); el primero acogedor y el segundo segregante y discriminatorio, el primero abierto y ecuménico, y el segundo cerrado y exclusivista, etc.
----------¿Qué podemos decir de este planteo de los pasadistas acerca de los motu proprio litúrgicos Summorum pontificum y Traditionis custodes? Como los habituales lectores de este blog ya conocen mi postura, no volveré a explicar lo ya antes explicado, de modo que seré breve en recordar lo que pienso, al menos en atención a los nuevos lectores que últimamente han aparecido en el blog.
----------Lo primero que necesita tenerse presente es que los dos mencionados documentos pontificios son textos disciplinarios, no doctrinales, aunque contengan algunas aserciones doctrinales. Por lo tanto, en ambos casos, se trata de documentos que fundamentalmente no gozan de esa inerrancia presente en los textos en los que el Papa oficia como Maestro de la Fe. Por ende, el fiel católico, salvada por supuesto la obediencia al Papa en lo que él decida legislar en campo litúrgico (como es el caso que nos ocupa), mantiene esa libertad que le permite interiormente un disenso teórico. En tal sentido, he manifestado que, a mi modesto entender, el papa Benedicto XVI ha sido pastoralmente imprudente en su decisión de 2007, así como el papa Francisco no ha sido suficientemente misericorde hacia los pasadistas en su decisión disciplinar de 2021.
----------De lo que acabo de decir, surge evidente que el citado relato (narración maniquea de un motu proprio "bueno" y otro "malo"), en verdad, no es otra cosa que un montaje, una mistificación y simplemente una falsa narración. Las cosas no son en absoluto así, pues en el caso de uno y otro motu proprio se trata de decisiones disciplinares de ambos Papas, que pudieron haber actuado con mayor o menor prudencia y justicia, como ya he dicho. Aunque también hay que decir que, así como el papa Francisco en 2021 se ha dejado llevar por su marcada tendencia pastoral anti-tradicionalista (afectada acaso por ciertas tendencias teológicas modernistas), el papa Benedicto, por su propio alto perfil teológico (incluso no carente de antecedentes de incomprensiones tradicionalistas), se dejó llevar por tendencias teológicas que le hicieron decidirse por una lógica de paralelismo litúrgico general de dos modalidades del mismo Rito Romano, que jamás a lo largo de la historia había sido considerado concebible y que a todas luces no parece teológicamente razonable.
----------En tal sentido, como ya lo he explicado en varios artículos de años recientes, el motu proprio de 2021, aún cuando, a mi modesto parecer, estuviere afectado por lo que creo es una actitud inmisericorde hacia el grupo de los pasadistas, debe sin embargo reconocerse que simplemente ha restituido la condición litúrgica eclesial de Rito Romano a su régimen clásico y tradicional; considerando que el motu proprio del 2007 había interrumpido arbitrariamente, con imprudente y temeraria osadía, una tradición secular, que siempre ha considerado superado el rito precedente, cuando intervenía una reforma general.
----------Podría decirse que, en cierto modo, en 2007 se había introducido un principio posmoderno de apego ritual, que es individual y que como tal no contribuye a la comunión eclesial, sino que más bien destruye la unidad de la Iglesia, porque de hecho, cada sujeto y cada comunidad podía elegir, de modo arbitrario, qué modalidad de rito utilizar para celebrar la Eucaristía y todos los demás sacramentos y sacramentales.
----------Ciertamente de todo esto no hay que culpar a Summorum pontificum, pues, como expliqué en otros artículos, un documento disciplinar, en 2011, daba aplicación administrativa al motu proprio de 2007, llegando a construir un verdadero monstruo jurídico, pues debía considerarse grupo litúrgico habilitado para pedir la celebración con el Misal de 1962 a un grupo formado incluso solo por tres personas, ¡incluso pertenecientes a tres diócesis distintas! De este modo, con esta ficción jurídica verdaderamente escandalosa y de la cual en la Curia Romana nadie parecía darse cuenta, se multiplicaban artificiosamente las cosas: en tres diócesis podían formarse tres grupos de celebración de la que se llamaba "forma extraordinaria", compuestos solo por tres sujetos, pertenecientes cada uno a una diócesis distinta. Una verdadera mistificación eclesial y litúrgica que, desgraciadamente, se llevaba adelante ante la vista y el silencio del Papa.
----------Pero, como he dicho, no me quiero extender en estas consideraciones que bien conocen (y hasta de sobra) mis habituales lectores a través de mis publicaciones de recientes años; a las cuales remito a los nuevos lectores que estén interesados en estas cuestiones litúrgicas.
----------Lo que sí quisiera resaltar, antes de pasar a hablar de lo que verdaderamente quiero hablar hoy, es que respecto a la lucha litúrgica entre modernistas y pasadistas, mi opinión es que el actual Pontífice, que parece tan interesado en la paz en la Iglesia, se esforzará sin duda por encontrar una conexión jurídica entre las dos modalidades del Rito Romano, la actual y la de 1962 (mientras sea prudente dejarla vigente), reafirmando la voluntad del Concilio Vaticano II, de los Papas del postconcilio y del papa Francisco, que el Novus Ordo Missae sea oficialmente la única lex orandi, pero al mismo tiempo respetando la doctrina de Benedicto XVI en apoyo de la pluralidad de los ritos de la Misa, que constituye una riqueza maravillosa de las diversas posibilidades de celebrar la Misa, el único Sacrificio instituido por Cristo para nuestra salvación.
----------Mientras el Papa no haya encontrado la manera correcta de conectar estas dos modalidades del Rito Romano, la situación actual se agravará con inmenso escándalo y daño para la Iglesia. Y digo esto sobre todo en referencia a la cuestión doctrinal. Las dos modalidades del Rito Romano, como los otros reconocidos por la Iglesia, manifiestan de manera diferente la única doctrina del Magisterio sobre el valor de la Santa Misa. El Novus Ordo Missae refleja la aportación doctrinal del Concilio Vaticano II.
----------La división actual es causada principalmente por una falsa problemática y por la incomprensión recíproca: los pasadistas no aceptan las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II, y en base a esto consideran el Novus Ordo un rito filo-protestante; los modernistas, con el pretexto del Novus Ordo, rechazan los dogmas y la doctrina del Magisterio perenne, que son la base de la Santa Misa, para rechazar por ejemplo la transubstanciación o la satisfacción vicaria de Cristo o el sacerdocio o el sacrificio.
----------Para encontrar la paz dentro de la Iglesia, el papa León XIV deberá recordar a todos la unidad doctrinal de la Iglesia Católica, que es la base de los diversos ritos de la única Santa Misa instituida por nuestro Señor Jesucristo. Pero ahora vengamos a nuestro tema principal:
¿Fidelidad o nostalgia? ¿Qué es el pasadismo filo-lefebvriano?
----------En los últimos años, ha crecido dentro del seno de la Iglesia una sensibilidad que podríamos llamar "pasadista filolefebvriana". De este "pasadismo" en la Iglesia hemos venido hablando en este blog con bastante frecuencia. El papa Francisco lo llamó "indietrismo". Pues bien, se trata de una postura que, sin romper formalmente la comunión con Roma, adopta sin embargo actitudes doctrinales y litúrgicas cercanas al cisma lefebvriano, especialmente en su desconfianza hacia el Concilio Vaticano II y el magisterio postconciliar.
----------Ciertamente, este fenómeno no debe ser abordado con desprecio ni simplificación. En muchos casos, lo que llamamos sensibilidad pasadista nace de un amor sincero por la liturgia, de un deseo de reverencia, de un afán de mayor sacralidad, y de un dolor real ante abusos litúrgicos o confusión doctrinal. Pero cuando ese amor se convierte en criterio de juicio sobre la Iglesia misma, y esa desconfianza se transforma en resistencia sistemática al Magisterio, se cae en una tentación espiritual peligrosa: la de creerse más fiel que la propia Iglesia, o para decirlo más directamente, la de pretender conocer la Palabra de Cristo mejor que lo que la conoce el Papa, quien ha sido instituido por Cristo precisamente como su Vicario.
----------No son pocos los exponentes de esta postura que sostienen, explícita o implícitamente, que la Iglesia posterior al Concilio Vaticano II ha fallado, ha fracasado, vale decir, que ha entrado en una crisis doctrinal tan profunda que -dicen los pasadistas- ya no es confiable. En consecuencia, se aferran a formas litúrgicas o teológicas o disciplinarias anteriores al Concilio, como si esas "tradiciones" (tomando en cuenta la distinción entre Tradición y tradiciones, tan bien explicada por Congar) fueran el único refugio seguro de la fe verdadera. Esta actitud, aunque revestida de piedad, contradice un dogma fundamental de la fe católica: la indefectibilidad de la Iglesia. Como enseña el Concilio Vaticano I: "La Iglesia, edificada sobre Pedro, no puede jamás ser vencida por las puertas del infierno" (constitución dogmática Pastor aeternus, cap. 4). Y el Concilio Vaticano II reafirma: "La Iglesia, en su peregrinación entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anuncia la cruz y la muerte del Señor hasta que Él venga. Por el poder del Señor resucitado, se fortalece para vencer con paciencia y caridad sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas, y para revelar fielmente al mundo el misterio de su Señor" (constitución dogmática Lumen gentium, n.8).
----------Es indudable que la desconfianza sistemática hacia el Magisterio postconciliar no es una actitud que se corresponda a la fe cristiana, o sea, no es una virtud profética, sino una forma de autosuficiencia eclesial que termina por socavar la comunión eclesial. Como nos recordaba el papa Benedicto XVI: "No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia en el año 1962, esto debe quedar muy claro para quienes se sienten verdaderamente tradicionales" (Carta a los obispos, 2007).
----------La respuesta apologética que se debe dar a estas actitudes de los pasadistas puede resumirse en cuatro palabras: fidelidad no es fijación. La verdadera fidelidad no consiste en conservar formas del pasado como si fueran intocables, sino en permanecer en comunión con la Iglesia viva, guiada por el Espíritu Santo. La Tradición no es un archivo muerto, sino un río que fluye desde los Apóstoles hasta hoy, bajo la infalible custodia del Magisterio. Cuando un grupo se erige en "garante de la verdadera fe" frente a la Iglesia universal, está cayendo en una forma de pelagianismo eclesial: como si la pureza de la fe dependiera de su esfuerzo por conservarla, y no de la promesa de Cristo de asistir a su Iglesia hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28,20).
----------Ciertamente una respuesta meramente condenatoria hacia el actual pasadismo filolefebvriano, por más fundamentada y bien argumentada que fuere, vendría a faltar a la justicia y a la misericordia si no estuviera mediada por el diálogo, que es también un deber si se quiere ser fiel a este estilo sinodal que tanto ha sido subrayado por el papa Francisco y al que se ha venido refiriendo en los mismos términos el papa León en estos inicios de su pontificado. Podríamos enunciar tres claves para este diálogo: 1. Ante todo escuchar el dolor de muchas personas pasadistas que han sido testigos de abusos litúrgicos o de banalizaciones doctrinales; un sufrimiento que es importante valorizar en su debida dimensión, aunque sin justificar la ruptura. 2. Mostrar la continuidad en la enseñanza infalible de la Iglesia, usando textos del Magisterio reciente que muestran la fidelidad al depósito de la fe (por ejemplo, las encíclicas Veritatis Splendor, Fides et Ratio, y por supuesto, el Catecismo de la Iglesia Católica, por mencionar tres claros documentos, aunque ciertamente todos los textos del Magisterio manifiestan la continuidad doctrinal). 3. Invitar a la confianza, recordando que el Espíritu no abandona a la Iglesia, y que la obediencia filial es camino de santidad, no de sumisión ciega.
Tradición o arqueología: el error de absolutizar el pasado
----------Uno de los errores doctrinales más frecuentes en los ambientes pasadistas filolefebvrianos es el de reducir la Sagrada Tradición a una etapa histórica concreta y determinada, generalmente identificada con el período tridentino o bien con el magisterio preconciliar del siglo XIX y principios del siglo XX. Esta postura indietrista, aunque revestida de veneración por el pasado, traiciona el verdadero sentido católico de la Tradición, que no es un archivo muerto o un museo, sino una realidad viva y dinámica.
----------La noción de Tradición viva es una clarísima enseñanza del Concilio Vaticano II. En la Constitución dogmática Dei Verbum n.8, se enseña con absoluta claridad: "La Tradición que viene de los Apóstoles progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo: crece la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, tanto por la contemplación y el estudio de los creyentes [...] como por la predicación de los que con la sucesión episcopal han recibido el carisma cierto de la verdad". O sea, la Tradición es una realidad viva, progresa. Pero el término "progreso" a veces parece ser mala palabra para el pasadismo.
----------La mencionada afirmación del Concilio retoma la enseñanza patrística, especialmente de san Vicente de Lerins, quien hablaba de un desarrollo doctrinal "eodem sensu eademque sententia" (con el mismo sentido y la misma intención). La Tradición no es repetición literal, sino crecimiento orgánico en la comprensión del depósito revelado. Por consiguiente, el reducir la Tradición a una forma litúrgica o a un estilo teológico o a una época concreta, es negar su vitalidad, y por tanto, su catolicidad. Es convertirla en arqueología o en museo, en lugar de reconocerla como el cauce vivo por el que el Espíritu Santo sigue guiando a la Iglesia.
----------Vale tener presente que el error arqueologista no es sólo de ahora, sino que es una antigua tentación, es un error que no es nuevo. Ya en el siglo XX, el papa Pío XII lo denunció en la encíclica Mediator Dei (1947), al advertir contra el "arqueologismo litúrgico": "Es un error pensar que la liturgia antigua es necesariamente mejor o más pura que la moderna. [...] El deseo de restaurar todas las cosas a su forma antigua puede ser una desviación peligrosa si se hace sin discernimiento" (Mediator Dei, n.61).
----------Curiosamente, muchos pasadistas que se presentan como fieles a Pío XII ignoran esta advertencia suya, y absolutizan formas litúrgicas o teológicas anteriores al Concilio como si fueran intocables. Pero la verdadera fidelidad no consiste en congelar el pasado, sino en discernir su continuidad viva en el presente.
----------Nos puede ser de utilidad en esta reflexión mostrar algunos ejemplos históricos del indisoluble vínculo entre Tradición y desarrollo. La historia de la Iglesia muestra que la Tradición ha conocido auténticos desarrollos doctrinales, que no contradicen el depósito de la fe, sino que lo explicitan con mayor claridad. Por ejemplo, el dogma de la consustancialidad del Hijo (Concilio de Nicea, del 325) no está formulado explícitamente en la Escritura, pero expresa su verdad con precisión.
----------Un segundo ejemplo es la definición de la Inmaculada Concepción (por Pío IX, en 1854) y la definición del dogma de la Asunción (por Pío XII, en 1950), pues ambos son desarrollos orgánicos de la fe mariana presente desde los tiempos de los Padres. Finalmente, un tercer ejemplo que podríamos indicar aquí es la doctrina sobre la libertad religiosa (en la declaración Dignitatis Humanae, de 1965), que no contradice enseñanzas anteriores, sino que distingue entre el error y la persona que yerra, en un contexto histórico nuevo. Estos tres ejemplos (existen por supuesto muchos más) muestran que la fidelidad a la Tradición no implica inmovilismo y rigidez, sino apertura al crecimiento de la Tradición viva bajo la guía del Espíritu. La Sagrada Tradición no es un museo, sino un río que fluye desde los Apóstoles hasta hoy.
----------Ciertamente, en relación al arqueologismo pasadista tampoco vale una actitud de simple condena, que sería injusta e inmisericorde. Aquí también es necesario el diálogo sinodal, para el cual se pueden sugerir un puñado de claves: 1. Evitar caricaturas, pues no se trata de despreciar el pasado, sino de integrarlo en una visión viva y orgánica de la Tradición. 2. Mostrar ejemplos de desarrollo doctrinal, desde los Padres hasta el Vaticano II, la Iglesia ha crecido en su comprensión del depósito de la fe. 3. Citar a Pío XII y Benedicto XVI, pues ambos defendieron la Tradición viva frente a los extremos del arqueologismo y del rupturismo. 4. Invitar a la confianza en el Espíritu Santo, porque quien ha guiado a Trento es el mismo que asistió al Vaticano II.
Magisterio a la carta: el error del criterio selectivo
----------Uno de los síntomas más preocupantes del pasadismo filolefebvriano es la actitud de magisterio selectivo: una disposición que acepta solo aquellas enseñanzas del Papa o del Colegio Episcopal que coinciden con una sensibilidad teológica o litúrgica determinada, y que descarta o relativiza todo lo que se percibe como "moderno", "ambiguo" o "pastoral". Esta actitud, aunque a veces se presenta como "discernimiento", es en realidad una forma de juicio privado sobre el Magisterio, incompatible con la fe católica.
----------Lo primero que debe decirse respecto a este "magisterio a la carta", es que el Magisterio de la Iglesia funciona como criterio, no como opción. La fe católica no consiste en adherirse a una colección de doctrinas elegidas según afinidad personal, sino en una obediencia confiada al Magisterio vivo de la Iglesia, que custodia e interpreta el depósito de la fe. Como enseña el Concilio Vaticano II: "Este asentimiento religioso de la voluntad y del entendimiento debe prestarse de modo particular al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra" (Lumen gentium, n.25). Si el Concilio nos invita a semejante respeto aún cuando el Papa no habla con Maestro de la Fe y de la moral cristianas, con cuánto mayor respeto debemos sentirnos vinculados con la enseñanza del Romano Pontífice cuando habla en su oficio docente (vale decir, en aquellos tres grados de autoridad de los que san Juan Pablo II habla en la carta Ad tuendam Fidem).
----------El Papa y los Obispos en comunión con él no son meros comentaristas de la Tradición, sino autorizados intérpretes. Cuando un fiel se reserva el derecho de aceptar solo lo que coincide con su sensibilidad, está invirtiendo el orden: ya no es el Magisterio quien juzga las opiniones privadas, sino al revés.
----------Estoy refiriéndome al peligro de un "catolicismo condicionado". Esta actitud selectiva frente al Magisterio de la Iglesia tampoco es nueva. San Ireneo ya advertía contra quienes "aceptan algunas cosas de la Tradición apostólica y rechazan otras" (Adversus Haereses, I, 31). En tiempos modernos, el papa Pío XII denunció el mismo error en la encíclica Humani generis (1950): "Algunos se comportan como si el Magisterio de la Iglesia fuera una opinión más entre otras, y no la norma próxima de la fe." Se trata, al fin de cuentas, de un error de fe que tiene por resultado un "catolicismo condicionado", donde la comunión con la Iglesia queda subordinada a criterios personales, ideológicos o estéticos. Esta actitud, aunque no siempre desemboca en cisma formal, rompe de hecho la comunión práctica con el Magisterio y, por ende, la comunión eclesial.
----------En esta materia, las objeciones más frecuentes del pasadismo filolefebvriano son las siguientes: 1. Suele decirse: "El Papa actual no enseña con claridad". Pero la claridad no es el único criterio de verdad. La fe exige confianza en que el Espíritu Santo asiste al Papa, incluso en su personal estilo pastoral. 2. Se dice: "El Concilio Vaticano II no definió dogmas". Aunque no definió dogmas nuevos, sí propuso enseñanzas doctrinales vinculantes, pues gozan de inerrancia. El Magisterio ordinario también exige asentimiento. 3. También suelen afirmar los pasadistas: "Yo sigo la Tradición, no las novedades". Pero la Tradición no es una alternativa al Magisterio, sino que vive en él. Separar ambos es protestantizar la fe.
----------Nuevamente aquí, es necesario buscar junto a los pasadistas claves para el diálogo, evitando la inmediata condena de su "magisterio a la carta" o su "catolicismo condicionado", por más fundamentados que estén nuestros argumentos de condena. Indico aquí, a modo de sugerencias, cuatro claves para el diálogo sinodal: 1. Evitar la confrontación directa: en lugar de acusar de desobediencia, invitar a reflexionar sobre el fundamento de la fe católica: la comunión con Pedro. 2. Citar a santos obedientes: como san Ignacio de Loyola, que decía: "Debo tener por cierto que lo blanco que yo veo, si la Iglesia lo define negro, debo creer que es negro". 3. Mostrar la continuidad doctrinal: por ejemplo, cómo la encíclica Veritatis Splendor (1993) reafirma la moral tradicional en plena era postconciliar. 4. Invitar a la confianza: recordar que la obediencia al Magisterio no es servilismo, sino un acto de fe en la acción del Espíritu Santo.
El Concilio Vaticano II en disputa
----------Uno de los rasgos más característicos del pasadismo filolefebvriano es su rechazo práctico del Concilio Vaticano II. Aunque no siempre se niega formalmente su legitimidad, se lo considera "solo pastoral", ambiguo o incluso dañino. En consecuencia, se lo margina en la enseñanza, se lo omite en la formación, y se lo interpreta como una ruptura con la Tradición. Esta actitud, más que una crítica teológica legítima, constituye una resistencia doctrinal y eclesial que pone en duda la acción del Espíritu Santo en la Iglesia.
----------Una de las objeciones más frecuentes del pasadismo es que el Vaticano II no definió dogmas nuevos y, por tanto, no sería doctrinalmente vinculante. Esta afirmación es engañosa. Es cierto que el Concilio no definió dogmas de fide definita, pero sí propuso enseñanzas doctrinales del magisterio ordinario universal, que exigen asentimiento religioso del entendimiento y de la voluntad (cf. Lumen gentium, n.25). Como tantas veces lo hemos explicado, fundamentado y demostrado, en los tres grados de autoridad magisterial puestos en claro por la carta Ad tuendam Fidem de san Juan Pablo II, el Romano Pontífice es infalible.
----------Como recordaba el papa Benedicto XVI: "Todo católico coherente debe aceptar toda la doctrina del Concilio Vaticano II como verdadera. No es cierto que el Concilio haya sido la causa de la crisis eclesial postconciliar". Por su parte, el papa san Paulo VI también fue claro sobre esta materia: "Nada de lo que se ha definido en el Concilio está en contradicción con la Tradición. El Concilio ha sido una gran gracia para la Iglesia" (Audiencia general del 12 de enero de 1966).
----------La hermenéutica de la continuidad es la clave de lectura de los documentos finales del Concilio Vaticano II. En su célebre discurso a la Curia Romana, el 22 de diciembre de 2005, Benedicto XVI identificó dos formas opuestas de interpretar el Concilio: 1. la hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura, que ve al Vaticano II como un nuevo comienzo, en ruptura con la Tradición. 2. La hermenéutica de la reforma en la continuidad, que reconoce en el Concilio una profundización orgánica de la doctrina católica. En el discurso antes citado, expresó Benedicto: "El Concilio Vaticano II no ha querido romper con la Tradición, sino más bien profundizarla. [...] En los tres ámbitos principales -la relación con la ciencia, con el Estado moderno y con las religiones- el Concilio ha desarrollado la doctrina católica de forma coherente con su identidad permanente". Esta hermenéutica no es una concesión diplomática, sino una exigencia teológica: la Iglesia no puede contradecirse a sí misma, porque es guiada por el Espíritu de Cristo, que es el Espíritu de la verdad (cf. Jn 16,13).
----------Si queremos, como el médico lo hace con las enfermedades del cuerpo, hacer un diagnóstico de esta enfermedad del alma del católico que es el rechazo práctico al Concilio Vaticano II, deberíamos decir que esta enfermedad espiritual se manifiesta en actitudes como: el omitir sistemáticamente sus documentos en la formación teológica; el desacreditar sus enseñanzas sobre libertad religiosa, ecumenismo o colegialidad; el presentar el Magisterio postconciliar como "sospechoso" o "ambiguo"; el contraponer una Iglesia "preconciliar" fiel a una Iglesia "postconciliar" desviada. Estas actitudes, aunque no siempre explícitas, erosionan la comunión eclesial y alimentan una visión cismática de la historia de la Iglesia. Como advierte el documento Donum Veritatis (1990): "No se puede apelar a una Tradición contra el Magisterio actual. [...] El Magisterio no es superior a la Palabra de Dios, pero es su servidor fiel, y su juicio debe ser acogido con docilidad" (nn. 24–25).
----------Ahora bien, ¿cuál debe ser nuestra actitud si nos encontramos con un hermano católico pasadista que nos manifiesta esta postura de rechazo frente al Concilio Vaticano II? Pues bien, nuevamente, lejos de toda actitud de mera condena, intentemos discernir algunas claves para el diálogo, que podrían ser tal vez las siguientes: 1. Reconocer los abusos postconciliares, pero distinguiéndolos del Concilio mismo. Como dijo san Paulo VI, "la autodemolición de la Iglesia" no fue causada por el Concilio, sino por su mala interpretación. 2. Mostrar la continuidad doctrinal entre el Vaticano II y el magisterio anterior, especialmente en temas como la Revelación (Dei Verbum), la liturgia (Sacrosanctum Concilium) y la Iglesia (Lumen Gentium). 3. Citar a Benedicto XVI como testigo privilegiado de la fidelidad del Concilio a la Tradición. 4. Invitar a leer los documentos conciliares directamente, sin filtros ideológicos, para descubrir su riqueza espiritual y doctrinal.
El error del liturgicismo identitario
----------En ciertos ambientes pasadistas filolefebvrianos, la Misa celebrada según el Misal Romano de 1962 (también mal llamada "misa tridentina", o como fue llamada entre 2007 y 2021: "forma extraordinaria del rito romano") ha dejado de ser una forma legítima entre otras (dependiendo de lo que establezca la ley de la Iglesia) para convertirse entre los pasadistas en un marcador identitario excluyente. Esta absolutización de una forma litúrgica concreta, acompañada del desprecio hacia el Novus Ordo Missae establecido en 1969, constituye lo que podríamos llamar un hiperliturgismo o liturgicismo identitario. Un fenómeno que no debe entenderse simplemente como preferencia estética o espiritual, sino como distorsión doctrinal y eclesial que convierte a la liturgia en un instrumento de división, en un campo de batalla, en lugar de ser sacramento de unidad.
----------No hay duda que la liturgia es sacramento de unidad. La liturgia no es una creación humana, ni un campo de expresión ideológica, sino la acción de Cristo y de la Iglesia. Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: "La liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. [...] En ella, el culto público íntegro es ejercido por el Cuerpo Místico de Cristo, es decir, por la Cabeza y sus miembros" (n.1070).
----------Por eso, la liturgia debe ser "expresión de la unidad de la Iglesia", no de su fragmentación. El papa Francisco lo recordaba en Traditionis custodes (2021): "Las acciones litúrgicas no son la propiedad privada de nadie, ni del celebrante ni de la comunidad. [...] El uso de los libros litúrgicos anteriores a la reforma de 1970 ha sido utilizado para reforzar divergencias, y eso contradice la comunión eclesial."
----------Indudablemente, el exclusivismo litúrgico es un error. El Misal de 1962 es una forma venerable del rito romano, y su uso ha sido legítimamente permitido por la Iglesia y aún hoy sigue siendo permitido, en las debidas condiciones. Sin embargo, cuando se afirma que "es la única forma verdaderamente católica", o que el Novus Ordo es un rito "protestantizado", "irreverente" o "inválido en la práctica" (que son todas ellas expresiones que se escuchan en ámbitos pasadistas), se incurre en un error doctrinal grave.
----------Este exclusivismo litúrgico implica, por un lado, una ruptura con la autoridad del Romano Pontífice, que ha aprobado y promovido el Misal de 1970; por otro lado es una negación práctica de la validez y santidad del Novus Ordo Missae, lo cual contradice la enseñanza de la Iglesia; y además implica una reprobable instrumentalización ideológica de la liturgia, que deja de ser oración para convertirse en bandera de resistencia.
----------Como contrapeso a este error del pasadismo filolefebvriano, hay que reconocer que existen en la actualidad ejemplos positivos de tradiciones litúrgicas en comunión. Existen comunidades que celebran la Misa según el Misal de 1962 en plena comunión con el Papa, sin caer en exclusivismos ni rechazos doctrinales. Algunos ejemplos son la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP), erigida por san Juan Pablo II en 1988, el Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote (ICRSS), que combina solemnidad litúrgica con fidelidad al Papa, o el Monasterio de Le Barroux, que celebra la liturgia tradicional con obediencia y apertura. Estas comunidades muestran que es posible amar las tradiciones litúrgicas del pasado sin romper la comunión, y que la belleza litúrgica no está reñida con la fidelidad al Magisterio.
----------Como se ha señalado en los apartados anteriores, sería un craso error pastoral la mera y simple condena del liturgicismo identitario. Por eso propongo algunas claves para el diálogo: 1. Reconocer el valor espiritual de la Misa de 1962, sin absolutizarla ni oponerla al Novus Ordo Missae. 2. Mostrar la continuidad litúrgica entre el vetus ordo (de cualquier época de la Iglesia) con el Novus Ordo, especialmente en la estructura del sacrificio eucarístico. 3. Citar a Benedicto XVI y a Francisco como testigos de una visión integradora de la liturgia. 4. Invitar a vivir la liturgia como comunión, no como trinchera ideológica.
Conclusión pastoral: Tradición sin ruptura, fidelidad sin soberbia
----------Teniendo en cuenta todo lo que con detenimiento hemos examinado acerca de los errores doctrinales más frecuentes en ambientes pasadistas filolefebvrianos, como la desconfianza hacia el Magisterio, la reducción de la Tradición a una época, el magisterio selectivo, el rechazo práctico del Concilio Vaticano II y la absolutización de una forma litúrgica, podemos advertir, finalmente, que en todos estos casos, el problema no es simplemente una preferencia legítima o una sensibilidad espiritual que podrían ser respetables, sino una actitud interior de juicio sobre la Iglesia, que termina por erosionar la comunión.
----------Esta tentación no es nueva. El Evangelio nos muestra que incluso los discípulos más cercanos a Jesús podían caer en ella. Pedro quiso corregir al Maestro cuando este anunció su pasión (cf. Mt 16,22). Juan y Santiago querían hacer descender fuego sobre los samaritanos (cf. Lc 9,54). Todos ellos amaban al Señor, pero confundieron el celo con el juicio, la fidelidad con el control.
----------Hoy también, muchos católicos sinceros, heridos por la confusión o escandalizados por abusos, corren el riesgo de encerrarse en una "pureza" farisaica que los separa de la Iglesia viva. Pero la fidelidad auténtica no se mide por la rigidez, sino por la obediencia confiada, incluso cuando no se comprende todo.
----------Debemos tratar de comprender, y hacer comprender a los que yerran, que la Tradición viva es en verdad un don que se recibe por gracia, no una bandera que se agita como estandarte en la batalla ni un redoblante que marcha al frente de la infantería golpeando agitado contra el presente, ni un refugio para almas temerosas. Es un don que se recibe en la comunión de la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo. Como enseñó Benedicto XVI: "La verdadera renovación de la Iglesia no consiste en rupturas, sino en una fidelidad creativa a la Tradición viva" (Discurso a la Curia, 2005). Esta fidelidad creativa no teme al progresivo desarrollo doctrinal, no absolutiza formas históricas, no juzga al Magisterio desde fuera. Al contrario: se deja formar por la Iglesia, incluso cuando eso implica renunciar a seguridades personales o a nostalgias idealizadas.
----------Todos los miembros del Pueblo de Dios, que es la Iglesia, debemos descubrir juntos, sinodalmente, los caminos de reconciliación que nos hagan vivir la Tradición y las tradiciones en comunión. Para quienes han sido atraídos por el pasadismo, pero desean vivir en plena comunión con la Iglesia, hay caminos concretos de reconciliación: 1. Leer los documentos del Concilio Vaticano II con espíritu filial, no con sospecha. 2. Redescubrir la riqueza del Magisterio postconciliar, especialmente en san Juan Pablo II y Benedicto XVI. 3. Participar en comunidades que celebran la liturgia tradicional en obediencia al Papa. 4. Formarse en una teología que une fidelidad a la Tradición y apertura a los signos de nuestro tiempo. 5. Buscar acompañamiento espiritual que no alimente la desconfianza, sino la confianza en la acción del Espíritu.
----------Finalizando ya nuestra reflexión, deberíamos recordarnos (y recordarles a los pasadistas con los cuales la divina Providencia nos permita dialogar) que Pedro sigue en la barca. La Iglesia atraviesa tormentas, claro que sí, como siempre. Pero Cristo no ha abandonado la barca. Pedro, su Vicario, sigue en ella, con sus luces y sombras, y la obediencia a Pedro sigue siendo el criterio de comunión. No hay santidad sin comunión, ni comunión sin obediencia. Como decía san Ignacio de Loyola: "Debo estar siempre dispuesto a obedecer a la Iglesia jerárquica, creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia su esposa, hay el mismo espíritu que nos gobierna y rige para la salvación de nuestras almas."
----------Como se ha podido advertir, no he querido esta vez limitarme a una refutación de errores, sino a tratar de elaborar una invitación a la confianza, a la humildad y a la comunión; porque solo en la Iglesia, y no contra ella, se puede vivir la Tradición con verdad.
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