El espíritu humano, a diferencia del espíritu angélico (que no es sexuado), es un espíritu sexuado. Es decir, el espíritu humano, aunque manteniendo su esencia de espíritu idénticamente en el varón y en la mujer, es creado por Dios con dos modalidades de ser y de actuar recíprocamente complementarias, en correspondencia con la complementariedad recíproca de la sexualidad física. En el plan divino originario, y por consiguiente también en el plan escatológico, la unión espiritual se manifiesta en la unión física y esta introduce a la unión espiritual. [En la imagen: fragmento de "Los solitarios", óleo sobre lienzo, entre 1906 y 1908, obra de Edvard Munch, conservada y expuesta en el Busch–Reisinger Museum, en Cambridge, Massachusetts, USA].
Materia y espíritu
----------Para comprender qué es el ser macho y hembra en el hombre, es necesario saber distinguir en el hombre la materia del espíritu, porque esta dualidad es a un tiempo material y espiritual. La materia es aquello de lo cual está hecho el cuerpo humano, el sujeto de las cualidades sensibles, de la forma del cuerpo, de sus potencias, fuerzas, dimensiones, transformaciones, actitudes, tendencias y actividades físicas.
----------La materia se nos manifiesta por medio de estas que son sus estructuras y propiedades sustanciales y accidentales, pero en sí misma es opaca e ignota a nuestro intelecto, que establece su existencia, pero ella en sí misma no ofrece inteligibilidad a nuestro intelecto, siendo su nivel de inteligibilidad inferior al nivel mínimo perceptible por nuestro intelecto, que es dado por la materia formada. Ella es indirectamente objeto de los sentidos y de la imaginación en cuanto sustancia sensible agente.
----------Ella recuerda la cosa en sí kantiana, con la diferencia de que, mientras para Kant la esencia de la cosa en sí nos es ignota y nosotros solo sabemos lo que de ella se nos aparece como fenómeno, la materia es junto con su forma el principio ontológico de la cosa, de la cual podemos conocer la esencia o forma.
----------Ahora bien, el hombre macho y el hombre hembra son dos sustancias o compuestos de materia y forma, donde la forma no agota su ser ni fundamenta su ser en el ser forma de la materia, inexistente sin su forma, sino que es forma inmaterial subsistente por sí misma, por lo tanto, subsistente independientemente de su materia. Es decir, es una forma espiritual o pura forma.
----------Varón y mujer poseen la misma naturaleza humana y tienen igual dignidad personal, orientados entrambos al mismo fin último, que es Dios, recíprocamente diversos y complementarios entre sí, hechos para completarse mutuamente en el ser y en el obrar.
----------El ser varón y mujer no es un producto casual de la naturaleza, ajeno a la voluntad de Dios, ni un producto artificial de la técnica o del libre querer o de la iniciativa o de la elección humana; no es un efecto de la cultura ni de una libre convención. No son dos orientaciones diferentes del ser humano, junto a las cuales podrían legítimamente existir otras, igualmente naturales o quizá entregadas a la inventiva humana. No son dos formas o modos de ser ni dos determinaciones del ser humano, junto a las cuales la naturaleza, efecto del Dios creador, habría establecido otras como actuales o como posibles efectos de la técnica humana.
----------No. Los sexos humanos naturales y normales, los sexos instituidos y queridos por Dios, son solo dos: el sexo masculino y el sexo femenino. Casos diferentes son anormales, innaturales o patológicos. Mientras que es moralmente honesto el ejercicio razonable de la masculinidad y la feminidad, en línea de principio, admitiendo excusantes y atenuantes, es pecaminoso el ejercicio de una sexualidad distinta que, en cuanto consecuente al pecado original, por ello mismo es desviada, defectuosa o deforme, y contraria a la sexualidad creada por Dios. El ejercicio de una sexualidad distinta de la prescrita por la ley divina conduce al hombre a la perdición.
----------La dualidad varón-mujer, tal como la conoce la antropología y, de modo especial, la sexología, no es solo objeto de la ciencia, sino también de la divina revelación. Y esto se comprende porque la sexualidad humana posee una altísima dignidad, que no se reduce en absoluto a la simple función generativa, conocida también en los animales, sino que involucra a la entera personalidad en su relación con Dios, mientras que el pecado original desgraciadamente ha trastornado de tal manera este plano del ser y del actuar humano, que la simple razón, con sus solas fuerzas, no sería capaz de orientarse ni de dictar en este ámbito las normas correctas, ni la voluntad podría tener la fuerza para aplicarlas, si no vinieran la fe y la gracia a sostener las fuerzas de nuestro espíritu, haciéndolo efectivamente capaz de cumplir con su deber.
La relación del alma humana con el cuerpo en la sexualidad humana
----------Según el plan divino originario de la creación, el alma se expresa en el cuerpo y el cuerpo se sublima en el alma. Vale decir, la actividad espiritual encuentra una expresión suya natural, aunque no necesaria, en la actividad sexual, la cual es estimulada en su aspecto biológico por la simple percepción física de un objeto sexual, incluso simplemente representado.
----------Esta conjunción del alma con el cuerpo implica que al alma masculina le corresponde un cuerpo masculino y al alma femenina un cuerpo femenino. Esto quiere decir que el espíritu humano, a diferencia del espíritu angélico, que no es sexuado, es un espíritu sexuado. Es decir, el espíritu humano, aunque manteniendo su esencia de espíritu idénticamente en el varón y en la mujer, es creado por Dios con dos modalidades de ser y de actuar recíprocamente complementarias, en correspondencia con la complementariedad recíproca de la sexualidad física. En el plan divino originario, y por consiguiente también en el escatológico, la unión espiritual se manifiesta en la unión física y esta introduce a la unión espiritual.
----------Por ello, es necesario prestar atención para entender bien el valor ascético de la abstinencia sexual. Esta no tiene nada que ver con el ideal platónico del alma que se libera del cuerpo. Si Cristo habla del ojo que nos puede escandalizar, supone siempre que el ojo sirve para ver. Se trata, más bien, de una medida provisoria y de emergencia circunscrita a los límites de la vida presente, en consideración a la rebelión de la carne contra el espíritu y a la concupiscencia presente en esta vida mortal; pero lo que interesa a Dios, y por tanto también a nosotros, es la unión completa física y espiritual, aunque ahora no sepamos cómo sucederá en el cielo.
----------Aclaremos que cuando Cristo dice que en la resurrección no habrá ni esposa ni marido (Mt 23,30) o san Pablo dice que no se dará ni hombre ni mujer (Gal 3,27), no quieren decir que desaparecerá la diferencia de los sexos, sino que significa que ya no habrá procreación. Además, debe quedar bien claro que los freudianos, los disolutos, los lujuriosos y los defensores de la ideología de género no pueden usar esto como pretexto para corromper la normal y legítima relación física entre varón y mujer, bajo el pretexto de que, más allá de la procreación, lo que importa es el amor.
----------Notamos por otra parte que, en el presente estado de naturaleza caída, sucede que la sensación sexual, a causa de la excesiva atracción ejercida, bloquea sobre sí misma el movimiento del espíritu, dando al sujeto una aparente felicidad, pero en realidad impidiéndole cumplir su acto de amor previsto por el plan divino, acto solamente en el cual el sujeto encuentra su verdadera felicidad.
----------Esta situación justifica la práctica ascética de la abstinencia sexual correspondiente al precepto del Señor: "si tu ojo te escandaliza, quítatelo". Pero así como por lo demás Dios ha creado el ojo para mirar, si la mirada es pura, entonces el ojo puede y debe ser usado. El placer que proporciona la visión del sexo es, de por sí natural y creado por Dios. Este placer es lo que hizo exclamar a Adán a la vista de Eva: "¡He aquí finalmente el hueso de mis huesos y la carne de mi carne!". Sin embargo, en el Edén, este placer era inocente porque no existía la concupiscencia como fomes del pecado. Y por eso estaban desnudos y no se avergonzaban.
----------En el cuerpo humano transparenta el espíritu. Pero, al mismo tiempo y conjuntamente el alma espiritual manifiesta su potencia vivificante, animando las potencias vegetativas y sensitivas, mientras que su actividad sensible y experiencial manifiesta la potencia del espíritu. Las dos configuraciones materiales vivientes macho y hembra no son dos configuraciones sin relación necesaria con el espíritu humano, como si, tratándose de simple materia, hubieran podido tener o pudieran tener otra configuración, como es posible para todas las realidades corpóreas. No. En el caso de la persona humana, la dualidad sexual, en el plan y en la voluntad divina, tiene una precisa y necesaria relación con el alma espiritual.
----------San Pablo nos recuerda que todo lo que hay en nosotros, es decir, la totalidad de nuestro ser, es "espíritu, alma y cuerpo", es decir, alma espiritual, sensitiva y vegetativa que anima un cuerpo orgánico dispuesto y adecuado para la vida. Descartes, al distinguir el espíritu del cuerpo, encierra al espíritu en la simple autoconciencia separada del cuerpo y así, mientras entiende el cuerpo como si fuera otra sustancia matemática separada del alma (res extensa), se olvida del alma vegetativa y sensitiva y, por lo tanto, no comprende ni cuáles son los niveles vitales humanos inferiores, ni cuál es la vida de los vivientes infrahumanos.
Padre Filemón, leo con atención su reflexión sobre la diferencia sexual como don inscrito en la creación, pero me pregunto si no se corre el riesgo de absolutizar una visión antropológica que, aunque bíblica, está mediada por contextos culturales antiguos. ¿No deberíamos distinguir entre el dato revelado y las interpretaciones que han cristalizado en modelos sociales rígidos?
ResponderEliminar¿Hasta qué punto es legítimo hablar de una “estructura simbólica” del varón y la mujer sin caer en esencialismos que excluyen experiencias humanas reales y complejas?
Gracias por su trabajo, que invita al diálogo.
Estimado Anónimo,
Eliminarla sexología humana moderna ha determinado de manera mucho más segura y precisa que en el pasado los caracteres diferenciales naturales no solo psicofísicos, sino también espirituales entre el varón y la mujer.
Además de haber constatado la igualdad de naturaleza y la igual dignidad de persona, la antropología sexual moderna ha podido también determinar los factores de complementariedad recíproca entre varón y mujer, no solo en el plano físico, sino también en el espiritual.
Por esto hoy es posible distinguir el alma masculina de la femenina (cf. E. Stein, "La mujer. Cuestiones y reflexiones", ed. Città Nuova, Roma, 2010).
Estas adquisiciones de la ciencia han sido confirmadas por el magisterio de la Iglesia (cf. san Paulo VI, "La mujer en el magisterio de Paulo VI", ed. Tipografia Poliglotta Vaticana, 1980; san Juan Pablo II, "Carta Apostólica Mulieris Dignitatem", 15 agosto 1988).
Indudablemente, en este complejo ámbito vital existen roles masculinos y femeninos de tipo convencional y por tanto contingente, variables según los tiempos y las culturas.
El problema de hoy es que la mujer, que ha tomado conciencia mejor que en el pasado de su propia dignidad y de sus propias cualidades de mujer, en la sociedad y en la Iglesia, pueda realizar en plenitud estas cualidades, que tienen una base natural y por lo tanto corresponden al plan originario de la divina creación.
En este campo hay que tener en cuenta no solo los datos de la antropología, sino también de la revelación cristiana, según la cual también en este plano existe una complementariedad recíproca entre varón y mujer, pero aquí los contenidos de esta reciprocidad no son dictados por la ciencia, sino que provienen de la fe. Por ejemplo, en base a la fe, el sacerdocio ministerial está vinculado al sexo masculino.
Por eso también la mujer recibe de Dios dones especiales, que la hacen capaz de desempeñar su parte en la edificación de la Iglesia. La referencia de la mujer es a la Virgen, como Madre y Modelo de la Iglesia.
Es necesario profundizar la llamada universal a la salvación por parte de Dios. Todo hombre concebido, desde el seno de una mujer, recibe la gracia de Cristo y se convierte en miembro efectivo de la Iglesia, en cualquier tiempo y lugar.