¿Puede una huella en un lienzo de lino interpelar la razón y preparar el alma para la fe o confirmar la fe de quien ya la tiene? La Sábana Santa de Turín, lejos de ser una imagen devocional más, desafía el fideísmo y exige una respuesta racional. Entre irradiaciones misteriosas y proyecciones imposibles, la ciencia se detiene donde la fe comienza. La Síndone es signo material de la potencia del Espíritu Santo. Una reflexión sobre el deber de creer cuando los signos de credibilidad se vuelven innegables. [En la imagen: La Virgen, el beato Amadeo de Saboya y san Mauricio con la Síndone, fresco atribuido a Giovanni Grattapaglia, ubicado en el Palazzo Madama, Turín. La representación conmemora la Exposición de 1642, que marcó el fin de las hostilidades por la sucesión al trono entre Madame Cristina de Francia y sus cuñados].
“Bienaventurados los que no vieron y creyeron”
Juan 20,29
La Sábana Santa guía a la fe y confirma la fe de quien ya la tiene
----------En L'Avvenire del 15 de septiembre último apareció un artículo del profesor Gian Maria Zaccone, Director del Centro Internacional de Estudios sobre la Sábana Santa, CISS.
----------Dicho artículo interviene en la discusión sobre la Sábana Santa, siempre actual e interesante. Véase al respecto este reciente comunicado del Custodio Pontificio de la Síndone, cardenal Roberto Repole.
----------Con este artículo mío, añadiendo algunos aspectos y matices a lo que he publicado ayer, entro en diálogo con el profesor Zaccone acerca de sus expresiones.
----------Quisiera comenzar diciendo que la Sábana Santa reaparece en 1350 en Lirey. Quiere decir que se había conservado memoria de ella, desaparecida en 1204 en el saqueo de Constantinopla por obra de los cruzados, entre los cuales una fuerza de primer plano eran los Templarios.
----------Según una hipótesis, la cual he formulado en el precedente artículo mío (ayer mismo), se podría pensar que los Templarios se hubieran apoderado del Santo Lienzo ilegalmente manteniéndolo escondida. Puede sorprender que no tengamos noticia de reclamos por parte de la autoridad eclesiástica para la restitución de la Síndone al culto público. Pero esto podría ser el signo del enorme poder, también económico, que por entonces tenían los Templarios en la Iglesia. Su poder podría ser comparado al de los modernistas de hoy, que intimidan también a los Obispos y frenan la acción misma del Papa.
----------De manera que, nadie durante un siglo y medio (desde 1204 hasta 1350) pensó más en la Sábana Santa, o por lo menos no nos han llegado documentos, también porque alguien puede haber pensado que ella había sido destruida. El hecho dramático de la supresión de los Templarios en 1312 podría hacer pensar que la Sábana Santa estaba en su posesión. En efecto, la Sábana Santa reaparece en Francia en Lirey, precedentemente en posesión del piadoso cruzado Barón Othon de la Roche (véase este enlace).
----------Comprensiblemente, la autoridad episcopal de entonces, tomada por sorpresa, se puso en sospecha, dada la difusión de falsas reliquias. Pero posteriormente el honor a la Sábana Santa, a nivel de culto público, volvió a ser autorizado. Ella, en 1453, pasó a propiedad de la Casa de Saboya (véase el mismo enlace anterior), hasta 1983, cuando Umberto II la donó a la Iglesia (véase este enlace).
----------Preguntarse si la Sábana Santa es una reliquia auténtica del Cuerpo y de la Sangre del Señor es una pregunta más que legítima, porque todo fiel sensato quiere rendir culto a una reliquia auténtica y no a una falsa. A esta pregunta, sin embargo, ya, en base a las más recientes verificaciones científicas, se ha dado una respuesta bien probada, segura, irrefutable y definitiva. No existen en modo alguno contrapruebas. Esta respuesta, sin embargo, téngase bien presente, no ha venido de la Iglesia, sino de la ciencia y de la historia.
----------El Medioevo no poseía los instrumentos y los métodos de investigación y de verificación de los cuales disponemos hoy. Entonces, por lo tanto, las dudas, también por parte de los Obispos, podían ser comprensibles o justificables, dada la dificultad de distinguir las reliquias auténticas de aquellas falsas. Pero hoy los instrumentos de los cuales disponemos nos consienten obtener plena certeza.
----------Recordemos que la ciencia no se detiene en las hipótesis o en las opiniones, sino que tiende a la certeza. Cada uno de nosotros, ciertamente, si no está persuadido por las pruebas hoy aducidas, permanece libre en conciencia de aceptarlas o no aceptarlas. Pero una posición, si sólo es subjetiva, no está ciertamente en grado de invalidar la verdad y la objetividad de un hecho comprobado por la ciencia.
----------El acto de fe es libre, ciertamente; sin embargo, no es facultativo que esté carente de consecuencias, como si se tratara de elegir entre manzanas y peras para comer como postre. Cuando se advierte que hay pruebas innegables de credibilidad, el acto de fe, aunque esté formalmente motivado por la autoridad de Dios revelante y por lo tanto sea don de la gracia, se convierte en un preciso y grave deber, faltando al cual Dios nos llama la atención, como aparece evidente del comportamiento de Cristo hacia aquellos que se niegan a creerle y que no quieren comprender el significado de sus milagros.
----------Que luego la Sábana Santa pueda ser considerada un “icono”, objeto de devoción, no hay ningún problema, es más, hay pleno consenso y aprobación; pero sería grave falta de respeto hacia la Síndone rebajarla al nivel de los simples iconos. ¿Cómo es que ningún icono ruso recibe tanto honor como la Sábana Santa de Turín? Es conocido, de todos modos, que la Iglesia ha autenticado la reliquia de la Sábana Santa con la institución, en 1506, en la persona del papa Julio II, de la Misa en honor de la Sábana Santa (cf. este enlace).
----------Por otra parte, la autenticación de una reliquia en sí no es competencia de la autoridad eclesiástica, la cual por lo demás en tal materia puede también equivocarse, sino del historiador y del científico.
----------Si en la Edad Media se podían tener dudas acerca de la autenticidad de la Sábana Santa, dado el retraso de las ciencias de entonces, hoy, después de las comprobaciones científicas más recientes acerca de la formación de la impronta sindónica, no hay más dudas acerca de la perfecta correspondencia de los datos de la Sábana Santa con las narraciones evangélicas de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. De este modo la Síndone puede convertirse en una prueba de credibilidad de las verdades de fe.
----------Es necesario tener presente que la fe no es una intuición atemática, inmediata y apriorística como si yo fuera un puro espíritu dispensado del uso de los sentidos y del cuerpo, sino que la fe es al mismo tiempo sufrida conquista e iluminación divina alcanzadas después de un camino que puede ser largo y fatigoso de ejercicio de nuestras facultades naturales de la razón y de la voluntad.
----------La fe cristiana no es la experiencia del hinduista, que para alcanzar a Brahman se deja morir de inanición, sino que nos compromete en todas nuestras fuerzas humanas, aunque el acto de fe supera indudablemente los límites de la razón y de la voluntad, para alcanzar el misterio de Dios que se revela en Cristo.
Fr Filemón de la Trinidad
La Plata, 20 de octubre de 2025

La analogía del Cardenal Newman del acto de fe con la gramática es por demás sugestiva: el idioma no se aprende en forma directa y sintáctica, sino que se va hilando a través de un aprendizaje integrado por decenas de piedras miliares que la experiencia va asentando. Sobre este lenguaje de signos se asienta el dominio del idioma. Análogamente, se llega -y se prosigue- al acto de fe sobre la base propedéutica y apologética de múltiples hechos, signos, certezas e intuiciones, que si bien no se identifican con la propia virtud teologal la reciben y la predisponen.
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarle agradezco esta información referente a la apologética por San John Henry Newman.
Padre Filemón, usted dice: "De manera que, nadie durante un siglo y medio (desde 1204 hasta 1350) pensó más en la Sábana Santa, o por lo menos no nos han llegado documentos, también porque alguien puede haber pensado que ella había sido destruida."
ResponderEliminarEn realidad la cristiandad de la época siempre ha planteado como primera hipótesis la sustracción, a partir de la famosa lista de reliquias, previa al saqueo, redactada por el cruzado Robert de Clari. Véase aquí:
https://unaminoranzacreativa.wordpress.com/2020/06/30/alla-scoperta-della-sindone-37-robert-de-clari-othon-de-la-roche-e-geoffroy-de-charny/
El sector de Constantinopla estaba bajo el control directo de Othon de la Roche, duque de Atenas y Tebas. No hay forma de que un objeto como ese escapara de su atención. A. Piana en 2007-2010 reconstruyó las posibles etapas del lino sagrado y pudo visitar también el castillo de Ray sur Saone. Véase aquí:
https://www.sindone.info/PIANA.PDF
A pesar de todos los intentos de desmentir esto tanto por parte templaria como racionalista, existen muchos elementos en apoyo de la tesis. Pupi Avati en 2001, a pesar de los límites de la adaptación cinematográfica, dijo prácticamente todo. Véase:
https://www.youtube.com/watch?v=l3k96nHHXm0
Estimado Fernando,
Eliminarle agradezco por la información sobre el estudio de Piana.
Lo he tomado en consideración y lo he utilizado para complementar lo que ya había dicho en mi artículo.
Estimado padre Filemón,
ResponderEliminarno he querido comentar nada hasta ver el final de su artículo, en esta segunda parte. Por eso me refiero ahora a los comentarios de la primera parte.
A una primera lectura de las objeciones del Sr. Diego, por usted examinadas en sus respuestas, he tenido la impresión de que se había atenuado sensiblemente el tono minimizador, si no casi despreciativo, de otras objeciones acerca del valor de la Sábana Santa. Y esto me parece apreciable.
La fe cristiana, allí se escribe, nace “del encuentro con un evento proclamado, custodiado y transmitido por la comunidad de los creyentes (Catecismo 153-156)”.
Si es apreciable la cita de los mencionados artículos del Catecismo, la síntesis que la frase del Sr. Diego hace de ellos es parcial. En efecto, el artículo 155, entre otras cosas, dice: “En la fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina: «Credere est actus intellectus assentientis veritati divinae ex imperio voluntatis a Deo motae per gratiam» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q.2, a.9, c; Dei Filius, c.3)”.
Y el artículo 156, entre otras cosas, dice: “para que el obsequio de nuestra fe fuese ‘conforme a la razón’, Dios quiso que a las ayudas interiores del Espíritu Santo se acompañasen también pruebas exteriores de su revelación (Dei Filius, c. 3). Así los milagros de Cristo y de los santos (cf. Mc 16,20; Hb 2,4), las profecías, la difusión y la santidad de la Iglesia, su fecundidad y su estabilidad «son signos certísimos de la divina revelación, adecuados a toda inteligencia» (Dei Filius, c.3)”.
Por tanto, precisamente los artículos del Catecismo citados por el Sr. Diego nos enseñan que la fe no es solamente “encuentro” con “el evento proclamado, custodiado y transmitido por la comunidad de los creyentes”, sino que involucra directamente la inteligencia del hombre, además de la voluntad, pues creer, como dice el gran santo Tomás, es acto del intelecto que, bajo el impulso de la voluntad, movida por Dios mediante la gracia, da su consentimiento a la verdad divina. Voluntad del divino Creador fue que la fe fuese “conforme a la razón”, y por esto quiso que a las ayudas espirituales de su Santo Espíritu se unieran como “pruebas” (nótese el término inequívoco) exteriores de la Revelación, comenzando naturalmente por los milagros realizados por nuestro Señor, continuando luego en la historia del Cristianismo con los de los santos, etc., a considerar como “signos certísimos” (nótese el adjetivo superlativo) “de la divina revelación” y, subraya el Catecismo con un ulterior llamado a la participación intelectiva y racional del hombre, “adecuados a toda inteligencia”. Así la fe, como enseña el artículo 153 del Catecismo, “mueve el corazón y lo dirige a Dios” pero añade también “abre los ojos de la mente”.
Estimado padre Serafín,
Eliminarno tengo más que elogios por la magnífica exposición de la doctrina católica sobre la relación de la razón con la fe y en particular la tarea de la apologética como ciencia que muestra las pruebas de credibilidad del mensaje evangélico con el fin de conducir con argumentos de razón al interlocutor a darse cuenta de la conciliabilidad de la Palabra de Dios con las exigencias de la sana razón, de tal manera que la acción de la gracia pueda actuar sobre su mente para hacerle aceptar la verdad divina en virtud de la autoridad de Dios revelante.
En cuanto a la fe, como suscitada por el encuentro con Cristo en el seno de la comunidad de los creyentes, me parece una expresión válida, tanto más que ha sido utilizada por los últimos tres Papas: San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.
En efecto, este encuentro puede entenderse como una experiencia interior, por la cual el hombre, al llegar a conocer el Evangelio, queda atraído por la figura de Jesús, por sus enseñanzas, por sus milagros y sobre todo por el inmenso amor hacia nosotros pecadores, para los cuales Él, Hijo de Dios, ofrece su vida inocente por nuestra salvación.
Obviamente no se trata de un encuentro en sentido físico, sino que se trata como he dicho y en todo caso de un encuentro interior e interpersonal, gracias al cual nos sentimos verdaderamente ante Jesús, que nos interpela y nos ama.
Añado que estoy totalmente de acuerdo con la opinión que usted da sobre las declaraciones del Sr. Diego.
Estimado padre,
ResponderEliminarSi pienso en los Evangelios, entonces esto me lleva a decir que Jesús recurrió ampliamente a los milagros para hacer creíble su predicación. Ciertamente, en aquellos tiempos debía hacerse reconocer, por lo que era necesario recurrir por su parte a los milagros para resaltar su naturaleza también Divina; esto no quita que no se basara solo en la predicación, sino también en acontecimientos tangibles y extraordinarios, tanto que dijo: "aunque no quieran creerme, al menos crean en las obras". Por lo tanto, me parece poder decir que los milagros han tenido un papel fundamental para la fe de los primeros cristianos que allí se transmitieron y que hacen creíble y razonable nuestra fe. Luego, a lo largo de la historia, Dios nos ha iluminado con muchos otros milagros para corroborar nuestra fe e iluminarnos.
En cuanto a la energía que se habría liberado en el momento de la resurrección, yo no entiendo qué dificultad puede crear, nadie sabe lo que sucede durante la resurrección y de qué instrumentos se sirve Dios para realizarla. Por lo tanto, podría ser que la resurrección implica una emanación de energía física en forma de radiación. Por cierto, leyendo la respuesta, me vino a la mente el episodio de la curación del hemorroissa en el que Jesús mismo dice que sintió una fuerza salir de Él. Podría haber una relación entre el milagro que parece requerir fuerza, y la resurrección que libera energía.
Rezo por Usted,
José
Estimado José,
Eliminarapruebo a pleno sus consideraciones.
Me gustaría añadir algo más y distinguir a los que han visto un milagro de los que han recibido noticias de un milagro. Yo creo que la mayoría de nosotros, creyentes, llegamos a la fe no por haber visto milagros, sino por creer en el testimonio de quienes los vieron.
Pero debemos suponer que esta decisión ha sido razonable, porque puede haber el riesgo de una credulidad demasiado fácil, que no conduce a la fe, sino que puede llevar al fanatismo.
Por cuanto respecta a la energía luminosa-calorífica, como única explicación posible para la huella síndontica, según la más avanzada investigación científica, quisiera reafirmar con usted la perfecta correspondencia de este fenómeno con el relato evangélico de la resurrección, que nos hace comprender que Cristo no está iluminado por una luz desde el exterior, es decir, la huella del rostro sindónico no es un retrato, sino el testimonio de una luz que sale del rostro de Cristo. Y esto es del todo lógico, si es verdad que Cristo no recibe la luz de nadie, sino que es Él la luz, fuente de toda luz.
Ese artículo del Avvenire del 15 de septiembre, un intento complaciente de respuesta a Musarra firmado por Gian Maria Zaccone (Director del Centro Internacional de Estudios sobre la Sábana Santa) está publicado bajo un título ampliamente despectivo, que demuestra -si alguna vez hubo necesidad- el estado del diario de la CEI: "El debate sobre el origen de la Sábana Santa no nos muestra su fuerza espiritual".
ResponderEliminarCreo que es inútil tratar de proporcionar elementos objetivos , como usted ha hecho, cuando el marco es necesariamente el editorial que conocemos bien.
Tengo la impresión de que la próxima película de Mel Gibson borrará cualquier ambigüedad en un instante , como The Passion barrió décadas de teología melosa y empalagosa. Podemos estar seguros de que el desprecio de Avvenire no faltará.
En cuanto a la polémica de los templarios estamos más o menos en el mismo plano, una cola de paja larga un kilómetro , destinada a reafirmar lo buenos y valientes que eran los primeros y lo despreciable que era la corte de Francia.
"La mejor prueba del hecho de que la Sábana Santa no perteneció a Geoffroy di Charny mismo es que, a la muerte de éste, su hijo Geoffroy II no la heredó. De hecho, la Sábana Santa pertenecía a su esposa, Jeanne de Vergy".
Estimado Fernando,
Eliminarle agradezco por reportar el artículo de Zaccone.
Lo que he dicho sobre los Templarios, si usted ha leído con atención, no tiene nada que ver con su mitización, que no corresponde a los datos de la historia. He hablado de ellos, en efecto, del esoterismo.
Sin embargo, mantengo mi opinión de que ellos han conservado secretamente la Sábana Santa y, después de su supresión, yo no descartaría la posibilidad de que algún ex Templario, por medio de algún mediador posterior, hubiera hecho llegar la Sábana Santa al cruzado Barón de la Roche. Como puede comprobar, Jeanne de Vergy es descendiente del barón (https://casarealeavoia.it/sindone-storia-europea/).
Estimado Padre, me alegro de haberle conocido a través de este blog. Con cortesía, educación, honestidad intelectual, respeto, usted explica muy bien cuál es el camino correcto a seguir.
ResponderEliminar¡La adoración de la Cruz! Qué hermoso ejemplo que hace callar a todo el mundo. No se adora la pieza de madera sino el gesto de Dios por nosotros. Así es para la Sábana Santa, más aún, porque eso es con toda (mucha) probabilidad precisamente esa sábana de lino de la que leemos en los Evangelios.
Estimado Pablo,
Eliminaren efecto, el Evangelio de Mateo nos relata que José de Arimatea, "tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana blanca y lo puso en su tumba" (Mt 27,59-60).
En cuanto a Juan, usa un término en plural: los vendajes (othonia) (Jn 20,7), pero se trata ciertamente de la Sábana Santa.
Estimado padre, he leído con atención sus contrarréplicas a mis objeciones sobre la Sábana Santa. Agradezco la atención que se ha tomado y la voluntad de diálogo, que considero siempre un bien. Sin embargo, es necesario despejar el campo de un equívoco: no creo haber sido “más respetuoso”. El respeto nunca ha faltado. Pienso, más bien, que no se ha captado el punto que he tratado de enfocar: la distinción entre el "signo que remite" y el "fundamento que salva".
ResponderEliminarA lo largo de su réplica, estimado padre, he notado un continuo oscilar: por un lado, reconoce que la fe no nace de la Sábana Santa; por otro, atribuye al lino –es más, al Lino– una función probatoria que desemboca en una circularidad lógica. Decir que la Sábana Santa no es “prueba de la resurrección” y, al mismo tiempo, que ella “induce ciertamente a considerar que tal misteriosa irradiación haya sido provocada por el instante en el cual Cristo resucitó” significa asumir como demostrado lo que se querría demostrar. ¿Qué quiere decir "induce a creer"? Es una petitio principii que no se sostiene. Del mismo modo, afirmar que la Sábana Santa es objeto de adoración “como la Cruz” para luego precisar que la adoración no va al lino en sí sino a la impronta genera confusión entre veneración y latría: distinción que la Iglesia siempre ha defendido con claridad. Finalmente, la idea de que la imagen se haya formado por una “energía física milagrosa” emanada del cuerpo resucitado ("No hay, por tanto, de qué maravillarse si, en el momento de la resurrección, el Cuerpo de Cristo, unido hipostáticamente a la Persona del Verbo, haya emanado una energía física milagrosa, propia del Cuerpo resucitado y originada por la potencia divina, de modo semejante a lo que ocurrió en el episodio del Tabor") pertenece más al lenguaje de la ciencia ficción que al de la ciencia –y mucho menos al de la fe–, reduciendo la resurrección a un fenómeno medible y no a un acto creativo de Dios: un acto que trasciende la lógica de la física y de la química. Esto, al margen de la unión hipostática, ya que el cuerpo resucitado de Cristo es un cuerpo glorioso (continúa).
No menos problemático es el recurso a la historia. Sobre este argumento, pienso que Andrea Nicolotti lo ha dicho todo (es más, soy prudente: que ha dicho mucho, en el estado actual). No hablo del reciente hallazgo del pasaje de Nicolás de Oresme, sobre el cual hemos discutido amablemente, sino de todo lo que viene antes. Si es que pueda identificarse un "antes". No repaso todo el razonamiento. Basta saber que nada autoriza la identificación entre la sábana constantinopolitana por usted citada y la de Lirey. Nuevamente, los pasos lógicos son importantes. Por un lado, se invoca la necesidad de rigor para distinguir los milagros auténticos de los supuestos; por otro, se acogen conjeturas sobre los Templarios que no tienen fundamento alguno, transformándolas en marco interpretativo. Yo mismo, hace algunos años, me había preocupado de verificar la tesis templaria, galvanizado por su sugestividad; se estaba entonces, sin embargo, en ayunas de una verdadera y propia sistematización de la materia, que Nicolotti ha proporcionado. Remito, pues, a sus volúmenes. La hipótesis de que la Sábana haya nacido como objeto devocional –al margen de su uso impropio– es una consecuencia directa de ello, sobre la cual se está consolidando la investigación.
EliminarMi punto, por tanto, permanece simple y lineal. La Sábana es un signo potente: puede interpelar a la razón, conmover los sentidos, conducir a la oración. Sin embargo, sigue siendo un signo. La fe no se funda en ella. La fe nace de la escucha de la Palabra y del encuentro con el Resucitado, como enseña san Pablo y como reafirma el Catecismo. Pienso que sobre esto se puede concordar. Todo lo que excede este marco, sin embargo, corre el riesgo de sobrecargarla con vínculos impropios, de confundir el signo con la realidad que indica. Tanto más frente a un conjunto de conjeturas. Es esto lo que quería decir, y lo que continúo pensando: no un mayor respeto, sino un respeto distinto, más fiel a la historia y a la distinción que la Iglesia custodia. Si se confunden los planos se corre el riesgo de hacer daño a la misma fe, que es don y libertad, no silogismo ni demostración. Con respeto y admiración.
Estimado Diego, le agradezco por esta rica intervención muy estimulante.
EliminarPaso enseguida a la discusión de los singulares puntos.
1) La distinción entre el “signo que remite” y el “fundamento que salva”.
Acepto esta distinción en los siguientes términos: “signo que remite” lo veo como prueba de credibilidad del mensaje evangélico con el cual concuerda la Sábana Santa. Santo Tomás dice que este tipo de signos es un inductivum ad fidem, no en el sentido de que motive formalmente el creer; esto es el “fundamento que salva”, es decir, el Cristo en cuanto creído por medio de la fe, que Él nos dona cuando estamos abiertos a la verdad de los signos que Él realiza, para que creamos en Él. La Sábana Santa es uno de estos signos, que remiten a Cristo, que interpela nuestra conciencia a fin de que creamos en Él.
2) Decir que la Sábana Santa no es “prueba de la resurrección” y, al mismo tiempo, que ella “induce ciertamente a tener por cierto que tal misteriosa irradiación haya sido provocada por el instante en el cual Cristo ha resucitado” significa asumir como demostrado aquello que se querría demostrar.
EliminarLa Sábana Santa no es una prueba de la resurrección en el sentido de que ella no nos pone directamente frente a Cristo Resucitado, que actualmente está en el cielo.
Sin embargo, se puede decir que la impronta sindónica, según los datos actuales de la ciencia, ha sido provocada por una potentísima y delicada energía luminoso-calorífica, que ha golpeado el lienzo de modo perpendicular, de tal manera que tanto el cuerpo del Señor como el lienzo mismo tenían una posición vertical.
La pregunta que nos hacemos: ¿cómo puede un cuerpo muerto emanar una energía de tal género? ¿Y cómo hace un cadáver para estar en posición erguida, junto con un lienzo igualmente en posición erguida? ¿No es esto un hecho milagroso?
Por otra parte, ¿cómo explicar este hecho del mejor modo, si no haciendo referencia –he aquí el remitir o inductivum– a la narración evangélica de la resurrección? Me parece que exponiendo las cosas de este modo desaparece cualquier círculo vicioso, porque no doy por demostrado aquello que debo demostrar, sino que demuestro la tesis (la credibilidad de la resurrección) por medio de una prueba demostrativa (la impronta milagrosa).
3) ¿Qué quiere decir “induce a creer”?
EliminarPodemos hacer la comparación con los milagros de Cristo, narrados por el Evangelio. En efecto debemos decir con toda franqueza que la Sábana Santa de Turín es un objeto milagroso, como por ejemplo también el milagro de Bolsena o la sangre de San Jenaro. ¿Qué quiero decir? Usted recordará que Cristo en el Evangelio hace milagros a fin de que nosotros creamos en Él y reprende a aquellos que, habiendo visto sus milagros, sin embargo no han querido creer.
Esto, ¿qué significa? Que el milagro interpela nuestra responsabilidad, de modo que el creer se convierte en un deber. En este sentido el milagro induce a creer, no en el sentido de que necesite nuestro intelecto, como hace la ciencia, porque de otro modo ya no existiría más el creer, sino la evidencia mediata o inmediata; sino en el sentido de que nuestra razón se da cuenta del deber de creer, aunque el acto de fe no sea la conclusión de un silogismo, sino una iluminación que desciende del cielo.
4) Afirmar que la Sábana Santa es objeto de adoración “como la Cruz” para luego especificar que la adoración no va al lino en sí sino a la impronta genera confusión entre veneración y latría: distinción que la Iglesia ha defendido siempre con nitidez.
EliminarNo veo que haya nada de inconveniente en adorar la impronta sindónica del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. En efecto, si nosotros adoramos la Cruz el Viernes Santo, que es un simple artefacto humano, con mucha mayor razón somos llamados a adorar aquellas huellas del Cuerpo y de la Sangre del Señor, que encontramos en la Sábana Santa.
Por esto la Sábana Santa de Turín, como he dicho y repetido, no es una simple imagen sagrada, sino que es una reliquia del Señor. Nosotros veneramos las imágenes sagradas, pero ¿cómo no adorar una reliquia del Señor?
Distinto es el caso de las reproducciones artificiales de la Sábana Santa de Turín, como por ejemplo la Sábana Santa de Salerno (https://www.diocesisalerno.it/museo-diocesano-convegno-sulla-sindone-di-salerno/). Está claro que aquí estamos delante solamente de una imagen sagrada y aquí vale la función de la veneración.
5) La idea de que la imagen se haya formado por una “energía física milagrosa” emanada del cuerpo resucitado pertenece más al lenguaje de la ciencia-ficción que al de la ciencia – y mucho menos de la fe –, reduciendo la resurrección a un fenómeno mensurable y no a un acto creativo de Dios: un acto que trasciende la lógica de la física y de la química. Esto, independientemente de la unión hipostática, ya que el cuerpo resucitado de Cristo es un cuerpo glorioso.
EliminarLe hago presente que todos los fenómenos físicos tienen su causa ontológica primera en Dios mismo, purísimo espíritu, que los ha creado, los conserva, les da sus leyes y los hace activos como causas segundas de otros fenómenos.
Ahora bien, en el campo de los fenómenos físicos existe también el milagro, el cual es un hecho físico que es explicable solamente con la acción de la omnipotencia divina, como dice el Concilio Vaticano I (Denz. 3009) (https://www.vatican.va/archive/hist_councils/i-vatican-council/documents/vat-i_const_18700424_dei-filius_it.html).
No existe ninguna ley física por la cual el cuerpo de un difunto pueda emanar aquella luz que ha dejado la impronta sindónica desde hace 2000 años, luz emanada de un cuerpo en posición vertical, como ya he dicho, absolutamente incompatible con la que asume un cadáver en el orden natural de las cosas.
Hago además presente que Cristo, al resucitarse a sí mismo, no ha cumplido ningún acto creativo, sino que simplemente ha devuelto la vida a su cuerpo, el mismo cuerpo que tenía en esta vida, aunque con ello mismo ha asumido los caracteres del cuerpo glorioso, que actualmente posee en la gloria eterna del cielo.
La ciencia puede constatar los signos físicos tanto de la pasión como de la muerte y de la resurrección de Jesucristo, como narrado en los Evangelios y enseñado por la Iglesia Católica desde hace 2000 años.
6) No menos problemático es el recurso a la historia.
EliminarEn lo que respecta a la historia precedente de la Sábana Santa, que aparece misteriosamente en 1350, comprendo bien la dificultad de comprobar los testimonios sobre ella, que tenemos anteriormente desde los primeros siglos.
Lo que yo pediría a los historiadores es al menos esto: que se consideren de algún modo creíbles los testimonios precedentes, para poder explicar la importancia enorme que en la Iglesia, a partir de la Edad Media, la Sábana Santa ha tenido y tiene todavía en atraer una infinidad de almas al misterio de Cristo Nuestro Salvador.
Querría además observar que, aparte de los testimonios históricos, la ciencia moderna, bajo diversos ángulos, ha podido comprobar la antigüedad del lienzo sindónico y la correspondencia de él con las narraciones, que hacen remontar su origen a la época de Cristo.
A tal respecto son interesantes las conclusiones a las cuales ha llegado el Consejo Nacional de las investigaciones (https://www.dsctm.cnr.it/it/archivio-m/highlights-m/507-2000-anni-di-storia-della-sindone-di-torino-visti-ai-raggi-x.html).
Como simple creyente, informado sobre las investigaciones sobre la Sábana Santa, debo decir, modestamente, que no entiendo por qué el Prof. Musarra insiste, para la Sábana Santa, en usar el término "fundar la fe" (no puede ser usada para fundar la fe). Mi fe es anterior, es antes de que conociera la Sábana Santa (y similarmente antes de que conociera los milagros eucarísticos u otros milagros y apariciones marianas). Para mí la Sábana Santa confirma la fe, quizás la fortalece, pero no la funda. Están los Evangelios y el testimonio de los Santos y también el de tantos hombres y mujeres santos vivos que nos hablan para suscitar en nosotros la fe, el seguir a Jesús, una persona viva también ahora, no una idea. La Sábana Santa me asombra sobre todo porque irrumpe concretamente en (mi) tiempo y está delante de mí (la he visto en exposición dos veces). Y es justo entonces hablar de adoración porque se "toca", se "ve" la resurrección del cuerpo martirizado de Jesús, muerto por nosotros en la cruz. Todo es real, no son solo palabras. Como en otras experiencias de la vida, una cosa es escuchar de terceros, otra es vivir la experiencia directa. Jesús sabe bien lo que hay en nuestro corazón, hace todas las cosas bien, con delicadeza y poder.
ResponderEliminarEstimado Alejandro,
Eliminarme complace mucho la descripción de su relación como creyente con la Sábana Santa.
Pero una tarea urgente, sobre la que ha insistido continuamente el papa Francisco, es la de la evangelización, que es el arte de saber conducir a los no creyentes honestos a la fe, mostrándoles testimonios y signos de credibilidad para hacerlos reflexionar y comprender, a la luz de la gracia, que creer en Cristo es un deber preciso.
Existe una disciplina filosófico-teológica, la apologética, que es aquella que forma al buen evangelizador, el cual prepara al no creyente para alcanzar esa disponibilidad de espíritu, que le hace capaz de poder acoger el anuncio de la Palabra de Dios.
Ahora bien, la Sábana Santa es uno de esos caminos que conducen a la fe, por lo que puede ser apreciada no solo por el creyente, sino también por el no creyente, ciertamente de dos maneras diferentes. El creyente como usted, es confirmando en lo que ya cree, es decir en la fe en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, narrado por los Evangelios. El no creyente, debidamente instruido sobre lo que es la Sábana Santa, es decir aprendiendo a conocer su carácter milagroso, es estimulado o llevado a creer que los relatos evangélicos, que se refieren a la pasión, muerte y resurrección de Cristo, son verdaderos.
Usted afirma que la Sábana Santa no puede constituir un fundamento de nuestra fe. Como ya he dicho, si por fundamento usted se refiere a la razón o al porqué nosotros creemos en Cristo, ciertamente la Sábana Santa no es este motivo, dado que el motivo es la autoridad de Dios, que se revela.
Sin embargo por fundamento podemos también entender un motivo humano o racional, que es la toma de conciencia de la milagrosidad de la Sábana Santa de Turín. Un no creyente honesto, que se da cuenta de este hecho, inicia un camino intelectual y moral, que la Iglesia designa como efecto de un razonamiento que induce (Denz. n. 2755) o conduce (Denz. n. 2813) a la fe.